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Trotamundos: De nómada digital pionero al hombre más viajado del mundo
Trotamundos: De nómada digital pionero al hombre más viajado del mundo
Trotamundos: De nómada digital pionero al hombre más viajado del mundo
Libro electrónico289 páginas4 horas

Trotamundos: De nómada digital pionero al hombre más viajado del mundo

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Información de este libro electrónico

"En la era anterior al COVID-19, ser un trotamundos digital y llegar a todos los países del mundo parecía ser lo que estaba de moda, por lo que Ian ciertamente estaba marcando una tendencia" - Tony Wheeler, co-fundador de Lonely Planet
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_x000D_ Trotamundos - Una verdadera y asombrosa historia de dedicación, perseverancia e innovación de espíritu empresarial y vida alternativa. Un testimonio de cómo impulsar los límites de la curiosidad humana hacia nuevas fronteras.
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_x000D_ ¿Qué podrías aprender de más de veinte años dando vueltas alrededor del mundo, diecisiete de ellos sin parar como emprendedor digital saliendo adelante con su propio esfuerzo? ¿Cuánto podría cambiar tu vida al explorar todos los países del mundo, un total de 230 países, incluidos los 195 reconocidos por las Naciones Unidas? ¡Este es el relato de un viaje increíble con giros, vueltas y aventuras perpetuas! Diecisiete años viviendo y trabajando desde una mochila, teniendo solo lo esencial para vivir cómodamente, junto con una oficina en casa para financiar los viajes a través de la maravilla de los ingresos pasivos. La historia de cómo un hombre destinado a una prometedora carrera de ingeniería se vio preocupado por la posibilidad de vivir una carrera de ratas a través de la rutina de nueve a cinco, desencadenando sus instintos nómadas para elegir una vida donde dedicara todos los días de su existencia a vivir, respirar y experimentar la libertad, la aventura y el asombro.
_x000D_
_x000D_ Un testimonio inspirador de formas alternativas de vivir la vida fuera del camino marcado que siempre hemos conocido. Una reflexión sobre el nivel de libertad que uno puede disfrutar cuando nos concedemos el derecho de hacerlo. Una sed de conocimiento guiada por el deseo de encontrarse con conciudadanos del mundo, desde tribus hasta la realeza, desde Afganistán hasta Zimbabue, por tierra, mar y aire. Un viaje motivado por un solo deseo: descubrir lo desconocido y vivir cada día como si fuera el último.
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_x000D_ Renunciar a la seguridad y la comodidad de la civilización occidental no es precisamente lo más intuitivo. Esta es la historia de un soñador con pasión por los viajes que decide tirar su diploma de ingeniería recién ganado para arriesgar un camino extraordinario por la vida. El concepto de emprendimiento en línea aún era desconocido en ese momento, cuando este soñador decidió ser el pionero de un nuevo estilo de vida e ir “con todo” con una configuración nómada digital para financiar su amor por los viajes. Un viaje que lo guiaría de forma lenta pero segura a todos los países del mundo.
_x000D_
_x000D_ Un largo viaje que invariablemente traería consigo un catálogo de anécdotas jugosas e inesperadas. Su hábito de probar siempre el territorio y socializar en las situaciones más diversas lo llevó a infiltrarse en tribus en África, Oriente Medio y las Islas del Pacífico, unirse a las filas de las comunidades de surf en los mares más remotos e incluso compartir comidas con nómadas mongoles así como ministros afganos. Su estilo poco ortodoxo de viajar lo llevó a navegar por los siete mares desde buques de carga hasta yates, cruzando las fronteras internacionales a través de las selvas en motocicleta e incluso abordando trenes intercontinentales a través de decenas de miles de kilómetros, muchas veces enfrentándolo cara a cara con la realidad del mundo como a los horrores de la guerra en Siria, Yemen e Irak, mientras escapó de las manos del terrorismo en varias ocasiones.
_x000D_
_x000D_ Esta es la historia de un aventurero inquieto con entusiasmo por la vida.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 sept 2021
ISBN9789962137740
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    Trotamundos - Ian Boudreault

    CONTENIDO

    Prefacio

    1 - Territorio inexplorado

    2 - Aspirante a nómada

    3 - La Carrera de Ratas

    4 - El Nómada Digital

    5 - Viajes alrededor del mundo

    6 - Verano sin fin

    7 - Proyecto WorldWide

    8 - El Trotamundos digital

    9 - El Todopoderoso viaje a la gloria

    10 - El fin del mundo

    11 - Ahora y entonces

    Otros títulos de Ian Boudreaut

    Sobre el Autor

    Apéndice

    PREFACIO

    El mundo… ¡Hecho!

