La devoción de la Cruz
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La devoción de la cruz refleja y sintetiza, mejor que muchas otras obras de la época, la cultura de la España del Barroco, las convenciones teatrales del siglo XVII y lo que llegará a ser el corpus dramático de Calderón. La figura del gracioso, la entrada furtiva del galán en la casa de la amada, la mujer vestida de hombre, motivos como el honor, el incesto y la devoción a la cruz, responden no sólo a condiciones sociales, familiares o religiosas concretas, sino que han de ser interpretados dentro de un orden simbólico o mítico.
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La devoción de la Cruz - Pedro Calderón de la Barca
tercera
PERSONAS
EUSEBIO LISARDO
CURCIO, viejo. OCTAVIO CELIO RICARDO ARMINDA
GIL, gracioso. MENGA JULIA VILLANOS ALBERTO
BANDOLEROS
Jornada primera
Arboleda inmediata a un camino que conduce a Sena. MENGA (Dentro). Verá por do va la burra.
GIL ¡Jo, demonio; jo, mohína! MENGA Ya verás por do camina:
¡arre acá!
GIL ¡El diablo te aburra!
¿No hay quien una cola tenga, pudiendo tenerla mil?
MENGA Buena hacienda has hecho, Gil. GIL ¡Buena hacienda has hecho, Menga, que tú la culpa tuviste!
Que como ibas caballera, que en el hoyo se metiera al oído le dijiste
por hacerme regañar. MENGA Por verme caer a mí se lo dijiste, eso sí.
GIL ¿Cómo la hemos de sacar? MENGA ¿Pues en el lodo la dejas? GIL No puede mi fuerza sola.
MENGA Yo tiraré de la cola; tira tú de las orejas.
GIL Mejor remedio sería hacer el que aprovechó
a un coche que se atascó en la corte esotro día.
Este coche, Dios delante, que, arrastrado de dos potros, parecía entre los otros
pobre coche vergonzante; y por maldición muy cierta
de sus padres (hado esquivo) iba de estribo en estribo,
ya que no de puerta en puerta; en un arroyo atascado,
con ruegos el caballero, con azotes el cochero,
ya por fuerza, ya por grado, ya por gusto, ya por miedo, que saliesen procuraban; por recio que lo mandaban, mi coche quedo que quedo. Viendo que no importa nada cuantos remedios hicieron, delante el coche pusieron un harnero de cebada.
Los caballos por comer de tal manera tiraron,
que tosieron y arrancaron; y, esto podemos hacer.
MENGA ¡Que nunca valen dos cuartos tus cuentos!
GIL ¡Menga, yo siento ver un animal hambriento
donde hay animales hartos. MENGA Voy al camino a mirar si pasa de nuestra aldea
gente, cualquiera que sea, por que te venga a ayudar,
pues te das tan pocas mañas... GIL Vuelve, Menga, a tu porfía.
MENGA ¡Ay burra del alma mía! (Vase). GIL ¡Ay burra de mis entrañas!
Tú fuiste la más honrada burra de toda la aldea;
que no ha habido quien te vea nunca mal acompañada.
No eres nada callejera; de mijor gana te estabas
en tu pesebre que andabas cuando te llevaban fuera. Pues, altanera y liviana, bien me atrevo a jurar yo que ningún burro la vio asomada a la ventana.
Yo sé que no merecía su lengua desdicha tal,
pues jamás por hablar mal dijo aquesta boca es mía. Pues como a ella le sobre de lo que comiendo está, luego al punto se lo da
a alguna borrica pobre. (Ruido dentro).
Mas ¿qué ruido es éste? Allí de dos caballos se apean
dos hombres y hacia mí vienen después que atados los dejan.
¡Descoloridos y al campo de mañana! Cosa es cierta que comen barro o están opilados. Mas, ¿si fueran bandoleros? ¡Aquí es ello! Pero lo que fuere, sea;
aquí me escondo, que andan,
que corren, que salen, que entran. (Escóndese. Salen LISARDO y EUSEBIO). LISARDO No pasemos adelante,
porque esta estancia encubierta y apartada del camino
es para mi intento buena. Sacad, Eusebio, la espada, que yo de aquesta manera a los hombres como vos saco a reñir.
EUSEBIO ¡Aunque tenga bastante causa en haber llegado al campo, quisiera saber lo que a vos os mueve.
Decid, Lisardo, la queja que de mí tenéis.
LISARDO ¡Son tantas, que falta voz a la lengua, razones a la razón,
al sufrimiento paciencia. Quisiera, Eusebio, callarlas, y aun olvidarlas quisiera, porque cuando se repiten hacen de nuevo la ofensa.
¿Conocéis estos papeles? EUSEBIO Arrojadlos en la tierra; yo los alzaré.
LISARDO ¡Tomad.
¿Qué os suspendéis? ¿Qué os altera? EUSEBIO ¡Mal haya el hombre, mal haya mil veces aquel que entrega
sus secretos a un papel! Porque es disparada piedra que se sabe quién la tira
y no se sabe a quién llega. LISARDO ¿Habéislos ya conocido? EUSEBIO Todos están de mi letra, que no la puedo negar.
LISARDO Pues yo soy Lisardo, en Sena hijo de Lisardo Curcio.
Bien excusadas grandezas de mi padre consumieron en breve tiempo la hacienda que los suyos le dejaron; que no sabe