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Cerca y Lejos
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Libro electrónico193 páginas2 horas

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Cerca y lejos es la historia de 2 personas opuestas en muchos sentidos y profundamente similares en otro, que están unidas por un amor y una conexión que trasciende esta vida.
Es una historia donde la integridad, la honestidad y el amor están en un conflicto permanente y en donde el destino y la vida parecería estarse siempre divirtiendo a su costa.
Esta historia enseña que la distancia no es barrera y que una persona a 2000 Km de distancia puede hacer mas por uno que las que están junto a ti a apenas unos metros, siempre que tengas un teléfono a la mano…
Es una historia ligera pero profunda que tiene la intención de entretener al lector y de vez en cuando plantar en su mente alguna reflexión.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jul 2020
ISBN9781393650256
Cerca y Lejos

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    Cerca y Lejos - Maria Antonia Perdomo

    Agradecimientos

    Quiero agradecerle a la increíble escritora Cecy Rendon, una mujer real, profunda,

    inteligente y con una percepción excepcional, por haberme ayudado a realizar un sueño que hasta hoy, yo había pensado qué era solo eso, un sueño.

    Poner en palabras, ideas y sentimientos que puedan ser comunicados a otros, es una habilidad que todos quieren y pocos tienen. Cecy sin duda alguna la tiene. Gracias por compartir este libro conmigo y por todo lo que me enseñaste. Me divertí enormemente aprendiendo de ti.

    Quiero dedicarle este libro a mi mejor amigo, ese amigo que siempre esta cuando los

    demás faltan y que muchas veces ve lo que yo no veo. Este libro te lo dedico en agradecimiento por ayudarme a encontrar una parte de mí misma que yo no sabia que existía y por hacerme ver lo sencillo que es poder ser feliz.

    María Antonia Perdomo

    El Escape

    Cosette tomó la llave que le había robado a la institutriz esa mañana durante el caos de los preparativos de la boda, las manos le temblaban mientras un sudor frío le recorría la espalda, era la llave de su libertad, la llave que abriría la puerta hacia su nueva vida. Llevaba horas acostada en su cama, completamente vestida, esperando que la profundidad de la noche ocultara sus pasos.

    Poco a poco comenzó a escuchar cómo el silencio comenzaba a recorrer los pasillos de la mansión, matando uno a uno los ecos de las voces de los que ahí trabajaban. Finalmente todos estaban dormidos… esta era su única oportunidad.

    En cuanto el silencio fue absoluto, esperó todavía un poco más y finalmente se decidió. Buscó en el fondo de su ropero el paquete de viaje que había preparado, una capa gruesa para protegerse del frío y de la lluvia, la capucha para proteger su identidad, monedas que había robado del escondite de su padre, las joyas de su madre y comida para el camino que se había procurado secretamente de la cocina.

    Salió de su cuarto rogándole a Dios que los rechinidos de la antigua puerta de madera no la traicionara, al menos sus botas de piel no hacían ruido al caminar contra las frías piedras del piso. Al llegar a la puerta principal de la mansión se detuvo por un momento, contemplando entre la penumbra la forma de la enorme escalinata principal. Tomó la llave, la introdujo en la cerradura en intentó abrir la puerta… no pudo. El cerrojo era muy pesado y requería de mucho más fuerza. Dejó su paquete en el piso y sujetó la llave con ambas manos, la llave comenzó a girar y el cerrojo a ceder, para caer finalmente abierto con un estruendo metálico que resonó por todos los pasillos.

    Cosette dejó de respirar por unos segundos, sintió como hasta su corazón dejaba de moverse, tratando de escuchar en medio de la oscuridad si alguien se había despertado. La casa seguía en silencio. Con un respiro de alivio cargó su bulto de provisiones y abrió la puerta, pensó en dejar la llave, pero decidió llevársela. Nunca más la necesitaría, pero sería el único recuerdo de su casa, de su infancia, y de la que había sido alguna vez su vida. Salió a los jardines y se apresuró a esconderse entre los árboles, corrió hasta la última cerca y sin pensarlo siguió por las laderas del camino.

    Con cada paso que daba se sentía más libre, más feliz y más enamorada. En unos momentos vería a André, huirían juntos a la ciudad mas linda de Europa, dejarían todo atrás y vivirían felices entre el sol del sur. Solamente tenía que llegar al punto de reunión, tenía que lograrlo antes del amanecer, antes de que se dieran cuenta de que no estaba, antes…

    ¡Simone! ¡Despierta Simone! - Dijo Amanda mientras movía con mucho cuidado, casi miedo, el brazo de su jefa.

    ¿Qué pasa? - Despertó Simone abruptamente.

    Tenemos cinco minutos para preparar la junta con el cliente, y tenemos que revisar los datos de la demanda.

    Dame el expediente, y platícame los detalles mientras caminamos. - Le ordenó a su asistente. Evitando pensar en los extraños sueños que había tenido últimamente.

    Tienes que dormir más, te puede hacer daño. - Se aventuró a aconsejar Amanda.

