La escalera de caracol
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con La escalera de caracol
Libros electrónicos relacionados
La formación de una marquesa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Madame Bovary: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMiddlemarch Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl regreso del nativo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCanción de Navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa prima Bela Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Eco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJadzhi Murat Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un Lugar Seguro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn sueño Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa pata de mono Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJude el oscuro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Hombre A La Orilla Del Mar Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Amaury Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMansfield Park: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPiccadilly Jim Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl misterioso asunto de Styles (traducido) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl alcalde de Zalamea Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa pobre señorita Finch Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna niña anticuada Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sapphira y la joven esclava Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa dama boba Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAsesinato en Tyneside Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto de Lady Audley Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas amistades peligrosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA los pies de Venus Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa edad de la inocencia Calificación: 2 de 5 estrellas2/5La vida es un sueño Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFígaro: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Thrillers para usted
Rojo y negro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Sombra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Guerra de los Cielos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Drácula: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Secreto Oculto De Los Sumerios Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Sello de Salomón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Nilia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Mad Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos completos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lágrimas como navajas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Biblia de los Caídos. Primera plegaria del testamento del Gris Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El código rosa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Yo no la maté Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La orden Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Grandes esperanzas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (ilustrado) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Nocturna Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La abadía de Northanger Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 2 del testamento de Mad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La sombra de Cristo (suspense e intriga en el Vaticano) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El faro del fin del mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los empleados Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La lista de invitados Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los libros de Jacob Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa de los suicidios Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La chica que se llevaron (versión latinoamericana) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Roja Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para La escalera de caracol
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La escalera de caracol - Laura Gloria Santi Bertani
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Laura Gloria Santi Bertani
Diseño de edición: Letrame Editorial.
ISBN: 978-84-18307-22-5
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
.
Vera había salido pronto de casa, así y todo aún estaba dudando si ir a ver al profesor Guardini. Hacía mucho tiempo que no tenía noticias de su antiguo profesor de literatura y filosofía y se había sorprendido cuando Susana, sobrina del profesor, le había telefoneado para decirle que el profesor quería hablar con ella con cierta urgencia. Al preguntar Vera por qué el profesor quería verla, Susana le dijo que él solo le había comentado que era para responder a su brillante alumna una pregunta formulada ya hacía unos cuantos años.
Algo se había removido en su interior al escuchar aquella contestación y por ello ese día, aún con reticencia, se dirigía hacia la casa del profesor. Ya delante de la puerta, aún se preguntaba si llamar o no al timbre, cuando Susana la abrió, no porque la hubiera visto llegar, sino porque iba a salir.
Las dos se miraron desconcertadas, luego se saludaron amablemente y Susana le explicó sin rodeos:
—Mi tío está en su estudio, creo que ya sabes dónde es, y he dejado en la salita una bandeja con té y pastitas. —Y guiñando un ojo—. De las que le gustan al profesor. —Y se rio, luego añadió—: Me voy a mi casa, vengo a ver a mi tío dos o tres veces a la semana, aunque a veces ni se da cuenta de que estoy aquí, porque está enfrascado en sus estudios e investigaciones. Aunque en realidad vengo para ayudar a Rina, la gobernanta, que está con nosotros desde que tengo uso de razón. —Rio ruidosamente añadiendo—. Aunque tío Alberto diría que yo carezco de ese «elemento». —Y dibujó en el aire con los dedos índice y corazón unas hipotéticas comillas.
Se despidió hablando atropelladamente sin dejar que Vera abriera la boca, añadiendo.
—Quizás no coincidamos más, encantada de haberte conocido. El profesor estará impaciente. Adiós. —Y bajó los pocos escalones corriendo, dirigiéndose hacia la parada del autobús.
Susana desapareció como una exhalación, pequeña, menuda, risueña, con una pizca de rebeldía en su actitud vivaracha. «¿Volvería a verla?», se preguntó Vera entrando en casa del profesor. Cogió la bandeja que le había indicado Susana y se dirigió hacia el estudio del profesor, que en realidad era la biblioteca. Vera llamó a la puerta y entró sin esperar respuesta. El profesor levantó la cabeza de sus libros y al verla exclamó con satisfacción:
—¡Estás aquí! Bien, bien, bien… ¡Vamos, entra! —Y viendo la bandeja prosiguió—. Tomemos el té antes de que se enfríe. Tengo mucho que contarte, pero una sola respuesta que darte.
