Licenciado don Teodoro Picado Michalski en la República de Nicaragua: Archivo Político y Privado del Lic. Teodoro Picado Michalski, #12
Por Teodoro Picado
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Trabajos escritos por don Teodoro posteriores a su exilio en 1948. Periódico Novedades, Managua, Nicaragua. De su columna "De todo un poco" y otros. Editoriales, comentarios y críticas, temas internacionales e históricos. Volumen 12. 208 pgs.
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Licenciado don Teodoro Picado Michalski en la República de Nicaragua - Teodoro Picado
El descubrimiento de América
La conmemoración del descubrimiento de América da lugar a toda clase de publicaciones. Hay quienes exaltan a Colón como un visionario y creen hasta en su santidad. Otros lo presentan como un audaz aventurero que se empeña en mantener oculto su pasado. Hay quienes afirman que era judío, otros que catalán, otros que vizcaíno o corso. Evidentemente ya sea por lo accidentado de su vida, o porque él intencionalmente se preocupara por conservar cierta penumbra misteriosa, lo cierto es que no hay acuerdo entre sus diversos biógrafos por lo que respecta a lo que podríamos llamar el primer acto de su existencia, entendiendo que el segundo se inicia cuando llega al convento de Rábida y que el tercero y último es el que comienza cuando, víctima de graves acusaciones, es encadenado.
Muchos le restan méritos a su maravillosa empresa, sosteniendo que los estudios geográficos y astronómicos habían abierto el camino para el descubrimiento de América, y que él no fue sino el agente del destino. Hemos leído también algún libro en que se pondera como decisiva la cooperación de los Pinzones, y se reduce al mínimo la intervención del Almirante.
Con un criterio menos apegado a los circunstancial y al detalle, no puede negarse el papel de Colón en los destinos de la humanidad, prescindiendo de hacer exploraciones biográficas sobre el genial navegante.
Desde el punto de vista económico no puede discutirse que la influencia que el oro de América tuvo en la política europea. Desde un ángulo jurídico y social, el enfoque no es menos importante, porque el descubrimiento de nuestro continente dio por resultado concepciones nuevas en las relaciones internacionales y en la valoración de los derechos humanos. Vinieron a las tierras recién descubiertas hombres de las más diversas procedencias, y trajeron los adelantos de una tecnología que para su tiempo era avanzadísima, trajeron semillas y animales que prontamente se adaptaron al nuevo ambiente. A su vez Europa recibió la contribución de una nueva flora, representada especialmente por la papa, el tabaco y el tomate. Tema es éste prácticamente inagotable, y no para ser tratado en un leve comentario.
Pero corresponde a nuestro continente un papel trascendental, por lo que atañe a la dignidad del hombre, y es ofrecerle al mundo un ambiente propicio para el desenvolvimiento amplio de su personalidad, bajo la égida de la libertad. Nuestro continente se unifica en la devoción común por la democracia. Si la América tiene alguna deuda con los habitantes del resto de la tierra, debe pagarla noblemente cumpliendo una misión histórica superior.
La conciencia de esa misión ha inspirado el Derecho americano. El instrumento fundamental de las relaciones interamericanas, es sin discusión la Carta de la Organización de los Estados Americanos, y en su preámbulo se destaca esa conciencia. Todos nuestros países propenden a crear un orden de paz y de justicia, fomentando la solidaridad americana y robusteciendo su colaboración. Pero no es ajena, tampoco, a sus finalidades la defensa de su soberanía e independencia.
La contribución de América para el bienestar humano se acentúa con el inmenso desarrollo de los Estados Unidos, que por su riqueza y poderío, representa la mayor fuerza económica y militar de los tiempos que vivimos. El desarrollo de los países de la América Latina no ha logrado las metas de nuestros vecinos del Norte, pero en todos ellos existe una orientación definida hacia el mejoramiento de las condiciones sociales, económicas y culturales en que se desenvuelven nuestros pueblos.
Todos ellos tienen la convicción de que las fórmulas democráticas, por mucho que tengan deficiencias, son las que le aseguran al hombre mayores garantías y ventajas. El ejemplo de los Estados Unidos es patente porque en ellos las instituciones libres florecen, sin que sea obstáculo para tal florecimiento la existencia de una economía privada vigorosa.
