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Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu
Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu
Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu
Libro electrónico375 páginas5 horas

Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu

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Sacerdote. Amante. Estadista.

El cardenal Armand-Jean du Plessis, duque de Richelieu, es uno de los políticos más famosos o infames de todos los tiempos. Hecho un villano en la popular novela de Dumas, "Los tres mosqueteros", el verdadero hombre era un servidor público dedicado y leal al rey y al país. Un hombre de lógica y razón, transformó nuestra forma de pensar sobre las naciones y la nacionalidad. Secularizó las guerras entre países, patrocinó las artes por el bien público, fundó el primer periódico en Francia y creó a Francia como el país moderno que conocemos hoy.

Detrás de escena, du Plessis con frecuencia sufría de migrañas paralizantes y malaria. Oculto a la vista, pero siempre a su lado estaba Anne Rochefeuille, su querida amiga, enfermera y amante. Su igual intelectual, Anne trabajó incansablemente para capacitar a su cardenal para lograr la grandeza, su amor mutuo prohibido por la iglesia católica romana a la que sirvió Armand.

Lleno de música de época, baile y mucho romance, "Su Roja Eminencia" te transporta de regreso a la corte del rey Luis XIII en todo su color vibrante y vivo.

Ganador del Premio Libro Godiva 2019.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 jun 2020
ISBN9781071544068
Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu

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    Su Roja Eminencia, Armand-Jean du Plessis de Richelieu - Laurel A. Rockefeller

    Su Roja Eminencia es una obra de historia narrativa basada en eventos de la vida del Cardenal Armand-Jean du Plessis de Richelieu, fue elaborada utilizando fuentes históricas primarias y secundarias, comentarios e investigaciones.

    Las fuentes consultadas aparecen al final del libro. La interpretación del material de origen queda a discreción del autor y se emplea dentro del alcance de la imaginación de la autora, incluidos los nombres, hechos y detalles históricos.

    Algunos detalles de este libro están sugeridos por los datos disponibles, mas no pueden ser absolutamente probados con tales datos. Esto se debe en gran parte a los esfuerzos meticulosos por parte de Richelieu para proteger su privacidad y evitar que los eventos y hechos específicos de su vida se conviertan en parte del registro histórico, una medida prudente dado el peligroso entorno político en el que vivió y trabajó.

    Echa un vistazo a estas biografías relacionadas de la Serie Mujeres Legendarias de la Historia Mundial

    Catherine de Valois

    María Reina de los Escoceses, el Reino Olvidado

    Descubre la serie completa de biografías de Mujeres Legendarias de la Historia Mundial y más en www.laurelarockefeller.co.uk (página en inglés)

    ––––––––

    ©2020 por Laurel A. Rockefeller.  Todos los derechos reservados.

    Alerta de material extra

    Anne Rochefeuille cita al Doctor en el Capítulo Diez (Confesiones) con tres pequeñas palabras de Respiración Profunda ¿Puedes notarlas?

    En el Capítulo Doce (Despedidas y Testamentos), se describe la política exterior del cardenal Richelieu hacia los Habsburgo haciendo referencia a una famosa escena de la serie 9 ¿Puede nombrar el episodio y citar lo que dice el Doctor al final de esa escena cuando éste completa su tarea?

    Para Peter cuyo Richelieu puso en marcha la erudición que es esta biografía. Que algún día escuche estos capítulos en su magnífica voz.

    Tabla de Contenido

    Introducción

    ¿Un buen hombre?

