Miseria y dignidad del hombre en los Siglos de Oro
Por Pablo Sol Mora
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Miseria y dignidad del hombre en los Siglos de Oro - Pablo Sol Mora
El triunfo de Baco o Los borrachos,
Diego Velázquez (ca. 1629)
SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS
MISERIA Y DIGNIDAD DEL HOMBRE EN LOS SIGLOS DE ORO
PABLO SOL MORA
Miseria y dignidad del hombre en los Siglos de Oro
Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2017
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
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Tel. (55) 5227-4672
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ISBN 978-607-16-5403-8 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Índice
Prólogo
Primera parte
HACIA UNA HISTORIA DE LA MISERIA / DIGNITAS HOMINIS
I. Orígenes clásicos y bíblicos
1. Antigüedad clásica
2. Biblia
II. La patrística
III. La Edad Media
IV. El Renacimiento
Segunda parte
MISERIA / DIGNITAS HOMINIS EN LOS SIGLOS DE ORO
I. El Renacimiento
1. Fernán Pérez de Oliva y el Diálogo de la dignidad del hombre
2. Francisco Cervantes de Salazar y su continuación del Diálogo de la dignidad del hombre
3. Fray Luis de León y De los nombres de Cristo
II. El Barroco
1. Francisco de Quevedo y La cuna y la sepultura y Providencia de Dios
2. Pedro Calderón de la Barca y La vida es sueño (comedia y auto sacramental)
3. Baltasar Gracián y El criticón
Epílogo
Bibliografía
Índice onomástico
Patri meo.
Hic domus, haec patria est. Genitor mihi talia namque (nunc repeto) Anchises fatorum arcana reliquit.
Aeneis, VII, 122-123
Sobre el hombre es nuestra contienda…
FERNÁN PÉREZ DE OLIVA,
Diálogo de la dignidad del hombre
Prólogo
O Asclepi, magnum miraculum est homo.
¹ Las palabras de Hermes Trismegisto en el Asclepio resuenan aún en nuestros oídos, gracias, sobre todo, al célebre Discurso de Giovanni Pico della Mirandola (otros, antes y después, las citaron, pero ninguno con la fortuna del Princeps Concordiae, a cuyo nombre quedaron unidas desde entonces). Para su anónimo autor, siguiendo la tradición hermética, el hombre es un gran milagro por ocupar un lugar intermedio en la jerarquía de los seres y estar vinculado a los dioses, por ser capaz de superar su parte meramente humana y ascender a la divina. Lo afirmaron también, a su manera, Sófocles y el salmista. El primero, en el famoso primer estásimo de Antígona: Muchos son los portentos, / pero nada más portentoso que el hombre
;² el segundo, con referencia a Dios, en el salmo 139, 14: prodigio soy, prodigios tus obras
.³
La noción general de que el hombre encierra en sí cierta grandeza, de que sobresale entre los demás seres y posee algo que le da una excelencia particular es, por supuesto, antigua y común a diferentes culturas, como lo es también la de que en realidad es un ser miserable, el más infeliz y desvalido de todos. A decir verdad, ambas, más que excluyentes, son complementarias: representan dos extremos de la visión de lo humano, las dos caras de una sola moneda. En la tradición occidental, estas nociones hallaron forma en una serie de ideas que, devenidas algunas de ellas lugares comunes, identificamos como miseria y dignitas hominis. Éstas tienen sus orígenes en la Antigüedad clásica y en la Biblia, fueron desarrolladas por los Padres de la Iglesia y alcanzaron su mayor esplendor en la Edad Media y el Renacimiento, respectivamente. De las dos, la segunda ha sido sin duda la que mayor atención ha atraído y la que se ha beneficiado de más estudios, al punto de que a veces se ha ignorado por completo a la primera, pero a poco de reflexionar sobre ellas queda claro que es imposible separarlas. A lo largo de la historia ha habido periodos en que una parece prevalecer sobre la otra, pero aun en los momentos en que esta preponderancia es mayor, la contraparte nunca desaparece del todo. Es por esto que cualquier intento de acercamiento general debe tomar en cuenta ambas como una unidad.
