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El Pastor hacedor de discípulos
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Libro electrónico365 páginas5 horas

El Pastor hacedor de discípulos

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Ante la pérdida de impulso y dirección que sufre la iglesia moderna, es necesaria una renovación. Desafortunadamente, hay pocos líderes y pastores con corazón apostólico, y en demasiados casos, luchan con la frustración y la falta de dirección. Más que trabajadores conscientes o de que muchas cosas sucedan, los programas eclesiásticos y los movimientos de membresía no cumplen el propósito de la Gran Comisión. ¿Dónde están los que, por amor a Dios, salen a hacer discípulos a todas las naciones? Tal vez hayamos olvidado ya el ejemplo de la iglesia del Nuevo Testamento, desviándonos tanto del mandato de Cristo que tomarlo como modelo de vida, nos hace ver como fanáticos. Pero el mandamiento de hacer discípulos no ha perdido su autoridad y relevancia.

"Cada década, son pocos los libros que definen claramente los temas críticos, que presentan magistralmente las verdades bíblicas y desafían tan radicalmente los conceptos tradicionales. ¡El Pastor Hacedor de Discípulos es uno de esos libros!"
DAN SPADER
Primer Director de Son Life, Instituto Bíblico Moody
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2021
ISBN9789584410429
El Pastor hacedor de discípulos

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    El Pastor hacedor de discípulos - Bill Hull

    Comisión

    Prefacio

    El Mandato de Ir y Hacer Discípulos

    No es un secreto que la iglesia organizada hoy día está en problemas. No sólo la institución ha perdido impulso, sino que también ha perdido dirección. A menos que surjan personas que puedan llevar a la iglesia a la renovación –lo cual, al final coloca la carga en los pastores–, existe poca esperanza de que esta situación mejore.

    Desafortunadamente, hay pocos líderes y pastores con corazón apostólico. Es más, en demasiados casos, los clérigos en posiciones privilegiadas para guiar las ovejas por sí mismos, luchan con dificultad por la falta de dirección y frustración.

    No es para decir que a la iglesia le hagan falta trabajadores conscientes o que nada valioso esté sucediendo en ella. Por lo que podemos ver, toda clase de cosas están sucediendo. Pero me parece que de alguna manera los programas eclesiásticos y los movimientos de membresía no cumplen el propósito de la Gran Comisión. ¿Dónde están los obreros de la cosecha que, obligados por el amor de Dios, están saliendo para hacer discípulos a todas las naciones? Temo que todos los ejemplos de la iglesia del Nuevo Testamento hayan sido velados u olvidados. En efecto, nos hemos desviado tanto del mandato de Cristo que quienes lo toman como modelo para sus vidas, son vistos como fanáticos.

    Tal vez, Bill Hull sea esta clase de persona. Convencido de que el mandamiento de hacer discípulos no ha perdido su autoridad o relevancia, él ha tratado de establecer el curso de su ministerio con base en éste.

    Este libro describe su pensamiento y lo que significa para la iglesia local. Es bíblico y real, y, aunque el autor no escatima palabras, él escribe con comprensión y compasión.

    La experiencia personal de Bill Hull le da a la historia un sentido de autenticidad. Él no habla como un teórico, sino como una persona con experiencia, un pastor activo que ha buscado edificar una iglesia alrededor del mandato de ir y hacer discípulos. La validez de su ministerio se apoya en la forma como la congregación ha crecido en número y visión y cómo ahora se reproduce a sí misma en la asociación de varias iglesias hijas.

    Aquí hay un mensaje que quienes aspiran al liderazgo de la iglesia necesitan escuchar y considerar. No todos estarán de acuerdo con sus conclusiones, pero nadie puede leer la historia sin aceptar una nueva perspectiva del pastor discipulador. Para algunos, puede ser el nacimiento de una nueva concepción de ministerio.

