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¡No Aplastes Este Arcoíris!
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¡No Aplastes Este Arcoíris!
Libro electrónico177 páginas2 horas

¡No Aplastes Este Arcoíris!

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Información de este libro electrónico

Este libro es la historia de una eterna lucha que trasciende culturas y fronteras. La lucha por la vida y la libertad, no solo individual sino humana. Khezre Haiat conseguirá hacerte reír y llorar, mientras te conduce en un apasionante viaje, desde los coloridos barrios de Irán hasta las costas españolas. En el trasfondo, un grito de esperanza hace reverdecer lo que el hombre da por muerto.

IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento4 oct 2022
ISBN9781669845690
¡No Aplastes Este Arcoíris!

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    ¡No Aplastes Este Arcoíris! - Khezre Haiat

    Copyright © 2022 by Khezre Haiat.

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    Rev. date: 09/15/2022

    Xlibris

    844-714-8691

    www.Xlibris.com

    846573

    Dedicado a los buscadores de libertad

    Y

    justicia del mundo.

    Los que van por el camino de la salvación por la justicia y la equidad

    Este

    libro cuenta la historia de una niña cuyo padre viaja fuera de Irán con su esposa médica para continuar su educación donde ella nació. Debido a que la madre no puede continuar sus estudios en el extranjero y sufre un choque cultural, a menudo deja a su familia y viaja a Irán. En el último viaje, después de graduarse, la madre viaja para visitar a su familia en el extranjero, y después de vivir allí un tiempo, de repente cambia su comportamiento con llamadas sospechosas y se considera obligada a regresar a Irán de inmediato. Sorprendido por el incidente reciente, el padre saca a la niña de la escuela y la lleva a Irán para investigar el asunto. Allí, la madre no muestra interés en visitar a su hija. La parte principal de la historia tuvo lugar durante la pandemia de corona, lo que añadido a los problemas de la sociedad de esa época, se suma a la dificultad de los acontecimientos.

    El tema principal de este libro es la confrontación integral de un abogado iraní que aprovecha el poder judicial para ponerlo en contra del padre de una niña, cuya única culpa había sido intentar mantener unida a su familia. El padre, que había nacido durante la guerra entre Irán e Irak y había soportado años de penurias y desplazamientos por la guerra, deseaba brindarle una vida tranquila a su pequeña hija en otra parte del mundo.

    El autor de este libro lo escribió con el fin de concienciar a sus lectores acerca de este doloroso evento. Ciertamente, nombrar a personas en este libro pudiendo así poner en riesgo su puesto de trabajo y dignidad humana sería una gran injusticia para ellos. La importancia de escribir este libro se duplica cuando la causa de los hechos inesperados es examinada desde una perspectiva jurídica internacional.

    Khezre Haiat

    Abrí mis ojos, un sonido terrible me despertó. La habitación en la que vivía toda nuestra familia parecía polvorienta, no entendía lo que estaba pasando. Yo era solo un niño, pero lo suficientemente valiente, así que me levanté y me di la vuelta. Mi otra hermana estaba durmiendo la siesta al otro lado de la habitación, en nuestra casa nadie tenía una habitación propia. Aparentemente algo había sucedido.

    ¿No había noticias sobre mi padre y mi madre Hanieh?, entonces, ¿dónde estaban los demás? Corrí directo a la puerta, estaba cerrada, así que me acerqué a la única ventana de la habitación, una gran ventana con largas cortinas. Miré hacia afuera, en ese momento, ¡un objeto grande cayó desde arriba!, como un gran búfalo que se hubiera sentado en el barro. Era de color gris y tan gigantesco que sacudió el edificio violentamente después de caer al suelo. Salpicó barro a la ventana, de manera que no pude ver nada, fue como si se hubiera desatado un gran terremoto durante unos segundos.

    Al mismo tiempo, se escuchaba la sirena roja de peligro y, en ocasiones, el espantoso sonido de los aviones de guerra. Había mucho humo y polvo afuera de la ventana, yo permanecí confundido por unos segundos acerca de lo que había sucedido. Corrí a la ventana de nuevo y, poniéndome de puntillas, miré con más atención. No se sabía nada y el sonido del fuego antiaéreo era áspero y aterrador.

    Me llevé las manos a los oídos para no escuchar nada. A veces llamaba a mi padre: ¡padre! ¿Dónde estás papi?. En estos momentos, solo podía buscarlo a él, no había nadie en nuestra casa. Después de todo lo que había pasado, la pequeña Soraya estaba sola en ese rincón cuando se despertó, aparentemente tenía hambre.

    Dentro de la habitación, una niebla extraña se había extendido por todas partes, y después de unos minutos me provocó una tos fuerte, no podía respirar. La puerta principal estaba cerrada, me acerqué y la golpeé varias veces. Estaba confundido y encarcelado, no sabía qué hacer. Mi hermana pequeña empezó a toser mucho, no paraba de gritar y llorar. La ansiedad se estaba apoderando de todo mi ser momento a momento, pero fui valiente, me encantaban las aventuras y las emociones fuertes. Parecía que mis fantasías infantiles se hubieran hecho realidad.

