Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La Sombra de Alas Negras: El Año del Dragón
La Sombra de Alas Negras: El Año del Dragón
La Sombra de Alas Negras: El Año del Dragón
Libro electrónico338 páginas4 horas

La Sombra de Alas Negras: El Año del Dragón

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Es el decimosexto año del gobierno iluminado de la Reina Victoria y el mundo tiembla ante el poder de su armada acorazada y el temido Cuerpo de Dragones. El barco más grande jamás construido zarpa del puerto de Brigstow en un viaje a las misteriosas tierras de Oriente. Su carga: Un regimiento de los Marines Reales y el joven Bran ap Dylan, recién graduado en Dracología en la Academia Lampeter de Artes Místicas.

En el imperio de Yamato, aislado del resto del mundo durante los últimos dos siglos, Satō, la hija de un mago, atestigua cómo su padre se une a una conspiración en contra el gobierno. Su amiga Nagomi, quien entrena para ser sacerdotisa, es acosada por oscuras visiones que debe mantener en secreto. Ninguna de ellas es consciente de que se avecina un cambio en Yamato... en las alas de un dragón.

IdiomaEspañol
EditorialFlying Squid
Fecha de lanzamiento26 oct 2021
ISBN9781667412504
La Sombra de Alas Negras: El Año del Dragón

Relacionado con La Sombra de Alas Negras

Libros electrónicos relacionados

Ciencia ficción para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La Sombra de Alas Negras

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La Sombra de Alas Negras - James Calbraith

    James Calbraith

    LA SOMBRA DE ALAS NEGRAS

    Libro Uno de

    El Año del Dragón

    Créditos

    Primera edición por Flying Squid, Julio de 2012

    Segunda Edición, Abril de 2013

    ISBN: 978-83-935529-0-0 (ebook)

    ISBN: 978-83-935529-1-7 (rústica)

    Visite el sitio oficial de James Calbraith

    jamescalbraith.com

    para las últimas novedades, detalles de libros y otra información

    Copyright © 2012 James Calbraith

    Ilustración de portada: Yue Wang

    Ilustración de mapa: Jared Blando

    Diseño de portada: Flying Squid

    Adaptación a formato E-Book: Flying Squid

    ––––––––

    El presente libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor, o utilizados de manera ficticia. Cualquier semejanza a eventos, lugares o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia.

    Quedan todos los derechos reservados. Excepto lo permitido por el Ley de copyright de los EE. UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede reproducirse, distribuirse o transmitirse de ninguna forma o por ningún medio, ni almacenarse en una base de datos o sistema de recuperación sin previo permiso por escrito del editor.

    Se fomenta la creación de fan fictions y fan art.

    Nota del Autor

    Le agradezco una vez más por comprar este libro. La confianza del lector es lo único que hace que un autor autoeditado, como es mi caso, prospere.

    Esta segunda edición fue realizada por varias razones. La primera y principal: Me da la oportunidad de presentar el libro como se planeó originalmente, es decir, intercambiando los capítulos de Yamato y Western en lugar de dividir el libro en dos partes desiguales. La segunda: Pude volver a los primeros capítulos del libro y revisarlos utilizando el conocimiento que adquirí escribiendo la serie El Año del Dragón a lo largo de los años. También he incluido un avance más extenso de Alma Guerrera que espero, hará que se interese en el segundo libro.

    Este libro es una carta de amor a un país y su gente. Es una obra de fantasía, por eso hay dragones y hechiceros. Es una historia alternativa, por eso el Imperio Romano nunca fue derrotado. Pero es, ante todo, una obra de historia fantástica, basada en eventos que realmente ocurrieron y en personajes que realmente existieron en un cierto punto del tiempo y el espacio: en Japón y sus alrededores, durante las turbulentas décadas a mediados del s. XIX.

    He decidido dejar muchos de los nombres de los personajes históricos como estaban, para que a los curiosos entre los lectores les resulte más fácil seguir sus historias de la vida real. Las geografías de Gwynedd y Chinzei - también conocidas como Gales y Kyūshū - se han traducido de la manera más fiel posible para una obra de fantasía. La pastelería Fukusaya sigue sirviendo el mejor bizcocho castella de la ciudad.

    En todos los libros utilizo versión modificada de la Romanización Hepburn del idioma japonés, en la que las vocales largas se indican con un macrón: casos como ō y ū deben leerse como una o y u largas.

    Al final del libro encontrará un glosario de términos en otros idiomas.

