Conozco a Dios conociéndome a mi mismo: Una invitación a descubrirse diariamente
Por Cecil Murphey
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Se ha dicho que no podemos conocernos a nosotros mismos a menos que conozcamos a Dios. Lo opuesto también es cierto: No podemos conocer a Dios íntimamente sin antes autoconocernos. Estos dos anhelos - el deseo de Dios y el de plenitud interior - están inextricablemente entrelazados.
El autor de éxitos de ventas, Cecil Murphey ha cautivado a millones de lectores por su estilo lírico e incomparale narrativa. No obstante, entre bastidores de su exitosa carrera, Murphey está en búsqueda de Dios y de sí mismo. De esta incesante búsqueda nace Conozco a Dios, conociéndome a mí mismo, una colección de meditaciones presentadas en el estilo único que caracteriza al autor. A medida que reflexiona y viaja por este inolvidable libro creará más conciencia de la presencia de Dios y recibirá una vida interna renovada.
Cecil Murphey
Cecil Murphey, author of 112 books, has also assisted well-known personalities in writing their biographies.
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Conozco a Dios conociéndome a mi mismo - Cecil Murphey
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Conozco a Dios, conociéndome a mí mismo por Cecil Murphey
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No se autoriza la reproducción de este libro ni de partes del mismo en forma alguna, ni tampoco que sea archivado en un sistema o transmitido de manera alguna ni por ningún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro– sin permiso previo escrito de la casa editora, con excepción de lo previsto por las leyes de derechos de autor en los Estados Unidos de América.
Todo el texto bíblico sin otra indicación ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.
Otra versión utilizada es la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional (indicada NVI). Usada con permiso.
Las citas de la Escritura marcadas (RV60) corresponden a la Santa Biblia Reina Valera Revisión 1960 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1960. Usada con permiso.
Las citas de la Escritura marcadas (RV95) corresponden a la Santa Biblia Reina Valera Revisión 1995, Edición de Estudio © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Usada con permiso.
Las citas de la Escritura marcadas (LBLA) corresponden a La Biblia de las Américas, Edición de Texto, © 1997 por The Lockman Foundation. Usada con permiso.
La cita de la Escritura marcada (LBAD) corresponde a La Biblia al Día, Nuevo Testamento, Ed. 1984 © 1979 por Living Bibles Internacional. Usada con permiso.
Traducido por: María Mercedes Pérez, Carolina Laura Graciosi, María del C. Fabbri Rojas y María Bettina López.
Coordinación, revisión de la traducción y edición: María del C. Fabbri Rojas
Director de diseño: Bill Johnson
Copyright © 2010 by Cecil Murphey
Originally published in the U.S.A. by Regal Books, under the title:
Knowing God, Knowing Myself,
A Division of Gospel Light Publications, Inc.
Ventura, CA 93006 U.S.A.
All rights reserved
Visite la página web del autor: www.cecilmurphey.com
Copyright © 2011 Casa Creación
Todos los derechos reservados
En este libro se han cambiado algunos nombres para proteger la privacidad de las personas.
Library of Congress Control Number: 2011929143
ISBN: 978-1-61638-320-6
E-ISBN: 978-1-62136-895-3
Contenido
Reconocimientos
Conocer a Dios (Introducción)
1. El proceso y los resultados
2. Nuestras áreas no sanadas
3. Ser admirado
4. Sobre aquella ira
5. Reexaminar el pasado
6. Demasiado para hacer
7. Repensar en qué enfocarnos
8. Enfrentar los problemas de otros
9. Esos acrecentadores de la gracia
10. Modificar a otros
11. Mis partes inaceptables
12. Cuando sufro
13. ¿Me amas?
