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Creo y le creo
Creo y le creo
Creo y le creo
Libro electrónico183 páginas1 hora

Creo y le creo

Por MLDLVF

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Información de este libro electrónico

Absolutamente todo ocurre por y para algo. Cada uno de nosotros tiene un propósito en la vida. Cómo nos comportamos y reaccionamos ante los eventos de la vida y cómo cumplimos el propósito depende de cada uno. Esta obra es un testimonio de vida.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 sept 2021
ISBN9788418676994
Creo y le creo
Autor

MLDLVF

Nació en Ciudad de Panamá. Abogada de profesión con más de 25 años de experiencia en Propiedad Intelectual (marcas, patentes, derechos de autor, Derecho y Privacidad). En el ejercicio de su carrera ha recibido innumerables reconocimientos a nivel internacional y nacional. Ha sido profesora, catequista, actriz y asistente de dirección de obras de teatro. Esta es su primera obra literaria formalmente publicada como un libro; sin embargo, ha sido autora de un sin número de monografías y artículos de temas diversos.

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    Creo y le creo - MLDLVF

    Creo y le creo

    Marissa Lasso de la Vega Ferrari

    Creo y le creo

    Marissa Lasso de la Vega Ferrari

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Marissa Lasso de la Vega Ferrari, 2021

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2021

    ISBN: 9788418675256

    ISBN eBook: 9788418676994

    Para mi héroe: ¡La persona que más admiro!

    Gracias por cada día cumplir tu propósito: enseñarnos con tu ejemplo que vale la pena una vida de principios, servicio, humildad y, sobre todo, que no hay nada mejor que creer en Dios y creerle a Dios.

    Agradezco a Dios cada día que me ha permitido disfrutar contigo. Estoy convencida de que Dios te eligió a ti y a mi familia para esto, para hacernos mejores personas a través de tu ejemplo.

    Eres mi héroe, la persona que más admiro. Eres un testimonio de fe y confianza. Me enseñaste a vivir y a servir con humildad. ¡Te quiero, papá!

    Gracias, por tanto: misión cumplida.

    Introducción

    Esta obra pretende contar no solo sobre las enfermedades físicas que puede sufrir una persona, sino también lo que esas enfermedades causan en la mente del propio enfermo y en la de los que le rodean, dando testimonio al mismo tiempo de que todo lo que pasa en nuestra vida, bueno o malo, tiene una razón de ser, aunque al principio no la veamos.

    No sé si lograré dar respuesta a todas las preguntas que nos surgen cuando alguien en la familia se enferma y requiere cuidados especiales, pero por lo menos intentaré contarles cómo fui obteniendo respuestas a las preguntas que yo me hice a lo largo de los años con las enfermedades de mi padre, para ayudar a quien lee este libro a mejorar, aunque sea un poco, su calidad de vida o simplemente entretenerlo un rato.

    ¿Por qué nos pasa esto?

    ¿Qué hice para merecer esto?

    ¿Cómo se pasa de la desesperación a la confianza?

    ¿Qué te devuelve la confianza?

    ¿Qué significa servir cuidando a un enfermo?

    ¿Qué implica convertirme en un cuidador?

    ¿Todos podemos ser cuidadores?

    ¿Qué pasa con nuestras vidas cuando nos convertimos en enfermos, cuidadores o familiares de enfermos?

    ¿Quién me escucha?

    ¿Quién me entiende?

    ¿Qué es la fe y para qué sirve la oración?

    Creo que dar testimonio de lo vivido es una forma de ayudar y ayudarse. Contar lo que uno ha pasado permite desahogar los sentimientos, buenos o malos. En mi caso, es más fácil escribir que expresarlo en voz alta. Incluso, desde niña, he llevado un diario. Escribir me ha permitido meditar e, incluso, a través de la lectura de lo escrito, he podido comprender, aceptar, perdonar al que me ofendió, entender al enfermo, aprender de cada uno y perdonarme a mí misma.

    Quienes me conocen o conocen a mi padre han sabido de todas y cada una de las situaciones que hemos pasado, cada una de ellas tiene un denominador común: nunca nada ha sido sencillo. Con él todo resulta más complicado, más difícil, más extraño. Hoy puedo decir con absoluta seguridad que cada una de sus enfermedades han tenido un propósito.

    Cualquiera que sea la enfermedad, siempre producirá un cambio en menor o mayor grado en el que la padece o en los que le rodean. Algunas veces, la enfermedad permite mostrar, sacar o lograr algo mejor en las personas; mientras que, otras veces, la enfermedad transforma por completo al enfermo y a los que le rodean. El enfermo pierde la paciencia o la familia lo hace. El enfermo no acepta su enfermedad o a la familia le cuesta lidiar con ella. La enfermedad puede destruir lo que parecía un hogar feliz, una casa en paz, un matrimonio sólido, una joven llena de vida y de planes, o le muestran al cuidador, al enfermo o a sus familiares el camino para identificar su misión en la vida.

    Conocer a Dios, ver a Jesús en cada instante, ser testigo de su amor y el de su madre, María; el poder de la oración, valorar lo que es la confianza, ser testigo del amor incondicional, el sacrificio de esposa, la humildad de aceptar y seguir luchando, el deseo de vivir, el valor de la familia, la compañía del amigo, la importancia del silencio oportuno, la paz en el Santísimo, la guía espiritual de un sacerdote —el buen pastor del rebaño—, todo eso lo aprendí gracias a las enfermedades de mi padre. Las enfermedades de mi padre me cambiaron por completo a mí.

    Eso de que todo ocurre por algo, que para Dios no hay tiempo, o que su tiempo no es nuestro tiempo, es muy cierto… este es mi testimonio sobre las enfermedades de mi padre y lo que yo aprendí de ellas.

    MLDLVF.

    Hablemos de ÉL y de MÍ, para comenzar

    Soy la menor de tres hermanos, aunque eso no importa mucho porque, según con quien hables, cada uno de nosotros dará una respuesta distinta, lo que sí es seguro es que ninguno contestará que yo soy la del medio.

    Yo estudié en un colegio de monjas: ‘fieles hasta el fin’, lema que me marcó para siempre, no solo por el colegio, sino por lo que aprendí con el ejemplo.

    No puedo negar que en el colegio me enseñaron las oraciones básicas de cualquier creyente, los Mandamientos, aprendí lo que se supone enseñan en una escuela de monjas; sin embargo, hoy estoy convencida de que aprendí realmente de Dios y la importancia de tenerlo en mi vida, a través de las enfermedades de mi padre.

    Yo soy abogada. Llevo más de 25 años formando parte de la sociedad de abogados AFRA¹ que ha sido mi segunda casa. Socios a quienes nos unen los mismos valores éticos y morales. Seres humanos muy distintos, pero que nos respetamos; confiamos en las capacidades legales de cada uno y nos apoyamos en las dificultades y, sobre todo, en las enfermedades. He formado parte en mi trabajo de un equipo, quienes han sido mi apoyo, primero, dándome el tiempo necesario para estar presente siempre que mi familia me ha necesitado, y luego, prestándome una palabra de ánimo en los momentos en que flaqueaba.

    Creo que para mantener la salud mental es esencial contar con un equipo en tu trabajo que te brinde apoyo, la certeza y la seguridad de que puedes atender no solo las enfermedades sin que ello ponga en riesgo tu propia seguridad laboral, sino también que te brinde posibilidades para tu crecimiento profesional.

    Soy una persona con mucha energía, emprendedora, positiva y decidida, tal vez por eso siempre he buscado diferentes actividades para aprender y ayudar en mi tiempo libre. Mi hermana se burla de mí por eso y me dice:

    —¡Qué horror!, ¿qué vas a hacer?, todavía te quedan dos horas libres entre las tres y las cinco de la mañana…

    —No sabes ni puedes estar sin hacer nada.

    Con el paso de los años mi tiempo lo repartí entre ejercer la profesión de abogada, actuar y dirigir en el teatro, ser profesora de la universidad, dirigir una alianza público-privada en la defensa del comercio lícito, y ser miembro de una fundación de ética y de los rotarios.

    Las enfermedades me hicieron aprender a ser también cocinera, encargada de limpieza, auxiliar, enfermera y terapeuta de salud mental y, hoy sé que soy una persona resiliente.

    Puppy (quienes nos conocen íntimamente saben que desde siempre he llamado así a mi padre, y a mi mamá, Pauper), nació en Ciudad de Panamá el 22 de julio de 1937, un hombre a quien le encantaba comer y disfrutar los dulces. Peso promedio, 180 libras. Nunca le gustó ni hizo ningún tipo de ejercicio de forma voluntaria. Un hombre independiente para algunas cosas: caminaba al banco para hacer depósitos o caminaba a mi oficina para reunirse conmigo; iba al correo, disfrutaba de ir a tiendas de venta de artículos de hogar, sin embargo, para otras cosas de la vida ordinaria era muy dependiente. Por ejemplo: nunca hizo fila en una mesa de bufete, siempre una de sus mujeres le servía el plato y lo llevaba a su mesa para que él lo comiera. Nunca cocinó absolutamente nada, ni agua para el café. No concebía ir a una fiesta, reunión de hombres, hora feliz (happy hour) sin su eterna compañía: su esposa.

    El tono de su voz era tan característico y peculiar que nunca pudo engañar a nadie en el teléfono, incluso, algunas personas, cuando me conocían, se referían a él como «aquel que tiene la voz… peculiar» (por decirlo de algún modo). No faltó quien lo escuchó por primera vez y creyó que estaba fingiendo al hablar.

    Lo increíble de aquel tono de voz grueso —muy pausado, modulaba cada palabra— era que al cantar —le encantaba tanto como tocar la guitarra y el piano— parecía otra persona, porque ese tono de voz se escuchaba totalmente distinto: muy suave. Amoroso. Romántico empedernido. Hombre de detalles. Escribía poemas. Consentidor. Sobreprotector. Su música preferida, los boleros. Siempre le regaló a mi madre el mismo ramo de rosas rojas para el aniversario de bodas (solo aumentaba el número de botones por cada año). Hasta que su salud se lo permitió, siempre fue a cenar a un buen restaurante con su fiel esposa para conmemorar esa misma fecha de su aniversario de bodas.

    Hablaba con mucha calma. Sabía explicar con detalle. Chistoso. Tenía un sentido del humor increíble, sabía contar con facilidad un chiste de salón y uno ‘picante’; sabía hablar en público y mantener el interés de la audiencia.

    Terco, muy terco. Peleón cuando algo lo enojaba: la impuntualidad, la irresponsabilidad, la deshonestidad,

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