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Temas judíos en el Nuevo Testamento
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Libro electrónico397 páginas11 horas

Temas judíos en el Nuevo Testamento

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En el libro Temas Judíos del Nuevo Testamento, escrito por Paul Morris, encontrará respuestas a preguntas como ¿Qué papel juega Israel en la era de la iglesia? ¿Qué cambió durante el Nuevo Pacto?
Además Morris nos proporciona una consistente introducción a una "teología cristiana sobre Israel". El objetivo de este libro es ver lo que dice el Nuevo Testamento sobre el pueblo judío en la era del nuevo pacto, el tiempo que sigue a la venida de Jesús el Mesías.
Subraya la progresiva posición de Israel en el plan –y el corazón– de Dios a la vez que analiza las muchas facetas de la(s) respuesta(s) judías al evangelio; por eso la palabra "temas" del título está en plural porque son muchos los aspectos a tener en cuenta.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2021
ISBN9788418204357
Temas judíos en el Nuevo Testamento

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    Temas judíos en el Nuevo Testamento - Paul Morris

    INTRODUCCIÓN

    El objetivo de este libro es ver lo que dice el Nuevo Testamento sobre los judíos en la era del Nuevo Pacto, el tiempo que sigue a la venida de Jesús el Mesías. No ha sido escrito desde la distancia, sino por alguien que ha pasado muchos años como testigo de Jesús entre su pueblo, Israel. No soy judío, pero me he esforzado por ponerme en el lugar de Israel tratando de hacerme judío para los judíos.

    Puede que el título Temas judíos en el Nuevo Testamento sorprenda y, quizás, confunda. ¿Tan ambicioso es este trabajo como para intentar cubrir absolutamente todos los temas principales del Nuevo Testamento? ¿Acaso no son todos los temas del Nuevo Testamento judíos, en el sentido de que el Nuevo Testamento es el cumplimiento de todo lo prometido al pueblo judío en el Antiguo Testamento? El objetivo de este libro no abarca tanto.

    Nos centraremos en lo que ocurre con los judíos ahora que el Mesías² ha venido. ¿Se puede entender que desaparezcan de la escena ahora? Ese no es el destino que se podría esperar para aquellos que han recibido las promesas de Dios. El Nuevo Testamento está de acuerdo, y al leerlo descubrimos que Jesús y sus apóstoles tenían mucho que decir, lo que sigue siendo importante para los judíos y para la relación entre ellos y los creyentes en Jesús.

    Am Yisrael Jai! (¡El pueblo de Israel vive!)

    El alma de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre los judíos afirma su existencia permanente y la fidelidad permanente de Dios hacia ellos, a pesar de que parezca todo lo contrario. ¡Es lo que proclama ¡Am Yisrael Jai!

    La mentalidad judía realza su identidad corporativa a un nivel raramente equiparable con ninguna otra nación. Los judíos piensan mucho más colectivamente que la mayoría de los pueblos. La historia y la experiencia judía (me refiero al pacto de Dios con ellos, el mandamiento de no mezclarse, la experiencia de la persecución), los ha llevado a un sentido de unión y solidaridad, tanto hoy como con todos los judíos de cualquier época, que hace que la expresión Israel vive sea bastante natural. Aún más, es una afirmación de fe y un grito de alegría.

    ¡Am Yisrael Jai! es en realidad el título de una canción judía moderna que se regocija de su existencia perdurable, particularmente a la luz del Holocausto³ y al establecimiento del Estado de Israel. Una canción así no debería sorprender a quien conoce el Nuevo Testamento. De eso trata este libro. Como pueblo viven: ¡Am Yisrael Jai!

    Temas judíos en el Nuevo Testamento

    La existencia perdurable del pueblo judío es algo que el Nuevo Testamento espera, y la palabra temas del título está en plural porque son muchos los aspectos a tener en cuenta. Los escritores del Nuevo Testamento nunca imaginaron que, como consecuencia del rechazo de Jesús por parte de muchos de ellos, los judíos simplemente desaparecieran de la historia. Escribieron con el fin de ayudar a los cristianos a compartir el evangelio con ellos, alentar a los que alcanzaban la fe, entender la diferencia entre judíos, gentiles y cristianos, y comprender de alguna manera los propósitos de Dios para los judíos como pueblo. Demasiadas veces, los cristianos, al mencionar a los judíos pensamos solo en historia o profecía, por lo que todo el asunto se vuelve impersonal y teórico. Este libro tendrá en cuenta tanto la historia como la profecía, pero atiende a mucho más; trata de los judíos y del pueblo judío.

