Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Femme de ma vie: Y tu ¿Cuándo aprendiste a amar?
Femme de ma vie: Y tu ¿Cuándo aprendiste a amar?
Femme de ma vie: Y tu ¿Cuándo aprendiste a amar?
Libro electrónico330 páginas4 horas

Femme de ma vie: Y tu ¿Cuándo aprendiste a amar?

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Jorioz es un errático joven que habrá de encontrar en Anna una conexión que le complementaría por mucho tiempo. Sin embargo habrá de acostumbrarse a que sus lindos ojos café miren con fulgor sólo hacia él y que, a pesar de pasar de ser errático a pragmático deberá dar un poco más de sí por quien ama.
¿Eres capaz de imaginarla viendo a alguien más como a ti te veía? Ella guarda, como una esponja que todo lo absorbe, cada uno de tus errores; será necesario que reflexiones sobre qué harás si no quieres verla irse de la mano de alguien más. ¿Qué harás para no terminar en el suelo sollozando sin haber aprendido nada?
El amor es una dulce novela rosa que todo lo mancha y desarticula tu bienestar cuando se marcha, pero no hay error que no trascienda en un aprendizaje que no debas tomar. Tal vez mal sabor de boca deja, o te enemista con quien amaste alguna vez, pero lo que sentías no era en vano, al menos que tu compromiso allí no se haya presenciado, es por eso que se muestra importante no borrar esos capítulos para obtener de ellos un mejor mapa de quien después te digas otra vez enamorado.
Acompaña tu reflexionar con Femme de Ma Vie, y siéntate a conectar tus agrios errores con esta obra que te invita a tomarlos y convertirlos de trágicos recuerdos en novelas tuyas que conecten con el relato del libro y te permitan crecer hacia tu propio pasillo de romanticismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 nov 2020
ISBN9789942866592
Femme de ma vie: Y tu ¿Cuándo aprendiste a amar?

Relacionado con Femme de ma vie

Libros electrónicos relacionados

Romance para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Femme de ma vie

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Femme de ma vie - Jorge Pimentel

    Femme de ma vie

    Jorge Luis Pimentel

    Femme de ma vie

    Primera edición: Junio 2020

    ©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L

    © Del texto 2020, Jorge Luis Pimentel

    ©Edición: Elizabeth S.B

    ©Portada e ilustraciones:

    ©Diseño Creativo: Antonella Jara.

    ©Maquetación: Gabriel Solórzano

    Todos los derechos reservados.

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra,

    el almacenamiento o transmisión por medios electrónicos o mecánicos,

    las fotocopias o cualquier otra forma de cesión de la misma,

    sin previa autorización escrita del autor.

    Luna Nueva Ediciones apoya la protección del copyright y

    está en contra las copias ilegales realizadas sin permisos expreso

    del autor o del sello editorial Luna Nueva S.L

    El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad

    en el ámbito de las ideas y el conocimiento,

    promueve la libre expresión y favorece una cultura libre.

    edicioneslunanueva@outlook.com

    www.edicioneslunanueva.com

    Luna Nueva Ediciones.

    Guayas, Durán MZ G2 SL.13

    ISBN: 978-9942-8655-7-6

    A quien caminó por aquel

    viejo pasillo de madera,

    lleno de proyectos e ilusiones idílicas,

    que se enmarcaban con el oro más puro

    que no tenía que ser lustrado,

    y alguna vez me acompañó por

    más densa que fuera la bruma:

    gracias.

    Introducción

    A medida que los años van cobrando protagonismo y la dizque madurez de algunos con ello, las acciones de la juventud temprana van envolviendo a las personas en una sensación de vergüenza generalizada hacia aquellas acciones, a veces con cierta razón.

    Sin embargo, hay quienes pueden vivir entre esa ola de malas y vergonzosas decisiones, un genuino desarrollo de emociones que son tan complejas que la mayoría suele mal manejarlas; una de esas emociones es el amor.

    Aunque parezca trillado, muchas de las personas no se paran a pensar en el hito que el primer amor forja en nuestra concepción contemporánea de aquella emoción. Haciendo distinción enérgica entre el primer noviazgo y el primer amor.

    Ahora, en virtud de la concepción más experimentalista que la generación centúrica carga per se por la ola de desapego a la formalidad del amor que la generación milénica legó a la cultura popular, es de recalcar que se puede ver la magia del amor genuino y pujante en medio de una apabullante tendencia a la desvalorización de este sentimiento, firmado por un desapego a la serenidad y respeto con la que debe ser tratado.

