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Éxodo
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Libro electrónico347 páginas7 horas

Éxodo

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¿Has leído la Biblia y sentido que tienes dificultades para comprender lo que dice?

¿Las enseñanzas de la Biblia parecen demasiado alejadas de la vida cotidiana?
Pocas cosas son probadamente eficaces para expandir nuestros corazones y mentes, acercándonos Dios de la manera que lo hacen la reflexión tranquila y el estudio de la Biblia. Él nos dio esta revelación de sí mismo en sesenta y seis libros. Los libros de esta serie abrirán la Biblia entera en una forma práctica y fácil de entender. Más que una ayuda al estudio, los libros de esta serie están diseñados para ayudar a los lectores a ver lo que Dios revela sobre sí mismo en la Biblia.

Ud puede utilizar este libro en el culto personal y el tiempo de estudio. Las cuestiones a considerar y puntos para la oración al final de cada capítulo hacen que cada libro sea pertinente para la vida diaria y buenos iniciadores del debate en grupos de estudio bíblico. Al meditar sobre el mensaje de cada libro, usted encontrará su corazón y la mente concentrados en la adoración a Dios.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 nov 2021
ISBN9781005366940
Éxodo
Autor

F. Wayne Mac Leod

F. Wayne Mac Leod was born in Sydney Mines, Nova Scotia, Canada and received his education at Ontario Bible College, University of Waterloo and Ontario Theological Seminary. He was ordained at Hespeler Baptist Church, Cambridge, Ontario in 1991. He and his wife, Diane served as missionaries with the Africa Evangelical Fellowship (now merged with SIM) on the islands of Mauritius and Reunion in the Indian Ocean from 1985-1993 where he was involved in church development and leadership training. He is presently involved in a writing ministry and is a member of Action International Ministries.

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    Éxodo - F. Wayne Mac Leod

    Autor:

    La tradición le atribuye a Moisés la autoría de este libro, y hay un número de factores que apoyan esto. Según los detalles que se recogen en este libro, se hace obvio que el autor debía estar muy familiarizado con la huida de Israel desde Egipto y su tiempo en el desierto. Los eventos precisos que se encuentran registrados en el relato nos conducen a entender que la persona que escribió el libro estaba con Israel durante ese tiempo y que escribía a partir de su experiencia personal.

    Además de esto, Dios le ordenó a Moisés que escribiera los sucesos que tenían lugar durante la huida de Israel. Veamos lo que Dios le dice a Moisés en Éxodo 17:14 después que los amalecitas atacaran a Israel:

    Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.

    Dios también le ordenó a Moisés que escribiera las leyes que le estaba dando:

    Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (Éxodo 34:27)

    Deuteronomio 31:24-25 nos dice que Moisés obedeció lo que le dijo el Señor, y escribió las palabras de la ley hasta concluirse.

    Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová.

    Jesús, al citar los mandamientos registrados en el libro de Éxodo, dijo en Marcos 7:10:

    Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.

    Observemos que, aunque éstos eran mandamientos de Dios, Jesús nos dice que vinieron por medio de Moisés. Todos estos versículos apuntan a Moisés como el autor del libro.

    Trasfondo:

    Israel había permanecido en Egipto por cerca de 430 años. Durante la última parte de ese tiempo habían sido reducidos a la esclavitud y obligados a servir a Faraón y a su causa. Éxodo nos relata cómo Dios levantó a un hombre llamado Moisés para librar a Su pueblo de la esclavitud y organizarlo para que fueran una nación bajo Dios.

    Al pie del monte Sinaí el pueblo de Dios se encontraba dividido en familias (o tribus) y se les había dado un lugar central para la adoración. Se ordenaron también sacerdotes y levitas para que sirviesen como líderes espirituales; y una ley rectora fue escrita para que con los requisitos que Dios les pedía, fuesen una nación bajo Su liderazgo

    Importancia del libro para nuestros tiempos:

    El rescate de Israel para liberarlo de Egipto es un tema central en gran parte de las Escrituras. A menudo Dios le dice a Su pueblo que recuerden sus raíces en tierra egipcia y lo que Él había hecho para liberarlos.

