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México: 500 años: Descubrimiento, Conquista y mestizaje
México: 500 años: Descubrimiento, Conquista y mestizaje
México: 500 años: Descubrimiento, Conquista y mestizaje
Libro electrónico702 páginas8 horas

México: 500 años: Descubrimiento, Conquista y mestizaje

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Información de este libro electrónico

Este libro reúne 17 trabajos inéditos sobre aspectos y pasajes específicos relativos a los tres siglos de dominación colonial, pero también de resistencia, resiliencia y persistencia indígena.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 oct 2022
ISBN9786075396941
México: 500 años: Descubrimiento, Conquista y mestizaje

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    México - Guillermo Correa Lonche

    portada500anios.jpg

    México: 500 años. Descubrimiento, Conquista y mestizaje

    México: 500 años. Descubrimiento,

    Conquista y mestizaje

    Guillermo Correa Lonche

    Coordinador

    México, 2021


    F1210

    M49

    México: 500 años. Descubrimiento, conquista y mestizaje / coordinador Guillermo Correa Lonche. — México : Secretaría de Cultura : inah : enah, 2021.

    4.5 MB. : il., fotog., tablas, mapas; ## cm. — (Colección Clásicos de Antropología e Historia)

    ISBN: 978-607-539-694-1

    1. Indios de América – Aculturación 2. México – Historia – Descubrimiento y conquista, 1517-1521

    I. Correa Lonche, Guillermo, coord.


    Subdirección de Extensión Académica de la enah: Octavio Hernández Espejo

    Cuidado de la edición: Departamento de Publicaciones enah

    Jefe del Departamento de Publicaciones: Luis de la Peña Martínez

    Diseño de portada e interiores: Constanza Hernández Careaga

    Corrección de estilo: Adriana Nayelhy Jiménez León

    Distribución y promoción editorial: Luis Alfredo Hernández Espinosa

    Diseño de logotipo: Bandini

    D.R. © 2021 Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Córdoba 45, colonia Roma, 06700, Ciudad de México.

    Escuela Nacional de Antropología e Historia

    Periférico Sur y Zapote s/n, col. Isidro Fabela, Tlalpan, 14030, Ciudad de México.

    publicaciones.enah@inah.gob.mx

    ISBN: 978-607-539-694-1

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición.

    Hecho en México

    Índice

    Presentación

    500 años de Historia en México: pasado y futuro desde la diversidad del presente

    Antropólogo Diego Prieto Hernández

    Introducción

    Guillermo Correa Lonche

    Los españoles de Nueva España: aproximaciones hacia algunos procesos de mestizaje

    Solange Alberro

    El encuentro de Cortés con Motecuhzoma. Palabras y sortilegios

    Patrick Johansson K.

    Evangelización y Conquista: dos caras de un mismo proceso

    Antonio Rubial García

    Hernán Cortés y la búsqueda del Oriente

    Miguel Ibáñez Aristondo

    Muerte de una escritura: el ejemplo de la escritura pictográfica náhuatl

    Marc Thouvenot

    La etnomatemática zapoteca. Una mirada histórica hacia la interioridad contemporánea

    René Molina Cruz

    Yuxtaposición y préstamo, las estrategias del sincretismo en una pila bautismal de barro. Nueva España, siglo xvi

    Pablo Escalante Gonzalbo y Aban Flores Morán

    Hacia los orígenes históricos del símbolo del águila que devora a la serpiente del Escudo Nacional Mexicano

    Guillermo Correa Lonche

    Del āltepētl al cabildo de indios: transformaciones políticas en Jilotepec y Huichapan

    David Charles Wright Carr

    En forma de derecho o por su ley: testigos indígenas en pleitos entre españoles (1528-1538)

    María del Carmen Martínez Martínez

    Notas para la nueva edición del libro de Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, versión literaria de Rafael Tena

    Salvador Rueda Smithers

    Encuentro de ciudades: Tenochtitlan vs Ciudad de México. Nuevas reflexiones a 500 años de la presencia española

    Ana Rita Valero de García Lascuráin

    Aproximación a la aculturación religiosa en Nueva España durante los siglos xvi y xvii

    Félix Báez-Jorge

    El primer hospital del continente americano

    Ángeles González Gamio

    Etimología del topónimo Teotihuacan

    Rafael Tena Martínez

    Trascendencia de la Conquista

    Rodrigo Martínez Baracs

    Filosofía de la Conquista española y trascendencia de México

    Fermín del Pino-Díaz

    Presentación

    500 años de Historia en México: pasado y futuro desde la diversidad del presente

    A500 años del acontecimiento denominado Conquista de México es éste un momento idóneo para rememorar y reflexionar acerca del sentido de un hecho histórico de tal trascendencia y repercusión en nuestra historia.

    La mirada hacia el pasado en el proceso de formación de nuestra nación no sólo es un acto y una actitud necesarios para preguntarnos sobre los orígenes de nuestra realidad en el presente, sino también para valorar la herencia cultural que debemos conservar y defender para seguir siendo —ahora y en el futuro— un proyecto de sociedad que integre en su seno la variedad de formas y matices de expresión que le dan existencia, día con día, a un país como el nuestro.

    Por ello, la publicación de un libro que recopile las aportaciones de investigadores y estudiosos de este periodo histórico, tanto nacionales como extranjeros, es un acierto editorial por parte de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), institución educativa que forma parte fundamental del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), al igual que las otras escuelas de este instituto: Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía.

    La coordinación del presente libro estuvo a cargo de Guillermo Correa Lonche, profesor de la enah e investigador de las culturas originarias mexicanas, siendo él mismo integrante de la cultura zapoteca y hablante de su lengua. En el libro logró reunir a un grupo variado de especialistas en el tema, con una trayectoria reconocida, quienes nos ofrecen desde distintos ángulos una aproximación a la complejidad de este proceso, de sus causas y sus consecuencias, sin caer en posiciones radicales o dogmáticas, permitiendo así, una lectura abierta y enriquecedora, mostrando un terreno fértil para la discusión y el intercambio de opiniones diversas, incluso contrarias.

