Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cantos de mi lira
Cantos de mi lira
Cantos de mi lira
Libro electrónico224 páginas1 hora

Cantos de mi lira

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Cantos de mi lira se inscribe en la serie de libros que Pilar Sinués le dedicó al tratamiento literario de episodios y leyendas históricas, con la particularidad de que en este caso el género elegido para hacerlo es la poesía, incluidos algunos extensos diálogos teatrales que también aparecen en verso.Los temas tratados en estas leyendas van desde las escaramuzas en la Toledo de tiempos de Pedro I hasta un cuento cortesano en Estambul ("Las dos sultanas").-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento30 ago 2021
ISBN9788726882001
Cantos de mi lira

Lee más de María Del Pilar Sinués

Relacionado con Cantos de mi lira

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Cantos de mi lira

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cantos de mi lira - María del Pilar Sinués

    Cantos de mi lira

    Copyright © 1857, 2021 SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726882001

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    EL ANGEL DE LA MUERTE.

    (LEYENDA HISTORICA)

    EL ANGEL DE LA MUERTE.

    I.

    Duerme la imperial Toledo

    En densas nubes envuelta;

    Con furor el viento brama;

    La lluvia á caer empieza,

    Y del trueno el estampido

    Allá á lo lejos resuena.

    Es una noche del año

    De mil trescientos sesenta,

    Y reina Pedro el Primero,

    Terror de Castilla entera:

    El bastardo don Enrique

    A poner cerco se apresta

    A la ciudad imperial

    Jurando á su hermano guerra;

    Mas mientras llegan los males

    Que fratricida pelea

    Hará sentir á Toledo,

    Tranquila al sueño se entrega.

    Todo duerme: solo se oye

    El rumor de la tormenta,

    Sin verse mas resplandores

    Que en una ventana estrecha

    Débil luz, que temblorosa

    En los vidrios se refleja.

    Es un gótico edificio

    En cuya fachada inmensa

    Se ven, formando un escudo,

    Pesadas armas de piedra;

    Palacio rico, si triste,

    De los Lunas pertenencia,

    Y del conde don Garcia

    La preferida vivienda,

    Que á la sombra de sus torres,

    De sus castillos y almenas

    Vió la luz su hijo Guzman

    A quien ama tan de veras,

    Que el anciano enternecido

    Y entusiasmado contempla

    Los sitios en que pasaron

    Sus dulces horas primeras.

    Es ademas don Garcia

    El tutor de una doncella

    De portentosa hermosura,

    Aunque desdichada y huérfana.

    Y entre aquellos dos amores

    Dichoso se considera,

    Pues poco menos que al hijo

    Ama el conde á su Luz bella,

    Y acrecienta su ternura

    El pensar no hay en la tierra

    Quien por ella se interese

    Ni quien cariño la tenga.

    Así vivia el buen conde

    Sin conocer otra pena

    Que la que dejó en su pecho

    La dura y sentida pérdida

    De la madre de Guzman,

    Que este lloró en edad tierna.

    Mas el sereno horizonte

    De su dicha, con tristeza

    Vió nublarse, pues Guzman

    Un infortunio lamenta,

    Que el anciano desconoce

    Por mas que su vida diera

    Por aliviar solamente

    Su desgarradora pena.

    Y en la noche tormentosa

    En que se escucha sin tregua

    El rumor sordo del viento,

    Y la lumbre centellea

    De relámpagos horribles

    Que el firmamento atraviesan,

    Sentado está don Garcia

    Junto á la ventana estrecha

    En que la luz temblorosa

    En los vidrios se refleja.

    El jóven Guzman le mira

    A su lado con tristeza,

    Y al fin rompiendo el silencio,

    Que há rato en la estancia reina,

    A su hijo el padre dirije

    La voz amorosa y tierna.

    El conde.

    Conque al fin, mi buen Guzman,

    Resuelto estás á partir?

    Guzman.

    No desisto de mi plan;

    Mas cese, padre, tu afan,

    que no me importa morir.

    El conde.

    ¿Y no me es dado saber

    Quién labra tu desventura

    Y tu acerbo padecer?

    ¿Quién hace palidecer

    Tu frente tan noble y pura?

    ¿Quién te hizo sordo á mi ruego

    ¿Quién mata sin compasion

    De tus miradas el fuego?

    ¿Quién ha turbado el sosiego

    De tu pobre corazon?

    No dudes en confiarme

    La causa de tu tormento:

    Escucha, Guzman, mi acento,

    Y no partas sin dejarme

    Ese alivio en mi aislamiento.

    Guzman.

    Perdona si te he ofendido

    Con mi silencio menguado,

    Y escucha, padre querido,

    El secreto que he tenido

    Dentro del pecho guardado.

    Hubo un tiempo, señor, en que mi vida

    Pasaba tan feliz como ligera

    Sin sentir del dolor el alma herida.

    ¡Horas dichosas de mi edad primera!

    Benditas sean, sí, pues aunque impío

    E insufrible el pesar que me tortura,

    No basta á separar del pecho mio

    Vuestros gratos recuerdos de ventura.

    Yo era niño y vivia en los jardines

    Persiguiendo pintadas mariposas

    Que dejaban su lecho de jazmines

    Por sentir el perfume de las rosas.

    En dos séres no mas mi amor tenia:

    En tí, que me adorabas con anhelo,

    Y en mi madre, señor, á quien veia

    Gozando entre los ángeles del cielo.

    ¡Oh! ¡Cuán feliz sentia yo en el pecho

    Latir lleno de vida el corazon!

    ¡Cuán tranquilo dormia yo en mi lecho

    Mis ensueños de cándida ilusion!

