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Manual bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional
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Manual bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional
Libro electrónico1759 páginas

Manual bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional

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¡Usted puede entender la Biblia!• Claro• Simple • Fácil de leerEste manual bíblico conocido mundialmente, está revisado y actualizado para proporcionar más claridad, visión y utilidad.¡Ahora con el texto de la Nueva Versión Internacional!¿Necesita ayuda para entender la Biblia? El Manual Bíblico Halley, con la Nueva Versión Internacional, le transmite el mensaje y le hace más accesible el conocimiento bíblico. Si no ha leído nunca la Biblia, o si la ha leído muchas veces, con este manual bíblico podrá comprender y afianzarse mucho más a la Palabra de Dios. Apreciará mejor las culturas, religiones y geografía en que se desarrollaron las historias de la Biblia. Verá cómo pudieron entrelazarse sus diferentes temas de manera notable. Asimismo, podrá ver el corazón de Dios y la persona de Jesucristo revelados desde Génesis hasta Apocalipsis. El Manual Bíblico Halley mantiene el estilo muy personal de su autor, el Dr. Halley, y ofrece: Mapas, fotografías, diseño contemporáneo, lectura práctica, etc.
IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento3 may 2011
ISBN9780829781830
Manual bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional
Autor

Henry H. Halley

Dr. Henry H. Halley was a well-respected author, minister, and Bible lecturer, dedicating his life to spreading his passion for Bible study and memorization. The original "Halley's Bible Handbook" grew from small pamphlets about the Bible that he gave away to encourage churches and individuals in Bible study.

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    Henry Hampton Halley (1874-1965) was born in Kentucky, graduated from Transylvania College and the College of the Bible in 1895, and became a minister associated with Christian Churches in 1898. When he presented his well known “Bible Recitals” in which he quoted lengthy portions of Scripture and explained them, he would first reveal the historical background and contextual information of each passage. People began asking him for some of this information, so he decided to write his own introductory material and make it available. In 1924 he produced a sixteen page booklet of introductory information and began giving it out to people who wanted it. In time the booklet grew into a small volume, and he began calling it Halley's Pocket Bible Handbook, but before long “Pocket” was dropped from the name as the volume was too large for a shirt pocket. After an introduction, the handbook gives a survey of each book in the Old Testament, a short explanation of the time “Between the Testaments,” a survey of each book in the New Testament, and finally an overview of “How We Got the Bible” and “Church History” since the first century. What I especially like about it is all the archaeological notes which accompany the discussion of the Bible history, along with the copious maps and photographs. A copy of this book, commonly known as “Halley’s Bible Handbook,” was in our home from my early days. I took it to college with me and have used it ever since. When each of our boys was in either seventh or eighth grade, I had them read a portion of the book each day all the way through as their Bible curriculum for that year. It has been said that “Halley's Bible Handbook contains more biblical information than any other book of its size.” One may not necessarily agree with every statement that Halley makes, such as his allowance that the days of creation might have been long geological eras, his implication that Noah’s flood may have been a merely local deluge, or his suggestion that the ark rested on Mt. Ararat though the latter is a traditional view. However, in general he takes a basically conservative, creationist approach to the Scriptures. Of course, those who come from a liberal, modernist, and/or ecumenical standpoint will not like the book because of its “unquestioning literalist view of the entire Bible” or its “fundamentalist position” as well as its “anti-Catholic and anti-Muslim” language. Also, some have objected to Halley as a “white Christian supremacist” but I believe that this objection is the result of misunderstanding some things that he said. However, for those who accept the Bible as the divinely inspired, infallible, and authoritative revelation of God, the book is a useful resource for Biblical background information.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    This book has been my personal favorite Bible study companion since 1958. I purchased my copy at the beginning of my first year as an undergraduate Bible College student.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Loaded with information historical and spiritual.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    I read the Bible with this commentary and one from atheist Isaac Asimov at the same time. They countered each other's weak points well. Because Halley takes a literal approach to the Bible, he is better at finding evidence for Biblical events that Asimov overlooks.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    My copy is a 50th annaversary edition of the short commentary.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Great help for studying the bible.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    Great book for a general view of the entire Bible.

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Manual bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional - Henry H. Halley

El corazón de la Biblia

NOTA AL LECTOR

Las páginas siguientes son el corazón y el alma del Manual Bíblico Halley.

La meta del Dr. Halley no era escribir un libro que pudiera ayudar a la gente a saber más de la Biblia. La pasión del Dr. Halley era conseguir que la gente y las iglesias leyeran la Biblia de modo que pudieran encontrarse con el Dios de la Biblia y lo escucharan y vinieran a amar a su Hijo, Jesucristo.

El resto de este libro es de poco valor si se pasan por alto las convicciones establecidas por el Dr. Halley, con tanta pasión y certeza en esta sección.

Te exhortamos a que busques el momento de leer, y volver a leer de forma periódica, esta sección.

El corazón de la Biblia

Este libro se basa en dos convicciones:

La Biblia es la Palabra de Dios.

Cristo es el corazón y el centro de la Biblia.

1. La Biblia es la Palabra de Dios

Aparte de cualquier teoría en torno a la inspiración, o de cómo los libros de la Biblia consiguieron su forma actual, o de cuánto puede haber variado el texto en su transmisión en las manos de los editores y copistas; aparte de la pregunta de cuánto tiene que interpretarse literalmente y cuánto en sentido figurado, o qué es histórico y qué puede ser poético. Si asumimos que la Biblia es exactamente lo que aparenta ser y estudiamos sus 66 libros para conocer su contenido, encontraremos una unidad de pensamiento que indica que una mente inspiró la escritura y la compilación de toda la colección de libros. Encontraremos que lleva el sello de su autor y que es en un sentido único y distintivo la Palabra de Dios.

Mucha gente mantiene la idea de que la Biblia es una colección de antiguas historias acerca de los esfuerzos de las personas para encontrar a Dios, un registro de experiencias humanas en pos de Dios que lleva a una idea de Dios superada, poco a poco, fundamentada en las experiencias de las generaciones precedentes. Esto significa, por supuesto, que los muchos, muchos pasajes en la Biblia en los que se dice que Dios habló están solo empleando una figura retórica y que Dios no habló en realidad. Aun más, la gente expuso sus ideas en un lenguaje religioso que pretendía ser lo que Dios decía y que en realidad solo era lo que ellos mismos suponían que Dios podía decir. Este punto de vista reduce la Biblia al mismo nivel que los demás libros. Está hecha como libro humano que pretende ser divino más que como libro divino.

¡Rechazamos absolutamente y con repulsa este punto de vista! Creemos que la Biblia no es un relato de los esfuerzos del hombre para encontrar a Dios, sino más bien un relato del esfuerzo de Dios para revelarse a sí mismo a la humanidad. Es el propio relato de Dios, de su trato con la gente y su progresiva revelación a la raza humana. La Biblia es la voluntad revelada del creador de toda la humanidad que da a sus criaturas para servir de instrucción y de guía a lo largo de los senderos de la vida.

No cabe la menor duda que fueron humanos los que escribieron los libros de la Biblia, aunque no sabemos quiénes fueran algunos de ellos. Ni tampoco sabemos exactamente cómo Dios guió a esos autores para que escribieran. Pero creemos y sabemos que Dios lo hizo, y que por tanto estos libros tienen que ser lo que Dios quería que fueran.

