Muros del alma: Traducciones, paráfrasis y poemas de Pedro Malón de Echaide
Por Jordi Aladro
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Jordi Aladro
Jordi Aladro, licenciado por la Universidad de Barcelona, y doctor por la de New York, ejerce la docencia en calidad de profesor de Literatura en la Universidad española en la Universidad de California, Santa Cruz (USA). Como estudioso de la literatura y cultura de los siglos XVI y XVII, además de profesor invitado en numerosas universidades y países (Oxford, Turín, Roma, San Marcos, Buenos Aires, Stanford, Yale, París, Münster, Madrid, Salamanca, ...), es autor de numerosos libros, ediciones y artículos sobre literatura de los siglos XVI y XVII.
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Muros del alma - Jordi Aladro
¡Fuerte muro del alma que te llama en su defensa,
sin quien el más seguro y más libre de ofensa
salta más presto a donde menos piensa!
(Pedro Malón de Echaide)
Índice general
Prólogo
Capítulo 1: Biografía de Malón de Echaide
Cascante, la patria chica
Salamanca: Formación agustiniana
El convento de Ágreda: Primer destino
Convento San Agustín, de Burgos
Aragón: Cambio de provincia religiosa
Barcelona: Convento San Agustín
Capítulo 2: La Orden de San Agustín y la literatura
Los agustinos, teólogos y escritores
Fundación canónica: La Gran Unión de 1256
Los teólogos agustinos hasta principios del siglo XIV
Decadencia: La Reforma y Trento
La escuela agustiniana
La literatura de los agustinos españoles
El convento San Agustín, de Salamanca
Capítulo 3: De los Salmos a las odas bíblicas
El Salterio en el mundo de Malón de Echaide
Fray Luis de León
Fray Malón, el aventajado alumno de fray Luis
Capítulo 4: Paráfrasis, traducciones y poesía de Pedro Malón de Echaide
Salmo 12
Salmo 41
Salmo 83
Exposición sobre el Salmo 88
Salmo 90
Salmo 97
Salmo 103
Salmo 119
Salmo 125
Salmo 136
Salmo 147
Fragmentos de Salmos
Amós 4, 1
Libro de Job 7
Capítulo 5: Traducciones de poetas clásicos
Ovidio
Virgilio
Gabriel Fiamma
Juan de Mena
Dos sonetos y un himno a la Magdalena
Resumen de la poética maloniana
Bibliografía
Libro de la conversión de la Magdalena :Ediciones
Traducciones
PRÓLOGO
Malón de Echaide es uno de nuestros grandes clásicos del siglo XVI. La simple lectura de su obra nos revela al agustino como excepcional escritor, teólogo admirable y uno de los más originales espíritus de nuestro humanismo. La obra de fray Pedro no es sólo una paráfrasis de los Evangelios, sino un rico mosaico que, tomando la figura de la Magdalena como símbolo del penitente, amalgama los más diversos temas sociales, teológicos, históricos y lingüísticos de nuestro Siglo de Oro, todo ello perfectamente armonizados por la mentalidad de un humanista ascético. En su libro La Conversión de la Magdalena (Barcelona, 1588)¹ se aúnan las más diversas corrientes que formaron nuestro Renacimiento. En la obra del escritor cascantino, Platón, Plotino y San Agustín se encuentran perfectamente enlazados junto a los neoplatónicos italianos, sobre todo Ficino y Pico della Mirandola. Elogiada por el mismísimo Quevedo² e imitada por Lope³, La Conversión de la Magdalena gozó de gran éxito y difusión durante los siglos XVI y XVII como lo demuestran las numerosas ediciones y su pronta traducción a otros idiomas: alemán (1604) y francés (1619).
En mi libro sobre Malón⁴ ya señalé que uno de los aspectos más interesantes, y sin duda el más característico bajo el cual se debe considerar la compleja y vigorosa personalidad de fray Pedro Malón de Echaide, es el de la predicación. Fray Pedro fue un gran predicador; toda su actividad, ya como hombre religioso, ya como hombre de letras, tuvo una finalidad doctrinal, fuese desde la cátedra o desde el púlpito, donde logró innumerables éxitos, tal como lo atestiguan sus contemporáneos y también como lo hace él mismo en el prólogo a su obra. Fray Pedro Malón de Echaide es un predicador original y representativo de lo que fue nuestra prédica renacentista, que utilizó como base estructural de su obra las principales características del sermón.