    Se siente fenomenal poder decirlo finalmente. De hecho, se me erizó la piel al escribirlo por primera vez. Pero compartir que he viajado a cada uno de los países del mundo, un total de 230 países incluyendo cada uno de los 195 reconocidos por las Naciones Unidas, no es el objetivo principal de este libro. Si así lo fuera, seguramente hubiera esperado hasta la última oración del capítulo final para decir esta frase de incalculable valor. En vez de eso, decidí sacarlo del medio lo más antes posible —al mismo principio del primer párrafo—. Esa es mi forma de romper el hielo con este tema. ¿Buena manera de empezar una conversación, verdad?

    Llegar a la cifra de 195 países no ha sido el final de mis aventuras, sino solo un mero hito en un compromiso sin fin y de por vida con el nomadismo. ¿Por qué, entonces, he estado contando en cuántos países he estado, si no es tan importante para mí? Simplemente porque provee una herramienta de medición, de la misma forma que el metro lo es para el sistema métrico. Esta no es una de esas historias de los autodenominados contadores de países, que ponen un pie en cada aeropuerto solo para correr al siguiente, tan rápido como pueden, con la idea de obtener un hermoso Récord Guinness. Si esa hubiera sido mi meta, no me habría detenido a explorar cada país durante casi veinte años, circulando alrededor del mundo sin parar, disfrutando del proceso, no solo de ver, sino de experimentar diferentes culturas y compartir tiempo valioso con personas de todo tipo. El verdadero corazón de esta historia recae en el viaje en sí mismo, desde las decisiones que me llevaron de ser un simple chico canadiense siguiendo la típica trayectoria preestablecida, a ser alguien que de pronto se negó a continuar por el camino fácil y, en su lugar, probó nuevas rutas, lejos del sendero más frecuentado. Ese momento clave me llevó a infinitos nuevos horizontes que con el tiempo me convirtieron en la persona que te presento hoy.

    Todo esto puede sonar emocionante, pero, lamentablemente para mí, no siempre ha sido color de rosa. Afortunadamente para mis lectores, esos baches y obstáculos inesperados en el camino me han dado una extensa colección de historias dramáticas y emocionantes que seguramente les acelerarán el corazón, más de una vez. De hecho, este libro se lee en su mayoría como ficción, aunque puedo garantizar que todo es completamente real.

    Cuando creé mi blog The Digital Globetrotter (El trotamundos digital), quería compartir con mis lectores dos nociones claves en las que me especializo y que me caracterizan como persona, las cuales se reflejan en este libro. En primer lugar, quería hablar sobre el concepto de ser nómada digital. Allá por 2005, ser pionero de este concepto era un riesgo. Cuando me fui por primera vez como nómada digital a tiempo completo, había muy pocas oportunidades de ganarse la vida en línea, especialmente sin ubicación permanente y viajando indefinidamente. Mi decisión no era tan fácil como seguir los pasos de un mentor en YouTube. ¡Esta plataforma ni siquiera existía en ese momento! Había que elegir deliberadamente ser un conejillo de Indias en un camino completamente nuevo, aprendiendo en base a prueba y error, y arriesgando una prometedora carrera de ingeniería por las incertidumbres de la vida en la carretera.

    En segundo lugar, The Digital Globetrotter era sobre el viajero mundial que soy. Teniendo finalmente las bases financieras para viajar sustentablemente, aseguradas por ingresos pasivos en línea, mi nueva libertad de movimiento me dio los medios para emprender un sueño de la infancia: el de llegar a las tierras más lejanas, de explorar con profundidad cada país de nuestro hermoso planeta y, con el tiempo, convertirme en el hombre que más ha viajado del mundo. Todavía estoy viviendo ese sueño, llenando más de diez pasaportes en el proceso y cruzando más de 2.000 fronteras internacionales, con el único objetivo de incorporar tantas experiencias emocionantes como pueda a mi vida diaria. Un estilo de vida que verdaderamente mata a la rutina, una aventura emocionante tras otra o, como me gusta llamarlo, mi verano sin fin.