    Y éste es el verdadero aporte del libro: formar un mosaico de ensayos que convergen con la finalidad de colaborar al estudio de la historia mexicana sin prejuicios ni pretensiones de decirlo todo de una vez y para siempre. Si bien es válido el afrontar y confrontar los puntos de vista polémicos con argumentos firmes y sostenibles respecto a la cuestión aquí estudiada, lo que no es válido es descalificar sin más, por mero argumento de autoridad o sin ninguno de peso, a quienes no concuerdan con nuestra perspectiva. Hoy, más que nunca, es necesario fomentar la exposición de visiones diferentes acerca de nuestro pasado para poder entender las dificultades de nuestra actualidad y convertir esta situación en un diálogo transcultural —en realidad, una polifonía de modos de ser— que contribuya a revelar el rostro de las múltiples identidades que se yuxtaponen a lo largo del territorio mexicano.

    El libro incluye textos de distinto tipo, lo que lo vuelve aún más interesante, en los que se abordan temáticas y problemáticas culturales, sociales, lingüísticas, estéticas, entre otras más. No se busca presentar un producto homogéneo ni rígido, sino ampliar el registro de posibilidades para contemplar un panorama más abarcador y con muchos más elementos, que a su vez motive al lector a investigar por cuenta propia en otras fuentes de conocimiento o a cotejar las aquí presentadas.

    Si la Historia y la Etnohistoria como disciplinas exigen un trabajo exhaustivo y sistemático, independientemente de los criterios técnicos y metodológicos que se tenga para ello, y de acuerdo con ciertos postulados teóricos, la divulgación de sus resultados requiere de igual destreza para que este saber pueda llegar de manera adecuada a un público no necesariamente especializado, que es otro de los aportes del libro. Los trabajos reunidos en dicha obra son accesibles para un lector que tenga interés por conocer, de forma directa y clara, algo sobre aspectos históricos que no siempre están al alcance de todos, lo cual no significa que éstos sean textos escritos sin profundidad y sin esmero.

    Con lo anterior se cumple un cometido de la enah y el inah, como es el de dar difusión a investigaciones que conciernen al ámbito antropológico e histórico para que puedan llegar cada vez a más gente. Además, se publica en una colección especial, denominada Clásicos de la Antropología y la Historia, donde se presentan selecciones de trabajos que permitan conocer a las nuevas generaciones alguna problemática abordada anteriormente, pero que en la actualidad es poco difundida o cuyos materiales son de difícil consulta.

    Por igual, resultan muy interesantes el uso de las imágenes reproducidas en los textos, lo que otorga un apoyo para ilustrar los temas en ellos referidos, aparte de la importancia de su propio carácter visual e informativo.

    De este modo, a 500 años de los hechos históricos ya referidos, se plantea con este libro una invitación para adentrarnos en su lectura, descubrir un pasado siempre abierto a la búsqueda de nuevos hallazgos e interpretaciones, con la intención de encontrarnos y reconocernos a nosotros mismos en ese espejo y proyectarnos, desde la diversidad de nuestro presente, hacia un futuro que se debe construir de manera incluyente y con respeto a las diferencias de opinión y a las distintas formas de pensamiento.

    Antropólogo Diego Prieto Hernández

    Director general

    Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Introducción

    El presente libro reúne 17 artículos inéditos de destacados investigadores que versan sobre temas especializados en el ámbito histórico-antropológico referentes al Descubrimiento, a la Conquista y al Mestizaje de México con el objetivo conjunto de conmemorar, con este volumen, los 500 años de la presencia española en el país. Actualmente, en muchos sectores de la población mexicana persiste la idea de que la presencia española en América fue un factor del todo negativo como consecuencia del exterminio de un sector importante de la población indígena del continente, así como de otros cambios abruptos en la vida de los pueblos autóctonos, negando cualquier tipo de conmemoración que pudiera derivarse de aquel intenso choque entre estas dos culturas. Ante esto, es necesario enfatizar que antes de adoptar una postura en favor de los conquistados o de los conquistadores, lo verdaderamente importante en la conmemoración de un acontecimiento histórico es que ésta deba servir, principalmente, para reflexionar, valorar y ampliar nuestra percepción de los acontecimientos a partir de la información con que podamos disponer en el presente. Conmemorar significa recordar un acontecimiento histórico partiendo de la celebración de un acto solemne, que no precisamente tiene que ser bajo una estatua o un monumento histórico rodeado de una multitud de personas, sino también puede hacerse mediante la publicación de un libro con información novedosa y fidedigna que contribuya a la comprensión de nuestro pasado con base en la aportación de nuevos puntos de vista sobre aspectos particulares de la historia, esencial para el objetivo principal del presente libro.

    El periodo que este libro rememora comienza en 1517, año cuando una parte de lo que hoy es México fue descubierta de manera oficial por el mundo occidental, luego de que una embarcación de aproximadamente 110 hombres al mando de Francisco Hernández de Córdoba arribara a las costas de Yucatán dando lugar al primer contacto permanente entre ambos mundos. Pedro Mártir de Anglería nos documenta que fue en este viaje de Francisco Hernández cuando se tuvo conocimiento de la palabra Yucatán, no os entiendo, al preguntarle los expedicionarios a los naturales de ese lugar cuál era el nombre de la provincia a la que habían llegado: Los nuestros pensaron que Yucatán era el nombre de la provincia y por este caso inmediatamente desde entonces quedó y quedará perpetuamente este nombre de Yucatán.¹