    Duermo lo suficiente. 

    Cinco horas, no es suficiente.

    Enfócate por favor. ¿Qué dice el último expediente del caso?

    Aurora Ringtone

    Simone despertó, como cada mañana, un poco antes de que su despertador sonara. Miró la hora, el cielo en la ventana todavía se veía oscuro, y tomó el folder que descansaba en su buró. Un nuevo caso, un nuevo cliente, el mismo viejo abuso de las grandes farmacéuticas en contra de la salud… había algo en este caso que lo hacía diferente, no podía explicarlo todavía, pero tenía una corazonada de que este no sería como todos los casos que normalmente trabajaba.

    Se quedó unos minutos más en su cama, había algo mágico en aquellos momentos, mientras la ciudad dormía todavía y ella podía disfrutar de la calma y el silencio. Su mente nunca se detenía, era como un zumbido incesante en el fondo, siempre presente, siempre pensando, siempre buscando soluciones… excepto por esos escasos minutos cada mañana. Le gustaba sentir el calor de su cama, la suavidad de las sábanas y sobre todo de la paz que sentía, por un fugaz instante antes de comenzar el día. Miró el cielo, los primeros rayos del amanecer se asomaban tímidamente a lo lejos.

    Simone se levantó, cruzó su enorme vestidor, y se dirigió a la regadera. Arreglarse no era un proceso en el cual tardara mucho por las mañanas. En su metódico estilo de vida, cada noche preparaba el outfit del día siguiente, hasta el peinado y el maquillaje, así las mañanas eran rápidas y eficientes. No le gustaba ocupar su mente en nada más que no fuera su trabajo. Estaba plenamente consciente de lo que su imagen representaba, y de que la ropa hablaba por ella en muchas ocasiones, por lo mismo no se complicaba mucho con la moda. Se limitaba a su infalible fórmula: ropa de muy buenas marcas, cortes clásicos, colores imponentes y accesorios moderados pero impactantes. Bolsos siempre de lo más caro y clásico, piezas que combinaran con todo su closet para no tener que cambiarlos diariamente, y lo más importante, zapatos muy cómodos. El secreto era encontrar zapatos de tacón, de muy buena marca que se ajustaran perfectamente a su pie, así no se sentiría cansada al final del día.

    Terminó de arreglarse y miró su reloj, el corazón comenzó a acelerarse mientras caminaba a la cocina por su café. Como cada mañana la cafetera le tenía preparado su café, justo como ella lo tomaba, con un poco de leche y una cucharadita de stevia. Simone volvió a mirar su reloj, en cualquier momento sucedería… Se terminó su café, tomó su bolsa, revisó que estuvieran todos los expedientes y su computadora, salió del departamento, y buscó a su chofer. Esa mañana había quedado un poco atrás de la entrada de su edificio.

    Disculpe señorita, no encontré lugar, el coche de enfrente tiene casi media hora ahí parado sin moverse. - Se disculpó Matt, su chofer desde hacía varios años.

    No te preocupes. - Respondió ella sonriendo mientras se ponía los lentes de sol.

    Era el auto de los vecinos, y había días en que se sentían dueños de la calle. Era una soleada mañana de octubre, con el fresco aire de otoño que comenzaba a colarse entre los edificios de NY, haciendo danzar las hojas secas de los árboles. Otoño era su estación favorita, esas mágicas semanas en las que el paisaje se volvía anaranjado y rojo era un regalo a la vista. Miró de nuevo su reloj, su teléfono seguía sin sonar. Hizo las pases con la idea de no recibir la tan esperada llamada esa mañana y enfocó el 100% de su mente al caso que tenía frente a ella.

    Revisó las noticias del día en su tablet, no le sorprendió que el mundo entero estuviera centrado en el próximo lanzamiento de Estumiand la nueva medicina que prometía aumentar la inteligencia de las personas. La locura del anuncio había inundado Wall Street, las acciones de Keel Farmaceutical habían subido al cielo desde el anuncio. Simone continuó leyendo… bla, bla, bla… ya estaban en la última fase de las pruebas clínicas… bla, bla, bla… esperando la próxima aprobación de la FDA… para salir a la venta en pocos meses… Simone frunció el ceño y apretó los labios, sin poder ocultar su desagrado ante aquella noticia.

    Minutos después Matt se estacionó justo frente a la entrada del imponente edificio en la calle. La rutina matinal era exactamente la misma. Simone le agradecía a Matt, él le ayudaba a bajar sus cosas, atravesaba el enorme lobby mirando su teléfono, subía al elevador, oprimía el botón 9, se quitaba los lentes oscuros, y Amanda la recibía al abrirse la puerta exactamente a las 8:00am.

    Buenos días Simone. - Saludó Amanda entregándole su segundo café del día.

    Muy buenos días ¿Qué noticias tenemos del caso?

    Madison Wyatt ya está en la sala de espera. - Respondió de inmediato Amanda.

    ¿Quién?