    Ten la total seguridad de que este libro no ha sido escrito como una lista en la que menciono todos los países a los que he viajado. En cambio, busca abordar varios estilos de vida complejos con mi audiencia; empezando por cómo el elegir una forma de vivir alternativa puede ser fructífero para crear una existencia única, fuera de lo ordinario. Después de todo, ¡solo tenemos una oportunidad en la vida, así que mejor aprovecharla! Este libro no es de autoayuda, pero seguramente incluye mi famoso estilo de guía en la narrativa que he utilizado por tantos años, ya sea en persona o a través de mi blog, para ayudar a la gente a dar el salto a este extraordinario estilo de vida. Desde el principio, me he hecho a mí mismo el sujeto principal de experimentos al transitar los obstáculos que esta forma de vivir me ha traído. Finalmente, estoy listo para compartir todo lo que sé con mi audiencia a través de los relatos de este increíble viaje.

    ¿Qué puede aprender uno de vivir casi veinte años en la carretera, de un montaje minimalista, viviendo de una sola maleta? Esta historia demostrará cómo el mantener las cosas simples y enfocarse en el lado humano de la vida puede crear encuentros fascinantes regularmente, sin importar dónde se encuentre uno en el mundo.

    EL AUTOR.

    Rio de Janeiro, 2021

    1

    TERRITORIO INEXPLORADO

    (2013)

    —¡Esto es África!— me gritó el conductor del taxi colectivo, como si esa fuera una respuesta suficiente para explicar por qué no había servicio disponible hacia la frontera de Guinea ese día.

    Esas tres palabras me generaban una oleada de déjà vu. Habiendo atravesado veintiocho países solamente en el continente africano, cada uno de ellos había tenido el hábito de utilizar constantemente la misma expresión. Una frase tan simple, pero sin embargo tan poderosa. Parecía tener la habilidad de resolver cualquier problema, disolviendo asuntos de cualquier tipo, reduciéndolos hasta la insignificancia. Para entonces, yo ya había aprendido que cuando la gran esto es África era utilizada, uno debía de aceptarla como la solución legítima a cualquier problema, y contestar en consecuencia con un simple Ah, cierto, y seguir adelante. Esto es lo que yo amaba de este continente: los perpetuos retos y la persistente solución de problemas.

    Como ingeniero he sido debidamente formado por mi universidad en Canadá para resolver cualquier tipo de problemas, sin importar la circunstancia. Una habilidad que hasta ahora me había ayudado a abrirme camino en más del setenta por ciento de países del mundo. Aquellos que han viajado estarán de acuerdo que ningún título universitario te puede preparar para el transporte público entre ciudades en África. Debes padecerlo para comprenderlo. Especialmente, ya que menos del cincuenta por ciento de sus países esperan recibir turistas, por tanto tienen poca infraestructura para ellos, si es que tienen alguna. La mayoría están solamente adaptados a los soldados de las Naciones Unidas y trabajadores de organizaciones no gubernamentales, a las cuales siempre se asumió que yo pertenecía. Muchos africanos que conocí en el camino tuvieron dificultad para entender exactamente por qué un viajero como yo desearía visitar su país. No tenían ni idea de que superar desafíos como estos era la esencia que hacía atractivas mis aventuras africanas.

    Sin embargo, todavía no había encontrado la solución a un problema urgente. Necesitaba imperativamente encontrar una salida de Guinea-Bisáu para alcanzar mi próximo destino según lo programado. Esta vez era Conakri, en la vecina República de Guinea. El país era, junto con Guinea-Bisáu, uno de los más pobres del mundo. Se me estaba acabando el tiempo, solo faltaban unos días para Navidad y no quería quedarme atrapado en Guinea-Bisáu. Si esperaba más tiempo, podría poner en peligro mi viaje a una de las playas paradisíacas llamada River No.2 en Sierra Leona. Aparentemente era uno de los secretos mejor guardados en África y se me había prometido un infinito suministro de langosta a cambio de unos centavos.

    Era el lugar perfecto para olvidar la soledad de pasar otra Navidad solo, lejos de mi familia y en uno de los lugares más remotos de la tierra. El otro objetivo era continuar mi viaje (por tierra) a través de Liberia para llegar a la Costa de Marfil para el Año Nuevo, donde me esperaba un amigo. Tenía la mejor oportunidad para proveerme de buena compañía y celebrar el inicio de un nuevo año en todo su esplendor.

