DIOS ES UN HOLOGRAMA
Pocos físicos negarán que vivimos en un universo perfectamente creado para la existencia de vida inteligente. Tan perfecto es, que a veces se lo define como universo Ricitos de Oro, un universo con las debidas condiciones. Como en el cuento, nuestro universo sencillamente «está bien»: «Bastaría con alterar un valor para que el universo no pudiera existir […] Las probabilidades desfavorables para la existencia del universo son de tan abrumadora vastedad astronómica que la idea de que todo sencillamente ‘ocurrió’ desafía el sentido común. Sería como lanzar una moneda al aire y que saliera cara diez cuatrillones de veces seguidas. ¿Puede ser?». (Eric Metaxas, autor de Miracles: What They Are, Why They Happen, and How They Can Change Your Life)
Es evidente que las probabilidades en contra de que nuestro universo se formara como lo hizo, junto con las probabilidades en contra de que la vida inteligente surgiera de la materia inerte una vez que el universo se formase tal como lo hizo, son increíblemente altas. Pero, a pesar de las pruebas relativamente nuevas y en aumento de la exquisita conjunción de condiciones necesarias para producir vida inteligente, muchos científicos siguen pensando que absolutamente todo lo que hay en la creación es el resultado último de una larga cadena de eventos puramente casuales, desde el nacimiento del uni verso hasta el primer organismo unicelular y las obras de Shakespeare. El azar frente al orden es una de las divisiones más importantes entre la ciencia y la religión. Un principio fundamental de la religión es que el cosmos fue obra de un Creador inteligente. Los materialistas científicos, por otro
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