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Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?!: Entrevistas Y Mucho Más Coinciden En Una Respuesta En Común
Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?!: Entrevistas Y Mucho Más Coinciden En Una Respuesta En Común
Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?!: Entrevistas Y Mucho Más Coinciden En Una Respuesta En Común
Libro electrónico206 páginas2 horas

Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?!: Entrevistas Y Mucho Más Coinciden En Una Respuesta En Común

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Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?! Para la mayoría de las personas, la última palabra la deben tener los jueces, los presidentes, las leyes, los doctores. Los padres sobre los hijos, una de las partes de una relación amorosa sobre la otra. Los líderes religiosos sobre los feligreses, los hombres o las mujeres sobre el género opuesto. Los maestros sobre los estudiantes, los jefes sobre sus subordinados. Los bancos sobre los clientes, las distintas instituciones, como universidad, comercios y otras en la sociedad, sobre los consumidores, clientes o integrantes. Estas por mencionar solo algunas. En última instancia, usted misma sobre su ser o circunstancia que la rodee.

Cuando nos referimos a la última palabra, es para mencionar una respuesta terminante sin querer ser cambiada, la cual ha sido tomada después de resultados ya experimentados, o un consenso, o negociación, o autoridad concedida por la ley o tomada de otra manera, o por asunción.

El tener la última palabra en determinados temas es para saber quién puede resolver de forma definitiva un asunto, respetuosamente y valorando la ejecución de cada posición mencionada y otras que no lo han sido, las cuales no dejan de ser importantes. Aquí hablaremos y confirmaremos la última palabra concedida por Aquel que supera a cualquier posición de jerarquía o soberanía. Porque, de una manera sobrenatural e inexplicable, tiene la última palabra en los asuntos, ya que en todos los ámbitos y sucesos son permitidas por Él mismo.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento9 may 2019
ISBN9781506528779
Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?!: Entrevistas Y Mucho Más Coinciden En Una Respuesta En Común
Autor

Lorraine Millet

Lorraine Millet es cristiana desde su adolescencia. Nació en la ciudad de Bayamón en Puerto Rico, donde residió hasta la edad de veintiún años. Ha participado en viajes misioneros en los que visitó la República Dominicana y Nicaragua. Colaboró en evangelizar en la ciudad de Key West, Florida, durante el tiempo que allí vivió. Ha sido encargada de grupo de mujeres en algunas de las iglesias a las cuales ha pertenecido. Ha residido en España y en los Estados Unidos (en los estados de Florida, Virginia y Montana) debido a la carrera militar y civil de su esposo. Actualmente, vive en Texas con su esposo y su única hija, y en familia sirven como voluntarios en distintos ministerios en la iglesia cristiana a la cual pertenecen. Forma parte del grupo que interpreta los servicios de inglés a español. Lorraine obtuvo un grado de Bachillerato y una maestría en Administración de Empresas con concentración en Recursos Humanos. Ella ama servir a su único Señor y Salvador ayudando a los demás a que Lo conozcan y Lo reciban en sus corazones. Su anhelo es hablar de su Creador adondequiera que el Señor la dirija.

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    Mujer, ¡¿Quién Tiene La Última Palabra?! - Lorraine Millet

    Agradecimientos y dedicatoria

    En primer lugar, agradezco infinitamente y dedico este libro al Señor, mi Creador, porque confió en mí al poner en mi corazón el deseo de escribir acerca de Su tan valiosa y sagrada Palabra. Gracias a Él, que me fortalece para juntos hacer este proyecto realidad. Agradezco al Señor quien es mi Todo, al Señor que no veo, pero siento en cada momento que le pido dirección para escribir.

    Agradezco a José O. Torres, mi esposo, porque es mi apoyo, mi confidente, mi mejor amigo y ha estado mano a mano conmigo para la realización de Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?! A él fue al primero a quien le hablé de la inquietud y visión que sentí de parte de Dios para escribir el libro, y me motiva para seguir hacia adelante y que no me detenga.

    Dedico a Zahira M. Torres, mi hija, la mujer que Dios puso en mis manos para instruirla con sabiduría en sus caminos. A ella, a quien le brillaron los ojos desde el primer momento que le dije que sentía la gran necesidad de escribir. Ella ha sido una persona muy importante en la realización del libro. Me dijo, sin ni siquiera haber terminado de escribir: Mami, eres autora.

    Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?! está dedicado

    A ti, mujer, que has querido y has creído en algún momento de tu vida tener la última palabra.

    A ti, mujer, que estás enferma y necesitas sanidad del alma y física.