    Espero que disfrute al leer este libro tanto como yo disfrute al escribirlo.

    James Cabraith.

    Inmutable fluye el río, más el agua nunca es la misma.

    En quedos charcos la espuma ya se congrega, ya se disgrega, nunca persiste.

    Así en el mundo están los hombres y sus dilemas.

    Hōjōki

    PRÓLOGO

    Un solo engranaje zumbó y encajó en su lugar. Se abrió una válvula, dejando escapar una fina columna de vapor gris con un suave siseo. Un dial enchapado en oro se movió una muesca. Un pequeño mazo saltó de su compartimento, golpeando el gong de latón - una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces.

    El maestro Hisashige Tanaka, mecánico jefe del señor de Saga Domain, miró hacia arriba con sorpresa - ¿ya pasó una hora de la Liebre? Se volvió hacia la ventana y la luz rosada del amanecer iluminó su rostro. La campana del templo recién ahora comenzó a marcar la hora. Él suspiró y luego bostezó, frotándose los ojos cansados. Había pasado otra noche sin que se percatase de ello.

    Los elementales dentro del reloj se despertaron con un suave ronroneo y el cepillo automático empezó a sacudirse dentro de la campana protectora de cristal. Se abrió una ranura en el pedestal de caoba y escupió un trozo de papel en el que estaba escrita la adivinación del día. El mecánico lo alcanzó distraídamente, su atención se enfocó en la compleja pieza de maquinaria en la que había estado trabajando. Echó un vistazo a la caligrafía: Oku, un regalo. Sonrió para sí mismo y asintió.

    Un repique de un tono más alto sonó ocho veces - contando las horas del ajuste de cuentas occidental. La puerta se abrió y un niño entró en el taller. Con su rostro alargado y anguloso, sus labios gruesos y su nariz ancha y recta, no se parecía en nada al maestro Tanaka.

    Llegó esta mañana desde Kiyō, padre dijo el niño, entregándole al mecánico una caja de madera grande y ornamentada.

    ¡Excelente! se regocijó el viejo maestro.

    Dejó la caja en el banco de trabajo junto al mecanismo de relojería y comenzó a desenvolverla apresuradamente.

    "Se suponía que Shūhan-sama[1] me enviaría un poco de cristal Walcheren".

    Se detuvo y sus hombros se hundieron cuando vio el escudo en la caja, en pan de oro – tres líneas en un círculo. Abrió la tapa sin entusiasmo. Dentro había lo que parecía una pequeña cabeza humana, completamente calva.

    "Vaya regalo. El maestro Tanaka miró el reloj con reproche. Es solo otra de las muñecas rotas de Zōzan".

    Sacó un pequeño sobre de papel que contenía su tarifa y se la dio al niño.

    Ponlo en la caja del tesoro más tarde.

    El viejo mecánico abrió una escotilla en la parte superior de la cabeza de la muñeca y estudió por un momento la compleja red de engranajes, manivelas y poleas. Con un rápido giro de sus dedos, volvió a colocar una banda de goma en la palanca con forma de gancho.

    Ni vale la pena el esfuerzo, murmuró mientras cerraba la escotilla de la cabeza y luego la caja. En serio necesito que esas adivinaciones sean más precisas en el nuevo reloj.

    ¿Es esa la placa de año nuevo?

    El niño estiró el cuello para mirar por encima del hombro de Tanaka y ver el mecanismo esparcido por todo el banco de trabajo.

    Sí. Tienes buen ojo, Daikichi, dijo el viejo maestro con una sonrisa gentil.

    ¿Aún no puedes hacer que funcione?

    Tanaka negó con su cabeza blanca.

    Ven, te mostraré.

    Volvió a colocar los tornillos y engranajes sueltos y levantó la placa con cuidado. Cruzó el taller hasta un armario alto esculpido con estilo occidental y abrió la puerta de roble.

    Dentro había otro reloj, similar al que estaba en la esquina de la habitación, pero más grande y con aún más diales, interruptores y palancas.

    Tanaka insertó la placa del mecanismo con precisión en su ranura y giró la llave. El suave y cálido resonar del motor elemental llenó el gabinete. El vapor de las válvulas siseó.

    No entiendo. Todo parece perfecto, comentó el viejo maestro mientras los diales giraban a las posiciones deseadas, mostrando las mismas hora y fecha que se veía en el viejo reloj. No puedo encontrar ninguna falla dentro del mecanismo. El minutero es aún más preciso que antes. Todos los Trigramas principales coinciden. Pero mira ese dial del zodíaco...