    Madison Wyatt, pidió una cita contigo desde hace semanas. Ya no puedes posponerla más. Solamente escúchala Simone, te va a gustar lo que tiene que decir.

    Está bien, hazla pasar.

    Simone miró su reloj, le daría exactamente 10 minutos a esta entrevista y después continuaría con su trabajo del día. Tenía una cita en el juzgado, la cual esperaba fuera rápida, después tenía un caso muy importante ya en la etapa final, y debía revisar uno a uno los documentos del acuerdo, así como varios más en etapa de juicios y negociaciones. Como abogada especializada en casos médicos, la mayoría de sus demandas no se resolvían en juicios, cuando las farmacéuticas o los hospitales eran culpables aceptaban acuerdos millonarios a cambio de contratos de confidencialidad… no sin antes dar una pelea con todas las armas legales, y no tan legales, que los presupuestos multimillonarios podían comprar.

    Miró su juguete preferido, su amuleto, así le llamaba a una pequeña ruleta de madera, marcada con diferentes frases No Animate Porque No Piensalo Hora del Cafe Quedate hasta tarde y varias más. En la parte de arriba un letrero indicaba Deciciones de un Ejecutivo. Le gustaba girarla mientras pensaba y ver cuales eran los mensajes del destino, aunque nunca les hacía caso… jamás tomaba decisiones al azar. La ruleta la divertía y la entretenía mientras pensaba o analizaba situaciones, escenarios y posibles soluciones.  Aquella ruleta era un recuerdo de antaño que hasta ahora conservaba, era su amuleto para alegrarse el día.

    Buenos días Licenciada Fort. Gracias por recibirme. - Saludó tímidamente Madison Wyatt sin atreverse a entrar por completo a la oficina.

    Buenos días, pasa, siéntate ¿En qué te puedo ayudar?

    La oficina de Simone Fort, Abogada, era imponente, minimalista, con una elegante alfombra beige y paredes de cristal. Los muebles eran minimalistas también, todos con un armónico diseño de madera oscura y cristal. Los discretos toques decorativos contrastaban con una escultura que Simone exponía en su propio estante iluminado. La escultura mostraba un hombre alargado, con una jaula vacía en la mano derecha y una rama en el hombro izquierdo, y a su espalda, un pájaro posado sobre la rama. Era una réplica de la famosa escultura El buscador de Pájaros de la conocida escultora mexicana Charlotte Yazbek. Para Simone tenía un significado artístico y también muy filosófico…

    Pero Madison no pudo observar nada de esto, su mirada estaba clavada en el piso, y cuándo por fin pudo levantarla, una profunda tristeza se reflejaba en el negro de sus enormes ojos. Madison Wyatt era una mujer joven, afroamericana, enfermera de un hospital en Manhattan, no contaba con muchos recursos y era evidente que la tragedia había azotado su vida.

    Hace unos meses murió mi hijo. El era estudiante de secundaria, deportista, muy sano, pero nunca tuvo las mejores calificaciones. La directora de la escuela nos refirió a un ensayo clínico sobre una medicina que podía ayudar a mi Charlie en la preparatoria… Así tendría mejores calificaciones y mejores oportunidades de entrar a una buena universidad… - Madison tomó un respiro, tratando de evitar que las lágrimas ahogaran su voz. - No se mucho de medicina, solo soy enfermera, pero aquí traigo todos los expedientes de su caso… hay algo que no me gusta. La forma en que manejaron las cosas en Keel no me gustó, me pareció muy sospechoso.

    ¿Keel Farmaceutical? - Repitió Simone queriendo verificar la información

    Si

    ¿En dónde condujeron las pruebas clínicas?

    En sus oficinas, aquí en Manhattan. Cada semana mi hijo iba por las pastillas, las tenía que tomar ahí mismo y firmaba unos documentos. Aquí tengo copia de los documentos.

    Continúa.

    Yo leí una hoja con los posibles efectos secundarios del medicamento, nada diferente a todas las advertencias que hay en la mayoría de los medicamentos. Charlie comenzó a enfermarse con regularidad, nada grave, pequeñas gripas. Pero no me gustó, él nunca enfermaba… Hablé con él para que dejara los medicamentos, y también les escribí a los médicos responsables de las pruebas. Pero solo me contestaron diciendo que mi hijo tenía que terminar el ciclo de medicamentos, que no habría problema y que todo lo tenían controlado. Como Charlie comenzaba a tener mejores resultados en la escuela, traté de ignorar las gripas…

    ¿Tienes copia de esos correos?

    Sí, aqui los tengo impresos.

    ¿Después qué pasó?

    Charlie enfermó de la garganta un poco después, comenzó como una leve infección, pero se le pasó a los pulmones y en menos de tres días lo habíamos perdido… - Madison rompió en llanto y no pudo continuar.

    Amanda conocía el procedimiento. De inmediato le ofreció un pañuelo desechable, le tocó amablemente el hombro y pidió que le trajeran una taza de té y una dona.

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