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Destellos de un sueño: 40 años después
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Destellos de un sueño: 40 años después
Libro electrónico201 páginas3 horas

Destellos de un sueño: 40 años después

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Destellos de un sueno, cuarenta anos despues, es una novela de ficcion futurista que muestra a la sociedad latinoamericana en general, centrandose en la nicaraguense, su estatus politico-social, economico, ambiental y cultural desde una perspectiva del ano 2058, cuarenta anos despues de la revolucion civica del 2018. A traves de las vidas de Juan Castel, esposa, hijos y amigos, sus suenos, sus profesiones, leyes que regulan el quehacer social y gubernamental, fundamentadas en los derechos humanos, es decir, en la politica general de futuro: Alta Calidad de Vida. En este drama de ficcion, la familia Castel goza las ventajas... el bienestar de la total conectividad por la tecnologia redundante y las redes neuronales y cuanticas para internet de la decada de los cincuenta. Asi mismo, enfrenta las dificultades cotidianas y contradicciones de ese tiempo, por la disrupcion cultural y tecnologica. En cuarenta anos se desarrolla un estado de conciencia superior del ciudadano sobre todo lo que acontece en la sociedad en su conjunto, es una caracteristica inherente en el relato futurista. La novela ofrece un vistazo de como podria ser la nacion cuarenta anos despues... quisieramos que el sueno se haga realidad, vencer la oprobiosa utopia que puede manchar de grises esta primera entrega a los lectores futuristas, quizas quimeristas, pero definitivamente visionarios. El sueno se esta convirtiendo en realidad en cierta medida, por la tecnologia de internet, cuya tendencia es crecer e irremediablemente meterse en la cultura cotidiana del quehacer social. Pues a los nicaraguenses la tecnologia de internet es en parte, el catalizador insospechado del cambio. Las redes sociales ponen al descubierto el mal y el bien. La conciencia del ciudadano de a pie, es lo que determina que es lo bueno y que es lo malo. Esta conciencia es permanentemente influenciada por esas dos grandes vertientes de la posverdad: la verdad y la mentira.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 abr 2022
ISBN9781662492884
Destellos de un sueño: 40 años después

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    Destellos de un sueño - Horacio J. Somarriba O.

    Prólogo

    ¿Por qué Nicaragua cae en ciclos de violencia cada determinado tiempo? Tal vez somos una sociedad a la que se le dificulta aprender, quizás nos hace falta formación, más educación. ¡Quizás! Lo seguro es que existe responsabilidad ante estos ciclos de violencia, de Cambio, de Revolución. Todos los nicaragüenses tenemos una cuota de responsabilidad, unos más que otros.

    Definitivamente que los gobernantes de hoy son los de primera línea. Incluye a los que han transitado en el tiempo en el manejo de las palancas del Poder, estos son también los responsables primarios de lo que se vive en el presente. Así mismo, de esta responsabilidad del devenir de la patria no se escapan las esferas de políticos y sus partidos. No es justo dejar fuera de la cuota de responsabilidad del desarrollo sano de una cultura sociopolítica y democrática, a las esferas de poder económico de nuestra pequeña Nicaragua, son actores sociales que tienen un peso importante para el país. La esfera política y económica siempre han ido de la mano, para bien o para mal. Los muertos, presos políticos, represión, crash económico y todo tipo de fractura flagrante de los derechos humanos elementales al día de hoy, son productos de la corresponsabilidad de los grupos de poder que han interaccionado en la historia reciente del país, obviamente unos más directos que otros.

    Todos los nicaragüenses tenemos pequeñas cuotas de responsabilidad. Obreros y campesinos, estudiantes, hombres y mujeres. Otra vez, unos más que otros. Los que recordamos el cambio de Somoza a los Sandinistas. Algunos sabemos que la democracia no pudo realizarse en la práctica, no dejó de ser tan solo un objetivo, una aspiración. Consecuentemente la tan deseada justicia social no se dio. Nicaragua empobreció terriblemente para los ochenta. Muchos votaron por ese régimen, otros no, ahí existen cargos en la responsabilidad del destino del país.

    La constante como hoy en día fueron en esa década del siglo pasado, los muertos, censura, represión y cientos de miles de exiliados. Llegaron los noventa, la guerra había terminado, obtuvimos la paz. Los nicaragüenses votamos y votamos en los sufragios para los siguientes periodos presidenciales. Para el 2007 retoman el poder algunos sandinistas, de los más recalcitrantes, los que hacen todo lo necesario para mantenerse en el poder cueste lo que cueste. En todo esto, existe también responsabilidad expresada en la organización y el proceso de elecciones por cada uno de los nicaragüenses, unos mucho más que otros. Para el 2018 nuevamente la protesta, una revolución cívica, sin armas, está en proceso, ¡Justicia y Democracia! Es el clamor, el mismo que se escuchaba cuarenta años atrás.