    Dr. Robert E. Coleman

    Introducción

    Crisis en el Corazón

    Que la iglesia se encuentra en crisis no es nada nuevo. Nació en crisis y se ha mantenido así hasta el día de hoy. Por definición, crisis significa separar, encontrarse en un punto de regreso. Las crisis exigen que tomemos una decisión, y lo que hace crítica esta decisión es que una equivocación podría llevarnos al desastre.

    Cientos de líderes pueden mencionar miles de crisis acontecidas en la iglesia en Estados Unidos. Muchos libros se han escrito y se han enviado mensajes acerca de la crisis en la predicación, el evangelismo, la familia cristiana, la integridad tanto del clero como de los empresarios cristianos. Otros señalan la crisis en las misiones alrededor del mundo, en la educación teológica, en las universidades cristianas y algunos incluso en la muerte lenta de la Escuela Dominical.

    La palabra crisis se ha vuelto tan común, que muchos han dejado de escuchar las advertencias de los profetas modernos y sienten gran escepticismo respecto a la validez de esas muchas llamadas crisis. El público cristiano se ha cansado del grito ferviente de sus líderes cuando hablan de la vida al borde del abismo. El cercano apocalipsis de alguna manera parece que nunca se va a materializar; por lo tanto, toda advertencia acerca del destino inminente parece cada vez más como un aullido de lobo.

    A pesar de tal cinismo, debo insistir en que la crisis en el corazón de la iglesia es más profunda, más amenazante y más importante que cualquier otra cosa. El hecho de que la Iglesia pueda seguir sin ser confrontada con sus divisiones, la coloca en una posición muy peligrosa. Ignorar la crisis es como si alguien con un problema del corazón no lo tratara y se resistiera a reconocer los signos de advertencia: su incapacidad para subir escaleras con facilidad, hacer ejercicios sin sentir fuertes dolores en el pecho o respirar normalmente. La vida puede seguir adelante de forma limitada ante tales circunstancias, pero un día, el corazón de esa persona se detendrá súbitamente y entonces será demasiado tarde para restaurar la salud del sistema cardiovascular enfermo.

    Para seguir la analogía de Pablo acerca de que la iglesia es el cuerpo de Cristo, la crisis no se encuentra en una de las extremidades (manos, piernas o pies). En otras palabras, no es directamente una crisis de su función y trabajo, sino de lo que gobierna la habilidad del cuerpo para llevar a cabo su función y trabajo. La crisis se encuentra en el corazón de la iglesia. El sistema cardiovascular de la iglesia, el cual es su parte más trascendental, determina la salud de todo el cuerpo. La condición del corazón y el libre y normal flujo de la sangre a través de las venas y arterias, determina la capacidad del cuerpo para funcionar normalmente.

    La iglesia evangélica se ha vuelto débil, blanda y demasiado dependiente de medios artificiales que sólo pueden simular un verdadero poder espiritual. Las iglesias se parecen un poco a centros de entrenamiento para poner en forma a los creyentes y mucho a la sala cardiopulmonar de un hospital local. Hemos proliferado en la autoindulgencia religiosa, el síndrome de lo que la iglesia puede hacer por mí. Estamos excesivamente satisfechos con los éxitos convencionales: cuerpos, dinero y edificios. El cristiano promedio habita en la cómoda posición de Yo le pago al pastor para que predique, administre y aconseje... Yo le pago a él para que me ministre… Yo soy el consumidor, él es el minorista… Yo tengo las necesidades, él me las cubre… ¡Para eso yo le pago!

    Podemos ver esto más claramente en la adoración idólatra de las súper iglesias en Estados Unidos. Entre más grande sea esta y entre más imite en sus métodos al espíritu empresarial norteamericano, será mejor. La seducción es total cuando las iglesias más grandes, más creativas y más exitosas, son el estándar con el que medimos a las otras iglesias.