    ¿Es acaso otro libro de alguien atacado por el virus judío? Entre los cristianos de hoy hay quienes parecen ver a la iglesia como un fenómeno que ha alcanzado su fecha de caducidad; toda su visión se ha llenado de judíos, y parece que no pueden hablar de otra cosa. Estas personas pueden ser muy repelentes para aquellos cristianos que ven a la iglesia como el cuerpo glorioso de Cristo, pero que están dispuestos a considerar estos temas judíos en el Nuevo Testamento. Espero que este libro no lo sea para ti, que solo te emocione, te llene de humildad y te conduzca a la alabanza y la oración.

    Al final de cada capítulo hay algunas preguntas que pueden usarse para discutirlas en grupo o considerarlas individualmente. En este último caso, recomendaría escribir las respuestas a las preguntas, ya que creo que responder una pregunta en su mente y asegurarse de que tiene claro el tema es fácil, pero escribirla es mejor y así corroborar si se ha entendido bien el asunto en cuestión.

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    2.La mayoría de los lectores sabrá que el término HaMashiah es el título que se le da al libertador prometido por Dios. Equivale en español a Mesías, transcrito del hebreo al griego como Mashiaj, que significa ungido. Como los sacerdotes, reyes y profetas de Israel eran ungidos, el Mesías es el ungido para cumplir con todas esas funciones. La palabra Mesías solo aparece dos veces en el Nuevo Testamento griego, mientras que el término más común en el griego es Jristos, que también significa ungido, de donde tenemos la palabra Cristo. En este libro he usado tanto Mesías como Cristo según convenga en cada contexto particular.

    3.El término Holocausto, se refiere al genocidio deliberado de millones de judíos y de su vida comunitaria perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. No es el término que más me gusta, pero lo uso porque es el más conocido. Prefiero el término Shoah, que ahora se usa más ampliamente pero que no ha reemplazado al de Holocausto. Shoah es una palabra hebrea que significa desolación, como por ejemplo en Is 47:11, refiriéndose al destino de Babilonia, mientras que holocausto es el equivalente griego de la palabra hebrea oláh, referido a una ofrenda totalmente quemada. La idea de que el sufrimiento y la muerte del pueblo judío podrían de alguna manera expiar el pecado no es ajena al judaísmo rabínico, pero sí lo es para la Biblia, y por eso Holocausto es un término que no me gusta.

    1ª PARTE

    Privilegios y promesas

    CAPÍTULO 1

    Yahveh, el Dios de Israel

    El evangelio es el evangelio de Dios y es para su gloria. Ahí es donde debería comenzar nuestra consideración de los temas judíos. El pueblo de Israel vive, y eso demuestra algo acerca de Dios mismo.

    Dios tiene nombre. No es una idea abstracta, sino una persona, y reveló su nombre y todo cuanto significa a los judíos. Su nombre es Yahveh.⁴ Sé que hay diferentes ideas sobre cómo se debe pronunciar el nombre divino, pero en este libro usaremos Yahveh. No es mi intención usar Yahveh siempre, cuando Señor sería lo normal, ya que puede ser poco común para la mayoría de los lectores, pero lo haré cada vez que aparezca por primera vez en un capítulo para subrayar que Dios tiene un nombre. No hay duda de que el nombre está relacionado con el verbo ser. El Dios de Israel declara por su nombre que él es, que él vive. ¡Porque él vive, podemos exclamar ¡Am Yisrael Jai! El pueblo de Israel vive.

    Cuando en Romanos 11 el apóstol Pablo analiza más de cerca los propósitos de Dios para con los judíos, comienza planteando la cuestión de su rechazo y si, a causa de ello, están excluidos de los planes futuros de Dios. Su respuesta es enfática: ¡De ninguna manera! (Ro 11:12). Lo que se subraya aquí es que Yahveh es un Dios fiel. Una vez que entra en una relación de pacto con un pueblo, nunca renegará de ellos, sino que cumplirá todas sus promesas.