    La generación del milenio y, sobre todo, la posmilenio adquieren una consciencia, la que no alcanzaron generaciones pasadas. Muy probablemente tenga que ver la disrupción tecnológica de las redes sociales. Ha sido y será parte de lo que propicie el cambio tan deseado por todos.

    Nadie puede parar o desconectar a internet, ningún poderoso lo puede hacer, por mucho mando que tenga en el país. Este paradigma sigue sorprendiendo a todos, aún es insospechada la relevancia y poder que encierra en sí mismo la tecnología de internet, expresada en las redes sociales. Solo bastó un celular en las manos del ciudadano para que el mundo se enterara de los horrores que padece la Nicaragua de hoy. En el ciberespacio quedan registrados, documentados, los hechos terribles que fracturan los derechos humanos contra la población. Nadie lo puede borrar o transformar… no se puede hacer borrón y cuenta nueva, ya nunca más. Internet es parte de la sociedad de hoy y del mañana. Estamos ante una clara característica del transhumanismo, es decir, hacia un futuro altamente tecnológico, nadie lo puede parar. La responsabilidad que tenemos todos los nicaragüenses es velar que ese futuro sea el mejor para todos.

    Sin embargo, el factor humano, el ciudadano hombre y mujer, es el verdaderamente crucial por mucha tecnología que exista. Ciertamente otro ciclo de violencia surgió, sí, así es. La diferencia es que este ciclo está produciendo cambios cualitativos en la mente y consciencia del nicaragüense, en la juventud. Lo incitó por supuesto, el factor redes sociales. Ambos factores interdependientes influencian el desarrollo del mañana. Tendremos un mejor porvenir, sobre lo cual es importante hablar, o quizás… hasta soñarlo.

    ¿Cómo estará Nicaragua en cuarenta años? ¿El desarrollo será ambientalmente sostenible con justicia y democracia? ¿Qué rostro tendrá la sociedad nicaragüense ante la impetuosa revolución tecnológica? ¿Estaremos todos con una vasta consciencia sobre la Alta Calidad de Vida?

    El autor por medio de la Literatura Alternativa, responde a estas preguntas a través de una historia de ficción, donde la familia de Juan Castel es la protagonista principal dentro de cuatro décadas. Es un vistazo de nuestro futuro, tomando como premisa fundamental, el avance exponencial de la tecnología actual entretejida con el ciudadano de hoy, con sus aspiraciones de justicia y democracia, es una ojeada a la consciencia del nica dentro de un ciclo de cuarenta años. No incluye un análisis histórico filosófico del pasado. Hoy en día, existen suficientes obras por otros autores analizando la historia para entender nuestro presente.

    Es un ejercicio de vernos en el futuro, cómo se resolverán los problemas de todos los días, desde una perspectiva cotidiana, de familia, de ciudadano en búsqueda de la Alta Calidad de Vida, o su primer derecho humano: Derecho a una Vida Digna. Son los destellos de un sueño cuarenta años después, de lo que no se habla porque estamos atrapados en la lucha del presente otra vez, por la justicia y la democracia. No obstante, debe figurar con claridad un esfuerzo ciudadano que realice este tipo de ejercicio, de ver el país dentro de un ciclo de cuatro décadas, es parte también, de la responsabilidad para no olvidar y no repetir.

    I

    Sábado

    El golpe intenso de un destello de luz enceguecía sus ojos. Instintivamente se los cubría con sus manos. Notó que del codo izquierdo bajaba un fuerte dolor que le remataba en la punta de los dedos. «¿Qué es esto?», se preguntó, terminándose de despertar un sábado de diciembre del 2058.

    Juan Castel salía de un sueño extraño, donde le hablaban unas voces, le pareció que una de ellas era la de su esposa Andrea. Se convencía de que tan solo fue una pesadilla, sin embargo aquel sentimiento de hombre abatido persistía cuando quiso encontrar el refugio buscando con su mano la suave y sensual piel de su esposa. En la cama solo era él. Sentía algo que lo retenía, y fue el dolor de su codo. Lentamente se despejaba, se sentó al borde, buscó sus pantuflas. Otro dolor infernal le aparecía en su tobillo derecho, se quedó inmóvil. Miró la hora en el despertador, seis de la mañana.