Los países situados al sur del río Grande avanzan también en el camino institucional y van cambiando su estructura económica, brindándole al hombre americano nuevas posibilidades halagadoras. La política de cooperación y ayuda de los países menos desarrollados de nuestro continente es el fruto de una convicción profunda: la de que América debe ser el refugio de una democracia constantemente amenazada en otras naciones del orbe. Y cuando se habla de democracia no se puede hacer referencia a meras abstracciones políticas. Los principios que le sirven de sustento quedarían escritos en el papel si no tuvieran contenido económico. Es claro que las garantías individuales y sociales deben traducirse para el ciudadano como bienes efectivos y no como simples esbozos de una felicidad que nunca llega.
Colón vinculó a los países latinoamericanos con la cultura hispánica, y abrió las rutas de quienes conquistaron y colonizaron el Nuevo Continente. Fue muy buena nuestra suerte. Porque como dice Vasconcelos, ¿cuál habría sido nuestra suerte, si en vez de ser españoles los descubridores y colonizadores de gran parte de América, lo hubieran sido los mahometanos?
Día de la raza
La celebración del día en que Colón descubrió América tiene para todos los habitantes del continente un motivo de reflexiones. Una de las primeras versa, lógicamente, sobre cuál es la razón por la que se ha bautizado ese aniversario llamándolo Día de la Raza. ¿Cuál raza es la que se glorifica? ¿La hispánica? ¿La aborigen? ¿La africana? ¿La anglosajona? ¿Las razas a que pertenecen los inmigrantes chinos, japoneses e indostanos?
Nuestro hemisferio, que ha sido llamado la Tierra de la Esperanza, alberga hombres de los más diversos orígenes. Las naciones precolombinas más avanzadas fueron sin duda la azteca, la maya y la incásica, que han dejado estupendos monumentos, pero en lo que a otras actividades se refiere se distinguieron también pueblos como el chorotega, el chibcha, los siboneyes y muchos más que, enumerados totalmente, podrían sobrepasar la docena. El historiador peruano Julio C. Tello consigna en su Historia Antigua del Perú, que se ha encontrado en regiones amazónicas los restos arqueológicos de una civilización tan adelantada y antigua como la incásica. La llamada del Chavin, del mismo Perú, se desarrolló por lo menos doscientos años antes de Jesucristo. Descubrimientos que se han hecho en las márgenes del Titicaca acusan asimismo la presencia de grupos que elaboraron una cultura de la que quedan escasos vestigios. Hay en otras regiones de nuestro continente los montículos conocidos como mounds
, Shell-mounds
. ¿Quiénes hicieron esas pequeñas colinas con conchas? ¿Son residuos de comidas acumulados por siglos? Otros aborígenes que vivieron en Colorado, Arizona, Nuevo México y en la cuenca del Mississippi son los llamados por los americanos cliff-dwellers
o moradores de los acantilados o taludes. No se ha profundizado aún en el estudio de sus civilizaciones o procedencia. Para unos hombres de ciencia el indio americano es un ancestro mongol, para otros es de origen polinésico o australiano, para Ameghino es autóctono. Rivet refuta al sabio argentino mencionado con base en la constatación de que no aparece antes del final de la edad cuaternaria, etapa en que se descubren los más antiguos vestigios de la especie humana.
Como se ve, ni siquiera ha podido determinarse el origen de los primeros pobladores del continente. Es un misterio que el genio del hombre descubrirá con el curso del tiempo y con mejores informaciones científicas, pero, por ahora, debemos contentarnos con hipótesis que se derrumban y se reconstruyen muchas veces.
Tampoco puede decirse que la Madre Patria presenta a través de la historia un solo linaje humano. Hasta donde alcanza el examen retrospectivo está el ibero, que probablemente vino del norte de África. Los celtas atraviesan los Pirineos y la vida de estrecho contacto que tuvieron con sus predecesores, los funde en el conglomerado celtíbero. Fenicios, cartagineses y griegos colonizan los lugares costaneros. Las legiones de Roma se apoderan de ella y la transforman en una de sus prósperas provincias, cuna de emperadores y de filósofos. Los godos y visigodos la invaden al debilitarse el poderío imperial y traen su pensamiento germánico y sus costumbres y sentido de la vida. Los mahometanos árabes y bereberes la invaden y permanecen en ella por ochocientos años, hasta que los Reyes Católicos se apoderan en 1492 del reino de Granada, poco después de haber firmado con Cristóbal Colón las capitulaciones que le permitieron el glorioso primer viaje en que se descubrió América. En ese crisol de razas ocupan su sitio dos grupos de difícil asimilación: el vasco y el judío.
Entre los conquistadores y colonos españoles que llegaron al Nuevo Mundo predominaron los extremeños, castellanos y andaluces, pero en la gran aventura figuraban italianos, corsos, griegos y hasta moriscos.
