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El Crecimiento Bíblico de la Iglesia
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Libro electrónico151 páginas3 horas

El Crecimiento Bíblico de la Iglesia

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"Los líderes cambian y tienden a cambiar de estilo. Sólo las iglesias que se levantan sobre el sólido cimiento de la Palabra de Dios permanecerán.
El Crecimiento Bíblico de la Iglesia explora los invariables principios bíblicos para el crecimiento de la iglesia y los aplica a la cultura de hoy. Gary McIntosh define el crecimiento de la iglesia como un evangelismo efectivo y no simplemente una metodología para incrementar la membresía. Él expone nueve principios básicos que proporcionan un cimiento eterno para ayudar a cualquier iglesia, grande o pequeña, a alcanzar una vitalidad y crecimiento perdurables.

"Gary McIntosh ha forjado hábilmente una guía paso a paso para que seamos instrumentos de Jesús para construir su iglesia en este tiempo. Ningún líder de iglesia debería ignorar este estratégico libro."
C. PETER WAGNER, Wagner Leadership Institute

"Es refrescante tener un libro sobre el crecimiento de la iglesia que nos retorne a las bases. Gary McIntosh conecta a los líderes de la iglesia con el pálpito de Donald McGavran, el indiscutible padre del movimiento de crecimiento de la iglesia."
EDDI GIBBS, Fuller Theological Seminary"
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 jun 2021
ISBN9789584410351
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    El Crecimiento Bíblico de la Iglesia - Gary McIntosh

    Prefacio

    Las carreras de botes en Denver, Colorado, no son muy comunes, pero hace unos años algunos pastores de jóvenes de esa ciudad decidieron realizar una para levantar la moral de sus grupos. Para participar en la Gran Carrera de Botes de Denver, cada uno de los grupos de jóvenes tenía que seguir tres simples reglas. Primero, cada grupo tenía que seleccionar un equipo de dos personas para montarse en el bote. Segundo, cada bote tenía que ser impulsado por fuerza humana; por tanto, en la carrera no se permitía ninguna clase de motor a gasolina o eléctrico o velas. Tercero, cada grupo de jóvenes tenía que construir su propio bote... ¡de cajas de leche vacías!

    Mientras los pastores compartían la idea con sus diferentes grupos de jóvenes, el entusiasmo crecía rápidamente. Cada grupo empezó a diseñar su bote y a reclutar a los miembros para que guardaran las cajas de leche vacías y las recolectaran en la iglesia. Una vez que tuvieron suficientes recipientes y el diseño del bote fuera acordado, el proceso de construcción empezó.

    La superficie de cera de cada recipiente fue raspada cuidadosamente y la abertura en la parte superior fue cerrada con grapas para contener el aire en su interior. Se seleccionaron diferentes tamaños de cajas para ajustar la forma del particular diseño del bote. Una vez que se completó la prueba de las cajas de leche vacías, las unieron con pegamento para formar el fondo del bote. Algunos de estos recipientes fueron utilizados para hacer los asientos, y otros formaron los costados para evitar que el agua salpicara dentro del bote.

    El día de la gran carrera de botes, más de veinte camionetas con remolques estacionaron en la orilla. Cada bote fue cuidadosamente levantado del remolque y puesto suavemente en el lago. Algunos botes parecían de remos, otros más como canoas y uno parecía estar diseñado como los de ruedas de paletas del Mississippi. Al momento de la carrera, la orilla del lago estaba llena de padres, miembros de los grupos de jóvenes, amigos invitados y gente curiosa que pasaba por ahí.

    A la hora establecida, la tripulación de cada bote se puso su chaleco salvavidas y procedieron a llevar sus botes hasta la línea de partida para dar inicio a la carrera. Al momento del disparo, cada bote partiría con el objetivo de alcanzar la mitad del lago, girar alrededor de la boya y regresar a la orilla en el menor tiempo posible.

    ¡Bang! Sonó el disparo de la pistola y el primer bote empezó a hacer su recorrido hasta la mitad del lago. Con intervalos de un minuto, a cada bote se le daba la misma señal y empezaba su viaje de aproximadamente kilómetro y medio de distancia.