Escribir la historia de la miseria / dignitas hominis plantea varias dificultades de índole teórica y metodológica.⁴ En ella conviven elementos filosóficos, religiosos y literarios que exigen que su estudio no se limite a una sola perspectiva y considere su diversidad. Así, la antigua filología, en su sentido clásico,⁵ y la moderna historia intelectual,⁶ por su carácter interdisciplinario, parecen ofrecer una vía particularmente útil para aproximarse al tema.
Habría, quizá, que empezar por las palabras mismas. Una historia estrictamente semántica de las expresiones miseria y dignitas hominis⁷ sería un valioso instrumento en la comprensión general de esta doble noción e iluminaría la cultura de las épocas en que alguno de sus elementos ha sobresalido. Consideremos en principio la palabra dignitas y su descendiente dignidad
(o, para el caso, dignité, dignità o dignity). Dignitas proviene del adjetivo dignus, derivado del verbo decet, convenir a
, y significaba, generalmente en un contexto social y político, mérito
, alto rango
, y era inseparable de los conceptos de autoridad y honor que éste implicaba.⁸ Así, por ejemplo, César, en la Guerra civil (I, 8-9), refiere cómo Pompeyo le pide que, por su propia dignitas
, deponga su ira en beneficio de la república, y cómo le responde que ésta ha sido siempre lo primero y más importante en su vida.⁹ En Cicerón abundan los ejemplos de este tipo, pero también él, en Sobre los deberes (I, 106-107), habla de la excellentia y la dignitas de la naturaleza humana y la vincula con la razón, común a todos los hombres y que nos hace superiores a los animales.¹⁰ Éste es uno de los orígenes de la dignitas hominis que encontraría su auge en el Renacimiento. La dignitas, en cualquier caso, implicaba una afirmación de excelencia, una orgullosa conciencia de grandeza y superioridad. La transformación que sufrió ese concepto se ve claramente en lo que en la actualidad se entiende por dignidad. Ésta suele significar hoy poco menos que el mínimo respeto que cada uno se debe a sí mismo y por el que se hace o deja de hacer algo; en circunstancias adversas de algún tipo, se apela a la dignidad
como último elemento de resistencia. Y en qué consista exactamente, en un mundo secular, la dignidad del hombre
, expresión que conserva su prestigio e invocada aquí y allá a la menor provocación, no es pregunta de fácil respuesta.¹¹
Sin dejar de tener en cuenta, entonces, la semántica, la historia de la miseria / dignitas hominis debe ir más allá de ella, pues la historia de las palabras que componen la expresión en la que se ha consagrado una idea no agota la historia de esa idea. Por ejemplo, en el mencionado Discurso de Pico, la expresión dignitas hominis no aparece de hecho ni una sola vez (y menos que en otra parte en el título, invento de la posteridad), pero es clara su trascendencia para la historia de la idea. Dicho esto, subrayemos que la historia intelectual no debe pasar por alto nunca los recursos lingüísticos y retóricos utilizados para expresar una idea determinada, pues las ideas no viven, incorpóreas, en el cielo platónico, sino encarnadas en el lenguaje.
En la literatura de los Siglos de Oro, la miseria / dignitas hominis aparece por todas partes. Apenas hay género en el que no figuren: poesía, teatro, novela, diálogo, discurso, tratado religioso y un prolongado etcétera. No es mi intención, claro está, componer su historia exhaustiva. En muchas, demasiadas ocasiones, la miseria / dignitas hominis es ciertamente sólo un ornamento retórico, un recurso utilizado al paso con la ayuda de alguna poliantea, pero en otras es algo más: no un mero accesorio, sino asunto central; no elemento secundario, sino estructural. Son ésos los casos que me interesan. Es fundamental, en un estudio como éste, tener claro qué proviene de la tradición y cuáles son sus orígenes, pero no menos —y, para nuestros fines, de hecho, más— explorar las diferencias, hallar lo particular dentro del patrimonio común, las orientaciones individuales en medio de la corriente general.