14. Recordar y olvidar
15. Mis sentimientos negativos
16. Confiar en otros
17. Lugares nuevos, problemas viejos
18. Ayudar al culpable
19. Todo ese silencio
20. Merecer amor
21. El amor de Dios por mí
22. Nuestras débiles voluntades
23. Entre imperfectos
24. Personas desconsideradas
25. Esos problemas insignificantes
26. Impulsar mis planes
27. Tener en cuenta lo improbable
28. Durante los malos tiempos
29. Antes del milagro
30. Necesidad de reconocimiento
31. Sincillamente comprender
32. Tres palabras prohibidas
33. Un verdadero amigo
34. Los maestros enseñan
35. Nuestros verdaderos regalos
36. Sobre dar y recibir
37. Mirar mi rostro
38. Volverlo a escuchar
39. Cosas de valor
40. La pregunta: Por qué
41. Su lección de amor
42. Recordar la responsabilidad
43. Volver a empezar
44. Compararnos
45. Compasión conveniente
46. Mi modo superior
47. Empezar con problemas
48. Cambiar a otros
49. Te agradará Pablo
50. Captar nuestra atención
51. Mantenme humilde
52. Acerca de Phil
53. Simplemente diga no
54. Mensajes a través de terceros
55. Me lastima
56. ¿Suficiente valoración?
57. Gente que se hace sola
58. ¿El diablo lo hizo?
59. Razones para el desagrado
60. Establecer límites
61. Condenar a otros
62. Perdonar al indigno
63. Dificultad para perdonar
64. Estar solos
65. Vida victoriosa
66. Mi superación
67. Agradarme por completo
68. Mi oración favorita
Aforismos
Acerca del autor
RECONOCIMIENTOS
Conocer a Dios no es una experiencia solitaria. Otros nos guían en nuestro crecimiento espiritual. Les debo mucho a varias personas que me tomaron de la mano, me desafiaron, me reprendieron, y especialmente a quienes me amaron.
Podría remontarme a mi infancia y a mi maestra de escuela dominical, Marie Garbie, quien me amó y oró mucho por mí antes de que yo me abriera a Dios.
Aunque sería imposible nombrarlos a todos, estoy agradecido a cada uno de los que me impulsaron a acercarme más a Dios. Pero por sobre todo, debo agradecerle a Shirley, mi esposa. Ella me enseñó sobre el amor de Dios y el perdón antes de casarnos. Por su estilo de vida, me sigue ayudando a conocerme a mí mismo y a conocer a Dios.
Conocer a Dios
(Introducción)
Durante la mayor parte de mi vida adulta, he anhelado –experimentar intimidad con Dios. Esa búsqueda comenzó después que cumplí los veinte años cuando, siendo agnóstico, tuve un profundo despertar espiritual. En el proceso de descubrir a Dios, también me fui conociendo a mí mismo. Pasé de autodenominarme agnóstico a convertirme en un verdadero cristiano. Varios años después, me di cuenta de que conocer a Dios y conocerme a mí mismo iban juntos. Para progresar necesitamos tanto conocernos a nosotros mismos como conocer a Dios.
Al avanzar en mi travesía espiritual me doy cuenta de que quienes buscamos conocernos y conocer a Dios, aunque sea por caminos diferentes, podemos tener mucho en común. Santa Teresa de Ávila lo dijo mejor que yo: Jamás acabamos de conocernos si no procuramos conocer a Dios
.
La mayoría de mis escritos surge de descubrimientos en mi búsqueda de una vida espiritual más auténtica y significativa. Al ir madurando, tomo conciencia de cuánto deseo compartir con otros que anhelen un conocimiento más profundo de sí mismos y de Dios.
Me topé con muchos bajones espirituales; mi vida no ha sido una caminata gloriosa y triunfante siempre ascendente. En realidad, aprendí la mayoría de mis lecciones por medio del dolor, el fracaso y la debilidad. Aunque este constante anhelo de entender al Señor ha impregnado mi vida, no es un logro mío: creo que es Dios quien ha llenado mi corazón con ese deseo. Él jamás se dio por vencido conmigo ni permitió que yo lo hiciera.
Mi conversión comenzó después de leer la cita que Pablo hace de Isaías: Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí
(RV95).
Me gradué en la universidad con una especialización en religión, obtuve una maestría en educación de una importante universidad, y luego fui al seminario para obtener una segunda maestría. Aunque estoy agradecido a la educación, ninguno de mis logros académicos satisfizo mis ansias espirituales. Mis instructores me proveyeron información, me transmitieron herramientas para investigar y me alentaron a pensar y leer más. Mi alma seguía anhelando una mayor intimidad con la Divinidad.