    La medida más común de un ministerio grande es el número de personas reunidas en un culto. Si llegaran tres mil personas, algunos podrían decir al instante, esta es una gran iglesia. Pero ese tipo de medición tiene dos defectos: el primero, los números como tal no indican lo grande que puede ser un ministerio. Grandes multitudes pueden reunirse en cualquier cantidad de eventos, como linchamientos, huelgas o reuniones de redes de mercadeo.¹ La más acertada observación respecto a una gran reunión de la iglesia podría ser: el número de personas reunidas aquí indica que quienes lideran la iglesia, el pastor y el líder de alabanza, deben ser muy talentosos. Esta sería una buena y por lo general, una verdadera opinión.

    El segundo defecto de tal medición es que usted ha hecho la pregunta equivocada: ¿Cuántas personas hay? La pregunta correcta es: ¿Quiénes son estas personas? ¿Qué clase de familia tienen? ¿Son honestos en los negocios? ¿Están preparados para dar testimonio? ¿Conocen la Biblia? ¿Están haciendo algún impacto para Cristo en sus lugares de trabajo, en sus vecindarios o entre sus amigos y compañeros? ¿Están ellos haciendo la diferencia en el mundo como Cristo lo espera? Estas son las preguntas correctas, los temas del corazón y el criterio para determinar la magnitud de un ministerio.

    La iglesia evangélica ha perdido el deseo de hacerse las preguntas correctas y el coraje para enfrentar las respuestas. La decisión crítica que enfrenta la iglesia es: ¿Nos comprometeremos nosotros mismos con los temas del corazón? ¿Nos arrepentiremos de nuestras absurdas decisiones y regresaremos al trabajo que Cristo nos ordenó? Pero ¿cuáles son los temas del corazón? ¿Cuál es el sistema cardiovascular de la iglesia?

    George Orwell escribió: Ahora nos hemos hundido a una profundidad en la que la reafirmación de lo obvio es la primera tarea de los hombres inteligentes. En la iglesia de hoy, lo obvio es revolucionario. Nada es tan traicionero como lo obvio. Entender y ejecutar lo obvio es tan difícil como caminar en una cuerda floja en medio de fuertes vientos. Volver a lo obvio y aplicarlo de nuevo, sacude a la iglesia desde sus cimientos. Cuando usted lo expone, los líderes contaminados asentirán con sus adormecidas cabezas. Cuando usted lo aplica, ellos se burlarán y lo catalogarán como radical, inexperto y paraeclesial.

    ¿Qué verdad obvia hace que los creyentes se incomoden? Simplemente esta: la iglesia existe para una misión. La iglesia existe gracias a una misión, así como el fuego existe gracias al oxígeno. La iglesia no existe para sí misma. Esto choca de frente con la mentalidad autoindulgente y egocéntrica que domina a los evangélicos. Mire los libros cristianos más vendidos, escuche la televisión evangélica, hable con el creyente común; el tema común es una preocupación por las necesidades que se tienen. Si la iglesia va a obedecer a Cristo, esto tiene que parar. Los cristianos no dejarán de tener necesidades, pero la preocupación y la prioridad dada a las necesidades por encima de lo ordenado por Cristo tiene que detenerse.

    El enfoque del personal de una iglesia y de su cuerpo congregacional no es interno, sino externo. La misión de la iglesia es influenciar a este mundo, tal como las parábolas lo exponen: sal, luz, levadura, ejército, embajadores, peregrinos, etc. Todo esto expresa movimiento e influencia. La iglesia crece cuando sus miembros se vuelven más efectivos en influenciar a otros.

    Como cualquier crisis del sistema cardiovascular, esta ha dejado a la iglesia débil y dependiente y ha colocado a los pastores en el difícil papel de entrenar a un equipo de baloncesto desde la sala de emergencia de un hospital. Los jugadores deben tratar firmemente de hacer lo mejor, pero claro está, ellos no pertenecerán a la Asociación Nacional de Baloncesto. Tristemente, la iglesia obra con una gran desventaja y, por lo tanto, hoy es mucho menos que lo que Dios ha deseado. Pero esto no necesita ser así y debemos tener el suficiente coraje para enfrentar y cambiar la situación.

    ¿Cuál es el Remedio?