Con este propósito, he elegido obras específicas de seis autores (tres del Renacimiento y tres del Barroco) en las que la miseria / dignitas hominis ocupa un lugar preponderante. La primera, el Diálogo de la dignidad del hombre de Fernán Pérez de Oliva, no necesita justificación: es el texto canónico de la dignitas hominis en castellano, la primera obra escrita en cualquier lengua vulgar sobre ella y su mejor síntesis en la literatura española; la segunda, prolija continuación de la anterior, fue compuesta por Francisco Cervantes de Salazar, quien buscó deshacer cualquier posible ambigüedad respecto a la primacía de la dignitas que pudiera haber quedado en la obra de Pérez de Oliva, marcando así una evolución importante en la historia de la idea; la tercera, en el otoño del Renacimiento español, es la magna obra de fray Luis de León, De los nombres de Cristo, clave de la espiritualidad de la época de Felipe II, en la que el cristocentrismo luisiano subraya los caracteres específicamente religiosos de la miseria / dignitas hominis y se observa un prudente distanciamiento del optimismo que imperaba a principios del periodo; en cuarto lugar, ya en el Barroco, he escogido dos obras religiosas de la madurez de Quevedo (si bien la primera es la refundición de un opúsculo juvenil), La cuna y la sepultura y Providencia de Dios, representativas de la crisis de la época y en las que aunque en última instancia el autor se esfuerza en favorecer la dignitas, su pesimismo característico parece indicar otra cosa; en quinto, me ocupo de La vida es sueño (tanto la comedia como el auto sacramental), en la que Calderón lleva a escena el permanente conflicto entre la miseria y la dignitas hominis e intenta salvaguardar el delicado equilibrio entre ambas; por último, he elegido El criticón de Gracián, monumental suma barroca en la que el autor acaba haciendo una apología de la dignitas hominis en términos de un humanismo casi secular. Apenas hace falta decir que el examen de la miseria / dignitas hominis en cualquiera de estas obras bastaría, por sí solo, para un estudio independiente, pero lo que me interesa justamente es la evolución a largo plazo del binomio y ofrecer una visión de conjunto, histórica, que permita examinar su desarrollo general en los Siglos de Oro.
Ahora bien, en un mundo ideal, el historiador intelectual propone un objeto de estudio, muestra sus orígenes, estudia su evolución —lineal, progresiva, sin retrocesos ni vacilaciones— y, al final, obtiene conclusiones generales, diáfanas e incontrovertibles. Desgraciadamente, la historia de las ideas, como la historia a secas, se empeña en complicar las cosas a quien pretende encontrarle un sentido. Las ideas, como toda creación humana, son imperfectas y su desarrollo no es una límpida serie de estadios en la que cada uno es nítidamente distinto al anterior y señala un camino claro de evolución. A lo largo de su historia, una idea avanza, recula, a veces da grandes saltos hacia delante, luego parece retroceder a una etapa que se creía superada, se detiene, conoce periodos de transformación vertiginosa y después otros en que parece casi inmóvil, etc. Para cada hipótesis con pretensiones de generalización absoluta (típicamente, en este caso, la Edad Media es la edad de la miseria hominis; el Renacimiento, de la dignitas) sería sencillo reunir un puñado de ejemplos que la desmentiría. Por ello me ha parecido importante evitar ese tipo de juicios sumarios y observar en ocasiones los casos contrarios al lugar común. Esta precaución, sin embargo, no debería llevarnos al extremo opuesto: pensar que no es posible señalar líneas generales de evolución y negar que hay casos de obras que son más representativas del espíritu de una época que otras.
Por otro lado, si la miseria / dignitas hominis es realmente un asunto central en la obra de un determinado autor, no bastará, entonces, con consignarla y hacer un repaso somero de sus elementos; habrá que considerar los diversos factores que integran su concepto del hombre: sus creencias religiosas, sus presupuestos filosóficos, etc. Por esta razón, me he detenido en algunos aspectos relevantes que inciden en la concepción de la miseria / dignitas hominis (por ejemplo, el cristocentrismo de fray Luis o la noción de persona en Gracián). Tampoco he dejado de aludir, aquí y allá, a los factores específicamente históricos que afectaron el desarrollo del tema y que en un momento dado inclinaron la balanza hacia uno u otro lado. La miseria /dignitas hominis, como toda idea, no se desenvuelve en una inmaculada esfera de cristal, sino en el mundo, y está sujeta a la influencia de los acontecimientos históricos.
