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La dama del viento
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Libro electrónico514 páginas8 horas

La dama del viento

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El reino de Arbhilla se preparaba para una de las festividades más importantes en largo tiempo, el compromiso de la primera princesa. Sin embargo, en la víspera de las festividades, algo nefasto ocurrió con la princesa Luxor.

Cabe a su prometido y a un grupo disparejo de compañeros descubrir la verdad y traerla de regreso a casa.

Ave

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento6 feb 2021
ISBN9781640867758
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    La dama del viento - Sebastián Lareo

    1

    Rudo despertar

    Denda-dum, o como los eruditos suelen llamar El Danzante, brillaba en el mar de estrellas que era la noche, bajo su luz y al límite del rocoso y seco desierto se alzaba orgullosa La roca del halcón. El pasar del tiempo y las inclemencias del viento del desierto, la habían esculpido de tal manera que su forma era similar a la del ave de rapiña que le daba su nombre.

    No existía certeza alguna sobre el origen de tal curiosa formación rocosa, un gigantesco monolito de granito en un desierto donde predominaba la roca arenisca. La explicación de naturaleza religiosa que daban en los templos decía que se trataba de un fragmento de la misma Sla-teria, la que trajo la muerte, y que el mismo se había desprendido durante el descenso de esta justo antes de darle muerte a Legan-teria. Sin embargo los académicos, que se dedicaban al estudio de los registros históricos, defendían que su origen era mucho más mundano, basándose en la tradición oral, y en las historias transmitidas de generación en generación, afirmaban que se trataba de un fragmento de una de las torres fortalezas de los Izquetar, los primeros nacidos que llegaron del otro lado del Slaval. Se decía que se había desprendido durante la última batalla de la llamada Guerra de la purga. Batalla donde según las canciones dragones, y demás razas de antaño se habían aliado para defenderse de los Izquetar. Sin embargo las diferencias habían tenido que ser puestas de lado para hacer frente a las aberraciones de Og que venían del norte. La batalla termino en derrota para Og y en un armisticio entre los Izquetar y el resto de las razas de Legan-teria. El fragmento de fortaleza había caído en el desierto durante esa batalla y desde entonces permanecía allí, como único testigo de épocas pasadas durante miles de años. Al menos eso se especulaba, lo cierto era que nadie podía afirmar nada sobre el origen de su formación, todo eran teorías o parte de las leyendas y del folklore del continente.

    Sin embargo al momento que los primeros pobladores decidieron sentarse a la sombra de la roca, todo eso estaba olvidado o considerado cuentos para niños. Otrora antro de ladrones y escondite de forajidos fue gracias a la mente de Arkarb-dum, el de la mirada de halcón, que la ciudad de Arbhilla creció y prosperó como la última urbe al norte del continente.

    Durante varios años Arkarb-dum se había dedicado a unificar las bandas de ladrones que buscaban refugio bajo la sombra de la roca, a veces mediante palabras y otras con el filo de las espadas, le llevo varias décadas convertir aquel antro de ladrones en un asentamiento donde todo refugiado o fugitivo fuera bienvenido, siempre y cuando cumpliera con ciertas leyes que el mismo había impuesto. La visión de Arkarb-dum por fortuna no murió con él, sino que sus descendientes continuaron la labor del viejo ladrón, y poco a poco con el pasar del tiempo el antro de ladrones había pasado a ser un asentamiento inconsecuente, a un pueblo y finalmente a ser la ciudad que es hoy día. Las empalizadas de madera habían dejado lugar a murallas de piedra arenisca, con altas torres almenadas en las que los defensores podían parapetarse y disparar lluvias de saetas sobre los enemigos. En los alrededores de la ciudad, gracias al ingenio de la casa Arkarb herederos del fundador, se habían desarrollado sistemas de riego para los campos de cultivo aprovechando el rio que venía de las montañas del este, rio que con los años había erosionado la base de la roca hasta crear un pequeño lago bajo la misma.

    Le había llevado a la casa de Arkarb unas trece generaciones, y unos mil años, convertir aquel antro en una ciudad de considerable importancia, al punto que era una de las más importantes de las llamadas Grandes Siete, las siete ciudades más importantes del continente, claro que lograr eso no había sido fácil, algunos monarcas habían querido ejercer el derecho de conquista sobre las ciudades vecinas, y marcharon con sus ejércitos sobre los monarcas con ejércitos más pequeños y peor armados. Fue gracias a Bilnaron I y una cruenta guerra, que se expandió a lo largo y ancho del continente durante diez años, que Arbhilla así como el resto de las siete ciudades mantuvieron así su independencia. La ciudad no solo se había mantenido si no que crecía día a día, gracias al comercio. Todos los días caravanas mercantes atravesaban la puerta sur de la ciudad, las frutas de Arbhilla eran de una calidad que pocas otras ciudades tenían, y no eran el único bien que salía de la ciudad, el gremio de ingenieros también comerciaba sus propios productos desde su sede local. Pero las caravanas no solo salían de la ciudad, también llegaban con productos de las vecinas más lejanas y así el mercado local se inundaba de tejidos multicolores provenientes del sur del continente. Desde los muelles de Harbum llegaban artículos caros traídos de más allá del mar, a través de las islas del sur, llegaban también pescados en salazón. Desde Arosia llegaban caravanas que vendían sus pócimas y perfumes además de remedios varios. La ciudad de Brada célebre por sus y herreros y joyeros enviaban sus mejores trabajos y joyas de la más fina orfebrería.