    Después de que todos los botes habían partido y algunos empezaban a dirigirse a la orilla, una de las personas que estaba observando la carrera a través de unos binoculares, gritó: ¿Qué es eso? Inmediatamente, todos en la orilla empezaron a mirar intensamente tratando de ver qué estaba generando tal curiosidad.

    Para sorpresa de todos, las cajas de leche vacías empezaron a soltarse y a alejarse de los botes. Algunos botes perdieron tal cantidad de cajas que las tripulaciones se fueron hundiendo lentamente en el agua. Algunos botes lograron completar el recorrido hasta la orilla, pero la mayoría llegaron incompletos. Sólo un bote, el ganador, logró llegar hasta la meta con todos sus recipientes completos.

    La Gran Carrera de Botes de Denver es un ejemplo interesante de lo que frecuentemente sucede con las iglesias. En la superficie, cada bote daba la impresión de ser capaz de hacer el viaje hasta la boya y regresar a la orilla. Sin embargo, fue evidente que algunos botes fueron construidos mejor que otros cuando las olas los golpearon y el agua empapó las cajas de leche vacías.

    De una manera similar, las iglesias son muy parecidas en su exterior. Casi todas tienen servicios de adoración, programas para grupos de todas las edades, edificios donde se reúnen y otras muchas similitudes. Sin embargo, no todas las iglesias son igualmente saludables. Algunas transpiran vitalidad, en tanto que otras luchan buscando dirección. Algunas iglesias experimentan un crecimiento bíblico y otras no. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué algunas iglesias crecen y otras no?

    Este es el tema central explorado en El Crecimiento Bíblico de la Iglesia. Es una pregunta que fue primero hecha por el padre del crecimiento de la iglesia, Donald A. McGavran, cuando sirvió como misionero en India. Durante su carrera misionera que duró tres décadas, él oró, estudió e investigó esta pregunta. Cuando él empezó a compartir sus descubrimientos, enfrentó tanto la aceptación como el rechazo a sus ideas. Hoy, él es considerado por muchos, el primer misionero estratega de nuestro tiempo. Sin embargo, desafortunadamente muchos pastores y líderes de iglesia ni siquiera leen sus artículos o sus libros.

    ¹

    Lo que la mayoría de los pastores y líderes de iglesia conocen acerca del crecimiento de la iglesia viene de autores populares cuyas ideas proceden a veces de fuentes diferentes a la Biblia. De otro lado, McGavran, fue un misiólogo bíblico. Él acuñó el término crecimiento de iglesia como sinónimo de evangelismo eficaz, el cual él creyó que incluía ganar convertidos para Cristo y ayudarlos a volverse miembros responsables de congregaciones locales. Aunque él utilizó la investigación moderna para ampliar su comprensión, el centro de sus ideas surgió de su comprensión de la autoridad de la Palabra de Dios.

    Usted encontrará las huellas de Donald McGavran a través de todo este libro. En muchos lugares no he suministrado documentación o notas al pie relacionadas directamente a McGavran. Habría sido demasiado incómodo hacerlo así, pues mi pensamiento ha sido tan moldeado por él que a veces sería difícil separarlos. Sin embargo, quienes conocen sus escritos verán su sombra al acecho en muchos lugares de este libro. Cada capítulo contiene citas de McGavran y una oración, las cuales dan idea de su punto de vista acerca del crecimiento de la iglesia. La responsabilidad de este libro y las ideas presentadas son solamente mías, pero como su estudiante, yo camino en su sombra.