La Biblia es diferente de todos los demás libros. Los autores puede que pidan en oración la ayuda y la guía de Dios, y él los ayuda y los guía. Hay muchos libros buenos en el mundo que dan la impresión inequívoca de que Dios ayudó a los autores a escribirlos. Sin embargo, hasta a los más santos difícilmente se les ocurriría pretender que fue Dios quien escribió los libros.

Eso es lo que la Biblia declara de sí misma, y lo que el pueblo de Dios aprendió, entendió y proclamó: Dios mismo supervisó y dirigió la redacción de los libros de la Biblia de tal manera que lo que se escribió era la escritura de Dios. La Biblia es la Palabra de Dios en un sentido en que no lo es ningún otro libro del mundo.

Muchas declaraciones en la Biblia están expresadas según la mentalidad antigua y las formas de las lenguas antiguas. Hoy expresaríamos las mismas ideas de manera diferente y en un idioma moderno en lugar del de tiempos antiguos. Pero incluso así, la Biblia contiene precisamente las cosas que Dios quiere que conozca el género humano, en la forma exacta en que desea que las conozcamos. Y hasta el fin de los tiempos, el «viejo Libro amado» seguirá siendo la única y exclusiva respuesta a la búsqueda de Dios por parte de la humanidad.

Todo el mundo debe amar la Biblia.

Todo el mundo debe ser lector asiduo de la Biblia.

Todo el mundo debe esforzarse para vivir según las enseñanzas de la Biblia.

La Biblia debe ser el centro en la vida y labor de cada iglesia y púlpito.

La única función del púlpito es la enseñanza de la Palabra de Dios, expresando en un lenguaje actual sus verdades según la mentalidad y las maneras antiguas de hablar.

2. Cristo es el centro y el corazón de la Biblia

La Biblia consta de dos partes: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

El Antiguo Testamento es un relato de una nación: Israel.

El Nuevo Testamento es el relato de un hombre: Jesús, el Hijo de Dios.

Dios fundó y crió la nación para traer al hombre al mundo. En Jesús, Dios mismo se hizo hombre para proveer el medio para la redención del género humano. Jesús también muestra a la humanidad una idea concreta, definitiva y tangible de la Persona en que hemos de pensar cuando pensamos en Dios: él es como Jesús. Este era Dios encarnado, Dios en forma humana.

Su aparición en la tierra es el acontecimiento central de toda la historia: El Antiguo Testamento prepara el escenario para él. El Nuevo Testamento, lo describe.

Jesús el Cristo (el Mesías) vivió la vida más memorable y hermosa jamás conocida. Nació de una virgen y llevó una vida libre de pecado. Como hombre, Jesús fue el hombre más bondadoso, tierno, benévolo, paciente y compasivo que jamás vivió. Amaba a la gente, odiaba verla sufrir. Amaba perdonar. Amaba ayudar. Realizó milagros increíbles para alimentar a la gente hambrienta. Para aliviar a los que sufrían, se olvidaba de alimentarse. Multitudes de gentes exhaustas, agobiadas por el dolor y con el corazón destrozado acudían a él y encontraron sanidad y alivio. Se dice de él, y de ningún otro hombre, que si se escribiera la relación de todas las obras de amor que él hizo, no cabrían en el mundo los libros.

Esa es la clase de hombre que fue Jesús.

Esa es la clase de Persona que es Dios.

Jesús murió en la cruz para quitar el pecado del mundo, para convertirse en el Redentor y Salvador de la humanidad.

Resucitó de entre los muertos y ahora está vivo, no meramente como personaje histórico, sino como una Persona viviente. Este es el acontecimiento más importante de la historia y la fuerza más vital en el mundo de hoy.

La Biblia entera está construida en torno a esta bella historia de Cristo y en torno a su promesa de vida eterna para aquellos que le acepten. La Biblia se escribió solo para que la gente crea, entienda, sepa, ame y siga a Cristo.

Él es el centro y el corazón de la Biblia, el centro y el corazón de la historia, es también el centro y el corazón de nuestras vidas. Nuestro destino eterno está en sus manos. Nuestra aceptación o rechazo de él como nuestro Señor y Salvador determinan para cada uno de nosotros la gloria eterna o la ruina eterna, el cielo o el infierno, lo uno o lo otro.

La decisión más importante que cada uno debe hacer en su corazón, es determinar de una vez y para siempre, la cuestión de su actitud para con Cristo.

De eso depende todo.

Es glorioso ser cristiano, el privilegio más sublime del género humano. ¡El creador de todas las cosas desea tener una relación personal con todos y cada uno de nosotros! Aceptar a Cristo como Salvador, SEÑOR y Maestro, y esforzarse sincera y devotamente en seguir el estilo de vida que él enseñó, es sin duda, la manera de vivir más razonable y satisfactoria. Significa paz interior, satisfacción en nuestro corazón, perdón, felicidad, esperanza, vida abundante, una vida que nunca acabará.

¿Cómo puede uno ser tan ciego, o tan tonto, como para ir por la vida y enfrentarse con la muerte sin la esperanza cristiana? Aparte de Cristo, ¿qué hay, qué puede haber, para este mundo o para el siguiente, que haga que la vida valga la pena? Todos tenemos que morir. ¿Por qué intentar reírnos de ello o intentar negarlo? Todo ser humano debe recibir a Cristo con los brazos abiertos y considerar el privilegio más honroso de su vida llevar el nombre de cristiano.

En último análisis, la cosa más maravillosa de la vida es saber en lo más profundo de nuestra alma que vivimos para Cristo. Y aunque nuestros esfuerzos sean a veces tan débiles, nos esforzamos en nuestras tareas diarias con la esperanza de haber hecho algo para presentarlo a sus pies como ofrenda, en humilde gratitud y adoración, cuando nos encontremos con él cara a cara.

El hábito de la lectura de la Biblia

Todo el mundo debería amar la Biblia. Todo el mundo debería leer la Biblia.

Todo el mundo.

Es la Palabra de Dios. Contiene la solución de la vida. Habla del mejor amigo que la humanidad tiene, el Hombre más noble, más amable y más auténtico que caminó sobre la tierra.

Es la más bella historia jamás contada. Es la mejor guía de la conducta humana que se conoce. Da a la vida un significado, una satisfacción, una alegría, una victoria, un destino y una gloria desconocidas en otros sitios.

No hay nada en la historia, ni en la literatura, que en modo alguno se compare con el simple recuerdo del Hombre de Galilea, que pasó sus días y noches atendiendo a los sufrimientos de la gente, enseñando la bondad, muriendo por el pecado del hombre, naciendo a una vida que nunca terminará, y prometiendo la protección y la felicidad eternas a todo el que se acerque a él.

La mayoría de la gente, en sus momentos de seriedad, tiene que tener en mente alguna duda acerca de cómo las cosas se evaluarán cuando venga el Fin. Podremos reírnos de ello o apartarlo a un lado, pero el día llegará. ¿Y entonces, qué?

Bueno, es la Biblia la que tiene la respuesta. Y es una respuesta inequívoca. Hay un Dios. Hay un Cielo. Hay un infierno. Hay un Salvador. Habrá un Día de Juicio Final. Bienaventurada la persona que en esta vida hace las paces con el Cristo de la Biblia y se prepara para el despegue final.

¿Cómo puede cualquier persona sensata mantener su corazón al margen del entusiasmo que emana de Cristo y del libro que habla de él? Todo el mundo debería amar la Biblia. Todo el mundo. Todo.

