Menopausia: Una mirada feminista desde el buentrato
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Paloma Andrés Domingo es ginecóloga y sexóloga. Con más de tres décadas de experiencia en el Ayuntamiento de Madrid, se ha dedicado a atender la salud ginecológica y sexual de las mujeres desde una mirada feminista que promueve el autoconocimiento como herramienta para afrontar los malestares en la salud de las mujeres.
Paloma Andrés Domingo
Ginecóloga y sexóloga. Con más de tres décadas de experiencia en el Ayuntamiento de Madrid, se ha dedicado a atender la salud ginecológica y sexual de las mujeres desde una mirada feminista que promueve el autoconocimiento como herramienta para afrontar los malestares en la salud de las mujeres.
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Menopausia - Paloma Andrés Domingo
Índice
INTRODUCCIÓN
Qué sabemos y qué no sabemos de la menopausia
Cómo me transformé en ginecóloga feminista
Desmontando relaciones de poder: una práctica ginecológica feminista
CAPÍTULO 1. POR QUÉ ES NECESARIA LA MIRADA FEMINISTA SOBRE EL CLIMATERIO Y LA MENOPAUSIA
El feminismo desvela la estructura patriarcal
La interpretación androcéntrica de la salud de las mujeres
La visión histórica de las mujeres en el patriarcado
El patriarcado expropia la sabiduría y el hacer de las mujeres en el campo de la salud
Los aportes del feminismo a la salud de las mujeres
El lenguaje del cuerpo cuando el alma no puede expresarse con palabras
CAPÍTULO 2.PATRIARCADO Y MENOPAUSIA
La visión androcéntrica de la menopausia y el climaterio
La industria farmacéutica
Conceptos de menopausia y climaterio
La menopausia en la historia
Menopausia y climaterio en las diferentes culturas
CAPÍTULO 3. FISIOLOGÍA DE LA MENOPAUSIA
Cambios o alteraciones menstruales
Cambios hormonales
Los ciclos anovuladores
Las hormonas ováricas
Las hormonas de la hipófisis
Otras hormonas implicadas en el proceso del climaterio
CAPÍTULO 4. OTRA MIRADA SOBRE LAS MANIFESTACIONES DE LA MENOPAUSIA
Manifestaciones específicas
Manifestaciones inespecíficas
CAPÍTULO 5. MENOPAUSIA Y OSTEOPOROSIS
Factores que determinan la osteoporosis tras la menopausia
Estructura del esqueleto. Elementos que intervienen en su continua remodelación
CAPÍTULO 6. LA TERAPIA HORMONAL SUSTITUTIVA EN EL CLIMATERIO
El auge de la Terapia Hormonal Sustitutiva: De la invisibilidad a la hipermedicación
El comienzo del conocimiento de las hormonas sexuales de las mujeres: la píldora anticonceptiva
Investigación versus manipulación del cuerpo de las mujeres
Estudios con evidencia científica sobre THS
CAPÍTULO 7. SEXUALIDAD EN LA SEGUNDA MITAD DE LA VIDA
El amor y la sexualidad en el patriarcado
Globalidad y genitalidad
Sexualidad y género
Sexualidad y cultura
Desmontando falsas creencias sobre la sexualidad tras la menopausia
Sexualidad y fármacos
Las no disfunciones sexuales en la menopausia
La falta de deseo en la transición menopáusica
Cómo vivir una sexualidad gozosa y saludable durante y después de la menopausia
CAPÍTULO 8. MENOPAUSIA: LA PUERTA A LA SEGUNDA MITAD DE LA VIDA
Los grupos de mujeres en la transición menopáusica
Cuando la menopausia es un laberinto
Los duelos para salir del laberinto
Negociar con la vida un nuevo contrato
Lo que me han enseñado las mujeres
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
Paloma Andrés Domingo
Ginecóloga y sexóloga. Ha trabajado durante más de tres décadas en los programas de salud sexual y reproductiva del Ayuntamiento de Madrid y ha sido fundadora de la cooperativa Centro Duratón. Se ha dedicado a atender la salud ginecológica y sexual de las mujeres desde una mirada feminista y un marco que incorpora el autoconocimiento como herramienta de empoderamiento para afrontar los malestares en salud en las mujeres. Su creencia en el potencial sanador de la educación para la salud comunitaria le ha impulsado a promocionar los grupos comunitarios de mujeres en los Espacios de Igualdad de Madrid, en el Aula de la Mujer en Rivas Vaciamadrid y en la Casa de la Mujer y Centro de Igualdad de Fuenlabrada. Es docente en el Máster en Autoconocimiento, Sexualidad y Relaciones Humanas y en el Máster de Educación Sexual para la Salud Comunitaria y Terapia Sexual en el Instituto de Terapia de Reencuentro.
