Pasión en Madeira
Por Sally Wentworth
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Francesca Brodey estaba acostumbrada a conseguir sólo lo mejor. Pero por mucho que tuviera, seguía sintiendo un enorme vacío en su interior. Deseaba conocer a un hombre que la amara por lo que era, y no por su dinero. Sam Gallagher no era en absoluto su tipo: rudo, de una sinceridad hiriente, ¡sencillamente imposible! Desde luego, no se podía decir que estuviesen hechos el uno para el otro. Sin embargo, Francesca sabía que deseaba a Sam, y estaba acostumbrada a salirse siempre con la suya. Pero las cosas no le iban a resultar tan fáciles como creía...
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Pasión en Madeira - Sally Wentworth
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1995 Sally Wentworth
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Pasión en Madeira, n.º 1035 - febrero 2021
Título original: Francesca
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-117-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
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Prólogo
EL BICENTENARIO DE LA CASA BRODEY
El magnífico palacio barroco del siglo XVIII de la familia Brodey, situado a orillas del río Duero, en Portugal, será pronto el escenario de una magnífica fiesta para celebrar el bicentenario de la fundación de la famosa compañía vinícola.
La Casa Brodey, conocida en todo el mundo por sus exquisitos vinos de oporto y madeira, ha diversificado en los últimos años sus intereses, convirtiéndose en una de las empresas más saneadas de Europa. Fundada en la bella isla de Madeira, la compañía se trasladó a Oporto, después de que Calum Lennox Brodey, el fundador de la familia, comprara unos terrenos en el pintoresco valle del Duero. Sus propiedades están cubiertas con los millares de cepas que producen el vino de oporto en el que se fundamenta la prosperidad de la familia.
UN ACONTECIMIENTO FAMILIAR
Todos los miembros del clan Brodey estarán en Oporto para recibir a los invitados que acudirán a los festejos.
Se comenta que el patriarca de la familia, Calum Lennox Brodey, que, al igual que todos los primogénitos de la rama principal lleva el nombre del fundador de la familia, espera complacido la llegada de sus parientes. A pesar de que ya cuenta con más de ochenta años, Calum el Viejo, como es conocido en los círculos vinícolas, todavía se ocupa de las labores de la empresa, y se le puede ver a menudo recorriendo los viñedos para comprobar la buena marcha de las cosechas, o supervisando el trabajo en la planta embotelladora de Oporto.
ATORMENTADOS POR EL PASADO
Aunque esta celebración será sin duda una ocasión feliz, no hará olvidar la terrible tragedia que sacudió a la familia hace unos veinte años, cuando los dos hijos mayores de Calum el Viejo perecieron junto a sus esposas en una accidente automovilístico, cuando se encontraban de vacaciones en España. Cada uno de ellos tenía a su vez un hijo, de aproximadamente la misma edad, y de ambos se hizo cargo Calum el Viejo. Superando su pena, los acogió en su palacio, y empezó a prepararles para que pudieran hacerse cargo del negocio familiar.
Durante un tiempo se rumoreó que el anciano señor Brodey pensaba dejar sus negocios en manos de su tercer hijo, Paul. Sin embargo, éste prefirió dedicarse a la pintura, convirtiéndose en un reputado artista. Actualmente vive cerca de Lisboa con su esposa, Maria, de ascendencia portuguesa. Hace poco tiempo, su único hijo, Christopher, se ha incorporado al negocio y trabaja en las oficinas que la empresa tiene en Nueva York.
Sólo uno de los nietos vive aún con Calum el Viejo en el magnífico palacio familiar: se trata del único hijo de su primogénito quien, siguiendo la tradición familiar, también se llama Calum… Calum el Joven en este caso. A sus treinta y pocos años, se le considera uno de los solteros más codiciados no sólo del país, sino de toda Europa. Aunque es él quien virtualmente dirige los asuntos de la empresa, durante los días que duren los festejos se mantendrá en un discreto segundo plano, cediendo todo el protagonismo a su abuelo.
¿MATRIMONIO A LA VISTA?