    Fui a la ventana de nuevo y miré afuera, algo grande llamó mi atención abajo, parecía ser lo que había caído del cielo unos minutos antes. Las ventanas estaban embarradas y apenas se podía ver a través de ellas. Desde adentro, el polvo cubría toda la habitación. Pasaron unos minutos, llamé a Soraya. ¡Cálmate! -le dije- Baba Seyedekhoda llegará pronto. Otra terrible explosión se escuchó cerca, todo el cristal del edificio se estremeció violentamente y la puerta del edificio se abrió de repente, aproveché para salir corriendo.

    En estos días, toda mi familia vivía en una sola habitación, que era la residencia de las víctimas de la guerra de la ciudad de Mobarak, conocida como Biokyo. Había una habitación en el lado principal del edificio, que tenía forma de U, y dentro había un jardín con naranjos.

    Mi padre era maestro de cuarto grado de primaria y tenía una familia llena de niños. Con mucho esfuerzo, había comprado un refrigerador de aire para refrescar nuestra sala de estar durante el calor abrasador del verano. La máquina funcionaba con electricidad y faltaba agua. El precio del aire acondicionado era muy caro. Cuando el refrigerador estaba encendido, el exceso de agua se vertía y regaba los árboles que estaban en el jardín, el ocasional goteo del agua que caía rompía el silencio. Los alrededores de la ventana seguían completamente embarrados.

    Cuando la puerta se abrió, corrí hacia el otro lado de la ventana por curiosidad. Detrás de ella, en la lejanía, había un objeto enorme, cuando lo miré pensé que se parecía a un gran tronco de árbol, quizás los bombardeos habían arrancado una rama grande de un naranjo o de cualquier otro árbol y lo habían arrojado allí.

    Me acerqué, salía humo por uno de sus extremos. Recogí un trozo de madera de medio metro del jardín y me acerqué, tenía agujeros, era como el tronco puntiagudo de un gran árbol, grande y grueso. Al principio traté de escalarlo, no pude, después busqué algo con un palo en sus agujeros. Tenía mucha tos y llegué a la cima con mucho esfuerzo, por unos momentos me imaginé que estaba montado sobre un animal. Hacía calor, golpeé el cuerpo con el palo que sostenía, cuando de repente escuché a mi padre gritar en voz alta: ¡¡Mahnam ….Mahnam…. ¿Dónde estás, papi? -le respondí. Inmediatamente bajé y grité: ¡aquí estoy! Voy.... voy…., corrí hacia él y abracé sus piernas con fuerza. Sí, era mi padre y Soraya estaba tranquila en sus brazos. Mi padre le tapó la boca a mi hermana con una toalla de tela y de la misma manera me puso otra toalla mojada a mí. Dijo que no debía quitármela, yo pregunté por qué. ¿No ves que está lleno de humo? Vamos con mamá -respondió. Le susurré de nuevo: "entonces, ¿dónde están los demás?

    ¿Dónde están Farid, Sudabeh y mi madre?. Mi querido muchacho, ¡cuánto hablas!, vamos con ellos. ¡Tranquilízate! Tenemos que salir de aquí lo antes posible" -respondió. La puerta se había quedado abierta, así que salimos corriendo del edificio. Varios camiones de bomberos cruzaban la calle a toda velocidad. El sonido de sirenas continuas, y en ocasiones también del fuego antiaéreo, perturbaban la tranquilidad del hermoso entorno verde. Cruzamos rápidamente la calle.

    El jardinero llamó a mi padre: Sr. Seyed.... ¡¡Seyedekhoda!! ¿Dónde puedo refugiarme?. Mi padre le dijo en voz alta: ¡Síguenos! ¡Hacia el refugio! . Este señor era un hombre grande, sus hijos nos seguían en brazos de su mujer.

    En el camino, mi padre iba recitando constantemente palabras árabes y rezos. Observé a todos con ojos curiosos, miraba de un lado a otro tratando de averiguar qué estaba pasando. A veces, le preguntaba a mi padre: ¿qué ha pasado, papá?, en respuesta, mi padre decía: hijo, ¡¿puedes estar en silencio?! Solo camina y no hables. La situación es mala, ¡darte prisa!. Llegamos a la puerta de la escuela donde mi padre era maestro y nos apresuramos a una gran boca de metro cercana. Había un montón de escaleras que descendían. Abajo, la zona estaba llena de niños, hombres y mujeres, cada uno apretujado contra un rincón. El techo era bajo y hacía que se concentrara mucha humedad. El zumbido de hombres y mujeres, y los gritos de los niños creaban una atmósfera especialmente perturbadora, no había calma en el ambiente. Llegamos al final de una esquina, mi madre se acercó rápidamente y me abrazó con fuerza. Madre… madre… -dije, yo también la abracé, escuchar el sonido de su corazón me dio un extraño consuelo. ¡Mamá, tengo hambre! -le dije- ¿qué ha pasado con la comida?, ¿qué ha pasado con la pizza que ibas a traer? ¿Por qué estamos aquí? . Mi madre sacó unas galletas de su bolso y me las dio. ¡Come cariño!, ¿dónde puedes comprar pizza ahora? -exclamó. Madre, íbamos a ir a comprar, cuando atacaron aviones iraquíes y rápidamente salimos hacia el refugio. Lo compraremos más tarde para ti. Ten calma por ahora" -me susurró ella.