    Capítulo Uno: Encuentro de almas

    Capítulo Dos: Padre Armand

    Capítulo Tres: Obispo de Luçon

    Capítulo Cuatro: Exilio

    Capítulo Cinco: Espía del rey

    Capítulo Seis: 1622

    Capítulo Siete: 1623

    Capítulo Ocho: Albores del primer ministerio

    Capítulo Nueve: La Rochelle

    Capítulo Diez: Confesiones

    Capítulo Once: El Día de los Inocentes

    Capítulo Doce: Despedidas y Testamentos

    Plegarias en Latín y sus traducciones

    Línea del Tiempo

    Lecturas y Bibliografía Sugeridas

    Acerca de la Autora

    Introducción

    En la historia y la literatura, pocos religiosos han captado la imaginación colectiva de nuestras culturas mejor que Armand-Jean du Plessis de Richelieu. Mejor conocido como el Cardenal Richelieu; es el mejor malvado para los fanáticos de la novela más vendida de Alexandre Dumas, Los tres mosqueteros. Aunque muchos de los mejores actores del mundo se han metido en las vestiduras del cardenal, pocos lo han interpretado mejor que Peter Capaldi en la reciente serie de la BBC, Los mosqueteros, papel que duró una temporada. No, no se debió a ningún déficit por parte de la producción (Los Mosqueteros duraron tres temporadas). Más bien, Los Mosqueteros tuvieron la mala suerte de grabarse cuando Matt Smith estaba listo para entregarle la llave de la TARDIS al próximo doctor: ¡el Peter Capaldi de toda la vida! Con un programa de filmación para probar la resistencia de un joven de veinte años, y mucho menor el de Capaldi de cincuenta y cinco años en Doctor Who, era simplemente imposible que Peter Capaldi interpretara al Doctor y a Richelieu al mismo tiempo. Como fanática de Doctor Who, estoy encantada de que Peter Capaldi se haya convertido en el Doceavo Doctor (Capaldi es en gran parte la razón por la que veo a Doctor Who), pero como fanática de los dramas históricos, no puedo dejar de lamentar la ocasión. De hecho, es la versión Capaldi de Richelieu la que capta mi imaginación y me dan ganas de conocer al hombre real con el mismo fervor que de otro modo reservo para aprender y escribir sobre mujeres inspiradoras a través de la historia.

    Lo que aquí se presenta es una versión narrativa de lo que sabemos sobre el cardenal Richelieu, junto con algunas especulaciones sobre lo que él mantuvo hábilmente fuera de la narrativa histórica. Controlar lo que otros podían y sabían sobre él, sus motivos y acciones era de vital importancia para cualquier político exitoso que viviera en la Francia del siglo XVII y XVIII, aunque especialmente para Richelieu. Esta fue una época en que las personas eran decapitadas casualmente con rapidez, siendo a menudo inocentes de cualquier crimen comprobable. Contando tanto a Marie de Medici como a la reina Ana de Austria entre sus enemigos más viles, Richelieu estaba rodeado de personas que explotaban rápidamente los más pequeños errores percibidos para humillar y, con suerte, terminar su vida de la manera más rápida y dolorosa posible.

    Si vamos a tomar como verdadera la teoría presentada en Hell Bent (Doctor Who, serie 9) de que uno puede reconstruir lo que se olvida por el hoyo que deja atrás, entonces es cierto para este autora e historiadora que Armand-Jean du Plessis de Richelieu mantuvo una relación cercana tal vez de por vida con una mujer que lo desafió, lo ayudó y lo castigó. Los rumores de una amante tal vez muy educada (un nombre poco adecuado ya que tener una amante requiere que uno también tenga una esposa) son ciertamente lo suficientemente numerosos ¿Era su amiga, su amante, su colega o quizás una mujer con quien se casó sin los ritos católicos requeridos para hacerlo oficial? En esta narrativa, todas estas posibilidades son exploradas.

    De lo que estoy segura es que Richelieu era un hombre mucho más apasionado, tierno y amoroso de lo que la historia lo deduce. Era un hombre sabio y previsor que amaba la palabra escrita, ayudó a crear el primer periódico de Francia, ayudó a escritores y artistas de todo tipo, incluso a aquellos cuyas creaciones no le gustaban. Recopiló todos los modales de las artes diversas, sin importar sus opiniones personales sobre un trabajo determinado, y vio en ellas un valor cultural esencial para su visión de Francia. Edificó la Francia moderna, a veces, literalmente, gracias al patrocinio del arquitecto Jacques Lemercier. Muchos de estas construcciones de Richelieu-Lemercier, tanto en Poitou como en París, siguen en pie, protegidas por el gobierno francés como sitios de patrimonio primordiales, incluida su tumba en su querida Sorbona.

    Aunque hoy solemos llamarle Richelieu, el Dr. Aurore Chéry, investigador asociado de LARHRA, Universidad de Lyon, en Francia; me explicó cómo en su época era conocido por numerosas variaciones de su nombre de pila, apellido, y el referente geográfico de Richelieu o Richelieu dependiendo de quién era el orador y de qué tan bien éste lo conocía a él y / o a su familia. Así como los Rockefeller de los Estados Unidos se componen de numerosos linajes, la familia du Plessis también existió y existe en numerosos linajes. Cuando llamamos al buen cardenal Richelieu lo estamos distinguiendo de otros du Plessis, distinciones que a menudo no son necesarias entre quienes lo conocieron personalmente.