    Desde que Fao-dum salía al otro lado de Cadena Gris, y hasta que se sumergía en el lejano Slaval Arbhilla era un hervidero de actividad, pero a la noche la ciudad era otra muy diferente. Se sentía una brisa fresca que venia del norte del desierto, trayendo el aroma de los árboles frutales de las afueras de la ciudad, se podía escuchar el agudo silbido del halcón del desierto, símbolo de la familia real, el ave rapaz por excelencia en aquellas latitudes, y que muchos usaban como mensajera.

    El palacio real estaba construido y en parte excavado en la roca misma, desde cualquiera de cuatro sus torres podían verse no solo el patio interno del palacio sino también gran parte de la ciudad. Era desde una de esas torres donde Talon Gram contemplaba la ciudad en la que había crecido. Era bastante corpulento para sus jóvenes diecinueve años, aunque su padre decía que era normal en los varones de la familia, su mandíbula cuadrada le daba un aspecto serio a su rostro pero sus ojos color avellana y el desordenado y ensortijado cabello aún le daban un aire algo inocente y una picardía algo infantil, rasgos que venían del lado de su madre, de su padre había heredado la corpulencia y la mandíbula cuadrada, aunque la de Gram tenía una cicatriz en el mentón. Su padre era el Mariscal de guerra del rey Bilnaron I, y como tal le había tocado luchar en la guerra de independencia liderando las divisiones de caballería pesada, fue entonces cuando se hizo la cicatriz en el mentón, decían que era por una saeta disparada al rey y que Gram se había puesto en el camino, hoy en día toda la guardia de la ciudad, así como el ejército mismo estaban bajo su mando. Talon era tan solo un capitán y como tal solo tenía a su cargo una de las compañías de la guardia de la ciudad, lo que significaba un centenar de soldados a su cargo. Su herencia además de la corpulencia y el mentón de su padre, también traía los talentos militares de este. Usualmente la compañía de Talon se encargaba de patrullar la ciudad a la noche, detener algún ebrio que armaba jaleo en las tabernas, incluso arrestar algún ratero que aún merodeara en el mercado fisgoneando en los carromatos de los mercaderes, podían haber pasado siglos desde el primer asentamiento pero aún seguía habiendo ladrones en Arbhilla. Sin embargo aquella noche Talon no salía de patrulla, era la víspera de un día muy especial para él. Ya era momento de anunciar su compromiso, ya hacía cuatro años que esperaba ese día, el día que oficialmente se anunciaría su compromiso con la princesa Luxor.

    Luxor era la primogénita del rey Bilnaron, y como tal era también la primera princesa en la línea de sucesión al trono de Arbhilla, pero esto a Talon no le importaba en absoluto, conocía a Luxor desde que tenía memoria. Tras la guerra, el rey Bilnaron había destinado una parte del palacio real para recibir niños que hubieran quedado huérfanos, funcionaba tanto como un hogar para todos aquellos que no lo tenían o que lo habían perdido así también como lugar de estudio donde aprendieran a leer y escribir y otras materias. Tanto Luxor, como Talon, se habían criado con esos niños y habían trabado amistad con algunos de ellos. Incluso en aquellos días Talon sentía algo por Luxor, algo que con el tiempo se dio cuenta era amor. Luxor podía ser algo mimada a veces, pero los ojos claros y ese rostro ovalado emanaban un cariño que no solo se extendía a sus familiares y amigos no, desde pequeña Luxor recorría la ciudad periódicamente, visitaba las casas de curación en el lago bajo la roca, recorría los campos de cultivo para ver el estado de las cosechas y en qué condiciones trabajaban los granjeros, amaba a su pueblo y su pueblo la amaba por igual. Por fortuna para Talon los sentimientos que él le profesaba eran recíprocos, Luxor también le había confesado su amor aquella noche, ya hacía cuatro años de aquello. El mismo año en que sus dos amigos más cercanos decidieron dejar la ciudad para buscar sus propios caminos. La noche era tal como las que le gustaban a Luxor, el cielo estaba despejado, las estrellas brillaban en el negro mar del firmamento y nada bloqueaba el brillo de El danzante. Un suspiro acudió a los labios de Talon al pensar que al otro lado del palacio, en otra torre en diagonal a donde él estaba, Luxor miraba esas mismas estrellas.

