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Sociología para Educadores: Fundamentos para el análisis de hechos socioeducativos.
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Libro electrónico371 páginas4 horas

Sociología para Educadores: Fundamentos para el análisis de hechos socioeducativos.

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Contextualizado en Latinoamérica, el Caribe y especialmente en Chile, la nueva edición de este libro contiene antecedentes actualizados y análisis respecto a la educación escolarizada desde el enfoque sociológico, de cara a colaborar en la elaboración de alternativas estratégicas orientadas a la superación de los déficits de desarrollo integral existentes en las sociedades de la región. En dicho contexto, la función de las organizaciones escolares y la adecuada acción pedagógica de los maestros constituye un factor clave para el desarrollo integral de los países.
El libro consta de cuatro unidades temáticas, cuyos contenidos versan sobre procesos socioeducativos significativamente incidentes en la obtención de un adecuado nivel de satisfacción en las complejas necesidades de la población. Las tres primeras versan acerca de contenidos principales de la sociología de la educación: grupo social, cultura y subculturas y socialización. En la cuarta unidad se presenta un análisis cuantitativo y cualitativo acerca de la calidad y equidad de la educación, que incorpora antecedentes obtenidos desde instituciones nacionales e internacionales especializadas en educación.
Esta nueva edición de Sociología para educadores se constituirá sin duda alguna como un material de consulta fundamental para los maestros en ejercicio, así como también un valioso apoyo bibliográfico para los estudiantes del área de la pedagogía y las ciencias sociales.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento15 abr 2022
ISBN9789561429239
Sociología para Educadores: Fundamentos para el análisis de hechos socioeducativos.

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    Sociología para Educadores - Berta Servat

    CAPÍTULO I

    EL GRUPO SOCIAL Y SU MANIFESTACIÓN EN EL CONTEXTO ESCOLAR

    OBJETIVO

    El propósito de esta unidad es complementar los conocimientos que el lector se encuentra adquiriendo o ha adquirido en el pasado, acerca de la agrupación básica de la sociedad –el grupo social–, y reflexione sobre sus características, estado y manifestaciones en la realidad educativa, a nivel internacional, nacional, comunal e institucional.

    Mediante el tratamiento del tema, principalmente se incursiona en los siguientes tópicos:

    • Naturaleza del grupo social

    • participación del sujeto en los grupos de pertenencia

    • Funciones y procesos del grupo social

    • Tipologías o clasificaciones de grupo social

    • Fuentes de grupo social

    • Unidades de análisis sobre el grupo social

    • grupos sociales que integran los escolares

    1.1. EL GRUPO SOCIAL. NATURALEZA, PARTICIPACIÓN DE SUS MIEMBROS, FUNCIONES Y PROCESOS

    A. Naturaleza

    El ser humano adquiere su máximo desarrollo como tal, mediante la integración adecuada en el ámbito social de pertenencia. por tal entendemos diversos espacios sociales, existiendo una gran cantidad, desde el más concreto y cercano afectivamente –la familia– hasta el más global –la sociedad–.

    La forma o modo en que se produce la integración social, es preferentemente a partir de la incorporación del sujeto a grupos sociales manteniendo en estos una participación adecuada. De allí la gran importancia de estas agrupaciones, tanto para el individuo como para el conglomerado social del cual es parte. El contacto entre los seres humanos se constituye en causa necesaria de la existencia del grupo, y la forma como ello se manifiesta depende tanto de hechos intrínsecos a cada individualidad como de variables sociales.

    En los grupos, a través de la comunicación interpersonal, se le presentan al sujeto las mayores y mejores oportunidades de captar con su intelecto la realidad en la cual transcurre su vida, educarse en forma dinámica y creadora y satisfacer sus múltiples necesidades.

    Sin embargo, es posible que tanto el contenido como el método utilizado por los grupos para lograr sus objetivos pueda ser desfavorable o disfuncional para el proceso de humanización de sus miembros, entendiéndose por tal la formación integral paulatina, transitando por cada una de las etapas del proceso de la vida. De ahí que sea muy relevante el análisis educativo tanto acerca de los grupos humanos consolidados como respecto a los que se encuentran en etapa de formación, ya que este tipo de agrupación guarda estrecha relación con el tipo de hombre y con el tipo de sociedad deseable.

    La importancia del grupo social la expresan Herránz y Fernández (2000), al atribuirle a los grupos –más que a los individuos– constituir los elementos básicos del análisis social, debido a que la interacción de las personas se realiza generalmente en el interior de los grupos que forman. Señalan que este es el motivo por el cual muchos sociólogos definen la sociedad como un conjunto de grupos y la sociología como el estudio científico de los grupos sociales.

    Referente a este punto, Félix Tezanos expone:

    El grupo social es la realidad más inmediata y central para la sociología. La dimensión social del hombre se proyecta desde su infancia y a lo largo de su vida en el ámbito de un conjunto de grupos de muy diferente índole, desde la familia, el grupo de compañeros de clase, la pandilla de amigos, el grupo de vecinos, el grupo de compañeros de trabajo, etcétera. (…) Todos los grupos son las células o unidades básicas de la sociedad. (1996, p. 170).

    Ahora bien, es necesario establecer lo que entenderemos por grupo social. Empezaremos por señalar que todo fenómeno o hecho social puede definirse en dos planos o niveles. Uno teórico, más general, y otro concreto y más específico. En el primer caso nos encontramos ante una definición de tipo abstracta y en el segundo ante una de tipo operacional. Aplicando al grupo social estos criterios definitorios, se presenta lo siguiente:

    Definición abstracta:

    El grupo social comprende un conglomerado de individuos, quienes compartiendo intereses se plantean metas, se organizan para lograrlas y desempeñan actividades pertinentes a ello.

    Definición operacional:

    Los elementos o factores que necesariamente deben encontrarse presentes en una agrupación para que adquiera la categoría de grupo social, son los siguientes:

    Lo compartido. Trátese de valores, creencias, costumbres, o cualquier otro elemento que conlleve intereses comunes entre los miembros, teniendo un referente en una o más de sus necesidades.

    Interacción social. Los individuos se contactan rigiéndose por un cuerpo normativo y sus respectivas sanciones. El contacto no es efímero, sino, por el contrario, tiende a ser estable, dependiendo su duración especialmente de la naturaleza del grupo.

    Conciencia interna de grupo. Consiste en el reconocimiento de los miembros de aquello que comparten, de la interacción que mantienen y de la agrupación que forman, la cual se orienta al logro de objetivos comunes.

    Conciencia externa de grupo. Es un elemento importante para la existencia de un grupo social, aun cuando a diferencia de los anteriores no constituye causa necesaria de ello. Consiste en su reconocimiento e identificación por parte de entidades externas o de sujetos que no pertenecen a él y que suelen encontrarse presentes en algunos círculos o ambientes cercanos o conectados al grupo, condicionando favorablemente su existencia y desarrollo.

    En situaciones excepcionales la existencia de conciencia externa representa una amenaza para el grupo. Es el caso de los clandestinos, que generalmente son de naturaleza política o económica.

    B. Participación en los grupos sociales

    Hasta ahora nos hemos referido a la incorporación y al funcionamiento de las personas en los grupos sociales. Sin embargo, aunque, formalmente, para que un individuo sea considerado miembro solo se requiere que lo integre, para lograr sus propios objetivos y los de la agrupación es deseable que mantenga una actitud activa.

    En este momento es necesario incluir el concepto de participación social, concibiéndolo dentro del proceso de toma de decisiones y, por lo tanto, diferenciándolo de la marginalidad social el cual vendría a constituirse en su antónimo.

    Para comprenderlo tenemos que incursionar en la naturaleza del ser humano, en la cual se encuentra la tendencia a tomar decisiones en lo que tiene relación con su existencia y con todo lo que ello implica. En la medida en que el sujeto se siente participando realmente en aquello que constituye su contexto o ambiente, se va a sentir protagonizando su propia vida según sus intereses y tendencias y, por lo tanto, perfeccionándose en forma continua. Si por el contrario, solamente ejecuta lo programado por otros, actúa como una pieza más de la gran maquinaria social, tendiendo a marginarse del que aparentemente es su contexto –que lo envuelve y que suele provocarle frustraciones– imposibilitando su perfeccionamiento como ser humano.

