Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Observando observadores: Una introducción a las técnicas cualitativas de investigación social
Observando observadores: Una introducción a las técnicas cualitativas de investigación social
Observando observadores: Una introducción a las técnicas cualitativas de investigación social
Libro electrónico553 páginas8 horas

Observando observadores: Una introducción a las técnicas cualitativas de investigación social

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Cómo se hace una investigación cualitativa? ¿Cómo se seleccionan las muestras? ¿Cuándo se debe aplicar una entrevista? ¿Qué pasos deben seguirse para la óptima realización de un grupo de discusión? ¿Cómo se analiza la información generada en la investigación?
Este libro, herramienta de ayuda para estudiantes e investigadores iniciados en las técnicas de investigación social cualitativa, responde preguntas claves sobre metodologí­a cualitativa. Los alumnos, pero no sólo ellos, requieren el desarrollo de competencias concretas sobre contenidos, pasos, directrices, normas y consejos en la aplicación de técnicas cualitativas.
Aquí­ se proporciona el conocimiento necesario sobre el sentido y los procedimientos para realizar una investigación social cualitativa, con diagnósticos efectivos, coherentes y pertinentes, que posibiliten intervenciones en las especialidades de las ciencias sociales, el trabajo social, la sociologí­a, la antropologí­a e incluso la psicologí­a social y comunitaria.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento15 dic 2009
ISBN9789561426573
Observando observadores: Una introducción a las técnicas cualitativas de investigación social

Relacionado con Observando observadores

Libros electrónicos relacionados

Ciencias sociales para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Observando observadores

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Observando observadores - Rodrigo Flores

    2009

    CAPÍTULO 1

    Métodos cualitativos de investigación social

    OBJETIVO GENERAL DEL CAPÍTULO

    Presentar los principales elementos históricos y epistémicos que permitan comprender al lector las grandes corrientes que confluyen en la constitución de los métodos de investigación cualitativos.

    OBJETIVOS ESPECÍFICOS DEL CAPÍTULO

    Identificar las características históricas de las diversas modalidades de investigación cualitativa.

    Reconocer la existencia de distintas tradiciones epistémicas y su contribución a la metodología cualitativa en relación con:

    -¿Cómo se concibe la naturaleza del conocimiento y la realidad?

    -¿Cómo se concibe la naturaleza de las relaciones entre investigador y conocimiento generado?

    -¿Cómo se genera la información por parte del investigador?

    HACE YA MÁS de veinte años, Taylor y Bogdan (1992: 15), en un libro que se ha convertido en un clásico de lectura obligada para el estudiante e investigador iniciado en métodos y técnicas cualitativas, indicaban: El término metodología designa el modo en que enfocamos los problemas y buscamos las respuestas. En las ciencias sociales se aplica a la manera de realizar la investigación. Nuestros supuestos, intereses y propósitos nos llevan a elegir una u otra metodología. Reducidos a sus rasgos esenciales, los debates sobre metodología tratan sobre supuestos y propósitos, sobre teoría y perspectiva. Con esta definición, los autores distinguían una de las características más significativas de los métodos cualitativos: la capacidad que tienen para abordar áreas de interés y enfocarlas de forma problematizada, con el objeto que se busque una solución acorde.

    En forma concordante, Pérez (2001) ha indicado que por método es posible entender un conjunto de operaciones y actividades, las que se encuentran al interior de un proceso preestablecido, y que se relacionan de una manera sistemática con el objeto de conocer y actuar sobre ciertos fenómenos sociales de interés. Por técnica, mientras tanto, esta autora entiende el conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o arte. Con ello queda caracterizada la forma y el hacer de una determinada disciplina o conjunto de ellas. Este texto justamente pretende realizar una descripción pormenorizada de las técnicas cualitativas de investigación social más comúnmente utilizadas por las ciencias sociales.

    1.1. Breve explicación de su devenir histórico

    Como lo indican Denzin y Lincoln (1998), los estudios cualitativos pueden ser entendidos como una compleja e interconectada familia de términos, conceptos y supuestos, los cuales incluyen sinnúmero de metodologías y prácticas investigativas que adquieren unidad en el trabajo de campo. Bajo su alero, es posible encontrar tradiciones tan dispares como el positivismo, la hermenéutica y el constructivismo, los que son utilizados como perspectivas de investigación, dando sentido y orientación a las técnicas utilizadas.

    En este sentido, entender y comprender las técnicas cualitativas de investigación social, supone poner en perspectiva su propia condición y trasfondo histórico. De acuerdo a algunos autores (Denzin y Lincoln, 1998; Vidich y Lyman, 1998), los estudios cualitativos operan bajo un campo histórico de complejidad que incluye cinco momentos destacables desde su consolidación académica. Ellos describen un primer momento que denominan tradicional (1900-1950), una edad de oro modernista (1950-1970), otra etapa de géneros velados (1970-1986), una cierta crisis de representación (1986-1990) y tiempos presentes que denominan posmodernos (1990 al presente).