    Sólo una clase de persona influenciará al mundo y el fracaso de la iglesia en producir este tipo de persona es el error que la ha llevado a esta crisis. La crisis en el corazón de la iglesia es una crisis de producto. ¿Qué clase de persona produce la iglesia? El producto ordenado por Cristo es una persona llamada discípulo. Cristo ordenó a su iglesia "hacer discípulos" (Mateo 28:18-29). Jesús describe a un discípulo como uno que todo lo soporta por Él, que es obediente a Él, que da fruto, glorifica a Dios, tiene gozo y ama (Juan 15:7-17).

    Esto tiene mucho sentido. La clase de persona que más glorifica a Dios es llamada discípulo. El mandamiento de Cristo a sus discípulos fue hacer discípulos, porque los discípulos influencian su mundo. Un discípulo se reproduce a sí mismo, lo cual lleva a la multiplicación y esta es la clave para ganar al mundo y cumplir la Gran Comisión.

    El fracaso de la iglesia en el cumplimiento de este obvio mandamiento sólo puede atribuírsele a una intriga diabólica. La crisis en el corazón de la iglesia es que fomentamos hacer discípulos sólo de labios para afuera, pero no lo practicamos. Hemos perdido la integridad de nuestra misión. El sistema cardiovascular del cuerpo no mejorará hasta que cambiemos nuestros enfoques y prioricemos la saludable producción y reproducción de hombres y mujeres que influyan su mundo. El sistema cardiovascular de la iglesia es lo que produce el producto correcto. Cuando la iglesia produzca y reproduzca el producto correcto, como cualquier cuerpo saludable, podrá cumplir su función. Cuando obedecemos la comisión de Cristo, dos cosas buenas suceden: creamos cristianos saludables; y un cristiano saludable se reproduce y el cuerpo crece, entonces se multiplica y el mundo es evangelizado.

    No muchas cosas cambiarán hasta que tratemos el tema y creemos la controversia, hasta que la iglesia en Estados Unidos sea desafiada a asumir seriamente la Gran Comisión, hasta que los pastores estén dispuestos a empezar a reproducirse a través de otros, a preparar cristianos que se alimenten por sí mismos, hasta que las congregaciones le permitan a los pastores invertir más de su tiempo en enseñar y entrenar espiritualmente a la minoría, antes que servir a los caprichos y deseos de la desmotivada y desobediente mayoría, hasta que los pastores puedan ser liberados del excesivo trabajo evangélico. Debe ser así; no podemos permitir que esto continúe. ¡Esto debe cambiar!

    Notas

    1 N.T.: Texto original, Reuniones de Tupperware, ha sido cambiado para su comprensión en el contexto hispanoamericano por la expresión genérica para este tipo de encuentros.

    Capítulo 1

    La Necesidad

    Crisis y Condición de la Iglesia

    He arrojado el guante. Sostengo que la iglesia evangélica es débil, autoindulgente y superficial, que ha sido discipulada completamente por su cultura. Como dijo Jesús: El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro (Lucas 6:40). Aún más, yo creo que la crisis de la iglesia es más de producto, de la clase de personas que se están produciendo. Yo propongo la solución para ser obedientes a la comisión de Cristo de hacer discípulos: enseñar a los cristianos a obedecer cada mandamiento de Cristo.

    ¿Me encuentro solo en mi análisis crítico de la iglesia? Otros más sabios y experimentados que yo sostienen la misma tesis. Elton Trueblood ha dicho:

    Tal vez la debilidad más grande de la Iglesia Cristiana actual es que millones de supuestos miembros no están realmente involucrados del todo y lo que es peor, no se considera extraño que no lo estén. Tan pronto como reconocemos la intención de Cristo de hacer de Su iglesia una militancia, comprendemos que una actitud convencional no puede ser suficiente. No existe ninguna oportunidad real de victoria si el noventa por ciento de los soldados no están entrenados ni se encuentran involucrados, pero este es exactamente el punto donde nos encontramos ahora. Muchos alegan que los cristianos no entienden que la lealtad a Cristo significa involucrarnos personalmente en su ministerio, yendo o permaneciendo, dependiendo de la situación.¹

