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Romper el corazón del mundo: Modos fugitivos de hacer teoría
Romper el corazón del mundo: Modos fugitivos de hacer teoría
Romper el corazón del mundo: Modos fugitivos de hacer teoría
Libro electrónico274 páginas4 horas

Romper el corazón del mundo: Modos fugitivos de hacer teoría

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Romper el corazón del mundo. Modos fugitivos de hacer teoría es una compilación de ensayos críticos escritos por la pensadora argentina y activista lesbiana val flores. La potencia poética y política de estos escritos radica en su intención profunda de dinamitar géneros, lenguajes y dicotomías para proponer una práctica del pensamiento como gesto de disidencia que provoque otros modos de habitar la teoría y el mundo.
A lo largo de estas páginas, entretejido con múltiples referencias de teóricxs, poetas y activistas como Gloria Anzaldúa, Nelly Richard o Monique Wittig, el pensamiento de la autora compone una cartografía afectiva e inconmensurable a través de las palabras: sur, lesbiana, disidencia sexual, prosexo, exilio y tacto, que se vuelven preguntas a la intemperie.
Romper el corazón del mundo es así una invitación a leer un libro como se hace un hueco […] Hacer un hueco, hacerse un huequito en el tiempo, para meterse entre el monte tupido de la lengua lesbiana y sureña de val flores
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 may 2021
ISBN9788412377354
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    Romper el corazón del mundo - val flores

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    Romper el corazón del mundo.

    Modos fugitivos de hacer teoría

    val flores

    Romper el corazón del mundo.

    Modos fugitivos de hacer teoría Prólogo: marie bardet

    Prólogo: marie bardet

    val flores,

    Romper el corazón del mundo, Editorial Continta Me Tienes,

    colección La pasión de Mary Read, serie #cuerpas, mayo de 2021

    Edición a cargo de Sandra Cendal

    388 pp., 13 x 18 cm.

    Depósito legal: NA 54-2021

    ISBN: 978-84-122760-4-6

    IBIC: QDTS: Filosofía social y política

    Continta Me Tienes

    C/ Belmonte de Tajo 55, 3º C

    28019, Madrid

    91 469 35 12

    Colección La pasión de Mary Read: 28

    www.contintametienes.com

    info@contintametienes.com

    www.facebook.com/ContintaMeTienes

    @Continta_mt

    Los textos son propiedad de su autora.

    © de esta edición: Continta Me Tienes

    Diseño de colección: Marta Azparren

    © Del prólogo: marie bardet

    Lan honek Nafarroako Gobernuaren dirulaguntza bat izan du, Kultura, Kirol eta Gazteria Departamentuak egiten duen Argitalpenetarako Laguntzen deialdiaren bidez emana.

    Esta obra ha contado con una subvención del Gobierno de Navarra concedida a través de la convocatoria de Ayudas a la Edición del Departamento de Cultura, Deporte y Juventud.

    Romper el corazón del mundo.

    Modos fugitivos de hacer teoría

    val flores

    Índice

    Prólogo: Leer un libro como se hace un hueco, marie bardet

    Introducción. Romper el corazón del mundo

    1. Con los excrementos de la luz. Interrogantes para una insurgencia sexo-política disidente

    2. Decir prosexo

    3. Vivir en diferido. El fracaso lésbico del tiempo

    4. Con luz propia. Una posible figuración para las masculinidades lésbicas

    5. Febriles alquimias del cuerpo. Una poética excrementicia

    6. Lesbiana: Descontextualizar la cita académica

    7. La intimidad del procedimiento. Escritura, lesbiana, sur como prácticas de sí

    8. El temor de la escritura: la carroña feminista

    9. Lengua viva, disturbios somáticos, ¿deseo de normalización?

    10. Desafíos y provocaciones: el presente de los feminismos

    11. Un gesto contra-epocal: las lesbianas como salteadoras teóricas

    12. El derecho al gemido. Notas para pensar la ESI desde una posición prosexo

    13. Saber es estremecer. Apuntes interrogativos para la descolonización sexo-educativa

    14. Pequeñas economías del asombro. Narrativa, género y pedagogía

    15. Espectros fugitivos

    16. El vértigo

    17. El exilio de la piel

    Bibliografía

    Prólogo

    marie bardet hace filosofía y también danza. Nació en Francia y vive ahora en Argentina. Su hacer y su pensar corren las fronteras entre teoría y práctica y se nutren tanto de la improvisación y las prácticas somáticas como de la filosofía contemporánea y de los pensamientos-prácticas transfeministas y queer/cuir. En todo ese arco, tensa los problemas que recorren los cuerpos y la política configurando espacios comunes de multiplicidad artística y pensamiento situado. Es docente-investigadora del IDAES en la UNSAM y dirige el posgrado en Prácticas Artísticas Contemporáneas del IAMK- UNSAM. Desarrolla conferencias escénicas (Les restes des gestes,