Paloma Andrés Domingo
Menopausia
Una mirada feminista desde el buentrato
Diseño de cubierta: Marta García
© Paloma Andrés Domingo, 2022
© Los libros de la Catarata, 2022
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
Menopausia.
Una mirada feminista desde el buentrato
isbne: 978-84-1352-442-9
ISBN: 978-84-1352-467-2
DEPÓSITO LEGAL: M-11.644-2022
thema: VFDW2/VFDW/JBSF11
impreso por artes gráficas coyve
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Este libro está dedicado a las mujeres que desde
los grupos o en consulta me han enseñado a escuchar, a acompañar y a confiar en el potencial de cambio que todas tenemos.
INTRODUCCIÓN
¿Puede aportar algo nuevo sobre la menopausia y el climaterio una ginecóloga feminista? Esta es la pregunta inicial que me hice al escribir este libro. Es cierto que en los últimos años no ha habido ningún nuevo descubrimiento científico que haya arrojado más luz sobre los procesos fisiológicos que tienen lugar entre el inicio y el final del climaterio y la menopausia, y su sintomatología a corto, medio y largo plazo. Pero el relato de mi experiencia como médica-mujer en consulta creo que sí puede ayudar a entender los procesos de salud-enfermedad y los procesos fisiológicos vitales en un entorno psicosocial y sociocultural marcado por una visión androcéntrica y patriarcal.
Concibo a las personas como seres integrales, que poseen un cuerpo físico, mental, sexual, emocional y social. En mi consulta, me he encontrado con mujeres a las que en general no se les ha enseñado a descifrar el lenguaje de su cuerpo; que han perdido en su proceso de socialización la conexión entre emoción, sensación, sentimiento y pensamiento. A las que les cuesta, por tanto, relacionar un malestar emocional con la enfermedad o las dolencias corporales, y que solo escuchan a su cuerpo cuando este manifiesta ya un dolor irreprimible e inequívoco; que tienen dificultades para relacionar el bienestar con el placer y el gozo, elementos que tienen que ver con la vitalidad y la salud psicosocial.
Desde este enfoque, la mirada feminista es imprescindible para cuestionar ciertos prejuicios patriarcales muy arraigados sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, pero también para criticar la concepción androcéntrica de la ciencia médica occidental, que considera a las mujeres y sus cuerpos menos valiosos y sanos cuando termina su etapa reproductiva. Prejuicios y estereotipos que las mujeres asumen como creencias propias y a quienes lo que les asusta no son tanto los sofocos como los cambios visibles que anuncian que entran en una etapa en que se vuelven invisibles para la mirada de los hombres. Sin la mirada de los otros
, sin su reconocimiento, pierden el sentido de su esencia, y sumisas y dóciles, comprarán todo lo que la industria farmacéutica, alimentaria y cosmética oferte para mantener la ilusión de permanencia, de que nada cambia, de que se puede negar, luchar y ganar contra la inevitable impermanencia del ciclo de la vida humana.
En los años noventa del siglo pasado y la primera década de los 2000, las sociedades científicas de ginecología y la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) consideraron la menopausia como una endocrinopatía, una enfermedad con múltiples secuelas a corto, medio y largo plazo, susceptible de tratamientos farmacológicos de por vida, que además de aliviar los síntomas, permitirían la prevención de enfermedades propias de etapas etarias posteriores, tales como fracturas osteoporóticas, infartos de miocardio, alzhéimer, etc. Todo ello supondría un suculento negocio para la industria farmacéutica, en el que millones de mujeres se convertirían en usuarias del supuesto elixir de la vida.
No había razones para pensar que pudiera fallar este mercado en plena época de empoderamiento de las mujeres, donde las consignas de mi cuerpo es mío
y yo decido
, con las que se querían reivindicar el derecho a disfrutar de relaciones sexuales deseadas y no solo consentidas, y a decidir sin injerencias sobre la continuidad o no de una gestación, se pudieran transformar, con la ayuda de las sociedades científicas y los medios de comunicación, en la reivindicación, por parte de las mujeres, de la dispensación de hormonas de por vida.
Un enorme negocio multimillonario, como ya lo había sido la venta masiva de anticonceptivos hormonales, las píldoras
, que se vendieron a las mujeres como la receta para la liberación sexual. En aquel entonces había contado con el apoyo de gran parte del movimiento feminista, porque en verdad aliviaba a millones de mujeres de los múltiples embarazos no deseados, de las muertes materno-infantiles, antes, durante o después de partos y abortos.