    La encuesta realizada por Gallup en 1980, indicaba que de los 22 millones de evangélicos que asistían a una iglesia, sólo el 7% habían tomado alguna clase de entrenamiento evangelístico y sólo el 2% había traído a otra persona a Cristo. ¿Qué tanto le gustaría marchar a la batalla con sólo el 7% de sus tropas entrenadas y sólo el 2% con experiencia en el combate? Mientras oro, estos datos han cambiado en ocho años y pensaría que hoy son casi iguales.²

    Esto revela la necesidad de hacernos la pregunta correcta: ¿Cómo pueden tres mil personas reunirse a adorar y ser una gran iglesia, si sólo el 7% está entrenado para dar testimonio y sólo el 2% han presentado a Cristo a otra persona? El examen de una congregación, aparte de la santidad personal, es cuán efectivamente los miembros impactan al mundo. Las bancas de las iglesias en Norteamérica están simplemente repletas de esquizofrénicos espirituales, cuyas creencias y conductas no son congruentes y los sermones son acomodados al gusto de las personas.

    Los cristianos no están bien entrenados, debido principalmente a que los pastores no han trabajado en ayudar a las personas a hacer lo que Él ha dicho que debe ser hecho. Como resultado de esto, ellos sienten mucha frustración y culpa.

    Muchas iglesias crecen por transferencia: la regla del día es la rotación de creyentes. El número real de conversiones a Cristo en algunas grandes iglesias ha disminuido notoriamente. En lugar de eso, las iglesias que atraen mayor número de personas son las que presentan intensas prédicas y un gran programa de música. Así, las personas piensan que la iglesia es grande y que el personal hace su trabajo. En realidad, las iglesias con los mejores programas están llenas, como los mejores restaurantes y teatros, debido a que estas divierten.

    En la relación entre el clero y el laicado, los clérigos se han convertido en concertistas profesionales y los asistentes en la audiencia. Entre mejor sea la presentación, habrá más gente. Todo esto prueba que las presentaciones excepcionales atraen gente. Pero significa poco más que eso: de ninguna manera reflejan fielmente las prioridades de Cristo por Su Iglesia. Así como Elton Trueblood ha dicho: La cristiandad barata puede atraer regularmente una gran asistencia el Domingo en la mañana. Es más económico que las personas piensen de sí mismas como espectadores en una presentación³ Trueblood señala esto cuando enfatiza acerca de cuántos de los que asisten al culto son pre-cristianos y paganos. "Hemos regresado al pensamiento del Antiguo Testamento, en donde vemos sobre todo cuánta gente llega al templo para el ritual. Eso era lo más importante bajo el Viejo Pacto. Mientras tanto, nos olvidamos de las palabras de Jesús: Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo (Mateo 12:6).⁴ Siempre es posible reunir una multitud, si usted demanda muy poco y les ofrece un buen espectáculo.

    Aparentemente, tal clase de éxito nos enceguece ante los temas reales. ¿Son cristianos saludables, se están reproduciendo, están siendo entrenados para hacer discípulos? ¿Qué se le está pidiendo a la gente? ¿Están viviendo y sirviendo en la forma planeada por Dios? El propósito de reunir a los cristianos es para entrenarlos en su habilidad de impactar al mundo.