    2010

    ;  Des-articulando: conferencia en movimiento,

    2012

    ; Perdre la face-perder la cara,

    2019

    ) y escribe (Pensar con Mover,

    2012

    ; «Saberes gestuales: epistemologías, estéticas y políticas de un cuerpo danzante», Enrahonar,

    2018

    ; Hacer Mundos con Gestos,

    2019

    ; Perder la cara,

    2021

    ).

    Leer un libro como se hace un hueco

    marie bardet

    Hacer un hueco, hacerse un huequito en el tiempo, para meterse entre el monte tupido de la lengua lesbiana y sureña de val flores; un hueco para leer un libro que fuerza a un destiempo de la inmediatez de la información y de la comprensión, tan instantánea como las sopas y los fideos, que reina sobre las comunicaciones. Fabricarse para y en la lectura un tiempo a contra-tiempo de las redes sociales y de la sincronía por cámara en las que se en-red-aron nuestras vidas desde hace tiempo, y más aún en un año pandémico del todo online. Suspender un poco el ritmo, cortar un momento con la vorágine de los mensajes, acompasar la respiración que sostiene la lectura, agujerear con ese gesto algo del corazón del mundo para cavar ahí mismo un ritmo sanguíneo que pueda soportar la consistencia lenta, atrasada y rezagada de una voz cuyo latido sostiene un vivir en diferido en el fracaso lésbico del tiempo.

    Esa lentitud, ese atraso, ese rezago, si perforan –tal bicho taladro– el mundo ampliamente asfixiante en el que vivimos, es bien lejos del gran elogio a la comodidad de la vida sin prisa, de cualquier sonrisa beata celebrando una felicidad obligatoria, o de la programación asegurada y exitosa de una vida zen. La escritura de val flores instaura, más bien, una temporalidad que sabe y saborea la velocidad sin crono-logía del relámpago y la lentitud dérmica del lagarto en la piedra. Instaura una duración, con la quemazón intempestiva de una lengua paradójica que ralentiza acelerando y acelera ralentizando, rasgando todos los cronómetros, las agendas, y los relatos evolutivos en un gesto escritural de sabotaje temporal. Como quien metería un zueco (en francés: sabot que se encuentra en la raíz de sabotaje) de palabras en la maquinaria de la fábrica del tiempo «recto» y «hetero» y sus engranajes cronológicos de mediciones de eficiencia y rentabilidad (para traer aquí una imagen bizarra directamente salida de un territorio imaginario ecléctico donde se superponen lesbianismo decimonónico dandi, archivos obreros, fantasías revolucionarias: la de aquellxs luditas destruyendo las máquinas que hilaban la muerte fabril del gesto artesano, o la del proletariado metiendo sus zuecos de madera en las maquinarias de las fábricas capitalistas).

    Una escritura lesbiana y del sur como procedimiento íntimo que instaura una temporalidad trastocada, espesa y oblicua, forzando a hacerse un huequito de lectura para seguir los diferidos vitales de una escritura que sigue algunas contracorrientes recolectando los cadáveres de las figuraciones vitales y políticas entumecidas por los tiempos lineales, patriarcales, coloniales. Es decir, deshace uno a uno los hilos de las trampas mortíferas tendidas por aquellos relatos del éxito, de la evolución iluminada y del progreso meritócrata de sujetos cada vez más aceptables, y apuesta al tiempo fulgurante de una escritura a destiempo como gesto político y poético, que le disputa en su exigencia de lectura a la crono-logía hegemónica y abre otra dimensión temporal en la experiencia, siempre somática, de lectura. Como esos caballos árabes cuyo paso veloz es una suspensión en el aire, escribe como cabalgaría, con la fulgurancia excrementicia de una lombriz y la velocidad inconmensurable de la suspensión temporal del galope.