    El grupo social en el cual efectivamente se desarrolla un proceso educativo entre sus miembros, que facilita y promueve el perfeccionamiento constante de ellos, cumple con la importante función de promover y canalizar la participación real del sujeto en la sociedad, mediante el cumplimiento de una función activa en cuanto a lo que a la toma de decisiones se refiere.

    Así, el grupo se constituye para la persona en un canal mediante el que expresa su pensamiento hacia los niveles superiores y, por lo tanto, colabora a que el funcionamiento de la sociedad responda efectivamente al modelo concebido de ella.

    Los niveles de satisfacción –para el individuo y para la sociedad–, que se pueden lograr mediante una positiva participación grupal, están absolutamente relacionados entre sí dado que, en la medida en que se produce la gratificante participación activa y creadora de cada uno de sus miembros, la sociedad va a marchar hacia un mayor desarrollo, neutralizando a la vez las posibilidades de quiebre.

    Ahora bien, aunque teóricamente sea muy positiva la pertenencia a cualquier tipo de grupo y en cualquier momento de nuestra existencia, hay dos factores que debemos considerar, cuando es posible, a la hora de tomar una decisión en tal sentido. Uno, si los objetivos y actividades del grupo nos benefician, respondiendo a nuestros particulares intereses, aptitudes y desarrollo integral. por ejemplo, pertenecer a un grupo en el que lo común es su adicción a las drogas no me traerá ningún provecho, hacerlo en un grupo folclórico probablemente sí. Otro factor para evaluar –de máxima importancia tanto para el grupo como para sus miembros– se refiere a la actitud que se asume en términos de la participación. Si es adecuada se camina en la dirección correcta. por ejemplo, si mi participación como alumno en el grupo curso se limita exclusivamente a tragarme unas cuantas recetas comunicadas por el profesor durante la clase, es poco lo que puedo aprovechar esta instancia de aprendizaje; si en el grupo de amigos que conformo con Francisco y Matías siempre me corresponde hacer lo que ellos han establecido por mí y para mí, tampoco he avanzado mucho en mi formación; si nunca puedo opinar en el grupo familiar, más que crecer estoy acumulando frustraciones.

    Muy por el contrario, cuando se toman decisiones conjuntas con los demás miembros del grupo; cuando se opina libremente; cuando se realizan actividades decididas por todos o por los representantes elegidos, se desarrolla la mente, se orienta positivamente la vida, se potencia el crecimiento propio y de los demás. En definitiva, se apuesta a una sociedad futura mejor participando socialmente en forma dinámica y no como un actor de secundaria importancia.

    De allí que el grupo social en el cual exista una efectiva participación de todos los miembros probablemente se va a constituir en una potente fuente de formación personal y grupal. Al mismo tiempo, representa un canal mediante el cual se pueden comunicar ideas, necesidades e intereses entre los individuos que lo integran y hacia los niveles jerárquicos superiores, promoviendo, por lo tanto, las orientaciones necesarias para que el funcionamiento de los grupos y de la comunidad corresponda al ideario societal, obteniéndose la constante satisfacción de sus necesidades prioritarias y de los individuos que la integran.

    En cuanto a los efectos que tiene la participación tanto en el grupo como en sus miembros, coincidimos con Francisco López cuando refiriéndose a la presencia de esta en una organización laboral, señala:

    Las organizaciones son depositarias de un enorme potencial distribuido entre sus elementos componentes, de cuya materialización depende su nivel de éxito; y es, precisamente, a través de una participación adecuadamente gestionada que es posible liberar en el personal cuotas adicionales de motivación, capacidad y competencia. (1994, p. 134).

    Luego, constituye un derecho y a la vez un deber social el participar y hacerlo en forma transparente, abierta y creadora, manteniendo estas actitudes y comportamientos tanto al ingresar al grupo como durante la permanencia en él. Si se carece de ello, poco se aprovecha la gran ventana a la vida que el grupo social ofrece.

    Ahora bien, ¿pero qué estamos entendiendo por participación? En un intento de aclarar el concepto, la definiremos como sigue:

    Participación consiste en un acto de intervención en los procesos de toma de decisiones por parte de quien integra un grupo –intervención voluntaria, racional, y pertinente–, mediante lo cual se manifiesta la sociabilidad de cara al logro de objetivos, tanto propios como de la unidad social de la cual se forma parte.