Serví como misionero en Kenia durante seis años. Ese tiempo transformó mi entrenamiento en una vivencia práctica. Durante nuestra temporada en África, pasé la mayoría de las tardes leyendo teología. Muchas noches luchaba con un ardiente deseo de conocer más a Dios. Enséñame, condúceme, guíame
, era mi clamor más frecuente. O citaba las palabras de Pablo: Quiero conocerlo a él
(Filipenses 3:10, RV95).
Durante catorce años pastoree congregaciones del área metropolitana de Atlanta. Al extender mis manos hacia las personas heridas, enfrentaba muchos de mis propios problemas. Mientras luchaba con mis propios asuntos a la vez que ayudaba a los demás, fui creciendo en mi entendimiento de Dios.
Seguí leyendo mucho. Si bien encontré gran ayuda en otros que habían abierto caminos espirituales delante de mí, me di cuenta de que debía hacer mi propio recorrido y encontrar mi propio proceso. No todos considerarán ortodoxos mis métodos, pero a mí me dieron resultado, y he descubierto ciertas maneras de fomentar mi crecimiento espiritual.
Una de las principales formas en que expreso mi fe es escribiendo aforismos: declaraciones concisas que expresan algo que he aprendido o quiero aprender.
Oro o medito diariamente sobre un sucinto resumen de mis peticiones. Las escribo en unas tarjetas de tres pulgadas por cinco y oro por ellas. Este método me da resultado, y quiero compartirlo con otros.
Cada capítulo de este libro contiene una oración o una afirmación. Para mí, una afirmación es una forma de oración. Cuando repito esas declaraciones, le estoy pidiendo a Dios que las haga realidad en mi vida. Cada día sigo orando por ellas (y a veces las modifico) hasta que hayan llegado a ser parte de mí o hasta que Dios me las haya concedido.
Nunca llegaré a conocerlo todo, pero igual seguirá siendo mi meta. Comienzo a acercarme—y entonces me gritan áreas espirituales todavía inexploradas—y en ocasiones me he horrorizado por mis descubrimientos. Tan pronto como logro captar una verdad sagrada y aplicar lo aprendido, encuentro algo nuevo e inexplorado.
Estos constantes desafíos hacen que mi búsqueda espiritual sea emocionante, y me aseguran que puedo estar más cerca de lo que jamás hubiera imaginado a los apóstoles originales, a los padres de la iglesia antigua y a los místicos de la Edad Media. Mi lenguaje es muy diferente y los problemas que enfrento también lo son. Pero cuando leo sus palabras y las traslado al mundo actual, siento como si mis manos estuvieran enlazadas con las suyas.
1
El proceso y los resultados
Me daba miedo anticipar el gozo y la felicidad que podría sentir si mis planes llegaban a buen término. ¿Qué ocurrirá si eso no pasa?, me preguntaba, y esa duda me paralizaba. ¿Qué pasará si trabajo en este proyecto, me entrego totalmente a él, y fracasa?
¿Qué pasará si obtengo un título y luego nadie me contrata?
, preguntó un estudiante.
¿Qué pasará si comienzo un negocio por la Internet y pierdo todo?
, preguntó un empresario.
¿Qué pasaría si me enamoro y la relación no perdura?
, preguntó la joven ansiosa.
Será mejor asegurarme totalmente de que algo tendrá éxito antes de comenzarlo
, dije.
Estaba equivocado.
El éxito no es tan importante como lo hacemos parecer. He conocido una gran cantidad de gente exitosa que sin embargo vivía deprimida.
Durante más de veinte años escribí como coautor y escritor fantasma de libros que firmaban celebridades. La fama o el dinero no los hacían felices. Quizás disfrutaran la vida, pero no por sus ventajas exteriores. El gozo y la felicidad salen de adentro. Pero no siempre supe esto.
Por años escuché comentarios ingeniosos sobre que la recompensa es el viaje y no el destino. Ahora sonrío al leer aquellos dichos. Pero no los creía. Pensaba: Si el final —un final exitoso— no es importante, ¿para qué ponerse metas o tratar de avanzar?
Hace unos pocos años comencé a cambiar mi visión sobre el éxito y el fracaso. Me detuve a preguntarme: ¿Qué pasaría si fracasara? Aunque no obtuviera los resultados que busco, podría divertirme durante el proceso.
Yo quiero disfrutar mi vida, me dije, y no me importan los resultados. Quizás el viaje sea placentero.