    A ti, mujer, que quieres exponer tu punto de vista tener el triunfo final.

    A ti, mujer, que te sientes sola.

    A ti, mujer, que quieres ser mejor.

    A ti, mujer, que estás en busca de alcanzar tus sueños.

    A ti, mujer, que sientes miedo, depresión y ansiedad.

    A ti, mujer, que quieres ayudar a los demás a que alcancen sus metas.

    A ti, mujer, que quieres ser ejemplo para tu generación y dejar un legado.

    A ti, mujer, que se te hace difícil olvidar y perdonar.

    ¡¡A ti y a toda mujer!!

    Introducción

    ¿Alguna vez, cuando lees o escuchas alguna historia, te imaginas estar en esta o piensas qué harías en esa situación? A mí también me sucede.

    ¡Qué impactante y maravilloso sería poder hablar con las mujeres de la Biblia! ¿Verdad? Para preguntarles por qué actuaron de la manera en que lo hicieron. ¿Qué aprendieron de sus experiencias? ¿Qué nos aconsejarían a nosotras para ser mejores hijas de Dios, para darle solamente la gloria a Él? Mucho mejor aún el poder hablar con el Señor para preguntarle respetuosamente por qué les pasó a ellas lo que vivieron. ¿Cuál fue el propósito en ello? ¿Y qué nos quiere enseñar Él a través de los testimonios relatados en Su Palabra?

    ¡Por tal motivo se ha creado este programa! En Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?!, entrevistaré a mujeres de alrededor del mundo. Ellas compartirán con nosotras experiencias que han sido muy significativas en sus vidas.

    Seleccioné a mujeres del Nuevo Testamento que han llamado mi atención porque no las conocemos por sus nombres o por su parentela con algún personaje famoso de la Biblia. Por otra parte, también entrevistaré a mujeres cuyas historias no aparecen en la Biblia, mujeres de estos tiempos. Ambos grupos hablarán de experiencias que les han cambiado la vida de una manera u otra.

    Les puedo decir que todas tenemos un propósito para la época en la cual nos ha tocado estar, enviadas por nuestro Creador.

    Las mujeres que entrevistaré serán de distintas clases sociales, razas y procedencias. Algunas de ellas son madres, esposas, viudas, mujeres solteras, madres solteras, amas de casa, mujeres que laboran fuera del hogar, mujeres sanadas física y espiritualmente, mujeres que han sido traicionadas, mujeres que fueron infértiles. Son mujeres que aman y agradecen a nuestro Creador por Sus cuidados y propósitos para con ellas.

    De ninguna de ellas sabremos sus nombres por razones de confidencialidad. Ellas impactarán de alguna manera nuestro mundo por las experiencias únicas que compartirán con nosotras. Sé que, de cada una de ellas, aprenderemos.

    La última palabra

    Para la mayoría de las personas, la última palabra la deben tener los jueces, los presidentes, las leyes, los doctores. Los padres sobre los hijos, una de las partes de una relación amorosa sobre la otra. Los líderes religiosos sobre los feligreses, los hombres o las mujeres sobre el género opuesto. Los maestros sobre los estudiantes, los jefes sobre sus subordinados. Los bancos sobre los clientes, las distintas instituciones, como universidad, comercios y otras en la sociedad, sobre los consumidores, clientes o integrantes. Estas por mencionar solo algunas. En última instancia, usted misma sobre su ser o circunstancia que la rodee.

    Cuando nos referimos a la última palabra, es para mencionar una respuesta terminante sin querer ser cambiada, la cual ha sido tomada después de resultados ya experimentados, o un consenso, o negociación, o autoridad concedida por la ley o tomada de otra manera, o por asunción.

    El tener la última palabra en determinados temas es para saber quién puede resolver de forma definitiva un asunto, respetuosamente y valorando la ejecución de cada posición mencionada y otras que no lo han sido, las cuales no dejan de ser importantes. Aquí hablaremos y confirmaremos la última palabra concedida por Aquel que supera a cualquier posición de jerarquía o soberanía. Porque, de una manera sobrenatural e inexplicable, tiene la última palabra en los asuntos, ya que en todos los ámbitos y sucesos son permitidas por Él mismo.

    Mujer perdonada

    Entrevistadora: La mujer que entrevistaré el día de hoy nos hablará de una experiencia que le cambió la vida. Adelante, mujer, comparta la experiencia tan importante que le aconteció.