    La magia del cuento rosa puede cobrar vida todavía, no sólo en bellas relaciones de juventud, sino también en la solidificación del núcleo familiar. Entre más valorización pueda cobrar vida el bello enlace del corazón con la realidad, más sólidos pueden ser los cimientos de las familias a posteriori, más cuando nos tomemos el tiempo de juzgar con objetividad cada bello aporte que quienes alguna vez nos amaron nos dejaron aun con su partida.

    Las danzas y desenlaces de las novelas rosas no saltan a la realidad, porque estas son un reflejo de la misma. Entonces, la realidad salta a las novelas rosas y estas reflejan las complejas pero bellas encrucijadas que el enamorarse verdaderamente trae consigo, enseñándonos que estas no son ficción sino un reflejo de lo real.

    Primera Parte

    R

    Catalina Marqués

    Capítulo I

    Asambleas artísticas

    Son cerca de las diez y media de la mañana, la campana sonará pronto y habrán de tener receso.

    La profesora naturalmente da su clase con normalidad; a veces no comprende por qué se les estigmatiza tanto. Duros con él también pudieron haber sido, pero siempre terminó entendiendo que ninguno, o al menos a este nivel, hace ello de manera personal, solo quieren enseñar bien. Se atrevería a decir que entre más estigmatizado está el profesor mejor está haciendo su trabajo, la disciplina y la rectitud perduran, las risas no. Después, él un poco mayor ya viéndolo de fuera lo puede notar: deja de ver la secundaria, como en la primaria lo hacía (la escuela de los chicos grandes e independientes), y ya puede reconocer que en ella solo van chicos, que incluso en primer grado se ven hasta como bebés.

    La maestra María en el pizarrón dibuja una ejemplificación de la suma de las fuerzas, tema interesante, pero por demás fácil, sin duda no uno que propiciará trabajos que impliquen el grabado de formulas que parecen interminables, pero que cuando son resueltas dan un aire justo de erudición a su vano cuaderno cuyos temas han sido repetidos por generaciones de jóvenes que en su lugar estuvieron.

    Se acabó, Jorioz sale, espera a sus amigos, es la primera vez que logra tener un sentido de pertenencia de ese estilo. Siempre es común verlo a él, a Hernán y Rafael caminar formados en los alrededores mientras Jorioz escucha elocuencias de Rafael, un joven caucásico, de complexión media, para ese momento un poco más alto que sus otros dos amigos. Jorioz entiende, y cree saber que Hernán también, que Rafael es proclive a atraer a las chicas, y suele preguntarse por qué, incluso mujeres de un grado mayor que él, suelen acercársele y entablan amistad con él, es obvio que les gusta. Pareciese que este no tuviera que moverse para que las chicas a él llegasen. En el pasado, tal vez, su actitud extrovertida le haya ganado la facilidad de hablarles, de entenderlas, o simplemente podemos adjudicárselo a que creyesen simplemente que es un hombre bien parecido. No podemos decir lo mismo de Hernán, divertido, sí, pero con un físico que hasta un hombre intuiría que mucho éxito con las damas no posee, sin embargo, parece entenderlo y busca, como todos hacemos con nuestros defectos, compensarlos o simplemente pretender que no existen.

    Jorioz suele escuchar, seguir la conversación, planteando de vez en cuando temas que sus amigos sí buscan continuar sin mucho éxito, pues pueden llegar a ser cosas que Hernán y Rafael no entienden o simplemente no gustan de querer entender, pero por un momento, cuanto menos con su punto de vista, se crea un pequeño intercambio de ideas. De ahí en fuera la elocuencia y risas corren a cargo de Rafael, mientras que Hernán las retroalimenta. A Jorioz le hace gracia, y, a veces, se priva en carcajadas como respuesta a aquellas elocuencias. Tal vez ahí radica el éxito de Rafael con las damas, un hombre bien parecido que además es carismático. Jorioz no puede decir lo mismo de él, su tasa de efectividad es de cero por ciento, le baja el ánimo de vez en cuando, ¿por qué no puede perpetrar nunca nada adecuado para atraer a si a una mujer que él elija?, se cuestiona. Es indudable que, en la vida de todo joven, este alguna vez se plantea si es que no vale nada, pues nadie, ninguna dama que él quisiese llegado un punto, le aprecia más allá.

    A la mente de Jorioz viene el recuerdo de hasta 9 mujeres que habrían captado la atención de sus ojos, para risa de él una de ellas es un recuerdo del preescolar. Suele contarla pues cree que ahí podría radicar los primeros indicios de que el corazón habría de jugar un papel preponderante en su vida.

