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Esto también es el Perú
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Libro electrónico264 páginas3 horas

Esto también es el Perú

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¿Esto también es el Perú?

Concebidos de manera independiente y sin ánimos, por ello mismo, de conformar un solo volumen orgánico, como ocurre con aquellos libros proyectados así a priori, son los presentes escritos, no obstante, textos que comparten una misma no siempre evidente característica: la de mostrar ese lado de la sociedad peruana a menudo no visible al común de las gentes -ya sea que estas se encuentren dentro o fuera del propio país-, aquella zona del Perú que, por obvias razones, no aparece en las más elementales guías de turismo ni, mucho menos, en los deslumbrantes catálogos de las más prestigiosas agencias de viaje.

El título del volumen, Esto también es el Perú, resulta, en tal sentido, de una crudeza chocante pero necesaria, sobre todo si de lo que se trata es de ir en consonancia con la clara intención desmitificadora del autor.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 nov 2019
ISBN9788417813949
Esto también es el Perú
Autor

Jorge Farid Gabino González

Jorge Farid Gabino González nació en Huánuco (Perú) en 1983. Licenciado en Educación en la Especialidad de Lengua y Literatura por la Universidad Nacional Hermilio Valdizán, ha seguido una maestría en investigación y docencia superior y cursa estudios de doctorado en Ciencias de la Educación, ambos en la misma universidad. Asimismo, es también alumno de la maestría en Integración e Innovación Educativa de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En lo laboral se ha desempeñado como especialista en comunicación en diversos programas de capacitación promovidos por el Ministerio de Educación desde 2008 hasta la fecha. Actualmente, ejecuta un proyecto de fomento de la lectura financiado por el Ministerio de Cultura. Es autor del estudio de voces malsonantes Disparatario de la lengua española (2015).

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    Esto también es el Perú - Jorge Farid Gabino González

    Esto también es el Perú

    Esto también es el Perú

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788417813468

    ISBN eBook: 9788417813949

    © del texto:

    Jorge Farid Gabino González

    © de esta edición:

    Caligrama, 2019

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A Jessy Hinostroza, quien, desde hace ya doce años me ve librar, y perder, mi cotidiana batalla con las palabras.

    Nota del editor

    Se reúnen en este libro, básicamente, aunque no solo, los artículos publicados por Jorge Gabino en el diario Ahora del Perú a lo largo de los últimos doce años; con la precisión de que la gran mayoría de ellos data del periodo que va de octubre de 2016 hasta abril de 2019. Así, con un total de sesenta y nueve columnas distribuidas en dos grandes bloques, de seis y cuatro apartados cada uno de ellos, desfilan por sus páginas temas al parecer tan opuestos y, a la vez, tan íntimamente relacionados entre sí, como, por ejemplo, la religión y la política; la igualdad de género y las tecnologías de la información y la comunicación; la prensa y la literatura; el fujimorismo y la educación.

    Concebidos, por tanto, de manera independiente y sin ánimos, por ello mismo, de conformar un solo volumen orgánico como ocurre con aquellos libros proyectados así a priori, son los presentes escritos, no obstante, textos que comparten una misma no siempre evidente característica: la de mostrar ese lado de la sociedad peruana a menudo no visible al común de las gentes —ya sea que estas se encuentren dentro o fuera del propio país—, aquella zona del Perú que, por obvias razones, no aparece en las más elementales guías de turismo ni, mucho menos, en los deslumbrantes catálogos de las más prestigiosas agencias de viaje. El título del volumen, Esto también es el Perú, resulta, en tal sentido, de una crudeza chocante pero necesaria, sobre todo si de lo que se trata es de ir en consonancia con la clara intención desmitificadora del autor.

    Conocido en todo el mundo por ser un país cuya milenaria historia, cuyos invaluables tesoros arqueológicos —y, entre estos, Machu Picchu por excelencia, desde luego— y, últimamente, cuya boyante gastronomía lo convierten en uno de los destinos turísticos más importantes de América Latina, el Perú que se nos muestra en estas páginas está, sin embargo, lejos de ser aquel lugar que se nos insiste en vender a través de los medios de comunicación; esto es, una nación donde, por ejemplo, se defiende a la mujer de los abusos que se cometen en su contra, independientemente de a qué se dedique esta, de quién sea esta. Pues, según denuncia el autor en uno de los artículos de la sección titulada «Entre el sexo y la religión», a raíz de lo revelado por el papa Francisco respecto de los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes en contra de religiosas, por estos lares casi nadie se habría dado por enterado de lo sucedido, ya que aquí «más fácil se indignan por que se patee a un perro en la calle. Si en el Perú hasta a los animales parece reconocérseles más derechos que a las monjas». Interrogándose, y con justa razón, «por qué, entonces, tanta indiferencia para con estas víctimas». Preguntándose, pero, sobre todo, preguntándonos: «¿No son iguales que las otras?, ¿o es que las monjas no son, acaso, tan igual de mujeres que quienes no visten los hábitos?». Para concluir con una verdad que por conocida no deja de ser menos ruda: «Por supuesto que lo son. Quienes las violaron lo saben perfectamente».

    El libro se estructura, como quedó dicho, en diez partes. La primera de ellas, «Las bellaquerías del fujimorismo», nos presenta las diferentes truhanerías cometidas por los integrantes del mencionado partido político, que tanto daño le hizo al Perú durante la década del noventa, y, de manera particular, las realizadas por su lideresa, la ahora presa heredera del tirano. Poniendo particular énfasis en el hecho paradójico de que «[…] el Perú, nos guste o no, nos cueste admitirlo o no, es en gran porcentaje fujimorista. Fujimorista asolapado, camuflado, hipócrita, pero fujimorista al fin y al cabo»; concluyendo, enfático: «Es nuestro peor defecto».

    La segunda, «Las varias caras de la política peruana», nos propone un viaje rápido pero ilustrativo por las diferentes facetas que según los tiempos y circunstancias ha ido adoptando la política en el Perú de los últimos años. Reflexionando, por ejemplo, acerca de por qué la gran mayoría de los congresistas elegidos por la población en las últimas décadas han resultado a cuál más impresentable que el anterior. Y concluyendo con que a lo mejor se deba a que por más que «es cierto que por mandato constitucional todos tenemos el derecho a elegir y ser elegidos, no menos cierto es, sin embargo, el que para ejercer las funciones que son propias de un congresista, se debería exigir, cuando menos, las más elementales credenciales académicas —haber, por ejemplo, pasado por la escuela—».

    La tercera, «Las dos caras de una misma moneda», nos muestra cómo personajes tan aparentemente opuestos en lo político, en lo social, en lo económico, como Donald Trump y Nicolás Maduro, pueden llegar a ser, hechas las sumas y las restas, tan, pero tan parecidos entre sí. Este, en lo que respecta a obligar a su gente a «abandonar sus casas y familias en busca de oportunidades laborales que su país hace mucho que dejó de ofrecérselas». Aquel, en lo que toca a hacer gala de su «odio hacia quienes no son como ellos», catalizando «las fobias, traumas y complejos que, como ha quedado demostrado, posee un gran porcentaje de estadounidenses».

    La cuarta, «Avatares de la prensa peruana», no solo pone sobre la mesa una realidad latinoamericana ampliamente practicada hoy en el país —aquella que tiene que ver con las presiones ejercidas por quienes ostentan el poder político para callar a los periodistas verdaderamente independientes—, sino que, además, nos recuerda que esta es una práctica de larga data en el Perú, por lo que habría que estar muy atentos a ella, para poder combatirla: «¿Ya olvidaron que tras el denominado autogolpe del 5 de abril perpetrado por el entonces presidente Alberto Fujimori, las fuerzas armadas tomaron las salas de redacción del diario La República, con el evidente objetivo de amordazar la libertad de expresión de uno de los más importantes medios de prensa escrita del país?».

    La quinta, «Entre el sexo y la religión», nos expone una de las relaciones más conflictivas que tanto ayer como hoy sigue generándole, sobre todo a la Iglesia católica, más de un dolor de cabeza. Esto es, violaciones a menores de edad y a religiosas, la mayoría de las cuales habría ocurrido, incluso, dentro de los propios claustros religiosos. Incidiendo en que, lamentablemente, «como era de esperarse y como no habrá de ser sorpresa para nadie, ninguno de los mencionados casos fue investigado ni mucho menos denunciado —ni en su momento ni después— por la santa madre Iglesia».

    La sexta, «Igualdad de género», pone el dedo en la llaga en el sentido de que cuestiona hasta qué punto los intereses particulares de ciertos grupúsculos de poder han llegado a distorsionar algo que, en principio, naturalmente, implicaba una lucha a todas luces legítima por la igualdad entre ambos sexos. A la par que se interroga: «¿Hasta cuándo seguiremos dando cabida a toda suerte de sandeces en nombre de la llamada igualdad de género? Amparados en la idea estúpida de que la opinión de todos tiene la misma valía y, por tanto, es merecedora de la atención de todo mundo, damos tribuna a cuanto desatinado, cretino o idiota le da por alzar la voz y decir esta boca es mía».