Francia, Inglaterra y Holanda no fueron los primeros en colonizar América. Vinieron después del Portugal y España, pero sentaron sus reales en regiones que eran de una inmensa riqueza potencial como resultaron para las dos primeras naciones mencionadas, el Canadá y parte del territorio de los actuales Estados Unidos. Los holandeses se establecieron en ciertas zonas como en la isla del Manhattan, que había de ser asiento de la capital financiera del mundo: Nueva York. También se adueñaron de la Guayana y de Curazao, instalándose en Pernambuco, en el Brasil, en donde los desalojaron los portugueses, dueños de este vasto país, cuya extensión territorial supera la de los Estados Unidos continentales.
La colonización de América trae al esclavo africano, que priva en las a veces malsanas pero fértiles tierras de las costas. Vino el negro con su música, con sus supersticiones y con sus hábitos primitivos.
Después de la independencia arribaron inmigrantes, de preferencia nórdicos, a los Estados Unidos, que se fusionaron con los colonos británicos. El contingente italiano fue el predominante en Argentina, pero también se hizo presente en la tierra de Washington, junto con el eslavo y el griego o armenio. Hubo también inmigrantes chinos, japoneses y coreanos. Todos los países de América, en mayor o menor proporción, han recibido corrientes inmigratorias beneficiosas. No vamos a detallarlas porque ello sería salirnos del tema que estamos abordando.
Después de haber hecho la enumeración de las diversas procedencias de los actuales moradores del continente, se comprenderá que no puede fijarse determinada raza como aquella que debemos exaltar en esta fecha a no ser que, evadiendo el valor específico de los términos, convengamos en la existencia de una raza americana, cuyas características no se fijan por los rasgos somáticos sino por sus aspiraciones comunes.
Lo que definiría esa concepción sería el amor a la libertad, la fe en el destino de América, el hogar amoroso para todos los hombres
, de que hablaba Martí; la dignificación del ser humano dentro de las regulaciones de una democracia cuyo contenido moral y económico signifique el disfrute de un legítimo bienestar; el respeto a la religión y la práctica de sus preceptos.
Los países americanos todos, en este aniversario, dedican un pensamiento de gratitud y de admiración al inmortal navegante que con honda devoción abrió al mundo rutas que permanecieron ocultadas para el hombre durante milenios. La rememoración de hoy es propicia para que todos los pueblos que hablan el idioma de Castilla, cuya cultura se forjó al calor de la Madre Patria, que los incorporó a la civilización cristiana y mediterránea, reafirmen su confianza en el mañana.
Orígenes de nuestra arquidiócesis
Durante el coloniaje, primitivamente dependimos de Guatemala, donde estaban instalados los franciscanos, los dominicanos y posteriormente los jesuitas, todos clérigos castellanos, con muy contados criollos.
La diócesis de Nicaragua y Costa Rica, se fundó el 26 de febrero de 1531. Con un lunes más harán 431 años de este suceso que vino a activar más la catolicidad pero que de toda suerte ponía muy considerable distancia entre León y Cartago, las dos viejas capitales. A su vez aquella jurisdicción dependía de Sevilla hasta 1546.
Después cambiaron las cosas y ponen a Nueva Cartago bajo otra dependencia, aún más lejana, pues desde 1546 formamos parte de Lima del Perú, gran centro cultural e intelectual del Sur, hasta 1743 en que volvemos a pertenecer a Guatemala.
Evolución en el Siglo XIX
Pero no cesaban los gobiernos y el sacerdocio de Costa Rica, de insistir ante Roma en la independencia de su Iglesia. El 28 de febrero, y vuelve a ser febrero, de 1850, en pleno medio siglo, Roma firma la bula Christianee Religionis Auctor, erigiendo la diócesis de San José como sufragánea de la arquidiócesis guatemalteca.
Elegían la Provincia Eclesiástica Nacional por otra bula, la praedecessorum. El 16 de febrero (y es tercera vez febrero) de 1921, fue elevada a diócesis San José con su cabildo al rango de arquidiócesis, integrada por las provincias administrativas de San José, Heredia y Cartago; de paso se funda, por aumento de población y por las largas distancias, la nueva diócesis de Alajuela, abarcando las provincias norteña de Alajuela (San Juan Nepomuceno), Puntarenas y Guanacaste.
Así quedan dos nuevos territorios y para responder a los afanes católicos de Limón y de los restos aborígenes de Talamanca, y vigilar la zona caribiana de San Juan y Barra del Colorado, se crea el vicariato apostólico de Limón, integrado canónicamente a la Muy Sagrada Congregación de Propaganda Fide.