    A pesar de que algunas hayan mostrado interés de gastar su tiempo en él, tal vez en sí mismo no lo necesitaba. Apenas llegado a la secundaria Jorioz conoció a Ailud, él suele recordar que su olor era maravilloso, la química del cerebro en ellos funcionaba. Ailud en menos de una semana insinuó las obviedades más directas. En Jorioz, sin embargo, residía una sana idea de no estar listo, Ailud le gustaba, pero él creyó no estarlo; puso un alto en Ailud, generando una división, tal vez no irreparable, pero que ciertamente nunca se hizo el intento de reparar por desinterés. Después de Ailud, Jorioz puso su mirada en hasta cuatro mujeres, ya contadas en la generalidad de todas las que cree recordar, teniendo resultados variados, pero nunca contundentes, en una dinámica cansada, que le podía derrotar a si mismo, pues con cada una de ellas, y el intento de ganar su favor, se abría la puerta de un pequeño grupo de hombres con los que tendría que rivalizar, pero que, hasta entonces, nunca habrían de hacerle tanto daño las comparativas, que por la dinámica de conquista, en la cabeza de las mujeres se crea. A pesar de todo no se embelesó totalmente de ninguna para que se regocijaran de su corazón dañar. Tal vez, porque más allá de haber flirteado superficialmente, nunca se había aventurado a apreciar y dar verdaderamente su corazón.

    El recorrido de interminables vueltas en círculo se acabó, deben volver al aula, no sin antes tener que conformar filas, una acción que la escuela lleva a cabo como parte de pequeñas y viejas estrategias disciplinarias que habían funcionado bien. Los jóvenes conforman estas filas con deficiencia, cobijados por el gris cielo de la mañana, no logran hacerlo con serenidad, es como si hubieran guardado las primeras cuatro horas de la jornada energía para exacerbar en aquellos veinte minutos de receso. Isabela, la jovencita a quien a cargo está facilitar la tarea de conformación de esas filas del grupo, lo hace torpemente, tal vez sea porque su actitud natural es delicada y suave, poco imperante para lograr reprimir la exagerada actitud extrovertida de los jóvenes, habiendo terminado una vez sus propias vueltas interminables en círculos por el patio.

    El maestro, un hombre bajo, de tez morena, panza curiosa y un bigote que parece mueve como si dentro de su boca un chicle masticase infinitamente, llega y lleva aquellas filas al aula que de aquel grupo es. Todos se sientan, algunos todavía entre aquello seguían buscando terminar sus aperitivos, comprados o previamente predispuestos, del receso. Hay una forma de trabajar que particularmente a él gusta, yendo de la mano con las actividades que luego la escuela muestra de manera recreativa.

    —¡A ver jóvenes! —Exclama el maestro, buscando la atención y el silencio— Dentro de la parte inicial del temario de Artes tenemos predispuesto la presentación de bailes de salón. Y así, en ese sentido, como parte de un fomento autodidacta, es en equipos que deben conformar estas coreografías y en concordancia con esto, los bailes de salón. Chachachá, tango, mambo, exceptuando tal vez el vals, porque suele ser lento y se presta a que me conformen algo simple, cosa que no quiero. El punto es que innoven en pasos dentro de las posibilidades. Pueden trabajar como quieran, con quienes quieran, incluso solos. Al final habrán de presentarme el producto final en el salón de danza, ya caracterizados y todo. Una vez me presenten el producto final yo elegiré los dos mejores para que participen compitiendo con sus compañeros de otros grupos que igual harán sus coreografías. No necesito que contraten coreógrafos; no quiero quejas de sus padres de que están gastando dinero en ello, porque les estoy pidiendo inicialmente que lo hagan ustedes, si al final contratan coreógrafos ya no es cosa mía. Igualmente, con la vestimenta, bien pueden usar una que tengan a la mano, solo que sea similar en estilo, y se acabó. Así que tienen 15 minutos para conformar equipos y dármelos en una hoja de papel —concluye.

    Jorioz recibe, como en la pasada ocasión, aquel requerimiento, con pereza. En su cabeza rondan las necesidades de organización con terceros, que habrá de incluir el hacer la coreografía, montarla, ensayarla, etcétera, probablemente fuera de la escuela; ciertamente todo aquello genera una fatiga profética.