Sin discutir las mejoras que supuso la píldora para la salud de las mujeres a nivel mundial, también hay que señalar que ayudó a ocultar la raíz del problema. Porque la revolución sexual fue liberadora para los hombres que dispusieron sin trabas ni tabúes sociales de los cuerpos de las mujeres. El coito era la única práctica sexual; lo demás, aunque fuesen prácticas gozosas, no eran más que prolegómenos
. Todo giraba en torno al coito: los talleres de sexualidad, la prevención de las ITS, el uso del preservativo, la prevención de embarazos no deseados y abortos con métodos anticonceptivos.
De alguna forma, cuando se conquistó el derecho a la atención en salud reproductiva¹, se perdió poco a poco el potencial de cambio revolucionario que aportaba el feminismo desde el activismo, como, por ejemplo, con la organización de talleres de self-help, mediante los que se pretendía iniciar a las mujeres en el conocimiento de su cuerpo. Dichos talleres impulsaban la autonomía y autoestima de las mujeres a través del autoconocimiento y de la exploración de sus cuerpos, observando sus genitales externos e internos con ayuda del espéculo, instrumento de uso habitual en consultas ginecológicas, que se volvió un aliado para el empoderamiento: Sé quién soy, sé lo que siento; mi vagina es mía; me hago responsable de mi placer
.
En estas expresiones está la verdadera revolución sexual de las mujeres aún pendiente. Alcanzar la autonomía, sentirse seres sexuados con derecho a disponer y disfrutar de su cuerpo. Observarlo, conocer su lenguaje y expresiones, su sensibilidad, sus reacciones al placer de los sentidos. Aprender a acariciarse, abrazarse, estimularse y proporcionarse orgasmos. Saberse con capacidad de gozar y sentir placer, y abandonar la idea de que el placer y el gozo solo se obtienen si los facilitan otros en función de sus habilidades. Y, sabiéndose completas y conociendo su sexualidad, estar en disposición de compartirla con quienes quieran, cuando quieran y como quieran, sintiéndose sujeto y no objeto con capacidad de dar y recibir placer.
En este libro pretendo abordar el fenómeno de la menopausia desde una mirada global y feminista, que se pregunte por cómo es vivido y comprendido por las mujeres a nivel mundial en diferentes contextos y cómo afecta a la calidad de sus vidas. En este sentido, el conocimiento que nos proporcionan las estadísticas sobre los síntomas no es suficiente. También hay que preguntarse por cómo se materializan las relaciones de poder en una determinada población, cuánto trabajo soportan las mujeres y qué capacidad de decisión sobre sus vidas, sus cuerpos y su sexualidad tienen estas en cada comunidad. Es así como será posible evaluar las estrategias de cambio que pueden mejorar la salud y la vida de las mujeres en cada una de sus etapas y qué aspectos corresponden a cambios personales, relacionales y sociales que han de implantarse.
Qué sabemos y qué no sabemos
de la menopausia
Sabemos que la menopausia, o el climaterio, no es una enfermedad, como no lo es la menarquia y la pubertad. Son etapas fisiológicas en las que los procesos de cambios corporales son vividos a veces con molestias más o menos severas en función de la interacción de parámetros físicos orgánicos, neurohormonales, con vivencias emocionales, sexuales, con creencias mentales y con paradigmas y estereotipos sociales y culturales.
Cada vez más y mejor, vamos conociendo las estructuras de las células de cada órgano del cuerpo humano y, en concreto, del cuerpo de las mujeres. Sabemos en qué órganos se hallan receptores hormonales, en cuáles actúan los estrógenos, los andrógenos, la progesterona, pero aún estamos lejos de conocer la causa de las sutiles o evidentes diferencias que produce una misma hormona en función de la cantidad circulante, de la relación con la secreción de otras hormonas y su interacción con ellas en los tejidos diana en los que actúa o de la regulación neurohormonal de los circuitos de producción de cada una de las hormonas, etc.
Sin embargo, seguimos sin conocer el mecanismo íntimo que dispara los sofocos en la menopausia. Sabemos que tienen que ver con la disminución de estrógenos, pero no conocemos al detalle los procesos neurohormonales involucrados y, por tanto, por qué varía su intensidad y frecuencia en poblaciones de mujeres de la misma edad, pero de culturas, tradiciones sociales y alimentarias diferentes. Y por qué se dan en unas mujeres y no en otras que tienen similares características biológicas, sociales y culturales.
Sabemos que en el mundo occidental ha aumentado la esperanza de vida para las mujeres, lo que significa que viviremos alrededor de 30 años o más en la etapa de la posmenopausia. Etapa de la que no podrán disfrutar millones de mujeres del mundo empobrecido, que a duras penas llegarán a ella, y si lo hacen, no lo harán libres de enfermedades y dolencias, que tienen que ver no tanto con la disminución de estrógenos en sus cuerpos, sino con el hambre y la desnutrición: con la sobrecarga del trabajo realizado para sobrevivir y mantener con vida a sus familias, con la vivencia de las múltiples violencias a las que han sido expuestas y sometidas por el hecho de ser mujeres.