    Por otra parte, la Información del Adelantado Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal Colón, fechada en 1506, destaca que en agosto de 1502 Cristóbal Colón y sus hombres tuvieron un encuentro con una nave mesoamericana —cerca del golfo del actual Honduras— que transportaba mercancías, cuyos tripulantes les dijeron que venían "de una cierta provincia llamada Maia o Iuncatam…".² La veracidad de este dato fue puesta en duda en 1927 cuando Samuel K. Lothrop afirmó que tanto las palabras Maia y Iuncatam fueron agregadas al texto original de la Información de Bartolomé Colón. Pero más allá de la veracidad de este documento para el caso referido, resulta muy probable que la existencia de tierras mesoamericanas fuera ya un hecho conocido por los expedicionarios europeos, aunque quizá, hasta entonces, no había habido un firme interés por explorar las costas de Yucatán. Recordemos que en ese momento habían transcurrido ya 15 años desde el cuarto y último viaje de Cristóbal Colón al Caribe, suscitado en 1502 y que su principal piloto, Antón de Alaminos, no había dejado de estar activo desde entonces, acompañando entre sus viajes a Juan Ponce de León en su expedición a la Florida en 1513, divisando en su trayecto los linderos de la Península de Yucatán.

    Antón de Alaminos es precisamente quien acompañará a Francisco Hernández de Córdoba en la expedición de 1517, travesía que tuvo su razón de ser por la iniciativa de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Se trata, pues, de un lapso de por lo menos 15 años de interacciones constantes y de intercambio forzoso de información entre los peninsulares del Viejo Mundo y los indígenas del Nuevo Mundo. En un periodo de exploraciones resulta evidente que los conquistadores reunieran información sobre el poderío y riquezas de Mexico-Tenochtitlan. Cervantes de Salazar nos relata en su Crónica de la Nueva España que, en la referida expedición de Hernández de Córdoba, después de estar navegando por 40 días, por fin hallaron fondo, que muy contento Antón de Alaminos se dirigió al capitán Hernández de Córdoba diciendo:

    Señor, albricias, porque estamos en la más rica tierra de las Indias; preguntándole el Capitán: ¿Cómo lo sabéis?, respondió: Porque, siendo yo pajecillo de la nao en que el almirante Colón andaba en busca desta tierra, yo hube un librito que traía, en que decía que, hallando por este rumbo fondo, en la manera que lo hemos hallado ahora, hallaríamos grandes tierras muy pobladas y muy ricas, con sumptuosos edificios de piedra en ellas, y este librito tengo yo en mi caxa.³

    Lo anterior nos habla del conocimiento previo por parte de los extranjeros de la existencia de pueblos indígenas en este territorio. Y la cartografía de la época no deja lugar a dudas, el fragmento que sobrevive del Mapa Piri Re’is que data de 1513 —cuatro años antes del arribo de Hernández de Córdoba a Yucatán— destaca visiblemente la costa atlántica del continente americano en donde es posible apreciar el Golfo de México y la Península de Yucatán no como una isla ¡sino como tierra firme! Pero ésta no es la única representación, el mismo caso lo encontramos incluso 10 años antes en tres mapas de Martin Waldseemüller: en la Universalis cosmographia de 1507, en la Tabula terre nove de 1513 y en la Carta marina de 1516. Destaca también el Mapa que Pedro Mártir de Anglería incluyó en el primer libro de su obra Décadas del Nuevo Mundo impresa en Sevilla en 1511. Pero eso no es todo, junto a estas representaciones hay una que llama mucho más la atención: el Mapa de Juan de la Cosa, fechada en el año 1500, donde también es posible distinguir el arco del Golfo de México ¡17 años antes de la expedición referida de Francisco Hernández de Córdoba!

    Resulta, entonces, evidente que la península de Yucatán no era sólo una isla desconocida que fue descubierta por Hernández de Córdoba por accidente. Los indígenas mayas debieron saber perfectamente el papel negativo que habían jugado los extranjeros en las Antillas, de ahí su rechazo a recibir en sus costas a los navegantes de Hernández de Córdoba y a los expedicionarios de Juan de Grijalva, más aún, la negativa de Moctezuma de recibir años más tarde a Cortés y a sus huestes en Mexico-Tenochtitlan.

    Otra fecha relevante para rememorar es 1518, año del arribo de Juan de Grijalva a costas mexicanas con más de 200 hombres y en donde figura nuevamente Antón de Alaminos como piloto mayor de la expedición. Se trata de un viaje de exploración costera: Tulum, Bahía de la Ascensión, Chetumal, Cozumel, Champotón, Isla del Carmen, Boca de Términos. Grijalva y sus expedicionarios navegan en dirección al extremo sur del lugar que después será llamado Veracruz. En Tabasco, Grijalva y sus hombres son enterados de la existencia de un sitio denominado Culuá,⁴ nombre con el que los tabasqueños designaban al lugar de donde ellos traían el oro.⁵ A partir de entonces Culuá —o Culhuacan— será la palabra que los conquistadores utilizarán para identificar al sitio donde se asentaba el señorío mexica hasta instaurarse, en 1520, el nombre de Nueva España.

    Como consecuencia de lo anterior, Grijalva decide bautizar con el nombre de San Juan de Ulúa aquella rada cercana a las costas de Veracruz, pero los descubrimientos de todo tipo no cesan; Grijalva incluso arriba hasta la tierra totonaca de Tuxpan y la región huasteca del Pánuco. En este viaje, los expedicionarios cada vez se adentran más a la orografía del lugar que exploran desde el respaldo administrativo de la Corona cerciorándose de las riquezas de estas tierras.

    Por su parte, 1519 será también un año muy memorable ya que es cuando se efectúa el primer contacto de Hernán Cortés con tierras mesoamericanas, el reencuentro de Jerónimo de Aguilar con los expedicionarios de Cortés, el inicio de la relación Cortés —Malintzin, la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, la alianza de Cortés con Cempoala, los enfrentamientos y acuerdos con Tlaxcala, la masacre de Cholula, el encuentro entre Cortés y Moctezuma ii, y el inicio de la epidemia de viruela en Mexico-Tenochtitlan.