Vera lo miró inquisitiva, pero el profesor no añadió nada más y se puso a servir el té, mordisqueando una pastita. Vera le imitó y se hundió en la butaca, que él le indicaba, deleitándose con el agradable sabor del té. El profesor le explicó.
—Este té me lo envían, en exclusiva, de la India, es muy especial, no contiene teína y sí los pétalos de algunas flores exóticas muy aromáticas. —Y se recostó en la butaca con aire muy satisfecho. Al terminar el té, sin preámbulos, el profesor comenzó diciendo—: ¿Recuerdas cuando en clase hablábamos de los conocimientos de los antiguos?, tú me preguntabas de dónde ellos habían obtenido tales conocimientos. Y ¿por qué muchos se habían perdido a lo largo de los años, de los siglos, hasta nuestros días? —Vera solo asintió con la cabeza y una ligera sonrisa se dibujó en sus bonitos y bien proporcionados labios rosados, mientras el profesor proseguía—: Desde entonces he estado investigando y estudiando en profundidad los trabajos de Einstein, Hawking, Michio Kaku y muchos otros físicos cuánticos. —Y con sencillez le aclaró—: Acabo de sacarme un doctorado en física cuántica. —Y como para disculparse añadió—: Tenia demasiado tiempo libre y quería aprovecharlo. —Y sonrió tímidamente. Vera exclamó:
—¡Profesor, siempre he creído que usted era un genio! —Y el profesor volvió a sonreír.
—¡Vamos, vamos, no exageremos! —La cogió de la mano y la llevó hacia su mesa de trabajo diciendo—: ¡Gracias! ¡Gracias por aquella pregunta que dio un sentido a mi vida! Estoy satisfecho por haber comprendido. Y como dijo Sócrates: «Solo sé que no sé nada».
Vera seguía callada, escuchando, expectante. Apoyó las manos sobre la mesa mirando la cantidad de papeles con apuntes, gráficos y fórmulas, acarició con sus largos y finos dedos las hojas esparcidas aquí y allá sin un orden aparente. Pero ella sabía que allí, en aquel desorden, había orden, conocía bien al profesor y sabía cómo trabajaba. Lo que aún no lograba entender era porque el profesor le mostraba todo aquello que para ella era un galimatías. Entonces, al ver su desconcierto, el profesor la invitó a sentarse nuevamente en la butaca y empezó a explicarle:
—Los físicos han demostrado que vivimos en un universo múltiple, en pocas palabras, estamos y somos realidades holográficas. Lo que siempre han afirmado los hindúes, los budistas, esta vida es «Maya», una ilusión, una creación de nuestros sentidos. —Mirando a los ojos a Vera, preguntó—: ¿Me sigues? —Ella movió la cabeza afirmativamente, entonces el profesor prosiguió—: ¿Te das cuenta? Los antiguos, los filósofos griegos, decían lo mismo, pero con otras palabras. Las experiencias de los místicos son visiones de esas otras realidades. El teatro de la vida se desarrolla totalmente, aquí y ahora, en este mismo instante. No hay ayer, no hay mañana, porque siempre es una sucesión continua de hoy. De un estar presente. ¿Me comprendes?
Vera por fin habló:
—Lo que usted me dice es fantástico, nunca lo había visto así, es… es maravilloso… creo que voy entendiendo… aunque me siento mareada… tengo la sensación de que tanta información no quiere entrar en mi mente… pero al mismo tiempo es como si siempre hubiera estado en mi sentir. —Levantó sus ojos grises y escrutó la cara del profesor que la observaba inquieto al ver su repentina palidez, a pesar de su bronceado veraniego. Vera sacudió su corta melena color caoba y los rizos se alborotaron sobre su cuello. Entendía lo que el profesor le había explicado, pero a su cerebro le costaba procesar todos aquellos datos, sonrió pensando «¡Ni que mi cerebro fuera un ordenador! ¿O lo es?» y preguntó:
—Profesor, ¿es posible comprender todo esto con… con un sexto sentido… humm… aunque el cerebro no lo haya procesado?
El profesor aliviado suspiró profundamente, exclamando: