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Plata y bronces en la colección Bordonaro. Tomo II
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Libro electrónico743 páginas3 horas

Plata y bronces en la colección Bordonaro. Tomo II

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Segundo tomo de Plata y bronces en la colección Bordonaro.

La obra es un catálogo, en dos tomos, en el que se ordenan alfabéticamente y se estudian 225 objetos de plata y bronce, anteriores al año 1700, pertenecientes a la colección Bordonaro.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento9 jun 2021
ISBN9788418435386
Plata y bronces en la colección Bordonaro. Tomo II
Autor

César González Zamora

César González Zamora nace en Madrid, en 1940. Es investigador de Arte y Arqueología, poeta e ingeniero de caminos. Tiene publicados los siguientes libros: Fíbulas en la Carpetania (1999), Talaveras (2005), Talaveras Dos (2017) y, en imprenta, Plata y bronces en la Colección Bordonaro (2020). Es autor de numerosos trabajos sobre numismática hispana, arqueología, ceramología y arte de la plata, en diferentes revistas especializadas. Colabora asiduamente en Estudios de Platería: San Eloy, revista con carácter anual de la Universidad de Murcia.

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    Plata y bronces en la colección Bordonaro. Tomo II - César González Zamora

    Prólogo

    En el ocaso de mis andanzas como coleccionista, y aprovechando los ratos que me dejan libre aquellos que pretenden hacer mi existencia más larga, quiero dar a conocer los resultados de una de mis pasiones importantes: un conjunto de plata y bronces españoles que he ido formando a lo largo de los años. Razones, que no es el sitio para explicar, me llevaron a ponerle a esta colección el nombre de Bordonaro, un lugar siciliano donde aún transitaban los dioses hasta hace poco.

    Como ocurre con casi todas las pasiones vitales, esta ha sido profunda, obsesiva, generosa con mis satisfacciones y letal con mi fortuna. En cada nueva pieza adquirida, lo que menos me preocupó fue su colocación en las estanterías; lo impagable fueron las horas dedicadas a desentrañar su anatomía y su historia: quién la había encargado, dónde y quién la había hecho, quién la disfrutó, y cómo consiguió salvarse de la codicia y de la destrucción de los hombres.

    Llegué a la plata española de abajo a arriba, como coleccionista e investigador de la cerámica de Talavera, donde tantas de sus formas repitieron los modelos metálicos. Así, se decía de algunas piezas de barro: con hechura de las de plata…

    El conocimiento de la platería española a lo largo del tiempo ha ido creciendo exponencialmente a partir de los años ochenta del siglo xx. Un aluvión de publicaciones, tanto generales como específicas, permite conocer al estudioso, cada vez mejor, casi todo lo relativo a la pieza con la que se enfrenta. Pero, desde luego, queda mucho por saber. El proceso investigador continúa y, cada curso, se aportan nuevos trabajos que elevan el edificio del conocimiento. Los Estudios de Platería de San Eloy, publicados ininterrumpidamente desde el año 2001, son el mejor referente universitario a propósito de este sector de la historia del arte en España.

    Así que, habiendo leído a muchos de los que me han precedido con sus trabajos sobre platería, y habiendo sido ya aceptados por las autoridades competentes mis humildes y anteriores estudios sobre el asunto, procedo a embarcarme en esta obra, en la que soy menos juez que parte y más interesado que sabio.

    Los coleccionistas importantes dejan la publicación de sus obras en manos de prestigiosos profesionales, contribuyendo así a su garantía y revalorización. Alejándome de esa sensata postura, he optado por la de Juan Palomo, en una aparente y osada intención, que no lo es, de enmendarle la plana a los que cobran por sus conocimientos o por transmitirlos, y a los responsables de custodiar los tesoros patrios. Intrusismo profesional, pecado capital difícil de aparcar, que suele costar muy caro y que se paga con pena de ninguneos y soledades.

    Sin embargo, estoy convencido de que este trabajo aporta datos novedosos, obras originales, marcas desconocidas…, cosas que van a hacer crecer un poco el bagaje del conocimiento de nuestra platería. Y, siendo así, eso es lo que me redime y me paga las costas.