    La ansiedad porque el día finalmente llegara no le permitía conciliar el sueño, pero sabía que tenía que descansar o parecería una de esas apariciones con que lo amenazaban de pequeño, con tal de que se comportara. Por fortuna Irgos, el sanador de la corte, había vuelto antes de su viaje a Harbum y le había preparado una infusión de hierbas para que lograra descansar sin problemas. La taza de porcelana aun humeaba en su mesita de noche cuando entro del balcón, apenas llevaba bebidos un par de sorbos pero ya sentía los efectos de la mezcla de hierbas. Le costaba mantener los parpados abiertos, sentía como los miembros ganaban cada vez más peso y la cabeza comenzaba a embotársele. La cama y los mullidos almohadones parecían invitarlo a dormir y a caer en el dulce abrazo de los sueños, finalmente se rindió a los efectos de las hierbas y se sumió en un profundo sueño con el recuerdo del perfume de Luxor en sus ropas.

    La princesa se veía hermosa, la túnica era larga y simple de color verde claro como símbolo de Legan-teria, la dadora de vida, iba sujeta a la cintura por un fino cinturón de cuero cuya hebilla era el halcón símbolo real de Arbhilla. Su cabello castaño llevaba la corona de flores trenzadas de Haden-teria, la dama del verde danzante. Sus mejillas levemente sonrosadas por la emoción del momento hacían juego con el color carmín de sus labios. Al lado de la princesa, Talon se sentía torpe y fuera de lugar, llevaba su uniforme de gala de la guardia real. La casaca color rojo, con un par de alas de plata sobre su pecho izquierdo símbolo de la capitanía que ejercía, los pantalones color negro terminaban dentro de una botas de cuero de caña alta, colgada en su cintura llevaba una espada curva de la caballería real pero era simplemente ornamental, no tenía filo dado que la ocasión no lo ameritaba.

    Frente a Talon y Luxor, junto a la sacerdotisa de Haden-teria, se encontraba el rey Bilnaron a quien incluso a través de su tupida barba podía vérsele una radiante sonrisa de felicidad por la mayor de sus hijas, sus ojos color ámbar ya no parecían tan penetrantes como lo eran habitualmente sino que brillaban de emoción. Del lado de Talon y unos pocos pasos atrás, vestido igual que él estaba su padre el general Gram. La misma mandíbula cuadrada en un rostro serio, pero no falto de emoción por su hijo en aquel día especial, incluso llego a dedicarle una sonrisa a Talon cuando este lo miro. Del lado de Luxor estaban sus hermanas, todas vestían la misma túnica pero sin la corona de flores, la primera de la fila era la princesa Ruby, era la segunda en la línea de sucesión después de Luxor. Talon sabía que a diferencia de sus hermanas, unirse con un hombre para el resto de su vida no estaba en sus planes a futuro. Ruby tenía el mismo rostro ovalado de su hermana, pero llevaba el cabello castaño más corto que esta, y a diferencia de Luxor que tenía ojos claros los de Ruby eran ámbar al igual que los del rey, no eran tan penetrantes como los de su padre, pero pocas cosas pasaban desapercibidas para la segunda princesa.

    Las lámparas multicolores del salón del trono bañaban con su luz a todos los presentes, según podía ver Talon el salón se encontraba completamente lleno de invitados que expectantes aguardaban a las palabras del rey Bilnaron. El rey se adelantó un poco y abrió la boca para hablar.

    Talon no llego a escuchar las palabras del rey, el sueño se deshizo con el estruendo de la puerta de su habitación, antes que pudiera reaccionar media docena de guardias lo habían reducido, puesto grilletes y se lo llevaban de su habitación sin mediar palabra alguna. Todos llevaban la librea de la guardia de palacio en su armadura de escamas e iban armados con espadas cortas y un par de ellos con alabardas. Intento reconocer a alguno de los hombres pero no pertenecían a su compañía, por lo que podía descartar que aquello se tratara de una broma de sus hombres antes de su fiesta de compromiso. Ninguno de ellos decía nada y sus semblantes eran más bien tristes lo que desconcertaba a Talon.

    Por la luz que entraba a través de las ventanas de la torre Talon pudo ver que era entrada la mañana, y también pudo distinguir un olor en el ambiente, olor a humo como si alguien hubiera encendido fuego en alguna parte del palacio. La vista desde uno de los ventanales lo confirmó, al otro lado del jardín interior podía ver una gruesa columna de humo negro en el flanco izquierdo de la torre norte, torre en la que residían las princesas y sus damas de compañía.

    —Exijo saber a dónde me llevan y que sucede.— dijo Talon en tono autoritario, pero solo recibió silencio como respuesta de sus captores. Intento forcejear para soltarse pero solo recibió un puñetazo en la boca del estómago que hizo que se doblara sobre sí mismo sin aliento y sin fuerzas. Aun podía sentir los efectos del té de la noche anterior por lo que sus reflejos y fuerza todavía no eran los de siempre.

    Era sabido que a esa hora de la mañana los pasillos del palacio solían hormiguear de servidumbre y funcionarios de la corte, sin embargo no habían cruzado a casi nadie salvo dos criadas que lloraban tratando de consolarse la una a la otra, Talon estaba cada vez más confundido y comenzaba a preocuparse.