    Al usar la palabra bíblico, no estoy queriendo decir que libros escritos con anterioridad acerca de este tema no estén basados en la Biblia. Uso la palabra bíblico para señalar que contrario a la opinión popular, el crecimiento de la iglesia no está basado en sociología, mercadeo o demografía. El crecimiento de la iglesia es un concepto bíblico, que emerge de la naturaleza divina de dar vida. Desafortunadamente, durante los años en que el crecimiento de la iglesia se convirtió primero en un paradigma reconocido para el ministerio de la iglesia, muchos escritores asumieron que su base bíblica era bien conocida. Con el tiempo, muchos autores relacionados con el crecimiento de iglesia escribieron acerca de temas prácticos sin el soporte de un fundamento bíblico. El tiempo ha demostrado que muchas personas no entendieron ni entienden el fundamento bíblico para el crecimiento de la iglesia. Por lo tanto, El Crecimiento Bíblico de la Iglesia se enfocará en el fundamento bíblico del que con frecuencia ha carecido hasta ahora la literatura sobre el crecimiento de la iglesia. Está más allá del alcance de este libro tratar de armonizar el fundamento bíblico del crecimiento de la iglesia para cada congregación, denominación o sistema teológico en particular. Eso debo dejárselo a cada lector individualmente. Además, he buscado recorrer una línea delgada entre escribir un tomo académico teológico y una obra popular práctica. Si he cumplido esta tarea, el lector debe decidirlo. Sin duda, algunos lectores desearán una mayor profundidad teológica, mientras que otros desearán una ayuda más práctica. Les pido su indulgencia ante esta situación.

    Finalmente, ya que es la voluntad de Dios que hombres, mujeres y niños perdidos sean encontrados, reconciliados con Dios y traídos como miembros responsables en las iglesias cristianas, es mi oración que El Crecimiento Bíblico de la Iglesia sea un libro útil para pastores y líderes de iglesia que inviertan fielmente en un ministerio eficaz al usar los principios bíblicos del crecimiento de la iglesia.

    • 1 •

    Buscando la Fidelidad

    No estamos llamados a crear un ministerio estático para iglesias estáticas que se conforman con mantener su tamaño actual en medio de millones de personas que pueden ser ganadas. Estamos llamados a crear un ministerio que mantenga el crecimiento de las iglesias en crecimiento e inicie a las iglesias sin crecimiento en el camino de un gran crecimiento.

    Donald A. McGavran

    El frío húmedo de Otoño golpeaba mi cara mientras subía por el camino hacia el bloque de concreto del edificio de la iglesia. A escasos cincuenta pasos de la casa pastoral, la iglesia ofrecía un estacionamiento recubierto con gravilla que proporcionaba algún alivio al barro formado por la constante llovizna. Durante mis primeros meses como pastor de esta pequeña iglesia, había descubierto que la congregación había reunido suficiente dinero para haber cubierto el estacionamiento algunos años atrás. Sin embargo, una vez que el dinero estuvo disponible, llegaron a la iglesia una cantidad de cuentas vencidas por pagar, y la junta decidió usar el dinero para pagarlas antes que pavimentar el lote. El dinero sobrante solo sirvió para cubrir el estacionamiento con gravilla. Aunque eso fue mejor que nada, el agua continuó inundando la vía vehicular, y muchos domingos los miembros de la iglesia eran salpicados por la cantidad de charcos de agua.

    Poco menos que cincuenta autos eran estacionados en una mañana normal de Domingo. Aún con tan corto tiempo de estar en ese lugar, podía decir quién no estaba en la iglesia con sólo mirar los autos en el estacionamiento. Un nuevo auto indicaba visitantes, pero eso no sucedía frecuentemente. Aunque llegaban visitantes, estos nunca regresaban.

    Mientras sacaba de mi bolsillo la llave de la puerta principal de la iglesia, miré hacia atrás, al camino de entrada común para la iglesia y la casa pastoral. Un paisaje como el de un parque con árboles altos y siempre verdes, proyectaban sombra al extenso césped que rodeaba la iglesia y la oficina. Arbustos de moras silvestres crecían a lo largo del borde occidental de la propiedad. Unos pocos árboles frutales sombreaban el lindero norte de la propiedad, mientras que la calle bordeaba los lados este y sur. A menos de tres cuadras de distancia se encontraba una de las principales autopistas de la ciudad, la cual se encontraba lo suficientemente distante para acallar el ruido del tráfico, pero lo suficientemente cerca para proveer un buen acceso a la iglesia.