    Estando o no de acuerdo con tal nomenclatura, quizá sea bueno dar cuenta del interés por comprender lo social bajo presupuestos cualitativos, desde tradiciones genéricas y no necesariamente disciplinarias, lo que podría ser considerado su prehistoria. Siguiendo a Vallés (2000), el origen de la dicotomía cualitativo/cuantitativo en el estudio y comprensión de fenómenos sociales se remontaría incluso a los griegos antiguos. Los escritos de Platón y Aristóteles pueden ser vistos como los primeros representantes de posturas epistemológicas procuantitativas y procualitativas, respectivamente. Esta dicotomía, que permite entender fenómenos y procesos sociales, éticos, morales, etcétera, permanecerá durante toda la antigüedad hasta entrada la Edad Media. Será con el transcurrir de la Edad Media, específicamente entre los siglos XII al XIV, que se producirá un tránsito hacia formas matematizables de comprender y explicar el mundo de la experiencia, al aceptar, por ejemplo, la existencia del cero y del vacío.

    Es en este devenir histórico que aumenta la diferenciación de la ciencia como sistema social, distinguiéndose los aportes de destacados intelectuales como Galileo y Newton. Con sus postulados se indica la diferencia según la cual, la información de las formas especializadas de conocimiento fisico-naturales y las filosófico-sociales no se recogen, sino que son expresión de los instrumentos diseñados para tales efectos. En este contexto, la obra de Descartes (1596-1659), al declamar la importancia de las matemáticas y la objetividad en la búsqueda de la verdad, puede ser entendida como un reforzamiento de los postulados filosóficos cuantitativistas (Vallés, 2000).

    A partir de los postulados de Kant (1724-1804) se observa una ruptura progresiva con el objetivismo cartesiano y un desplazamiento hacia un modelo de conocimiento basado en el entendimiento humano, poniendo como foco de atención la comprensión y la interpretación. En este proceso contribuye igualmente el trabajo de Dilthey (1833-1911), al realizar la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. Las ciencias del espíritu o humanas tienen como objeto de estudio la conciencia, como algo que es posible conocer por medio de la comprensión (Verstehen), la cual se opone al término más antiguo de explicación (Erklärung). Se entiende que las ciencias del espíritu dan cuenta de las experiencias vividas por los individuos (Erlebnis) y que intentan relacionarlas con su contexto sociohistórico y cultural.

    Haciendo un tránsito hacia procesos de diferenciación social y emergencia de las disciplinas sociales, encontramos la institucionalización de la matematización en el quehacer investigativo. Destacan en esta dirección autores como Comte (1798-1857), fundador del enfoque lógicoanalítico en la explicación de los fenómenos sociales, y Durkheim (1858-1917), iniciador de las explicaciones funcionalistas. Durkheim (2003: 27 y ss.) presenta las implicancias de sus constataciones, al indicar las características de un fenómeno social: "En toda sociedad existe un grupo determinado de fenómenos que se distinguen claramente de los que estudian las otras ciencias de la naturaleza... [se trata de] mi tarea de hermano, esposo o ciudadano, cuando respondo a los compromisos que he contraído, realizo deberes que están definidos, fuera de mí y de mis actos, en el derecho y en las costumbres... He aquí, entonces, un orden de hechos que presentan características muy especiales: son modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él... [de modo que] adquieren de esta manera un cuerpo, una forma sensible que les es propia y constituyen una realidad sui géneris, muy distinta de los hechos individuales que la manifiestan y del método que se debe seguir. Nos dice que la primera regla y la más fundamental consiste en considerar los hechos sociales como cosas (ibid., pág. 37),... [por lo cual] es necesario desechar sistemáticamente todas las prenociones... por lo menos, si alguna vez la necesidad le obliga a recurrir a ellas, que lo haga teniendo conciencia de su escaso valor, a fin de no hacerles desempeñar en la doctrina un papel que no merecen" (ibid., 50).

    En tales postulados se observa una preocupación evidente por categorizar los fenómenos de interés sociológico hasta denominarlos como cosas, y darles la propiedad de ser externas al individuo. Recordemos que este autor señala que los fenómenos sociales pueden ser entendidos como cosas de un orden distinto a los de la conciencia; en definitiva, constituidores de una realidad sui géneris. Del mismo modo, es una característica común el interés primordial por tratar con datos cuantificables y determinables, mediante la utilización de cuestionarios, inventarios, estudios demográficos; es decir, que produzca información susceptible de ser analizada estadísticamente.