    Debido a que se había criado toda su vida en el palacio, y que era parte de la guardia real, Talon conocía su estructura muy bien por lo que pronto supo que lo llevaban a la sala de audiencias. Así fue como al doblar por el siguiente pasillo vio la puerta de madera de hoja doble, una mole de roble pintada de rojo, con los remaches y sus goznes enchapados en oro, según contaban los textos de historia el quinto rey de la casa Arkarb había mandado a hacer esa puerta expresamente para intimidar e impresionar a las visitas, y que de esa forma tomaran a Arbhilla y su familia real en serio. La puerta se abrió hacia afuera sin hacer sonido alguno y los guardias lo empujaron dentro. A lo largo de la historia de la ciudad solamente sabía de un solo personaje al que hubieran llevado en grilletes delante del rey en la sala de audiencias, los criminales comunes eran juzgados en las casas de guardia y como sumo en las salas de justicia en otra ala del palacio. Por eso nada de lo que sucedía tenía el más mínimo sentido en su cabeza, o había algún detalle que se estaba perdiendo, o aquello todavía era un sueño o más bien una pesadilla.

    Bilnaron estaba sentado en su trono de oscura madera, el halcón real desplegaba sus alas sobre la cabeza del rey, la barba blanca parecía despeinada, desprolija e incluso no tan poblada como antes. Los ojos del rey no eran los de los siempre parecían los de un ave de rapiña cuando encuentra a su presa, observaban a Talon de forma tan penetrante que este sintió un escalofrío a lo largo de toda su espalda. Aun así Talon les veía un brillo extraño, que nunca había visto antes, como la luz de Fao-dum en el cristal de una ventana, o así le pareció. Dos guardias lo mantenían de rodillas en la base de los escalones que llevaban al trono, apenas lo dejaron levantar la cabeza pero logro ver a su padre de pie junto al rey. Gram vestía su atuendo de guardia real, la chaqueta color arena, con el broche del halcón de plata que brillaba bajo las luces del salón, su expresión era más dura de lo normal y parecía que llevaba los dientes apretados evitando decir algo, Talon busco la mirada de su padre pero Gram miraba hacia abajo escapando al escrutinio de su hijo, sus ojos parecían diques que contenían un rio de lágrimas. Talon no sabía ya que hacer, había pasado de desorientado y confundido a preocupado y ahora por alguna razón sentía terror. Antes que pudiera abrir la boca el rey se puso de pie.

    —¡Talon hijo de Gram, capitán de la segunda compañía de la guardia real!— la voz del rey era fría y dura, Talon nunca lo había escuchado así, los puños le temblaban mientras sus brazos colgaban a los lados, Talon nunca lo había visto así, la voz y postura del rey no eran las habituales.

    —Los guardias de la princesa Luxor te han visto entrar en su habitación y volver a salir poco antes de que…— la voz del rey pareció quebrarse, respiro hondo apretando más los puños que ya estaban tan blancos como las mismas paredes del salón — Poco antes de que la alerta del fuego fuera dada. ¿Tienes algo que decir en tu defensa?, por favor.— las últimas dos palabras sonaron a suplica en los oídos de Talon, pero nada de eso tenía sentido, mil cosas pasaron por su mente, si había estado en la habitación de Luxor pero no hasta muy entrada la noche, y no tenía idea de que incendio hablaban, tan solo había visto el humo por una de las ventanas cuando los guardias lo arrastraban hasta el salón. Talon veía los ojos suplicantes del rey fijos en él, y sentía la mirada de su padre también pero aun así no tenía respuesta para el rey, si podía decir que había estado haciendo en la habitación de Luxor pero el honor de la princesa estaría en juego. Juntos habían recorrido los jardines del palacio, recogido flores para la corona de la princesa, e incluso Luxor había mojado sus delicados pies en la alberca central, Talon la acompaño hasta su habitación y luego, luego estaba la parte que solo ellos dos conocían y que Talon mantendría en secreto hasta el día de su muerte, pero cuando eso sucedió Fao dum apenas llevaba un par de horas de oculto y Talon estaba en su habitación cuando apenas habían dado la medianoche. Antes de poder dar una respuesta al rey una puerta lateral se abrió y uno de los guardias se acercó a Gram llevando un paquete en sus manos, luego se acercó al rey murmurando algo en su oído y entregándole el paquete. Enseguida Talon supo que algo terrible había sucedido, las manos del rey cubrieron su rostro y un grito inhumano escapo de sus labios, y luego sollozos. El paquete que el guardia llevaba cayó al pie de los escalones y Talon pudo ver de qué se trataba. Conocía la empuñadura de aquella daga como si fuera la palma de su mano, su padre se la había dado cuando cumplió los diez años de edad, la empuñadura con el rubí y su hoja curvada, esa daga había estado en su familia desde épocas del abuelo de su padre, y había sido un regalo del rey de turno, el abuelo de la madre del rey Bilnaron. Talon le había dado esa daga a Luxor el día anterior como parte del intercambio de prendas que la tradición dictaba. A la luz de las lámparas de aceite Talon logro ver que la hoja y la tela que envolvía el arma estaban manchadas, de hollín y también de sangre. Levanto la mirada para ver al rey pero este estaba hecho un ovillo en su trono, el guardia estaba hablando con su padre, y la mirada de este había perdido todo atisbo de calidez, tenía la mandíbula tan apretada que la cicatriz ya ni color presentaba.