Otra peculiar tradición que se ha mantenido entre los Brodey lleva a los hombres de la familia a mantener los lazos con su país de origen mediante el matrimonio con rubias muchachas típicamente inglesas. Durante generaciones, han viajado a Inglaterra para regresar con alguna hermosa «Rosa de Inglaterra» del brazo. ¿Mantendrán Calum el Joven y su primo Christopher esta singular costumbre?
El tercero de los nietos, Lennox, quien actualmente reside en Madeira, asistirá a los festejos con su bella y encantadora esposa Stella. La pareja espera su primer hijo para finales de año. Ni que decir tiene que Stella es una encantadora rubia inglesa.
La hija pequeña de Calum el Viejo, Adele, está casada con el famoso y aún apuesto Guy de Charenton, millonario francés conocido por su generoso mecenazgo a la Ópera de París y sus filantrópicas aportaciones a numerosas asociaciones de carácter benéfico.
Aunque los Brodey están muy bien relacionados con las mejores familias, especialmente en Inglaterra, fue la única hija de Adele, la bellísima Francesca, la primera en emparentar con la nobleza, merced a su matrimonio con el Príncipe Paolo de Vieira. La boda se celebró en el magnífico castillo familiar del novio, en Italia, y aunque entonces nadie podía imaginar un final tan triste para un romance que parecía salido de un cuento de hadas, lo cierto es que la pareja acabó divorciándose tras apenas dos años de vida en común. Desde entonces, Francesca ha tenido varios pretendientes, siendo el último y más asiduo el conde Michel de la Fontaine, con quien ha sido vista a menudo tanto en París como en Roma, ciudades en las que habitualmente reside.
Desde aquí queremos felicitar a todos los miembros de la familia Brodey, y desearles una venturosa celebración; estamos seguros de que sus afortunados huéspedes disfrutarán de la ya legendaria hospitalidad de esta influyente familia.
Capítulo 1
TODOS los miembros de la extensa familia Brodey estaban reunidos en los bellos jardines del magnífico palácio barroco cercano a Oporto. Habían acudido desde todos los rincones del mundo para celebrar los dos siglos de existencia de la Casa Brodey.
Incluso Francesca, la princesa, estaba allí.
Calum Lennox Brodey, el patriarca de la familia, se quedó mirando a su única nieta con una mezcla de orgullo y exasperación. Alta y rubia, esbelta y elegante, su increíble belleza causaba admiración donde quiera que fuera… pero también había sido mimada más allá de toda medida tanto por él mismo como por sus padres. Un camarero le sirvió otra copa de vino blanco de oporto muy frío procedente de su propia bodega, que el anciano, en un gesto automático, olfateó con placer antes de paladearlo.
Muchos de los invitados a la fiesta tampoco podían apartar la vista de Francesca, deslumbrante con su precioso vestido de brillantes colores; deambulaba por los jardines seguida de cerca por aquella especie de perro faldero de conde francés, empeñado en aparecer como su más rendido admirador. Aquel hombre no la convenía en absoluto, pensó su abuelo, quien tampoco había confiado nunca en su ex-marido; sin embargo, la joven se había empeñado en casarse con aquel príncipe italiano, y estaba acostumbrada a conseguir siempre lo que se le antojaba, lo que incluía a los hombres. Excepto en una ocasión. Por desgracia, reflexionó el anciano, aquel empeño en alcanzar siempre lo que deseaba no parecía haberla hecho feliz.
Sin sospechar lo que su abuelo estaba pensando en aquellos momentos, Francesca estaba pasándoselo en grande. Le encantaba estar de vuelta en el palácio donde tantas y tan felices vacaciones había pasado en su infancia; disfrutaba además enormemente de la compañía de sus familiares, que aquel día asistían a la comida ofrecida a los representantes de las más importantes empresas vinícolas. Muchos parientes se quedarían durante toda la semana de festejos, que finalizaría con el gran baile de gala.
Por encima de las cabezas de los invitados su mirada se cruzó con la de su abuelo, a quien sonrió cariñosamente. Después, se dirigió al encuentro de un grupo de invitados que parecían haberse quedado un poco aparte del resto. De inmediato, Michel le fue a la zaga, poniéndole una mano en el hombro para detenerla.