    Pero ¡ay! al ver á Luz, á esa doncella,

    Cuya hermosura me sedujo el alma,

    Creíla yo de mi existencia estrella,

    Y de entonces perdí toda mi calma.

    Mientras niña la amé como un hermano;

    Despues, señor, con ciego desvario;

    Llegando á tanto mi delirio insano,

    Que mas que á ti la amaba, padre mio!

    El conde.

    ¿Y de eso solo nace tu tristura?

    ¿Has podido pensar me irritaria

    El tesoro sublime de ternura

    Que has ocultado con tenaz porfia?

    ¿No sabes tú que colmas los deseos

    Que siempre alimenté dentro del alma?

    Olvida ya tus tristes devaneos

    Y torna al pecho tu perdida calma.

    Yo te uniré á tu Luz...

    Guzman.

    Es imposible:

    La dicha para mí se huyó del suelo,

    Que el pesar que me aflije es tan terrible

    Que no hay para él alivio ni consuelo.

    Luz ama al rey, señor... la desdichada

    Lleva en su frente la deshonra escrita:

    ¡La vírgen de pureza inmaculada

    Manchó por siempre su virtud bendita!

    El conde.

    ¡Mientes, Guzman! ¿Quién el villano ha sido

    Que así ultraja el honor del soberano?

    ¿Do se oculta el infame que ha escupido

    A los blancos cabellos de un anciano?

    ¿Quién la honra de mi Luz ha desgarrado?

    ¿Quién en ella cebó la lengua impía?

    ¡Respóndeme, Guzman! ¿do está el menguado?

    ¡Mas que tu afrenta ya, la afrenta es mia!

    Guzman.

    ¡Temblais, señor, é inunda vuestra frente

    El helado sudor de la congoja!...

    ¿Y qué haré yo, que la adoré ferviente

    Y en un infierno de dolor me arroja?

    ¿Y qué haré yo, decid, que miré en ella

    Mi solo amor, mi dicha y mi ventura?

    ¡Qué haré, decid, si Luz era mi estrella

    Y la vida bebia en su hermosura!

    ¡Plugiera al cielo, que mentira fuese

    Este secreto, que escapó del labio!

    ¡Plugiese á Dios, señor, que yo mintiese,

    Y que mentido fuese nuestro agravio!

    Mas ¡ay! que inexorable ante mis ojos

    La terrible verdad viene desnuda,

    Y en vano al cielo le pedí de hinojos

    Me dejase el consuelo de la duda.

    Escucha, padre mio, el hondo arcano,

    Porque es el seno á contenerle estrecho,

    Y hunde después, con generosa mano,

    Tu acerado puñal en este pecho.

    Era una noche, cual ninguna hermosa:

    Noche tranquila, plácida, estrellada,

    En que la blanca luna silenciosa,

    Parecia mas pura y plateada.

    La suave brisa al columpiar las flores

    Grato perfume trasmitia al alma:

    Todo en la tierra murmuraba amores;

    Todo en el cielo prometia calma.

    Sentado yo, junto al balcon de piedra,

    Contemplaba el espléndido jardin,

    Todo alfombrado de verdosa yedra,

    Perfumado de rosa y de jazmin.

    Yo no sé si velaba, ó si soñando,

    Distinguí, padre, una infernal vision;

    Una horrible vision, que destrozando

    Las alas de mi pobre corazon,

    Vino tal vez á deslumbrar mis ojos,

    Vino á robarme mi tranquila calma,

    Vino á trocar mi dicha por abrojos,

    Y á destrozar ¡ay Dios! vino mi alma.

    El conde.

    Prosigue, mi Guzman; tal vez dormido

    Un ensueño infernal hirió tu mente;

    Tal vez una ilusion, hijo querido,

    Marchitó de dolor tu noble frente.

    Guzman.

    ¡Oh! soñaba en verdad; que ver creia

    Ante mis ojos á mi Luz hermosa,

    Que tranquila y feliz me sonreia

    Con espresion sencilla y candorosa.

    Mas de pronto, salvando el alto muro,

    Saltó al jardin, señor, un embozado

    Que á andar echó con paso muy seguro

    Aunque algo misterioso y recatado.

    Aun le observaba de estupor herido,

    Cuando al fijarse al pié de la ventana

    Donde reposa Luz, llegó á mi oido

    El eco de una trova no lejana.

    Era el doncel que oculte en la espesura

    Pulsó el laud, con sin igual destreza,

    Entonando su voz vibrante y pura

    Una cancion de amor y de tristeza.

    El conde.

    Mas ¿quién dijo, Guzman, que el atrevido

    Fuese el rey? di: ¿no es público á Castilla

    Que de su torpe vida arrepentido,

    Se ha enlazado á María de Padilla?

    Guzman.

    ¿Y quién de ese monarca la arrogancia

    Ha podido humillar? ¿quién sigue el rastro,

    De su voluble amor? á la de Francia,

    ¿No repudió, inconstante, por la Castro?

    ¡Ay! ¡cuántas como Luz, palomas puras,

    Escucharon su falso juramento

    Y acabaron su vida y desventuras

    A fuerza de sufrir en un convento!

    Mas ¡guai de Pedro el Cruel! si á la nobleza

    Osa llegar su asolador denuedo!

    Que no está muy segura su cabeza,

    De los limpios aceros de Toledo!

    El conde.

    Cálmate por piedad! sigue el relato

    De la terrible y misteriosa historia

    De esa noche fatal, que en vano trato

    Su origen de encontrar en mi memoria.

    Guzman.

    Apenas la cancion hubo cesado

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1