En el contexto de la cultura europea, particularmente renacentista, la miseria / dignitas hominis ha sido objeto de numerosos estudios, aunque sigue a la espera de la obra que intente hacer su historia general. Entre ellos habría que destacar los pioneros de Giovanni Gentile, Ernst Cassirer, Herschel Baker y, de manera especial, Eugenio Garin y P. O. Kristeller;¹² posteriormente, los de Giovanni Di Napoli, Robert Bultot, Robert Javelet, Charles Trinkaus y Lionello Sozzi;¹³ más recientemente, habría que mencionar los de Jean-Luc Martinet y la realización de algunos congresos dedicados exclusivamente al tema que han resultado en la publicación de sendas actas.¹⁴ En el marco específico de los Siglos de Oro, la miseria / dignitas hominis ha recibido atención especial por parte de Otis H. Green, José Luis Abellán, Francisco Rico, María José Vega y Aurora Egido, entre otros.¹⁵
El libro está dividido en dos partes. En la primera, intento trazar a grandes rasgos la historia de la miseria / dignitas hominis desde sus orígenes hasta el Renacimiento; en la segunda, procuro hacer una lectura detenida de los textos áureos en torno al núcleo de la miseria / dignitas hominis.
Una aclaración para terminar. Que el principal estudio del hombre es el hombre mismo constituye la base de eso que nos empeñamos en seguir llamando humanidades, herederas de los antiguos studia humanitatis o letras de humanidad, cultura común que vincula a Pérez de Oliva a comienzos de los Siglos de Oro con Calderón o Gracián (o sor Juana) en las postrimerías. No es éste el lugar para lamentar una vez más el estado actual de las humanidades ni de extenderse en su no por muy deplorada menos verdadera crisis: desplazadas del centro del saber, marginadas en las escuelas, acomplejadas frente a otras ramas del conocimiento, desconfiadas de lo que constituye su esencia (la palabra), ignorantes con frecuencia de su origen, las modernas humanidades parecen seguir con la brújula perdida. Uno de los signos más inquietantes y significativos de este prolongado malestar es la creciente hiperespecialización académica en detrimento de estudios de espectro más amplio. Nadie, por supuesto, se opondría al necesario proceso de especialización de una disciplina. El problema empieza cuando se pierde de vista lo que constituía el principal objetivo de la empresa humanista. Joseph Perez lo ha resumido así:
La meta es llegar a un conocimiento tan completo como sea posible de lo que es útil saber al hombre para ser plenamente hombre. Es por esto que la cultura de los humanistas tiene pretensiones enciclopédicas —el ideal sería saber todo, como se ve en el programa que Rabelais fija a su Pantagruel— y, al mismo tiempo, se opone a una especialización excesiva. La cultura que recomiendan los humanistas tiene un valor en sí misma y es de entrada una cultura general en el sentido de que no es la propiedad exclusiva de un grupo restringido de profesionales del saber, de técnicos, de expertos.¹⁶
Conocer y, ante todo, conocerse para llegar a ser verdaderamente humano; conquistar (porque se trata, en verdad, de una conquista: homines non nascuntur sed finguntur, como predicó incansablemente Erasmo)¹⁷ la tan ansiada humanitas, la cualidad que nos aparta de las bestias; ese y no otro era el fin al que debían tender todos los estudios humanistas y que hoy, entre sus herederos, parece perdido en la tupida selva de la microespecialidad. El fenómeno, desde luego, oculta algo más. No es sólo el proceso natural de especialización del saber el que ha conducido a esto, sino que, frente a la incertidumbre que corroe los cimientos mismos de las humanidades, sus tímidos practicantes hemos corrido demasiadas veces a refugiarnos en la seguridad de un nicho reducido en el cual puede pasarse la vida sin enterarse de nada más. Todo moderno estudio humanístico debería preguntarse en qué medida se relaciona con el propósito esencial de los studia humanitatis y cuál es la trascendencia actual de su tema, si es que las humanidades (y en particular los estudios filológicos) han de ser hoy algo más que una curiosidad de museo o una rama del miniaturismo.
