Cuentos Habbaassi III
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Estando en el campo un niño escuchó, cómo dos animales hablaban, y lo insólito es que eran, una cabra y un caracol, la primera la decía al segundo:
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Cuentos Habbaassi III - Juan Moisés De La Serna
LA CABRA Y EL CARACOL
Un alumno de las Escuelas del Conocimiento de HAB Y SSINIA (Etiopía), en su tercer curso, es enseñado a hacer cuentos para enseñar al pueblo cuando salga como Guía, y así entre los que practicaban allí, se han recogido los de aquellos que siendo niños llegaron a Grandes Maestros, uno de ellos es el siguiente, lo construyó un niño de ocho años.
Estando en el campo un niño escuchó, cómo dos animales hablaban, y lo insólito es que eran, una cabra y un caracol, la primera la decía al segundo:
―Mira soy más inteligente, tengo más cabeza, y tengo más cerebro, y me puedo alejar cuando viene un peligro, y tengo defensas ―Y movía la cabeza para enseñarlas.
El caracol parecía que no le hacía caso, y le dijo,
―No hace falta que grites, ni que hables, pues leo la mente de otros animales, y conozco todas tus habilidades, pero mira, ¿ sabes por qué mueren tan pocos caracoles a manos de animales?
Y la cabra respondió que no, a lo que el caracol le dijo,
―Porque leemos la mente y ponemos en su mente nuestros pensamientos.
―No tienes razón ―afirmó la cabra―, pues el ALTÍSIMO, SEÑOR DE LA VIDA, nos ha hecho más grandes, más fuertes, y además podemos comer de todo, y sirve mi carne, piel, leche y pelo, dime ¿qué ha ocurrido contigo?, ¿acaso nos dio todo los buenos a los animales superiores, y apenas dejo algo para vosotros?
El caracol, algo molesto por la insistencia de aquel animal, le dijo,
―Verás tan solo ves con los ojos que tienes, ves lo físico, nosotros vemos las energías; tan solo escuchas el ruido físico, nosotros mucho más, pues existen sonidos que no percibes. Vosotros os alimentáis de todo, pues estáis hechas para que no exista basura ni podredumbre, nosotros estamos hechos para cuidar a las plantas y nos alimentamos de ellas, pero también las protegemos de otros seres superiores como vosotros, mandándoos que las dejéis en paz.
EL CANGREJO PARLANCHÍN
En cierta ocasión en las orillas de una isla bañada por aguas cálidas, nació un cangrejo de gran tamaño y que al igual que sus hermanos lo primero que hizo cuando rompió el huevo fue ir a darse un baño, y sentir el agradable calor de las aguas donde lo hizo.
Este cangrejo tuvo que pasar por las circunstancias de aprender a sobrevivir entre los muchos peligros que había en aquella costa, de aquella isla bañada por aguas cálidas, y en este afán de sobrevivir aprendió lo cual lo incorporó para su especie en el futuro algo fundamental, a hablar con otros cangrejos y otros animales.
El hecho ocurrió de la forma siguiente, estando él dormido bajo el sol encima de una roca, por alguna circunstancia que podría ser el instinto de conservación, vio una sombra proveniente de las alturas que se dirigía hacia él y hacia sus hermanos que le rodeaba.
Así que para protegerse cerró sus pinzas y al mismo tiempo las abrió haciéndolas sonar, lo que dio lugar a que los demás se despertasen y rápidamente se pusieran a salvo introduciéndose en el agua, cosa que él mismo hizo también, y el pájaro que venía a por ellos se quedó sin presa ante aquella reacción del cangrejo.
Este hecho dio origen a que se repitiera en el futuro pues él mismo se dio cuenta del beneficio recibido ante los movimientos de sus pinzas y el ruido producido por estas, consiguiendo después de esta manera un primer lenguaje de aviso de uno de los miembros de esa comunidad de cangrejos.
Juan que es el nombre que le hemos dado hizo además otras cosas diferentes, como fue el hecho de que en un momento determinado en que apareció cerca del lugar donde estaba una hembra cangrejo, que según su propia opinión era bellísima, hizo unos movimientos elevando todo su cuerpo y trasladando hacia adelante y hacia atrás y al mismo tiempo producía ruidos con sus pinzas, aunque de tonos suaves y prolongados.
La joven hembra se vio impresionada por los movimientos de aquel cangrejo macho y por los ruidos agradables que producía y que hasta ahora no había visto en ninguno, obteniendo con ello la inclinación hacia aquel joven macho, nuestro Don Juan y considerando aquel como futuro padre de sus hijos cuando llegase el momento.
Este hecho de producir ruidos fuertes y mover las pinzas advirtiendo un peligro, y producir movimientos al mismo tiempo que originaba ruidos suaves y prolongados fue sin duda un adelanto importante en la evolución de la especie, y ese adelanto y un tercero que ahora os cuento fue la contribución de Juan aquella comunidad y al mundo entero.
El tercer adelanto fue el siguiente, su especie tenía por costumbre reunirse en grandes cantidades a la hora de buscar pareja, y con ello ocasionaba la atracción de grandes peligros, animales que sabedores de esa concentración aprovechaban que los instintos de apareamiento eran primordiales e incluso anteriores a los de la salvación del individuo, por ello también se reunían en grandes cantidades para alimentarse de aquellas comunidades de cangrejos.
Juan sin embargo que desde tiempo atrás había escogido la pareja y esta le había escogido él, también por un instinto especial se había alejado del lugar de concentración y había buscado un hueco en un lugar adecuado entre las rocas, y allí fue donde llevó a su compañera y donde tuvo lugar su apareamiento, con tranquilidad y sin los peligros que siempre había cuando ocurría este hecho.
Él transmitió a su genética estas tres variantes que hizo y repitió a lo largo de subida, que le permitió vivir más tiempo y en mejores condiciones que el resto de sus compañeros, y que a sus descendientes dejó convencidos de la inteligencia y refuerzo de su antepasado.
EL POLLITO CERDO
En un corral de una granja había