    En tanto, 1520 es el año de la matanza del Templo Mayor, la muerte de Moctezuma ii —de la que queda por dilucidar si fue muerto por Cortés o por su propia gente—, el episodio de la Noche Triste, así como el año cuando Cortés instaura en su Segunda carta de relación el uso del nombre de Nueva España para denominar a Mexico-Tenochtitlan, entonces referido como Culua o Coluá. Sobre este punto vale la pena comentar que la palabra España fue oficializada por Felipe ii hasta finales del siglo xvi, así que este término ya denotaba una identidad nacional. Cortés utiliza ya las palabras España y españoles no sólo desde la Segunda carta de relación sino desde la Carta de Cabildo escrita en 1519, siendo muy probable que también lo haya hecho en la extraviada Primera Carta de relación de la que en los últimos años se ha evidenciado su existencia.

    Finalmente, el año de 1521 fecha cuando se recuerda con gran pesar para los mexicanos, el sitio y ocaso de Mexico-Tenochtitlan. Con la caída del gobierno mexica comenzará la proliferación de un mestizaje ascendente expresado no solamente en el aspecto biológico sino en otros ámbitos: en lo político, en lo arquitectónico, lingüístico, gastronómico, artístico, etcétera. Y si bien el primer rasgo de mestizaje registrado en México fueron los tres hijos del náufrago Gonzalo Guerrero que procreó con una mujer maya después de que, junto con su compañero Jerónimo de Aguilar, sobreviviera al naufragio de un navío que en 1511 tenía la misión de viajar a la isla La Española y al sacrificio que los naturales hicieron de los sobrevivientes de este naufragio,⁷ es importante destacar que el otro rasgo significativo inmediato de mestizaje en este territorio fue en el plano del lenguaje con los traductores que adaptaron el castellano de los invasores a las lenguas indígenas —maya y náhuatl— y viceversa: Melchorejo y Julianillo,⁸ Jerónimo de Aguilar y por su puesto la Malinche (doña Marina o Malintzin).

    Así pues, iniciamos este libro con Solange Alberro quien nos ofrece una serie de reflexiones sobre los procesos de mestizaje en la Nueva España, esta vez no sólo los experimentados desde el lado de los indígenas sino también desde el lado de los europeos, quienes a menudo son olvidados en el análisis histórico. Bajo esta perspectiva, Solange Alberro nos permite formular y esclarecer sobradamente las siguientes interrogantes: ¿cuándo aparece el término mestizaje en los registros documentales novohispanos?, ¿cuándo se dio el primer mestizaje en la historia de la humanidad —desde la perspectiva occidental— y quiénes fueron los primeros mestizos?, ¿en qué medida ha influido, en la percepción y definición del mestizaje, la relación expresada en la superioridad de los humanos sobre las demás especies? y ¿cuál o cuáles factores fueron determinantes para que los españoles peninsulares de la Nueva España se aculturaran en estas tierras?

    En el segundo artículo, Patrick Johansson identifica un conjunto de correspondencias simbólicas, propias de la cultura náhuatl prehispánica, que rigieron el marco espacio-temporal del encuentro entre Moctezuma ii y Hernán Cortés. Para el autor, el espacio-tiempo cíclico indígena en el que habían penetrado los españoles y en cuyo marco tendría lugar el encuentro, estaba asociado con un determinado significado simbólico ligado al sistema calendárico nahua que podía incidir considerablemente sobre lo que iba a suceder en el pueblo mexica, en contraste con los periodos calendáricos meramente circunstanciales del mundo occidental. De este modo, el día y el sitio específico del encuentro, así como los sortilegios que pudieron acompañarlo —los cuales fueron representados y referidos en ciertas fuentes documentales— desempeñaron un papel determinante en el futuro del mundo azteca. El artículo también nos muestra que al momento de este encuentro Moctezuma ii definitivamente no vio en Hernán Cortés una representación de Quetzalcóatl, lo que nos permite reflexionar sobre a la veracidad de este mito.

    Antonio Rubial reflexiona en torno a los prejuicios que se han generado en relación con la Conquista y que de alguna manera han marcado y definido nuestra percepción del siglo xvi, como el hecho de considerar a los indios como seres pasivos dentro del proceso de evangelización y conquista, refiriendo que los logros obtenidos por los españoles a raíz de los pactos y las alianzas establecidas con los pueblos inconformes con el dominio azteca no fueron exclusivos de los conquistadores sino que también los evangelizadores recurrieron a estas prácticas y que de alguna manera, tanto conquistadores como frailes, seguían un mismo objetivo puesto que éstos últimos también formaban parte de los planes de la corona española.

    Toca a Miguel Ibáñez Aristondo, profesor en la Universidad de Villanova, en Pensilvania, ofrecernos un artículo en el que propone un análisis de las relaciones y documentos producidos por Hernán Cortés después de la Conquista de México relacionado con los proyectos del mar del Sur y la ruta de la Especiería en la Nueva España. En la primera parte, el artículo analiza los escritos de Hernán Cortés sobre la geografía del mar del Sur y el imaginario del sistema oceánico heredado de la literatura y geografía medieval. En la segunda parte, el artículo analiza cómo la confluencia de fuentes sobre China y el Nuevo Mundo emergen dentro de un paradigma ibérico en combinación con fuentes y referencias de la geografía medieval y del mundo antiguo. El texto concluye examinando teorías y planteamientos de la búsqueda del Oriente en concordancia con el mundo novohispano.