Aun así, el abandono general de la Biblia por parte de las iglesias y de sus miembros es sencillamente espantoso. Hablamos de la Biblia, defendemos la Biblia, y veneramos la Biblia, y exaltamos la Biblia. ¡Claro que si! Pero muchos miembros de iglesias ni siquiera echan un vistazo a la Biblia. En efecto, se avergonzarían si se les viera leyendo la Biblia. Y un porcentaje alarmante de la jefatura de la iglesia parece que, en general, no esta haciendo un serio esfuerzo por conseguir que la gente sea lectora de la Biblia.

Somos inteligentes en lo referente a todo lo demás en el mundo.¿Por qué no serlo en lo tocante a nuestra religión? Leemos periódicos, revistas, novelas, y todo tipo de libros, y pasamos horas escuchando la radio y viendo la televisión. Todavía muchos de nosotros ni siquiera sabemos los nombres de los libros de la Biblia. ¡Qué vergüenza! Todavía peor: el púlpito, que podría remediar fácilmente la situación, muchas veces parece no preocuparse y generalmente no hace hincapié en la lectura personal de la Biblia.

El contacto individual y directo con la Palabra de Dios es el medio principal del crecimiento cristiano. Todos los líderes en la historia del Cristianismo que desarrollaron cualquier tipo de poder espiritual fueron asiduos lectores de la Biblia.

La Biblia es el libro por el que vivimos. La lectura de la Biblia que es el medio por el que aprendemos y mantenemos frescas en nuestra mente las ideas que modelan nuestra vida. Nuestra vida es el producto de nuestro pensamiento. Para vivir correctamente, necesitamos pensar correctamente. Debemos leer la Biblia frecuente y regularmente para que los pensamientos de Dios estén frecuente y regularmente en nuestra mente; para que sus pensamientos lleguen a ser nuestros pensamientos; para que nuestras ideas se acomoden a las ideas de Dios; para que seamos transformados de Dios en la misma imagen de Dios y lleguemos a estar preparados para la compañía eterna con nuestro Creador.

Podemos, desde luego, absorber la verdad cristiana, hasta cierto punto, asistiendo a los cultos, escuchando sermones, clases bíblicas, y testimonios, y leyendo literatura cristiana.

Pero, por mucha y buena ayuda que estas cosas nos deparen, nos dan la Palabra de Dios de segunda mano, diluida por los canales humanos y, en muchos sentidos, enturbiada por ideas y tradiciones humanas.

Tales cosas no nos pueden suceder cuando leemos la Biblia misma, y cimentamos nuestra fe y esperanza y vida directamente en la Palabra de Dios, más bien que en lo que otros dicen acerca de ella.

La Palabra de Dios es la espada del Espíritu de Dios para la redención y perfección del alma humana. No basta con oír hablar ni enseñar y predicar a otros acerca de la Biblia. Tenemos que mantenernos, cada uno de nosotros, en contacto directo con la Palabra de Dios. Es el poder de Dios en nuestros corazones.

La lectura de la Biblia es un hábito cristiano fundamental.

No hemos de decir que debemos adorar la Biblia como un talismán. Pero debemos adorar al Dios y Salvador del que nos habla la Biblia. Y porque amamos a nuestro Dios y Salvador, amamos tierna y devotamente el libro que proceda y trata de él.

Tampoco queremos decir que el hábito de leer la Biblia es en sí una virtud, porque se puede leer la Biblia sin aplicar sus enseñanzas a la propia vida de uno. Y hay algunos que leen la Biblia, y sin embargo son mezquinos y retorcidos y nada cristianos. Pero son la excepción.

Como regla general, la lectura de la Biblia, si se hace en el debido espíritu, es un hábito del que crecen todas las virtudes cristianas. El más efectivo poder para la formación del carácter que los hombres conocen.

La lectura de la Biblia es un acto de devoción religiosa. Nuestra actitud hacia la Biblia es una indicación bastante segura de nuestra actitud hacia Cristo. Si amamos a una persona, amamos leer acerca de ella, ¿No es así? Si pudiéramos pensar que nuestra lectura de la Biblia es un acto de devoción al Cristo, la consideraríamos menos a la ligera.

Es maravilloso ser cristiano. El privilegio más sublime que pueda tener el hombre mortal es caminar por la vida de la mano con Cristo como Salvador y guía. O, para decirlo más exactamente, mantener más a su lado y, aunque a menudo vacilando, no soltándonos nunca de su mano.

Esta relación personal de cada uno de nosotros con Cristo es una de las cosas íntimas de la vida y no hablamos mucho de ella, probablemente porque nos creemos a menudo tan lastimosamente indignos de llevar su nombre. ¿Por qué había de ocuparse de el Creador de todas las cosas? Pero en lo más íntimo de nuestro corazón, en nuestros momentos serios, sabemos que precisamente por nuestra debilidad, nuestra mundanalidad, nuestra frivolidad, nuestro egoísmo y nuestros pecados, le necesitamos más que a ninguna cosa que amemos en este mundo. Él es nuestro Padre. Y en nuestros momentos más sensatos sabemos que no debemos ofenderle o dañarle voluntariamente por nada del mundo. ¿Por qué habíamos de dañar intencionadamente a Uno que nos ama y a Quien amamos? Somos insensatos.

La Biblia es el libro que nos habla de Cristo y de su inconmensurable amor hacia nosotros. ¿Se puede al mismo tiempo amargar a Cristo y no tener ningún interés en su Palabra? ¿Es eso posible? Cada uno de nosotros ha hecho muchas decisiones para cada día servirle a él y no al mundo. ¡La Biblia nos enseña cómo hacerlo!

La Biblia es, además, el mejor libro devocional. Los tratados y los libros de devociones diarias, editados en abundancia, puede que tengan su lugar. Pero no pueden sustituir a la Biblia. La Biblia es la misma Palabra de Dios, y ningún otro libro puede tomar su lugar. Todo cristiano, joven o mayor, debe ser un fiel lector de la Biblia.

Jorge Mueller, quien en sus orfanatos en Bristol, Inglaterra, hizo por la oración y la fe una de las obras más sobresalientes de la historia cristiana, atribuía su éxito, por el lado humano, a su amor a la Biblia. Él decía:

Creo que una de las razones principales por las que me mantenía en un feliz servicio útil es que siempre amaba las Sagradas Escrituras. He leído la Biblia entera cuatro veces al año, en espíritu de oración, para aplicarla a mi corazón y practicar lo que encuentro en ella. Hace sesenta y nueve años que soy un hombre feliz.

Ayudas para el estudio de la Biblia

La Biblia es un gran volumen, en realidad toda una biblioteca de libros del pasado remoto. Y necesitamos toda la ayuda que podamos allegar para tratar de comprenderla. Sin embargo, a pesar de todo, es sorprendente hasta qué punto la Biblia se interpreta a sí misma cuando sabemos lo que hay en ella. Hay dificultades abundantes en la Biblia, aun por encima de la comprensión de los más eruditos. No obstante, las enseñanzas principales de la Biblia son inconfundibles, tan claras que hasta un niño puede entender el corazón de la Biblia. (Al final de este libro encontrarás sugerencias de libros que pueden ser de ayuda en el estudio de la Biblia [V. p. 1048]. Pero no deben nunca ocupar el lugar de la sencilla lectura de la Biblia con un corazón y una mente abiertos).