    Un elemento destacable, dentro de este recorrido histórico, lo conforman la serie de estudios culturales realizados a partir de mediados del siglo XIX, por misioneros, colonizadores y antropólogos, interesados en conocer las formas y costumbres de sociedades diversas y diferentes a las occidentales, tanto de América como en África, Asia y Oceanía. El método utilizado en estos estudios incluyó, desde un comienzo, la etnografía y el interés por conocer distintos atributos sociales o instituciones como la economía y sistemas de intercambio, las creencias religiosas y el trato con lo trascendente, el parentesco y los vínculos familiares, la magia y la sanación, el uso y distribución del poder, entre otras. Para ello fue necesario vivir por largas temporadas con los pueblos que eran de interés, aprendiendo su lenguaje y sus costumbres por medio de relatos orales y observaciones de primera mano, proceso de investigación que hoy conocemos como ligado al trabajo de campo, pero que se diferencian sustantivamente en condiciones de fondo —disciplinares— y de forma —tiempo destinado, utilización de diversas técnicas, etcétera. Ello marcó una impronta definitiva y diferenciadora en los métodos y técnicas cualitativas de investigación y generación de información social que perdura hasta ahora. Destacan aquí los trabajos de Franz Boas (1858-1942) sobre los kwakiutl y el de Bronislaw Malinowski (1884-1942) entre los trobriandeses.

    Para Franz Boas, la tarea específica del etnógrafo consistía en investigar las tribus primitivas que carecían de historia escrita, descubrir los restos prehistóricos y estudiar los tipos humanos que habitan y habían habitado el mundo. Dicha investigación implicaba la descripción de las formas y funciones del cuerpo, así como las manifestaciones de la vida mental. El estudio del lenguaje constituía una parte fundamental de su antropología, no sólo porque él proporcionaba un más completo acceso a las respectivas culturas, sino también porque las formas y categorías gramaticales aparecen, para este investigador, como inconscientes para sus hablantes, por lo que proporcionaban al cientista social un mapa de la organización básica del intelecto humano.

    Siguiendo con el recorrido histórico que estamos planteando en torno a los métodos cualitativos, debemos mencionar la serie de estudios, investigaciones y publicaciones que se llevaron a cabo en la Universidad de Chicago hasta los años cincuenta del siglo pasado. El interés de esta escuela por el desarrollo, utilización y difusión de métodos y técnicas cualitativas, quedó de manifiesto en los procedimientos utilizados para abordar diversos fenómenos sociales, como los problemas de integración racial, guetos y áreas naturales urbanas, pandillas y organizaciones e instituciones.

    Este período incluye el trabajo llevado a cabo por Bronislaw Malinowski, de quien sus etnografías gozaron desde el principio de gran reputación. De hecho, sus obras Argonautas del Pacífico occidental (1922), La vida sexual de los salvajes (1929) y Los jardines de coral y su magia (1935) aún aparecen mencionadas como uno de los más importantes textos de metodología antropológica. Malinowski fue el primer científico social que practicó una intensiva observación-participante; sus estudios no tienen parangón y sus dotes lingüísticas eran excepcionales. Sus áreas de interés abordan casi todas las grandes instituciones culturales (economía, religión, política, educación, entre otras).

    En forma convergente, la Escuela de Chicago, con su énfasis en el trabajo de campo, el material etnográfico y las historias de vida, ejerce una gran hegemonía en esta época. De la gran variedad de estudios e investigaciones que se desarrollaron bajo el influjo de esta organización universitaria, pueden mencionarse aquellos que utilizaron la técnica de la observación participante (Anderson, The hobo, 1923; Cressey, The Taxi-Dance Hall, 1932) y la utilización de historias de vida de criminales y delincuentes juveniles (Shaw, The Jack-Roller, 1966; Sutherland, The professional Thief, 1937) También cabe destacar la serie de estudios y publicaciones generadas por Lloyd Warner (1898-1970), quien aplicó la perspectiva cultural al estudio de las organizaciones formales estadounidenses. Warner utilizó la teoría funcionalista y la metodología de la observación participante en sus estudios comunitarios de Yankee City, realizada en 1941 en la ciudad de Newburyport, en el estado de Massachusetts, donde vinculó las características de la comunidad regional e ideologías organizacionales con el comportamiento de los empleados. En 1942, se trasladó a Chicago y junto a algunos colaboradores —entre los que se contaban Arensberg, Chapple, Richardson y otros— fundaron la Sociedad para la Antropología Aplicada. Los objetivos fundacionales de la entidad fueron promover la investigación científica en los principios de las relaciones humanas y fomentar su aplicación en problemas prácticos. Del ejemplo infundido por Warner y sus colaboradores, surgieron otros investigadores interesados en este tipo de estudios. Sólo a modo de referencia se puede citar a William Whyte, quien estudió etnográficamente la sociedad de la esquina (Street Corner Society, 1943) y las relaciones humanas en diversas industrias, restaurantes, hoteles, acero, automóviles, vidrio y petróleo. Igualmente significativo es el caso de Burleigh Gardner, quien en sus estudios sobre relaciones humanas observó a la organización como un sistema social vinculado a la comunidad y la sociedad. Ejemplo de ello fue su investigación realizada en 1945 sobre el supervisor como un hombre intermediario (Arnold y Flores, 2003).