¿Hace falta decir ahora que creo que el estudio de la miseria / dignitas hominis en un puñado de autores de los Siglos de Oro sólo tiene sentido en la medida en que contribuya a aclarar la historia de una de las principales ideas que el hombre ha tenido sobre sí mismo, para estar en mejores condiciones de comprender en qué pueda basarse, hoy, una nueva dignitas hominis? Y acaso en esta búsqueda se encuentre ya parte de la respuesta, pues, como sabía bien Pascal —para quien, dicho sea de paso, la miseria / dignitas hominis no era un expediente retórico, sino una cuestión vital—, es en la facultad de pensar e interrogarse donde reside la grandeza de esta caña que somos.
No quisiera concluir este prólogo sin una nota de agradecimiento: este libro comenzó a fraguarse en El Colegio de México, mientras terminaba los cursos de doctorado; buena parte de la investigación y la redacción se llevó a cabo durante dos años en la Universidad de Harvard, y finalmente se revisó y corrigió en el Tecnológico de Monterrey. Sin el apoyo brindado por estas tres instituciones, no habría sido posible.
¹ [¡Oh, Asclepio, el hombre es un gran milagro!] Asclepius, ⁶, Corpus hermeticum, ⁴ vols., edición crítica del texto de A. D. Nock, y traducido al francés por A.-J. Festugière, Les Belles Lettres, París, vol. II, ¹⁹⁷².
² Cito la traducción de María Rosa Lida en su Introducción al teatro de Sófocles, Losada, Buenos Aires, ¹⁹⁴⁴, p. ⁵⁴.
³ Cito siempre la Nueva Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, ¹⁹⁹⁹.
⁴ Véase, respecto a la dignitas, Jean-Luc Martinet, "La questione ‘teorica’ della dignitas hominis", en Immagini dell’uomo e transformazioni della storia nel Rinascimento. Per una interpretazione del moderno, edición de Achille Olivieri, Unicopli, Milán, ²⁰⁰⁰, pp. ⁷³-¹⁰⁰.
⁵ Ciencia compuesta y adornada de la gramática, retórica, historia, poesía, antigüedades, interpretación de autores y generalmente de la crítica, con especulación general de todas las demás ciencias
(Diccionario de autoridades).
⁶ Véase Anthony Grafton, The History of Ideas: Precept and Practice, ¹٩٥٠-٢٠٠٠ and Beyond
, Journal of the History of Ideas, ⁶⁷ (²⁰⁰⁶), pp. ¹-³².
⁷ Cuyos antecedentes, en el caso de la dignitas, pueden buscarse en J. Kamerbeek Jr., ‘La Dignité humaine’. Esquisse d’une terminographie
, Neophilologus, ⁴¹ (¹⁹⁵⁷), pp. ²⁴¹-²⁵¹, y Jean-Luc Martinet, Una storia semantica della ‘dignitas hominis’
, en Immagini dell’uomo e transformazioni della storia nel Rinascimento, p. cit., pp. 55-71.
⁸ Véase A. Ernout y A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, Librairie C. Klincksieck, París, 1959, s. v. Decet, y Carmen Codoñer, El concepto de dignidad del hombre en época romana
, en La dignità e la miseria dell’uomo nel pensiero europeo. Atti del Convegno internazionale di Madrid 20-22 maggio 2004, Salerno Editrice, Roma, ²⁰⁰⁶, pp. ⁸⁷-¹⁰⁷.
⁹ Caesarem quoque pro sua dignitate debere et studium et iracundiam suam rei publicae dimittere neque adeo grauiter irasci inimicis ut, cum illis nocere se speret, rei publicae noceat […] Sibi semper primam fuisse dignitatem uitaque potiorem
(² vols., texto revisado y traducido por Sebastián Mariner Bigorra, Alma Mater, Barcelona, ¹⁹⁵⁹) [También en aras de la república debía César deponer, en prestigio propio, tanto su ambición como su resentimiento, y no enojarse contra sus adversarios tan enconadamente que, al intentar perjudicarles, perjudique a la república […] Para él siempre el honor había sido lo primero y más importante que la vida misma].