    Mirando a la iglesia cristiana de hoy, George Barna comentó:

    Hay un fuerte apoyo entre los cristianos al hecho de que un individuo es libre de hacer todo aquello que le plazca, en la medida en que sus actitudes no hieran a otros. Dos de cada cinco cristianos sostienen que esta clase de pensamiento es apropiado y, de esta manera, rechazan plenamente el incondicional código ético y moral enseñado en la Biblia. Tres de cada diez cristianos están de acuerdo en que nada en la vida es más importante que divertirse y ser feliz. Los cristianos demuestran tal amor al dinero, posesiones y otros objetos materiales, que no puede decirse que su cristianismo gobierne sus corazones. Por ejemplo, más de la mitad de los cristianos creen que nunca tienen suficiente dinero para comprar lo que necesitan, ni tampoco lo que quieren. Uno de cada cuatro creyentes piensa que entre más tengan más exitosos son. El hecho de que la proporción de cristianos que sostienen estos valores sea equivalente a la proporción de no cristianos que sostienen puntos de vista similares, indica cuán insignificante ha sido la cristiandad en la vida de millones de creyentes.

    No sólo son cristianos sin entrenamiento para impactar sus esferas de influencia, sino que también sus valores se han deteriorado. Ahora la diferencia entre cristianos y no cristianos se ha vuelto borrosa y está desapareciendo rápidamente. Mi propia experiencia como pastor sostiene esta tesis. El uso del dinero entre los cristianos, las prioridades de tiempo, las actitudes acerca del trabajo y el placer, el divorcio y el volverse a casar, reflejan cada vez más la cultura que la Escritura. Por lo tanto, la iglesia es débil en habilidades y en carácter.

    Cuando Os Guinness dice: Hemos dejado afuera la sustancia; ya no se trata de la santidad de los santos sino de la vanidad de las vanidades… Adoramos al dios de la barriga, sin ir más allá de nuestra última experiencia;⁶ él habla de una falta de fortaleza en la iglesia. Lo encontrado por George Gallup apoya este punto de vista. Sólo el 42% de los cristianos saben que Jesús dio el Sermón del Monte, y muchos lo saben debido a la televisión. Los que pudieron identificar los autores de los Evangelios o recordar los Diez Mandamientos fueron pocos. Los evangélicos muestran una escandalosa falta de conocimiento de la Biblia. La enseñanza y el aprendizaje de la Biblia son diferentes. Entre los pastores evangélicos existe una mayor miopía acerca de este tema. Los sermones no preparan a las personas para vivir eficientemente la vida cristiana. Los cristianos evidencian una seria falta de profundidad tanto en el conocimiento como en la buena experiencia.

    Francis Schaeffer nos advirtió: Este es el gran desastre evangélico –el fracaso del mundo evangélico para sostener la verdad como verdad. Existe sólo una verdad para esto- y se llama comodidad: la iglesia evangélica se ha acomodado al mundo espiritual de la época.

    Vemos el fruto amargo del desconocimiento bíblico y la comodidad subsiguiente en algunas formas susceptibles. Recientemente, George Barna hizo un estudio entre diez mil jóvenes evangélicos. Los resultados muestran el índice alarmante del deterioro de los valores entre los jóvenes evangélicos que asisten a las iglesias. A la edad de dieciocho años, el 43% ha tenido relaciones sexuales. El 24% considera aceptable el sexo antes del matrimonio. El 39% encuentran normales otra clase de actividades sexuales. El 55% no pudo afirmar que las relaciones sexuales antes del matrimonio estaban mal. Se encontró algo alarmante cuando se les preguntó a quienes habían tenido relaciones sexuales si fueron obligados a tener sexo contra su voluntad y el 47% de los muchachos y el 65% de las chicas dijeron que las habían tenido por su propia voluntad.

    El traspaso de valores y prioridades de los padres a los hijos es débil porque la mayoría de los padres que asisten a iglesias evangélicas tienen un sistema de valores acomodado a sus necesidades. No están comprometidos totalmente y, por lo tanto, sus hijos reflejan la misma falta de entrega.

    George Gallup dice que, entre los evangélicos, hay un grupo altamente comprometido del 10%. Estas personas llevan la carga y hacen la diferencia. Estos no acomodados son los esforzados para gloria del grupo. De ellos proviene el 7% entrenado para evangelizar. Un 10% altamente comprometido significa que el traspaso efectivo de valores opera al 10%.