    —Lleven al prisionero a las mazmorras.— ordeno a los guardias — En vistas que el rey no está en condiciones, su juicio por el asesinato de la princesa Luxor seguirá mañana.—

    Talon había perdido la voz y las fuerzas, sus brazos y piernas le pesaban una tonelada cada uno, quería hablar, quería gritar, pero nada salía de su boca, los guardias lo levantaron como si fuera un saco de papas, sentía un zumbido en su cabeza, ¿Luxor asesinada? Las lágrimas escapaban de sus ojos mientras los guardias lo arrastraban a las mazmorras del palacio.

    El palacio real estaba construido y en parte esculpido sobre la misma roca del halcón, por lo que las mazmorras eran subterráneas y tan profundas que llegaban a estar al mismo nivel o incluso por debajo del lago donde estaban las casas de sanación de la ciudad. La humedad se condensaba en las paredes y arrastraba el salitre de los bloques de piedra que constituían las paredes de la fría y húmeda celda. Estar a decenas de metros bajo tierra hacia inútiles las ventanas al exterior del habitáculo, la única luz dentro del recinto se filtraba por unas rendijas a los lados de la puerta. Pesada, de madera y con remaches de acero, solo podía abrirse desde afuera, tenía una rejilla para que el guardia pudiera ver dentro antes de abrir y una puerta más pequeña a nivel del suelo para pasarle comida a los prisioneros. No había más mobiliario que un camastro de metal incrustado en la pared enfrentada a la puerta y sostenido por dos cadenas, unos grilletes de hierro colgaban en una de las paredes laterales, Talon había leído registros de interrogatorios llevados a cabo en las mazmorras, así que sabía muy bien que allí encadenaban a los prisioneros mientras les hacían preguntas y los azotaban si no respondían, era un método brutal pero los resultados no podían discutirse, sin embargo saber que quizás podría tocarle a él estar en la posición de indagado no le agradaba en absoluto. Frente a la pared de los grilletes había un balde y cuenco con agua y retazos de tela, por fortuna la necesidad de utilizar aquella parte de la celda aún no se presentaba. Su juicio había sido por la mañana y sabía que era plena tarde dado que ya habían deslizado su almuerzo por la trampilla de la puerta. No pudo probar bocado de este, no porque el potaje que servían fuera malo, aunque podría haber sido un buen remplazo para la argamasa de las paredes, sino por las últimas palabras que su padre había dicho en el salón de audiencias. La idea de perder a Luxor le parecía una disparate, y más aún que el mismo la hubiera matado e incendiado la escena del crimen. Nadie en su sano juicio habría creído semejante disparate. Sin embargo no podía decir nada para defenderse salvo que había estado durmiendo en su habitación toda la noche, el problema era que nadie podía dar fe de ello, no había guardias apostados en su habitación y nadie siquiera lo había visto entrar en ella. Y además estaban los guardias de Luxor que decían haberlo visto entrar y salir de la habitación de la princesa, ya hasta dudaba de su propia cordura ¿acaso el té de Irgos tenía efectos adversos y desconocidos? Talon incluso contemplaba la idea de acabar con su propia vida pero carecía de los implementos requeridos, no había nada para poder cortarse el cuello o ahorcarse, la cuchara del potaje era de madera y estaba más que desgastada, solo le restaba darse la cabeza contra las paredes de roca, pero cabía la posibilidad que algún guardia lo escuchara y evitara que acabara con su vida. En esas cavilaciones se encontraba cuando la trampilla volvió a abrirse y deslizaron su cena, una sorpresa absoluta dado que no era lo que esperaba. La bandeja contenía un plato de carne asada con una ensalada de legumbres, el plato tenía el aroma a las hierbas que usaba el cocinero de la corte, además había una jarra de vino y un cuerno para servirse, ni siquiera la comida en las barracas de la guardia se acercaba a lo que tenía ahora servido, y obviamente no era un plato que se le sirviera a los prisioneros, mucho menos uno que hubiera sido acusado de asesinar a la heredera al trono. Pero la bandeja tenía algo más, una hoja de papel doblado justo bajo el cuerno para vino.

    Creo en tu inocencia, pronto iré a verte, disfruta tu ultima cena, el vino te ayudara a relajarte, tu tranquilo. Tu hermana Ruby

    Talon pocas veces había visto la letra de Ruby, pero las letras apretadas como si alguien escribiera a las prisas concordaban con lo que había visto de la princesa mientras estudiaba con las institutrices del palacio. No tenía forma de saber si realmente se trataba de Ruby o no, sin embargo el estómago comenzó a gruñirle y las hierbas aromáticas hacían que salivara anticipando el sabor de la carne. Incluso si no se trataba de Ruby y alguien lo envenenaba nada cambiaria, si Luxor estaba muerta y el moría allí al menos conseguiría verla quizás en su siguiente vida si Legan-teria lo permitía.