    Voltea la cabeza hacia Hernán y Rafael, los tres tienen claro que habrán de trabajar juntos. La pregunta era si habrán de hacerlo además con más personas. Rafael se para y va un par de filas más allá para hablar con Millicent, una amiga suya. Isabela se acerca con ellos, mientras a su vez Iria y Anna les escuchan. Isabela es, entre lo que sabe Jorioz de sus compañeros, la más interesada en asuntos dancísticos, al parecer es algo que le gusta hacer, por tanto, intuye hacia donde apunta la cosa.

    Hernán y Jorioz se acercan hacia Rafael, Isabela y los demás. Efectivamente, Rafel se había acercado a Millicent y esta a su vez a Isabela para conformar un equipo más grande; al parecer Isabela sabe de una coreógrafa que conoce ya estas dinámicas del profesor, y que pondría la coreografía a un precio asequible.

    Jorioz se pone cómodo en una silla vacía cerca del círculo donde todos discutían sobre los planes con respecto de la conformación del equipo. Ve mientras tanto a Millicent con Terenzio, un compañero suyo de tez un poco más morena que la del profesor, bajito y de complexión media. Ellos se coqueteaban, aquel momento a Jorioz le pareció curioso y en su mente se cuestionaba los por qué que suscitaron aquella relación pues Terenzio no era particularmente bien parecido, pero bueno, Millicent tampoco es Miss Secundaria, se planteó. Al final de cuentas, viendo aquel momento, Jorioz llegó a la conclusión de que Terenzio era un chico agradable, eso probablemente habrá de haber visto Millicent en él, ciertamente no lo sabe, piensa que la cabeza de las chicas y el cómo estas eligen finalmente a un hombre que crean digno es todo un enigma, pues muchas terminan eligiendo hombres vanos por sobre buenos partidos. Este probablemente no era el caso, Terenzio igual y era un buen joven, y más bien la cuestión era qué vio Terenzio en Millicent, mujer que a pesar de que no trataba frecuentemente con Jorioz, no es que fuesen precisamente grandes amigos, simplemente mantenían una relación cordial, pero a él le parecía una mujer de actitud un tanto rasposa. Whatever —se dice Jorioz así mismo parodiando a una coloquial chica fresa.

    Finalmente, Isabela termina la sesión que allí había suscitado, escribiendo en un papel los nombres que conformarían el equipo:

    Isabela Estrel Virués, Millicent Juana Garrido Verraza, Anna Lorena Torres Alarcia, Iria Salomón Henrique, Jorioz Louis Pessoa y Mógeda, Hernán Marqués Guadarrama, Rafael Lagos Heleno, Regina Zelcia Hernández, Terenzio López Ortega, Eduardo Cortés García, y Jatziri Peralta Muñoz.

    Una vez escritos los nombres Isabela dio la hoja al profesor, cerrándose así la conformación del equipo. Para Jorioz este sonaba bien, no es tampoco que tuviese que sonar mal, simplemente esperaba que funcionase y que se pudiese hacer la coreografía con rapidez y presentar cuanto antes aquel requerimiento. No era de la afición de Jorioz, pero tampoco buscaba afrontar aquella situación de mala gana.

    La discusión acerca de cómo y cuándo se iniciaría a practicar la coreografía se había terminado; ya no había más por hacer. Permanecieron, simplemente, sentados en grupo hasta finalizar la clase, una que se marcaba por ese constante flirteo que Jorioz veía en Millicent y Terenzio, a sus ojos los dos se veían tan pequeños, inocentes, le parecía una novela de amor de enanitos.

    Capítulo II

    Amigo de tu amiga

    Salgo de clase abrumado, pesimista. Tendré que organizarme con mis compañeros para una coreografía; sé lo que eso significa: implicará un esfuerzo extra que hay que aportar para estar en los ensayos. Será lo abrumado y pesimista, lo flojo o egoísta, pero no son actividades que apetezca realizar. Mi boca coadyuva a esa sensación (no es novedad), pues todos los días a la salida de la escuela, la sed y la incomodidad del uniforme agobian todas las posibilidades de buenas emociones que pueda tener. A veces las buenas emociones imperan sobre esa sensación, tampoco todo es negro y triste, pero para hoy no es así, simplemente no quiero hablar, supongo entonces que la bruma ganó hoy sobre todo lo demás.

    Cruzo la puerta de mi casa, las ganas de quitarme el uniforme imperan, pero antes me siento en la sala a apreciar las noticias: a veces hay de qué hablar, me ayudan a pensar, pero otras veces no es así y son el reciclado de las novedades que ya pasaron de antemano en el noticiero de una noche anterior, por lo que suponen, el verlas, una pérdida de tiempo. No obstante, las veo igual, mientras me alterno el ver el celular, tal vez allí halle algo novedoso, digno de ser apreciado.