¹⁰ Atque etiam si considerare volumus, quae sit in natura excellentia et dignitas […] Intellegendum etiam est duabus quasi nos a natura indutos esse personis; quarum una communis est ex eo, quod omnes participes sumus rationis praestantiaeque eius, qua antecellimus bestiis
(De officiis, traducción al inglés de Walter Miller, Heinemann / Harvard University Press, Londres / Cambridge, ¹⁹³⁸) [Si queremos considerar la excelencia y la dignidad de la naturaleza humana […] Hemos de pensar también que la naturaleza nos ha dotado, por así decirlo, de una doble persona. Una es común a todos los hombres, como resultado de que todos somos partícipes de la razón y de la excelencia que nos sitúa por encima de los animales].
¹¹ Una exposición moderna de la concepción religiosa puede verse en Christoph Schönborn OP, L’Homme créé par Dieu: le fondement de la dignité de l’homme
, Gregorianum, ⁶⁵ (¹⁹⁸⁴), pp. ³³⁷-³⁶³.
¹² Véase Giovanni Gentile, Il concetto dell’uomo nel Rinascimento
, en Il pensiero italiano del Rinascimento, Opere complete, ⁵⁵ vols., Sansoni, Florencia, vol. XIV, ¹⁹⁶⁸, pp. ⁴⁷-¹¹³; Ernst Cassirer, Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento, Emecé, Buenos Aires, ¹⁹⁵¹; Herschel Baker, The Dignity of Man. Studies in the Persistence of an Idea, Harvard University Press, Cambridge, ¹⁹⁴⁷; Eugenio Garin y Lionello Sozzi, La dignitas hominis
e la letteratura patristica / La dignitas hominis
dans la littérature française de la Renaissance, edición de D. Cecchetti, G. Giappichelli, Turín, 1972, pp. 11-50; P. O. Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources, Columbia University Press, Nueva York, ¹⁹⁷⁹, pp. ¹⁶⁹-¹⁸¹.
¹³ Véase Giovanni Di Napoli, ‘Contemptus mundi’ e ‘dignitas hominis’ nel Rinascimento
, en Studi sul Rinascimento, Giannini Editori, Nápoles, ¹⁹⁷³, pp. ³¹-⁸⁴; Robert Bultot, Mépris du monde, misère et dignité de l’homme dans la pensée d’Inocent III
, Cahiers de Civilisation Médiévale, ⁴ (¹⁹⁶¹), pp. ⁴⁴¹-⁴⁵⁶, y La ‘Dignité de l’homme’ selon S. Pierre Damien
, Studi Medievali, ¹³ (¹⁹⁷²), pp. ⁹⁴¹-⁹⁶⁶; Robert Javelet, La Dignité de l’homme dans la pensée du XIIe siècle
, en De dignitate hominis. Mélanges offerts à Carlos-Josaphat Pinto de Oliveira a l’ocassion de son 65e anniversaire, edición de Adrian Holderegger, Ruedi Imbach y Raúl Suárez de Miguel, Universitätsverlag / Verlag Herder, Friburgo y Viena, ¹⁹⁸⁷, pp. ³⁹-⁸⁷; Charles Trinkaus, In Our Image and Likeness, ² vols., Constable, Londres, ¹⁹⁷⁰, y Renaissance Idea of the Dignity of Man
, en Dictionary of the History of Ideas, ⁴ vols., edición de Philip P. Wiener, Charles Scribner’s Sons, Nueva York, ¹⁹⁷³, vol. IV, pp. ¹³⁶-¹⁴⁷, y Lionello Sozzi, Un désir ardent
. Études sur la dignité de l’homme à la Renaissance, Il Segnalibro, Turín, ¹⁹⁹⁷.
¹⁴ La Dignité de l’homme. Actes du Colloque tenu à la Sorbonne-Paris IV en novembre 1992, edición de Pierre Magnard, Champion, París, ¹⁹⁹⁵, y La dignità e la miseria dell’uomo nel pensiero europeo. Atti del Convegno internazionale di Madrid 20-22 maggio 2004, op. cit.
¹⁵ Cito sólo los trabajos de alcance más general: Otis H. Green, España y la tradición occidental, ⁴ vols., Gredos, Madrid, vol. II, ¹⁹⁶⁹, pp. ¹⁴⁰-¹⁶⁵; José Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, ⁵ vols., Espasa-Calpe, Madrid, vol. II, ¹⁹⁷⁹, pp. ¹⁴⁸-¹⁶¹; Francisco Rico, " ‘Laudes litterarum’.