La Conversión de la Magdalena es la obra de un predicador independiente que, si bien tomó como modelo a los retóricos del siglo de Augusto por la lógica de los argumentos y la elegancia del estilo, rechazó el enlace de las partes del discurso y la unidad del plan. Imitó la libertad y soltura de las homilías de los Santos Padres, sin seguir un método riguroso. De modo que la homilía cristiana arraigada en la tradición de la Iglesia apostólica y patrística y realzada por el humanismo bíblico, fue la forma del sermón, de la cual La Conversión de la Magdalena es un claro exponente. Imposible comprender en toda su grandeza la obra de fray Pedro si no es desde el punto de vista de la predicación sagrada.
Sin embargo, quiero advertir al lector que en este libro no se estudiará a fray Pedro como predicador, ni como un insigne prosista, sino como poeta. Como señala Allué: «Las poesías del famoso agustino se hallan intercaladas en su libro La Conversión de la Magdalena; y aunque no conocemos otras, son bastantes en número y variedad, para poder formar juicio de sus condiciones de versificador» (1044). Curiosamente, su poesía no tan solo carece de un estudio exclusivo, a pesar de estar en la antología de Don Juan Nicolás Bohl de Faber, Floresta de Rimas antiguas castellanas ordenada por (Hamburgo: Perthes y Bessey, 1821) y en el tomo XXXV de la Biblioteca Rivadeneira: Romancero y cancionero sagrados , compilado por Justo de la Sancha (Madrid, 1950), sino que tan solo se menciona a Malón como poeta, y muy de soslayo, siempre en relación con su prosa⁵. A pesar de ello, la mayoría de críticos que han escrito sobre La conversión tildan de excelente poeta al agustino⁶. Veamos algunos ejemplos: A. Palau y Dulcet elogia «el estilo puro y castizo de Malón de Chaide, es una gloria para la literatura española, y hasta no falta quien le concede la primacía sobre el celebrado Fray Luis de León»⁷; Marcelino Menéndez y Pelayo resalta que «después de fray Luis de León y de San Juan de la Cruz fuera injusto no hacer alguna memoria de Malón de Chaide, autor del hermoso, aunque algo retórico, libro de La conversión de la Magdalena . Lástima que no tengamos más versos suyos que los pocos que intercaló en la misma Conversión , si bien bastan ellos para acreditarle de excelente poeta»⁸. El mismo Marcelino Menéndez Pelayo, en el volumen III de su Biblioteca de traductores españoles , había sentenciado: «Era Malón poeta elegantísimo, clásico en las formas aun al tratar asuntos sagrados, uno en fin de los que con manos cristianas labraban el mármol de la antigüedad, y ora fuese por la razón que él expone y veremos en seguida, ora por el natural deseo de dar a conocer sus versos que tenía sin duda (y con razón) en mucha estima, juzgó conveniente mezclarlos en el ameno tejido de su obra» (85). Para añadir poco después que «Los versos publicados con La Magdalena son excelentísimos» (86), matizando, eso sí, que Malón es «menos sobrio y conciso, es verdad, pero no menos inspirado que Fr. Luis de León» (90); Fernández de Castro nos dice de Malón que fue «agustino excelso, que destaca entre los traductores del Salterio con caracteres singulares y admirables … Las dulces armonías del Salterio tuvieron en Malón un sobresaliente interprete; aquellos cánticos inmortales en alabanza del Creador…fueron trasladados salvando las mil dificultades de adaptación del lirismo hebraico al arte poético de los pueblos occidentales, con talento sutil y amplia ciencia»⁹ (77 y 80); Salvador Allué realza a Malón como «gran escritor y excelente poeta … En ellas [paráfrasis de los salmos ] fácilmente vemos al teólogo cristiano y al poeta ortodoxo que acierta hermanar en los frutos de su musa la fe y la ciencia, la verdad y la belleza. Pocos vates han seguido más dócilmente al Rey Profeta en sus arrebatados vuelos de mística inspiración»¹⁰ (1005-1050). Luis Alonso Schökel señala que «La conversión de la Magdalena es una fiesta del lenguaje por todo lo alto, un banquete inagotable. El ilustre agustino fue un tiempo catedrático y mucho tiempo predicador. Cuida, como buen escritor, el material sonoro, más aún, teniendo en cuenta que los