    El libro tiene mucho que enseñarnos acerca de Dios. En él vemos que Dios es fiel a Sus promesas. Él le prometió a Abraham que haría de él una gran nación. Aunque esa promesa estuvo a prueba por unos 430 años, Dios fue fiel a Su palabra. Por amor a Su pueblo, la nación más poderosa de la tierra quedó reducida a nada. Vemos la infinidad de sus recursos al proveer alimentos y provisiones para más de dos millones de israelitas en el desierto. Nos encontramos cara a cara con Su santidad a medida que leemos acerca de su fuerte juicio contra el pecado y contra aquellos que se rebelaron en contra de Sus propósitos. Experimentamos Su majestad en el fuego y en la nube que descendieron sobre la montaña e hicieron temblar la tierra. Nos maravillamos ante Su paciencia ante un pueblo que, de manera tan rápida, cayó en rebelión y desobediencia. Éxodo nos presenta a Dios.

    Nos resulta de gran inspiración observar lo que Dios hizo por medio de Moisés y Aarón en este libro. Él tomó a dos hermanos comunes y los usó, a pesar de sus desaciertos, para liberar a Su pueblo. Por medio de estos hombres Dios derrotó el poder de naciones y desafió las leyes de la naturaleza. Por medio de sus oraciones ellos desviaron la ira santa de Dios y desataron la provisión celestial. Este libro nos exhorta a caminar valientemente en el poder del Dios de Moisés.

    Éxodo nos da una mayor apreciación de lo que el Señor Jesús vino a lograr. También vemos que, según los requerimientos de Dios, ninguno de nosotros jamás pudiera llegar a la altura de sus normas. Desde que la nación de Israel nació, fue obvia su incapacidad de guardar los requisitos que Dios les pedía. Lo que comenzó en el Sinaí se completaría en el Calvario y se expandiría hacia todo el mundo.

    1 - ISRAEL ESCLAVIZADO

    Leamos Éxodo 1:1-22

    Al comenzar nuestro estudio del libro de Éxodo debemos recordarnos del contexto. El pueblo de Israel había estado viviendo en Egipto. El pueblo de Dios gozaba de un favor especial en la tierra que se encontraba bajo el competente liderazgo de José.

    Cuando Israel llegó a Egipto huyendo de la hambruna de Canaán, su número era alrededor de setenta personas. Los versículos del 1-5 nos dan los nombres de los hijos de Israel que eran los líderes de sus familias. Con el tiempo, José y toda aquella generación que había llegado a Egipto murieron (versículo 6). Sin embargo, la bendición de Dios permaneció sobre la nación y aumentó su número. Observemos en el versículo 7 que ellos fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. Esta era una evidencia clara de la bendición de Dios sobre sus vidas.

    El comentario de Jamieson, Fausset y Brown nos dice que a los 60 años de la muerte de José hubo una revolución en la tierra de Egipto:

    Alrededor de unos sesenta años de la muerte de José tuvo lugar una revolución por medio de la cual la antigua dinastía fue derrocada, y el alto y bajo Egipto se unieron en un reino. (Jamieson, Robert; Fausset, A.R.; Brown, David, Commentary Critical and Explanatory on the Whole Bible [Comentario Crítico y Explicativo de Toda la Biblia], Laridian, 1871, Electronic edition) Comments on Exodus 1:8 [Cometario de Éxodo 1:8])

    Este fue un periodo bien agitado para la nación de Egipto. El nuevo rey que había llegado al poder por medio de aquella revolución no estaba familiarizado con la gran obra que había hecho José en la nación (versículo 8). Cuando el nuevo rey llegó al poder se percató de la presencia de los israelitas, y debido a que este era un tiempo de tensión política, quería hacer todo lo que estuviese a su alcance para asegurar su posición y la estabilidad de su gobierno. Él vio a los israelitas como una amenaza para él y su gobierno.