    Talon no supo si era por las circunstancias del momento o si la carne realmente era buena, pero aquella cena se le antojo la mejor que había probado en su vida. El vino sin embargo sabía algo avinagrado, como si estuviera picado, aunque no conocía mucho de vinos, lo suyo era la cerveza, la bebida que los guardias amaban y que entraban de contrabando a las barracas, sin embargo al no tener nada más con que bajar la carne, y haciendo caso del consejo de su futura hermana, dejo vacía la jarra de barro.

    Talon calculaba que hacia al menos unas dos horas que habían retirado la bandeja con los restos de lo que bien podría ser su ultima cena, al menos ahora tenía la certeza que no estaba envenenada, y que era probable que hubiera sido realmente Ruby quien la enviaba.

    Las voces amortiguadas fuera de la celda y el sonido de metales le indico que era hora del cambio de guardia, así que era pasada la medianoche, dudaba que Ruby fuera a bajar a las mazmorras y menos a esa hora de la noche, tendría que agradecerle a quienquiera que le hubiera enviado esa cena si llegaba a tener la oportunidad de conocerle. Se sentó en el camastro con la espalda contra la pared, abrazo sus rodillas y mirando hacia la puerta por primera vez en el día se sintió tranquilo.

    La rejilla se abrió y pudo ver unas pobladas cejas oscuras bajo un yelmo abombado.

    —Mantente alejado de la puerta prisionero.— sonó la voz del guardia

    La voz del guardia le sonaba familiar, pero dado que conocía a muchos de los soldados no podía decir a quien pertenecía. La puerta se abrió con un pequeño chirrido de metal y el soldado entro sosteniendo en mano una pequeña lámpara de aceite, le costó unos segundos a Talon acostumbrar sus ojos a la luz. Pero una vez lo consiguió pudo reconocer al guardia, su nombre era Ybur, era parte de su propia compañía, de hecho era un alas de bronce de la segunda decuria, sin duda se trataba de él, las cejas pobladas y el mostacho con el que siempre jugueteaba mientras hacia algún comentario sobre las damas de palacio, o luego de lanzarles algún cumplido subido de tono que las hacia ruborizar. Como de costumbre vestía su armadura de cuero tachonado, con el par de alas de bronce sobre el pecho izquierdo, llevaba la espada corta colgando de su cintura, pantalones de montar y botas de caña alta, Talon sabía que siempre llevaba un puñal escondido en una de ellas, había conversado varias veces con Ybur, no era un veterano en la guardia pero conocía de tácticas y estrategia tanto como un general con años en el campo, y además era un muy hábil espadachín, incluso le había enseñado algunos movimientos. Sin embargo por más que fueran parte de la misma compañía no eran tan cercanos como para que fuera a visitarle, menos aún dadas las circunstancias. Talon lo miro algo confundido pero antes que pudiera decir nada, el mostacho de Ybur se torció en una curiosa sonrisa y sus ojos brillaron con la misma picardía que lo hacían cuando hablaba con las damas del palacio.

    —¿No me reconoces?— dijo con un tono de voz muy distinto al usual, sus brazos abiertos como si se tratara de un artista de teatro recibiendo la ovación del público. Insatisfecho sacudió la cabeza ante la negativa de Talon. Se quitó el yelmo abombado y una cabellera castaña cayo en cascada hasta sus hombros, se quitó los guantes y con delicadas manos removió sus pobladas cejas oscuras, otro par más delicado y fino se escondía debajo, incluso el grueso mostacho resultó ser falso.

    —¿Ruby?— exclamó Talon estupefacto.

    —Finalmente. —respondió la princesa— Creí que tendría que quitarme el suplemento de las botas para que te dieras cuenta.— dijo divertida ante la expresión de su cuñado.

    —Es el mejor disfraz que he visto en mi vida.— dijo Talon sorprendido, donde hacia segundos estaba el sargento Ybur ahora estaba la segunda princesa del trono, Ruby.

    —¿Disfraz?— preguntó la princesa levantando una de sus cejas y llevándose una mano al pecho con aire ofendido — El sargento Ybur no es ningún disfraz zopenco.— dijo con voz grave —Yo soy Ybur.— agrego con la voz normal de la princesa.

    —Eso es imposible.— dijo incrédulo Talon.

    —Imposible es hacer callar a una dama del palacio, a menos que logres meterle la lengua hasta la garganta mientras tomas sus nalgas con ambas manos, jajajaja.— respondió la princesa nuevamente con la voz de Ybur. Nuevamente rio pero esta vez con su propia voz y no por su comentario sino por la cara de sorpresa de Talon. El capitán de la guardia conocía a Ybur desde hacía tiempo, incluso habían practicado varias veces e Ybur le había ganado algunas, lo había visto beber cerveza como cualquier otro guardia, incluso sabía que el sargento dividía su salario entre los hombres de su escuadra, decía que cobraba unas rentas de una posada de la familia y que no lo necesitaba. Sus hombres lo miraban con adoración, e incluso Talon lo respetaba dados sus conocimientos, cada vez que hablaba lo hacía con propiedad y fundamentos además de ser un hábil espadachín ligero de pies era también muy ilustrado.