    Mujer: ¡Sí, claro, gracias por la invitación! Lo que les quiero contar es que un día fui a la casa de un hombre religioso. Entré porque supe que el Maestro iba a cenar en la casa de él. Por lo tanto, encontré una oportunidad perfecta para conocer al Señor y expresarle mi amor.

    Cuando vi a Jesús, yo estaba muy feliz y me postré ante Él. Los únicos deseos que tenía eran de besarle los pies, como acto de reverencia a Él, que se la merece toda. En Su presencia, lloré, sentí algo muy especial e indescriptible, algo que antes no había experimentado. Con mis muchas lágrimas, le lavé Sus pies y con mis cabellos se los sequé y luego vertí un frasco de perfume sobre ellos. Él pudo sentir en Su corazón el arrepentimiento que yo le expresaba por mis acciones. En el mismo momento, pude notar que el religioso observaba desde lejos y no decía una palabra al respecto; no obstante, se notaba que no le gustaba la pleitesía que yo le rendía a Jesús. Percibí esa atmósfera, pero lo ignoré. Continué expresándole a Jesús mi genuino amor y arrepentimiento.

    De pronto, Jesús le hizo una pregunta al hombre que, al principio, no entendí, pero luego comprendí. Él le preguntó: Si hubiese un acreedor que perdonara a dos que le adeudaban y uno le debía más que el otro, ¿cuál de ellos amaría más al acreedor?. A lo que el religioso le contestó: El que debía más, porque se le había perdonado más. Jesús le dijo: Bien has dicho, porque yo entré a tu casa y no me diste agua para mis pies. Ella no ha hecho otra cosa que besarme los pies y con sus lágrimas me los lavó, me los secó con sus cabellos y me los ungió con su perfume.

    E: ¿Y usted le pidió que le perdonara sus pecados?

    M: No, yo no se lo dije verbalmente, sino con mis actos. Él supo cuán arrepentida estaba y me perdonó mis muchos pecados.

    E: ¡Qué emocionante y reconfortante el perdón de sus pecados y el haber expresado su sentimiento de amor de la manera tan única como lo hizo! ¡Definitivamente un gran privilegio! ¡Aleluya, gloria al Señor!

    M: ¡Muy cierto! Les cuento que el perfume que derramé sobre los pies de Jesús (lo estaba haciendo con amor sincero) era costoso, era algo que apreciaba y que tenía mucho valor para mí. Pero por tal motivo me criticaron. El precio del perfume no se comparará nunca con el alivio que recibí de parte de Jesús por el perdón de mis faltas. Ni mucho menos tendrá comparación con el precio que Él pagó en la cruz cuando más adelante se sacrificó por ti y por mí. Sé que Él vio mi corazón y en Su gracia me concedió el perdón de mis pecados, que eran muchos. Les puedo decir que Él nos perdona a todos sin importar la cantidad o qué tipo de pecado hayas cometido. Él los olvida, no te reprocha por ellos y te hace una criatura nueva.

    E: ¡Gracias, Señor, por Tu gracia! ¡Ahora, la gran pregunta: Mujer, ¿quién tiene la última palabra?!

    M: ¡La última palabra la tiene el Señor de señores! Ni mis pecados, ni el religioso, ni mi vergüenza, nada de esto tuvo valor cuando estuve en Su presencia; todo desapareció cuando Jesús me dijo: Mujer, tus pecados te son perdonados. También me dijo que mi fe me había salvado, que me fuera en paz. Él cambió mi vida, cuando fui liberada de las ataduras de los pecados. ¡Todo mi agradecimiento sea para el Señor por siempre!

    E: ¡Gloria a Dios!

    Aprendimos que al Señor es a quien le debemos dar toda la gloria y la honra. Es muy importante arrepentirnos de los pecados. Dios conoce nuestros corazones. Él sabe cuando verdaderamente estamos arrepentidas y queremos ser mejores. Así fue con la mujer, cuya historia está en la Palabra del Señor en Lucas 7: 36-50. Debemos buscar ser humildes porque, como Su Palabra dice en Salmos 138:6, Jehová es excelso y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos. La mujer estaba determinada a rendirse a los pies de Cristo, sin importar el qué dirán por su reputación.

    Digamos: Gracias, Señor, por Tu amor y misericordia infinita hacia mí. Gracias porque viniste a la tierra para llevarte mis pecados y darme la oportunidad de ser una nueva criatura. Te amo y Te necesito en cada momento de mi vida, enséñame a ser humilde y reconocer Tu soberanía. ¡Gracias, Señor, porque siempre tienes la última palabra en mi vida! ¡En el nombre de Jesús, amén!

    ¡Mujeres, oro para que ustedes y sus familias reciban toda bendición del cielo! ¡Recuerden siempre que el Señor tiene pensamientos para ustedes de bien, de paz, y no de mal, para brindarles esperanza y un gran futuro! Será hasta la próxima aquí en Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?!

    Mujer en la multitud

    Entrevistadora: Estamos en Jerusalén. La mujer que entrevistaré hoy nos hablará de una experiencia muy importante en su vida. Adelante, ¿cuál es la experiencia que nos quiere contar?

    Mujer: Sí, les quiero hablar acerca de lo que me aconteció cuando estuve en un grupo de mucha gente, en medio de esta multitud que se formaba cuando el Maestro caminaba y enseñaba con sus discípulos. Esos momentos eran muy interesantes, yo los disfrutaba de una forma muy única. Él hacía comprender las cosas importantes con su sabiduría, como el Gran Maestro que es. Uno de esos días, yo lo escuché y no pude contener el deseo de alabarlo, por lo tanto, dije en alta voz: ¡Bienaventurado el vientre que te trajo y los senos de los que mamaste!.

    E: ¿Quién es el Maestro del que usted habla?

    M: El Maestro de quien hablo es el Señor Jesucristo.

    E: ¡Oh, qué grandiosa experiencia haber estado presente cuando Él caminaba enseñando y haberlo alabado en alta voz! ¡Ahora, la gran pregunta: Mujer, ¿quién tiene la última palabra?!

    M: La última palabra la tiene Jesucristo, el Señor. Tras haberlo alabado en alta voz, Él me dijo: Antes, bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan. La última palabra no la tuvo el miedo de expresar al Señor mis más sinceros sentimientos, en alabanza y adoración. Porque Él me escuchó y no me ignoró, me tomó en cuenta y me respondió.

    E: ¡Qué tremenda experiencia! Jesús nos llama bendecidos a todos los que guardamos y escuchamos Su Palabra. ¡Gloria a Dios por eso!

    La anécdota de la mujer me recuerda cuando Jesús hizo un milagro y los discípulos le dijeron aquí están tu madre y tus hermanos, y Jesús, señalando a quienes lo acompañaban, les respondió: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos ese es mi hermano y hermana y madre. Me imagino que todos en la multitud se pusieron contentos al oír lo que Jesús dijo. Porque ellos lo seguían y lo estaban escuchando; por lo tanto, eran considerados familia, y no mostró preferencia.

    Vemos que el momento en que la mujer elogia a la madre de Jesús aparece en Lucas 11:27-28. Él exaltó aún más el valor de los que escuchan Su Palabra y la guardan.

    Dios quiere que nos expresemos, que nos hagamos sentir. Que seamos sinceras ante la sociedad. El Señor nos liberó y quiere que hablemos de Sus maravillas, de cuán Grande es Él. Atrévete a hacer la diferencia y que tus actos sobresalgan para glorificar a Dios en todo lo que hagas. Eres una hija de Dios. Él quiere que seas líder, emprendedora en la vida espiritual y la secular. El Señor quiere que resplandezcas con Su luz en medio de las tinieblas. Esto dará testimonio de lo que Él hace, en ti y en otras personas. Aunque eres mujer, puedes hablar en multitudes acerca del Señor, enseñar de Él, alabarlo con libertad y llevar a otros a los pies del Maestro, a Él, quien nos guía como Padre Celestial. Él estará de tu lado como Poderoso Gigante.

    Digamos: Gracias, Señor, por Tu Palabra. Gracias porque me llamas bienaventurada por el simple hecho de guardar Tu Palabra. Gracias porque me das valentía y no cobardía. Gracias porque cuando te exalto, al reconocer cuán grande eres, me contestas, y hay bendición en ello. ¡Gracias, Señor, porque siempre tienes la última palabra en mi vida! ¡En el nombre de Jesús, amén!

    ¡Mujeres, oro para que ustedes y sus familias reciban toda bendición del cielo! ¡Recuerden siempre que el Señor tiene pensamientos para ustedes de bien, de paz, y no de mal, para brindarles esperanza y un gran futuro! Será hasta la próxima aquí en Mujer, ¡¿quién tiene la última palabra?!

    Mujer en Samaria

    Entrevistadora: ¡Estamos en Samaria, y la mujer invitada de hoy nos hablará de una experiencia que le cambió la vida! ¿De qué vivencia nos quiere hablar?

    Mujer: Sí, les contaré lo que me sucedió en el pozo de Jacob, que está localizado

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