Las dos últimas jurisdicciones de San Isidro de Pérez Zeledón y de Tilarán, todos las conocemos al dedillo por ser muy recientes.
Así Roma respondió y como elegantemente dijo el Lic. Alejandro Alvarado, Ministro de Culto del gobierno de don Julio Acosta, Costa Rica obedece y acata lo que Roma hace y dispone
.
La Virgen de los Ángeles
Cuando en 1638 apareció la Virgen de los Ángeles, Cartago, no obstante ser la capital de la provincia, era un poco más que un villorrio. En 1723, o sea ochenta y cinco años después, no tenía más que setenta casas de adobe y teja. El hacha no había descuajado aún los bosques vecinos y su clima sería, de seguro, mocho más frío y lluvioso que hogaño. Referencias de los viejos, que no aluden a un pasado tan lejano, así lo constatan. El clima —decía en su relación el gobernador don Juan Gemmir y Lleonart, en 1747—, de esta jurisdicción es frío y con aires sutiles y perniciosos
. Los alrededores de la población aún ahora en que las sequías prolongadas mitigan el verde intenso, son de bucólica belleza, prados risueños, sitios amenos, refrescados por riachuelos de aguas frías y transparentes, donde bien pudo haber Garcilaso escrito sus églogas, sin que el ambiente desentonase el tono dulce y suave de su poesía.
En uno de esos amenos parajes encontró Juana Pereira sobre una roca, a la vera de un nacimiento de agua, la imagen pequeñina, de traza casi infantil, esculpida en piedra, de la Virgen de los Ángeles. Juana Pereira era una mujer sencilla que recogía leña en aquellos breñales, situados al oriente de la población. Lo de que fuera sencilla parece perfectamente lógico; dijérase que Dios huye de las almas laberínticas y complicadas que están siempre a un paso de la soberbia. Prefiere a los limpios de corazón. Se llevó la imagen a su casa y tres o cuatro días después volvió a recoger leña al mismo sitio y encontró a la Virgen en la misma roca donde habíala hallado la primera vez. Volvió a llevarla a su casa y, unas cuantas veces más, al repetir su tarea encontróla en el mismo sitio. Juana, sorprendida, se dirigió al cura párroco de la ciudad, que era el Lic. Baltazar de Grado y le entregó la imagen. Al día siguiente volvió a encontrarla sobre la misma roca. Acude nuevamente al sacerdote, y éste, acompañado de varios testigos, se dirige al sitio del hallazgo y se lleva aquel tesoro de fe a la iglesia parroquial. Otro día se advierte que ha desaparecido: con misteriosa tenacidad aparece en el mismo sitio. Aquellos hombres creían en lo revelado, su fe religiosa era ardiente y pura: en aquel sitio quería la Virgen ser adorada. Ahí se levantó una ermita de paja. Era la fábrica usual en aquellos tiempos de pobreza. Luego se hizo de adobes y se cubrió con tejas.
Esta es la tradición de su hallazgo. No figuran en ella las rosas encendidas de la tradición guadalupana pero dice, en cambio, su música ingenua el agua de la fuente, que borda guirnaldas de jazmines sonoros.
Todo había de ser humilde: humilde Juana, humilde la Virgen, humilde su ermita. Cuando en 1693 se practicó el juicio de residencia del gobernador don Miguel Gómez de Lara, el cura rector más antiguo de la ciudad de Cartago certificó, in verbo sacerdotis
, elogiándolo, que había fomentado el mantenimiento y mejoras de varios templos de la provincia, entre ellos el de Ujarraz, que había hecho de cal y canto, pero no se menciona la ermita de la Virgen de los Ángeles. Era posiblemente muy reciente aún su devoción.
En 1715 un temblor dañó seriamente su santuario que tardó siete años en reedificarse, con limosnas que no solo se perdieron en la provincia de Costa Rica, sino también en Nicaragua.
Pero, lo cierto es que, como lo han relatado varios escritores, la Virgen de los Ángeles, morena y diminuta, fue durante toda la época colonial la Virgen de los pardos. Era, si se nos permite la expresión, de una Virgen proletaria. La Virgen de los españoles era la que había detenido milagrosamente en 1665 a las fuerzas de los piratas Mansfelt y Morgan, cuando intentaban apoderarse de Cartago. Era Nuestra Señora del Rescate, la Virgen venerada en el Santuario de Ujarraz a que se refería el juicio.