    A mi esposa y a mis hijos les fascinaba la casa pastoral de dos pisos. Con cerca de 1.500 metros cuadrados de espacio, nos proporcionaba el espacio necesario que necesitábamos. Vivíamos en el piso principal y nuestros hijos usaban el sótano como área de juegos. La chimenea, ubicada en el amplío comedor, alejaba el frío de las tardes lluviosas. Era nuestra tercera casa en cuatro años y la más agradable en la que habíamos vivido hasta ese momento. Cada día contábamos nuestras bendiciones, pues ciertamente no hubiéramos podido comprar una casa tan espaciosa como esa.

    Después de haber encendido las luces del vestíbulo de la iglesia, caminé por el corredor cercano a los salones de la Escuela Dominical. El amplio espacio educativo de la iglesia tenía un salón para que casi cien niños participaran de la Escuela Dominical, junto con un salón adicional para las clases de jóvenes y adultos. Pero sólo había dos clases cada Domingo: una para adultos y otra para niños. En la clase de los niños sólo había dos niños: los míos.

    Mientras caminaba hacia el altar, me detuve y oré en cada una de las veintidós hermosas bancas de madera labrada en las que se podían sentar 220 personas. Todo estaba en su lugar: el púlpito, las sillas del púlpito, las bancas. Era realmente muy bonito. Había aceptado el llamado para pastorear esta iglesia hacía diez años, y había alcanzado su punto alto de asistencia de casi doscientas personas. Desafortunadamente, la iglesia sufrió dos divisiones antes que yo llegara, y la asistencia del domingo en la mañana alcanzaba un promedio entre las treinta y treinta y cinco personas. En un esfuerzo por crear un sentido de comunidad durante el servicio de adoración, todos se sentaban a un lado del altar, lo cual estaba bien hasta que llegaran los visitantes. Era extraño, pero los visitantes siempre se las arreglaban para sentarse en el lado equivocado, alejados de los adoradores regulares. Esto los dejaba solos con once filas de bancas vacías alrededor de ellos. Esto estaba lejos de ser la mejor bienvenida que un visitante podría experimentar.

    Cuando fui entrevistado para pastorear esta iglesia, los miembros me aseguraron que ellos querían que su pequeña iglesia creciera. Después que llegué, los once miembros de la junta me dieron permiso para intentar todo lo que yo quisiera, pero sólo tres miembros estuvieron dispuestos a invertir su tiempo y energía en el desarrollo del ministerio de la iglesia. Muchos miembros de la iglesia simplemente se sentaron atrás a ver qué sucedía. Mi pequeño equipo de tres laicos interesados hizo varios esfuerzos para alcanzar nuevas personas: evangelismo puerta a puerta, un pequeño aviso en el vecindario, una escuela bíblica de vacaciones, eventos sociales cada mes, pero nada de lo que hacíamos parecía dar resultado.

    Una tentativa posterior de unirse a una iglesia hermana encontró optimismo inicial, pero fue eventualmente rechazada por las dos familias que controlaban nuestra iglesia. Incluso una persona valiente trató de reubicar la iglesia en un área de mayor crecimiento en la comunidad, pero la propuesta fue rechazada por los miembros de la iglesia que no tenían intención de dejar el edificio donde algunos de sus familiares habían sido bautizados o se habían casado y aún grabado sus nombres en placas de bronce sobre los muebles de la iglesia.

    Sentado en mi oficina en ese día lluvioso, finalmente acepté que no tenía idea de cómo levantar la moral o restaurar un deseo de crecer bíblicamente la congregación. Experiencias pasadas en otras iglesias, mi mejor entrenamiento en el seminario, incluso un grado universitario en estudios bíblicos no me dieron muchas respuestas. Mis clases de griego, hebreo, historia de la iglesia, educación cristiana, apologética y teología, me habían dado una base decisiva para el ministerio. Sin embargo, pronto aprendía que esas disciplinas no ayudan en el cumplimiento de tareas diarias, tales como involucrar a los recién llegados, tratar con familias poderosas, iniciar cambios, construir la Escuela Dominical, lanzar la visión, relacionarse con la cultura de la iglesia, identificar oportunidades de crecimiento, participar en la guerra espiritual, entender el impacto que tiene la ubicación de la iglesia en su crecimiento y otros asuntos similares.