Acepta la Biblia tal cual es, exactamente como lo que pretende ser. No te compliques con las teorías de los críticos. Los esfuerzos ingeniosos de la crítica moderna para socavar la fiabilidad histórica de la Biblia pasarán; la Biblia misma se mantendrá como la luz de la raza humana hasta el final del tiempo. Fija tu fe en la Biblia. Es la Palabra de Dios. Nunca te fallará. Para nosotros los seres humanos es la roca de los siglos. Confía en sus enseñanzas y sé feliz para siempre.

Lee la Biblia con una mente abierta.No trates de encasillar todos sus pasajes en el molde de unas pocas doctrinas preferidas. Y no introduzcas en sus pasajes ideas que no estén allí, sino trata de descubrir limpia y honradamente las lecciones y enseñanzas principales de cada pasaje. Así llegaremos a creer lo que debemos creer; porque la Biblia es completamente capaz de cuidarse si le damos la oportunidad.

Lee la Biblia inteligentemente.En la lectura de la Biblia tenemos que mirarnos íntimamente, no sea que nuestros pensamientos divaguen y nuestra lectura se convierta en rutinaria y sin sentido. Debemos mantener nuestra atención en lo que estamos leyendo, y hacer todo lo posible por entender todo lo que podamos sin preocuparnos demasiado por lo que no entendemos, y estar atentos a las lecciones que recibamos.

Ten un lápiz a mano.Es una buena cosa, cuando leemos, marcar los pasajes que nos gustan y pasar una y otra vez las páginas y leer de nuevo los pasajes marcados. A su tiempo, una Biblia bien marcada llegará a sernos muy querida conforme se acerque el día en que hayamos de encontrarnos con su Autor.

La lectura habitual, sistemáticade la Biblia es lo que cuenta. Una lectura ocasional y desorganizada no sirve para mucho. A menos que tengamos alguna clase de sistema y lo sigamos con decidida resolución, lo más probable es que no leamos mucho la Biblia. Nuestra vida interior, como nuestro cuerpo, necesita su alimento diario.

Una hora fija cada día,cualquiera que sea nuestro plan de lectura, se le debe dedicar a la Biblia. De otra manera es probable que descuidemos u olvidemos leer la Biblia. A primera hora de la mañana es bueno si nos lo permite el horario de trabajo. O por la tarde, al final del trabajo del día, puede que nos encontremos más libres del estrés de la prisa. O tal vez ambas, mañana y tarde. Para algunos, un período en medio del día puede que sea más conveniente.

La hora específica del día no es de tanta importancia. Lo importante es que apartemos el tiempo que mejor encaje en nuestro horario diario, y que tratemos de mantenerlo y no desanimarnos si una u otra vez alteran nuestro programa cosas fuera de nuestro control.

Los domingos podríamos hacer una buena porción de lectura de la Biblia, ya que es el día del SEÑOR, apartado para la obra del SEÑOR.

Aprende de memoria los nombres de los libros de la Biblia.Eso es lo primero. La Biblia consta de sesenta y seis libros. Cada uno de ellos trata algo. El punto de partida para aprender con inteligencia de la Biblia es, en primer lugar, saber lo que son esos libros, el orden en que están colocados y, en general, de que trata cada uno.

Aprende de memoria tus versículos favoritos. Apréndetelos bien y repítetelos a menudo; cuando estés solo, así como por la noche para conciliar el sueño en los brazos eternos. Estos son los versículos por los que vivimos.

El repasar los pensamientos de Dios con frecuencia hará que esta llegue a ser más semejante a la de él; y según nuestra mente sea más como la de Dios, toda nuestra vida se transformará a su semejanza. Es una de las mejores ayudas espirituales que podemos tener.

Programas de lectura de la Biblia

Hay diferentes programas de lecturas bíblicas. Algunos de ellos se sugieren más adelante en este libro. Un programa será mejor para una persona, y otro para otra. La misma persona, en diferentes momentos, puede preferir programas diferentes. Un programa específico no es de vital importancia. Lo esencial es que leamos la Biblia con regularidad.

Nuestro programa de lectura debe abarcar toda la Biblia en un tiempo razonable.Toda ella es la Palabra de Dios, una misma historia, una estructura literaria de profunda y maravillosa unidad, centrada en torno a Cristo. Él es el corazón y clímax de la Biblia. Esta completa podría llamarse, sin duda, la historia de Cristo. El Antiguo Testamento prepara el camino para su venida. Los cuatro Evangelios nos cuentan la historia de su vida en la tierra. Las cartas del Nuevo Testamento explican sus enseñanzas. Y el Apocalipsis nos muestra su triunfo.

Un programa equilibrado de lectura bíblicacreemos que podría ser así: Cada vez que leamos la Biblia entera, leamos dos veces más el Nuevo Testamento, leyendo de nuevo los capítulos favoritos de ambos Testamentos.

Más adelante encontrarás varios programas de lecturas bíblicas, así como una sección que explica las diferentes ayudas que tendrás a tu disposición sobre estudios bíblicos para entender mejor la lectura, tales como concordancias bíblicas de estudio, diccionarios y comentarios bíblicos, y el uso debido de cada uno (véase. p. 1048).

El ir a la iglesia como acto de culto

«Todos los cristianos deben ir a la iglesia todas las semanas, a menos que lo impida una enfermedad, trabajo u otra necesidad».

En una sociedad de consumo como la nuestra, la primera reacción es: ¿Por qué? ¿Qué saco yo con ir a la iglesia?

Esa pregunta no viene al caso.

La iglesia no puede, en una o dos horas la mañana del domingo, llenar el vacío que creamos descuidando la Palabra de Dios.

Prepárate para ir a la iglesia. Lee antes la Biblia. ¡Te será una bendición y Cristo será exaltado!

Dichos notables acerca de la Biblia

Billy Graham: Tenemos personas en nuestra generación que cuestionan si la Biblia es la Palabra de Dios. Del principio hasta el fin, la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. Cuando acudo a la Biblia, sé que estoy leyendo la verdad. Y acudo a ella todos los días.

Jorge Mueller de Bristol: El vigor de nuestra vida espiritual estará en una proporción exacta con el lugar que ocupe la Biblia en nuestra vida y pensamiento. Afirmo esto solemnemente por mi experiencia de cincuenta y cuatro años… He leído la Biblia completa cien veces y siempre con un deleite creciente. Cada vez me parece un libro nuevo. La bendición del estudio bíblico seguido, diligente y diario ha sido grande. Considero un día como perdido cuando no paso un buen rato con la Palabra de Dios.

D.L. Moody: Yo pedía en oración la fe, y creía que algún día me caería y alcanzaría como un rayo. Pero la fe no parecía venir. Un día leí en el capítulo diez de Romanos: «Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo». Cuando cerré la Biblia, oré por la fe. Entonces abrí la Biblia, y empecé a estudiarla; y desde entonces mi fe creció.

Abraham Lincoln: Creo que la Biblia es el mejor regalo que Dios le haya dado al hombre. Todo el bien del Salvador del mundo se nos comunica mediante este libro.

W.E. Gladstone: Conocí a noventa y cinco de los hombres más grandes del mundo de mi tiempo, y ochenta y siete de ellos eran seguidores de la Biblia. La Biblia está sellada con una especialidad de origen, y una distancia inconmensurable la separa de todos sus competidores.