    Entre 1950 y 1970 observamos la emergencia de diversas vertientes epistémicas que pretenden enfatizar y promover el uso de métodos y técnicas cualitativas de investigación social de forma cada vez más rigurosas. Aquí encontramos los estudios de Becker, Geer, Hughs y Strauss (1961), denominado Boys in White, y de Glaser y Strauss (1967), The discovery of grounded theory, perspectiva que analizaremos con algún detalle en otro acápite de este mismo texto. Surgen igualmente perspectivas aún coexistentes, como la fenomenología, el interaccionismo simbólico y la etnometodología, que rescatan al actor social como protagonista fundamental de los fenómenos sociales y las interpretaciones y significaciones que para ellos tiene la denominada realidad.

    Es destacable en este período, los aportes de investigadores sociales influenciados por la semiótica y la hermenéutica, entre los que podemos nombrar una variedad significativa de enfoques como el posestructuralismo de Barthes, el neoenfoque analítico de Phillips, el neomarxismo de Althusser, las teorías rituales del drama y la cultura de Turner, el deconstructivismo de Derrida, la etnometodología de Garfinkel y la descripción densa de fenómenos sociales, como lo platea Geertz.

    Mención especial merece la descripción densa de fenómenos sociales desarrollada por Clifford Geertz (1973). Geertz adhiere a una concepción de ciencia que se entronca directamente con el idealismo filosófico alemán, el cual distingue claramente entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. En estas últimas se destaca una concepción de lo humano que resalta sus características únicas, como la reflexivilidad, creatividad e intencionalidad, los propósitos y significados; en fin, todos aquellos asuntos que están ausentes en el mundo natural y animal, y a los cuales no pueden ser aplicados los modos de análisis con que se estudian los fenómenos físicos o biológicos. Lo social, bajo esta perspectiva, se hace inteligible a través de procedimientos especiales: la comprensión (Verstehen), la empatía y un conjunto de operaciones técnicas como la observación participante, las historias de vida y en general gran parte del instrumental metodológico cualitativo que caracteriza a los estudios de campo.

    El programa propuesto por Geertz implica una ruptura con el patrón de explicación causal en favor de las explicaciones interpretativas. Él invita seriamente, en una evidente alusión a los procedimientos hermenéuticos, a considerar la actividad humana como un texto y la acción simbólica como su contenido. El análisis de fenómenos sociales supone en consecuencia, una actividad interpretativa del investigador y que consiste en descifrar estructuras de significación socialmente establecidas. Estas significaciones no son privadas ni idiosincráticas, y de ninguna manera fenómenos psicológicos. Por el contrario, es social y así lo es la significación. A pesar de que lo simbólico es ideacional, no lo encontramos en la cabeza de nadie, y no siendo material, no es una entidad oculta, inaccesible a la observación. El objetivo más importante de este enfoque semiótico es invitarnos a acceder al mundo conceptual en que viven nuestros observados, de modo que podamos en un sentido amplio del término, incorporarnos a sus conversaciones, participando en su entramado cultural.

    El proceso que utiliza Geertz se denomina descripción profunda o densa, noción que tomó prestada del filósofo Gilbert Ryle, de gran importancia en la antropología británica de los años cincuenta. La descripción densa implica el hecho de que cualquier aspecto del comportamiento humano tiene más de un significado. La conducta es el movimiento del cuerpo que posee más capas significativas. Aquí, la analogía con la arqueología es útil; el comportamiento humano tiene desde el punto de vista de Geertz, una variedad de niveles de significado. Encontrar y explicar estas intenciones es el papel del etnógrafo, quien, en el proceso, afila su mejor arma: el concepto de cultura. El propósito de este autor consiste en buscar un significado, una explicación (literaria) y no la propuesta de leyes, como es el caso de la ciencia experimental. Interpretación es el nombre de la herramienta que utiliza para cumplir el objetivo de buscar el significado.

    En los últimos años, es posible observar un relevamiento y redescubrimiento de los modos y formas de investigación cualitativa, basadas principalmente en una crítica creciente y fundamentada al concepto mismo de ciencia analítica y la emergencia y dominación del enfoque constructivista en la explicación social, junto a nuevas resignificaciones. En ella observamos una crítica consistente a la conformación de investigación social. Es posible constatar dos procesos convergentes: por un lado, una crisis de representación y por otra, una crisis de legitimación (Denzin y Lincoln, 1998).