    Un poco más adelante en ese mismo capítulo, Pablo escribe que Israel es amado(s) por causa de los padres (Ro 11:28), refiriéndose a Abraham, Isaac y Jacob. Debido a su fidelidad para con aquellos hombres, Dios ama a los judíos hoy. Lo hace libre e incondicionalmente. El Dios de Israel es un Dios de amor. Como dijo cierto escritor de himnos, el amor de Dios es más amplio que la medida de la mente humana.

    Tenemos que estudiar la incredulidad de muchos judíos y los dolorosos acontecimientos de su historia. Pablo explica su dureza de corazón diciendo que Dios les ha dado un espíritu insensible debido a su incredulidad, y el Señor Jesús enseñó que la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento del exilio de la tierra fueron días de retribución (Lc 19:41-44, 21:20-24). Eso muestra que Yahveh es un Dios de juicio. Es una advertencia para nosotros. Como Pablo escribió a los cristianos que solían jactarse contra los judíos: No te jactes, sino teme, porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará (Ro 11:20-21).

    En Romanos 9 al 11, el apóstol Pablo aborda la cuestión del trato de Dios para con su pueblo, los judíos, en los días del Mesías, centrándose al principio en el problema de su incredulidad. ¿Se equivocó Dios? ¿Han sido anuladas todas las promesas que les fueron hechas? ¿Son los judíos especialmente perversos? La respuesta de Pablo comienza con Dios, y su explicación básica es que Dios toma decisiones basadas en su sola voluntad. Lo que importa es que Yahveh es soberano. Si las personas creen en el evangelio, no es porque de alguna manera estén más inclinados a hacerlo que otros, sino porque Dios los ha elegido para salvación y les ha dado la gracia de creer. Esto es lo que se dice de los judíos que creen en Jesús llamándoles un remanente elegido por gracia (Ro 11:5). Algunos judíos creen debido a la elección soberana de Dios. Tales verdades nos llenan de humildad y recalcan nuestra total dependencia de la gracia de Dios.

    Al final de Romanos 11, Pablo reflexiona sobre los propósitos de salvación de Dios para con los gentiles y los judíos, en concreto, de su desobediencia. En su respuesta se maravilla de la sabiduría y el conocimiento de Yahveh (Ro 11:30,33). No podemos adivinar la forma de actuar de Dios, ni le hemos aportado la más mínima idea. En cuanto a revelación, dependemos absolutamente de él.

    Al final del mismo pasaje de Romanos, Pablo solo puede gozarse en Dios y declarar: a él sea la gloria por los siglos. Amén (Ro 11:36). Dios ha de ser glorificado por todas sus criaturas por todo cuanto hace, pero es especialmente glorificado por la obra misionera: la difusión de su reino en los corazones de hombres y mujeres de todo su mundo. Satanás ha desafiado a Dios, ha tratado de manchar su gloria, pero Dios, a través de su Hijo, de Jesús el Mesías, es quien tiene la última palabra. Los judíos están incluidos en esta batalla. Ver a un pueblo que tiene un pacto con Dios Todopoderoso, pero caracterizado casi totalmente por la incredulidad, agrada sin duda a Satanás, si acaso es esto posible. Pablo nos asegura que la última palabra le pertenece a Dios, y que será glorificado.

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    4.YHVH son las cuatro letras hebreas del nombre de Dios. La pronunciación Yahveh viene por la forma en que el nombre fue transcrito al griego en la literatura cristiana primitiva. La pronunciación Jehová es mucho más tardía (siglo XII) y resulta de combinar las consonantes YHVH con las vocales de la palabra hebrea adonai (mi Señor), siendo esta última la palabra usada por los judíos para sustituir el nombre de Dios cuando leían el texto, ya que el nombre de Dios se consideraba demasiado sagrado para ser pronunciado. Aunque la ortografía Yahveh es la pronunciación más correcta, en inglés se suele usar Yahweh.

    CAPÍTULO 2

    Su pueblo

    Seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo es la declaración que mejor resume lo que es para un pueblo tener una relación pactada con Yahveh. Se usa en el Antiguo Testamento para describir la relación de Israel con Dios (Jer 7:23), y en el Nuevo Testamento Pedro usa palabras similares cuando habla de la iglesia (1Pe 2:9-10). Esto indica que Dios ha adquirido un compromiso y sitúa a las personas en una posición de bendición y de obligación. Al comienzo de Romanos 11, describiendo la relación de los judíos con el Señor en la era del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo los llama su pueblo (Ro 11:1). Dios sigue comprometido con ellos, dispuesto a bendecirlos, y ellos todavía le deben obediencia.