    Desarrollaremos esto más adelante, pero por ahora sólo necesito decir que en verdad lo que hemos sacrificado es el mandamiento de la calidad. A la Gran Comisión se le ha rendido culto, pero no obediencia. La iglesia ha tratado de evangelizar al mundo sin hacer discípulos. La impetuosidad de la naturaleza humana y la presión cultural para lograr rápidos resultados han hecho que los pastores tomen atajos. Pero los atajos no funcionan; la mayoría de las veces terminamos empezando de nuevo. La verdad es que hacer discípulos es el único camino que nos conduce a la evangelización del mundo, porque es la clave para reproducirse y multiplicarse. No vaya por otro lado. Hemos sacrificado el ir y hacer discípulos sobre el altar del éxito cultural, el placer egoísta y la necesidad inmediata. Esta es mi versión del más grande desastre evangélico.

    Comparto la opinión del anterior editor de Christianity Today y decano emérito de la Escuela Evangélica de la Divina Trinidad, el Doctor Kenneth Kantzer:

    Mi opinión, improbable lo admito, es que lo evangélico se encuentra más débil de lo que estaba hace quince o cincuenta años. Las personas a menudo piensan que está más fuerte ahora porque escuchan más por los medios publicitarios. Ciertamente, hoy tiene más cubrimiento que el que tuvo desde la Primera Guerra Mundial. Así también, los evangélicos tienen ahora un mayor sentido de su propia identidad que la que tuvieron al principio del siglo pasado. Pero la influencia de la fe y la ética evangélica han disminuido en nuestra sociedad. Como cultura, Occidente se está alejando del Cristianismo Bíblico.

    Yo no puedo probar que la iglesia evangélica se encuentra en muchos más problemas de los que digo. Pero estoy satisfecho de compartir mis apreciaciones con estos hombres: Elton Troublood, Donald Bloesch, George Barna, Os Guinness, Francis Schaeffer, Howard Zinder, Kenneth Kantzer, y otros. Hace años escuché a Billy Graham decir que el 95% de los cristianos viven en derrota. Fui escéptico al principio respecto a esa información, pero ya no. Algo tiene que hacerse respecto a la enfermedad de la cristiandad y creo que la solución es obvia. Tenemos que mejorar el producto y producir creyentes saludables, que se reproduzcan e impacten su mundo para Cristo. Cómo hacerlo, es el corazón de esta obra.

    El Deseo que Expresan los Pastores

    Los pastores quieren hacer lo correcto. No conozco ningún pastor que no desee producir cristianos sólidos. Todos están de acuerdo con la tesis de este libro de que la iglesia evangélica necesita ser revitalizada. Ellos quieren hacer discípulos y ayudar a llevar a cabo la Gran Comisión, pero muchos no saben cómo. Está bien, a mí también me sorprendió. Al principio estaba escéptico acerca de la necesidad de enseñarle a una Iglesia cómo organizarse para hacer discípulos.

    Con demasiada frecuencia, los pastores nos hastiamos de seminarios, libros y otras ayudas profesionales, debido a que vemos a la iglesia a través de los limitados lentes del éxito. Comparamos nuestros mayores éxitos en lo evangélico y concluimos que la iglesia se encuentra en perfecto estado. Mira esas iglesias exitosas; no tienen la filosofía de hacer discípulos. Tienen más personas; mandan más misioneros; cuentan con tremendos programas para casi cada necesidad en la sociedad. Pero este punto de vista tiene una gran falla, pues al mirar a la iglesia a través de los ojos del éxito, sólo vemos el 5%.

    Permítanme ser claro: no espero ir más allá de ese 5% en lo evangélico. Modelos pastorales empresariales altamente talentosos y creativos dominan más que ese 5%. Estos son muy efectivos y Dios los usa mucho para ministrar a las masas y pueden ofrecer unos pocos principios y consejos que ayudan a otros en su trabajo. Pero como modelos, estos hacen más mal que bien. Muchos pastores harían mejor si nunca hubieran oído o estado expuestos a más del 5%.

    Este porcentaje enfrenta al pastor promedio con un

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