    No quiero terminar el corto preámbulo sin dedicarle unas líneas a los que, con su ayuda, han hecho posible esta obra. En primer lugar, a la mayoría de mis clientes, quienes, con su generosidad, se fueron dejando exprimir para que yo pudiera convertir su dinero en la presente colección. Después, a mi familia, que aceptó impertérrita que me gastara en plata lo que podía haber dedicado a otras cosas, y que soportó mis continuadas ausencias, metido, que he estado, en la placentera burbuja de mis estudios y de mis sueños: excusa perfecta como método de supervivencia. Luego, a los sabios a los que antes aludí, que me dejaron abonado el suelo con todos sus conocimientos y aportaciones. No citaré a los muchos curas que me han socorrido, mandándome fotos de piezas no publicadas, porque la lista sería larga, pero a todos les quedo muy obligado. Y, puestos a la Iglesia, todas las gracias a Dios Nuestro Señor, en cuyo nombre y para su gloria se fabricaron la mayoría de los objetos que aquí se van a ver; es el mismo Dios que disculpa nuestras miserias, que nos echa una mano cada día y que me está permitiendo ahora mismo escribir estas líneas, mientras intentamos sortear los asesinatos de los virus.

    Lector, perdona mis atrevimientos y los errores que pueda haber deslizado; considera, como atenuante, que no soy del gremio, y valora mi entusiasmo más que mi rigor.

    Muchas gracias,

    El autor

    Características de la colección

    La colección Bordonaro se formó en función de dos parámetros básicos: las inclinaciones estéticas del coleccionista y los imperativos del mercado.

    En el área de la platería, el adquirente manifestó un marcado gusto por los períodos de los Reyes Católicos y de los Austrias. Apenas cuenta con piezas del período borbónico, aparte de un conjunto de piezas madrileñas del siglo xviii. Cabe decir lo mismo en relación con las piezas de bronce. De manera que el grueso del conjunto está constituido por ejemplares de los siglos xvi y xvii.

    Habiéndose comenzado a formar la colección en el último cuarto del siglo pasado, las posibilidades ofrecidas por el mercado de antigüedades y las subastas nacionales e internacionales fueron bastante limitadas. Quiere decirse con ello que no cabe esperar la presencia de grandes obras como las que, afortunadamente, exhiben diferentes museos provinciales y diocesanos españoles. Pero esta limitación comercial se ha avivado, en ocasiones, al deshacerse antiguas colecciones privadas, o con motivo de repartos hereditarios, permitiendo algunos frutos extraordinarios.

    Otra característica es el origen de los objetos; con muy pocas excepciones, todos son españoles. Como piezas no ibéricas se anotan dos cruces, una friulana y otra veneciana de cristal de roca con guarnición local; un acetre y unas vinajeras sicilianas; dos portapaces venecianos; unas vinajeras novohispanas que se retuvieron por su marcaje excepcional, una de Guatemala y una pareja del Perú.

    Como ocurre con casi todas las colecciones de plata y de bronce españoles, la mayoría de las piezas anteriores al siglo xviii están relacionadas con la liturgia. La fundición masiva y sistemática de la platería antigua de uso civil ha negado la conservación de muchas tipologías, de las que solo se tiene noción a través de las descripciones de época o, en algunos casos, de la pintura. Valga, como ejemplo, el de los talleres, piezas imprescindibles en cualquier ajuar doméstico importante del siglo xvii, y donde, hasta el de origen madrileño que aquí se publica, solo se habían reconocido dos o tres ejemplares supervivientes.

    Algunas tipologías están representadas con excesiva reiteración; es el caso de los hostiarios de tipo burgalés, de las navetas barquiformes aragonesas y de las cajas para crismeras. Y, sin embargo, se echan de menos formas que no aparecen o que están débilmente representadas. Esta descompensación, que es habitual en casi todas las colecciones, nace, como puede suponerse, de las propias condiciones del mercado, el cual ofrece lo que encuentra, y no lo que desea.

    Contenido y ordenación de la obra

    De la colección Bordonaro, y para esta obra, se han excluido las piezas románicas y góticas lemosinas, o vinculadas a su técnica, ya que, aunque su soporte sea el cobre, quedan todas incluidas en el grupo de los esmaltes. Así, y con la excepción de dos incensarios de alta época y de una cruz del siglo xiv, los objetos presentados corresponden a los siglos xv-xvii. Como límite más moderno del conjunto, se ha fijado el año 1700, dada la escasa representatividad y el relativo interés de las piezas posteriores a ese año, presentes en la colección.