    Puede parecernos raro, y sobre todo para quienes tenemos una mente sistemática, pero eso quiere decir que hay dos grupos en el mundo de hoy que llevan el nombre de pueblo de Dios: los judíos y la iglesia. Sencillamente, la naturaleza de sus relaciones pactadas es distinta, pero está claro que ambos tienen una relación sea cual sea su clase. Si nos detenemos a pensarlo, llegaremos a la conclusión de que tal cosa es inevitable debido a la naturaleza del evangelio, porque es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a Israel como pueblo suyo. Mientras Dios esté salvando a judíos y gentiles –y sabemos que así será hasta el fin del mundo– para Israel, el evangelio es una promesa cumplida. Siguen siendo su pueblo de la promesa y continuará siempre salvando a mucho de ellos. Pero, como es natural, esos judíos y gentiles que creen vienen a ser parte de un nuevo cuerpo, la iglesia de Jesucristo, que es el pueblo del nuevo pacto con Dios. No hay otro camino para los judíos, no hay un plan diferente, el objetivo es ser parte del cuerpo del Mesías y esperar de nuevo su venida en gloria. El punto de llegada es el mismo, pero el punto de partida es diferente, lo que quiere decir que los judíos tienen que arrepentirse y creer que las promesas que Dios les hizo se han cumplido en Jesús. Veremos con más detalle la conexión que hay entre los judíos y la iglesia en la 4ª parte de este libro, pero en relación con esto podemos decir que, en lo que respecta a la relación de la humanidad con Dios, esta se divide en tres grupos, como en otro lugar escribe Pablo en relación con la comida ofrecida a los ídolos: No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios (1Co 10:32). Los cristianos tendemos a ver el mundo según dos categorías principales, la iglesia y el mundo, lo cual, si tenemos en cuenta a Pablo, es claramente simplificar demasiado. Una consecuencia de ello es que para muchos cristianos los judíos simplemente no aparecen en su radar, y al Antiguo Testamento parecen darle poca importancia porque tienen el Nuevo. Es una pena que las cosas sean así.

    Pero, ¿cuál es la relación pactada entre Dios e Israel ahora? Si se abolió el pacto mosaico, ¿qué queda? (Jer 31:32-33; Heb 8:13). En Romanos 11, Pablo escribe: son amados por causa de los padres (v. 28). No solo nos dice que la actitud fundamental del Señor hacia Israel es de amor, sino que, además, responde a nuestra pregunta. Debido a su relación con Abraham, Isaac y Jacob, por las promesas que les hizo, y a pesar de su incredulidad, el Señor sigue comprometido con los judíos. No han sido tirados a la papelera de la historia. Él permanece fiel. Pocos padres y madres se negarán a visitar a un hijo que ha sido metido en la cárcel por un delito grave, a pesar de la vergüenza y el dolor que sientan. ¿Cómo no va a permanecer fiel el Señor a los judíos?

    Ahora me doy cuenta de que volver a referirme al pacto abrahámico plantea algunas preguntas difíciles. Podría parecer que ignoro todo lo acontecido a partir de aquel pacto. ¿Acaso trato de retrasar el reloj y decir que todo continúa como cuando el Señor hizo por primera vez aquel pacto con Abraham? Claro que no. Pero el hecho de que Pablo hable de Abraham en Romanos 11:28 indica que existe un lugar donde buscar la manera de entender cómo el Señor trata con los judíos hoy. El Señor hizo siete promesas a Abraham cuando le habló por primera vez (Gn 12:1-3). Cómo entender su fidelidad con respecto a estas promesas en la actualidad es el verdadero tema de este libro.

    Una conclusión equivocada

    Muchos llegan a la conclusión de que, puesto que los judíos siguen siendo el pueblo de Dios, algún día se les devolverá instantáneamente todo cuanto perdieron por causa de su incredulidad. Esperan que el orden mosaico de las cosas sea restaurado, incluidos el templo, el sacerdocio y el reino, ignorando de alguna manera el desarrollo de los propósitos de Dios a través del nuevo pacto. El libro de Hebreos fue escrito para que los creyentes judíos perdieran tales esperanzas, y el mismo efecto debería producirse en los creyentes no judíos. En Hebreos 10:1, se dice que las estipulaciones del pacto mosaico son como la sombra de los bienes venideros, seguidas en el versículo 9 por la declaración: quita lo primero para establecer lo segundo. El objetivo general de Hebreos es resaltar que estamos en los últimos días del trato de Dios con la humanidad (Heb 1:1-2), que el nuevo pacto es a través de su Hijo, y que no debemos esperar más cambios antes del regreso del Hijo —y desde luego nada que huela a un retorno al antiguo estatuto del pacto mosaico.