    La escritura se hace en la lectura, dice val flores en este libro. Este hueco que nos hacemos para leer abre, junto a esta temporalidad a destiempo de la lectura, nuevos surcos en la escritura de cada unx. Si la lectura no deja intacta la escritura, se contagia aquí en el contacto con el trabajo de des-composición de una escritura que fermenta, en estos textos tan teóricos como vitales, palabras ex- y com-puestas con la fuerza vulnerable de quien sostiene, pertinaz, un acto extremo de confianza radical: la escritura –es decir también el cuidado de sus modos y escenas de enunciación– puede «cambiar el mundo».¹ O más precisamente puede romperle el corazón, como propone el título que parafrasea a Dorothy Allison: Romper el corazón del mundo, en quiasmático contrapunto, no es solo derrumbe y destrucción de las escrituras, teorías y afectos que organizan el presente constituido a la fuerza como exclusivamente heterosexual bajo la razón colonial capitalista y racista. Es, a su vez, una composición inédita de relaciones, un puente a una implicación sudorífica en los meandros del lenguaje para la extenuación de sus resonancias imprevistas. Porque la división epistémica clásica entre teoría-práctica ha sido un programa político y somático de normalización que nos ha distanciado de nuestros propios cuerpos como ejercicio de saber. No se trata de revelar o desocultar, sino de crear y producir un agenciamiento del deseo teórico, pedagógico, sexual y político para construir micropolíticamente disposiciones imaginativas que desprivaticen la invención epistémica y desafíen los límites de las habituales definiciones normativas del hacer/saber.

    Entonces, con sus terremotos sublinguales en el campo sensorial con el que veníamos percibiendo el mundo, con sus rasguños narrativos al gesto repetitivo de obediencia que fabrica las lenguas, los cuerpos y sus relaciones, este enjambre de textos se mete en los debates teóricos y políticos con la lengua caliente y mineral de la poesía y opera allí una perturbación climática y sanguínea de las palabras. Se mete, también, bajo la piel, en las venas, entre las articulaciones, hasta desestabilizar el gesto de escritura que acompaña, o sigue, la lectura: sea un mensajito de amor, sea algún trabajo académico, sea una poesía, sea un manifiesto, sean las páginas íntimas de un diario, sea el guión de una performance, sea un programa de seminario, sean las notas de un curso, sea un silencio masticado, o sea la mezcla abigarrada de cualquiera de estas escrituras. Este libro invita a exponerse a otra lengua que se inmiscuye en nuestras relaciones más íntimas y públicas, más calientes y desencantadas, más performativas y cercadas que sostenemos –y que nos sostienen–, con las palabras. ¿Habrá, en este pacto silente, efímero e insolente que instaura quien lee con quien escribe, un compartir la confianza terca en los efectos alquímicos de un trabajo de orfebrería de las palabras y en la poesía como artilugio de des-construcción de los conceptos?

    Preguntas que agujerean

    Romper el corazón del mundo agujereándolo con preguntas incómodas. ¿Habrá en el hoyo, armado por los signos de las preguntas que pueblan el texto, una figuración posible de este hueco para leer? Ensaya la pregunta como un decir que deja espacio para oír. En cada pregunta, entrena un escribir que se deja agujerear por las direcciones en las que hablar y en las que no, por las corrientes de viento a las que escuchar y a las que no. A lo largo de los textos, ejercita la pregunta de quién habla en complicidad con el oído interno y sus huecos laberínticos entre cuyos canales se deslizan los cristales con los que nos vamos des-orientando. En la cocina de su escritura, la pócima de las preguntas es antídoto contra la voz segura de sí misma y elixir con efectos de un pensamiento que sostiene la escucha y la pequeña respiración silente antes de tomar la palabra.

    Así, con su artesanía de la pregunta, val flores desvía el tono declarativo hacia la interrogación y tuerce el gesto de interpelación exclamativa, que funda muchas teorías de la subjetividad política con Althusser y muchos pensamientos políticos después, en una práctica de la interrogación. Esa palmadita de reconocimiento en la espalda que constituye el sujeto siempre encarnado en relaciones y gestos se vuelve aquí cimbronazo y vértigo, preguntas que sacuden, interpelación que des-orienta, huecos en los que se apoyan los procesos de subjetivación a tientas, y las teorías y prácticas de des-identidades oscilantes y situadas.