George Washington: Es imposible gobernar el mundo debidamente sin Dios y la Biblia.

Daniel Webster: Si hay algo digno de aprecio en mis pensamientos o estilo, el crédito se debe a mis padres por infundir en mí un primer amor a las Escrituras. Si permanecemos en los principios que la Biblia enseña, nuestro país prosperará cada vez más; pero si nosotros y nuestra posteridad descuidamos sus instrucciones y autoridad, nadie sabrá cómo una catástrofe repentina puede sobrevenirnos y sepultar toda nuestra gloria en una profunda oscuridad.

Thomas Carlyle: La Biblia es el pronunciamiento más verdadero que haya venido jamás mediante las letras del alfabeto del alma humana; a través de la cual, como por una ventana divinamente abierta, todos los hombres pueden mirar hacia el silencio de la eternidad y discernir en vislumbres su lejano y, por largo tiempo olvidado, hogar.

John Ruskin: Cualquiera que sea el mérito que haya en cualquier cosa que escribí, se debe sencillamente al hecho de que cuando yo era niño, mi madre me leía diariamente una parte de la Biblia y diariamente me hacía aprender de memoria una porción de ella.

Charles A. Dana: El gran viejo Libro todavía se mantiene; y esta vieja tierra, cuanto más vuelve sus hojas y las medita, más sostendrá e ilustrará las páginas de la Palabra Sagrada.

Thomas Huxley: La Biblia es la Carta Magna de los pobres y los oprimidos. La raza humana no está en posición de prescindir de ella.

Patrick Henry: La Biblia vale por todos los otros libros que se hallan publicado jamás.

U.S. Grant: La Biblia es el ancla de nuestras libertades.

Horace Greeley: Es imposible esclavizar mental o socialmente a un pueblo que lee la Biblia. Los principios de la Biblia son el cimiento de la libertad humana.

Andrew Jackson: Ese libro, SEÑOR, es la roca en que se asienta nuestra república.

Robert E. Lee: En todas las incertidumbres y tensiones, la Biblia no ha dejado nunca de darme luz y fuerza.

Lord Tennyson: La lectura de la Biblia es ya en sí una educación.

John Quincy Adams: Tan grande es mi veneración por la Biblia que cuanto más temprano mis hijos empiecen a leerla, más confiada será mi esperanza en que resultarán útiles ciudadanos de su país y miembros respetables de la sociedad. Hace muchos años que leo toda la Biblia una vez al año.

Immanuel Kant: La existencia de la Biblia, como libro para el pueblo, es el mayor beneficio que la raza humana haya experimentado jamás. Todo intento de minimizarla es un crimen contra la humanidad.

Charles Dickens: El Nuevo Testamento es con mucho el mejor libro jamás conocido en el mundo.

Sir William Herschel:Todos los descubrimientos humanos parece que se hacen solamente con el propósito de confirmar más y más fuertemente las verdades que contienen las Sagradas Escrituras.

Sir Issac Newton: Hay más señales fidedignas de autenticidad en la Biblia que en ninguna historia profana.

Johann Wolfgang Goethe:Que siga el avance de la cultura mental, que progresen las ciencias naturales en cada vez mayor extensión y amplitud, y que la mente humana se ensanche todo lo que desee;pero no llegará más allá de la elevación y la cultura moral del cristianismo como relumbra en los Evangelios, no llegará.

Tomado del sermón de Billy Graham: «Jesucristo es la verdad», Asociación Evangelística Billy Graham. Usado con permiso.

Antecedentes bíblicos

Qué es la Biblia

La Biblia es una colección de sesenta y seis «libros» que se escribieron durante un período de más de mil quinientos años. En una Biblia tradicionalmente impresa, el libro más largo (Salmos) ocupa más de cien páginas, y el más breve de todos (2 Juan) menos de una.

Más de cuarenta personas escribieron los diversos libros de la Biblia. Algunos eran ricos y otros pobres. Entre ellos hubo reyes, poetas, profetas, músicos, filósofos, granjeros, maestros, un sacerdote, un estadista, un pastor, un recaudador de impuestos, un médico y una pareja de pescadores. Escribieron en palacios y en cárceles, en grandes ciudades y en el desierto, en tiempos de terrible guerra y en tiempos de paz y prosperidad. Escribieron relatos, poemas, historias, cartas, proverbios y profecías.

La Biblia no es un libro de texto ni de teología abstractaque solo los teólogos educados de forma exquisita y expertos puedan analizar, discutir y entender. Es un libro sobre personas reales, y acerca de un Dios real.

La Biblia es la Palabra inspirada de Dios.Los teólogos y los eruditos discuten de manera interminable acerca de cómo un libro escrito por tantos autores durante tantos siglos puede ser la Palabra inspirada de Dios. No obstante, es como sentarse a la mesa y discutir las recetas en vez de disfrutar del menú y alimentarnos.

Como «la prueba del pastor de ovejas está en comerlo», la prueba de la Biblia está en leerla con una mente y un corazón sinceros. Tal lectura mostrará que la Biblia está inspirada de manera divina, es un mensaje que Dios entretejió (compárese Juan 7:17).

Como se escribió hace tanto tiempo, hay cosas en la Biblia que nos serán difíciles de entender en el siglo XXI. Sin embargo, nuestro corazón y espíritu pueden captar lo que el corazón de Dios y su Espíritu nos dicen: Que él nos ama ahora y para siempre.

Cómo está ordenada la Biblia

A primera vista, la Biblia es un compendio de escritos largos y cortos sin ninguna organización aparente, excepto su división principal en dos partes, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

El Antiguo Testamento ocupa alrededor de las tres cuartas partes de la Biblia, y el Nuevo Testamento alrededor de una cuarta parte. El libro de los Salmos está aproximadamente en medio de la Biblia

Los Dos Testamentos

El Antiguo Testamento se escribió antes del tiempo de Cristo. Se escribió en principio en hebreo, la lengua del pueblo judío, y sigue siendo la Biblia del pueblo judío. En los primeros días de la iglesia, durante las primeras décadas después de la muerte y resurrección de Jesús, la Biblia hebrea era la única que tenían los cristianos. Más tarde, se formó el Nuevo Testamento y se llamó a la Biblia hebrea el «Antiguo Testamento». La palabra «testamento» quiere decir aquí «pacto» (acuerdo o tratado solemne que establece una relación formal de obligaciones mutuas entre dos partes). Esta trata del pacto que Dios hizo con Abraham, el patriarca del pueblo de Israel. El Nuevo Testamento trata del nuevo pacto que Dios hizo con todos los pueblos mediante Jesucristo.

De tal manera que, el Antiguo Testamento mira hacia la venida de Jesús, el Mesías (o Cristo), que nos salvará de nuestros pecados y establecerá el reino de Dios, fundado sobre la justicia y la misericordia. El Nuevo Testamento nos relata la historia de Jesús, y contiene escritos de sus primeros seguidores.

Tres grupos de libros en cada Testamento

Cada Testamento

Empieza con un grupo de libros históricos y

Termina con libros proféticos (el Nuevo Testamento no tiene más que un libro predominantemente profético, el Apocalipsis).

Entre los libros históricos y los proféticos están

Los libros poéticos(Antiguo Testamento)

Las cartasoepístolas(Nuevo Testamento).

