A la hora del crepúsculo
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A la hora del crepúsculo - José María Vargas Vilas
Saga
A la hora del crepúsculo
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1916, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726680911
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Felipe Trigo
Felipe Trigo, ha muerto;
con una grandeza dealma, que nadie habría sospechado en el Fauno lírico, se ha hecho saltar el cerebro con una bala;
¿había pues, el alma de un Estoico, en aquel narrador de perversidades femeninas, pintor de almas complicadas y, sutiles, envueltas en el manto tenebroso de la Histeria?
¿tenía el alma, tan noblemente trágica aquel hacedor de Tanagras, delicados, cuerpos de hembras, sacudidos por los espasmos del Vicio?
sí; la tenía;
su fin heroico, lo ha demostrado aún a los espíritus más prevenidos contra él;
y,allá está su cadáver, aún insepulto, entre los rosales de los jardines de su Hotel rodeado de su familia desolada, en espera de la hora de ser sepultado en el Cementerio campestre donde ha de reposar para siempre;
en tanto, como avispas, venenosas o inofensivas, circulan los comentarios, sobre las causas de su muerte;
«víctima de la Neurastenia»;
dicen unos;
«víctima de la Guerra»;
dicen otros;
«fué una crisis de nervios, la que puso el revólver en sus manos»;
se dice allí;
«fué la crisis del libro, la que lo mató»; se dice más allá;
¿en dónde hallar la Verdad?
la Muerte, es muda...
. . . . . . . . . . . . . . . .
¿Felipe Trigo, que había probado la peligrosa ventura del lujo, pagado con el valor de sus libros, ha retrocedido ante la perspectiva de entrar de nuevo en la pobreza, de la cual se creía salidopara siempre, y, ha resuelto morir sobre los restos de una fortuna desvanecida, entre los jardines de su Hotel lujoso, en cuyo garage, su espléndido automóvil, estaba listo para todos los viajes, menos para este de la Eternidad?
¿se ha dado la muerte para no sentirse morir lentamente, en la invasión progresiva de la enfermedad que avanzaba en su cerebro como una trágica noche?...
no nos importa el secreto de ese muerto;
toda hipótesis, es un ultraje a aquella Voluntad Inquebrantable, que se mostró más fuerte que la Vida, violando el seno mismo de la Muerte;
murió, porque quiso morir;
impuso su Voluntad a la Fatalidad;
fué, un Vencedor;
se alzó más alto que su Verdugo—Ruina o Enfermedad—y, lo venció...
noble gesto;
gesto heroico...
rebelarse contra el Dolor, y decir al Destino,cualquiera que sea el nombre que a éste se le dé:
«yo marco un límite a tu Poder;
tú, no podrás herirme más;
yo, no soy más tu esclavo;
me liberto de tí.
¡Amo odioso, Amo cruel!...
infeliz de tí, que no puedes morir...
tú no serás nunca libre.»
. . . . . . . . . . . .
libertarse así por su propia mano, de las garras del Destino, es decir, de las garras del Dolor;
¿podrá haber más bello gesto, en las manos de un Hombre Libre?...
¡benditas manos, aquellas manos que lo hicieron!...
yo, beso a distancia, esas manos inertes, manos de Héroe, cruzadas sobre el corazón que ya no late...
manos vencedoras del Dolor, y de los dioses, dejad que os besen a distancia, los tristes vencidos de la Vida, los esclavos de ella, que aún no hemos tenido el valor, de tomar por las crinejas, el corcel desbocado de la Muerte, y, escapar jinetes en él, a las garras despiadadas del Destino:
gloriosas manos exánimes;
manos que habéis degollado la Divina Quimera, matando vuestro Dolor;
¡benditas manos!
¡oh! gran muerto, dormido entre rosales!...
yo, os envío desde mi Soledad, las rosas de mi Admiración, por vuestro gesto;
y, ante él, siento nacer en mi corazón, unas rosas que yo, no conocía: las rosas de la Envidia;
las pálidas rosas, atormentadoras, y envenenadas;
sí; yo envidio la grandeza, y el valor de vuestro último gesto;
no envidio nada en vuestra Vida, pero, envidio vuestra Muerte;
por ella, nos superasteis a todos;
y, os alzasteis Vencedor, sobreeste triste mundo de vencidos.
¡Salve Triunfador!
vuestra Gloria, avergüenza nuestra Cobardía;
yo, enrojezco ante la palidez de vuestro cadáver insepulto.
* * *
Hoy, han sepultado a Felipe Trigo, en el Cementerio campestre de Canillejas;
un reducido número de amigos, seguían los restos del novelista fastuoso, a quien una nube de parásitos seguían ayer por todas partes, y, una corte de admiradores circundaba, en los tés, elegantes que ofrecía en su Hotel de la Ciudad Lineal;
es el privilegio de la Muerte, desvanecer todas las mentiras;
sólo la Mentira del Amor, florece unos días sobre las tumbas, en las flores anémicas del Recuerdo;
después... éstas se secan, se deshojan; el viento de la Indiferencia, lleva lejos los pétalos marchitos, y sin perfumes, y el jaramago del Olvido, se extiende sobre la tumba abandonada;
¡centinela silencioso del festín de los gusanos!...
yo, no fuí de los amigos personales de Felipe Trigo;
hace más de diez años—cuando aún no había triunfado—me lo presentó ocasionalmente, Francisco Villaespesa;
conversamos amigablemente, y nos separamos luego;
me envió sus libros;
después, lo perdí de vista;
no volví a verle nunca;
envuelto en mi impenetrable Soledad, oí con placer el eco de sus triunfos, que me llegaba a París, a Roma, a los lugares donde he peregrinando, y he vivido en estos últimos años;
lo saludé como a Vencedor, desde el fondo de mi retiro, lleno de un placer enorme, porque los triunfos del Talento, son los únicos triunfos que yo aplaudo;
los únicos que tienen el privilegio de regocijar mi corazón;
y, eso, porque el triunfo de un talento, es el triunfo del Talento, y, sólo aquellos que no tienen ninguno, pueden entristecerse de esos triunfos;
el honor de un legionario, es el honor de la Legión;
leí a intervalos algunas de sus novelas;
el encanto morboso que se escapa de ellas, no alcanzaba a seducirme: les faltaba la gracia y la belleza del Estilo;
el Estilo, es el talismán de la Seducción, y,el exorcismo que purifica todos los ambientes, aún los más cargados del relente de la Bestialidad;
y,Trigo, no era un Artista, en el Estilo; estaba muy lejos de eso;
yo, no perdono ese defecto, sino a los filósofos; y la Filosofía incipiente de Trigo, no era bastante a desarmar mi displicencia por la falta de belleza artística en sus libros;
y, acaso de ese defecto nacía su máxima cualidad;
la de tener, como los grandes y muy raros escritores, un estilo propio, un estilo personal exclusivamente suyo;
abrupto, violento, guijarroso, de difícil dominio, pero suyo, exclusivamente suyo;
él había forjado el instrumento para su labor; ese cincel tubalcainesco, con el cual cincelaba sus creaciones extrañas, monstruosas, como hechas en una roca virgen, pero de una Vida Interior, relampagueante;