    En su arte del interrogante pertinaz, desenvuelve un trazo sombrío que recoge las experiencias políticas, las prácticas activistas y pedagógicas de producción de subjetividades en proceso constante de re-situación y de des-orientación. Entre las páginas del libro, esta práctica de la pregunta como modo vital y poético de quien (no) sabe que pararse a hablar puede ser resquebrajar el ideal de la verticalidad falo-logo-heterocentrada, funde el hilo de una escritura al ras del suelo y del horizonte a la vez y remueve los tonos de voz seguros de sí mismos, haciendo lugar a los destellos claroscuros que emergen en los márgenes del monumentalismo y de la épica de los sujetxs bien paradxs. Su escritura engarza con la alquimia pirotécnica de la pregunta las miles de otras posturas, afecciones y atenciones de quienes crecen como enredaderas, un poco de costado, un poco desbordantes, siguiendo tendencias oblicuas y torcidxs.

    Con una epidermis política-escritural orientada por tropismos² y una persistencia telúrica de preguntas que labran una lengua cosida de relámpagos³, esta fuerza interrogativa y su poética deseante configuran una política de la interrogación y una aisthesis agujereada de la subjetivación y de las des-identidades, que no parten del modelo de la gran conquista bípeda del sujeto erecto en su verticalidad, sino que siguen los rastros de los modos de deambular, de vagabundear, de moverse dilemáticamente... Así, la pregunta pertinaz se hace ejercicio sin promesa de una práctica somática en la que escribir, tomar la palabra, enseñar, aprender, crear, disputar, son procesos de des-orientaciones situadas, atenciones conjuntas a las prácticas de tocar, ser tocadx, derrumbarse, reptar, gatear, gemir, lamer, jugar, dormir, coger…

    Palabras que operan

    Modos fugitivos de hacer teoría toma la palabra como operación más que como homenaje semántico a una tradición o juego brillante en los tableros de la lógica gramatical comunicacional: «operaciones» como políticas de la lengua que apuestan por igual a efectos poéticos y teóricos en las dimensiones materiales, descriptivas, imaginarias y creativas de las palabras; «operaciones» porque se meten en la piel, intervienen los cuerpos o más bien sus relaciones pensantes; «operaciones» porque modulan, modifican, figuran las tramas sustanciales de lo sensible y los espacios que la imaginación política abre para lo vivible.

    Lejos de armar operaciones de paz y regulación del pensamiento con nombres propios y mayúsculas, u operaciones de sanación e higienización del lenguaje con correcciones políticas, en este libro se convive con palabras que operan para desestabilizar los modos naturalizados de nombrar(nos), para incomodar las gramáticas normativas y los ideales alternativos, para habitar el desacuerdo, produciendo micro-deflagraciones como forma crítica de mantener vivo el pensamiento feminista que siempre es campo de disputas.

    Así van las palabras estallando una cartografía afectiva e inconmensurable, en la operación política y epistemológica de la palabra sur; en la operación tipográfica y genealógico-política de la desmayusculización del propio nombre; en la operación in-memoriosa y desencantada de la palabra fugitiva en la historia militante de las disidencias sexuales en Argentina; en la operación estremecedora e interruptiva de la palabra gemido en la escuela; en la operación enunciativa y provocativa de la palabra prosexo en la academia feminista; en la operación contra-epocal y redistributiva de los campos de la teoría de la palabra lesbiana en el territorio queer; en la operación afectiva y vital de la palabra vértigo en las prácticas amatorias; en la operación ficcional y de supervivencia de la palabra exilio que se mete en la piel de la más reciente capa de escritura en tiempo de pandemia, cuarentena y prohibición del tacto.

    Palabras que operan una transvaloración, una transmutación de todos los valores, «interrogante negro y tremendo que proyecta sombras sobre quien lo plantea, obliga a cada instante a buscar el sol y sacudir una seriedad pesada, una seriedad que se ha vuelto demasiado pesada»⁴. Esa operación de un «filosofar a martillazos», herencia de un imaginario nietzscheano que sigue recorriendo la sangre de algunos de nuestros amores filosóficos, se encuentra per- y con-vertida aquí en los juegos intersticiales de las desa-filiaciones entre sus/nuestros bigotes (reales, pintados, crecidos...) y las (no) seriedades de un activismo teórico-político, que más que hacer resplandecer el gesto del brazo en alto del martillar para romperle el corazón al mundo, ensayan el gesto de termita que agujerea, ahueca, socava.