Los libros del Antiguo Testamento

1. Los libros históricos

El Antiguo Testamento tiene diecisiete libros históricos, colocados por orden cronológico. El pueblo judío llamaba (y llama) a los primeros cinco libros históricos la Torá (en hebreo «Ley», porque estos libros contienen las leyes que dio Dios a Moisés). Estos cinco libros también se llaman el Pentateuco (en griego «cinco libros»). La historia que abarca estos libros se puede dividir en seis períodos. (Véase también la sección siguiente: «De qué trata la Biblia»).

2. Los libros poéticos

Entre los libros históricos y los proféticos del Antiguo Testamento hay cinco que son poéticos que contienen algo de la poesía más hermosa jamás escrita. En especial, el libro de los Salmos, que expresa la gama completa de las emociones humanas desde la depresión hasta la confianza jubilosa en Dios. Este ha sido durante tres milenios una fuente de consuelo e inspiración para judíos y cristianos.

3. Los libros proféticos

El Antiguo Testamento contiene diecisiete libros proféticos. Los cinco primeros se llaman los profetas mayores porque son más largos que los otros doce, que se llaman los profetas menores. (Lamentaciones es un libro breve que está incluido con los profetas mayores porque el profeta Jeremías lo escribió como también escribió el libro de Jeremías, el segundo de los profetas mayores).

Los libros del Nuevo Testamento

1. Los libros históricos

Entre el final del Antiguo Testamento y el principio del Nuevo Testamento hay un período de unos cuatrocientos años. Sabemos bastante de esos «años de silencio» por otros libros que no forman parte del Antiguo ni del Nuevo Testamento (Véanse pp. 506-27).

El Nuevo Testamento contiene cinco libros históricos: los cuatro Evangelios, que relatan la vida de Cristo, y el libro de los Hechos, que cuenta la historia de la iglesia primitiva, a través de la obra del apóstol Pablo.

2. Las cartas o epístolas

El Nuevo Testamento contiene veintiuna cartas o epístolas. El apóstol Pablo escribió las primeras trece que están colocadas por orden, desde la más larga (Romanos) hasta la más corta (Filemón). Los apóstoles Juan (tres cartas), Pedro (dos), Santiago y Judas (una cada uno), también otros escribieron; no se sabe exactamente quién escribió la carta a los Hebreos.

Todas las cartas se escribieron durante las primeras décadas de la historia de la Iglesia.

3. El libro profético

El Nuevo Testamento solo tiene un libro profético: el Apocalipsis. (Apocálypsis es la palabra griega que quiere decir Revelación.)

De qué trata la Biblia

Las dos páginas siguientes dan una visión rápida de dónde se encuentra en la Biblia cada período de historia bíblica.

La idea principal de cada libro de la Biblia

(Algunos de los libros tienen una idea principal; otros tratan de varios temas.)

La ubicación de la Biblia

1. Por qué es importante la ubicación de la Biblia

La Biblia está llena de personajes, lugares y acontecimientos, y nos relata el trato concreto de Dios con la humanidad, y la relación de la humanidad con Dios en las situaciones y los problemas diarios de la vida real.

El mensaje es el evangelio del amor eterno de Dios hacia su pueblo, y entenderlo no depende de nuestro conocimiento del trasfondo histórico, geográfico, cultural, ni de la ubicación de la Biblia. Sin embargo, tal conocimiento añadirá una dimensión concreta a nuestra lectura de las Escrituras que puede ayudarnos a centrar con más exactitud el mensaje bíblico.

Por ejemplo: En el capítulo 23 de Génesis, Sara, la mujer de Abraham ha muerto, y Abraham necesita un lugar donde enterrarla. Dios prometió que la tierra de Canaán pertenecería a Abraham y a sus descendientes; pero en este punto él no posee ni una pulgada cuadrada de ella; es todavía un nómada. Este se dirige al hitita Efrón, que posee una cueva en la que él quiere enterrar a Sara. La historia refleja un modelo establecido de transacción. Efrón parece ser muy generoso; sin embargo, acaba vendiéndole la cueva a Abraham por un precio exorbitante. Esta era la única parte de Canaán que poseía Abraham cuando murió, y pagó mucho más de lo que valía por este trocito de tierra, sin embargo, él siguió teniendo fe en la promesa de Dios de que un día sus descendientes poseerían toda la tierra (véase Hebreos 11:8–10). De igual manera, la geografía representa un papel en la Biblia. Cuando Dios llamó a Abraham para que fuera desde Ur de los Caldeos a Canaán, casi al oeste de Ur, este acabó en Harán, tan lejos al norte de Canaán como Ur lo estaba al este (Génesis 12). El problema no era que Abraham tuviese poco sentido de la dirección. Más bien, le era imposible viajar hacia el oeste a Canaán porque entre Ur y Canaán no había más que desierto. Abraham tenía que seguir el río Éufrates, la única fuente de agua fiable en un viaje de unos mil kilóme-tros a vuelo de pájaro, antes de orientarse al sur hacia Canaán. (Véase más acerca de carreteras y viajes durante los tiempos bíblicos más adelante.)

2. El antiguo Oriente Próximo

La ubicación de la Biblia es lo que llamamos hoy el Oriente medio: el moderno Egipto, Turquía, Israel, Líbano, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Iraq e Irán. A esta misma región nos referimos como el Cercano Oriente antiguo cuando hablamos de su historia.

Es un área más pequeña que América Latina, gran parte de ella desierta. Las primeras grandes civilizaciones prosperaron en torno a los ríos de esta región: el Imperio Egipcio a lo largo del río Nilo, los Imperios Sumerio, Asirio, Babilónico y Persa en torno a los ríos Éufrates y Tigris, en lo que es ahora Iraq.

Algunas veces nos hacemos la idea equivocada de que Abraham, con quien empieza la historia del pueblo de Dios, vivió en tiempos más bien primitivos. Nada podía estar más lejos de la verdad. A menos que asumamos que la tecnología y el desarrollo urbanístico son las características supremas de la civilización. Cuando Dios llamó a Abraham (ca. 2000 a.C.):

Egipto tenía ya una civilización floreciente desde hacía más de un milenio; las pirámides llevaban construidas casi cinco siglos.

En la isla de Creta, la gran civilización minoica hacía ya más de cinco siglos que prosperaba.

La región en torno a los ríos Eufrates y Tigris (también llamada Mesopotamia = «entre ríos») era el escenario de la gran civilización sumeria. Ur de los caldeos, de donde procedía Abraham, era una ciudad próspera junto al río Eufrates.

Grandes civilizaciones también florecían más lejos hacia el este, en el valle del Indo y en China.

No fue sino hasta después del final del Antiguo Testamento (ca. 400 a.C.) cuando el centro del poder se trasladó hacia el oeste, lejos del Cercano Oriente Antiguo, primero a Grecia y después a Roma.

3. Los poderes mundiales de los tiempos bíblicos

Los mapas de las dos páginas siguientes muestran los seis grandes imperios de los tiempos bíblicos. (Las fronteras exactas fluctuaban, y algunas de ellas nunca se definieron de manera clara).

Como muestran los seis mapas, los primeros tres imperios estaban al este y al sudeste del Mar Mediterráneo; los últimos tres muestran un movimiento gradual hacia el oeste, hasta que con el Imperio Romano el centro de poder pasa del norte de Africa y el Cercano Oriente próximo a Europa.

Imperio Egipcio. Llegó a ser el hogar de Israel cuando los patriarcas se mudaron a Egipto al final del Génesis; los israelitas salieron de Egipto en el éxodo cuatrocientos años más tarde.