    Los dolores menguaron, apareció un fuerte deseo de una taza de café. Los pensamientos los tenía revueltos. Finalmente se incorporó, los malestares cesaron de importunarle. Abre las cortinas y puertas de vidrio corredizas de su ovalado y espacioso balcón, por donde se había colado el sol mañanero que le despabiló. Salió, sus sentidos perciben los olores que traía el aire fresco que repentinamente le acaricia su rostro. Tomó un trago de agua desde el vaso que portaba, lo había agarrado de su mesa de noche. Se tumba en uno de los chaise longue, aspira fuerte el frescor de la mañana, pensando que le haría bien. Centró su atención en los maceteros que presumidamente lucen claveles y hortensias haciendo juego con el barandal con adornos metálicos en el balcón.

    Desde el segundo piso de su hermosa casa vio venir a dos personas en uniforme marrón, de la empresa de servicios para el hogar. Cuando ellas entraban, les saludó desde arriba, y les solicitó:

    —¡Un café por favor!

    Una de las señoras le dijo:

    —No se preocupe, se lo llevo en unos minutos don Juan.

    Sus pensamientos son más claros, llamaba a su Andrea del Valle, supuso que se le había olvidado que su esposa junto con sus hijos, visitaba a los abuelos maternos en Matagalpa. Pero había algo en todo aquello, quizás una sensación inexplicable de soledad. La pesadilla que le despertó, lo del aturdimiento de la luz fuerte del sol pegándole de tajo en el rostro, lo asoció como parte del sueño.

    Notó que en la pantalla de su celular resaltaba un mensaje de Andrea. Lo abrió.

    Hola, amor, sé que estás bien, tienes que cuidarte tú solo, nos veremos pronto, te extraño. Así finalizaba el texto, sentía cierto alivio haber leído sus palabras.

    Se tomó su café, disfrutó el trinar de los pajarillos, el revolotear tempranero de unas mariposas de colores sobre las flores en los maceteros que Andrea había dispuesto con esmero en el balcón, el mismo olor del aire mañanero que ya aspiraba fuertemente, en tanto se decidía ponerse sus pantaloncillos, camiseta desmangada y zapatillas deportivas para dirigirse a la sala de entrenamiento. Se cambió y con paso decidido se enrumba hacia la recámara de ejercicios, donde ellos disponen de un par de máquinas y periódicamente hacían rutinas. Cuando lograban coincidir hacerlas juntos, sentían en esa pequeñez el amor intenso que se profesaban.

    En aquella ocasión se propuso hacer algunas rutinas, con la máquina de pesas. Logró hacer brazos y piernas, sudó y se sintió mejor. Ya no se aquejaba de nada. Lo de los dolores había sido algo que durmió en mala posición, pensó él.

    El agua de la ducha le cae sobre su cabeza, sonríe complacido al notar que últimamente había conseguido músculos más firmes, ya se frotaba el jabón por su cuerpo. El doctor había recomendado a ambos los ejercicios, que ya pasado los cincuenta tenían que cuidarse la salud, y esa era una excelente manera.

    Con toalla a la cintura, se metió a su guardarropa, encendió la lámpara y pudo encontrar lo que se pondría, agarró de las gavetas calcetines y calzoncillos. Escogió un par de zapatillas cómodas, unos jeans y una camiseta estilo polo. Sabía que su día sería visitar la planta de su empresa de cerámica.

    Baja las escaleras estilo caracol, rápido y lleno de energías se dirige hacia el desayunador, oliendo todo él al perfume fragancia de madera que su esposa le había regalado días atrás. Las señoras de uniforme marrón le atendían, una colocaba un tazón con yogur de semillas de ajonjolí, adornado con trocitos de fruta bien dulces. La otra empleada de la agencia le ponía unos panecillos integrales dulcetes y té verde, como Juan lo había solicitado esa vez. «Más café no, debo seguir las recomendaciones de mi primo médico Sebastián», pensó él. Entonces dijo:

    —¿Por favor me puede servir té verde?

    Concluía su desayuno, pensó en llamar a Andrea. Se levantó, y dijo:

    —¡Qué tengan buen día, señoras!

    —Muchas gracias —respondieron ellas.

    En la sala había quedado su portafolios, lo puso sobre una mesita, cerca de la salida interna del garaje de la casa, donde solían colocar todo lo que ocuparían en el día. Subió nuevamente a la habitación, miró a los alrededores, que no se olvidara nada. Reparó un poco en la cama, recordó la luz cegadora en sus ojos, lo que lo había despertado un tiempo atrás.

