Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro
Por Karl Marx
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En la tesis, Marx utiliza la lógica dialéctica de Hegel para analizar la física de Epicuro y así obtener las diferencias con respecto de la física de Demócrito. Estas diferencias, que fueron en un principio consideradas triviales por otros autores anteriores, muestran, según Marx, la diferencia radical que tienen ambos filósofos griegos en su cosmovisión de la realidad
Karl Marx
Karl Marx (1818-1883) was a German philosopher, historian, political theorist, journalist and revolutionary socialist. Born in Prussia, he received his doctorate in philosophy at the University of Jena in Germany and became an ardent follower of German philosopher Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Marx was already producing political and social philosophic works when he met Friedrich Engels in Paris in 1844. The two became lifelong colleagues and soon collaborated on "The Communist Manifesto," which they published in London in 1848. Expelled from Belgium and Germany, Marx moved to London in 1849 where he continued organizing workers and produced (among other works) the foundational political document Das Kapital. A hugely influential and important political philosopher and social theorist, Marx died stateless in 1883 and was buried in Highgate Cemetery in London.
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Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro - Karl Marx
EPICURO
DIFERENCIA ENTRE LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA DE DEMÓCRITO Y LA DE EPICURO
Primera Parte
DIFERENCIA GENERAL ENTRE LA FILOSOFIA DEMOCRITEA Y EPICUREA DE LA NATURALEZA
I. OBJETO DE LA DISERTACION
Parece acontecerle a la filosofía griega lo que no debe suceder en una buena tragedia: presentar un desenlace débil. Con Aristóteles, el Alejandro Magno de la filosofía helénica, creeríamos que termina en Grecia la historia objetiva de la filosofía, y aun los estoicos, a pesar de su energía viril, no lograron, como los espartanos habían conseguido en sus templos, encadenar Atenea a Hércules, de manera que ella no pudiera huir.
A los epicúreos, estoicos y escépticos se les considera casi como un complemento inadecuado, sin ninguna relación con sus vigorosos antecesores. La filosofía epicúrea sería un agre- gado sincrético de la física, democrítea y de la moral cirenai- ca; el estoicismo, una mezcla de la especulación cosmológica de Heráclito, de la concepción ética del mundo de los cínicos y hasta un poco de lógica aristotélica; el escepticismo, final- mente, resulta el mal necesario opuesto a tales corrientes dogmáticas. Se vinculan así sin advertirlo, esas escuelas fi- losóficas a la filosofía alejandrina, convirtiéndolas en un eclecticismo estrecho y tendencioso. La filosofía alejandrina, en último término, es considerada como una extravagancia, una desintegración absoluta, un desorden, en fin, donde se podría, a lo sumo, reconocer la universalidad de la intención.
Existe, no obstante, una verdad muy simple: el nacimiento, el florecimiento y la muerte constituyen el círculo férreo en que
se halla confinado todo lo humano y que debe ser recorrido. No habría, entonces, nada extraño en el hecho de que la filo- sofía griega, después de haber alcanzado la más elevada flo- ración con Aristóteles, se hubiera marchitado inmediata- mente. Pero la muerte de los héroes semeja a la puesta del sol y no al estallido de una rana que se ha inflado. Y, además, el nacimiento, el florecimiento y la muerte son representaciones muy generales, muy vagas, en que todo se puede hacer en- trar, pero donde nada es aprehendido. La muerte está ella misma preformada en lo viviente; sería necesario, entonces, tanto como la forma de la vida, captar esta otra, según su estructura, mediante un carácter específico.
En definitiva, si arrojamos una mirada sobre la historia, ¿re- sultan el epicureísmo, el estoicismo y el escepticismo fenóme- nos particulares? ¿No son ellos el arquetipo del espíritu ro- mano, la forma en que Grecia emigra a Roma? ¿No poseen una esencia tan característica, intensa y eterna que el mundo moderno mismo ha debido concederles la plenitud del dere- cho de ciudadanía espiritual?
Insisto sobre este aspecto sólo para traer a la me-moria la importancia histórica de esos sistemas; mas de lo que se trata aquí no es de su significado general para la historia de la cul- tura; lo que interesa es su conexión con la filosofía griega an- terior.
¿No deberíamos, en vista de tal relación, sentirnos por lo me- nos en la necesidad de efectuar investigaciones al comprobar que la filosofía helénica termina en dos grupos diferentes de sistemas eclécticos, de los cuales uno constituye el ciclo de las filosofías epicúrea, estoica y escéptica, y el otro es conocido con el nombre de especulación alejandrina? ¿No es, además, un fenómeno extraordinario que después de las filosofías
platónica y aristotélica, que se dilatan hasta la totalidad, apa- recen nuevos sistemas que no se vinculan a esas ricas formas del espíritu, sino que, desandando el tiempo, se vuelven ha- cia las escuelas más simples: las filosofías de la naturaleza se aproximan a la física, la escuela ética se acerca a Sócrates?
¿Cómo es posible, por otra parte, que los sistemas posteriores a Aristóteles encuentren de alguna manera sus fundamentos ya preparados en el pasado? ¿Que Demócrito sea relacionado con los cirenaicos y Heráclito con los cínicos? ¿Es un azar que en los epicúreos, los estoicos y los escépticos todos los mo- mentos de la autoconciencia sean presentados en absoluto, pero cada momento como una existencia peculiar? ¿Esos sis- temas en conjunto forman la construcción completa de la autoconciencia? El carácter, en fin, por el cual el pensamiento griego comienza míticamente con los Siete Sabios, rasgo que se encarna, en efecto, como el centro de esta filosofía, en Sócrates —su demiurgo—, me refiero a la esencia del sabio, del s ofós, ¿se ha afirmado fortuitamente en esos sistemas co- mo la realidad de la ciencia verdadera?
Me parece que si los sistemas anteriores son más significati- vos e interesantes por el contenido, los posaristotélicos, y en particular el ciclo de las escuelas epicúrea, estoica y escéptica, lo son más por la forma subjetiva, el carácter de la filosofía griega. Porque es precisamente la forma subjetiva, el soporte espiritual de los sistemas filosóficos, lo que hasta aquí se ha olvidado casi por completo, para considerar sólo sus deter- minaciones metafísicas.
Prometo exponer, en un estudio más desarrollado, las filo- sofías epicúrea, estoica y escéptica, en su conjunto, y su rela- ción total con la filosofía griega anterior y posterior.
Me bastará, por el momento, con desarrollar ese encaden a-
miento, apoyándome por así decir en un ejemplo y consi- derándolo en un solo aspecto: su vínculo con la especulación anterior.
Elijo como modelo la relación entre la filosofía de la naturale- za en Epicuro y Demócrito. No creo que ese punto de partida sea el más cómodo. Por un lado, en efecto, existe un viejo prejuicio, en todas partes admitido, según el cual se identifi- can las físicas de Demócrito y Epicuro hasta no ver en las modificaciones introducidas por este último nada más que ideas arbitrarias; y estoy obligado, por otra parte, a entrar, en cuanto a los detalles, en ciertas aparentes micrologías. Pero, precisamente, porque ese prejuicio es tan viejo como la histo- ria de la filosofía y puesto que las divergencias se hallan tan ocultas que sólo se revelan ante el microscopio, el resultado será aún más