    En cuanto al proceso de toma de decisiones, Tannenbaum, Weschler y Massarik señalan:

    La toma de decisiones implica una elección o selección consciente de una alternativa de conducta entre dos o más alternativas de conducta. El proceso de toma de decisiones comprende tres etapas. primero, una persona debe tomar conocimiento de todas las alternativas posibles de conducta que sean pertinentes para la decisión final. Segundo, debe definir cada una de estas alternativas, una definición que implica determinar todas las posibles consecuencias relacionadas con cada alternativa en consideración. Tercero, el individuo debe efectuar una elección entre las alternativas, esto es, tomar una decisión. (1961, p. 117).

    Ahora bien, aun cuando constituya un acto esencialmente humano, la participación no siempre se manifiesta en un nivel adecuado. De hecho cuesta participar, sea porque implica un esfuerzo mental que no siempre se está dispuesto a realizar, sea por temor a exponerse, sea por otros motivos. De ahí, que la efectiva participación de los individuos en los grupos no constituya una realidad permanente ni universal. para que se concrete en acciones, es necesaria la existencia de una actitud especialmente favorable a este acto.

    Es estrecha la vinculación de la acción participativa con la cultura de la organización –por ejemplo, la escuela– y con la sociedad global. De hecho la participación, se encuentra muy influenciada por el contacto con otros. Sin embargo, es necesario tener presente que existen factores genéticos que influyen en la inclinación a participar. En efecto, a partir de la niñez las personas manifiestan diferentes actitudes al respecto, dando opiniones, dirigiendo actividades, etc. Esto se puede apreciar desde el jardín infantil, donde los pequeños ya suelen manifestarse como líderes o, por el contrario, como seguidores.

    Sin embargo, durante el transcurso de la vida algunas características de la personalidad pueden sufrir modificaciones. De ahí que en un contexto social en el que se favorezca la participación de las personas en los procesos de toma de decisiones, los de carácter más retraído tienen oportunidades para llegar a asumir papeles protagónicos. por el contrario, en un ambiente autoritario los individuos no solo ven obstaculizadas sus naturales tendencias a participar, sino que además pueden socializarse en valores y costumbres no participativos. Es ello especialmente delicado en los centros escolares, ya que los menores y los adolescentes que han estado afectos a ese tipo de educación una vez adultos tienden a repetir y reforzar los comportamientos autoritarios de sus mayores, debido a que las actitudes de estos fueron inconscientemente aprendidas.

    Ahora bien, es necesario considerar que la participación en asuntos relevantes para el grupo le otorga gran importancia al acto participativo y valor social al individuo, como también se debe tener presente que no todo acto o acción es participación, aun cuando se tilde de tal. A propósito georgy Szëll señala:

    Existe el peligro de la falsa participación a través del control de la participación, que excluye del proceso de participación las decisiones reales y más transcendentes de la organización. Esto puede llevar a una frustración, a una desmotivación y puede acabar con la esencia de la participación democrática. (1997, p. 14).

    Además de una acción social, el acto de participar implica un hecho psicológico al comprometer individualmente al sujeto, de allí que lo definamos como un proceso psicosociológico. Al respecto, Davis y Newstrom señalan:

    La participación es el involucramiento psicológico de las personas en situaciones de trabajo en equipo que las estimulan a contribuir a la obtención de las metas del equipo y a compartir las responsabilidades de estas. (1993, p. 266).

    Siguiendo con este planteamiento tenemos que Tannenbaum, Weschler y Massar (1971) consideran que las principales condiciones psicológicas para la participación son dos: una, que el subordinado sea capaz de comprometerse psicológicamente en las actividades participativas –lo que implica el no estar sujeto a bloqueos, ser suficientemente inteligente y realista y poder comunicarse–; dos, que apoye la acción participativa teniendo clara conciencia de que esta representa una actividad que le corresponde hacer, por lo tanto, deberá otorgarle importancia para su vida personal y sentir que realiza una contribución.

