Zona 1 La séptima partición
Por Eugenio Muñoz
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Continúan las aventuras del médico e ingeniero en seguridad informática, y sus amigas el comodoro Gabriela Foster y el brigadier mayor Alejandra.
Al regreso de su última misión, Doc recibe una misteriosa invitación: viajar a la Zona 1. Un viaje prohibido, porque no existen los vuelos de pasajeros en el nuevo orden mundial.
La incógnita puede tener dos respuestas: van a una trampa o es el reconocimiento impensado, por su aporte a la nueva sociedad.
Esta vez, el destino es la sede del gobierno mundial: Pekín. Allí, deberán averiguar el motivo de la invitación. Pero, quedarán enredados en una conspiración, que hará peligrar la supervivencia de toda la humanidad.
El “chip de nano grafeno”, que lleva implantado cada ciudadano, tiene una partición mortal. Un peligroso hacker tiene en la punta de sus dedos el poder de presionar la tecla “ejecutar”.
El objetivo: poder descubrir la identidad del hacker desconocido y neutralizar su enorme poder.
En una sociedad en formación y con desarrollos tecnológicos muy avanzados, los “Nuevos”, responsables del gobierno mundial, han cometido errores imperdonables que dejan a la humanidad, expuesta al peligro de la extinción.
El viaje imposible es una aventura en sí misma. Descubrir quién y por qué, alguien desearía usar sus conocimientos para destruir el incipiente nuevo orden mundial, luego de la muerte de seis mil millones de personas, llevará a nuestros amigos, al desafío de investigar y tratar de hallar una solución, usando sus habilidades; el poder de la deducción y la fuerza de la amistad.
Un relato lleno de humor, emociones, con personajes entrañables.
Un thriller de la nueva ciencia ficción en español.
Eugenio Muñoz
Eugenio Muñoz, nació el 15 de septiembre del año 1961 en la ciudad de Córdoba, Argentina.Está casado, con la prestigiosa vestuarista de ballet, Chany Muñoz y tienen cuatro hijos.Estudió en la Universidad Nacional de Córdoba y cursó estudios de teología en el Instituto Bíblico Córdoba.Sus intereses literarios van desde la novela histórica, la ciencia ficción, el ensayo y proyectos de bien público.
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Zona 1 La séptima partición - Eugenio Muñoz
El videowall seguía encendido, con el mensaje de los Nuevos: Lo invitamos a pasar cinco días en la Zona 1
.
—¿Qué ocurrió en el sector, UR 12? ¡Dime la verdad! Y no me vengas a decir: todo estuvo tranquilo
—me increpó mi esposa con toda justicia.
Se merecía, le dijera toda la verdad, de mi aventura en las sierras. Era demasiado inteligente y perspicaz, como para saber e intuir que algo había pasado. Los noticiosos no le importaban, porque estaba ocupada en sus estudios: de cuántos nano-fotones son necesarios para preservar y estimular al máximo, las sinapsis de la materia gris, del lóbulo temporal izquierdo…
; y no sé qué más, de su profesión de física cuántica.
Traté de poner rostro de cansado. Pero ella me miraba con sus hermosos ojos color miel, más dulces por su expresión de amor.
Si mis pesadillas eran espantosas luego que me colocaron el implante, el encuentro con los cazadores en los Terrones, había sido un choque real con la muerte. Solo la valentía del comodoro Foster y la salvadora invocación de la sentencia que Manuel me había enseñado: Muerte en tres lunas
; al contarme del veredicto del grupo, como castigo a los cazadores por los delitos contra la comunidad. La sola mención de esta frase había bastado, para que nuestros asechadores se convirtieran en ayudantes, a nuestra misión de ayuda humanitaria.
—Ven tomemos un café y te cuento —le dije para tranquilizarla y poder ordenar mis ideas. Así, le podía contar la verdad y omitir los detalles escabrosos de la aventura. No podía preocuparla, pues estaba embarazada. Pronto debería irme de nuevo y dejarla sola con Leví.
—¡Cuidado está hirviendo! Cuéntame…
—Como ya sabrás, la sección UR 12 es una base de la Fuerza Aérea, además de ser un importante centro de experimentación con cazadores. Los capturan en los alrededores, con drones avanzados y provistos de dardos paralizantes —le describí, y su rostro vivaz e inteligente, evidenciaba que cada detalle de mi relato, estimulaba su imaginación—. Al tercer día de mi estadía en la base, mientras llevaba adelante la colocación de los implantes a los cazadores capturados, pasó algo ¡Inimaginable! —exageré mi narración, para quitarle el drama que había significado. Ella abrió grandes los ojos entre asombrada y divertida, adhiriendo a las expresiones de mi relato.
—¿Qué pasó…? — quiso saber, sin disimular su ansiedad.
—Capturaron al jefe absoluto, de los jefes de los cazadores.
—¡No…!
—¡Si! Además, quería hablar conmigo, el médico de la base.
—¡¿Pudiste hablar con él?! —insistió en saber.
—¿Con, Manuel? ¡Si, cara a cara!