    Una placa circular de marfil giraba lentamente. Imágenes de animales, incrustadas en laca negra, aparecieron en la lente de vidrio una a una: mono, gallo, perro, cerdo, rata, buey...

    Debería detenerse ahora, dijo Tanaka, y el niño asintió. Había sido el Año del Buey desde hacía unos meses, el buey de agua, para ser precisos. Pero la placa siguió girando más allá del tigre y la liebre hasta que, por fin, se detuvo.

    La silueta lacada en negro de un dragón enroscado durmiendo brillaba burlonamente en la lente.

    CAPÍTULO I

    Gwynedd, Mayo, 2606 ab urbe condita[2]

    La distancia de Lampeter a Dinas Bran se calcula en ciento doce kilómetros, en línea recta. El viento predominante es del noroeste, constante a quince nudos en todo el camino. Dado que la velocidad promedio de un Vencejo Purpura sin carga es de unos cuarenta nudos, y teniendo en cuenta la bolsa de presión de Berwyn Hills... ¡uf!

    Bran se topó con alguien dejando caer al suelo el libro de ejercicios, sus notas se desparramaron por todo el césped recién cortado. Supo quién era al ver las gruesas botas de cuero. Solo los sajones[3] iban calzados en el prado sagrado de la Arboleda de los Doctos.

    En serio, Chico Sapo, es como si quisieras que te golpearan, se burló una voz vil y familiar.

    Bran alzó la mirada y suspiró. Wulfhere de Warwick se alzaba por encima de él con su impecable uniforme azul. Sus ojos color cielo miraban con repulsión a Bran por debajo de un pulcro flequillo amarillo claro.

    Perdona, Wulf. Bran se agachó para recoger sus papeles. Estoy apurado para el examen de Octógonometría...

    ¡Bah! resopló el sajón. "¿Cuál es el punto de eso? Tú y tu Sapo nunca pasarán las Aerobacias".

    Su nombre es Emrys, dijo Bran con voz fría. Y puede superar en vuelo a cualquier dragón de esta escuela, incluido tu gordo pura sangre.

    Wulfhere entrecerró los ojos y apretó los puños. Unas pequeñas chispas crepitaron alrededor de sus nudillos y Bran se preparó para recibir un golpe. El sajón oteó hacia los arcos de ladrillo rojo del claustro Sur donde estaba el prefecto de la casa, con mirada atenta.

    Fuera de mi camino, siervo, tienes suerte de que hoy no esté de humor, dijo burlón y empujó a Bran a un lado.

    Los papeles volvieron a desparramarse. Mientras juntaba sus notas, Bran murmuró un insulto en el dialecto prydain[4], lo suficientemente alto para que solo Wulfhere pudiese escucharlo. El sajón se detuvo y se volvió lentamente.

    ¿Que acabas de decir?

    Bran miró a su alrededor. Nadie acudía en su ayuda, por supuesto. Ésta no era una pelea a la que valiera la pena sumarse. Sin embargo, alguien si estaba prestando atención. La muchacha picta[5] de cabello rojo, Eithne, de pie bajo un gran roble con varias amigas que reían tontamente. Sus ojos se encontraron. Él vio lástima y vergüenza en los de ella, y su corazón se hizo pedazos.

    Ella vestía las túnicas de los Geomantes, aunque Bran sabía que el sueño de la chica era convertirse algún día en una de los Derwydd, los Druidas que, desde tiempos antiguos, protegían a Gwynedd desde su fortaleza en la Isla Môn. La capa a cuadros marrones y verdes se adaptaba a su cabello castaño rojizo y ojos verdes, enmarcados en un delicado tatuaje en espiral, que llegaba hasta la comisura de sus labios. Bran recordó el sabor de esos labios por haberle robado un torpe beso bajo un fresno de la Arboleda de los Doctos.

    Repitió el insulto más fuerte, con una repentina y renovada resolución. Ahora todos lo escucharon. Varias personas se detuvieron, curiosas por ver qué iba a pasar.

    "Ahora sí te la buscaste, taffy[6]. ¡Tendrás que rendir tus exámenes en la enfermería!"

    El sajón lo sujetó del cuello. Bran se tensó. Con un crepitar y chisporroteo eléctricos, una nube de descargas ardientes apareció alrededor de la mano de Wulfhere. Bran no emitió sonido alguno, mirando entre lágrimas directamente a los ojos de Wulf. Su cuello estaba en llamas, pero sabía demasiado bien que la electricidad no le dejaría marcas en la piel. La habilidad para aprovechar el poder del rayo de su montura, Eohlsand – un Azur de Highland[7] – hacía que los castigos de Wulfhere fueran no solo sumamente dolorosos, sino también perfectamente indetectables.