    La crisis de representación dice relación con la puesta en duda de las premisas de la investigación cualitativa tradicional, al cuestionarse la posibilidad del investigador de aprehender la experiencia vivida como experiencia en sí y de poder transmitirla en cuanto conocimiento institucionalizado. Dicha experiencia queda desde el enfoque constructivista, clausurada en la descripción realizada por el investigador, como una creación propia e independiente de los fenómenos sociales. Ello lleva a poner en tela de juicio principios tradicionales del conocimiento cualitativo y asume la forma de preguntas cuestionadoras de la otredad: ¿quién es el otro?, ¿se puede esperar el acceso inmediato a la experiencia de otro? Y si ello no es posible, ¿cómo construir una ciencia social basada en la otredad? Como es posible observar, muchos de los cuestionamientos surgidos en esta época provienen de la disciplina antropológica y la realización de etnografías, donde confluyen variables como el género, la clase social y la étnia. Los investigadores han insistido en realizar preguntas cuya respuesta aún se encuentra en construcción.

    Otro punto importante en esta discusión sobre la crisis de representación tiene que ver con el lugar desde el cual habla el científico cualitativo. Desde un punto de vista tradicional, el texto o reporte de investigación no sólo refleja la realidad social de interés disciplinar, sino que su autor es célebre por generar un conocimiento lo más claro de los escenarios de interés. Los cuestionamientos actuales llevan a replantear esas lógicas, sobre todo considerando que el investigador no se encuentra ajeno a grupos de interés, a los cuales él mismo pertenece, y que reflejan la necesidad de preservar cierto statu quo o modificar situaciones sociales existentes. Este es el caso de investigaciones de carácter feminista, género o influenciada por el origen étnico.

    Del mismo modo, los estudios cualitativos se han visto presionados por lo que ciertos autores denominan como crisis de legitimación (Denzin y Lincoln, 1998). Por crisis de legitimación se entiende los cuestionamientos realizados a los principios básicos de la investigación científica tradicional, como los criterios de validez y fiabilidad, por considerarlos obsoletos y caducos. Tradicionalmente, todo texto de autoría científica debía cumplir el requisito de ser acotado, verdadero y completo. Tales criterios eran garantizados por las determinaciones de validez y confiabilidad. Al producirse, con mayor fuerza a mediados de los años ochenta, un fuerte cuestionamiento de la objetividad científica (Maturana, 1986), estos requerimientos han debido adaptarse a las nuevas demandas. Como veremos en el capítulo dos de este texto, aparecen ahora criterios de calidad que aseguran la construcción de un texto consensuado y en permanente autoconstrucción. Reemplazando la validez tradicional, comienzan a usarse las expresiones credibilidad, transferibilidad, dependencia y confirmabilidad (Colas, 1992).

    Estas problemáticas y cuestionamientos no deben entenderse como mutuamente excluyentes, como lo indican Denzin y Lincoln (1994: 11), puesto que cada una de las descripciones sobre metodología cualitativa opera todavía en el presente, ya sea como herencia o como conjuntos institucionalizados de prácticas que los investigadores siguen utilizando. Nos encontramos actualmente en un momento desconcertante, por la sobreproducción de comunicación de explicaciones. Nunca antes el investigador cualitativo dispuso de tantos paradigmas, métodos, técnicas e instrumentos o estrategias de análisis para elegir. Es de interés destacar que estamos ante un instante de descubrimiento y redescubrimiento de nuevas formas de ver, interpretar, argumentar y escribir.

    Muchos de los investigadores cualitativos identifican esta forma de actuar con la posmodernidad. Por este motivo, la investigación cualitativa no puede seguir contemplándose desde una perspectiva neutral y objetiva. Conceptos sociales, como género, clase social, raza, entre otros, configuran el procedimiento de investigación, haciendo de ella un procedimiento multipropósito, multidiscursivo y multicultural. La consecuencia fundamental de tal forma de entender el proceso de investigación cualitativa, radica en comprender los procesos sociales como construcciones de experiencias de vida, no siempre concordantes con el fenómeno en sí, pero alejados también del solipsismo, siendo una construcción conjunta entre el investigador y los investigados. Las proyecciones más recientes de esta discusión, serán tratadas en este libro.

    1.2. Perspectivas contemporáneas de investigación social cualitativa

    Con el objeto de comprender y entender de forma adecuada las características metodológicas y técnicas de la investigación social cualitativa, realizaremos un breve repaso de sus bases epistémicas, lo que permite atribuir sentido a los procedimientos, directrices y modos de operar típicos de nuestras conformaciones disciplinarias.

