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Educar para sentir, sentir para educar: Una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social
Educar para sentir, sentir para educar: Una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social
Educar para sentir, sentir para educar: Una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social
Libro electrónico120 páginas2 horas

Educar para sentir, sentir para educar: Una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social

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Actualmente podemos asimilar más información que nunca y estamos preocupados por perfeccionar nuestras habilidades en el nivel profesional: hacemos maestrías, doctorados y nos preparamos para enfrentar los grandes retos del mundo del trabajo. A la vez, paradójicamente, nos estamos volviendo más ignorantes en el terreno de lo emocional, al perder la conexión con nosotros mismos y con nuestras emociones. Tras sus múltiples conferencias y recorridos por Latinoamérica, Pilar Sordo nos invita a educar para sentir y sentir para educar, haciéndonos conscientes de las importantes repercusiones que tiene el desconocimiento de nuestras emociones y su gestión, en un mundo que no requiere de robots sabelotodo, sino de seres humanos capaces de responsabilizarse de sus actos, de reponerse frente a la adversidad y de crear relaciones saludables. Ése es el único camino posible para formar a los ciudadanos que el futuro necesita.
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento1 ene 2019
ISBN9786075278049
Educar para sentir, sentir para educar: Una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social

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    Educar para sentir, sentir para educar - Pilar Sordo

    A los niños y jóvenes de América Latina, por nuestra dificultad para entender la educación como un derecho que los debe preparar no sólo como buenos técnicos o profesionales, sino como buenas personas que trabajen por conseguir sus sueños y ayuden a crecer a sus países.

    Introducción

    Qué emoción estar de nuevo aquí, compartiendo otra de mis caminatas por América Latina, esta vez intentando resolver una contradicción que me preocupa mucho.

    Desde que comencé este recorrido —con Viva la diferencia en el año 2005— he escuchado las inquietudes de miles de personas y cada vez me queda más claro que la humanidad cambia todos los días en todas las dimensiones. Se ha modificado el concepto de pareja, de familia y de los roles. Hemos aprendido que sexo y género no son lo mismo, lo que se ha incorporado con naturalidad en la educación de nuestros hijos.

    Asimismo, la educación ha sufrido diversos cambios. La tecnología, por ejemplo, modificó, entre otras cosas, las formas de comunicación y de educación. Si bien hoy somos más cercanos y expresivos con nuestros hijos, tenemos serios problemas a la hora de poner límites y de entender que antes de ser sus amigos, somos formadores. La autoridad debe ser una expresión del amor que les tenemos y que les ayude a configurar su propia libertad.

    La educación pública y privada también ha cambiado y requiere modificaciones profundas de acuerdo con los tiempos actuales, pues se estudian contenidos del siglo XX para educar niños del siglo XXI.

    Han cambiado también los paradigmas que rigen la salud, ya que los avances médicos nos han regalado treinta años más, regalo que recibimos sin estar preparados ni saber qué hacer al respecto.

    Así, el concepto de salud hoy lo entendemos como algo integral; es decir, en algunos sectores de la población hay un despertar de la conciencia referente a que somos una unidad entre cuerpo, alma, mente y emoción, con la que nos conectamos o vinculamos con los demás.

    De igual forma, la conciencia de vivir en un planeta dañado nos ha hecho estar un poco más alertas para cuidarlo y estar pendientes de los cambios climáticos y de lo que debemos hacer para no contaminar tanto. Sin olvidar los recursos naturales, que se han ido acabando por la ambición del ser humano de tener más y vivir lo más cómodo posible, sin querer pagar ningún costo por ello.

    También se ha incrementado la conciencia de los derechos que tienen nuestros pueblos y, aunque todavía estamos en deuda con el deber ser, la conciencia social nos ha hecho seres más pensantes y, en algún punto, más libres.

    El mundo laboral también se ha modificado: cada vez es más importante que los empresarios entiendan que sus organizaciones son las personas y no los objetos. Al tener una preocupación auténtica por su bienestar emocional y no verlas sólo como un medio para aumentar la productividad, todo funciona mejor. Se ha despertado un genuino interés por la persona en sí, por el otro, respecto a la calidad humana y al estricto rendimiento productivo económico.

    Se deben unir fuerzas con otros países para erradicar la desigualdad y la pobreza, porque está comprobado que se necesita el apoyo de otras naciones para salir adelante. De algún modo, todos dependemos de todos.

    Dichos cambios han generado una necesidad cada vez mayor de desarrollar en las personas habilidades que apunten más al mundo emocional que al racional; habilidades que todos deberíamos cultivar en el marco de la educación formal.

    Existe un cierto consenso en que la humanidad transita hacia validar la existencia de seres humanos sensibles, sin prejuicios, solidarios, que busquen la equidad de muchos y no el bienestar de unos pocos, donde las habilidades para expresar lo que se siente, solucionar conflictos, disfrutar de lo simple y desarrollar la bondad por sobre otros valores —como la astucia, por ejemplo— son muy importantes no sólo en el contexto familiar, sino también en las instituciones escolares: desde la primaria hasta el posgrado.