    —Suficiente de bromas por ahora hermano.— dijo Ruby mucho más seria — Padre te ha condenado a muerte, tu ejecución será al mediodía de mañana en la explanada del palacio.— ya no era Ybur el que hablaba sino la princesa Ruby y lo hacía con un tono totalmente despreocupado considerando las circunstancias.

    Talon no comprendía, había entendido que su juicio continuaría al salir el sol, y ahora lo iban a ejecutar sin más detalle.

    —Quiero que me digas todo lo que sucedió ayer, todo lo que recuerdes.

    Talon le explico a Ruby todo lo que había hecho el día antes, desde el paseo por los jardines hasta que se fue a dormir. Una vez hubo terminado su historia se llevó una mano al mentón con expresión pensativa, era la misma expresión que le había visto al rey Bilnaron en más de una ocasión, el dedo índice de la mano derecha se movía a lo largo de su labio inferior y Talon podía jurar que veía engranajes trabajar en su mente.

    —Hay una cosa que me inquieta de esta situación.— dijo Ruby finalmente.

    —¿Solo una? — preguntó Talon.

    —No seas impertinente hermano.— le espetó Ruby más autoritaria que de costumbre —La hoja que los guardias encontraron junto…junto al supuesto cuerpo de mi hermana.— le costaba decir eso en voz alta y Talon se daba cuenta — Esa hoja ha estado en tu familia por al menos cuatro generaciones ¿Cómo llego a las manos de mi hermana?—

    Talon sintió el calor en su rostro, y estaba seguro de que a la luz de la lámpara su rostro estaría tan rojo como un pimiento, se había jurado a sí mismo no revelar jamás lo que había sucedido, el honor de la princesa estaba en riesgo y no era algo que le fuera agradable de revelar, incluso si se trataba de una de las hermanas de Luxor, a quien conocía de toda su vida.

    —Tal cual la tradición dicta, tu hermana y yo intercambiamos prendas en la víspera de nuestro compromiso, yo le di mi daga una de mis posesiones más preciadas y ella me dio una que consideraba de igual valía.— ya era más que suficiente, nada más saldría de la boca de Talon respecto a la noche anterior.

    —Supongo que ya no soy la única que no podrá usar la corona de Haden-teria en su unión.— dijo Ruby entre pensativa y divertida.

    Talon no supo cómo reaccionar, no sabía que era más embarazoso, que Ruby hubiera leído entre líneas lo que él había dicho o haberse enterado que Ruby ya había conocido los placeres de la carne teniendo dos años menos que él y Luxor.

    —Olvida lo que me contaste, o mejor lo que no contaste.— agrego Ruby con un gesto de la mano como restando importancia al suceso. —Dijiste que anoche tenías problemas para conciliar el sueño.—

    —Así es.— respondió Talon en medio de un bostezo — Fui a pedir ayuda al sanador de la corte y este me dio unas hierbas para ayudarme.—

    Ruby enarco ambas cejas y miro a su cuñado con aire confundido.

    —Talon, el sanador Irgos está en Harbum, y lo estará por una semana más.—

    —No, no.— respondió Talon en medio de un bostezo — Yo lo había olvidado y anoche fui a su estudio, me dijo que había vuelto antes de tiempo y…— se detuvo al ver la expresión de Ruby — ¿Qué tienes en mente?—

    Ruby caminaba pensativa de una pared de la celda a la otra, a cada vuelta la pequeña luz de la lámpara bailoteaba, Talon se sentía cada vez tenía más somnoliento.

    —Alguien quiere sacarte del medio hermano, y tengo certeza de que no se trata de un rival por la mano de mi hermana.—

    —No te entiendo.— dijo Talon algo embotado.

    —Contigo fuera de la jugada Luxor está libre para casarse nuevamente.—

    —Pero Luxor está muerta.— decir esa palabra le dolía en el corazón, significaba que nunca más podría ver sus claros ojos o escuchar su alegre risa.

    —Y curiosamente el único capaz de reconocer su cuerpo se encuentra a varios días de viaje de aquí. Tiempo suficiente para enjuiciarte, ejecutarte y enterrarte.— Talon tenía certeza que Ruby ya había vislumbrado una luz al final del túnel y que sabía quién era el responsable de todo, o al menos como descubrirlo. — Cuando Irgos pueda ver si se trata de Luxor o no, tú estarás a dos metros bajo tierra, entonces quien este tras esto podrá traernos a Luxor de nuevo ya casada con alguien más y manejar el reino a su antojo.— agrego Ruby

    —¿Cómo crees que alguien sería capaz de algo tan perverso, o que alguien tendría los medios para llevar a cabo tal cosa?—

    —Se me ocurre alguien muy específico.—

    —Sigo sin entender.— dijo Talon frotando sus ojos con las palmas de las manos luchando contra el sueño que le invadía más a cada minuto.