En la transición menopaúsica inciden muchos aspectos biológicos, culturales, sociales, religiosos, sexuales, económicos, políticos y medioambientales. La reflexión sobre todos y cada uno de ellos favorece una mirada integral para comprender el proceso, transitarlo y resignificarlo como oportunidad de escucha y recuperación del cuerpo dignificado en su continuo cambio.
Cómo me transformé en ginecóloga feminista
Quiero reflexionar acerca de algunos aspectos en torno a la menopausia que me plantean preguntas a las que me he tenido que enfrentar en mi trabajo profesional y que no han encontrado respuesta ni en los muchos artículos científicos ni en los congresos de la especialidad de ginecología. Preguntas que he ido afrontando, comentando y sobre las que he reflexionado con mis colegas ginecólogas de los centros de promoción de la salud comunitaria del Ayuntamiento de Madrid en los que he trabajado durante 35 años; con mis compañeras del centro de planificación familiar que abrimos como una cooperativa en el año 1985 y en el que trabajamos durante 20 años en contacto y colaboración con mujeres activistas del movimiento feminista del que hemos formado parte; con mis amigas feministas.
Siendo mi campo de trabajo la ginecología y, por tanto, la salud integral de las mujeres, la mirada feminista se hace imprescindible al incorporar la variable género como determinante básico, pues desvela las desigualdades y las relaciones de poder en las que se desarrolla la vida de todas las mujeres bajo el sistema patriarcal.
Juntas no hemos encontrado todas las respuestas, pero las reflexiones sí han cambiado nuestro paradigma sobre la salud-enfermedad y nuestra labor en las consultas. Hemos incorporado para el diagnóstico de los malestares bajo la perspectiva feminista los aspectos de género, sociales, culturales, medioambientales y políticos que inciden en la pérdida de salud. Asimismo, hemos puesto en marcha acciones individuales y colectivas que facilitan a las mujeres explorar recursos propios y comunitarios para mantener e implementar su salud.
Cuando salí el hospital donde me formé, dejé de ver a las mujeres como pacientes, como enfermas, ya que en el Ayuntamiento nos hemos dedicado a la promoción de la salud, por lo que yo no veía en consulta a pacientes, sino a mujeres sanas. Mujeres que precisaban escucha sobre la vivencia de su sexualidad, información sobre las manifestaciones y los síntomas de los procesos fisiológicos de sus cuerpos; de los cambios cíclicos de la menstruación; de los cambios mamarios; de la menopausia y el climaterio; de la fertilidad, la gestación, el aborto; así como información, dispensación y revisión de métodos anticonceptivos para aquellas que mantenían relaciones heterosexuales coitales.
Mi experiencia estaba más en relación con procesos de salud, realizando revisiones ginecológicas, que con procesos de enfermedad; en el caso en que estas fuesen diagnosticadas, si eran procesos infecciosos severos o tumorales o que precisasen cirugía, entonces sí se convertían en pacientes, que yo derivaba a su hospital de referencia.
Podríamos decir que yo era su ginecóloga de cabecera, encargada de las revisiones de salud; de la promoción de la salud ginecológica y sexual; de la prevención de enfermedades como el cáncer de cuello uterino o el cáncer de mama; de los embarazos no deseados, de las infecciones de transmisión sexual. Mis conocimientos de la especialidad me permitían hacer diagnósticos, pues disponíamos de bastantes utensilios y pruebas, incluido un ecógrafo en consulta, para derivar en caso necesario a los diferentes servicios ginecológicos según las necesidades detectadas: cirugía ginecológica, consulta de mama, de infertilidad, seguimiento del embarazo, interrupción del embarazo, etc.
Además de con mis colegas ginecólogas, mi desarrollo personal y mi feminismo crecieron con mis compañeras del grupo Las Federicas Tejiendo Salud. Así nos denominamos un grupo de profesionales sociosanitarias, médicas, enfermeras, matronas, trabajadoras sociales y psicólogas. Durante años nos reunimos una vez al mes buscando respuestas a los problemas que nos encontramos cotidianamente en las consultas, que ni el sistema de salud ni las materias aprendidas en nuestra formación nos habían proporcionado. Hicimos seminarios de formación con mujeres feministas que aportaron sus conocimientos y miradas sobre la salud desde otros lugares que no eran los estrictamente biologicistas, sino que incorporaban a la salud determinantes culturales, sociales, de género y psicológicos, lo que conformaba un nuevo paradigma para interpretar los procesos de salud-enfermedad. Juntas