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La montaña del monstruo de fuego
La montaña del monstruo de fuego
La montaña del monstruo de fuego
Libro electrónico52 páginas26 minutos

La montaña del monstruo de fuego

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Un padre muy aficionado a la fantasía gracias a la herencia genética transmitida por su abuelo (un hombre de exuberante imaginación), le cuenta historias de ficción a su hijo. El niño tiene diez años y el progenitor, utiliza la literatura como un excelente vehículo para que su retoño disfrute de una enriquecedora distracción. Le va inculcando desde la infancia la afición por la lectura y que al mismo tiempo, eso le sirva para desarrollar al máximo su creatividad permitiéndole zambullirse en el mar del género fantástico y de aventuras, siguiendo así la tradición familiar.

El padre se sirve de libros que encierran conocidos y al mismo tiempo maravillosos títulos de autores clásicos, dirigidos a los más jóvenes lectores creando a partir de ellos sus propias historias.

Todo lo va utilizando buscando el objetivo de entretener al pequeño y al mismo tiempo emplea la literatura para que le sirva como una especie de método educativo multiusos. Intenta transmitirle a su hijo una serie de valores y consejos, que se mezclan con la trama de los relatos narrados y le habla entre otras cosas, de la solidaridad, de la lucha contra la injusticia, o del valor que tiene el diálogo porque permite el entendimiento pacífico entre las personas.

También le indica que se han de evitar ciertas actitudes negativas en el comportamiento que un ser humano ha de tener en su vida y entre otras

cosas que le pueden servir de ejemplo, le menciona como actitudes a evitar, la curiosidad malsana, presumir de lo que no se sabe o creerse siempre superior al prójimo. Además, le habla al niño como norma elemental de educación, de los buenos hábitos alimenticios e higiénicos y le recuerda en el caso de los primeros, las desventajas para la salud que supone el exceso de peso y en lo que se refiere a los segundos, que el aseo diario es algo que no debe de olvidar nunca.

La literatura le sirve al chico estimulando la capacidad que le permite desarrollar hechos inventados, como recurso ideal para aprender disfrutando. Al mismo tiempo, recibiendo provechosas recomendaciones que entre otras cosas le permiten descubrir aspectos negativos de la existencia, como la maldad humana y estar alerta contra ella, y también otras positivas, que le ayudan a potenciar al máximo el sentido del humor. Además de incorporar a todo lo dicho, el aprendizaje que supone descubrir a través de la lectura, nuevas palabras para ir añadiendo a su vocabulario, que no se suelen utilizar con frecuencia. También averiguar el significado de esa fuente inagotable de sabiduría que son los refranes, dándole a conocer algunos de ellos, y que al niño, con casi total seguridad, le servirán para ser utilizados como instructiva y eficaz herramienta que puede aplicar en determinados momentos de su vida de adulto.

IdiomaEspañol
EditorialFran Laviada
Fecha de lanzamiento23 oct 2021
ISBN9798201808778
La montaña del monstruo de fuego
Autor

Fran Laviada

Técnico Deportivo Superior y Entrenador. Especialista en Liderazgo y Motivación. Editor de contenidos digitales de ficción, no ficción y técnicos, Director de la Plataforma Impulso Estudio. Articulista y Escritor.

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    La montaña del monstruo de fuego - Fran Laviada

    Primera parte

    Un abuelo fantástico

    Si había un escritor por el que mi abuelo sentía auténtica devoción, ese sin duda era el francés Alejandro Dumas (1802-1870), al que no se debe confundir con su hijo, también escritor con el mismo nombre.

    El señor Dumas, fue el autor de una gran cantidad de novelas famosas, pero a mi abuelo, había tres títulos que siempre le entusiasmaron desde que los descubrió en su adolescencia y que había leído muchas veces, tantas, que según me contaba, ya había perdido la cuenta, aunque calculaba (con cierta exageración, algo a lo que sin duda era muy aficionado), que como mínimo veinte veces cada título.

    Y las novelas objeto de la devoción incontrolable del viejo eran:

    Los Tres Mosqueteros.

    El Conde de Montecristo.

    El Tulipán Negro.

    Era tal el entusiasmo que tenía por esas obras, que se sabía casi de memoria algunos capítulos completos. Era como si él, se hubiese transformado por obra y gracia de la literatura, en uno de aquellos míticos personajes. Y es que mi abuelo, era un hombre con una imaginación desbordante, tenía tanta, que se pasó casi toda su existencia viviendo en un mundo de completa fantasía, algo que se potenció cuando se casó con mi abuela, que tenía casi la misma capacidad de inventiva que su marido. Y como se suele decir, y en lo que respecta a aquel creativo matrimonio, se juntaron el hambre con las ganas de comer.

    El abuelo con frecuencia se iba de viaje a la Luna, como él decía, cuando quería olvidarse de todos sus problemas, que sin duda, eran muchos. El hombre tenía una pasmosa facilidad para meterse en líos, pero siempre guiado por su espíritu compasivo y solidario, que le hacía estar en todo

    momento disponible para ayudar a quien lo necesitara. Daba igual que fueran familiares, amigos, o personas desconocidas, hasta que un día se quedó en el satélite para siempre ya que jamás volvió a la Tierra.

    Se había vuelto majareta, ya que perdió por completo la razón, sin embargo, la locura le hizo vivir inmensamente feliz los últimos años de su vida. Así son las cosas que muchas veces les ocurren a los seres humanos.

    Aunque con relación a la supuesta chifladura del viejo, yo tengo

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