    Por temor a que los israelitas se sublevaran contra ellos y unieran fuerzas con sus enemigos, el rey colocó capataces sobre ellos (v. 11, LBLA). Observemos también en el versículo 10 que él temía que ellos salieran del país. Necesitamos recordar que la promesa de Dios para Israel era que ellos tendrían su propia tierra. Satanás conocía esto y haría todo lo posible para impedir el propósito de Dios.

    El nuevo rey pensó que lo mejor para él, en medio de aquel tiempo tan convulso, era hacer de los israelitas sus esclavos. Entonces le puso capataces, y los obligó a construir las ciudades de Pitón y Ramesés, las cuales usó para almacenar las riquezas de la nación (v.11). Esto fue un cambio radical para el pueblo de Dios que había disfrutado de bienestar y prosperidad en los días de José. Es muy probable que muchos se preguntaran por qué Dios había permitido que esto les sucediera.

    Observemos en el versículo 12 que, a pesar de los tiempos tan terribles que estaban pasando, Dios continuaba bendiciendo a Su pueblo. Mientras más los oprimían los egipcios, más se multiplicaban. Esto nos enseña algo muy importante. A veces, nuestro mayor crecimiento ocurre bajo opresión y dificultades. En verdad esto ha sido algo que he experimentado en mi propia vida. Dios va a permitir que ocurran problemas y sufrimientos para que podamos acercarnos más a él. En medio de nuestro dolor y nuestro sufrimiento Él nos otorga bendiciones especiales, y por medio de esos obstáculos que permite en nuestro camino salimos refinados y más fuertes.

    Percatémonos en el versículo 12 de la reacción de los egipcios ante las bendiciones de Dios sobre Su pueblo. Ellos llegaron a temerle a los israelitas. La palabra temer pudiera traducirse aquí también como alarmarse o perturbarse. En otras palabras, las bendiciones del Señor sobre los israelitas perturbaron a los egipcios y los alarmaron. Ellos no estaban seguros de cómo manejar lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo; y comenzaban a percatarse de que no estaban tratando con un pueblo cualquiera. En las vidas de los israelitas había un poder obrando que hacía que los egipcios tuvieran miedo. ¿Ven las personas en este tiempo que hay un poder obrando en nuestras vidas? ¿Existe evidencia de que la fortaleza y la bendición de Dios están presentes, aun en los tiempos difíciles?

    La única manera que los egipcios conocían para tratar a los israelitas era aumentando la opresión. Ellos les hicieron la vida más difícil aún, y los obligaron a trabajar más arduamente haciendo ladrillos y trabajos forzosos en las cosechas (v. 14).

    Estos esfuerzos para oprimir a los israelitas no les dio resultado. Éstos continuaron multiplicándose, por lo que el rey decidió que necesitaba hacer algo aún más drástico para disminuir el crecimiento de la población israelita. Les ordenó a las parteras que mataran a todos los niños varones que naciesen de las madres israelitas (v. 16).

    Aunque las parteras habían escuchado el decreto del rey, temían más a Dios que lo que temían al rey, y por lo tanto dejaron que los niños viviesen (v. 17). Aquellas parteras conocían el poder de Dios y tomaron una decisión. Ellas prefirieron arriesgar sus propias vidas desobedeciendo a Faraón antes que arriesgarse a experimentar la ira del Dios de Israel. Aunque Dios espera de nosotros que obedezcamos a las autoridades que ha puesto sobre nosotros, hay ocasiones en los que esas autoridades nos piden que hagamos cosas que son contrarias a la Palabra de Dios y Sus propósitos. En ese caso, debemos seguir el ejemplo de aquellas parteras y escoger lo que Dios nos dice por encima de lo que dicen nuestros gobernantes.

    Cuando el rey vio que le seguían naciendo niños varones a los israelitas, cuestionó a las parteras. A esto ellas respondieron que las mujeres hebreas (israelitas) eran más fuertes que las egipcias y que daban a luz antes que ellas llegaran a ayudarlas (v. 19).