    Centrando el análisis de la participación en la organización educativa. En primer lugar es preciso tener presente que el centro escolar se encuentra integrado por actores que desempeñan diferentes y diversos roles, encontrándonos ante una situación social en la cual las relaciones personales pueden darse y suelen darse de diferentes formas.

    Así es como, en el proceso de toma de decisiones dentro de la escuela, los individuos que la integran tradicionalmente se han subdividido en dos categorías. Una, formada por quienes deciden qué se debe hacer, como también el cómo y el cuándo. Otra, en la que se ubican quienes asumen permanentemente la posición de seguidores o acatadores de lo establecido por los primeros. Quienes toman las decisiones suelen conformar una minoría –reduciéndose, a veces, solo a una persona–. También, en muchas ocasiones, estos, más que decidir, solo cumplen la función de nexo o de mero ejecutor de decisiones que son tomadas en instancias externas a la institución. por consiguiente, los seguidores representan la inmensa mayoría en los establecimientos educativos –cualquiera sea su modalidad administrativa y nivel de enseñanza–, no presentándose la participación social en el nivel requerido.

    La dependencia excesiva de los miembros del grupo hacia quien lo dirige no facilita el crecimiento personal ni, por consiguiente, el desarrollo del sujeto. Ello por muchos motivos, que se podrían resumir en la insatisfacción de la necesidad de participar, la cual derivada de su propia naturaleza humana, se encuentra presente en todo individuo, aun cuando no esté permanentemente consciente de ello.

    Frecuentemente los profesores se encuentran marginados de los procesos de toma de decisiones relevantes que se realizan en los centros escolares en que trabajan. No solo de aquellos de naturaleza administrativa y financiera sino también de los vinculados a temas pedagógicos, materia en las que son especialistas.

    En cuanto al alumnado, la situación al respecto tiende a ser bastante peor. Al interior del grupo escuela integran grupos más pequeños –curso– y otros aún más chicos –grupos de amigos, grupos de compañeros de estudio–. En estas últimas instancias se manifiesta más la participación de los alumnos, aun cuando no se puede generalizar, dependiendo bastante del tipo de personalidad, del grado en que han internalizado valores y comportamientos participativos, de las facilidades que encuentran en la organización escolar para que se manifiesten dichos elementos culturales, de la formación recibida en la familia, etc.

    Relacionando este tema con el logro de los objetivos del centro escolar, existe consenso entre los especialistas en educación en cuanto a reconocer que la mejora de los niveles de calidad y de equidad educativa, necesariamente, pasa por el implemento de medidas que posibiliten y, más aun, promuevan la participación pertinente y efectiva de los actores sociales involucrados directa o indirectamente en el proceso educativo –especialmente profesores y alumnos–.

    Al respecto, Marchesi y Martín refiriéndose a la participación de los profesores señalan:

    Los sistemas de participación y control social de los centros docentes, junto con la mayor eficiencia en su organización y gestión, forman parte de los factores más estrechamente vinculados a la calidad de la enseñanza. (1998, p. 29).

    De ahí la importancia de comprometer en acciones directas a los docentes, cuyas capacidades profesionales les facilita la reflexión analítica de la realidad y la consecuente creación de estrategias de cambio, pudiendo aportar más y asumir mayores responsabilidades que otros actores de la escuela. En el seno de una organización educativa la manifestación del espíritu y del intelecto de quienes tienen bastante que decir sobre los procesos de formación y de instrucción de los alumnos, va a condicionar la motivación, la comunicación y el clima laboral del establecimiento y, por lo tanto, la satisfacción simultánea de las necesidades del personal y de la organización.

    Ahora bien, la participación directa no necesariamente debe ser masiva ni extensiva a todas las instancias y espacios sociales. Mediante la acción de delegar poder es perfectamente válido que en ocasiones solo unos pocos sujetos representen al resto, como también en otras oportunidades sería deseable la presencia directa y personal de cada individuo. Al respecto resulta muy actual lo expuesto en el documento Tendencias y desafíos de la descentralización curricular en América Latina. OREALC, donde se señala:

    La cuestión de la participación: Quién hace qué. En un modelo de diseño descentralizado y colaborativo del plan y programa de estudio, la participación debe ser entendida como la conjunción de los actores y agentes involucrados en las tareas de la educación nacional, dentro de un proceso de interlocución destinado a articular intereses diferenciados y corporativos sobre los fines y contenidos de la enseñanza. Este concepto presupone que los espacios de participación son lugares en que los actores involucrados intercambian información, dialogan, discuten y expresan sus puntos de vista sin ánimo de colectivizar las funciones de gestión y de toma de decisiones que, por efectos de la racionalidad administrativa, corresponden a determinados agentes. Como acertadamente lo señala un autor, (Mayordomo, 1993, p. 21) los órganos de participación no pueden reemplazar las funciones propias de la dirección, o de la coordinación y ejecución técnica de los trabajos pedagógicos; y no han de intentar sobrepasar o falsear su cometido cuando tengan carácter consultivo, tratando de sustituir funciones de la administración o de traer a ellos las funciones o el estilo de otros foros de discusión política. (1993, p. 87).

    De lo expuesto se desprende la urgente necesidad de incorporar a la vida escolar un tipo de gestión que promueva y facilite la acción participativa de sus miembros, de tal forma de apoyar los procesos educativos que se llevan a cabo. De esta manera se puede colaborar para superar los problemas de calidad y equidad de la educación.

    Afortunadamente, en sociedades contemporáneas se ha ido tomando conciencia del déficit en la participación de quienes desempeñan cargos profesionales en las escuelas. En algunos países esto ha derivado en la promulgación de cuerpos legales orientados no solo a permitir, sino que también a promover y a facilitar el aumento de participación interna como también y, muy ligado a ello, la autonomía en el desarrollo de las actividades de los individuos, de los grupos y de las instituciones. Respecto a lo último, es muy vulnerable la situación de establecimientos escolares que forman parte de una organización mayor –caso de colegios administrados por corporaciones estatales o particulares– dado que la falta de participación es concomitante con la carencia de autonomía profesional de los docentes y demás miembros de la institución, siendo extensiva esta situación en muchas ocasiones a quienes ejecutan cargos directivos en las organizaciones educativas.

    Es muy necesaria la práctica participativa de los adultos debido a que, por constituirse en modelos, es formadora por excelencia, ejerciendo las actitudes de los docentes un efecto multiplicador en sus alumnos. Como señala Rogelio Medina, (1989), la apatía generalizada expresa el fracaso del sistema escolar en involucrar a los miembros de una sociedad en él; lo que es síntoma, a la vez que causa, de debilidad y extrañamiento del propio sistema.

    Sin embargo, aun cuando es urgente, no constituye una meta a corto plazo el aumento significativo de la participación del profesorado y del alumnado en los centros escolares, debido a que ello se vincula con muchos e importantes factores. Entre otros: el gran número de sujetos que deberían modificar sus actitudes; que los acontecimientos de la escuela son reflejo de lo que se manifiesta en la sociedad; las dificultades implícitas en el proceso de cambio de valores y pautas de comportamiento. De allí que se requiera de un relevo generacional para contar con actores mejor dispuestos. En función de esto, es preciso trabajar eficazmente con quienes se encuentran en la etapa de formación: el alumnado de los centros escolares de nivel prebásico, básico y secundario.

    Una forma de materializar el principio de participación en el centro escolar es a través del continuo trabajo en equipo. Así, la tarea individual deriva en un proyecto compartido, facilitándose simultáneamente el logro de los objetivos organizativos e individuales. De esta manera se dan pasos significativos de cara a la mantención de un ambiente organizacional adecuado, en el cual se concreten los principios de solidaridad y cooperación, la identidad corporativa del personal, del alumnado y de sus familias y su compromiso con el proyecto Educativo Institucional.

    Ahora bien, para que la participación en una organización no solo sea un contenido del discurso, debe asumir ciertas características. A juicio de Samuel gento los requisitos para que se produzca una auténtica participación son:

    "Que el grupo esté formado por individuos que tienen intereses comunes (lo que supone una intervención de los miembros en su propia composición); que tales individuos estén dispuestos a lograr conjuntamente unos determinados objetivos; que la consecución de tales objetivos se integre en un proyecto común; que la actitud de los individuos comprometidos en tal proyecto común asuma los principios de respeto, tolerancia, pluralismo ideológico y libre expresión de ideas (este clima

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