    Los fans de mi exitosa serie Mujeres Legendarias de la Historia Mundial deberían encontrar este libro familiar en estilo, formato y voz. De hecho, el único desfase verdadero que esta biografía hace de las nueve biografías (actualmente) de la serie es que en esta biografía mi tema central es un hombre y no una mujer. Esto no fue por diseño. Se hizo un gran esfuerzo para escribir sobre Richelieu por una mujer contemporánea en cuya historia podría integrar la suya. Lamentablemente, esos esfuerzos en este caso fracasaron. Cuanto más trabajaba, no hallaba mi imaginación a ninguna de las mujeres específicas que investigué. No es que la Francia del siglo XVII careciera de mujeres inspiradoras; pero nadie a quien estudié  llamó tanto mi atención como cualquiera de las mujeres cuyas historias llenan las páginas de los libros de Mujeres Legendarias de la Historia Mundial. Si no estoy inspirada, tú tampoco serás inspirado.

    Así pues, estoy caminando en un terreno nuevo con este trabajo. La luz de Su Eminencia Roja los supera a todos por mí. He aquí que había un hombre distinto a cualquier otro en el Renacimiento o la Francia moderna temprana. Armand-Jean du Plessis de Richelieu cambió el mundo de fuerte manera, lo que todavía sentimos hoy, forma en que me atrevo a decir que es igual a la de las mejores féminas cuyas historias normalmente cuento.

    Gracias, Peter Capaldi, por atrapar mi imaginación con tu brillantez mientras lo interpretabas. Este libro no existiría sin ti.

    ¿Un buen hombre?

    Sueños de rojo a mi corazón llenan.

    Donde antes yacían los huesos secos de la historia.

    La deslumbrante y gran capa de terciopelo rojo.

    El solideo que cubre su corona.

    Los astutos murmullos en secreto.

    La sangre derramada por su palabra.

    Hace mucho tiempo vivió un cardenal por un libro hecho villano.

    Una novela aventurera hecha de capas y corsés, espadas y pistolas.

    Un escocés cuya voz hace eco en el tiempo, mientras juega al cardenal tras cortinas.

    Cuero negro que a un buen hombre lo vuelve villano.

    ¿Quién es tal hombre tras estas telas?

    ¿El Primer Ministro de Francia?

    ¿Un hijo obediente?

    ¿Un hombre de paz que llevaba a ejércitos a la victoria en el campo de batalla?

    ¿Era simplemente la versión francesa de David Beaton o Thomas Wolsey,

    Muy odiado y despreciado como Dumas nos enseña a considerarle?

    ¿O era algo más?

    Un cura reacio.

    Siervo de su Majestad.

    Un diplomático.

    Un buen hombre.

    Capítulo Uno: Encuentro de almas

    ¡El rey da la bienvenida  a la corte al seigneur de Richelieu! anunciaba el heraldo en la sala del trono del rey en el Louvre. Con un gesto de éste, los lacayos abrieron las pesadas puertas de madera para admitir al cortesano de veintiocho años ante la presencia del rey.

    Henri du Plessis de Richelieu se arrodilló ante el rey y la reina en sus tronos, ¡Agradezco por recibirme en persona, Sus Majestades!

    El amor y la lealtad que nos dieron a usted y a nuestro predecesor, el rey Enrique III, por usted y su familia, son recordados, al igual que el sacrificio de su padre en nuestro nombre durante los últimos días de las guerras de religión, reconoció el rey Henri ¿Cuánto tiempo ha pasado?

    Dieciséis años, Su Majestad, respondió.

    ¡François era un buen hombre! afirmó el rey ¿Qué puedo hacer por su hijo mayor?

    Mi familia todavía está paralizada por la quiebra, señor. Por las deudas de mi padre, la mayoría de ellas contraídas en defensa de la corona. Existe una posible fuente de ingresos a través de la cual aún podemos sobrevivir, pero necesito la ayuda de Su Majestad para asegurarla, explicó Henri de Richelieu.

    ¿De qué se trata?

    El obispado de Luçon que se nos otorgó en recompensa por nuestras pérdidas. Ningún obispo ocupa el asiento. Deseo nombrar a mi hermano menor Armand para que lo haga, si usted fuera tan amable de nombrarlo y asegurara del Papa la dispensación que necesita para tomarlo.

    ¿Qué edad tiene tu hermano? cuestionó el rey.

    Veinte, casi veintiuno, Su Majestad.