    Podemos ver en el versículo 20 que el Señor fue bondadoso con las parteras porque tuvieron temor de Él y no obedecieron la orden del rey. Dios las bendijo con sus propias familias (v. 21). A pesar de los esfuerzos del rey para aniquilarlos, el pueblo de Israel siguió aumentando en número. Dios estaba demostrando que era más poderoso que el rey de Egipto.

    Faraón intensificó sus esfuerzos en cuanto al problema que tenía con los israelitas, y la amenaza que constituían para su pueblo egipcio. En el versículo 25 vemos que le ordenó a su pueblo que lanzaran al río Nilo a todos los niños varones de Israel. Es difícil imaginarse a un gobierno que dé permiso para que su gente arrebate a un niño de los brazos de su madre y lo mate ante la vista de todos. Aquellos eran días muy tenebrosos en Egipto. Detrás de esto vemos la mano de Satanás azotando al pueblo de Dios y tratando de destruirlo y oprimirlo.

    A menudo tratamos este pasaje desde la perspectiva de la opresión y la persecución. Sin embargo, este no es el enfoque central. Este capítulo trata de la bendición de Dios. Vemos que, a pesar de los esfuerzos de un rey cruel de oprimir al pueblo de Dios, el Señor continuaba bendiciéndoles y protegiéndoles. Mientras más fuerte arremetía el Faraón en contra del pueblo de Dios, más ellos se multiplicaban. Mientras más los oprimía Faraón, más Dios les bendecía. Sí, estos eran tiempos difíciles para el pueblo de Dios, pero también eran tiempos en los que Él se les acercaba y les revelaba Su presencia. La bendición de Dios era tan evidente en ellos, que los egipcios les temían.

    Este capítulo es muy importante por lo que nos enseña acerca de Dios y Su deseo de bendecirnos y de acercarse a Su pueblo. A menudo estamos tan atrapados con los problemas de la vida, que no podemos ver la mano de Dios bendiciéndonos. Dios estaba bendiciendo mucho a Israel durante aquel tiempo. Estoy convencido de que el enemigo estaba más consciente de eso que el propio pueblo de Dios. De hecho, los egipcios estaban temerosos debido a lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo. No permitamos que los problemas de la vida nos impidan ver las bendiciones que Dios nos da. Detengámonos por un momento a considerar la evidencia de Su mano sobre nosotros; agradezcámosle que, a pesar de las luchas que hemos tenido que enfrentar en la vida, Él siempre ha estado ahí para bendecirnos y protegernos.

    Para Meditar:

    *¿Están exentos los cristianos de ser perseguidos y oprimidos en este mundo pecaminoso? ¿Ha sufrido usted por ser cristiano? Explique.

    *¿Ha perdido de vista alguna vez las bendiciones de Dios? Explique.

    *Mientras más los egipcios oprimían a los israelitas, más aumentaba su número. ¿De qué manera los problemas que hemos tenido que enfrentar en la vida nos han ayudaron a crecer espiritualmente?

    *Los egipcios se preocuparon y alarmaron al ver lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo. ¿Mostramos la suficiente evidencia de la bendición de Dios en nuestras vidas, de tal manera que los enemigos de Dios se puedan percatar de ello?

    *¿Estamos enfrentando pruebas por estos días? ¿Nos está bendiciendo Dios a la vez? ¿Qué está haciendo Dios a través de las pruebas que enfrentamos en nuestras vidas?

    Para orar:

    *Pidamos perdón al Señor por las veces en que no fuimos capaces de ver Su mano de bendición en medio de las pruebas y las dificultades. Oremos para que abra nuestros ojos con el fin de que podamos ver Sus bendiciones.

    *Agradezcamos al Señor por usar las tribulaciones de la vida para fortalecernos y acercarnos más a Él.