    Quedan también excluidas las pequeñas piezas de plata y bronce, de cualquier época, sean colgaderas —relicarios, medallas, cruces, terminales de rosario…— o de adorno personal —pasadores, broches, hebillas…—, al considerar que casi todos estos elementos pertenecen a la órbita de la joyería,¹ la cual, con independencia de los materiales base empleados, tiene una finalidad y características bien específicas, que escapan de lo que aquí nos va a ocupar. Tampoco son objeto de este trabajo los objetos de plata y bronce de carácter arqueológico² ni la numismática.

    Con ello, se publica un total de doscientos cincuenta y seis objetos, que se reducen a doscientas veinticinco fichas, al agruparse, en distintos casos, dos o más piezas por su naturaleza —parejas de candeleros, vinajeras y su bandeja, etc.—.

    Se ha optado por agrupar y ordenar los objetos en función de su nombre, desechando el método clasificatorio de hacerlo por centurias. Se ha obviado ese didáctico método de separar por siglos para, entre otras razones, no tropezar con el inconveniente de tantas piezas cuya cronología debe de cabalgar sobre el final de un siglo y el comienzo del siguiente, evitando así los equilibrios o argumentos forzados que se advierten en muchos textos, para situar ciertas obras en un lado u otro del límite entre siglos. En este trabajo se ordenan alfabéticamente los tipos de objeto y, eso sí, dentro de cada tipo la sucesión de las fichas es cronológica.

    Por criterios de manejabilidad, la obra se ha editado en dos volúmenes. El primero abarca las piezas cuyos nombres tienen como inicial una letra comprendida entre la A y la H inclusive; ahí se encuentran desde el acetre hasta los hostiarios. El segundo tomo reúne a los objetos con inicial entre la I y la V; y, por tanto, abarca desde los incensarios hasta las vinajeras.


    ¹ Ver una selección de joyería de la colección Bordonaro, de los siglos

    xvi

    y

    xvii

    , en el catálogo de la exposición «La moda española en el Siglo de Oro» (Museo de Santa Cruz de Toledo, 2015).

    ² González Zamora, C. (1999). Fíbulas en la Carpetania. Donde se cataloga la herencia de 458 fíbulas de bronce y plata, hoy en la colección Bordonaro.

    Catálogo

    17. Incensarios

    Ficha n.º 118

    17.1. Anónimo. 1150-1200

    Incensario de bronce moldeado, fundido, grabado y calado.

    ∅ máx.: 10,5 cm.

    ∅ pie: 3,0 cm.

    Altura (incluso remate tapa): 12,6 cm.

    Altura total (incluye cadena y anilla suspensión): 30,0 cm.

    ∅ anilla suspensión: 5,5 cm.

    Distancia entre picos de aves del cuerpo de suspensión: 8,0 cm.

    Peso: 532 g.

    Marcas: carece.

    Regular conservación.

    La forma de conjunto es esferoidal. El recipiente tiene forma de escudilla, con su anillo de apoyo, cuyo borde presenta dos líneas de triángulos equiláteros calados; soldados tres apliques, con perforación vertical, en el exterior del labio. La tapa, semiesférica, lleva abajo un friso de triángulos calados, entre dos baquetones en relieve; otros tres apliques soldados y perforados se superponen a los de la cazoleta; la superficie del casquete se decora con dos meridianos anchos y planos, en relieve y perpendiculares entre sí, disponiéndose, sobre cada uno de ellos, cuatro cilindros huecos; los cuatro cuartos de la semiesfera ofrecen una decoración simétrica y abstracta, de carácter vegetal, con ventanas triangulares caladas y líneas incisas. En el polo se levanta un remate cilíndrico y perforado en su extremo.

    Se conserva una cadena con cinco eslabones —tres, en forma de ocho—, que une la tapa del incensario con la anilla central del manípulo. Faltan las tres cadenas exteriores, cuyos extremos pasaban por las perforaciones de los apliques laterales del brasero y de su tapa. El manípulo, pendiente a su vez de una gran anilla, está formado por tres barras horizontales, de sección plano-convexa, coincidentes en el punto de su arranque; bajo este punto central, y bajo los extremos de las barras, están las anillas de suspensión de las cuatro cadenas; sobre esos puntos se levantan cuatro columnillas cilíndricas: la central remata en disco perforado en el que articula la gran anilla final, y las tres exteriores en cabezas de pájaro de abultado pico.