    Marc Thouvenot nos describe el proceso de transformación que la escritura jeroglífica náhuatl enfrentó en la Nueva España como consecuencia de las nuevas formas de escritura impuestas después de la caída de Mexico-Tenochtitlan. La transformación que este sistema de escritura indígena afrontó en su camino hacia la extinción dio lugar a un mestizaje que se expresó en la instauración de nuevos tipos de registros de escritura que, si bien estaban dominados por una estructura occidental, experimentaron un proceso de aculturación al integrar y adaptar reminiscencias estructurales del sistema tradicional de escritura pictográfica náhuatl dando lugar a nuevos géneros de documentos, los cuales son analizados con precisión por el autor.

    René Molina Cruz reflexiona sobre la etnomatemática zapoteca, entendido como el saber ancestral matemático que se desarrolló al interior de las comunidades zapotecas antes del arribo de los descubridores y que, pese al transcurrir de los años, aún se preserva por medio del sistema numérico oral del pueblo zapoteco, el cual continúa desempeñando una función social aunque con ciertos cambios por la imposición de la oralidad numérica en castellano y por el aprendizaje del sistema decimal que ha influido en el desplazamiento de lo autóctono. Además, el autor, identifica las alteraciones que la numeración zapoteca ha sufrido al correr de los años y propone una nueva lectura del sistema numérico zapoteco a manera de correctivo.

    Pablo Escalante y Aban Flores nos proporcionan un extraordinario ejemplo de la manera en cómo se preservó el sistema tradicional de escritura indígena después de la Conquista en una pila bautismal de barro del siglo xvi que aún se conserva en la iglesia del pueblo de Tlalnepantla, Morelos. En esta lápida, un verdadero códice en barro, es posible apreciar elementos propios de la iconografía prehispánica, pero en un nuevo contexto como consecuencia del contacto entre dos culturas, elementos que aparecen de manera independiente y que de alguna manera se resisten a mezclarse, aunque comparten un mismo contexto.

    A continuación, mi participación en este libro se hace manifiesto en un artículo que muestra algunas de las conclusiones de un proyecto de investigación acerca del origen del Escudo Nacional Mexicano en el que intento dilucidar, después de una exhaustiva revisión documental, si el emblema del águila que devora a la serpiente es verdaderamente prehispánico o no, y si esta insignia fue la que utilizó el estado mexica para representar a la ciudad de Mexico-Tenochtitlan. En este artículo el lector conocerá al personaje, la obra y el año cuando se introdujo este símbolo en la Nueva España y apreciará cómo esta imagen fue evolucionando en una secuencia documental que derivó en un mestizaje de símbolos, dando origen al del águila y la serpiente que se preserva en nuestro actual escudo nacional.

    Las transformaciones en las estructuras políticas de los pueblos de indios de la Nueva España durante la primera mitad de la época colonial es el tema que desarrolla David Wright Carr en el siguiente artículo de este libro. El autor enfatiza que las alteraciones más notables en el antiguo régimen fueron provocadas por la asignación de las encomiendas a los conquistadores a la par de que Cortés reorganizó las provincias tributarias prehispánicas con el propósito de crear unidades tributarias que respondieran a sus necesidades políticas inmediatas. Partiendo de ello, Wright Carr analiza tales cambios desde la modificación de equilibrios políticos suscitados en dos pueblos otomíes del centro de México: Jilotepec y Huichapan.

    En el siguiente artículo, María del Carmen Martínez Martínez se refiere a la participación que tuvieron los naturales de la Nueva España en los pleitos suscitados entre españoles durante el periodo 1528-1538. Para ello, este trabajo condensa la revisión de más de una docena de pleitos entre Hernán Cortés y los integrantes de la primera audiencia: el presidente Nuño de Guzmán y los oidores Juan Ortiz de Matienzo y Diego Delgadillo, centrándose en los reclamos que el marqués del Valle hizo en relación con los intereses y tributos de los pueblos indios que le fueron quitados en 1529. Esta investigación ilustra además el procedimiento que se hacía en la presentación y declaración de testigos indígenas, ejemplificando las fórmulas más utilizadas tanto por los naturales bautizados, quienes juraban como los españoles en forma de derecho, como las utilizadas por los que, por no ser cristianos, declaraban por su ley o según su costumbre. Dado que testificaron en sus lenguas vernáculas, la autora rescata los nombres de los intérpretes y nahuatlatos que intervienen en los pleitos, ofreciendo un anexo que resume los nombres de los testigos y los mediadores lingüísticos, así como su posición en la comunidad: cacique, señor, principal o macehual.

    En tanto, Salvador Rueda Smithers nos proporciona algunas notas muy valiosas acerca de la Relación de Michoacán con motivo de su más reciente edición, en la que Rafael Tena Martínez ha hecho un esfuerzo por destacar el valor literario de esta fuente mesoamericana del siglo xvi independientemente del valor histórico-científico que guarda. La información y comentarios que Rueda Smithers nos da en torno a esta obra —y que en esta edición adquiere nuevamente actualidad, como él mismo apunta, ya con la segura autoría de fray Jerónimo de Alcalá— nos ayudan a apreciar de forma más amplia la riqueza de datos relativos a la historia de los antiguos tarascos, así como de la región que habitaron y dominaron.

    Ana Rita Valero de García Lascuráin nos ofrece un elocuente ensayo que versa sobre las afectaciones a la propiedad urbana de la capital tenochca una vez acaecida la Conquista permitiéndonos observar algunas particularidades sobre el modelo de la traza escogido para urbanizar la nueva capital y las características de las nuevas construcciones; el sistema instaurado para la medición de la superficie territorial; aspectos sobre la convivencia entre la población indígena e hispana así como noticias relevantes sobre procesos que contribuyeron a que la capital novohispana se convirtiera en un centro financiero de primera magnitud; datos estadísticos acerca de la población hispana que pobló la otrora capital mexica e información interesante en torno a la traza y los barrios de la Nueva España.