    Me parece que esta expectativa de un retorno a alguna forma de judaísmo ha provocado una reacción contraria que lleva al otro extremo y, a concluir, que la incredulidad de los judíos significa que, como nación, han perdido todo lo que una vez tuvieron. Es decir, que Dios ya no trata más con los judíos como pueblo; simplemente no figuran en el escenario. Se trata de una grave y exagerada reacción. No nos debe sorprender que algunos creyentes judíos respondan de manera tan exagerada a un fenómeno cristiano gentil que creo tiene todas las características típicas de esa arrogancia frente a las ramas naturales que Pablo denuncia en Romanos 11:18-19.

    Los judíos no son judíos, los cristianos sí

    Hay quienes llegan a decir que aquellos a quienes llamamos judíos en realidad no son judíos en absoluto. Suelen referirse a Romanos 2:25-9, donde Pablo escribe: No es judío el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne, y concluyen que los cristianos son los únicos judíos verdaderos y que los judíos que no creen, no son judíos en absoluto. Pero tal interpretación del pasaje es errónea. Es verdad que Pablo dice que los gentiles no circuncidados, que tienen lo realmente importante, han de ser vistos por los judíos como realmente circuncidados, pero lo que realmente pretende es despertar a judíos no salvos y que se justifican a sí mismos espiritualmente. En este pasaje, no se dirige a los gentiles convertidos para decirles que son judíos y que los judíos que no creen no lo son. Viéndolo desde una perspectiva eterna, si los judíos que no creen continúan en ese estado, lo perderán todo, todos los privilegios de ser judíos; esa es la advertencia. Pablo quiere provocarlos para lograr su propósito. Su propósito no es privar a los judíos que no creen de su carácter de judíos, porque en el mismo versículo que sigue (3:1) usa el término judío para referirse a los judíos en general a lo largo de la historia, creyentes y no creyentes. Y vemos que utiliza el mismo lenguaje más adelante en Romanos: ¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos (Ro 11:7). Aquí Pablo usa a Israel para referirse tanto a los que creen como a los no creen; él no pretende que los que creen dejen de ser Israel. Incluso me he encontrado con quien dice, basándose en Romanos 2:25–9, que los judíos que no eran judíos en su interior en el período del Antiguo Testamento no eran en absoluto judíos. Supongo que es el resultado lógico de malinterpretar a Pablo. Si así fuera, entonces los profetas se equivocaron al acusarlos de no cumplir con sus obligaciones del pacto, y Dios fue tremendamente injusto por castigarlos por ese fracaso si, en realidad, nunca estuvieron en el pacto, al no ser en absoluto judíos.

    Hay que resaltar que el objetivo de Pablo en Romanos 2:25-9 no es centrarse en la nueva situación de los creyentes no judíos. Él hace eso en Gálatas 3:7 y 3:29, donde habla de ellos según su relación con Abraham. Cuando el propósito de Pablo es ocuparse de la nueva situación espiritual de los creyentes gentiles, no usa el término judío, lo que causaría confusión. Prefiere usar la expresión hijos de Abraham, herederos de la promesa, parientes. Ciertamente, si un no judío da testimonio a alguien que es judío, y se identifica también como judío, lo confundirá y lo ofenderá, mientras un término como hijo de Abraham por fe no lo hará. Los judíos están acostumbrados a ser tratados como si no fueran personas, y que un cristiano diga ser judío les huele mal.

    Me parece interesante que, en todo cuanto he leído de quienes dicen que los judíos que no creen ya no son judíos, nunca he leído que le hayan asignado un nuevo nombre. Me da la impresión de que tales cristianos se preocupan muy poco de los judíos como pueblo; simplemente no están en su radar. De esta manera no consiguen reflejar la imagen de Dios al que dicen servir.