    *Agradezcamos al Señor que no importa lo que nos pase, Él es más grande que el esfuerzo del enemigo por aplastarnos.

    2 - LOS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA DE MOISÉS

    Leamos Éxodo 2:1-25

    Vimos en el capítulo anterior que el nuevo rey de Egipto, temiendo que el pueblo de Israel se volviera contra él, les puso capataces crueles y los obligó a trabajar como esclavos. Debido a que ellos seguían prosperando, les ordenó a las parteras asesinar a los bebés varones que nacieran. Debido a que ellas temían al Señor, no obedecieron las órdenes del rey. Finalmente, debido a su frustración, Faraón le ordenó a su pueblo que lanzaran al río Nilo a todos los niños israelitas varones.

    En Éxodo 2:1 leemos acerca de una joven levita que dio a luz a un hijo varón. Por miedo a lo que pudiera pasar con él, ella lo mantuvo escondido tres meses. Sin embargo, llegó el tiempo en que ya no podía seguir ocultándolo. Si alguien lo descubría, se lo quitarían para lanzarlo al río Nilo. Es difícil imaginar el tipo de crueldad que arrebataría a un niño de los brazos de su amorosa madre para lanzarlo al río a que se ahogara. Esos fueron los días en que nació Moisés.

    Cuando aquella joven madre se percató de que ya no podía esconder más a su hijo en su casa, revistió una canasta con brea y asfalto para impermeabilizarla. Luego colocó al niño en la canasta y se ocultó entre los junquillos de la orilla del río. Es difícil decir lo que ella estaría pensando en ese momento. Ella sabía que solo sería cuestión de tiempo que su hijo fuera lanzado al río. Al colocarlo en el río, ella reconocía que aquel era su destino. Al construirle una cesta, ella estaba mostrando cuánto lo amaba y cuánto deseaba que viviera. El versículo 4 nos dice que la hermana de Moisés permaneció a lo lejos para ver qué iba a suceder con el niño.

    Mientras Moisés estaba en el río, la hija de Faraón fue allí a bañarse (v. 5). Mientras se bañaba, ella logró ver la cesta entre los junquillos, y les pidió a sus criados que se la alcanzaran. Cuando los sirvientes abrieron la cesta encontraron al pequeño dentro. El niño lloraba, y a pesar de que sabía que era hebreo, la hija de Faraón sintió compasión de él.

    Mirando de lejos, la hermana de Moisés vio lo que había sucedido. Entonces corrió a donde estaba la hija de Faraón y le preguntó si quería que ella le encontrara una mujer hebrea que se lo criara (v.7). La hija de Faraón estuvo de acuerdo, le entregó el niño a la hermana de Moisés y le dijo que encontrara a alguien que se lo criara. Ella incluso estuvo de acuerdo en pagarle a esa mujer por sus servicios. Fue de esta manera que Moisés fue regresado a su propia madre, quien lo crió en nombre de la hija de Faraón. Aquí vemos la maravillosa mano de Dios protegiendo a esta joven vida.

    En esta historia hay algunos detalles que necesitamos ver. En primer lugar, percatémonos primeramente de que Dios hizo lo que parecía imposible para la madre de Moisés. Ni remotamente ella hubiera soñado que su hijo sería protegido de aquella manera. Ella nunca hubiera podido planear tal liberación. Solo Dios podía hacer algo así. Él es el Dios de lo imposible.

    Observemos también el papel que desempeñaba la hermana de Moisés en esta historia. Mientras la madre de Moisés se lo encomendaba al Señor y se marchaba, su hermana miraba a los lejos para ver qué sucedería. Ya ella se encontraba lista en el momento en que la hija de faraón encontró la cesta; y a la vez tomó la iniciativa de hablarle a la hija de Faraón para buscar a alguien que se lo criara. Es cierto que Dios tenía un plan maravilloso para la madre de Moisés, pero el papel de la hermana también fue de vital importancia. Nos quedamos con la incógnita de qué hubiera sucedido de no haber ella estado presente en el momento exacto. ¿Quién hubiera criado a Moisés? ¿Su vida hubiera tomado un rumbo diferente? Aunque no tenemos las respuestas para estas preguntas, sí sabemos que lo que hizo la hermana de Moisés es un ejemplo para nosotros. Ella esperó desde lejos a ver qué sucedería, y estuvo lista para ser usada por Dios. ¿Lo estamos nosotros?