    Félix Báez-Jorge nos refiere el contexto cuando se configuró el proceso de aculturación religiosa efectuada en Nueva España durante los siglos xvi y xvii, el cual se caracterizó en una primera etapa por la aniquilación de las manifestaciones religiosas mesoamericanas por parte del aparato represivo eclesiástico-militar de la Corona española. A ello correspondió la respuesta indígena expresada en el surgimiento de núcleos de resistencia ideológica que derivaron en la emergencia de nuevos cultos dando lugar a la configuración de una nueva cosmovisión indígena que resiste a los esfuerzos cristianizadores que vislumbran en lo indígena la imaginada presencia demoniaca expresada en la siguiente interrogante: Se trata de ¿Dioses falsos o demonios verdaderos?.

    La investigadora Ángeles Gonzáles Gamio nos refiere la historia del primer hospital de América, el Hospital de Jesús, institución fundada en 1524 por Hernán Cortés en el espacio en donde tuvo lugar el primer encuentro entre el conquistador y el emperador mexica Moctezuma ii. En este artículo, la autora nos menciona datos muy relevantes que por lo general pasan desapercibidos como es el caso de que Cortés tuvo el pertinente cuidado de establecer un patronato que administrara el recinto a perpetuidad con lo cual el hospital no enfrentó la ley de desamortización de bienes eclesiásticos de 1856, así como otros datos entre los que destacan las características de cada una de las inhumaciones que tuvieron los restos del conquistador extremeño.

    Rafael Tena Martínez nos habla acerca de la etimología del término Teotihuacan. De acuerdo con el autor, la leyenda que envuelve a la mítica ciudad de Teotihuacan forma parte de una historia inventada por los mexicas, inspirada por las construcciones y vestigios del lugar, quienes al no disponer de un documento o tradición al respecto imaginaron una historia para darle sentido a la magnanimidad del sitio. El tema es, como consecuencia, de gran valor histórico pues no sólo se trata de un término que los mexicas tenían en su léxico hace 500 años y que se conservó después de la caída de Mexico-Tenochtitlan perdurando hasta nuestros días, sino que además nos remite a por lo menos 500 años atrás del periodo en el que el pueblo mexica asentó su domino en el Altiplano Central.

    Durante una visita a Cuba, Rodrigo Martínez Baracs escribe su participación para este libro a partir de una reflexión en función de los cambios que fueron decisivos para reconfigurar la identidad de la población novohispana luego de la Conquista. En su análisis, destaca las diferentes transformaciones suscitadas en la organización de las tierras americanas como consecuencia de las diferencias tecnológicas y bacteriológicas que existieron entre el Nuevo y el Viejo Mundo. Rodrigo Martínez destaca que una causa que conllevó a esta transformación radical podría estar en el hecho de que el encuentro de dos mundos se haya dado en un momento particular del desarrollo histórico: cuando se produjo en Europa la transición secular del feudalismo tributario al capitalismo industrial, lo que trajo un proceso de cambio tecnológico más acelerado que definió dicho encuentro a partir de una revolución tecnológica.

    Para terminar, Fermín del Pino-Díaz nos habla de la relación intelectual que se forjó entre España y México a partir de la Conquista, así como del proyecto reformador y latinizante que los españoles llevaron al Nuevo Mundo. El autor, convencido de que México ha tenido un papel relevante a efectos de conceder a ambos países un papel global que ha afectado en la identidad española, hace un análisis puntual acerca de la herencia de esta fraternidad hispano-latina destacando, además, las relaciones intelectuales entre España y Perú incluso de otros países del continente americano.

    Una vez referido lo anterior, me gustaría aclarar que la escritura de ciertas palabras en náhuatl, por ejemplo México, Mexico, México-Tenochtitlán o Mexico-Tenochtitlan, Tetzcoco, Tezcoco o Texcoco, ha dependido de la consideración de cada autor.

    No quisiera terminar esta introducción sin antes agradecer al maestro Diego Prieto Hernández, director del inah, por el impulso e interés que siempre mostró en la realización de este libro. Asimismo, agradezco al maestro Luis de la Peña Martínez por los valiosos consejos editoriales que recibí de él para dar buen término a este volumen, también a Daniel Alatorre Reyes por su valioso apoyo en la revisión minuciosa del texto de esta obra. Destaco mi reconocimiento para Aban Flores Morán quien amablemente aceptó elaborar algunas de las ilustraciones contenidas en este libro. Mi gratitud se extiende a todos los investigadores que aceptaron integrarse a este proyecto e igualmente debo agradecer a mis amigos historiadores que enriquecieron este trabajo con sus comentarios y consejos: Miguel León-Portilla†, Rafael Tena Martínez y Rodrigo Martínez Baracs. Por último, me gustaría agradecer el interés, el impulso y la inspiración que en todo momento me brindó mi esposa Paula Andrea Guerrero Ramírez.

    Guillermo Correa Lonche

    Profesor de asignatura de la enah

    Bibliografía

    Anglería, Pedro Mártir de

    1964-1965 Década cuarta, en Décadas del Nuevo Mundo, 2 vols., cap. 1, Agustín Millares Carlo (trad.). Robredo. México (impresa en Sevilla en 1511).

    Cervantes de Salazar, Francisco

    1985 Crónica de la Nueva España, libro segundo, cap. 1, Juan Miralles Ostos (pról.). Porrúa (84). México (escrita entre 1552 y 1564).

    Colón, Bartolomé

    1984 Cartas de particulares a Colón y relaciones coetáneas, Juan Gil y Consuelo Varela (eds.). Alianza. Madrid.

    De Landa, Fray Diego

    1959 Relación de las cosas de Yucatán, iii y xi, Ángel Ma. Garibay K. (ed.). Porrúa (13). México.

    De las Casas, Fray Bartolomé

    1951 Historia de la Indias, libro iii, capítulo cxi, Agustín Millares Carlo y Lewis Hanke (eds.). Fondo de Cultura Económica (Biblioteca Americana). México.