    La contradicción que he ido encontrando en mis caminatas es que si bien se necesita este tipo de ser humano noble, sensible y solidario, con muchas de las mal llamadas habilidades blandas, éstas no se enseñan en ninguna parte, y las instancias donde se revisan son, la mayoría de las veces, desde el punto de vista cognitivo y no desde lo experiencial o emotivo, que es la única forma de que los cambios sean permanentes.

    En este libro quiero trazar una línea que vaya desde la familia hasta el mundo laboral, donde los invito a revisar por qué se produce esta contradicción y cómo se podría solucionar desde las bases de la sociedad.

    Quiero erradicar el concepto habilidades blandas y cambiarlo por otro que reconozca el valor que realmente tienen. No puede ser que a uno lo contraten en una empresa por sus habilidades técnicas y cognitivas, y que luego lo despidan por no contar con aquellas blandas que nadie le ha enseñado. En los procesos de selección se revisan los currículums sólo analizando los aspectos del ser humano que fueron adquiridos en la educación formal dentro de las instituciones educativas y no precisamente en la escuela de la vida, que es donde se aprende lo más importante. Como las habilidades aprendidas en esta última no se han trabajado o perfeccionado en la vida laboral, se empiezan a notar los déficits en la dificultad para formar equipos, para empatizar con otros, para expresar emociones y para solucionar conflictos de manera conjunta.

    En todos los países de América Latina se están revisando las pautas educativas y están en curso reformas que de alguna manera intentan ir de acuerdo con los tiempos y las necesidades actuales. Desafortunadamente, también parece haber mano negra para que no surja demasiada gente pensante y conectada con las emociones. Esto hay que desentrañarlo y erradicarlo para poder formar seres humanos conscientes de sí mismos, del otro y del medio en el que viven.

    Por ello analizaremos qué pasa con las emociones en las personas, de qué forma éstas se bloquean desde que somos pequeños, impidiéndonos sentir plenamente. Revisaremos también qué pasa con la educación formal que no parece incluir las emociones en las distintas etapas de formación y de qué manera, por ejemplo, los padres se adaptaron a las exigencias de los colegios y se ven en una tremenda dificultad para trabajar en equipo con las escuelas, en donde existe un conflicto de respeto hacia la autoridad o los maestros que nosotros como sociedad les quitamos, colocándonos en trincheras donde familia y escuela se enemistan y donde los únicos que salen dañados son nuestros propios niños.

    Existen, también, contradicciones como las que hay entre el consumo —fuente de toda felicidad para muchos— y el hecho de necesitar cada vez menos, paradojas que también intentaremos resolver, seguramente con más preguntas que respuestas.

    Estoy en un momento de mi vida en el que mis caminatas se producen con dolor en muchos aspectos, lo que espero me ayude a estar más sensible para enfrentar los retos y contradicciones de nuestro mundo y a la forma en la que se los quiero comunicar. Siempre con aquella simpleza que muchas veces se me critica, pero que es la que me permite, junto con el humor, llegar a sus corazones, que son el centro de todo mi trabajo y mi pasión. Espero nuevamente poder lograrlo.

    A lo largo del libro los lectores se podrán topar con dos cosas: por un lado, sentirán que hay contenidos repetidos de otros libros, pero que incluí porque son actualizaciones de esas reflexiones pasadas que servirán de sustento para las propias de este estudio. Y, por el otro, podrán sentir angustia, desesperanza y rabia en muchos capítulos. Estas emociones también han pasado por mí; sin embargo, he intentado revirar las de impotencia y deuda con nuestros niños hacia la esperanza de cambio hacia una mejor educación para nuestros países de América Latina. Cuando me refiero a una educación mejor, estoy hablando de una que vaya más allá de lo cognitivo y que incluya variables emocionales, históricas y sociales.

    Después de cada capítulo intentaré hacer una síntesis de los puntos que me parecen más importantes para poder expresar las ideas más relevantes que me importa desenredar y exponer en sus generosos corazones.

    Ésta es la invitación de esta aventura: Sentir para poder educar y educar para poder sentir.

    Si bien puede sonar a una frase de canción romántica, tiene una profundidad vital que pretendo demostrar en estas páginas, en las que quiero que me acompañen para reflexionar, reconocer y compartir experiencias.

    El fin de las habilidades blandas

    Cuando analizamos lo que hoy se requiere para desempeñarse en el mundo laboral, evidentemente lo primero es la formación cognitiva y técnica que debemos tener. Por ello es que en toda América Latina están en curso reformas educacionales que intentan dar con una educación más inclusiva y de calidad, aunque no sea claro qué se entiende por ello. A ratos queda la sensación de que esa calidad apunta a reforzar sólo conocimientos y aspectos informativos en distintas áreas y no las dimensiones formativas que nos

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