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Sin pasar por go: Narrativa dominicana contemporánea
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Sin pasar por go: Narrativa dominicana contemporánea
Libro electrónico148 páginas1 hora

Sin pasar por go: Narrativa dominicana contemporánea

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La literatura dominicana ha explotado, y para bien, con una generación diversa y sin ataduras que escribe de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Esta selección de Rita Indiana lo demuestra incuestionablemente, al congregar autores diaspóricos y nacionales, y revelar la diversidad creativa de una mirada caribeña, cosmopolita y, a la vez, no convencional. Se trata de una literatura que —como apunta Lorgia García Pena en el prólogo de este libro— corona "la dominicanidad como una vaina que se lleva en el cuerpo más allá de las fronteras nacionales y políticas de la isla". La casilla go del Monopoly es el inicio de un recorrido, pero no del único.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jun 2019
ISBN9786079321635
Sin pasar por go: Narrativa dominicana contemporánea

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    Sin pasar por go - Rey Andújar

    Pollito

    PRÓLOGO

    EN SU CELEBRADA ANTOLOGÍA DEL CUENTO DOMINI-cano (2000), Sócrates Nolasco declara que las antologías de cuento son en sí fallidas dado las prácticas de inclusión por amiguismo, exclusión por enemiguísimo, ideología o política y auto inclusión del antólogo en su proyecto.¹ Estas prácticas son precisamente, insiste Nolasco, las que han hecho difíciles el hacer visible la rica tradición cuentista del país desde sus inicios en el siglo diecinueve. A la crítica de Nolasco cabría añadir que, estando en manos de un pequeño grupo homogéneo de autores e intelectuales, el proyecto literario nacional ha siempre excluido autores no convencionales, aquellos que no pertenecen a la clase literaria dominante o aquellos que residen en la diáspora. Como suele pasar en todas las tradiciones archivistas, los saberes o textos excluidos son muchas veces los más interesantes y creativos.

    Sin pasar por Go representa la contradicción de lo que Nolasco considera la antología fallida. La selección curada de voces diversas que incluye autores diaspóricos y nacionales, mujeres, autores queer, y generaciones distintas hacen de esta antología una verdadera joya. En su edición Rita Indiana Hernández nos muestra la pluralidad de voces de las letras contemporáneas dominicanas dentro y fuera del país, dándonos una verdadera y exquisita oportunidad de mirar—aunque sea por una pequeña brecha—la riqueza y heterogeneidad de las culturas dominicanas. Pero a pesar de la increíble diversidad temática y estilista que marca cada uno de los cuentos de esta colección, los hilos conductores los conecta nos permiten inferir los parámetros de la cuentística dominicana del siglo veintiuno.

    Contrario al siglo anterior en el que el cuento dominicano se caracterizó por una preocupación por la tradición, el campo, y los efectos de la industria y la globalización en la nación dominicana, el cuento del siglo veintiuno es decididamente urbano, transnacional y se enfoca en el individuo y sus relaciones con un yo que intenta entenderse dentro de su entorno familiar, social y/o global y en ese entenderse también desmantela las grandes realidades o mentiras que forman lo que conocemos como vida, muerte, amor, desamor, familia y nación. Es decir, si en el siglo veinte los autores buscaban en la nación una respuesta o un proyecto para el sujeto nacional, en el siglo veintiuno, la nación como proyecto colectivo desaparece, dejando en su lugar a un sujeto que brega consigo mismo y con su entorno. La dominicanidad de los cuentos de este siglo deja de ser un proyecto de nación para convertirse en una sugerencia, un reconocerse, como en el cuento de Johan Mijail, en lo performático del sujeto individual que transciende el espacio geográfico y político de la nación. Los cuentos de esta colección coronan a la dominicanidad como una vaina que se lleva en el cuerpo más allá de las fronteras nacionales y políticas de la isla. La dominicanidad existe en él y la dominicana/o que le lleva encima.

    Pero esta dominicanidad no es tampoco una esencia mística o idealiza sino más bien un conjunto de geografías, memorias, entenderes y traumas que han marcado la memoria colectiva del sujeto dominicano desde su niñez. Quizás por esto la niñez es uno de los temas centrales de la mayoría de los cuentos. Pero no hablamos aquí de una niñez inocente llena de esperanzas para un futuro feliz, sino de un momento de inmensa vulnerabilidad y miedo, un momento lleno de peligros y de muerte diferida. Para Alana Lockward en Kalimán, el peligro es la hepatitis que se adueña del cuerpo de la niña y la condena a vivir presa y alejada del mundo. Para Aurora Arias y Rosa Silvero, es la mano familiar del violador la que representa el mayor peligro. Incesto, muerte, enfermedad y miedo cobran vida amenazando a cada una de las niñas de los cuentos. Ellas, a su vez, se llenan de esperanza y sobreviven, casi siempre de la mano de la ficción; el cuento las salva de la muerte.