    En el celular salta una notificación: Isabela ha hablado con su conocida, quien —al parecer— por un módico precio, gustosa, dice, nos pone la coreografía. Nada mas requiere de nuestra aprobación, pero ¿cómo habríamos de oponernos? No es como que todos conozcamos una bailarina, pero supongo que al final habrá de ser decisión de nuestros padres. Isabela nos pide sus números telefónicos para que estos hablen con Elsa, la profesora de baile, cosa que le comunico a mi mamá para que se una a un grupo donde coexistirán todos los padres para acordar el módico y plantear un horario.

    Dejo entonces que mi mamá se encargue de ello pues es hora de bañarse antes de que la misma bruma haga que me quede dormido en el sillón, con el uniforme puesto, lo que implicaría que al despertarme habré de hacerlo de mal humor, así que prevenir es no lamentar.

    Abro la llave de la regadera, me meto en ella, una vez esté tibia (claramente). Tomo el shampoo, hay que empezar de la cabeza a los pies; hay que tener orden. Sinceramente soy pésimo en la regadera, me desconcentro con facilidad, esta se va como hoja de papel pegada a otra con saliva. En esta ocasión pierdo la atención por una chica, es habitual que me planteé la idea de ir tras una, pero esta en particular no es el caso el querer ir por ella. Me la paso bien hablándole, es mi amiga, aunque debo de aceptar que su risa me parece cautivadora, la lleva acabo con naturalidad; me parece dulce verla reír.

    Salí del cuarto de baño, apenas lo hacía cuando oí:

    —Que mañana hay que estar en el parque de cinco a seis —me dijo mi mamá.

    —¿Para ver lo de la coreografía?

    —Sí —me contestó.

    Me metí a mi cuarto, debía cambiarme, estaba en bata.

    Segunda situación donde suelo perder la noción de la concentración. El cambiarme, cuando no tengo ninguna prioridad particular, era toda una eternidad y un vaivén de situaciones, desencadenadas principalmente por bobear en el celular.

    Me salta una notificación, era Anna, diciéndome cosas planteadas muy precipitadamente.

    —¡Hola¡ ¿Qué haces?

    — Hello, me estoy cambiando jajaja.

    —Ohooou.

    —¿Qué haces tú?

    —Estoy con Iria, pero me dejó fuera de la casa jaja.

    —¿Estás en su casa?

    —No, ella está en la mía, pero quería que te hablase.

    —¿Y por eso te dejo fuera?

    —Eso parece.

    —¿Y por qué en que me hablases o no radica el que te deje pasar?

    —Pregúntale a ella —me escribía con connotación vacilona.

    Para el último mensaje no abrí la conversación, estaba decidido cuando menos a superar la primera fase del cambiarme y ponerme la ropa interior; prescindir de la bata cuanto menos, de una vez por todas. Eso hice.

    Me salta otra notificación de la conversación de Anna; esta vez era un vídeo, por tanto, tenía que abrir la conversación para verlo (obviamente). Otra vez, eso hice.

    Era un vídeo elocuente. Vi a Anna grabar su puerta entre risas y vacilones forcejeos contra Iria, para que esta la dejase pasar.

    —No bueno jajaja —le envié.

    —Juas juas.

    —Esa sí que es una batalla campal. Pero todavía no logro comprender por qué hubieres de hablarme para que te dejen pasar jajaja. (No sé si era ingenuo para planteármelo, o si para entonces no estaba denotadamente claro).

    Sea cual sea la connotación de aquella irreverente conversación estaba feliz, hablar con Anna me hacía feliz, podía contarle prácticamente de todo, o simplemente admirar sus vaciladas, cosa que hacía gustoso.

    Ahora sí, era preponderante ya cambiarme, la cara se me resecaba, no suelo ponerme crema, pero siempre hay excepciones cuando se requieren.

    Una vez estaba listo salí a la sala, me senté. Suspiré, hay que relajarse. En la televisión estaba la típica programación de lunes a viernes, ese día era viernes. No hice más por cambiar de canal o querer buscar algo que me entretuviese, además mi mamá lo estaba viendo, me pareció.

    Saque el celular, y sin ninguna idea clara de para qué, me metí en el perfil de Anna, comencé a ver sus fotos de perfil, cuando llego entonces a una foto en particular donde estaba con todas sus viejas amigas, guardé esa foto, una jovencita de las que estaban allí me llamó la atención, así que pensé que Anna podría, tal vez, presentármela, decirme su nombre, algo; conocerla, ¿ser su amigo?