    Esto no es nada, se dijo Bran. Después de los exámenes, nada de esto importará.

    Justo cuando Bran sintió que ya no podía soportar el dolor y tendría que devolver el golpe o gritar por ayuda, el rector apareció por fin, dirigiéndose hacia ellos. Wulfhere soltó a su víctima. Bran cayó al suelo, jadeando.

    "Te atraparé la próxima vez, taffy", siseó el sajón y se alejó arrastrando los pies sin prisa.

    ¿Estás bien? preguntó el rector, extendiendo su mano hacia Bran. ¿Te lastimó?

    Estoy bien, murmuró Bran y se levantó lentamente, haciendo una mueca de dolor mientras masajeaba su cuello dolorido. Miró en dirección del gran roble. Pero la chica ya no estaba. Recogió sus papeles del césped por tercera vez y se encaminó al claustro del dormitorio.

    Él jaló las riendas y se echó para atrás. El dragón se detuvo en pleno vuelo y giró sobre su lomo en un apretado medio bucle. El suelo pasó zumbando por la parte superior de la cabeza de Bran. Él tiró de la rienda superior a sotavento. Una correa de cuero sujeta a la base de uno de los cuernos del dragón se apretó y la montura se enderezó. Con un batir de sus alas de piel cazó una fuerte ráfaga del Noveno Viento y su vuelo se estabilizó. El muchacho respiró.

    Terminada la serie de maniobras, Bran se quitó un rebelde mechón de cabello negro de sus gafas para vuelo y ordenó a su montura que se precipitara rápidamente hacia el terreno de objetivos. El dragón no necesitaba guía aquí. Habían estado practicando en el campo por dos años y ambos sabían exactamente qué hacer. La bestia viró hacia el primer objetivo: un gran fardo de paja. El cuello del dragón se estiró en línea recta. Sus mandíbulas se abrieron pero tosió sin ningún efecto cuando pasó velozmente junto al objetivo. Sacudiendo la cabeza, la bestia se dio la vuelta para intentarlo de nuevo. Una vez más, el dragón apenas tosió y chisporroteó con gran esfuerzo y una fina columna de humo salió de sus fosas nasales.

    ¿Qué pasa, Emrys? preguntó Bran, angustiado.

    El dragón gimió. No podía respirar fuego. El muchacho reconoció el olor acre en el aliento del dragón: ¡agua de hielobaya!

    Solo una persona era capaz de hacer una broma tan cruel el día del examen. Pero no había tiempo para pensar en venganzas. Bran entró en pánico. El tiempo se estaba acabando, los profesores en el suelo sin duda ya estarían frunciendo el ceño ante su falta de rendimiento. Hasta el momento, ninguno de los objetivos había sido incendiado.

    Fuego. No necesitaba del aliento de Emrys. Él mismo podría canalizar el poder de las llamas. Tendrían un alcance y poder mucho más bajos, pero aun así funcionarían. Se enfocó en el Nexo Distante, la conexión mental que le daba un control mucho mayor sobre el dragón que solo las riendas y las rodillas. La bestia, siguiendo sus órdenes tácitas, se lanzó una vez más hacia el fardo de paja. Bran solo tenía una fracción de segundo cuando la montura pasara zumbando por delante del objetivo, a una velocidad deslumbrante a escasos metros sobre la hierba. Extendió los dedos.

    "¡Rhew!" gritó un encantamiento en la antigua lengua prydain.

    Una chispa de fuego azulado de dragón salió disparada de la punta de sus dedos. La cual alcanzó la paja y el fardo estalló en llamas. Eufórico, repitió el ejercicio con el siguiente blanco a destruir, un caballo de madera; luego con el siguiente objetivo, y con otro, y otro, cinco veces más. Con cada objetivo carbonizado, su agotamiento crecía. Canalizar el fuego del dragón agotó sus energías y redujo su control sobre la magia. Sus manos temblaron y sus dedos se cubrieron de ampollas hinchadas por el calor. Con ojos nublados buscó el próximo blanco, pero no pudo encontrarlo.

    Finalmente, se dio cuenta de que no había ninguno. El ejercicio había terminado. Se las arregló para aterrizar ante la torre de observación de los profesores, jadeando y sudando, demasiado cansado para siquiera desmontar. Luchando por mantener sus ojos abiertos, escuchó mientras el Maestro de Aerobacias evaluaba su prueba.