    Para los personajes adultos es también la ficción el refugio que las arrebata de la muerte que las acecha. Betsaida, en el cuento de Angela Hernández, se agarra de la lectura para sobrevivir el desamor de Javier y su posible contagio con el SIDA. Por su parte Belié Beltrán y Fran Báez nos adentran en el mundo de la televisión— de los animes y de Karate Kid— para entender exactamente como sobrevive un joven geek los peligros del bullying, del machismo, y de la agresión diaria que invade al dominicano. Para Raúl Recio, este peligro que enfrenta la juventud no tiene escapatoria mientras la desigualdad y la violencia se adueñen del país. Para los tres escritores, los niños y los jóvenes viven amenazados—a distintos niveles—por un peligro que está intrínsecamente ligado a la expansión colonial de la cultura norteamericana en el país: el deseo de emigrar, la importación de las drogas, y el dominio de la cultural consumista norteamericana en los medios masivos. Estados Unidos está presente en los cuentos a veces como una fuerza exterior colonial que extrae y explota la isla y sus habitantes al punto de desaparecerlos, tal y como vemos en El Trompo de Karol Starocean y otras como una extensión de la dominicanidad misma.

    Diez por ciento de la población dominicana reside en Estados Unidos. La mayoría de los inmigrantes dominicanos vive en la ciudad de Nueva York. Nueva York es entonces parte de la dominicanidad tanto para los que se van como para los que se quedan. Para Juan Dicent, Mario Dávalos y Josefina Báez, Nueva York es casa. Es otro espacio desde donde la subjetividad dominicana se define y se expande llegando incluso a Chile, en una camiseta que paradójicamente ayuda a reconocerse a los personajes dominicanos del cuento de Mijail. Pero Nueva York también logra insertar al dominicano en una caribeñidad transnacional, como vemos en el cuento de Rey Andújar, Caine, que nos hace mirar de frente la realidad diaspórica ya no como fenómeno sino como parte del día a día. Ser diásporico es ser dominicano aunque como nos recuerda Dávalos ser dominicano en NY no es para nada como ser Domincanyol en Dominicana. De cualquier modo la existencia Dominicanyork como sugiere Báez en su cuento, nos acerca a lo posible, a una extensión del ser humano más allá de la nacionalidad y más cercana a la empatía, a la luz, y a los colores de la vida. Y he aquí la riqueza de esta antología que nos presenta Rita Indiana Hernández en la posibilidad de reunir, aunar, hilar lo que nos separa: la vida y la muerte, el allá y el aquí, la niñez y la vejez, el hombre y la mujer, lo queer y lo straight no como antónimos sino como elementos complementarios que conforman las realidades de la vida del ser humano. El cuento dominicano del siglo veintiuno reúne la diversidad compleja de la vida humana en este momento histórico en que la migración, la sexualidad, la diversidad, la multiplicidad de ideas, lenguas y razas comienzan finalmente cuestionar los proyectos coloniales que han dado a nacer las naciones modernas y con ellas sus archivos y literaturas excluyentes. Esta antología sirve entonces como un archivo alternativo de lo posible y un acercamiento decidido y sincero a encontrarnos cara a cara con el mundo que tenemos. Ese encuentro nos acerca también a las posibles avenidas para llegar a alcanzar el mundo que queremos. Una vez más, como en los cuentos de esta antología, la ficción nos salva.

    Lorgia García Peña

    Nota

    ¹ Céspedes, D., 2000. Antología del cuento dominicano. Editora Manati’, iii.

    Rey Andújar

    (1978)

    Reside actualmente en Chicago y vivió en diversos sitios como Curazao, Nueva York y Puerto Rico. Está casado y tiene dos hijos. Ha trabajado en hoteles y restaurantes y además se dedica a la docencia. Andújar es autor de las novelas: El hombre triángulo (Isla Negra Editores) y Candela (Alfaguara), seleccionada como una de las mejores novelas del 2009 por el PEN Club de Puerto Rico.

    CAINE

    TRAMA: PASO LAS NOCHES EN UN HOTEL DEL VIEJO SAN Juan. No es que viva ahí sino que trabajo, ahí, desde la medianoche hasta las ocho, toda la semana. Es un turno matador. Va secando el cuerpo con tersura. Se van sintiendo las noches en la espalda. Los días son fantasmagóricos. Contrario a lo que creen aquellos que se amanecen por placer, es durante el día que vemos los espectros. Todo empeora si durante el día hace calor. Según los meteorólogos el calor llega a su punto más tremendo a las cuatro de la tarde. Se le recomienda a la gente no salir a la calle. Si la temperatura está a más de noventicinco grados los abanicos no sirven de nada. Hay que cuidar de las mascotas, de los niños; si se tienen ancianos en la casa y no hay aire acondicionado, llévelos a un centro comercial. Hidrátelos.

    La mayoría de las madrugadas son silenciosas. A veces hay

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