    Aparentemente, no iba a haber ningún taxi colectivo en un futuro cercano debido a huelgas y bloqueos en el camino a la ciudad de Gabú, cerca de la frontera. Para mí, esto no era nada inusual. Definitivamente no era una razón válida para evitar viajar por la carretera principal del país, ya que los bloqueos y huelgas son muy comunes en toda África.

    A juzgar por el tono de su voz, sabía que no me estaba engañando con una estrategia para subirme el precio cuando refunfuñó:

    —Alguna protesta contra el gobierno de nuevo.

    Era diciembre de 2013. Los tiempos eran difíciles en Guinea-Bisáu. El país estaba en medio de inestabilidad política tras el golpe militar del General Kuruma el año anterior. Fue internacionalmente conocido como el golpe militar de la cocaína, ya que se creía ampliamente que se había orquestado para facilitar la narcoeconomía. El país intentaba desesperadamente asegurar su papel como intermediario para el tránsito de drogas entre América Latina y Europa.

    En aquel momento, Guinea-Bisáu era el peor narcoestado en África. El sesenta por ciento de toda la cocaína encontrada en Europa transitaba a través de aquel pequeño país de África Occidental. Era fácil entender cómo cualquier persona en el poder podía beneficiarse de ese dinero. Lo único que realmente me afectó como viajero fue la corrupción generalizada de cualquier persona con uniforme; tenía que tener a mano dinero para sobornos en todo momento, solo por si acaso.

    Ahora estaba atrapado. Solamente había dos rutas oficiales a Guinea. La primera se había cerrado durante la temporada de lluvias. La segunda era la que estaba en discusión, que ahora estaba bloqueada por huelgas, e incluso si no hubiera huelgas, era sabido por muchos que era el peor camino en África (y probablemente en todo el mundo). El viaje de Bisáu a Conakri era un recorrido de 700 kilómetros que se hacía comúnmente en transporte público y que, en el mejor de los casos, duraba tres días. La horrible carretera semiasfaltada estaba llena de baches, sin mencionar los bloqueos de policías corruptos aproximadamente cada veinte kilómetros, y los innumerables reportes de ladrones de carreteras. Todo esto aunado a la comodidad de ser aplastado dentro de un automóvil de once pasajeros.

    La información de mi guía desactualizada no era mucha, pero al menos era clara. Iba un poco así:

    Planifica tres días para hacer el viaje. Día uno, toma un taxi colectivo desde Bisáu a Gabú, cruza la frontera y duerme en Koundara, planifica todo el día para completar cien kilómetros aproximadamente, si es que las condiciones del clima son buenas. Al día siguiente, toma otro taxi de Koundara a Labé, otro día completo de viaje. Finalmente, al tercer día, toma el último taxi colectivo a Conakri.

    Era dolorosamente lento, pero era el mejor de los escenarios si todo salía bien. Los viejos taxis Peugeot 504 también eran conocidos como siete plazas, un nombre que estaba destinado a designar el límite de pasajeros. En Guinea-Bisáu, milagrosamente lograron sentar a once. Metieron a dos pasajeros en el asiento delantero, tres en el asiento trasero, tres en el maletero y dos en el techo. Sobra decir que el nivel de comodidad era nulo y hacía que esta opción de transporte fuera muy poco atractiva.

    * * *

    Sintiéndome exasperado por los eventos, regresé a mi habitación de hotel para procesar todo. La lluvia caía del cielo, un recordatorio de que la temporada de monzones no estaba de acuerdo al programa este año, lo que significaba caminos en malas condiciones para mi viaje en curso a través del África subsahariana. Escuché la lluvia contra el delgado techo de hojalata de mi pequeña habitación de hotel, por la que pagaba setenta dólares por noche, gracias a la presencia de la ONU que inflaba los precios de los hoteles por todo el continente.

    Además de eso, no tenía internet. De hecho, parecía que no había internet en todo el país. ¿Cómo podría manejar mi negocio en línea sin una conexión? Tenía sitios web que fácilmente podrían desconectarse y eso me estaba poniendo nervioso. No tendría forma de rescatarlos, poniendo en peligro mi estilo de vida de nómada digital. Después de todo, ¿qué es un nómada digital sin internet? Solo un nómada, y esa era otra razón para abandonar el país lo antes posible.

