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Kraken a la romana
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Libro electrónico59 páginas37 minutos

Kraken a la romana

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En el centenario del hundimiento del Titanic, la fundación histórica y su presidente, Mister Cameron, deciden hacer un crucero que seguirá la misma ruta. Gracias a un dibujo de Zombete, Bermúdez y sus amigos podrán embarcarse en el Titanic II y vivir una aventura extraordinaria. Lo que no se imaginan es que van a encontrar algo más que peces y algas en las profundidades marinas: un monstruo que despertó en el accidente y que, después de cien años, todavía tiene ganas de atacar.Acompaña al Chef Bermúdez, a su rata Estiércol y a sus amigos en una colección de libros espeluznante y divertida. El chef quiere que cada plato sea original y que cada ingrediente sea más monstruoso que los demás. ¿Te atreverás a adentrarte en la Cocina de los Monstruos?Descubre las aventuras monstruosas y los secretos, misterios, pasatiempos y mucho más que se guardan entre sus páginas.
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento26 sept 2022
ISBN9788728425954
Kraken a la romana

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    Kraken a la romana - Joan Antoni Martín Piñol

    Kraken a la romana

    Copyright © 2012, 2022 Martín Piñol and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788728425954

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

    1

    Yo no tenía ni idea de lo que era un kraken hasta que nos encontramos uno y estuvo a punto de matarnos.

    Desde ese día, creo que me acordaré toda la vida de la pinta que tienen estos bichos.

    Pero déjame empezar esta trepidante aventura por el principio, que si no, mis otros millones de lectores se pierden.

    Todo comenzó con un concurso de redacciones muy peculiar.

    Yo estaba en la cocina del Saint Grímor, sirviendo a los niños apestosos, cuando el director Berdejo entró en el comedor y gritó a pleno pulmón:

    —¡Alumnos! Tengo que comunicaros algo vital, así que dejad ahora mismo lo que estéis haciendo.

    Zombete se lo tomó al pie de la letra, y soltó la bandeja de metal en la que yo le estaba sirviendo una ración de sepia con guisantes. Todos los niños a su alrededor quedaron salpicados por el guiso, pero él ni se dio cuenta.

    —¿Alguien sabe qué es el Titanic? —continuó el director.

    Varios de los alumnos del comedor levantaron la mano, pero Zombete se hizo notar más que ellos, saltando encima de una mesa (y rompiendo de paso una jarra de agua y varias bandejas).

    —¡Yo, yo! —gritaba con insistencia.

    Para hacerle callar, Berdejo lo señaló, dándole la palabra.

    —El Titanic es una vacuna que te ponen cuando te pinchas con un hierro envenenado.

    Sus compañeros estallaron en carcajadas. Zombete era repetidor pero a veces se notaba mucho que no aprovechaba los cursos, ni los de antes ni el de entonces.

    —¡Eso es la vacuna del tétano, ignorante! —se enfadó nuestro director—. El Titanic era un barco majestuoso que se hundió hace cien años.

    —Quizá no sabía nadar —dije yo, con voz de niña, para disimular.

    Las carcajadas volvieron a llenar el comedor y la cara de Berdejo se puso más roja que el boli que usaba para corregir los exámenes.

    —¡Si no hay silencio, os obligaré a acabaros toda la comida preparada por Bermúdez!

    Los alumnos se callaron al momento, poniendo cara de asco.

    —Os presento a Mister Cameron. Él os lo acabará de contar todo.

    2

    Entonces, un hombrecillo vestido con traje de marinero entró en el comedor.

    —Soy Mister Cameron y trabajo para la Fundación Titanic II.

    —No me interesa —comentó Zombete, mientras se limpiaba la cera de los oídos con la pata de una de las sillas.

    —A casi nadie le interesa saber qué les

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