    Ciertamente, eso fue... poco ortodoxo, dijo carraspeando el profesor, pero la iniciativa demostrada es encomiable. Lograste alcanzar todos tus objetivos a tiempo, así que no tengo más opción que aprobarte.

    ¿Iniciativa? Ésta no era el tipo de escuela que fomentaba la iniciativa... Bran exhaló con cansancio y cerró los ojos. Todo pensamiento de venganza desapareció de su mente. Ya no importaba. Había pasado su examen final y por fin era libre de ese miserable lugar.

    Los dedos de Bran jugueteaban con una borla de color fuego de la empuñadura de su pesado sable de caballería, una orgullosa y sólida hoja de un solo filo y de un metro de largo, un arma probada en las guerras del Rey George ‘El Loco’ en contra de Roma, cincuenta años antes. El hierro gavilán tenía la forma de un dragón rampante curvado, las monturas de latón y la guardamano circular estaban talladas con el diseño de garras, llamas y alas estilizadas. La empuñadura de piel de wyvern a prueba de fuego terminaba en un pomo esculpido como la cabeza de un dragón. Cualquiera que mirara el sable tendría pocas dudas sobre la profesión de su dueño.

    Bran se sentó entre otros treinta niños y niñas con armas similares, todos emocionados y aliviados al mismo tiempo, todos vistiendo los uniformes del cuerpo de cadetes de dragones, de color azul acero con franjas doradas. Todos provenían de diferentes puntos del Imperio Dracaland[8]. La mayoría de ellos eran prydains, como Bran, de cabellos negros, narices aguileñas y tez olivácea, o bien eran sajones de cabellos dorados y ojos azules provenientes de más allá de la frontera de Gwynedd. Unos pocos eran cruthins[9] de ojos oscuros, nativos de Ériu del oeste y los pictos tatuados, sus primos del reino norteño de Alba, se mantenían apartados en la parte de atrás.

    El director se acercaba al final de su discurso. Al ser bastante bajo de estatura, debió usar un escalón de caoba ornamentado para alcanzar el púlpito. Su larga barba roja estaba cuidadosamente bifurcada y metida bajo un cinturón tachonado con gemas. El viento rasgaba los mechones tupidos de su cabello... no había techo dentro del torreón ruinoso donde se habían reunido todos. El director era un corrie, una raza eterna de enanos pelirrojos, de orejas puntiagudas y arrugas que vivían entre los valles y lagos de Rheged en el norte.

    Al terminar la parte principal de su discurso, el director esperó hasta que los murmullos del lugar se calmaron y luego levantó un sable en alto con una mano temblorosa. La hoja ancha y recta estaba oxidada y con muescas en algunos lugares, pero la empuñadura era nueva, de reluciente oro y con gemas incrustadas.

    Fue hace setecientos diez años que Owain el Matadragones estableció esta ilustre Academia con el propósito de estudiar las costumbres y el saber de esas poderosas Bestias, después de derrotar a los dragones nórdicos en Crug Mawr con este mismo sable, el director sacudió esa arma antigua.

    Señaló con el sable a su alrededor y los ojos de Bran siguieron inadvertidamente el movimiento hacia los familiares y gruesos muros del Gran Auditorio, elevándose hacia el cielo como los dientes torcidos de un gigante muerto hace ya tiempo. Habían colocado tapices de dragones rojos y blancos para adornar las frías piedras de estas vastas y antiguas ruinas durante la ceremonia. Las pesadas sillas de roble en las que estaban sentados los profesores recordaban la época de la Guerra de las Tres Espinas y el reino de Harri ‘Dos Coronas’. Las hojas crujían y los gorriones gorjeaban en las ramas de los viejos robles y olmos que crecían en un denso círculo alrededor del torreón. A lo lejos, el retumbante sonido de una sirena anunció la hora del almuerzo en la cercana mina elemental.

    ¡Graduados del Decimosexto Año de Victoria Alexandrina, la Reina en Trono Dragón! Hoy terminan sus primeros cuatro años en la Academia. Les cedo ahora el escenario a los bardos para que cuenten historias de gloria pasada mucho mejor que yo. Permítanme decirles una última cosa a todos ustedes antes de liberarlos a este peligroso y siempre cambiante mundo.