    La hermana y la madre de Moisés desempeñaron diferentes funciones. Su hermana no hubiese hecho lo que hizo si su madre no hubiera estado primero dispuesta a soltar a su hijo y a marcharse. A una le tocó rendirse y marcharse, a la otra quedarse y permanecer disponible. Un rol era tan importante como el otro; y el uno no hubiese podido llevarse a cabo sin el otro. Lo más importante para cada una de ellas era hacer lo que Dios le había puesto en su corazón que hiciesen.

    La hija de Faraón no se olvidó de Moisés. Cuando Moisés ya fue más grande lo buscó y lo crió como su hijo. Fue ella la que le puso el nombre de Moisés. El nombre de Moisés suena como la palabra hebrea que se usa para decir sacar.

    Moisés crecería en el hogar de la hija de Faraón con todos los privilegios de abundancia, educación, y comodidad, mientras sus hermanos vivían bajo la cruel opresión del pueblo que lo estaba criando.

    Observemos que Dios también le había designado a la hija de Faraón una función que debía desempeñar. ¿Por qué se interesaría ella en un bebé hebreo abandonado en el río? ¿Por qué se acordaría ella de él y le tendría tanta compasión hasta el punto de adoptarlo como a su propio hijo? Todo esto sucedió porque Dios le había puesto esa carga en su corazón. Ella no sabía que estaba criando al niño que luego llegaría a ser el instrumento que Dios usaría para liberar a Su pueblo.

    Cuando Moisés ya era grande, salió a ver qué estaba sucediendo con su pueblo. Él se percató de las aflicciones de éste. También vio cómo un egipcio golpeaba a un esclavo hebreo (v. 11). Lo que Moisés vio ese día le molestó muchísimo. Él miró a su alrededor para ver si había alguien observando, y entonces atacó y mató al egipcio por estar maltratando al esclavo. Luego enterró su cuerpo en la arena (v. 12). Hechos 7:23-25 nos dice que las intenciones de Moisés eran las de ser el libertador de su pueblo.

    23 Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24 Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. 25 Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así.

    A partir de esto entendemos que Dios también había puesto en el corazón de Moisés una carga por su pueblo. Su corazón seguía siendo hebreo a pesar de haber sido criado entre los lujos de Egipto. Desde muy temprana edad Moisés sintió el llamado de Dios para ser el libertador de Su pueblo.

    El versículo 13 nos cuenta que al día siguiente Moisés regresó y vio a dos hebreos peleando. Entonces se les acercó y les preguntó qué sucedía y por qué peleaban entre ellos. Moisés no se esperaba la respuesta que recibiría. Uno de ellos se volvió a Moisés y le dijo:

    ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? (Éxodo 2:14)

    La respuesta que le dio aquel hombre le mostró a Moisés que todo el campamento de los hebreos sabía lo que él había hecho al matar al egipcio. No pasaría mucho tiempo en que Faraón se enteraría de lo que había hecho. Esto significaba que Moisés iba a estar en serios problemas. Sin embargo, más que eso, la respuesta de aquel hebreo indicaba que no tenía respeto por Moisés y su liderazgo. Cuando aquel hombre le preguntó, ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?, estaba haciendo una afirmación. Él le estaba diciendo a Moisés que él lo consideraba su enemigo y que no estaba dispuesto a someterse a su liderazgo.

    Moisés tenía carga en su corazón por su pueblo. Quería ser su libertador. Él se encontraba en una posición en la que podía hacer algo desde el punto de vista humano, pero esa puerta se le cerró en su propia cara. El pueblo hebreo (su propio pueblo) no estaba listo para su liderazgo.