    Díaz del Castillo, Bernal

    1982 Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España. Madrid, en la imprenta del Reyno, 1632, cap. xi; edición Crítica de Carmelo Saénz de Santa María, Madrid, México. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Universidad Nacional Autónoma de México. México.

    Guzmán Betancourt, Ignacio

    2002 Los nombres de México (1998), 2ª ed. Miguel Ángel Porrúa, Secretaría de Relaciones Exteriores. México.

    Martínez Baracs, Rodrigo

    2003 Los primeros nombres de México, en Historia y Grafía, 11 (21): 245-261 (sobre Ignacio Guzmán Betancourt. Los nombres de México 1998, 2ª ed. Miguel Ángel Porrúa, Secretaría de Relaciones Exteriores. México. 2002).

    Martínez Martínez, María del Carmen

    2006 En el nombre del hijo. Cartas de Martín Cortés y Catalina Pizarro. Instituto de Investigaciones Filosóficas, Coordinación de Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México. México.

    2013 Veracruz 1519. Los hombres de Cortés. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia. México.

    ¹ Fray Pedro Mártir de Anglería. Década cuarta, en Décadas del Nuevo Mundo (impresa en Sevilla en 1511), Agustín Millares Carlo (trad.), Edmundo O’Gorman (estudio preliminar), 2 vols. Cap. 1. Robredo. México. 1964, 1965.

    ² Información de fray Bartolomé Colón sobre el cuarto viaje", en Cartas de particulares a Colón y relaciones coetáneas, Juan Gil y Consuelo Varela (eds.). Alianza. Madrid. 1984, véanse pp. 322-332.

    ³ Francisco Cervantes de Salazar. Crónica de la Nueva España (escrita entre 1552 y 1564), Juan Miralles Ostos (pról.). Porrúa (Biblioteca Porrúa, 84). México. 1985, véase lib. segundo, cap. 1.

    ⁴ Fray Bartolomé de las Casas nos dice: "Preguntados los indios que tomaron [los españoles], qué tierra era la que parecía, respondieron que era Coluá, la última sílaba aguda; y ésta es la que después llamamos Nueva España". Fray Bartolomé de las Casas, op. Historia de la Indias, Agustín Millares Carlo y Lewis Hanke (ed.). fce (Biblioteca Americana). México. 1951, véase lib. iii, cap. cxi.

    ⁵ Bernal Díaz del Castillo nos narra que al llegar los tripulantes de la expedición de Juan de Grijalva al río de Tabasco (río Grijalva) los indios tabasqueños les dijeron: "que no tienen más oro que nos dar; que adelante, hacia donde se pone el sol, hay mucho; y decían Colua, Colua…". Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Imprenta del Reyno. Madrid. 1632, véase cap. xi; edición Crítica de Carmelo Saénz de Santa María, csic/unam, Madrid, México. 1982. Cabe destacar que, a diferencia de Las Casas, Bernal Díaz —al igual que los cronistas antiguos — no registra ningún acento tónico para la palabra Culua debido a que el acento tónico no se asentaba por escrito. Rodrigo Martínez Baracs nos da una explicación acerca de la pronunciación aguda de esta palabra descrita por Las Casas: "Las palabras nahuas son graves o llanas y las mayas son agudas; acaso la voz culuá provenga de la mayanización de una voz nahua. De cualquier manera, en náhuatl tanto la ciudad colhua de Colhuacan como el gentilicio plural colhuaque, gente de Colhuacan, llevan el acento tónico en la a, donde lo indica Las Casas". Rodrigo Martínez Baracs. Los primeros nombres de México [sobre Ignacio Guzmán Betancourt. Los nombres de México (1998), 2ª ed. Miguel Ángel Porrúa, Secretaría de Relaciones Exteriores. México. 2002]. Historia y Grafía, revista semestral del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, 11 (21). 2003, véanse pp. 245-261.

    ⁶ María del Carmen Martínez ha contribuido considerablemente en demostrar la existencia de la Primera carta de relación de Hernán Cortés luego de sacar a la luz la correspondencia entre Martín Cortés de Monroy, padre del conquistador, y el licenciado Francisco Núñez, quien era a su vez primo del marqués del Valle. Al parecer, el padre de Cortés conservó una copia de dicha carta ya que, con motivo de la demanda que Manuel de Rojas puso a su hijo en nombre de Diego Velázquez, escribió a su sobrino Núñez diciéndole: "Yo no tengo sino la Primera relación y ésta Sámano la tien si della hobbier necesidad". De esta manera, la autora afirma que si Cortés no hubiera escrito la Primera carta de relación carecerían de sentido las alusiones que de ella hizo el conquistador en su Segunda y Quinta carta de relación. Al respecto, véase María del Carmen Martínez Martínez. En el nombre del hijo. Cartas de Martín Cortés y Catalina Pizarro, México, iif-Coordinación de Humanidades-unam. México. 2006, véanse pp. 30-36 y 72; y de la misma autora, Veracruz 1519. Los hombres de Cortés. conaculta, inah, Universidad de León. México. 2013, véanse pp. 26-28.

    ⁷ Las fuentes principales del siglo xvi que nos narran el desenlace del naufragio de Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar en tierras mayas son: Fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán (escrita alrededor de 1566), Ángel Ma. Garibay K. (ed.). Porrúa (Biblioteca Porrúa, 13). México. 1959, véanse caps. iii y xi y Bernal Díaz del Castillo, op. cit., caps. xxvii, xxix, xxx, xxxviii, xlvi, lii y liv.

    ⁸ Indígenas mayas aprehendidos en Punta de Catoche por Hernández de Córdoba en su expedición de 1517 y llevados de regreso a zona maya por Juan de Grijalva en 1519 para que sirvieran de intérpretes y transmisores del evangelio.