Quizá fue por eso que el fenómeno de la Independencia se reflejó también en el culto y, con los cambios operados, la antigua protectora de los pardos, por decreto de 24 de setiembre de 1824, fue declarada Patrona del Estado de Costa Rica. Luego en 1932 se declaró feriado el 2 de agosto de cada año conmemorando la fecha de su aparición.
Difícil se hace concebir en Costa Rica fe más grande que la inspirada por la Virgen de los Ángeles. Ella es la gran consoladora de todos los que sufren, su fuente inextinguible de esperanzas. Quizá, objeto de general devoción nacional, no haya en América ninguna otra que sea comparable a ella, salvo la Virgen de Guadalupe, patrona de la nación mexicana.
Pero no se crea que el robo sacrílego de estos días es el único que haya conmovido el alma nacional. En 1824, el 2 de agosto, al ir a bajar la imagen de su trono para sacarla en procesión – dice el historiador Fernández Guardia -, se notó con espanto que había desaparecido
. Así como hace algunos días se conmovió Costa Rica con el sacrilegio que motiva estas líneas, que destinamos a nuestros lectores nicaragüenses, así en esa ocasión hubo un fenómeno colectivo de dolor y espanto que evoca la encendida fe de los tiempos del medioevo. El presbítero Nicolás Carrillo, a quien se debe una relación de estos sucesos, escribió que se había apoderado de los corazones la confusión y el horror sucesivamente, sobrevinieron las lágrimas con abundante y amargo llanto; se cruzaban por los aires los gemidos, los ayes, los aullidos y clamores envueltos en el dolor, la tristeza y el desconsuelo
. Debe anotarse que en esta ocasión los sacrílegos no la despojaron de ninguna de sus joyas. No fue el robo, pues, como es ahora, el móvil del delito. Detrás del atrio del sagrario de la iglesia de San Francisco, el 4 del mismo mes, fue encontrada la imagen. El autor del hecho fue el franciscano fray Juan Pedro, quien sustrayéndola, se la había llevado a la iglesia del pueblo de Curridabat, del que era cura. Los móviles, como lo anota Fernández Guardia, permanecieron en el misterio del secreto de la confesión, pero parecieran haber intervenido móviles políticos que no se han aclarado. En ese entonces la rivalidad entre la ciudad de Cartago, imperialista y desposeída de la capitalidad y San José republicana, era muy viva. Fray Juan era un ardiente republicano.
El júbilo que produjo el encuentro de la Virgen fue muy grande en las dos ciudades y pareció, por un momento, que tan grande alegría iba a anegar odios y suspicacias localistas. Sin embargo eso no ocurrió.
Los tiempos han pasado, crecen las espigas y también la cizaña, pero el hecho es que la fe de los costarricenses sigue siendo ardiente, y todos, hoy como ayer, siguen siendo devotos de su Negrita
, como la llama con filial afecto el pueblo.
Fecunda el milagro, las gentes creen que su actual recuperación constituye uno más. El eminente arzobispo Sanabria ha dicho sobre el particular: La Iglesia Católica es sumamente prudente en la afirmación de los hechos sobrenaturales… Si es milagro, Dios lo sabrá
.
La expedición de don Thomas López del Corral
Declarada la guerra entre España e Inglaterra con motivo del apoyo que la primera dio a los colonos norteamericanos sublevados, los ingleses atacaron el castillo de Omoa, que capituló y fue recobrado después por don Matías de Gálvez, sin duda uno de los buenos capitanes que produjo la Península en las postrimerías del período colonial.
Estos sucesos de la costa de Honduras se desarrollaban en los meses de octubre y noviembre de 1779.
Al año siguiente una escuadra inglesa, al mando del almirante Polson, intentó apoderarse del río San Juan. Esta expedición, en la que participaba como simple capitán el que había de ser almirante Nelson, ha sido narrada repetidas veces por eminentes historiadores nicaragüenses. Vamos a ocuparnos de la repercusión que tuvo en las autoridades coloniales de Costa Rica.
Es obvio que dueños los ingleses de la boca del San Juan amenazaban inmediatamente Matina, lugar predilecto de las correrías de los mosquitos, que penetraban hasta las montañas de Talamanca, cuyos indios capturaban para venderlos como esclavos en Jamaica.
Con el objeto de defender la región de Matina y con el pensamiento en la posibilidad de cortar las comunicaciones de los ingleses en el río, salió de la ciudad de Cartago, en abril de 1780, don Thomas López del Corral con una fuerza de doscientos hombres. El gobernador Perié se encargó de avituallar