    Cuando Faraón escuchó lo que había sucedido, trató de matar a Moisés, y éste se vio obligado a huir de Egipto. Se fue a vivir a la tierra de Madián, a cientos de millas al oriente, en medio del desierto.

    Solo nos resta imaginar lo que Moisés estaba pensando cuando atravesaba el desierto hacia la tierra de Madián. En su corazón estaba el liberar a su pueblo, pero Dios le había cerrado las puertas. ¿Hemos experimentado alguna vez la muerte de una visión? Es muy probable que Moisés se sintiera decepcionado y confundido. Hasta este punto Moisés había confiado en su propia sabiduría y en sus propias fuerzas. Él creía que podía liberar al pueblo por medio de su influencia y su posición. Los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Él no estaba buscando la fuerza, la influencia ni la sabiduría humanas. Su plan era mucho más grande que cualquier cosa que Moisés hubiera imaginado o hecho con sus propias fuerzas.

    Lo que menos se imaginaba Moisés cuando se encontraba cruzando el desierto de Madián era que Dios en verdad lo estaba preparando para liberar a Su pueblo. El día llegaría en que Dios lo llamaría a guiar a Su pueblo a través de ese mismo desierto que ahora estaba cruzando. Dios no le explicó esto a Moisés, como casi nunca nos explica a nosotros las razones por la cuales estamos atravesando dificultades. Sin embargo, podemos estar seguros que en Su sabiduría no hay situación que Dios no use para enseñarnos y prepararnos en vista a sus más grandes propósitos. Muy a menudo protestamos por las cosas que nos acontecen; sin embargo, en vez de quejarnos, necesitamos ver que Dios está usando cada circunstancia para llevar acabo Sus propósitos.

    Al llegar a Madián, Moisés se sentó al lado de un pozo. En ese momento, siete hijas de un sacerdote de aquella región salían a buscar agua al pozo. Mientras ellas llenaban sus vasijas con agua vinieron unos pastores y comenzaron a echarlas del lugar. Al ver esto, Moisés vino al rescate y les dio de beber a sus rebaños (vv. 16-17). Esta es la segunda vez que vemos a Moisés luchando contra la injusticia. Todo parecía indicar que Moisés se inclinaba siempre hacia lo que era justo; y aunque esta pasión por la justicia necesitaba ser domada, esto era algo que Dios iba a usar en su vida.

    Cuando las muchachas regresaron a casa de su padre Reuel le contaron lo que había sucedido, y éste invitó a Moisés a que comiera en su casa. Más adelante Reuel le daría a Moisés a su hija Séfora como esposa (v. 21). Séfora le dio un hijo a Moisés, y le pusieron por nombre Gersón, porque era extranjero en la tierra de Madián. El nombre Gersón se pronuncia en hebreo como la palabra que se usa para decir extranjero allí. Moisés sabía que aquella no era su tierra.

    El rey de Egipto murió mientras Moisés vivía en Madián, e Israel seguía sumida en el sufrimiento de su esclavitud. Ellos clamaron a Dios para que los ayudara. Dios escuchó su clamor y recordó las promesas que le había hecho a Abraham, a Isaac y a Jacob. El versículo 25 nos dice que Dios miró a los Israelitas y los tuvo en cuenta (LBLA, NVI). Ahora tan solo sería cuestión de tiempo en que Dios se moviera a favor de ellos. Moisés jugaría aquí un importante papel a la hora de ministrar al pueblo de Dios.

    El tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Incluso, mientras los hijos de Israel gemían a Dios, Éste se encontraba preparando a Su siervo para que fuese su libertador. Cuando llegara el tiempo de Dios, Él llamaría a Moisés y lo enviaría de vuelta a su pueblo. Aunque en aquel momento presente Moisés no podía ver ni entender este propósito, Dios tenía el control total de la situación. Él estaba obrando para llevar a cabo sus propósitos en respuesta a las oraciones de

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