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El Principio del Fin: Líneas de Sangre, #1
El Principio del Fin: Líneas de Sangre, #1
El Principio del Fin: Líneas de Sangre, #1
Libro electrónico66 páginas54 minutos

El Principio del Fin: Líneas de Sangre, #1

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Daphne Rhodes le podría decir a cualquier persona: Ser la "elegida" apestaba.

Al menos, se lo habría dicho a alguien si hubiese alguien a quien decirle. Ella fue la que sobrevivió. La que tenía un sistema inmunológico mágico que la salvó.

La única que quedaba en todo este miserable planeta.

Daphne pasaba los días sola y deseando tener respuesta de porqué tenia que ser ella. ¿Por qué tenía ella que observar cómo se morían de una terrible muerte todas las personas que ella conocía y amaba?

En el lecho de muerte de su madre, Daphne se entera de un secreto familiar escondido desde hace tiempo que la lanzó en una búsqueda atravesando Canadá no solamente para descubrir de donde provenía, porqué sobrevivió, y quién era realmente…pero también, que era ella.

Volumen 1 De la Serie de Líneas de Sangre.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 ago 2022
ISBN9798201375577
El Principio del Fin: Líneas de Sangre, #1
Autor

Emily S Hurricane

Emily hails from rural Nova Scotia, curled up on a tree stump with a bubblegum pink notebook and a steaming mug of dark roast coffee. She's a thirtysomething mom of two humans and a furbaby. Her lumbersexual husband doesn’t actually work in lumber anymore, but he still wears the plaid and the beard. She's an established self-published author, freelance editor, and ghostwriter. Her books range in genre from Romance and Erotica to Horror and Paranormal, and everything in between. When she's not writing and/or momming, she's sipping espresso, crocheting, and listening to audiobooks. 

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    El Principio del Fin - Emily S Hurricane

    CAPÍTULO 1

    ARCOÍRIS DE ROSAS

    Dos semanas adentradas en el apocalipsis, Daphne había quemado su pueblo natal al suelo. El pueblo donde ella había crecido. El pueblo donde había construido su vida. El pueblo donde se supone que ella iba a morir. Pero por alguna razón, todo el mundo había muerto y la habían dejado atrás.

    Ella tocó el pendiente de plata que colgaba de una larga cadena alrededor de su cuello. El sello era un misterio, todo un bucle de metal que parecía un tipo de símbolo céltico. Ojalá le llevara a dar con las respuestas.

    Daphne tomó un respiro, inhalando el olor de su mundo ardiendo. Olía mayoritariamente a pino, pues el pequeño pueblo de costa estaba mayoritariamente construido de árboles de hojas caducadas que rodeaban al pueblo en su parte trasera. El resto era solo océano. La pequeña península había sido un oasis para los locales, una de las pequeñas comunidades que se nutrían de una mina de oro cercana.

    Ella frunció sus labios y cerró sus ojos, dejando que el calor de la llama le bañara la cara, limpiándole de su pasado que había estado lleno de mentiras.

    El mundo se había ido a la mierda. Todo el mundo estaba muerto. Excepto quizás por alguna otra persona que podría decirle porque ella no estaba muerta.

    Cuando la gente empezó a enfermarse, algunas semanas atrás, fue reportado en las noticias como una enfermedad mínima que se presentaba a través de ligeros salpullidos. Daphne había estado en su pequeña floristería, viendo un video en vivo, mientras trabaja en un arreglo floral para una boda que se realizaría en dos pueblos más allá.

    Ella levantaba la mirada de vez en cuando detrás de orquídeas blancas, asegurándose que ellas guindaran en una forma agraciada sobre unas rosas de arcoíris que estaban en el centro.

    -Y, ¿Cuáles son algunas de las precauciones que el público puede tomar para evitar contraer esta enfermedad? - Preguntó Allison Crick, una presentadora de noticias, desde un lado de la pantalla.

    En el otro lado, en vivo desde una parte de los Estados Unidos, un hombre con bata blanca se ajustó su auricular. -Alguna de las cosas que ellos deberías estar haciendo para evitar cualquier enfermedad, - el respondió, con una voz condescendiente e impertinente, -Lavarte las manos a menudo, y si estas mostrando síntomas, quedarse en casa. Los hospitales están pidiendo que se manejen los síntomas desde casa lo más posible, solo quédese y manténganse cómodos. Compresas frías e ibuprofeno ayudan-.

    Daphne reviró los ojos, -Gracias, por la información que tiene totalmente el valor de tu salario-, ella dijo entre dientes, deslizando una rama de aliento de bebe entre dos orquídeas-

    La línea telefónica empezó su feliz sonido, y la florista se dio la vuelta para agarrarla de la pared, manteniendo el teléfono entre su hombro y su mejilla mientras seguía ajustando las flores.

    -Pequeñas Ds-, Ella saludó con voz animada.

    -Hey, calabacita-, dijo su padre, su voz un poco más ronca de lo normal, -¿Como va tu día?-.

    El cariñoso saludo la hizo sonreír. Aún a los veintiocho años, ella todavía era calabacita, y aunque ella a menudo se burlaba de ello, secretamente lo amaba.

    -oh, no muy mal, - Ella respondió, -Solo trabajando en la orden Winston. ¿Tú que haces? ¿Quieres almorzar conmigo? -

    -Yo creo que hoy paso de ello, - Él dijo, con indicio de tristeza en su usualmente jovial tono de voz, -Pero yo estaba esperanzado de que tuvieras por ahí unos claveles en tu tienda, y que yo podría pasar y recogerlas. Tu mamá no se siente bien, y pensé que unas de esas rosadas la podrían alegrar.

    - ¿Aún No hay ningún tratamiento para esto? - El tono de Allison se mostraba profesionalmente preocupado. Ese aire teatral que una personalidad de la Televisión debía tener.

    Daphne frunció el ceño, labios delgados jalando sus mejillas sobresalientes, - ¿No se siente bien? ¿Es otra migraña? -.

    - No, yo creo que es solo un resfriado, - su padre respondió, y ella podía imaginarse a su padre levantando la mano sobre su cabeza y agitándolas para alejar pensamientos negativos. - Pero, tú siempre dices que las mejores flores son aquellas que pueden curar aquello que nos enferma-.

    Ella se echó a reír entre dientes, los ojos arrugándoseles en las esquinas, y miró hacia la nevera, -Y, como sabemos, yo siempre tengo la razón. -

    -Igual que tu madre, - el respondió, y ambos compartieron unas carcajadas de corazón.

    Ella caminó hacia la nevera, alargando el cable ondulado

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