    El brasero presenta un borde muy frágil, donde la chapa de bronce —muy rica en cobre— ha adquirido una condición cristalizada y quebradiza, por la exposición reiterada al fuego del incienso quemado; lo que explica varias pérdidas de material en esa zona. La cadena subsistente parece la original, pero deben de faltar varios eslabones.

    El recipiente con su tapa es característico de los incensarios románicos. Aquí, la forma simplifica su perfil, prescindiendo del pie corto troncocónico que suele acompañar a los recipientes de este momento. Tampoco se eleva una linterna sobre la cúpula de la tapa, elemento que enriquecía frecuentemente la fisonomía de los incensarios románicos. Se puede decir que, salvando ciertas singularidades decorativas, esta pieza es lo más sencillo que cabe esperar, en cuanto a la base y su tapa, de un incensario de su época. En la tapa, llama la atención la originalidad de los cortos cilindros huecos, que remedan el engaste de piedras o cristales, que entendemos que nunca existieron; recurso estético curioso, al que no sabríamos ponerle lugar de origen, al acompañarse de calados triangulares y líneas incisas, dentro de un programa abstracto típico del románico, que podría razonarse en diferentes focos europeos.

    Sin embargo, la hispanidad del incensario se identifica en el manípulo. Las tres cabezas de pájaro pertenecen a la iconografía islámica medieval que, a través de telas y marfiles, contagió su estética a los reinos cristianos. Aves en bronce, de marcado pico como aquí, encontramos en el remate de un sahumador almorávide conservado en el Museo de la Alhambra,¹ en el candil califal «de las palomas», del Museo Arqueológico de Sevilla (n.º inv. ROD 2684), en un brasero almohade de la plaza de Chirinos (Museo Arqueológico de Córdoba, n.º inv. D0092/3), o en el sahumador califal del Instituto Valencia de Don Juan² (n.º inv. 3071).

    De «la conferencia de los pájaros» —capítulo 27, versículo 16 del Corán—, donde Salomón afirma conocer el lenguaje de las aves, derivó la historia persa de los treinta pájaros, supervivientes de un largo y penoso viaje, que al final se convierten en uno solo, Simorq (si, treinta en persa, morq, ‘pájaro’), metáfora del dios supremo, del Bienamado. «Simorq vuela sin moverse…., el fuego es su comida». Por ello, muchos utensilios del islam medieval en los que se encerraba el fuego —braseros, candiles, quemadores— se rodeaban de figuras de aves.

    Esta pieza fue exhibida y publicada³ en la exposición, celebrada en Burgos en 2007, «El Cid, del hombre a la leyenda». En la ficha correspondiente, no se describieron ni comentaron los elementos ornitomorfos del manípulo, que, como hemos visto arriba, son la parte más hispánica e interesante del incensario.


    ¹ Fernández-Puertas, A. (1979). Incensario de época almorávide. Miscelánea de Estudios Árabes e Islámicos, (25), 115-122.

    ² Elorza Guinea, J. C. (2007). El Cid, del hombre a la leyenda (p. 138).

    ³ Elorza Guinea, J. C. (2007). El Cid, del hombre a la leyenda (p. 151).

    Ficha n.º 119

    17.2. Anónimo. 1200-1250

    Incensario de bronce moldeado, fundido y calado.

    Altura: 14,5 cm.

    ∅ máx.: 8,3 cm.

    ∅ pie: 5,7 cm.

    Peso: 353 g.

    Marcas: carece.

    Regular conservación.

    Recipiente semiesférico, cortado por tres planos ortogonales, que presentan, junto a la boca, un cuarto de esfera en relieve y tres arandelas para paso de cadenas, que faltan. La tapa es un tronco de pirámide triangular con las aristas achaflanadas; los planos de estos chaflanes llevan, abajo, cuartos de esfera, esta vez perforados, análogos a los del cuenco, y a los que se sobreponen. Sobre este cuerpo se levanta una linterna, en forma de pirámide triangular, ahora más aguda, con sus aristas también achaflanadas con planos provistos de ventanas rectangulares. Todas las caras de la tapa presentan perforaciones circulares, dispuestas simétricamente. Finalmente, remata arriba con un vástago de sección rectangular, con orificio de suspensión. El pie es un tronco de pirámide hexagonal, de paredes cóncavas, sobre pestaña de apoyo convexa.