originales se destinaban a la declamación en voz alta, y que los autores hebreos, en general atendían mucho al material sonoro de sus composiciones […] En la parte parafrástica, podemos tomar muchos desdoblamientos de Malón como ejercicios de alternativas; al traductor que conoce bien su propia lengua se le ofrecen, muchas veces, varias posibilidades o alternativas, que estrecha para escoger la que le parece mejor. La proyectada ‘traducción bíblica’ de Malón se distinguirá por la frecuencia de las alternativas, ofrecidas por un gran maestro de nuestra lengua»¹¹. Algunas alabanzas incluso a veces un tanto exageradas como es el caso de Miguel Mir, que lo equipara nada más ni nada menos que al autor de la Divina Comedia: «se iguala en mi concepto a los buenos pasages (sic) del Dante» (330). Más ajustadas nos parecen sus otras opiniones sobre la poesía de Malón: «otras veces su prosa es poética cadenciosa, y tan llena de ritmo y armonía, que casi sin percibirlo pasa de ella a la más fácil y graciosa poesía» (324). Y añade acertadamente que «su poesía es de mejor ley, y tiene más nervio y espresión (sic), cuando campea libremente y sin sujetarse a la traducción o a la paráfrasis de un salmo… sus trozos mejores suelen ser aquellos en que se separa enteramente del texto original y se abandona el poeta a sus inspiraciones». (329) Y termina su ensayo con una entusiasta exclamación: «¡Cuánta hermosura, cuánta unción, cuánta poesía, por decirlo de una vez! ¡Lástima grande que el P. Malón lo haya hecho tan pocas veces!»¹² (325 y 329).
En La conversión encontramos versiones parafraseadas, completas o fragmentarias de los salmos: 12, 36, 41, 54, 83, 88, 90, 97, 103, 119, 125, 136, 139 y 147. Paráfrasis del capítulo IV del profeta Amós, del capítulo VII de Job (parce mihi), una reconstrucción de la lección primera del oficio de difuntos, un himno de Santa María Magdalena, un fragmento de Juvenal, otro de Virgilio y tres de Ovidio. Unas liras y unas octavas originales. Hay, además, poemas de otros autores: dos sonetos anónimos, dos coplas de Juan de Mena y un soneto del italiano Gabriel Fiamma, de sus Rime spirituali , (Venecia, 1570). La profundidad del pensamiento, la mezcla del lenguaje popular con el culto, formando un estilo muy peculiar, el poderío o la dulzura de la expresión según lo exige la traducción poética, el casticismo de la frase y la seguridad con que siempre se desenvuelve el ritmo de la versificación, hacen de las paráfrasis en verso de Malón de Echaide, ejemplares dignos de loa, en aquel espléndido jardín de la poesía religiosa española de nuestro Siglo de Oro. Malón nació en el siglo de Garcilaso y de Herrera, fue contemporáneo de San Juan y alumno de Fray Luis. Compararlo con esos titanes del alma humana y divina es una sinrazón poética, ¿Quién saldría bien parado en tan desigual justa? Todos sabemos que la hermosura de un jardín no la establecen sus principales pilares, sino que hay que buscarla en la armonía de su conjunto, en lo que hemos llamado una poética bíblica en la que Malón, como poeta, no es comparsa ni escolta sino auténtica y genuina voz, como se verá en el estudio de sus poemas.
Este libro estaría incompleto y cometería una injusticia si dejo de mencionar mi profundo agradecimiento a Rafael Lazcano, siempre dispuesto a compartir generosamente su erudición y su tiempo; a los amigos malonianos Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin, con quienes he recorrido muchas páginas de La conversión; y, especialmente, a Ricardo Ramos-Tremolada, mi hermano, una amistad genuina. Sin palabras, cocodrilo ; tenía que ser sin palabras.
Jordi Aladro
CAPÍTULO 1
BIOGRAFÍA DE MALÓN DE ECHAIDE¹³
1. Cascante, la patria chica¹⁴
Pedro Malón de Echaide nació en una localidad de la Ribera de Navarra en la Merindad de Tudela: Cascante,¹⁵ pequeña ciudad romana perteneciente al partido judicial de Tudela, en Navarra, pero que dependía de la diócesis de Tarazona en la provincia de Zaragoza. El año de su nacimiento parece ser 1530, según se afirma en la mayoría de los estudios realizados sobre el autor, aunque no existe prueba documental alguna que permita comprobarlo.