    Hay quienes llevan esta línea de pensamiento al extremo de decir que quienes se autodenominan judíos hoy en realidad no pueden reclamar ser descendientes de los judíos bíblicos. Afirman que, debido a tantos matrimonios mixtos y a un conocido caso de conversión en masa al judaísmo,⁵ los descendientes de los patriarcas simplemente han desaparecido de la historia. Por tanto, quienes hoy en día se autodenominan judíos no pueden reclamar esas promesas como suyas. Yo les respondería lo siguiente: toda la argumentación de Pablo en Romanos 11 presupone la existencia continuada de los judíos como el pueblo de las promesas, recalcado por una de las declaraciones finales del capítulo, porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (Ro 11:29). Como nación, todavía tienen un llamado de Dios y su incredulidad no lo niega, como tampoco nuestros fallos niegan el nuestro.

    Teología del reemplazo

    Si no sabes lo que es la teología del reemplazo, esta es sin duda una buena ocasión para presentarla. Es un término creado para expresar la opinión de que los judíos, como pueblo, ya no figuran en los propósitos de salvación de Dios. Este punto de vista no niega que los judíos puedan ser salvos individualmente, pero entiende que la nación judía no figura ya en los propósitos de Dios, y que cualquier estado especial que alguna vez hubieran tenido se perdió debido a su incredulidad. Este punto de vista cree que Dios ha cumplido las promesas que les hizo, y que la iglesia de Jesús el Mesías ha reemplazado a Israel; de ahí la expresión teología del reemplazo. No es un tema fácil de tratar, así que espero que seas paciente mientras trato de explicar mi punto de vista.

    La teología del reemplazo fue elaborada por cristianos que prevén que el gran final de la historia es el regreso de Jesús para establecer un reino terrestre y milenario en la tierra de Israel, con su trono en Jerusalén y con alguna forma de restauración de las instituciones mosaicas (generalmente llamado premilenarismo). Obviamente, este punto de vista considera a los judíos como parte muy importante de los propósitos de Dios.

    Algunos de los que tienen esta esperanza milenaria han sacado las cosas de quicio y enseñan que ese reino terrenal fue siempre el plan principal de Dios, y no la iglesia que vemos hoy (visión conocida como dispensacionalismo); es decir, que su intención era establecerlo como el clímax del ministerio terrenal de Jesús. Tal punto de vista no considera a la iglesia, tal como la conocemos hoy, como parte del plan original de Dios, por lo que hablar de la iglesia como la cumbre del plan de redención de Dios implicaría reemplazar a Israel de su posición central.

    La desafortunada consecuencia de emplear el término teología del reemplazo es que los cristianos que no esperan un reino milenario terrenal son inmediatamente tildados como los del reemplazo, siendo rápidamente rechazados por no amar a Israel, aunque crean que Israel sigue siendo el pueblo del pacto y la promesa, y esperen una futura adhesión de los judíos al Mesías por causa del pacto y la promesa de Dios. Yo soy uno de ellos y hay muchos más como yo, y se nos estigmatiza simplemente porque no somos premilenaristas. Pero me molesta que me clasifiquen con aquellos que creen que Dios ha desechado a Israel simplemente porque no soy premilenarista.

    Para complicar aún más las cosas, a algunos de los que creen como yo, les encanta usar la teología del reemplazo para explicar que Israel no conserva su posición de pueblo de Dios. El resultado es que la misma expresión teología del reemplazo se utiliza para identificar dos puntos de vista diferentes. Una opinión habla de reemplazo porque rechaza a Israel como pueblo de Dios; la otra habla de reemplazo porque también rechaza el premilenarismo. La confusión está servida y, por eso, no la uso.

    ¿Hay entonces una expresión mejor que podamos utilizar en caso de tener que referirnos a la opinión de quienes no estamos de acuerdo con la enseñanza de que Israel mantiene un pacto con el Señor? Sugiero dos posibilidades: teología de la exclusión o teología de la arrogancia. La de la exclusión no es la mejor porque da a entender que se excluye a los judíos de la salvación, cosa que nadie en este debate sostiene, a pesar de que hay quienes en realidad los están excluyendo de la posición del pacto. El término es mejor que el de reemplazo, porque todos cuantos creen que los judíos mantienen la posición del pacto pueden usarlo y sin estigmatizarse mutuamente. Sin embargo, prefiero la expresión teología de la arrogancia porque recoge la terminología de Pablo al ir contra esa idea errónea (Ro 11:18-19), y se dirige tanto al corazón como a la mente de la persona.