    Cada proyecto o estudio de investigación cualitativa utiliza una serie de estrategias que considera más adecuada de acuerdo a sus particulares intereses, los que habitualmente se encuentran en conformidad con una variedad de modelos conceptuales que permiten realizar una interpretación y análisis posterior de la información obtenida. Ello ha llevado en algunos casos, a la generación de ciertas confusiones. Por ejemplo, es habitual que los textos y manuales de referencia sobre metodología cualitativa la vinculen con algún referente epistémico particular, lo cual ha sido latamente contradicho por la experiencia internacional (Guba, 1990; Denzin y Lincoln, 1998).

    En este sentido, toda investigación científica utiliza modelos conceptuales o paradigmas, como lo indicara Kuhn (1962) a mediados del siglo pasado. La imprecisión e indefinición en la que ha caído este término, por su excesiva e indiscriminada utilización, no debe impedirnos constatar la existencia de cierto consenso en entender por paradigma a una visión de lo que es el quehacer investigativo de un conjunto de científicos, lo que implica la utilización de una metodología determinada, lo que les permite enfocar los problemas y la forma que se tiene de resolverlos de una determinada manera.

    No obstante, cabe hacer una distinción previa. Las técnicas cualitativas que utilizamos de forma cotidiana en investigación social, no se encuentran necesariamente atadas a determinados modelos conceptuales. La metodología cualitativa y sus técnicas no quedan circunscritas al paradigma fenomenológico y hermenéutico, ni tampoco a la severa crítica realizada al enfoque positivista, pues su aparición y utilización en ciencias sociales antecede a las proposiciones epistémicas, como lo hemos indicado en el apartado anterior. Son nuestros intereses y propósitos los que nos guían en la elección de una determinada metodología y las técnicas a ellas asociadas.

    Un cuadro resumen, que incluye distinciones pertinentes sobre lo que acabamos de indicar, se presenta a continuación.

    Tomado de Rodríguez, Gil, García (1996)

    Teniendo estos antecedentes en cuenta, cuando se mencionan las principales perspectivas que se han utilizado en investigación social, generalmente se realizan graves omisiones o generalizaciones excesivas. Asumiendo que pueden darse estas dos dificultades, realizaremos una breve descripción de los patrones de orientación más representativos que han posibilitado el ejercicio de nuestras disciplinas. Como lo propone Guba (1990: 18), realizamos una interesante síntesis que permite distinguir entre una diversidad de enfoques o paradigmas de investigación social a partir de tres preguntas características:

    •En primer lugar, ontológica: ¿cómo se entiende la naturaleza de lo conocible? O, ¿cuál es la naturaleza de la realidad?

    •En segundo lugar, de carácter epistemológico: ¿cómo se entiende la naturaleza de las relaciones entre investigador y conocimiento en general?

    •Y por último, de tipo metodológica: ¿cómo el investigador construye o desarrolla un conocimiento científico?

    De acuerdo a la respuesta que se dé a estas preguntas, es posible clasificar el sistema de creencias o paradigma adoptado por los investigadores cualitativos. De esta forma, releva una clasificación simplificada, pero efectiva, de las perspectivas epistemológicas de investigación social más utilizadas, entre las que encontramos:

    a) Perspectiva prevaleciente, clásica, racionalista, marcada por un enfoque analítico, positivista y pospositivista, por un lado.

    b) Perspectivas dialógicas, naturalistas, hermenéuticas y comprensivas. Y

    c) Perspectiva emergente, alternativa y constructivista.

    Esta nomenclatura, aunque excesivamente generalista, como lo hemos indicado, resulta bastante efectiva en la labor explicativa, pues permite distinguir entre aquellas perspectivas que asumen la existencia de una sola realidad, que posee el carácter de objetiva, contrastable por medio de los sentidos, sujeta a leyes universales y manipulable por medio de procesos lógicos; y aquellas que asumen la existencia de múltiples significaciones de la realidad, que poseen manifiestas diferencias entre cada una de ellas, las que no siempre pueden resolverse por medios lógicos o de tamaños muestrales. Algunas de estas epistemologías sostienen que el investigador tendría una participación activa en la conformación de las realidades explicadas, mediante procesos de comprensión e interpretación. No desconocemos la existencia de diferencias entre la perspectiva positivista, pospositivista y los cuestionamientos que provienen de otras orientaciones, como la perspectiva crítica y otras afines (de género, de clase, étnicas), fenomenológicas y constructivista.

    Reconocemos que la investigación cualitativa en ciencias sociales puede ser mejor entendida como un proceso en cambio constante, que no se encuentra ajeno a tensiones, contradicciones y vacilaciones, las cuales tienden a coexistir más que a verse como un área de estudios unificada y solidificada. En tal sentido, la revisión de perspectivas que a continuación realizaremos, no pretende constituirse en una revisión exhaustiva de todas aquellas que pueden ser identificadas y que han ejercido alguna influencia sobre la metodología cualitativa. Por el contrario, tan solo pretendemos representar procesos complejos, de múltiples agregaciones y coexistencias, ejemplificadas con la explicación sucinta de algunas de las perspectivas más fácilmente identificables, como lo hizo Guba (1990) hace algún tiempo, al incluir el positivismo, la teoría crítica y el constructivismo.