    El tema de fondo era que la iglesia estaba en problemas, y por lo tanto, yo también. Yo sabía cómo administrar una Escuela Dominical existente, pero ¿cómo levantar una Escuela Dominical totalmente nueva? Yo sabía cómo motivar líderes apasionados para la iglesia, pero ¿cómo podía renovar líderes desanimados? Yo sabía cómo hacer que los recién llegados se adaptaran a una iglesia en crecimiento, pero ¿cómo podía atraer personas a una iglesia que estaba muriendo?

    Descubriendo el Crecimiento de la Iglesia

    En mi búsqueda de respuestas a estos desafíos, fui llevado a los primeros escritos sobre los principios del crecimiento de la iglesia. Y como numerosos pastores y líderes de iglesia han descubierto durante el último cuarto de siglo, encontré que los principios y estrategias del crecimiento de la iglesia brindan respuestas útiles a las preguntas prácticas que yo estaba haciendo.

    No me sorprendió aprender que los factores espirituales juegan un papel importante en el crecimiento de la iglesia. Camine en las iglesias que están experimentando el crecimiento bíblico, y sentirá una pasión espiritual por encontrar a los perdidos e involucrar a los recién llegados. Visite una iglesia en decadencia, y frecuentemente encontrará una actitud egoísta (a menudo disfrazada como comunidad) que resulta en poco interés por la misión de Cristo de buscar y salvar lo que se ha perdido (Lucas 19:10). Iglesias en crecimiento siempre parecen evidenciar un deseo de cumplir la Gran Comisión, mientras que muchas iglesias en decadencia muestran un compromiso limitado al mandato de Cristo.

    A medida que continué el estudio de los principios del crecimiento de la iglesia, empecé a ser consciente de algunos asuntos prácticos que nunca habría considerado. Por ejemplo, aprendí que muchos de los problemas que una iglesia enfrenta no son teológicos. Eso me había interesado, ya que a menos de un kilómetro y medio de distancia y al otro lado de la autopista, había una iglesia con convicciones teológicas similares a la iglesia en la que yo servía y estaba experimentando un momento de crecimiento espiritual y numérico. Después de entrevistar a personas que vivían al otro lado de la autopista, fue claro que ellos no estaban dispuestos a conducir por la autopista para llegar al otro lado, donde estaba ubicada nuestra iglesia. El problema estaba relacionado al hecho de que la iglesia a la que yo servía estaba ubicada en un área de crecimiento industrial, y de acuerdo a la mayoría de las familias en ese momento, esta ubicación no era apropiada para una iglesia. No importaba cuánto fuéramos de casa en casa o anunciáramos nuestro ministerio, las personas del otro lado no iban a conducir el kilómetro y medio que los separaba de nuestra iglesia.

    Mi estudio de los principios bíblicos del crecimiento de la iglesia también me hizo consciente de las dinámicas sociales que afectan un crecimiento de la iglesia. Por ejemplo, descubrí que mi iglesia se había vuelto hermética hacia la comunidad y la fuerza motriz de algo así no es la Gran Comisión, sino el deseo de protegerse de más daño. Las dos divisiones que había experimento la iglesia tuvieron como resultado el doloroso desgarramiento de amistades. Las heridas causadas por estos dos desafortunados incidentes causaron que los líderes se volcaran al interior de la iglesia, se refrenaran de iniciar nuevos ministerios y se resistieran a construir amistades con nuevas personas. El resultado fue una iglesia hermética que era superficialmente amistosa con los recién llegados pero resistente al establecimiento de una verdadera amistad.

    A medida que yo entendía más acerca de la situación de mi iglesia, se hizo evidente que la congregación no estaba dispuesta a cooperar con Dios en el crecimiento de su iglesia. Aún cuando Dios estaba haciendo crecer a otras iglesias en nuestra comunidad, la congregación en la que yo servía no tomaba los pasos necesarios para embarcarse en lo que Dios estaba haciendo. A pesar de los sí verbales de la congregación al crecimiento de la iglesia, los miembros no estaban dispuestos a pagar el precio de abrir su confraternidad a los recién llegados ni a tomar riesgos razonables en el establecimiento de nuevos ministerios. Parecían pensar que la misión de la iglesia era entrenar predicadores jóvenes por uno o dos años y después enviarlos a

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