    La séptima, «La educación en el Perú», nos acerca a una de las realidades más sombrías que sobre el país se podrían plantear: la relacionada con la educación. Y sombría porque todo haría indicar que por aquí no es esta, como ocurre en otros países de la región, una de sus más urgentes prioridades. Las razones, desde luego, serían varias. Una de las cuales, por qué no, podría ser la siguiente: «Que el estudiante es la razón de ser de la educación en general, sea cual fuere su índole, está fuera de toda discusión. Que exista gente que aún no sea capaz de entenderlo así, lamentablemente, todavía más. Se la encuentra a cada paso. En el ministerio. En la casa. En la escuela. Son tantos que constituyen legión».

    La octava, «Tecnologías de la información y la comunicación», nos recuerda los enormes retos que todavía hay que superar en el Perú en materias, por ejemplo, como la conectividad y la alfabetización digital; brechas que en los tiempos en que vivimos se hace urgente reducir, entre otras muchas cosas, porque «resultan hoy indiscutibles los beneficios que brindan a la educación —al logro de aprendizajes, más bien— el uso de las TIC, que no querer verlos denota una evidente cerrazón mental, una más que palmaria obcecación del entendimiento».

    La novena, «El deterioro de la lengua», incide, entre otras cosas, sobre el inaceptable despropósito, lamentablemente cada vez más extendido en un gran número de hispanohablantes, de que la revalorización social de la mujer, esto es, su lucha por ser tratada en igualdad de condiciones con el hombre, implica también su «visibilización» a nivel de la lengua; olvidando quienes ello piensan que si bien esta es justa y necesaria, «no pasa por la perversión del idioma, que nos pertenece a todos por igual. No a los hombres ni, tampoco, a las mujeres. A todos».

    Finalmente, la décima, «De libros y literatura», nos invita a tener siempre presente que en literatura, y en casi todo lo que de alguna manera se relaciona con ella, no todo es lo que parece. Así, por ejemplo, se nos recuerda «que la literatura, y particularmente la prosa, no solo es susceptible de estudiarse bajo el ángulo de la tan mentada originalidad, sino también en virtud de las pocas veces valoradas coincidencias, de las casi siempre desconcertantes repeticiones, de las nunca vistas iluminadoras recurrencias». Para terminar afirmando, con absoluto conocimiento de causa, además, que «son estas, si bien se mira, las que durante siglos y siglos han venido imprimiendo al discurso narrativo esa suerte de ambiente conocido en que el lector, una vez que se sabe instalado en él, comienza a discurrir por la lectura con la seguridad que le brinda el saber que se mueve por terreno conocido».

    Y bueno, no estaría de más añadir que el presente libro, recopilación, como se dijo, de los artículos periodísticos publicados por Jorge Gabino a lo largo de los últimos años, es, también, una muestra importante del pensar, del reflexionar, del razonar de las nuevas generaciones de escritores peruanos, que desde distintos ámbitos vienen sumando en favor de que realidades como las aquí expuestas sean conocidas por cada vez más personas; puesto que estas, casi sobra decirlo, también forman parte del Perú. Puesto que Esto también es el Perú.

    PRIMERA PARTE

    Las bellaquerías

    del fujimorismo

    La verdad de sus mentiras

    Que los hijos, por el solo hecho de serlo, no son culpables de los errores —léase, sin eufemismos, delitos— cometidos por sus padres es una obvia y, por ello mismo, perogrulla verdad. No lo es menos, sin embargo, el que si aquellos, amén de solaparlos, justifican los crímenes de estos, a sabiendas de que lindan con procederes decididamente abyectos y de que de su oportuno desvelamiento podría llegar a depender la suerte de todo un país, son tan igual de culpables que sus progenitores. Por lo menos, desde el punto de vista moral, claro está. Es el caso de la ahora candidata de la fenecida dictadura, quien no solo ha demostrado tener una gran capacidad para decir las más pintorescas perogrulladas, sino que, encima, ha hecho del noble y sacrificado oficio de decir mentiras —tan caro en otros quehaceres y circunstancias— el modus operandi de su campaña por alcanzar, algún día entre los días, el sillón presidencial.

    Ella le miente al país cuando afirma que no sabía de los crímenes que se cometían en el gobierno de su padre. Sabía de ellos, sí. Tanto como que lo «políticamente correcto» era quedarse callada. Que fue ni más ni menos lo que hizo. Ese solo hecho, su indignante y asqueroso silencio, basta y sobra para hacerla corresponsable de un gran número de las bellaquerías cometidas por la dictadura que la invistió como primera dama. ¡Pero qué responsable va a ser, si ella no es responsable de nada! Hoy se apresura a deslindar cualquier tipo de responsabilidad, tanto moral como penal, bajo el argumento estulto de que quien gobernó fue su papi y no ella. Además, si papi, que fue el presidente, el hombre, ¡el man!, no se dio cuenta de lo que pasaba en sus narices, ¿cómo se le podría pedir a ella, pobre criatura del Señor, que sí lo hubiera hecho? Si será mala la gente. Como sea, hay una pregunta que cae por su propio peso: ¿dónde queda lo cacareado durante los días previos a la primera vuelta electoral de los comicios presidenciales de 2011?, ¿dónde, el tedioso pero revelador estribillo aquel de que «durante nuestro gobierno…, durante nuestro gobierno… y durante nuestro gobierno…»? Si el sonsonete de marras no la contradice, entonces ¿qué?