Imperio Asirio. Destruyó el reino del norte, Israel, en 722 a.C., y deportó a sus habitantes. Su capital era Nínive, que se perdonó antes cuando Jonás predicó allí.

Imperio Babilónico. Destruyó Jerusalén y el reino del sur, Judá, en 586 a.C. y deportó a sus habitantes a Babilonia. Su capital era Babilonia (que se elevó a prominencia el profeta Daniel).

Imperio Persa. Destruyó el Imperio Babilónico en 539 a. C. Sus capitales fueron Persépolis y Susa (esta provee la ubicación para el libro de Ester). El primer emperador persa, Darío, dejó volver a los judíos a Jerusalén.

Imperio Griego. Fundado por Alejandro Magno hacia 330 a.C. Después de la muerte de Alejandro su imperio se dividió en cuatro imperios (véase p. 507–8). El legado del gran imperio no fue político sino cultural: el helenismo (véase p. 517).

Imperio Romano. El imperio que estaba en sus días de gloria en tiempos de Cristo y la iglesia primitiva (véase p. 711–20; para el Imperio Romano después del tiempo de Cristo, véase p. 974–87).

4. Carreteras y viajes en los tiempos bíblicos

Nuestra comprensión de los relatos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamentos puede mejorar atendiendo la influencia que ejercieron las carreteras y el tiempo atmosférico en el curso de los acontecimientos bíblicos.

En los tiempos antiguos, las características naturales del terreno determinaban la ubicación de las carreteras. La mayor parte de estas en el abrupto país montañoso de Judá seguían generalmente la montaña, ya que una ruta más directa supondría escalar muchos valles y torrentes.

El agua, ya fuera mucha o poca, también era un problema. Las carreteras entre los valles y las zonas bajas durante la época de lluvia se inundaban o se llenaban de barro y no podían usarse. Los viajes en la estación seca del verano eran mucho mejor que en los meses de invierno, ya que las carreteras no estaban encharcadas por la lluvia. Las estaciones de primavera y verano eran «el tiempo cuando los reyes iban a la guerra» (2 Samuel 11:1), porque las carreteras estaban secas y los cereales recién cosechados estaban disponibles para alimentar a la tropa.

Por otra parte, muy poca agua, también era un problema serio. Cuando Abraham fue de Ur a Canaán (véase mapa en p. 109), no podía ir hacia el oeste, lo que le habría ahorrado centenares de kilómetros, puesto que no había fuentes de agua en el desierto arábigo. Por eso, tuvo que seguir una de las mayores rutas comerciales internacionales que conectaba Mesopotamia con Egipto, Turquía y Arabia. Desde Ur, estas rutas seguían los grandes ríos, el Eufrates y el Tigris, y ambas pasaban por Harán, a casi setecientos kilómetros al norte de Canaán.

Las rutas internacionales principales

Las «rutas internacionales principales» no eran diferentes de las carreteras transcontinentales del antiguo Oeste americano, tales como la de Oregón. Las operaciones básicas de construcción de carreteras incluían despedregar el sendero, limpiarlo de árboles y maleza, mantener los vados por los lechos de los ríos, y es posible que, la construcción de vallas en las laderas empinadas también. Sin embargo, estas rutas principales seguían, por lo general, terrenos relativamente fáciles y no estaban nunca lejos de las fuentes de agua.

Estas carreteras tenían que limpiarse y nivelarse periódicamente, en especial, cuando un personaje importante, como un rey, iba a viajar por ella. Así que no es meramente lenguaje poético, sino más bien una referencia al mantenimiento de las carreteras cuando leemos: «Todo valle será rellenado, toda montaña y colina será allanada. Los caminos torcidos se enderezarán, las sendas escabrosas quedarán llanas» (Lucas 3:5). Es decir, había que rellenar los baches y espacios erosionados, y quitar los montones de piedra y tierra.

Residir cerca de una carretera principal internacional reportaba beneficios económicos. Estas carreteras eran la ruta normal de los mercaderes y comerciantes itinerantes, así como lugares de paso gubernamentales y comerciales, transporte de mercancías en cantidades limitadas tales como cobre, hierro, estaño, oro, plata, incienso, tintes y vajillas. (Los materiales más abultados como la madera y la piedra se transportaban por lo general en barcazas y lanchas.) Los que controlaban las carreteras, ya fueran bandoleros o un gobierno central más permanente, podían obtener ingresos considerables del tránsito por estos caminos. El gobierno central podía cobrar peaje a las caravanas que pasaban, vender alimentos y alojamiento, así como ofrecer los servicios de escoltas militares que podían alquilar las caravanas para proteger su paso por territorio «peligroso".

Por otra parte, estas mismas carreteras se usaban para expediciones militares que no producía ningún beneficio económico, sino solo un riesgo enorme en caso de ejércitos hostiles.

Los que vivían a lo largo de las rutas internacionales también estaban expuestos a nuevas influencias intelectuales, culturales, lingüísticas y religiosas, lo que los llevaba inevitablemente a cierto grado de asimilación. Por ejemplo: la facilidad de entrar y salir en Samaria ayuda a explicar la apertura de esa área a influencias religiosas y culturales no israelitas.

Lo remoto del país montañoso de Judá, y el difícil acceso a Jerusalén, hicieron al reino del sur menos susceptible a influencias extranjeras. Estas diferencias ayudan a explicar por qué la deportación del reino del norte tuvo lugar unos ciento treinta años antes que la del reino del sur, Judá (véase p. 213 a 16).

Los caminos en Canaán

Cuando Abraham llegó a la tierra de Canaán (ca. 2,000 a.C.), las líneas de comunicación dentro del país ya estaban bien establecidas. Dos caminos internacionales cruzaban el país, uno por la costa (aludida a veces como «el camino del mar»), el otro al este del río Jordán (el camino de Transjordania). El camino internacional occidental, es probable que jugó un papel importante en la historia de José, cuando encontró a sus hermanos cerca de Dotán, le echaron en un pozo, y le vendieron a comerciantes madianitas, llevándole estos a Egipto (Génesis 37:12–28). Dotán estaba a menos de veinticinco kilómetros del camino occidental, y el pozo quizás estaba más cerca.

El mapa de la página 80 muestra muchas de las rutas regionales y locales de Canaán. Una de estas es muy importante para los estudios bíblicos: la ruta interprovincial que iba desde Beerseba en el sur a Siquén en el norte, vía Hebrón, Belén, Jerusalén, Gabaón, Ramá, Betel/Ay, y Siló. Esta ruta aparece una y otra vez un el texto bíblico. Algunos la llaman «la ruta de los patriarcas» porque la recorrieron Abraham, Isaac y Jacob, mientras que otros la llaman «la ruta de la montaña», porque en muchos lugares sigue la parte alta de la vertiente de las montañas de Judea y Efraín. Incluso cuando no se le menciona con frecuencia, provee un detalle para muchos acontecimientos que se relatan en la Biblia.

Estas calles de Pompeya están exactamente como estaban en 79 d.C., cuando una erupción del Vesubio las sepultó bajo cenizas volcánicas. Las calles urbanas tenían aceras y cruces peatonales: las piedras más altas en la carretera eran para pasar, ya que estas también estaban diseñadas para cuando llovía. Los carriles muestran que el ancho de los carros romanos tuvo que estandarizarse para que pudieran pasar entre las piedras del paso peatonal.