    Imágenes que provocan

    Las imágenes también hacen huecos, calentando, quemando, excitando, irritando esa piel con la que nos movemos en el mundo. En ese mundo precisamente situado en el sur y en lo lésbico –menos como un origen y su esencialismo geopolítico y sexual que determinaría lo que hay que pensar y cómo, que como una alerta necesaria a los juegos de visibilidad/invisibilidad y a los ideales de transparencia y claridad sellados a lo largo de una historia colonial-hetero-patriarcal en relatos machacados del «centro» y la «periferia»– la práctica fugitiva desarrolla una atención a los destellos claroscuros para pensar con los excrementos de la luz; más que una apología de las tinieblas, un habitar los desechos de esa luminosidad omnisciente, como un vagabundeo político que desiste de las certezas del resplandor.

    Entre las luces espesas de los rayos oblicuos que llegan hacia el sur de una barda ventosa, val flores des-cose las figuras en creux, en «negativo» o ahuecadas entre las zonas de sombra y silencio de una historia del destierro y la matanza. Como en esos dibujos con lápiz en los que el trazo de un grafito hace aparecer los relieves de lo que está detrás de la hoja, hace aparecer los relieves y sus destellos sombríos a través de una práctica escritural que no omite las faltas, las fallas, los equívocos, las penumbras.

    ¿Cómo se de-pone un pensamiento cuando se vuelve sensible a las deflexiones de las imágenes y no solo a sus brillos y sus reflejos?, ¿cuando presta atención a los apenas rayos de luz que se escapan del juego de representación, a lo difractado y fragmentado que quedan los haces luminosos cuando pasan la nube espesa que rodea toda ola, por más brillosa y espectacular que sea?, ¿y cuando nutre entre los dientes apretados y los ojos de barro de río, una lengua cosida a relámpagos y una piel de cicatrices, atentas al limo de las imágenes del feminismo, a las cenizas que quedan de las ruinas entre las que nos des-hacemos un género en las sombras del binarismo, y al de(sen)canto de los archivos de los activismos de la disidencia sexual, hechos, recolectados y revisitados a mano cuando se rajan del ideal de luz, brillo y transparencia? Ahí se abre entre las letras de la disidencia sexual una deflexión de las imágenes que provocan un estremecimiento, más que impactar de frente. Contra el higienismo moderno que cultivó la oposición entre mirar y tocar/ser tocadx, val flores labra un jardín desértico y fugitivo donde se enredan la vista con el tacto y la propiocepción, cultivando una háptica escritural que figura un pensamiento de lo tangible y lo tangencial.

    Esas preguntas que agujerean, esas operaciones de las palabras que se meten en la piel, esas provocaciones de las imágenes, en su práctica háptica, ensayan modos de hacerse una de-morada apoyada sobre la aleación somática del mirar con el tocar. Escribir –y leer– en los márgenes, en este borde que es la piel que se «calienta» de excitación, de bronca, de calentura, del deseo fogoso y pertinaz de seguir rozando este mundo con el corazón roto.

    marie bardet, enero 2021

    por Pequeño Bambi

    (a través de karol zingali y marie bardet)

    Soy chonga y

    soy chonga y me gusta vestirme de rosita

    soy chonga y me gusta sentirme frágil en la cama

    soy chonga y no me gustan los falos

    soy chonga y me encanta mi dildo calzado en el arnés

    soy chonga y no doy el primer paso

    soy chonga y me calienta el peluche

    soy chonga y me encanta que me ates

    soy chonga y soy muy seria

    soy chonga y soy muy juguetona

    soy chonga y me cuesta, y me gusta, perder el control

    soy chonga y me calientan los tacos agujas

    soy chonga y me gustan las calesitas

    soy chonga y me gusta que me pegues

    soy chonga y me gusta hacértelo fuerte y suave

    soy re chonga y me canso rápido

    soy chonga y me gusta que me la metan por el culo

    soy chonga y me gusta abrirme toda

    soy muy chonga y me quedé dormida

    soy chonga y te limpio toda la casa vestida de criada

    soy chonga y acostumbrada a fracasar

    soy chonga y me gusta maternar

    soy chonga y no tengo un solo destornillador

    soy chonga y me depilo toda

    soy chonga y uso aceite de coco agroecológico como lubricante

    soy

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