    Este era el momento que Bran había esperado durante todo el día. El director se enderezó, pletórico de un vigor juvenil. Levantó el sable de Owain hacia el cielo azul y lo hizo girar en un patrón complejo. El aire brilló y zumbó con una magia poderosa, y el aroma fresco del ozono se extendió por todo el auditorio. Un destello deslumbrante de luz se encendió sobre las cabezas de los presentes, tomando la forma de una gran águila blanca flotando contra el cielo azul. El ave de rapiña chilló y una lluvia de estrellas brillantes cayó desde sus alas extendidas, cada estrella aterrizó sobre los hombros de los estudiantes asombrados.

    Todos han sido marcados con el Sello de Lampeter, explicó el director después de que el hechizo se disipó. Aquellos que sepan cómo mirar, siempre lo verán en ustedes. Pórtenlo con orgullo. No es solo un signo de educación, es vuestro talismán, un don preciado. Tres veces en sus vidas podrán invocar su poder y los librará de cualquier peligro.

    Un murmullo se extendió por todo el torreón. Para algunos de los estudiantes, esta fue la primera vez que oyeron hablar de la marca mágica y su poder, pero no fue así para Bran.

    Usarás tu Sello antes de que te des cuenta, le había dicho su padre, Dylan. Está ahí solo para ayudarte durante los primeros años de tu vida como jinete de dragones fuera de los muros de la escuela.

    ¿Cuándo usaste el tuyo por primera vez? preguntó el muchacho. ¿Fue en una batalla?

    En ese entonces tenía solo once años, y estaba a punto de ingresar a la Academia, como se esperaba del hijo de un oficial prydain.

    No, nada tan glamoroso como eso, respondió Dylan, riendo. Todavía estaba en la Academia, obteniendo mi licenciatura. Estaba corriendo contra otro muchacho de Warwick, era a lo largo del Valle de Dyfrdwy y rompí el ala de mi dragón bajo el Acueducto de Pontcysyllte. Era una caída de treinta metros. No tuve más remedio que acudir al Águila Blanca.

    ¿Y qué pasó?

    ¡Me llevó directamente a la oficina del decano! se rio Dylan. Me dieron una bien merecida reprimenda por desperdiciar una carga tan imprudentemente. Pero así es como funciona el Sello. Nunca sabes a dónde te llevará. Otras escuelas tienen encantamientos similares, pero ninguno es tan inquieto – ni poderoso. Te salvará la vida, siempre, de una u otra manera.

    ¡Magos de Lampeter! ¡De pie! tronó la voz del director.

    El bardo de la escuela subió al podio para dirigir el coro, y la multitud cantó en el himno de la Academia con fervoroso entusiasmo, asustando a una bandada de gorriones escondidos entre las ramas de un roble.

    Hombres de Lampeter, a la gloria

    Sobre ustedes se cierne ya la victoria

    Ante ustedes está el orgullo de Prydain,

    ¿No oís acaso su convocatoria?

    Desgarra en dos el alto cielo,

    ¡Que se oiga al wyrm rugir cual trueno!

    Caballeros de Owain llenen al mundo de asombro,

    ¡El coraje lo conquista todo!

    La decana Madame Magnusdottir, jefa de Dracología, una mujer gentil de cabello color castaño claro, hojeó el papel con una expresión amarga en su rostro.

    Bran ap Dylan gan Gwaelod. No puedo decir que no esté decepcionada, dijo con una mueca y sacudiendo la cabeza. Tu padre era—

    El mejor estudiante que ha tenido esta Academia, murmuró Bran, poniendo los ojos en blanco. Lo sé, madame, pero ¿no está siendo un poco injusta? lo hice bastante bien en lo que más importa.

    ¿Lo que más importa, dices? ¿Lo que MÁS importa? Cada una de las materias de esta escuela importa. Tu apenas has superado la parte atlética, tus conocimientos de historia son inexistentes y tu puntuación en alquimia fue la peor de tu clase.

    Bran bajó la mirada, fingiendo vergüenza, pero no podía importarle menos. Se había graduado y para él no había nada más en este momento. No deseaba pasar más tiempo dentro de los fríos muros de la universidad.

    Ciertamente, eres un buen jinete, continuó Madame Magnusdottir, calmándose. "Uno de los mejores. Tu cociente de Nexo Distante sería extraordinario... si no fueras el hijo de tu padre. Y tienes su potencial mágico, por supuesto. Sería fácil para ti el dedicarte a la hechicería como segunda habilidad... te ayudaremos a desarrollar las habilidades necesarias. Pero se necesita mucho más para lograr el éxito real en la carrera de un jinete de dragones. La

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1