Carreteras romanas

Los romanos no desarrollaron técnicas avanzadas de construcción de carreteras, hasta un poco antes de los tiempos del Nuevo Testamento, estas incluían la preparación del lecho de la carretera nivelando el terreno y cortando rocas, el uso de la curvatura para marcar el borde de las carreteras, la atención al drenaje y la colocación de un pavimento de piedras. El Imperio Romano desarrolló un sistema de carreteras que acabó por extenderse desde Escocia hasta el Éufrates, unos ochenta y cinco mil kilómetros en total. (El sistema interestatal de autopistas de los Estados Unidos, en comparación, incluye aproximadamente cincuenta mil kilómetros de carreteras). Es probable que la construcción de un sistema de carreteras bien desarrollado ya había comenzado en Siria y Judea antes del tiempo del Nuevo Testamento.

Viajes

Además de caminar, las primeras formas de transporte incluían borricos, carretas con ruedas sólidas y carruajes. Los camellos empezaron a usarse para llevar cargas pesadas, en especial, en caravanas. Los caballos se usaban en el II y el I milenio a.C. para tirar de carruajes y en unidades de caballería; durante el período persa (538–332 a.C.) y más tarde, se usó de forma más común para viajes diarios. En los tiempos del Nuevo Testamento se usaban todos estos medios de transporte, y al mejorar el sistema de carreteras se incrementó el uso de carros y carruajes.

Isarel nunca fue una nación de mar. Este se usaba a menudo como una representación simbólica del caos y de las naciones rebeldes a Dios. Así que la huida de Jonás por mar es mucho más que ir al oeste en vez de al este, sino la representación de orientarse hacia todo lo que está en contra de Dios. Sin embargo, Dios controla el mar y sus moradores. Y en Apocalipsis 21:1, la afirmación de que el mar ya no existe puede significar que por fin las naciones rebeldes ya no pueden turbar más la creación de Dios.

5. La Tierra Prometida: Israel

Gran parte de la historia bíblica tuvo lugar en y alrededor de la tierra de Israel. El conocer la geografía de esta área proporciona una comprensión valiosa cuando se estudian los acontecimientos bíblicos que tuvieron lugar allí. Israel es un país aproximadamente del tamaño de Nueva Jersey (EE.UU.), con un total de veinte mil setecientos sesenta y ocho kilómetros cuadrados de tierra.

Las cuatro zonas principales

La ciudad de Jerusalén, capital de Israel y el centro del escenario de la historia bíblica, está ubicada entre el Mar Mediterráneo y el desierto Arábigo u Oriental. Tiene cuatro «zonas» que van de norte a sur, muy unidas, entre el mar y el desierto con una distancia de cien kilómetros una de la otra en la latitud de Jerusalén. Las zonas son:

La llanura costera, que a la altura de Jerusalén tiene menos de dieciocho kilómetros de ancho.

La cadena montañosa central, donde está situada Jerusalén, a mil metros de altura aproximadamente y unos cincuenta kilómetros de ancho.

El valle del Jordán, por el que fluye este río. Es parte de una falla geológica que se extiende cinco mil quinientos kilómetros desde África hasta el sur de Turquía.

La cadena de montañas de Transjordania, que se eleva de forma abrupta por el lado oriental del valle del Jordán y luego descienden hacia el desierto Arábigo.

El desierto Arábigo u Oriental se extiende hacia el este unos setecientos cincuenta kilómetros, desde las montañas de Transjordania hasta el río Éufrates.

Las estaciones del año

En los tiempos bíblicos, Israel era en su mayoría un país agrícola. A veces es difícil para los que viven en áreas urbanas darse cuenta hasta qué punto dependían los israelitas del clima y no solo los granjeros, sino toda la nación. Cuando fallaban las cosechas, se producía el hambre. Desesperado, Jacob envió a sus hijos a Egipto por grano (Véase Génesis 42:1–3.) Y la oración de Elías para que no lloviera (1 Reyes 17:1; 18:41–46; 5:17–18) era mucho más que una petición de unos pocos veranos desagradablemente secos. En potencia quería decir hambre y desgracia.

El promedio de lluvia varía en las diferentes partes del país (Amós 4:6–8). Hay años, que en algunas partes del país no llueve durante cuatro o cinco semanas consecutivas durante los meses de enero y febrero, que son por lo general, los más lluviosos del año. En esas regiones en las que el promedio total anual es solo 30–40 centímetros (300–400 litros por metro cuadrado), el crecimiento de las cosechas de cereales no está asegurado, porque una variación de solo 4 a 6 cm. puede suponer desastre. En áreas donde el promedio de lluvia es alto, los granjeros pueden sembrar y «segar ciento por uno» (Génesis 26:12) en años «normales», sin embargo, aun allí unos cuantos años de sequía puede ser devastadora y, en el pasado, provocaba que la gente tuviera que emigrar (Génesis 12:10).

Los israelitas sabían que era Yahvé el Señor, el que tenía siempre sus ojos en la tierra, desde el principio hasta el fin del año, y que el obedecer a sus mandamientos traería bendición, mientras que la desobediencia traería sequía y desgracia (Deuteronomio 11:8–17). No obstante, debido a la inseguridad de las lluvias, no es sorprendente que algunos israelitas se sintieran atraídos a participar en los cultos a Baal, el dios canaanita de la tormenta, que se creía que traía fertilidad a la tierra.

El año en Israel se divide en dos estaciones principales: la de las lluvias (mediados de octubre hasta abril) y la de la sequía (desde mediados de junio hasta mediados de septiembre), separadas por meses de transición.

La estación seca: Verano (mediados de junio a mediados de septiembre)

En contraste con las condiciones del tiempo, variable en muchas partes de las Américas, los meses de verano en Israel son relativamente estables. El promedio es, días calurosos y noches más frescas, y casi nunca llueve. En Jerusalén, por ejemplo, la temperatura media más alta en agosto es 30°C y la más baja por la noche 18°C. Los cielos están relativamente despejados los meses de verano; es más, Israel es uno de los países más soleados del mundo en un día típico de verano, la temperatura empieza a elevarse de inmediato después de la salida del sol. Al poco tiempo empieza a soplar del oeste una brisa refrescante del mar. Después de cruzar la llanura costera, llega a las montañas de Jerusalén alrededor del mediodía, y su efecto refrescante impide que la temperatura se eleve en las primeras horas de la tarde. Sin embargo, la brisa no llega a Transjordania hasta media tarde, y la temperatura sigue ascendiendo la mayor parte del día.

Los meses de verano ven madurar uvas, higos, granadas, aceitunas, melones, y otras cosechas. El rocío del verano y los sistemas de raíz profunda aportan la necesaria humedad a estos cultivos. La mayor parte de las frutas se cosechan en agosto y septiembre. En el verano, los pastores llevan sus rebaños de ovejas y cabras hacia el oeste, dejándolas comer los restos del trigo y la cebada que se segaron en primavera. Como el terreno está seco en los meses de verano, el andar es bastante fácil. En los tiempos bíblicos, las caravanas y los ejércitos viajaban por casi todo el país, aprovechándose de las provisiones abundantes de grano a expensas de la población local.

La primera estación de transición. (De mediados de septiembre a mediados de octubre)

La primera estación de transición, desde mediados de septiembre a mediados de octubre, marca el final de las condiciones estables

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