A veces soy un poco lento para darme cuenta de las cosas, pero esta es la conclusión a la que finalmente llegué y que ofrezco a quienquiera que desee disfrutar de la vida: Encuentre las cosas que lo apasionan. Nos podemos brindar por entero a esas tareas, trabajos o profesiones. Si no encontramos placer en lo que estamos haciendo, quizás necesitemos pensar en hacer otra cosa. Yo encontré mi mayor placer en escribir, otros lo encuentran en otras áreas.
Durante mis primeros años como pastor, un carpintero llamado Les se unió a nuestra congregación. Una vez me dijo: Cuando miro mis manos, siento que Dios las hizo así de grandes para que yo pudiera construir cosas
. Un cajero de banco dijo: Cuando llega el final del día y el balance de la caja está bien, suspiro relajado. Se que he hecho un buen trabajo
.
No importa cuál sea nuestra pasión, es algo personal que tiene que ver con lo que uno siente íntimamente: una paz interior. La respuesta no es lo otros piensen, como: ¡Oh, usted sería tan bueno haciendo!
.
Cuando estaba en el seminario, un empresario muy exitoso me ofreció un empleo para administrar una cadena de hoteles en Argentina. Usted tiene la personalidad adecuada para esta clase de trabajo.
Me dio a entender que me pagaría un enorme salario. Pero no sentía pasión alguna por esa tarea así que la rechacé.
Si queremos disfrutar la vida, no lo lograremos acumulando trofeos o enormes casas, autos caros o inversiones rentables. El gozo se produce cuando seguimos nuestros deseos más profundos. Si damos lo mejor de nosotros con ese fin, podremos disfrutar el proceso.
Quiero darle permiso para soñar, como me di a mí mismo la libertad de hacerlo. Piense apasionadamente, tenga sueños grandes. Disfrute el entusiasmo que produce poner toda su energía en un proyecto. ¿Por qué no poner lo mejor de uno sin importar cómo saldrá?
No podemos determinar el resultado, por mucho que nos esforcemos. En la iglesia, ¿no hemos dicho siempre que en definitiva las cosas están en las manos de Dios? Sin embargo, he notado que generalmente les recordamos esto a otros después de que han fallado. ¿Por qué no nos concentramos en la emoción de desencadenar ahora mismo nuestras energías?
Por ejemplo, mi amigo y editor Nick Harrison me preguntó si tenía algún libro dentro de mí, una pasión que nunca había plasmado.
Sí
, le dije. Tengo uno
. Y le conté sobre el libro. Al menos una década atrás, escribí una novela histórica situada en la década de 1920. Una editorial tras otra la rechazaron. A algunos les gustó, pero no se dedicaban a ficción histórica (ahora consideran histórica cualquier cosa que se sitúe a comienzos de los años 20). Se desarrollaba en Oklahoma durante la gran sequía y la Gran Depresión, pero ellos no publicaban libros sobre el sudoeste. A algunos no les gustaba mi forma de escribir; otros simplemente dijeron: No es para nosotros
.
Hasta ahora ningún editor ha aceptado el libro, y quizás nunca se imprima. Me gustaría que lo fuera, porque soy escritor y escribo libros para venderlos a casas editoriales. Lo escribí con 200,000 palabras; lo revisé; lo convertí en una trilogía. Le cambié algunos personajes y agregué otros, pero la historia básicamente sigue siendo la misma.
Cuánto esfuerzo en vano
, me dijo uno de mis amigos escritores.
¡Claro que no! ¡Esta es mi pasión!
, dije sin pensar mi respuesta. Me encantó el proceso. Sigo aprendiendo el oficio, y en ese proceso de ir escribiendo Dios se hace más real para mí y me conozco más a mí mismo.
Esas palabras me impactaron: jamás le había dicho eso a nadie, y ni siquiera era consciente de ello, pero sabía que le estaba diciendo la verdad a mi amigo.
También decidí que quería vivir con esa pasión: dando todo lo que tengo en cada proyecto, empresa o idea.
En lugar de mirar al futuro —anticipando el fracaso o el éxito de la actividad— ¿qué tal si vemos esas actividades como algo en lo cual satisfacer nuestra pasión? Hacer es nuestra responsabilidad, el resultado es responsabilidad de Dios.
Piense en usted mismo. Como se ha desilusionado, quizás tenga miedo de