    —Oye, oye, oye.

    —¿Qué pasó? —me contesta.

    —Conoces a esta chica, ¿no?

    —Jajaja, sí… ¿por…?

    —Pues… No sé. Tal vez podrías presentármela.

    —Primero dime ¿qué hacías viendo mis fotos de perfil?

    —¿Tus fotos de perfil?

    —Sí, ¿dónde más hubieras podido encontrar esa foto?

    —Tengo contactos —le dije vacilón, para evadir su pregunta.

    —Ajá, claro.

    —Ya dime, mejor, si me la vas a presentar o algo. Por favor. —Le planteé vacilón.

    —Está bien. Se llama Catalina.

    —¿Y Jorioz podría tener la oportunidad de conocer a Catalina?

    —Jajaja, puede ser. Le voy a enviar mensaje para presentarte.

    La emoción se me subió en aquel momento, en pocos minutos estaría siendo juzgado por los ojos de Catalina para saber si era partido para ella o no. Había muchas variantes, cómo me presentara Anna era una de ellas.

    Pasados unos minutos Anna me envía mensaje, era una captura de pantalla de lo que le había dicho a Catalina.

    —¿Qué crees? Jajaja —le preguntó Anna.

    —¡Hola! ¿Qué creo?

    —Le gustas a uno de mis amigos.

    —¿Ah sí? A ver, mándame una foto de él —le pide Catalina a Anna.

    —Sí, permíteme un momento.

    Anna ahora pedía por una foto mía, que la eligiera a conveniencia, para llamar la atención de Catalina, supongo. Había un problema, no era yo de hacerme muchas fotos así que me aventuré rápidamente a tomarme una en aquel instante.

    Tenía una camisa beige, con un pantalón marrón; zapatos marrones. Supongo que lo que vistiese de la cintura para abajo no importaría nada, puesto que no se vería en la foto. Tomé un saco beige y me lo puse; no me vería presuntuoso, ese era yo, una persona a la que le empezaba a gustar vestir semiformal, así que no mostraría nada que no fuera. Me tomé la foto y se la envié a Anna.

    —Aquí está —le escribía nervioso, mandándole la foto.

    —A ver, deja se la mando.

    Mis nervios eran altos, tal vez no por Catalina, pero supongo eso tiene ponerte a merced del juicio de otra persona para que esta valore si le pareces atractivo o no. En cualquier caso, ya le había preguntado a Anna por Catalina, ya Anna le había dicho de mí a Catalina, y ya Anna, seguramente, le estaba mostrando mi foto a Catalina.

    —Aquí está tu resultado —me decía Anna enviándome también una captura de pantalla de su conversación con Catalina.

    Puedo decir que las cosas salieron bien, Catalina parecía receptiva a recibir mi pretensión, por lo que empecé a seguirla en sus redes, y poco tardó ella en hacer lo mismo.

    —Parece que las cosas salieron bien, Gavilán —me dijo Anna.

    —Jajaja ¿tú crees?

    —Sí, por supuesto.

    —No soy muy bueno con las chicas… No sé, no se me suele dar.

    —Tranquilo, ten por seguro que no es así como lo dices, mira, te voy a ayudar con ella, es mi amiga, yo la conozco.

    Me desperté al día siguiente, el ánimo al tope porque hoy era día de iniciar ensayo, así que, teóricamente, no debía haber cabida para ser apático, debía darlo todo, al menos para encontrar lo gratificante de aquel evento.

    En un abrir y cerrar de ojos, como se pasa la mañana, ya estaba llegando al parque donde habría de hacerle de bailarín de danzas de salón. Me subí a la gran tarima de concreto que yacía enfrente de un escenario con bancas de cemento. Ahí me formé, posicionándome cerca de donde estaban las personas con las que más me llevaba: Hernán y Rafael.

    —Hola, chicos, me presento, soy Elsa. Isabela me conoce bien, ya he trabajado antes en este tipo de eventos que lleva acabo el profesor de danza, trabajé hace algunos ayeres con el hermano de ella y pues espero que podamos trabajar bien, que pongan de su parte, y pues yo igual daré todo de mí para que saquemos adelante estas coreografías, ¿les parece? —dijo presentándose.

    Elsa nos puso a calentar, y ahí los veía, calentando, mientras yo hacía lo propio un poco cohibido

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1