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El Enojo
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Libro electrónico101 páginas4 horas

El Enojo

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El enojo es un sentimiento mal visto por la sociedad. Se le considera algo reprobable. Si una persona da muestras de enojo, difícilmente pasará desapercibida, y en general es censurada.
Sin embargo, entrando en un análisis fundamental, básico, de la naturaleza humana, podemos preguntarnos: ¿el enojo en sí mismo, “como sentimiento”, es condenable? ¿Es justa esa condena? En realidad, no es justa. El enojo tiene su valor y su lugar en la dinámica y en el psiquismo del ser humano.
La vida es movimiento y las emociones impulsan ese movimiento. Proporcionan fuerza, calor y color a la vida. Y el enojo es una de esas emociones que mueven a los seres humanos. Los sentimientos son útiles y buenos, cada uno como parte integrante de la naturaleza humana. Ella está equipada para la sobrevivencia en las diferentes circunstancias de la vida.
No hay emociones malas. Como tampoco hay pianos o violines malos. Pueden existir malos pianistas o malos violinistas, pero eso es diferente. El presente libro tiene tres partes. En la primera se da la ubicación del enojo en el psiquismo humano; en la segunda se hace un análisis sobre su esencia y su dinámica, y en la tercera se exponen las formas de expresión del enojo y de su manejo funciona.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 dic 2020
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    El Enojo - Julián Juan Hernández Vera

    Conclusión

    1ª. PARTE:

    Aspectos

    generales

    implicados en el enojo.

    1.- ¿ES MALO EL ENOJO?

    a) El sentimiento y su expresión.

    El enojo es un sentimiento mal visto por la sociedad. Se le considera algo reprobable. Si una persona da muestras de enojo, difícilmente pasa desapercibida, y en general es censurada.

    Todos hemos escuchado frases como estas: No te enojesEl enojo es maloEl que se enoja pierde, Enojarse es de mala educación…, El enojo destruye… Es decir, al enojo se le considera como un intruso destructor.

    Hitler era paranoico e iracundo. La película alemana Der Untergang, La Caída (año 2004), nos presenta los estallidos de ira del Führer en repetidas ocasiones, especialmente notables cuando atrincherado en su bunker, descubre la intriga de algunos de sus generales para asesinarlo, y ordena destruirlos a todos. También aparece su ira cuando le muestran el mapa informándole que la ciudad de Berlín está completamente cercada por los aliados. El arrebato es estrepitoso.

    La sociedad, efectivamente, considera al enojo como algo criticable.

    Pero adentrándonos en un análisis más cuidadoso podemos notar que el asunto es más complicado, y no merece una simple condena.

    En efecto, podemos advertir que existe una confusión. Se ha confundido el sentimiento del enojo con las manifestaciones del enojo. Se ha confundido el estado de ánimo de sentirse enojado con las expresiones externas de ese sentimiento. Y son cosas diferentes.

    Una cosa es el enojo como afecto del ánimo, como sentimiento, y que está dentro de la persona y otra cosa es la forma externa, o sea, la forma de manifestar al exterior ese enojo.

    Hay manifestaciones y expresiones verbales que claramente no son aceptables. Todavía menos aceptables son los arrebatos desbocados, los desplantes insolentes u ofensivos, los berrinches altaneros, etc., que pueden ser formas ofuscadas, agresivas, destructoras.

    Tampoco son aceptables las expresiones de enojo cuando van acompañadas de agresiones físicas, golpes, heridas o cualquier otro tipo de lesiones. Nadie puede negar que esas expresiones sean inadmisibles en todos los ámbitos.

    Todo ello, especialmente cuando dan lugar a la violencia intrafamiliar, o a mayores consecuencias sociales perjudiciales o abiertamente perversas.

    Un día, estando por entrar a mi casa, observé una camioneta estacionada cerca de mi puerta. Dos novios discutían dentro de ella. De pronto, el varón propina dos golpes en la cara de la novia. Ella empieza a llorar y a tratar de protegerse. Al verme el agresor, enciende rápidamente el auto y se aleja cómo un torbellino.

    Sin duda, estas expresiones son bajo todos los puntos de vista, reprobables.

    "Imposible saber –escribe Séneca-, si este vicio es más detestable que deforme".

    b) El sentimiento solo.