    MAPAS

    Los españoles de Nueva España: aproximaciones hacia algunos procesos de mestizaje

    Solange Alberro

    El Colegio de México

    Una dificultad recurrente cuando tratamos de situaciones y problemas relativos a los siglos pasados, así como de culturas distintas provenientes del mundo occidental, es el léxico al que, como contemporáneos del siglo xxi, recurrimos en nuestras investigaciones porque el léxico actual de nuestras lenguas nos permite a menudo entender realidades y situaciones propias de los siglos pasados. En efecto, los términos vinculan contenidos semánticos precisos relativos a situaciones distintas según tratemos de siglos pasados y de sociedades diferentes de las nuestras, existiendo frecuentemente un desfase —término relativamente reciente en las ciencias sociales— entre la realidad que estudiamos y la que describimos con nuestro vocabulario actual. El problema consiste en que los términos y expresiones cargan significados que pueden modificarse al correr del tiempo o incluso desaparecer —así la noción de lucha de clase que no se podía eludir en los trabajos de ciencias sociales de la segunda mitad del siglo pasado, ahora está prácticamente abandonada, salvo en algunos países que reivindican una herencia marxista.

    Pero también el presente proyecta a veces sus prioridades, intereses, fórmulas y contenidos ideológicos sobre el pasado, con la cosecha inevitable de anacronismos tales como la estigmatización de la condición femenina en el pasado occidental, la falta de libertad religiosa, la desigualdad civil, etcétera. Por tanto, se impone una breve exploración relativa a términos actualmente utilizados en historia y en antropología, sin olvidar la esfera de lo político. Para ello, en el presente ensayo, consultaremos el inigualable Tesoro de la Lengua Castellana o Española, del licenciado don Sebastián de Covarrubias y Orozco, publicado en Madrid en 1611, que nos aclara algunos términos que en estos días seguimos usando pero con el tiempo han cambiado de significados.

    Así, por ejemplo el de raza, aún reivindicado en no pocos trabajos de sociología, historia y antropología, mencionado en documentos oficiales de ciertos países pese al siniestro historial de la ideología nazi y desgraciadamente aún vigente si pensamos en los genocidios africanos frecuentes y las persecuciones de los rohingas de Birmania, entre muchos otros, es definida por el erudito español como:

    (1) La casta de cavallos castizos, a los quales señalan con hierro para que sean conocidos. (2) Raza del paño, la hilaza que diferencia de los demas hilos de la trama... (3) Referencia a un posible origen toscano de término. (4) Raza en los linajes se toma en mala parte, como tener alguna raza de moro o judío.¹

    Es significativo que el término raza a principios del siglo xvii español se refiera al caballo, a una particularidad técnica relativa a un textil y a las religiones musulmana y judía, pero de ninguna manera a la raza humana como se entendió más tarde.

    Ya que Covarrubias se refiere a particularidades religiosas de ciertos linajes, es preciso ahora examinar el significado de este último término para descubrir si en él cabe una noción de raza tal como lo entendemos actualmente. Según él, el linaje es la descendencia de las casas y familias. Díxose a línea, porque van decendiendo de padres, hijos y nietos, etc., como por línea recta.²

    En esta definición no encontramos alusión a la raza tal como la entendemos en la actualidad, sino efectivamente una idea de descendencia familiar. Tampoco encontramos este significado en el término casta, definida por el mismo erudito como linaje noble y castizo, el que es de buena línea y decendencia.³

    Por lo tanto, en ninguno de los términos empleados en el siglo xvii para referirse a la situación social de los individuos aparece un contenido que tenga que ver con lo racial tal como lo concebimos en nuestros días.⁴ En los siglos pasados, lo que importaba era la condición, o sea el rango que un individuo ocupaba en una sociedad particular, rango determinado por el nacimiento —legítimo o ilegítimo—, la calidad de los padres, definida por Covarrubias como lo propio de los señores lógicos. Persona de calidad, hombre de autoridad y de prendas,⁵ que remite sólo a nociones de poder y de cualidades. Lo vemos en el universo lingüístico referente a la sociedad del siglo xvii donde no encontramos nociones ligadas con la sangre, el color de la piel ni la pertenencia a grupos humanos distintos del hispánico. Esto fue efectivamente la regla durante siglos en el mundo occidental. Por ello, los soberanos solían establecer paces, intercambios y tratados con otras familias reales mediante el intercambio de princesas. Sabemos, por ejemplo, que la princesa inglesa Diana de Inglaterra contaba entre sus muy lejanos antepasados nada menos que al rey de los terribles Hunos, Attila, que asoló buena parte de la Europa del siglo v, mientras que la difunta reina de Bélgica —Fabiola, nacida española— descendía de la Malinche, por medio del hijo que esta india tuvo de Hernán Cortés.

    Lo que prevalecía en los siglos pasados era la condición, o sea el estado social, no la piel amarillenta, los ojos rasgados y el aliento apestoso de Attila —que comía carne cruda medio cocida en la silla del caballo, pero dominaba el Viejo Mundo desde el Pacífico hasta el Mar Negro— o el color cobrizo de Martin Cortés, hijo bastardo del virrey de la Nueva España con la india Marina.

    Entonces ¿cuándo aparece esta noción de raza tal como la entendemos actualmente?

    Es preciso esperar al siglo xviii, con la obra clasificatoria emprendida en Europa occidental por algunos científicos y luego continuada en el siglo xix, fértil en expansiones coloniales por parte de Inglaterra, Francia, Holanda, para que se establezca una jerarquía entre los diversos grupos humanos. Esta tendencia tuvo al menos dos orígenes. En primer lugar, la de llevar a cabo clasificaciones, de piedras, minerales, animales, vegetales, climas, en la línea de las colecciones renacentistas, pero sustituyendo el criterio artístico, estético o de curiosidad de los príncipes italianos y luego europeos por criterios objetivos relacionados con sus propiedades naturales y de ahí sus cualidades susceptibles de

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