Rastreando los orígenes del apellido ‘Malón’, toponímico procedente de la villa zaragozana¹⁶, se constata que ya en el siglo XIV estaba presente en la ciudad de Cascante. La fecha más temprana de la que se tiene noticia es el año 1336, a través de un libro de fuegos que registra al hidalgo cascantino Juan de Malón, quien diez años más tarde llevaría en arriendo el horno real de la villa. En 1384, dos cascantinos apellidados Malón, Juan y Sancho de Malón, trabajaron como peones en las obras de reparación del Castillo de Santorcaz. Y ya en el siglo XV, en 1452, un Pedro de Malón estuvo presente en la toma de posesión del señorío de Cascante por el Conde de Castro. El acto oficial y el juramento público se llevaron a cabo en la Casa de la Abadía, actualmente palacio de los Bobadilla, ya que la única iglesia parroquial que existía, la de Santa María, situada no en la misma ciudad de Cascante sino en las afueras, se encontraba por entonces demasiado deteriorada para albergar una celebración de estas características.
Una nueva fecha de la que se tiene constancia documental es la de 1501, año en que el notario Francisco de Malón firma como testigo un documento del cabildo eclesiástico. Posteriormente, el mismo notario levantaría acta en dos documentos de 1516 y 1519. Años después, aunque no se puede confirmar la fecha exacta, llegaron a la ciudad de Cascante los abuelos de nuestro autor, Juan de Malón, hermano del notario, y María de Echaide, con sus hijos, Juan y Pedro. El primero, Juan de Echaide, homónimo del padre y seguramente primogénito, tenía entonces 17 años, según su propia declaración, por tanto, había nacido en 1505, cuando sus padres aún vivían fuera de la villa cascantina. Junto a su tío paterno, el mencionado Francisco de Malón, Juan aprendería el oficio de escribano.
El 19 de octubre de 1522 el concejo cascantino acordó levantar una iglesia parroquial dentro de la villa, en el mismo lugar que había ocupado una sinagoga aunque, como el emplazamiento resultara insuficiente, fue preciso comprar varios solares, por lo que las obras hubieron de ser postergadas hasta enero de 1527. Tal vez fue este mismo año la fecha elegida por el joven Juan de Echaide, entonces con veintidós años de edad, para contraer matrimonio en Cascante con Graciana Zapata. Sin embargo, no es posible saberlo con seguridad, ya que el Libro I parroquial no empieza a registrar matrimonios ni bautizos hasta 1548.
De lo que sí se tiene constancia es de que la pareja tuvo varios hijos, específicamente cuatro, incluyendo a nuestro autor. El primogénito llevaría el mismo nombre del padre y del abuelo paterno, Juan, y también, al igual que ellos, sería notario. Téngase presente, además, que fuera por el prestigio de la escribanía paterna o por otras razones que nos es imposible deducir, Juan siempre firmaría los documentos con los dos apellidos paternos, Malón de Echaide, añadiendo ‘menor’ para diferenciarse de su padre, el cual firmaría a partir de entonces Juan Malón de Echaide ‘mayor’. Y lo mismo haría posteriormente su hermano menor, Pedro Malón de Echaide, cuando en la portada de su única obra literaria estampó su nombre con los dos apellidos paternos. En 1563 Juan se casó con Lucía de Morales, con quien tuvo una hija. Juan murió en 1588, desapareciendo así, en Cascante, el apellido ‘Malón de Echaide’, perdurando sólo el de ‘Malón’ en los demás descendientes. A continuación de Juan viene nuestro fraile, al que pusieron el nombre de su tío el labrador, Pedro. En tercer lugar, está Catalina Malón, y después otra mujer, Ana Malón, casada con Esteban Gil, el cual murió en 1562. Cristóbal, el último de los hermanos, lo es sólo de padre, ya que es fruto de un segundo matrimonio de éste. Cristóbal se casará con Isabel de Baños y tendrá un hijo en 1571, al que nuevamente pondrán el nombre de Juan.
El problema de la filiación y los apellidos de Pedro Malón de Echaide responde a varias razones. En primer lugar, es lógico que tanto homónimo en la familia lleve a confusiones. Además el hecho de que nuestro escritor, así como su