    Ella le miente al país cuando dice que ignoraba lo que su corrupto padre y su secuaz Montesinos hacían para perpetuarse en el poder, esto es, entre otras muchas pillerías, desaparecer a cuantos no comulgaran con sus retorcidas convicciones, institucionalizar el transfuguismo como ejercicio habitual y natural en la política o comprar los principales medios de comunicación para hacerlos bailar al ritmo del Baile del chino. Tendría que haber sido una completa idiota, que no lo es, para no percatarse de la podredumbre moral que caracterizó a toda la década del noventa, gracias al concurso infeliz de los arriba mencionados.

    Ella le miente al país cuando dizque se pelea con Vladimiro Montesinos. ¿Habrá alguien con dos dedos de frente que no advierta que solo se trata de una estrategia para quitarse de encima a una alimaña cuya siniestra sombra la podría opacar?

    Ella le miente al país cuando afirma que Martha Chávez no dijo lo que dijo cuando vociferó que los jueces que condenaron al dictador Fujimori tendrían que pagar por lo que hicieron.

    Ella le miente al país cuando jura que no indultará a su padre, sino que dejará que sea el Poder Judicial —comprado por la mafia, naturalmente— quien se rectifique y proclame la inocencia del ladrón y genocida.

    Ella le miente al país cuando señala que la de su padre no fue una dictadura, sino apenas un gobierno «un poco autoritario», pero solo un poco, eh.

    Ella le miente al país, y el calibre de su mentira hace que a uno le hierva la sangre, cuando afirma, con la mayor cara dura de la que alguna vez se haya tenido noticia, que el gobierno de su padre fue «el mejor gobierno de la historia del Perú».

    Ella le miente al país cuando pide perdón —misma Juan Pablo II cuando el 12 de marzo de 2000 le dio por pedir perdón por los crímenes de la Iglesia, después de haberse pasado casi todo su pontificado sin decir esta boca es mía, guardando un evidente silencio cómplice— por los delitos cometidos por su padre. Para santos y beatos, suficiente con los que nos clava la santa madre Iglesia.

    Ella le miente al país cuando afirma que el equipo de profesionales que la acompañaría en un eventual gobierno suyo, que Dios en su infinita misericordia no lo permita, son, sin excepción, gente proba e intachable desde todo punto de vista, cuando, en realidad, son, en su gran mayoría, los mismos personajillos siniestros que apañaron los latrocinios de su papá.

    En lo único en que no le miente al país, hay que reconocerlo, es en proclamar que un eventual gobierno suyo no sería un salto al vacío. Por supuesto que no, un eventual gobierno de la señora Fujimori no implicaría un salto al vacío, implicaría un salto a la inmundicia, el volver a sumergirnos en la más nauseabunda de las cloacas, aquella en que vivían a sus anchas, durante la década del noventa, los más viles engendros que ha visto nacer esta tierra, esta misma tierra que aún hoy guarda en sus entrañas los restos de miles y miles de peruanos desaparecidos durante la dictadura, de seguro que a la espera de que no se vuelva a insultar su memoria, de que no sean sus hijos, aquellos que dejaron huérfanos cuando apenas tenían uso de razón, quienes terminen votando por la heredera del verdugo de sus padres.

    15 de agosto de 2011

    Se les acabó la fiesta

    Ahora que medio mundo se ha pronunciado ya sobre el indulto al bandido Fujimori con que el presidente Kuczynski nos «obsequió» a los peruanos la víspera de Navidad; ahora que hemos podido asistir al patético espectáculo en que los impresentables herederos del trono, mismos gladiadores de circo romano, midieron sus fuerzas hasta casi sacarse los ojos por el control de la herencia partidaria; ahora que las viejas glorias del fujimorismo han salido de sus ratoneras para ponerse a las órdenes del jefe y comenzar a ensayar los pasos del nuevo Baile del chino; resulta inevitable preguntarse si entre tanta vacancia, si entre tanto indulto, si entre tanta marcha y contramarcha hay algo que se pueda sacar en limpio, algo que, al menos, pueda valer la pena en medio de tanta y tanta mierda. La respuesta, aunque

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