    El perfil global corresponde al de los incensarios góticos: pie poligonal marcado, de perfil cóncavo, y tapa piramidal con linterna apuntada. Este ejemplar ofrece características muy definidas, que se repiten en otros incensarios y que pertenecen, sin duda, al mismo taller; así, los cuartos de esfera salientes, junto a la boca, y la decoración de calados rectangulares o circulares diseñando una flor de seis pétalos. En la colección anterior, estaba clasificado como una obra catalana del siglo xiv: no hemos encontrado sus paralelos en Cataluña.

    El British Museum conserva un incensario casi idéntico, aunque de mayor tamaño y cuatro cadenas exteriores, en vez de tres; es el 1873. 0715.1 de su inventario; presenta todos los rasgos citados arriba, y está catalogado como pieza alemana de la primera mitad del siglo xiii. En el Metropolitan Museum hay otro ejemplar con idénticas características; también con cuatro cadenas, como el de Londres, pero con la base circular en vez de poligonal; se trata del MET 25.120.896 a,b; sin embargo, esta pieza se considera holandesa y del siglo xvi, ambas atribuciones con interrogante.

    Las dudas de la institución norteamericana se enmarcan en la reiteración de los modelos de incensarios góticos que, tanto en España como en los Países Bajos, se prodigan durante casi doscientos años. De ese modo, casi todos los ejemplares del MET, en bronce y con aspecto gótico, son atribuidos al sur de Holanda y al siglo xvi, eso sí, con dudas en todos los casos. Para el British, este grupo de incensarios no admite ambigüedades, considerándole plenamente medieval.

    Ficha n.º 120

    17.3. Cataluña, 1590-1620

    Incensario de plata moldeada, fundida, cincelada y calada.

    Altura (sin cadenas): 21,3 cm.

    Altura total (incluso manípulo): 64,0 cm.

    ∅ boca de la casca: 11,5 cm.

    ∅ base: 7,5 cm.

    Peso: 763 g.

    Marcas: carece.

    Muy buena conservación.

    La cazoleta, de sección circular y perfil en arco ultrapasado, reposa sobre pie, también circular, de perfil en ese y se adorna con grabado de ces carnosas y pequeños espejos; la boca es hexalobulada, presentando en su plano inferior las cabezas de las tres cadenas exteriores. La tapa ofrece tres cuerpos escalonados de carácter arquitectónico, coronados por una linterna; los dos cuerpos inferiores son hexagonales, y el superior, circular. En los cuerpos inferior y superior se abren galerías de arcos de herradura, rodeadas exteriormente por seis columnas abalaustradas; el cuerpo inferior se corona con friso de almenas. El cuerpo central queda rodeado por seis torrecillas cilíndricas de dos alturas, con sus paredes caladas por el mismo tipo de arcos; tres de estas torres rematan en chapitel y las otras carecen de tejado para permitir el enfilado de las cadenas. La linterna termina en una arandela que articula con la cadena central.

    El manípulo, semiesférico en su centro y con labio de perfil convexo, lleva adosado un medallón oval, en el que se advierte un escudo, entre cueros recortados, con un águila explayada sobre un agnusdéi.

    Las torrecillas, las ventanas caladas de herradura y las almenas propondrían una hechura tardo gótica, que no debería haber pasado de la primera mitad del siglo xvi. Incluso las columnatas abalaustradas corresponden al lenguaje renacentista que, tantas veces, se combina con elementos anteriores. Sin embargo, los pequeños espejos de la cazoleta y, en general, todo el programa decorativo de la misma pertenecen a lo que se ve en el tránsito del siglo xvi al xvii.

    Salvando el pie, que aquí abandona la forma poligonal y gótica de otros ejemplares, este incensario es muy próximo, y en algunos detalles idéntico, a otro conservado en el V&A Museum,⁴ para el que Oman propone un origen castellano o aragonés, y para el que identifica un ejemplar similar en el Museo de Artes Decorativas de Barcelona. En la provincia de Tarragona se identifican varios incensarios análogos⁵ —L’Almoster, Llorens del Penedés, Maspujols, Mora de Ebro, Rocafort de Queralt, catedral de Tarragona y Xerta—, casi todos con el pie circular, como el presente ejemplar, y datados a lo largo del siglo xvi. Finalmente, la colección Alorda-Derksen⁶ posee otra pieza análoga, con inscripción en catalán, fechada en

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