    Pero, entrando a un análisis fundamental, básico, de la naturaleza humana, podemos preguntarnos: ¿el enojo en sí mismo, como sentimiento, -separado por ahora de su expresión externa-, es condenable? ¿Estamos mal cuando nos enojamos? ¿Es justa esa condena?

    Es decir, el hecho psicológico mismo, interior a la persona, ¿es inaceptable? ¿es condenable ese sentimiento, como reacción interna?

    Veamos. Un hijo observa que a su madre, el tendero del mercado le tira a la cara un manojo de lechugas. Aunque ignore la causa, el hijo espontáneamente se molestará. Un papá que mira cómo un extraño, golpea sin razón a su niño de tres años… ¿Qué pasará? ¿Permanecerá impávido? ¿Sería reprobable su reacción de enojo?

    Otro ejemplo, menos simple. En cierta ocasión presencié lo siguiente. Un joven de diecisiete años había perdido la vida en una volcadura. Estábamos con la familia en la funeraria y el hermano mayor del difunto, con el puño cerrado y lleno de rabia, golpea el féretro donde está tendido su hermano menor y exclama: Yo te lo advertí, cabrón… ¿Así te querías ir, así te querías ir…?.

    ¿Cómo juzgar ese sentimiento tan complejo? ¿Condenarlo sin más…?

    Sin duda, hay reacciones que se explican y hay reacciones injustificables. Lo cierto es que una cosa es el enojo como SENTIMIENTO y otra cosa son SUS EXPRESIONES, ya sean éstas explicables, discutibles, equívocas, destructivas o tal vez, lógicas y entendibles. Necesitamos, por consiguiente, distinguir entre el ENOJO y su EXPRESIÓN.

    c) Diferentes eventos.

    El enojo es una experiencia universal. Y todos tenemos numerosos ejemplos. Consideremos ahora los siguientes.

    Elisa, era castigada injustamente desde pequeña por su padre, quien además ofendía y golpeaba a su madre. Cuando Elisa cumple diez años, este padre agobiante y golpeador desaparece sin razón como si hubiera muerto, y se va de la casa… pasados los años muere la madre. Cuando Elisa tiene ya veintiséis años, extraña e intempestivamente reaparece el padre…, según dice arrepentido… y queriendo hacer las paces… Elisa, muy molesta y resentida no puede menos que decirle: ¿Qué haces aquí..?, ¡No quiero verte! Mejor vete… ¡Quisiera golpearte como tú lo hiciste conmigo y con mi madre…!.

    ¿Cómo evaluaríamos ese enojo de Elisa?

    Otro ejemplo. En las páginas del Evangelio se cuenta que Jesús en cierta ocasión entró al templo de Jerusalén y encontró a los vendedores de palomas, bueyes y ovejas, y a los cambistas haciendo sus negocios.

    Hizo un látigo de cuerdas, volcó las mesas de los cambistas y los echó fuera del templo, diciéndoles: mi casa es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de ladrones. (Mt.21, 12ss; Mc.11, 15ss; Lc.19, 45ss).

    Podemos deducir de esta narración que Jesús estaba profundamente disgustado con lo que veía. No era aceptable para El ver el templo convertido en mercado.

    Pensemos ahora en ti. Acabas de comprar un auto nuevo con enormes sacrificios. Y un tipo a quien no conoces va pasando por tu casa, con un clavo en la mano raya tu auto desde el frente hasta la cajuela… ¿Sonreirías?

    Vemos que el enojo, como sentimiento, es algo natural, espontáneo, involuntario, y por tanto, es parte de la vida y tiene su lugar en nuestra existencia, y no es reprobable en sí mismo.

    d) Mundo sin emociones.

    Pero, además de todo lo anterior, podemos considerar otras razones. He aquí un argumento ab absurdo; que nos será muy útil.

    Supongamos como una hipótesis, que en el mundo no existieran ni el enojo ni ningún otro sentimiento ni emoción. Es decir, que hubiera ausencia de todas las reacciones emotivas llamadas sentimientos, emociones… ¿Cómo sería la vida humana?

    Los humanos accionaríamos como máquinas, automáticamente, sin sentir absolutamente nada.

    Sería casi como una gran población de robots mecánicos moviéndose por todas partes. Sería un mundo de autómatas imperturbables, inmutables. Un mundo mecánico, totalmente insensible.

    En realidad seríamos androides impasibles. Todas las realidades sucederían a nuestro alrededor sin causarnos ninguna reacción, ningún sentimiento. Seríamos indiferentes a todo.

    No tendrían

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