    Volar estaba fuera de discusión, ya que la mayoría de los vuelos habían sido suspendidos días antes de mi visita. Una crisis se había desencadenado cuando las autoridades amenazaron a la tripulación de una aerolínea, obligándolos a abordar a setenta y cuatro refugiados sirios. Este era el estilo para lidiar con los problemas de Guinea-Bisáu. Además, volar nunca había sido una opción para mí, ya que yo siempre había sido un viajero aventurero, no solamente uno de esos cuenta países que vuelan a todas las capitales del mundo sin apenas salir del aeropuerto. Para entonces, yo ya había cruzado el continente africano por tierra dos veces, una vez en el este, desde Uganda hasta Sudáfrica en el 2008, la otra en el oeste, desde Marruecos hasta Camerún en el 2010, y una vez más estaba comprometido a continuar mi viaje por tierra.

    Regresar a Senegal era la última opción del menú. Dado que dar marcha atrás sobre la misma ruta siempre había sido una alternativa que temía, no iba ni a considerarlo. Retroceder habría sido una gran derrota en mi mente. No había cruzado 141 de los 195 países del mundo para rendirme súbitamente y retroceder. ¡De ninguna manera! Esa no era la manera en la que había aprendido a vivir mi vida. Había una forma en que siempre lo había hecho, sin importar lo que costase, y era continuar hacia adelante; sin importar lo mucho que tenía que luchar para vencer todos los obstáculos que se interponían en mi camino. Había experimentado una innumerable cantidad de contratiempos a lo largo de mi vida y siempre luché para superarlos, siguiendo siempre hacia adelante.

    La decisión era bastante clara para mí. Tenía que regresar y negociar una salida de esta miserable situación. Tenía que convencer a este taxista para que me llevara a la frontera, independientemente de lo que encontráramos en el camino. De inmediato hice las maletas, dejé la habitación de mi horrendo hotel y regresé caminando a la parada de taxis, sabiendo que esta vez no habría vuelta atrás. Iba a hacer que funcionase, incluso si me costaba todo el dinero de mis cenas de los próximos días para poder incrementar mi propuesta. En el peor de los escenarios, podía hacer dedo o ir a pie. De cualquier forma, encontraría una solución para superar esto.

    * * *

    El conductor seguía allí, esta vez lidiando con lo que parecía ser una escena caótica de otros pasajeros quienes también buscaban viajar. Gracias a la habilidad para hablar portugués, que había adquirido mientras vivía en Brasil como nómada digital, ahora podía negociar con los guineanos locales. Esto habría resultado imposible en inglés e invariablemente se habría traducido en una derrota definitiva.

    —Incluso si me pagases más, tendríamos que llenar el auto con otros pasajeros que estarían dispuestos a correr el riesgo, —me dijo el infame conductor. — A menos que pagues los once asientos en el automóvil, no hay forma de que salgas del país hoy a menos que regreses al norte a Senegal o que tomes el camino de tierra a través de la selva en el sur.

    Eso era exactamente lo que necesitaba, otra solución fuera de lo común.

    —¿A través de la jungla? ¿En serio? —respondí.

    —No, estaba bromeando— respondió, agregando:— Incluso si pudieras atravesar la jungla con los caminos de tierra y de agua, los caníbales te comerían sin duda.— Se encogió de hombros, su expresión decía lo suficiente de su sarcasmo, por si su tono no lo hacía por sí mismo.

    —Caníbales, ¿eh?

    Estaba bromeando una vez más, pero había resonado como un martillo en mi mente. En ese momento, me imaginé en esos dibujos animados para niños que había visto en la televisión de los Looney Toons llamado Jungle Jitters. Me imaginaba sentado en una gran olla sobre una fogata en medio de la jungla guineana con caníbales bailando a mi alrededor, mientras hervía a fuego lento ¡con un tomate en la boca! Afortunadamente, solamente era mi imaginación gastándome una broma. No se habían reportado caníbales en la región, los únicos estaban alrededor de Liberia, que estaba a unos 400 km al sur. Preferí creer que nunca se había descubierto ninguno.

    Entonces recordé haber leído sobre la historia de Guinea-Bisáu, que manifestaba que muy poco se sabía de las áreas de jungla al interior del país. De hecho, a pesar de que los colonizadores portugueses dominaron el país durante cientos de años teniendo puestos comerciales desde el siglo XVI, no fue sino hasta el siglo XIX que finalmente consideraron explorar por primera vez algunas áreas del interior a través de la amplia red de vías de navegación. Los gobernantes africanos locales eran los que estaban a cargo del comercio africano en el área y no permitían que los portugueses se movieran libremente en ningún lugar con excepción de dos ciudades: Bisáu y Cacheu. Las selvas del sur de Guinea-Bisáu quedaron en gran medida como territorio salvaje e inexplorado incluso hasta hoy en día.