    Pero todo lo anterior tiene que ver con palabras que se usan para describir una opinión contraria. ¿Qué término usamos para expresar lo que creemos? Hablaremos de esto más adelante, cuando consideremos la metáfora del olivo de Romanos 11, donde se resalta el injerto, aunque seguramente, el término del Nuevo Testamento es cumplimiento. La creación de la iglesia del nuevo pacto compuesta por judíos y gentiles es el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel bajo el antiguo pacto. De no ser así, los escritores del Nuevo Testamento simplemente no habrían podido emplear la terminología del Antiguo Testamento para describir las realidades del Nuevo Testamento.⁶ O, mejor aún, el infinitivo cumplir, que subraya que se trata de una obra de Dios en fase de realización en la actualidad. Es un término que no deja el más mínimo lugar a la idea de que los judíos han perdido su posición como pueblo de la promesa, porque subraya que las promesas hechas a Israel todavía se están cumpliendo en la obra del evangelio hoy, en particular mediante la salvación de los judíos que creen. Es un término que también mantiene la puerta abierta a mayores posibilidades futuras mediante un nuevo impulso de la obra del Espíritu de Dios en Israel.

    Preguntas:

    1.¿En qué sentido Israel sigue siendo el pueblo de Dios?

    2.¿Es judío un cristiano gentil?

    3.¿Cuáles son los pros y los contras de la expresión teología del reemplazo?

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    5.En su libro The Thirteenth Tribe (La tribu número trece), Arthur Koestler, autor judío secular, dice que la conversión al judaísmo a mediados del siglo VIII de la nación jázara, un pueblo de origen turco que vivía en la región entre el mar Negro y el mar Caspio, significó que la mayoría de los judíos europeos dejaron de ser semíticos al unirse en matrimonio los jázaros con sus descendientes semíticos. Su conclusión es que los judíos de hoy han de aceptar esta realidad, dejar de fingir que son diferentes, asimilarse y terminar con el antisemitismo. Su argumento está lleno de conjeturas, ya que hay pocas evidencias de lo que les sucedió a los jázaros después de que su imperio fuera debilitado por los rusos alrededor del año 1000 d.C. y destruido por Genghis Khan a mediados del siglo XIII. Koestler supone que los supervivientes huyeron en masa hacia el oeste, se mantuvieron fieles al judaísmo y aumentaron masivamente el número de judíos de Europa del Este. Es mucho suponer, y su talón de Aquiles es la falta de palabras prestadas del turco en yiddish, el idioma de la judería de Europa del Este, que es esencialmente un dialecto del medio este alemán mezclado con elementos hebreos y eslavos. Además, podríamos contestarle a Koestler: Bueno, y qué. El pertenecer a la nación judía siempre se ha otorgado a los conversos al judaísmo, y como los jázaros lo eran, entonces eran judíos".

    6.Ef 2:19-22; 1Pe 2:4-5 (hay quien enseña que 1 Pedro fue escrita solo para los judíos cristianos, pero 2Pe 3:1 deja claro que la segunda epístola fue escrita para la misma audiencia que la primera, y esta segunda epístola está claramente dirigida a todos los cristianos. Ver 2Pe 1:1).

    CAPÍTULO 3

    Al judío primeramente

    Las palabras de Pablo, al judío primeramente, son palabras que provocan respuestas diversas. Para algunos, son un grito de guerra en la lucha por crear el interés por los judíos, pero para otros son palabras que deben pronunciarse con mucho cuidado en caso de que ideas supremacistas surjan y se propaguen. Quiero comenzar retrocediendo un poco para ver las cosas en su contexto.

    El Señor Jesús describió claramente a sus apóstoles su plan para la difusión del evangelio al abandonar esta tierra: Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). Sus palabras han guiado e inspirado las estrategias misioneras desde entonces, produciendo declaraciones como: No es realista mirar a lo lejos si no somos fieles y activos aquí donde estamos. Es decir, comienza donde estás, en tu propia Jerusalén.

    Ahora bien, eso está bien siempre y cuando no se pierda de vista la perspectiva más amplia de las palabras del Señor Jesús. Jesús no dijo comenzar en Jerusalén porque allí es donde estaban en aquel momento. Después de todo, la mayoría eran galileos, y ciertamente se habrían sentido más cómodos comenzando en la tierra de origen, lejos de Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. Siguiendo los criterios del sentido común, habrían preferido Galilea. Sin embargo, había algo en el sitio que Jerusalén ocupaba

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