—Pero, ¿por qué necesitaba hablar contigo? —me cuestionó con el ceño fruncido. Sin comprender la situación. La entendí porque me pasó lo mismo.
—Resulta, que a él no lo capturan en el sentido estricto del término. Él se entrega. Durante la entrevista, me cuenta que una extraña enfermedad, había terminado con la vida de cuatro de sus cinco hijos, y el más pequeño estaba contagiado.
—¡Horrible, hasta para un cazador! —admitió desde su corazón de madre.
—Durante la anamnesis surge un probable diagnóstico de ántrax…
—¿Ese virus que te gustaba estudiar?
—En realidad, una bacteria el Bacillus anthracis, pero no importa —la corregí, aunque ella no tenía por qué saber—. Entonces, tuvimos que ir a rescatar al hijo de Manuel y poner toda la base en cuarentena.
—¿Tu fuiste a buscar al hijo de ese hombre, en pleno territorio de cazadores? —preguntó con voz temblorosa.
—Pero no fui solo. Organicé un equipo. Mientras íbamos con el comodoro Foster, otros miembros de la base, nos cuidaban con drones y preparaban los helicópteros, para el traslado total de los cazadores del grupo.
—¿No los atacaron en ningún momento?
—Si, nos persiguieron, pero el comodoro mató a uno de ellos y los demás, nos ayudaron a llegar al lugar donde estaba el hijo de Manuel.
—¡Te pudieron haber matado!
—En ese momento debía proceder. Ya habrás deducido, es una enfermedad agresiva y se convierte en epidemia en poco tiempo, ya que es sumamente contagiosa. No podía permitir que se propagara por toda la Zona 6. Los síntomas son horrendos y la forma de la muerte es espantosa. Pensé en ti y en Leví y no medí los riesgos. Debí actuar —le aseguré, y una bruma de confusión emotiva me invadió al comprender, el peligro que habrían corrido ella y mis hijos si la enfermedad se propagaba.
—¿Por qué fuiste tú? ¿No había nadie más? —me preguntó, hermosa e intensa.
—Si hubieses visto la angustia en el rostro de Manuel. Un hombre curtido por años de cazador. Con la energía suficiente para imponer su voluntad, a gente sin leyes ni códigos. Traicionó la totalidad de sus principios y nos vino a pedir ayuda. No cualquiera lo hubiese hecho. Solo alguien, comprometido con su tribu y la supervivencia de los suyos, habría estado dispuesto a semejante sacrificio.
—Comprendo. Nos salvaste a todos.
—No lo hice solo. El equipo demostró su seriedad en casos extremos. El desempeño profesional de los oficiales y los demás miembros de la base fue impecable. No, no lo podría haber hecho solo —reflexioné, pues no lo había pensado hasta ese momento—. Cada uno hizo lo que debía hacer, como lo había planeado. Fue la suma de muchos actos heroicos.
—Voy a ver cómo está, Leví —me dijo como un susurro, mientras iba en punta de pie para no hacer ruido.
Tomé los últimos tragos del café.
Me repiqueteó el implante en mi cerebro con un mensaje. Lo abrí de inmediato porque tenía el membrete de los Nuevos y el asunto decía: Viaje a la Zona 1. Nos place informarle: ha sido seleccionado para visitar el Centro Médico Huashan, en nuestra capital de Shangai. Lo esperamos en diez días. Puede venir acompañado por dos personas. Estamos en contacto
. Las letras volvieron a su formato original en mandarín y la carta se almacenó en mi casilla de correo.
Cuando regresó mi esposa le conté el contenido del documento, y podía llevarla a ella y a Leví.
—No me animo, porque nunca he viajado en avión.
—Te entiendo, el viaje es largo y no lo recomiendo por tu estado. Es mejor te cuides tú y el bebé. No hagas nada que las ponga en riesgo —le aconsejé, pero me sentí solo de antemano por irme sin ella. La llevé hasta la ventana y le mostré donde había estado los últimos cinco días. Se veía la silueta obscura de las sierras recostándose contra la noche estrellada.
Estuvimos un largo tiempo abrazados. Me contó cómo había sido su semana, los adelantos en sus investigaciones; y la aventura de Leví y sus primeros pasos. Luego se fue a dar un baño.
Me quedé parado frente a la ventana.
La zona
Recordé, vivía en el piso cincuenta de uno de los setecientos edificios, en los cuales fuimos reubicados los sobrevivientes civiles: el Sector M 55. Esto sucedió luego que la Gran Peste hubo terminado con el sesenta por ciento de la población mundial, hace ya veinticinco años.
Antes de esa tragedia aconteció la Gran Pandemia mundial, cinco años antes.
Yo había nacido y crecido durante la cuarentena. A diario veía cómo la gente moría en las calles de las grandes ciudades, el conjunto del sistema de salud colapsado por el agresivo contagio. Primero en las grandes urbes, luego la mortandad se extendió al campo. Ahora, semejante tragedia ha quedado como un recuerdo, formando parte de una página más de la historia reciente.
Los médicos y científicos trataron en vano de encontrar un tratamiento y desarrollar una vacuna.
La mayor parte de la población sucumbió por