    —Hay alguien en mi familia que tiene la mente tan torcida, y ciertamente puede que también los medios para llevarlo a cabo, si es que los registros históricos son acertados.—

    —¿Registros históricos, familia?— enumeró Talon algo confundido — Espera un momento ¿te refieres al hermano del rey?— recordó de pronto Talon — ¿El príncipe que fue exiliado y borrado de la línea de sucesión por prácticas oscuras?—

    —Así es, el príncipe Perfion.— confirmó Ruby asintiendo con la cabeza — Hace algunos días un mensajero trajo una misiva para padre, padre le restó importancia, sin embargo pude percibir que la carta logro ponerlo nervioso, estoy segura de que la firma era de Perfion, y que se trataba de algún tipo de amenaza.—

    —Pero incluso si tuvieras razón y la mente detrás de esto fuera la suya ¿qué puedo hacer yo desde esta celda?—

    —Tu tranquilo hermano, yo ya me he encargado de esa parte.—

    —¿A qué te refieres?—

    —Tú tómalo con calma y deja todo en mis manos, por ahora solo necesito que hagas algo extremadamente sencillo.—

    La cabeza de Talon daba vueltas como uno de los juegos que jugaba cuando niño junto al resto de sus amigos.

    —¿Qué necesitas que haga?— preguntó pestañeando con dificultad.

    —Sera algo muy simple. Necesito que te mueras.— le respondió una sonriente Ruby apoyando su dedo en el pecho.

    Talon cayó al suelo de la celda apenas haciendo ruido, pero estaba profundamente dormido antes de tocar el suelo de tierra apisonada, la última imagen quedo grabada en su mente, el rostro sonriente y satisfecho de Ruby.

    2

    Secuestro

    La cama se veía solitaria y fría sin su presencia, así como también el resto de la habitación, sin embargo su aroma aun persistía tanto en su propia ropa, como en las sabanas y en la almohada. Podía sentirlo incluso desde la puerta del balcón, donde la brisa nocturna agitaba las cortinas de gasa. Él no podía pasar la noche allí y nadie debía saber los sucesos de esa noche, solo su cama seria testigo del regalo que le había dado a Talon. Las tradiciones de Arbhilla rezaban que antes del día del compromiso, las parejas debían intercambiar entre ellos lo que les fuera más preciado hasta ese momento. El arma descansaba sobre la almohada de plumas de ganso, la luz de Denda-dum que se filtraba por las cortinas arrancaba destellos en el rubí de la empuñadura, la hoja curvada tenía un brillo lechoso, y estaba hecha del más fino acero que podía encontrarse en Arbhilla. Esa daga había estado en la familia de Talon desde hacía varias generaciones, otorgada al abuelo de Gram por su servicio a la corona, Talon la tenía desde que había cumplido diez años, cuando su padre se la cedió. El arma se había convertido en un símbolo de su casa, era una prueba del honor y la lealtad de su familia al trono. Talon cuidaba esa daga tanto como su propia vida, y esa había sido la prenda que Talon hijo de Gram eligió para intercambiar con Luxor hija de Bilnaron y futura reina de Arbhilla. Luxor tenía docenas de joyas que valían tanto o incluso más que el rubí en la empuñadura, sin embargo ninguna valía para ella lo mismo que la daga valía para Talon, todas sus joyas carecían de ese valor espiritual para ella, quizás si alguna hubiera pertenecido a su madre, pero no era así. Luxor había decidido regalarle algo a Talon que no podría recuperar jamás, y que para ella era algo muy importante. Sin embargo ahora que lo pensaba bien además de la daga Talon le había hecho el mismo regalo, esa había sido la primera vez de ambos, una pícara sonrisa arqueaba sus finos labios. Al menos su hermana Ruby no sería la única princesa en no usar la corona de Haden-teria durante la ceremonia de unión. Luxor imaginaba la cara de sorpresa que su padre tendría durante la ceremonia, ya habría tiempo para explicaciones, quizás hasta podría usar una corona similar sin tener que ofender a la diosa, de todas formas seguramente la diosa tendría cosas más importantes de que preocuparse que de la vida amorosa de dos meros mortales.

    Luxor se dejó caer en el mullido colchón, escondió la daga bajo uno de los almohadones y se dejó llevar por el cansancio del día.

    Le parecía que apenas había cerrado los ojos cuando un frio le corrió por la espalda, abrió los ojos lentamente dándoles tiempo a acostumbrarse a la falta de luz de la habitación. Incluso en aquella penumbra logro verlo, no era más que una sombra recortada en la oscuridad de su recamara. Nadie tenía permitido ingresar en medio de la noche, y menos aún sin anunciarse debidamente. Siempre había un par de guardias apostados fuera a los que podría llamar con un simple grito, sin embargo la única forma de entrar en su habitación era a través de la puerta donde estaban esos guardias, después de todo su balcón estaba en lo alto de la torre, nadie podía trepar hasta allí

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