    Mientras seguía intentando descifrar cómo podría convencer al conductor de que me llevara a la frontera, un hombre milagrosamente se manifestó de entre la multitud y gritó:

    —¡Yo puedo ayudarte! Tengo un hermano que podría llevarte a Conakri a través de la jungla en moto en solamente dos días.

    Esta vez, no salió como otra de sus bromas, y aunque sonaba a locura, lo tomé en serio inmediatamente.

    —¿En serio? ¿Pero cómo? ¿Y cuánto sería? —exclamé: —¿Puede la moto llevarnos a los dos con todo y mis dos mochilas grandes?

    —Por supuesto. Yo puedo fácilmente llevar a mi esposa y mis tres hijos en mi moto, así que no hay problema —me aseguró.

    En el lapso de quince minutos, él llamó a su hermano Paulo y le dijo que llegara a negociar un acuerdo para llevarme a través de la jungla guineana. ¡El plan, que de hecho no era un plan en absoluto, era en realidad horrible! Parecía más bien un arreglo desesperado como último recurso. Básicamente, la idea era montar en la parte trasera de una vieja motocicleta japonesa de 100cc con mi mochila de veinte kilos colocada entre sus manubrios, mientras yo cargaría mi mochila de oficina de diez kilogramos en mi espalda conteniendo mi ordenador. Luego emprenderíamos el viaje de 250 km a través de los matorrales, atravesando algunos ríos y lagos en el camino para cruzar la frontera y, con suerte, llegar a Boké del lado guineano antes del anochecer. Me dijo que la ventaja de ir por ese camino era que si algunos caminos estaban bloqueados por deslizamientos de tierra o bloqueos de ríos, había otros en la jungla hechos por los lugareños para conectar las diferentes aldeas como rutas alternativas. Una muy mala idea, me dirías si hubiera tratado de convencerte de que aceptaras este plan. Considerando las circunstancias, ¡este era el mejor plan que se me había presentado en años!

    El riesgo era sustancial. Con los reportes crecientes de ladrones de carreteras en el país, estaba poniendo mi confianza en estos hombres que acababa de conocer. Fácilmente podría haber sido secuestrado en medio de la jungla y mis pertenencias hubieran sido robadas sin ninguna posibilidad de que alguien volviera a saber de mí. Me hubiera perdido para siempre en medio de una jungla, tierra de nadie en un narcoestado. Lo que era sorprendente para mí era que este tipo de situación era completamente nueva en mis aventuras de viaje. Aquí estaba, considerando ir hacia la carretera abierta, lejos de los caminos principales, en áreas de este planeta que posiblemente nunca antes habían sido visitadas por ningún otro occidental.

    Ni siquiera por los colonizadores portugueses que tuvieron presencia en el país durante cuatro siglos. Irónicamente, solamente unas semanas antes, había sido contactado por un periodista de uno de los periódicos más grandes de Canadá para participar en una serie de artículos acerca de los mejores viajeros franco-canadienses de la historia. Me habían posicionado en segundo lugar entre más de 300 candidatos. Con mis 147 países visitados al momento de la publicación unos meses más tarde, eso representaba alrededor de tres cuartos de los países del planeta. Si no hubiera sido por el artículo que me había obligado a cuantificar el número de países en los que había estado, nunca habría sabido exactamente cuántos países había visitado hasta ahora. Sin duda había contemplado convertirme en el hombre que más ha viajado, pero era incalculable y mi objetivo era principalmente recorrer la mayor cantidad de caminos posibles, conocer tantas personas como pudiera y así aprender tantas cosas como fuera posible aprender. Esa era mi mentalidad y lo había hecho sin parar durante los últimos diez años.

    Contar países no era realmente lo mío. Si fuera el único objetivo, podría haber completado los 195 países del mundo en dos años, como algunos ya lo han hecho llegando a cada aeropuerto. Pero, ¿qué sentido tiene llenar una biblioteca completa de 195 libros si nunca se leen? Definitivamente, se ve bien tener una biblioteca llena de libros, pero

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