    El sonido de Radio Mobarak inundó todo el refugio. Mientras tanto, alguien pidió en voz alta a los demás en el refugio que guardáramos silencio para escuchar dónde había ocurrido el bombardeo. La radio hizo sonar varias sirenas continuas, anunciando constantemente la alerta roja por posibles bombardeos aéreos de Irak e instando a las personas a ir de inmediato al refugio más cercano. Me llamó la atención el sonido de una niña comiendo papas fritas cerca de mí, me acerqué a ella, me encantaban las papas fritas y tenía hambre. La niña me entregó algunas con una hermosa sonrisa y una amabilidad especial. Los truenos de los aviones militares, los bombardeos y el sonido de las balas antiaéreas aterrorizaban a los habitantes del refugio, ¡mientras, la niña y yo estábamos comiendo como si nada importara! En la sala, un señor empezó a gritar muy fuerte: ¡¡¡Vaveila!!! ¡Han bombardeado Mobarak!. En el dialecto local Mobaraki, añadió: Espero que no haya pasado nada en la fiesta de bodas de uno de mis familiares, que se ha celebrado en un lugar cercano a uno de los puntos de bombardeo de hoy. Otro gritó de repente: ¡también han bombardeado la base aérea!. Unos minutos más tarde, una mujer en la radio informó de que aviones iraquíes habían bombardeado la ciudad de Mobarak y la base de Sabzein, parecía que una gran cantidad de aviones de combate habían destrozado gran parte de la ciudad y sus alrededores.

    En el otro rincón del refugio, una anciana de cuerpo esbelto me llamó la atención, sostenía un rosario y rezaba constantemente. Pasó cerca de media hora. Después de escuchar el sonido de la sirena blanca, que anunciaba que el peligro había pasado, algunas personas salieron del refugio y otras, incluyéndonos a nosotros, nos quedamos en él. Mi padre se despidió de mi madre y le dijo que volvería. Corrí tras él y, después de salir del refugio cuando ya afuera habían encendido las farolas, tomé suavemente su mano. Me preguntó sorprendido: ¿Qué estás haciendo aquí?. ¡Yo también voy! le respondí. Tomó mi mano y caminamos juntos hacia Biokyo, donde nuevamente entramos. Toda el área dentro de nuestra casa estaba cubierta por una capa de humo espeso y tierra, mi padre recogió algunas mantas y rápidamente regresamos al refugio. En el camino, las llamas que había dejado el bombardeo se podían ver en los árboles que circundaban Biokyo. En lo alto de uno de los árboles, me llamó la atención una sombrilla blanca, estaba justo al lado de nuestra casa, un hermoso paraguas blanco que podría haber sido un gran sorpresa para mí. Nunca había visto algo así, pequeño, blanco y hermoso. Definitivamente merecía la pena arriesgarse, supervisé cuidadosamente los alrededores para poder volver a la primera oportunidad y cogerlo.

    Después de unas horas, la alarma volvió a sonar en la radio, y unos minutos después, se volvían a escuchar sonidos terribles y aterradores por todas partes. Otra persona dijo en el dialecto local Mobaraki:¡¡¡Vaveila!!!. Es decir: ¡hoy Saddam pretende bombardear más!". Las personas mayores eran más fácilmente llevabas por la ansiedad y, a veces, las mujeres gritaban en voz alta con las manos en la cabeza, sujetándose esta entre las rodillas por el miedo.

    Mi madre estaba respirando agitadamente, sufría de reumatismo, parecía que no podía respirar bien. Mi padre le dio un poco de agua, mientras se la daba, una de las mujeres a su alrededor añadió unos terrones de azúcar en su vaso. Mi padre estaba deprimido y tenía los ojos hundidos. Él solía contarnos la historia de cómo sacaron a mi madre de los escombros hacía unos años, cuando yo era más pequeño y mi padre estaba construyendo nuestra casa en Mobarak. Mi madre también tenía un problema cardíaco. Recuerdo que a veces veía que ella tenía dificultades para respirar, pero yo no sabía que la aquejaba tal problema. Fue entonces cuando mi padre me llamó y me pidió que les enseñara mi oreja a los demás para que vieran que se había desgarrado cuando había saltado a la nave (sala subterránea) debido al horror de los bombardeos de Saddam. Mi padre solía decir entre risas: Mahnam ha tenido vendada una de sus orejas durante mucho tiempo, aparentemente los puntos todavía estaban allí. La historia era esta: en una ocasión, cuando uno de los aviones iraquíes -que al parecer tenía un defecto técnico- sobrevoló nuestra zona residencial a muy baja altura, la gente se refugió por todos lados por miedo a ser bombardeados o a que se rompiera la barrera del sonido

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