    Mirándose al espejo, mientras cepillaba sus dientes, notó retazos de cansancio en su cara, como que la había pasado mal. A su mente acuden voces e imágenes difusas, se agitaban nubarrones de un color blanco, muy resplandeciente. Sintió nuevamente el dolor en su codo y su tobillo. En su cabeza siente algo punzante y frío. «Talvez la pasta de dientes», supuso él aun observándose al espejo. Cortó el flujo de sensaciones, tenía que marcharse al trabajo. Se enjuagó su boca, se secó sus manos y salió del cuarto de baño cerrando la puerta fuertemente detrás de sus pasos, quería olvidarse del mal sueño.

    Transcurre un momento e intenta llamar una vez más a Andrea, en la primera ocasión no levantó, pero había un mensaje de texto de ella. Juan deseaba hablarle. Sonaba su teléfono, mandó al buzón de voz. La computadora le sugirió hablar a otros números, dijo que no. Ordenó a la máquina dejar un mensaje de voz.

    —Puede proceder —contestó la computadora.

    —Amor, no tengo noticias tuyas, yo sé que todo está bien, llámame en cuanto puedas. Te amo… Mensaje concluido, enviar —le ordenó Juan a la computadora.

    La todoterreno plateada ya estaba encendida. Colocó en el asiento trasero todas sus cosas. La puerta de salida del garaje se levantaba, metió retroceso, pero el vehículo no arrancó y la computadora advirtió que había un obstáculo. Revisó la pantalla del panel del carro, pero en ninguna de las cámaras se notaba algo. Se bajó y la sorpresa, la muñeca de trapo Masha de su hija menor yacía bajo el parachoques trasero del vehículo.

    —¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó con algún agrado. Recordó que él se la había regalado, para su quinto cumpleaños, y que ella la conservaba en su cama, aún dormía abrazada con ella.

    Las bromas iban y venían porque Margaret ya había iniciado estudios universitarios, y la pobre muñeca era aún su compañera. Aquellos vestigios de la niñez de todos sus hijos, brotaron en su mente. Le invadió una gran nostalgia, como que sí Juan jamás los volvería a ver. La muñeca era un juguete muy preciado, y recordó que Margaret se lo ofrecía cuando lo veía cansado o frustrado por algo, siendo ella todavía una niña pequeña. Con todos esos pensamientos por sus hijos, abordó la todoterreno y puso la muñeca Masha en el asiento trasero del mismo.

    Ordenó a Melina, la computadora, llamar a Margaret. La llamada se enlazó y había un mensaje de voz de su hija.

    —¡Hola, papá! Sí ves a Masha tirada por ahí en el garaje me la guardas, es que yo quería regalarla, pero a último minuto me arrepentí. Decidí no hacerle caso a mamá, que quiere que me deshaga de las cosas viejas. No recuerdo exactamente donde la dejé, por favor me la guardas sí la ves. Te cuento que estoy estudiando duro, entré a los exámenes de fin de año. Te quiero mucho papá. Que Masha te acompañe ahora que estás solo, verás que pronto nos veremos.

    Solo sintió un tirón en su corazón.

    —¡Nostalgias y más nostalgias! ¿Por qué? —se decía.

    Salió de la casa, los portones del residencial San Pedro y Paraíso se cerraron tras él. Ya aceleraba a más de cien por carretera a Masaya, avanzó por el paso a desnivel de Ticuantepe con dirección norte, giró por el siguiente, buscando la carretera suburbana. En ese momento, el tren eléctrico rápido Managua Rivas con la tecnología de súper conductividad, pasaba en un puente aéreo a toda velocidad sobre su automóvil exactamente cuándo doblaba. Le asustó un tanto, el sonido fue chirriante y fuerte. El siguiente tramo fue lento. Volvió a acelerar pasando el paso a desnivel del siete sur y luego se enrumbó por la carretera que pasa por la laguna de Asososca, le había tomado una hora y cuarto ese tramo. Las mañanas eran bien congestionadas.

    —Melina toma control pasivo del vehículo en la carretera, voy a trabajar contigo un rato.

    —Entendido Juan. ¿Qué deseas?

    —¿Los hornos de cerámica ya están en funcionamiento?

    La computadora tardó unos segundos verificando en el sitio de la fábrica, finalmente respondió:

    —Sí Juan, están funcionando al cien por ciento de su capacidad.

    —Quiero saber la cantidad de cerámica que se está horneando

    —De acuerdo al rastreo de la cámara dentro del horno, se calcula 1.2 toneladas de material.

    —Verifica el tipo de producto que se está horneando.

    —Un momento Juan, procedo a identificar con ayuda de la cámara, no accedo a la información en la computadora de los hornos.

    —Está bien, recuérdame actualizar los permisos para que tú puedas acceder a toda la información de

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