    1.2.1. Enfoque positivista como forma de explicación social

    Como forma especializada en el proceso de conocer, el método científico puede ser entendido como el estudio sistemático, controlado, empírico y crítico de proposiciones hipotéticas acerca de presuntas relaciones entre varios fenómenos. En él se sustentan las bases del proceso cognoscente caracterizado por la conjunción de por lo menos seis factores: a) la observación, en cuanto se pretende aplicar los sentidos a un objeto o a un fenómeno, para estudiarlo tal como se presenta en realidad; b) la inducción, o la acción y efecto de extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio general que en ellas está implícito; c) la generación de hipótesis o la generación de determinados supuestos que se busca comprobar o refutar; d) comprobación de la hipótesis por experimentación; e) la demostración o refutación de la hipótesis; y f) el establecimiento de conclusiones lógicas de acuerdo a los pasos anteriores.

    Así queda definido el método científico como es normalmente entendido; es decir, la representación social dominante del mismo. La sociedad compleja ha seleccionado a la ciencia como el elemento central de conocimiento. En ella se encuentra la base del conocimiento contemporáneo, presente en todas sus versiones. Desde esa matriz, guiada por el mismo proceso del dividir para conocer, emergen las ciencias sociales. Su carácter se define como aplicaciones especializadas de la ciencia sobre objetos humanos, sociales y culturales. Para ello se sustenta en un conjunto de patrones claramente identificables, entre cuyos elementos encontramos:

    •Existencia del ser de la realidad con independencia de su observación (ontologismo).

    •Distanciamiento metódico con el objeto (separación sujeto/objeto), y

    •Enfoque analítico; es decir, subdivisión de categorías en unidades menores.

    En este contexto, un actor privilegiado es el enfoque empírico analítico, caracterizado por el positivismo. El enfoque analítico centró sus bases en una serie de corrientes filosóficas y epistemológicas, que hunden sus raíces en dos vertientes: el realismo y el empirismo.

    El realismo se basa en tres premisas básicas: a) en primer lugar, la realidad conocida existe aunque nosotros no la conozcamos; b) a la realidad conocida no le afecta para nada el hecho de que nosotros la conozcamos, su ser no queda modificado por el acto de conocimiento, por el hecho de haberla conocido o de estar ahora conociéndola; c) y por último, lo conocido es independiente del sujeto cognoscente. Dicho de otra manera, las corrientes positivistas aceptan la existencia de cosas independientes del pensamiento; es decir, una realidad objetiva, dirigida por normas y mecanismos claramente determinados. A partir del siglo XVIII, se sientan las bases del empirismo filosófico de John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1766). Locke se interesó por el acto de conocimiento teniendo como referencia los aportes de Descartes y Kant sobre las ideas. Su propuesta, el empirismo, argumentaba que todas las ideas del entendimiento provienen del conocimiento sensible, producto de los sentidos y de las sensaciones, llamadas por Locke ideas simples. Las ideas simples tienen por consecuente a un conjunto de otras ideas, complejas, las que son dadas a la luz por medio de una serie de procesos de asociación y combinación.

    Por otro lado, el interés de Hume se centró en llevar el empirismo de Locke hasta el extremo. De acuerdo a su parecer, el acto cognoscente se compone de impresiones sensibles y de ideas que se forman a partir de la información de los sentidos. Ello resulta ser una afirmación radical, pues no podemos realizar ningún tipo de explicación que vaya más allá de lo que los sentidos pueden comprobar, siendo las ideas de existencia y verdad injustificables.

    El enfoque analítico delimitó los parámetros de lo que es ciencia acorde a la estructura y forma de sus investigaciones. Para esta corriente de pensamiento, una afirmación es correcta si reúne una serie de requisitos, entre los cuales destaca por sobre todos, el de coherencia lógica; es decir, alejarse de explicaciones tautológicas y contradictorias. Para ello es posible asumir tan solo dos valores: verdadero o falso. Una explicación reúne esta cualidad cuando es corroborada como verdadera. Con esta afirmación se sustenta la idea según la cual el mundo de lo científico queda marcado por la necesidad de corroborar las afirmaciones empíricas; esto es, de acuerdo a la experiencia y sustentadas en la lógica.