–Francesca, chérie, ¿por qué no me enseñas estos magníficos jardines? Nadie nos echará de menos si nos perdemos un rato. Además, quiero pedirte una cosa –le insinuó con una de sus encantadoras sonrisas–, algo que creo que tu familia debería…
Sin embargo, ella no le dejó continuar; cada vez estaba más arrepentida de haberlo invitado. Pero últimamente se habían estado viendo con tanta frecuencia, que hubiera sido una grosería por su parte no hacerlo; además, él había insistido en que aquélla sería una oportunidad inmejorable para conocer a su familia… y, de paso, se dijo Francesca cínicamente, calcular de primera mano sus riquezas.
Decidida, se acercó al grupo de invitados y les saludó con una cálida sonrisa.
–Hola, soy Francesca de Vieira, la nieta de Calum Brodey. Me parece que no nos conocemos…
Siempre conseguía que la gente se sintiera a gusto con ella. Su madre tenía a gala haberle inculcado una cortesía exquisita, lo que unido a su naturalidad y simpatía, la convertía en la perfecta anfitriona. Sus padres también estaban en la fiesta; por desgracia, su madre seguía enfadada con ella: no le perdonaba que se hubiera separado del príncipe, ni que la prensa sensacionalista se hubiera cebado en ellos. Su madre se oponía por completo a la idea de divorcio… y, a decir verdad, ella también. Pero había llegado un punto en su matrimonio en el que la convivencia era imposible, por lo que el divorcio había sido su única salida. Hubiera deseado llevar el asunto con mayor discreción, pero las ansias de venganza de Paolo lo había hecho imposible.
En las revistas del corazón se daba por hecho su próximo matrimonio con Michel, o, mejor dicho, el Conde de la Fontaine. Sin embargo, ella no lo tenía tan claro: para empezar, era un poco mayor, rondaba los cuarenta años, aunque todavía era un hombre muy atractivo, y se preocupaba por mantenerse en forma. También era muy alto, lo que dada la alta estatura de ella, resultaba una ventaja. Sin embargo, no dejaba de pensar que había sido un error invitarlo: en París, Michel había sido el compañero ideal, pero aquí él parecía de alguna forma fuera de lugar. Quizá lo mejor hubiera sido separarse una temporada para poder pensar con claridad en qué decisión tomar…
Al poco rato, se sumaron a su grupo otros invitados, en su mayoría hombres, atraídos por su belleza, su título y posición, y también por un par de detalles sobre su vida privada que el príncipe no había tenido empacho en revelar públicamente durante el proceso de divorcio.
Sin embargo, había que reconocer que siempre le había gustado a los hombres; por desgracia, en aquellos momentos se sentía incapaz de que a ella le atrajera ninguno. Podía ser que sólo fuera una consecuencia de su desdichado matrimonio. Por otra parte, a pesar de las ardientes palabras de Michel, dudaba de que la amara sinceramente, de que en realidad no tuviera en mente las ventajas que aquella boda podría reportar a su maltrecho patrimonio.
Desde su divorcio había salido con varios hombres, todos integrantes de la jet-set internacional, pero, al final, no había conseguido confiar en ninguno. Dudaba de que llegaran a apreciarla o quererla por ella misma y no por su fortuna.
Sólo estaba a gusto con sus primos. Habían pasado juntos largas temporadas desde que eran niños, siempre bajo la benévola tutela de su cariñoso abuelo. Recordó con nostalgia cuando se dedicaban a corretear por los campos, remar en el río, trabajar en los viñedos en la época de la vendimia… Ella era la más pequeña de los cuatro, y al ser la única chica, sus primos la trataban como a una especie de cachorrillo al que tenían que cuidar y que les seguía a todas partes.
Francesca echó un vistazo a su alrededor para ver dónde estaban sus primos. Vio a Calum hablando con un grupo de gente en un extremo del jardín, y a Lennox, que buscaba una silla para que se sentara su mujer, embarazada de unos cuantos meses. Desde que se había casado, su primo parecía más feliz que nunca, pensó Francesca. Justo entonces vio que se acercaba a ella Christopher, acompañado de una atractiva joven, rubia y muy menuda. Su primo parecía evidentemente encantado a su lado.
–Francesca, te presento