En las orillas del Sar: Anotado
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Tesoros de la Hispanidad
"No subas tan alto, pensamiento loco,
que el que más alto sube más hondo cae,
ni puede el alma gozar del cielo
mientras que vive envuelta en la carne".
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Quien quiera conocer más sobre la literatura del romanticismo, se sorprenderá al encontrar una obra sobria y desprovista de adornos superfluos. La poesía de Castro es potente y elegante, y además deja pensando.
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En las orillas del Sar - Rosalía de Castro
EN LAS ORILLAS DEL SAR. ROSALÍA DE CASTRO.
Esmeralda Publishing LLC.
Antecedentes:
Este título fue publicado originalmente en 1884.
©2022, Esmeralda Publishing LLC.
Este libro no podrá reproducirse, transmitirse en forma alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación o cualquier otro sistema de almacenamiento o recuperación, sin el consentimiento escrito del editor, salvo en los casos previstos por la legislación pertinente.
Para más información, visite nuestro sitio web:
www.esmeraldapublishing.com
Esmeralda Publishing y su logo son marcas registradas de Esmeralda
Publishing LLC.
ISBN: 978-1-64800-043-0
Información de portada:
Santa Escolástica - Ícono bizantino
Diseño: Ariel Wajnerman
Índice
ORILLAS DEL SAR
II a X
MARGARITA
XII
LOS TRISTES
LOS ROBLES
XV a XXVII
¡VOLVED!
XXIX a XXXVIII
LAS CANCIONES QUE OYÓ LA NIÑA
LA CANCIÓN QUE OYÓ EN SUEÑOS EL VIEJO
XLI a L
LI a LVI
SANTA ESCOLÁSTICA
LVIII a LXIX
A LA LUNA
LXXI a LXXX
LAS CAMPANAS
LXXXII a XC
XCI a XCVIII
NOTAS PARA LA EDICIÓN DE 2022
ORILLAS DEL SAR
I
A través del follaje perenne
que oír deja rumores extraños,
y entre un mar de ondulante verdura,
amorosa mansión de los pájaros,
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.
El templo que tanto quise...
pues no sé decir ya si le quiero,
que en el rudo vaivén que sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi pecho.
II
Otra vez, tras la lucha que rinde
y la incertidumbre amarga
del viajero que errante no sabe
dónde dormirá mañana,
en sus lares primitivos
halla un breve descanso mi alma.
Algo tiene este blando reposo
de sombrío y de halagüeño,
cual lo tiene, en la noche callada,
de un ser amado el recuerdo,
que de negras traiciones y dichas
inmensas, nos habla a un tiempo.
Ya no lloro... y no obstante, agobiado
y afligido mi espíritu, apenas
de su cárcel estrecha y sombría
osa dejar las tinieblas
para bañarse en las ondas
de luz que el espacio llenan.
Cual si en suelo extranjero me hallase,
tímida y hosca, contemplo
desde lejos los bosques y alturas
y los floridos senderos
donde en cada rincón me aguardaba
la esperanza sonriendo.
III
Oigo el toque sonoro que entonces
a mi lecho a llamarme venía
con sus ecos que el alba anunciaban,
mientras, cual dulce caricia,
un rayo de sol dorado
alumbraba mi estancia tranquila.
Puro el aire, la luz sonrosada,
¡qué despertar tan dichoso!
Yo veía entre nubes de incienso,
visiones con alas de oro
que llevaban la venda celeste
de la fe sobre sus ojos...
Ese sol es el mismo, mas ellas
no acuden a mi conjuro;
y a través del espacio y las nubes,
y del agua en los limbos confusos,
y del aire en la azul transparencia,
¡ay!, ya en vano las llamo y las busco.
Blanca y desierta la vía
entre los frondosos setos
y los bosques y arroyos que bordan
sus orillas, con grato misterio
atraerme parece y brindarme
a que siga su línea sin término.
Bajemos, pues, que el camino
antiguo nos saldrá al paso,
aunque triste, escabroso y desierto,
y cual nosotros cambiado,
lleno aún de las blancas fantasmas
que en otro tiempo adoramos.
IV
Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,
caigo en la senda amiga, donde una fuente brota
siempre serena y pura,
y con mirada incierta, busco por la llanura
no sé qué sombra vana o qué esperanza muerta,
no sé qué flor tardía de virginal frescura
que no crece en la vía arenosa y desierta.
De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda,
gallardamente arranca al pie de la vereda
La Torre y sus contornos cubiertos de follaje,
prestando a la mirada descanso en su ramaje
cuando de la ancha vega por vivo sol bañada
que las pupilas ciega,
atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.
Como un eco perdido, como un amigo acento
que sueña cariñoso,
el familiar chirrido del carro perezoso
corre en alas del viento y llega hasta mi oído
cual en aquellos días hermosos y brillantes
en que las ansias mías eran quejas amantes,
eran dorados sueños y santas alegrías.
Ruge la Presa lejos... y, de las aves nido,
Fondons cerca descansa;
la cándida abubilla bebe en el agua mansa
donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa
beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa
las aguas del olvido, que es de la muerte hermano;
donde de los vencejos que vuelan en la altura,
la sombra se refleja;
y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla
por entre la verdura de la frondosa orilla.
V
¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón, oh Iria Flavia!
Mas el calor, la vida juvenil y la savia
que extraje de tu seno,
como el sediento niño el dulce jugo extrae
del pecho blanco y lleno,
de mi existencia oscura en el torrente amargo
pasaron, cual barrida por la inconstancia ciega,
una visión de armiño, una ilusión querida,
un suspiro de amor.
De tus suaves rumores la acorde consonancia,
ya para el alma yerta tornose bronca y dura
a impulsos del dolor;
secáronse tus flores de virginal fragancia;
perdió su azul tu cielo, el campo su frescura,
el alba su candor.
La nieve