    En esta postura va a tener un destacado papel en las ciencias sociales, desde sus primeros pensadores del siglo XIX, tal como Auguste Comte, quien deseaba desvincular a la sociología de la metafísica filosófica y de la tradición místico-religiosa. Desde aquellos tiempos, el enfoque analítico renunciará a la elaboración de grandes interpretaciones y a los intentos de valorar las estructuras sociales y los procesos evolutivos. Por el contrario, buscará comprender objetivamente lo social desde sus diversas dimensiones y variables. Para ello requirió la elaboración de teorías parciales sobre las relaciones de causa-efecto o las relaciones funcionales y métodos convencionales para la confirmación de la hipótesis.

    Con una fuerte crítica al enfoque positivista tradicional y a su criterio de verificación de hipótesis, va a emerger en el siglo XX la figura de Karl Popper (1902-1994). Popper criticó con fuerza el principio de verificación, base fundamental del enfoque analítico, al considerar que en él no se cerraba el proceso de conocimiento. Frente al proceso de conocimiento, existen diferencias claramente identificables entre positivismo y pospositivismo. Mientras el primero sostiene que las entidades o cosas pueden ser conocidas por medio de generalizaciones relativamente libres, el pospositivismo sostiene que la realidad nunca podrá ser totalmente aprehendida, pues las normas que gobiernan su comportamiento sólo podrán ser aprehendidas de forma incompleta.

    En cuanto recurso metodológico asociado al acto cognoscente, la verificación debe ser entendida para este intelectual como un proceso inacabado. El proceso de verificación científica no concluye cuando las hipótesis no pueden ser verificadas, sino todo lo contrario, se abren otros espacios y otras posibilidades. A esta forma de entender el acto de conocimiento, Popper la denominó falsación. Si las hipótesis permiten interpretar y solucionar problemas, entonces se puede indicar que las hipótesis son verdaderas. De hipótesis verdaderas sólo se pueden deducir conclusiones de la misma naturaleza. No obstante, la particularidad de las explicaciones científicas es que toman la forma de proposiciones universales, donde la evidencia recogida en la empiria siempre es particular. Esta tensión, por cierto, no garantiza la verdad de la explicación. Para Popper, sólo la refutación de la explicación provisional puede entregar un conocimiento certero y verdadero, por lo cual la aspiración de un científico se encuentra asociada a la falsación de sus hipótesis. Con el criterio de falsación, el enfoque analítico pierde su ingenuidad en cuanto acto de conocimiento. En su argumentación, se entiende que la investigación científica adolece de errores de enunciado que deben ser corregidos, por lo que sólo es posible asegurar un conocimiento cuando se indica que él no es correcto.

    Dentro de la investigación social, deben destacarse los ejemplos elocuentes de los estudios con un enfoque analítico realizados por los cientistas sociales de la Escuela de Chicago, quienes, aunque presentaban metodologías y técnicas diferentes a las cuantitativas, se encontraban orientados por los principios de la existencia de una realidad objetiva, única y verificable.

    Las implicancias de estos enfoques para la metodología cualitativa son evidentes. Es posible constatar una clara diferencia entre lo que habitualmente denominamos como realidad empírica, objetiva, con referencia al conocimiento que de ella se puede construir. Para los enfoques positivistas, es posible constatar la existencia de realidades independientes del sujeto que conoce. Aquí encontramos los postulados clásicos de Durkheim (2003), al entender los fenómenos sociales como cosas, poseedoras de una realidad externa al individuo; mientras que para los enfoques pospositivistas, se requiere la presencia de un sujeto cognoscente, el que está influido por una serie de relaciones sociales particulares, que hacen que la realidad dependa de su definición, comprensión y análisis (Morse, 1994). De ello se desprende que resulte necesario que el investigador asuma una posición distante y no interactiva con los fenómenos sociales de estudio, lo cual se convierte en una condición de rigor para realizar un posible conocimiento. Ello le permite la ilusión de librarse de juicios de valor o cualquier otra influencia a la que se vea sometido el investigador en sus análisis e interpretaciones.

    Un cuadro que resume los postulados positivistas y que ayuda a entenderlo de mejor forma, considera tres dimensiones: ontología, epistemología y metodología, tal como lo propone Guba (1990: 20).

    Las perspectivas positivistas y pospositivistas han dejado una impronta en la metodología cualitativa que debe ser reconocida. En primer lugar, bajo su influjo fueron desarrollados disposiciones y métodos característicos. Por ejemplo, el interés por desarrollar un trabajo de campo intensivo y sistemático se ancla en esta perspectiva. La realización de diseños de investigación acotados y entendidos como científicos, desplegados por medio de criterios de confiabilidad y validez, hoy son objeto de debate en la literatura sociológica (Morse, 1994).

    La misma Escuela de Chicago desarrolló profusamente la utilización de métodos cualitativos en forma metódica y estandarizada. Técnicas tradicionales de levantamiento de información, como la observación en su dimensión más estructurada, por medio de las listas de registro y de distribución, son claros

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1