    ¿Qué es de él ahora?

    Tras terminar sus estudios en el Colegio de Navarra, se encuentra en la Sorbona, donde estudia teología. He escuchado informes de que él se convertirá en uno de los mejores y más brillantes hombres de iglesia en su reino. Solo necesita el permiso de usted y del Papa para ascender al obispado una vez que se gradúe.

    ¡Muy bien entonces! Firmaré la orden tan pronto esté lista.

    Henri de Richelieu hizo una profunda reverencia, Merci beaucoup, Votre Majesté.

    Armand-Jean du Plessis de Richelieu cabalgaba firme y resueltamente por las calles de Roma, ​​el asqueroso hedor por la falta de alcantarillas populares llenaba sus fosas nasales cuando atravesaba uno de los barrios más pobres en tanto seguía la Vía Francigena. Ataviado con una simple camisa negra, pantalón y jubón de cuero; uno nunca sabría que el joven poseía algunos de los más antiguos linajes nobles de toda Francia. Aunque en alguna época la familia tenía propiedades y riquezas masivas, décadas de guerra religiosa en quiebra de la familia significaban que su educación no era más lujosa que la del artesano típico parisino. No recibiría educación alguna si no fuera por la sabiduría y frugalidad de su madre desde la muerte de su padre, sabiduría que le permitió estudiar en el Colegio de Navarra desde los nueve años y ahora en la universidad de la Sorbona ¡Le fascinaba aprender! Si su misión fuera exitosa, podría terminar sus estudios religiosos, asumir su puesto en Luçon y tal vez, solo tal vez, vivir una vida tranquila y cómoda a la sombra de sus hermanos. Era mejor que los militares, al menos, especialmente dada la fragilidad de su salud ¡Los soldados enfermos tendían a ser soldados muertos en poco tiempo!

    Sin hacer caso de la mayoría de los sitios de peregrinación a lo largo de su ruta por la ciudad, encontró por fin una pequeña casa religiosa conocida por ofrecer habitaciones a los peregrinos por una tarifa muy irrisoria. Guiando a su caballo hacia el establo y ofreciéndole algo de comida fresca que encontró en el interior, Armand golpeó la gran puerta de la casa.

    Un fraile franciscano abrió la puerta, Salve. Possumne te adiuvare?

    Salve, Frater. Possumne hic manure nocte?

    "Esne Gallicus?

    Je vien de Paris. J'étudie à la Sorbonne.

    El fraile sonrió y le abrió la puerta, Entre.

    Armand reverenció con respeto, Merci.

    Al entrar en la casa, Armand fue guiado a una pequeña habitación en la planta superior con solo una cama, una silla, una mesita, una jarra de agua limpia, un lavabo y una taza de gres para beber. Armand puso su pequeña bolsa que contenía su muda de ropa sobre la cama, manteniendo la funda protectora que contenía sus preciosas cartas del rey Henri sobre su persona con tal protección como guardaba su dinero. Siguiendo de nuevo al fraile hacia la planta baja, aceptó una comida sencilla que consistía principalmente en un plato de estofado, un baguette y una copa de modesto vino. Manteniéndose tranquilo, cenó silenciosamente; enseguida se dirigió a su habitación, se puso la bata y se quedó dormido.

    La mañana llegó. Mientras se vestía en silencio, Armand recogió sus pertenencias de la habitación antes de bajar a comprar un baguette con un poco de mantequilla y mermelada. Agradecido, dejó al fraile que conoció antes y continuó su camino.

    Seis horas más tarde, Armand se sentó en silencio en la antecámara de la secretaría del Papa, agradecido por el tiempo para meditar y orar. Finalmente, recibió el largo y esperanzador documento: su dispensación para convertirse en obispo al completar sus estudios en la Sorbona. Listo al fin, Armand volvió a casa.

    Pasaron siete días sin incidentes. Llegando a Lyon, la salud de Armand se volvió frágil una vez más. Por mucho que quisiera llegar a París esta semana, su cuerpo simplemente no podía mantener la paz y superarse. Tras llegar a un pequeño convento, Armand tocó la campana.

    ¿Le puedo ayudar? preguntó la hermana.

    Armand-Jean du Plessis. Vuelvo a París desde Roma ¿Puedo quedarme aquí unos días?

    La hermana le abrió la puerta, "¡Por supuesto! Será bienvenido aquí, siempre y cuando no cause problemas entre las hermanas.

    Armand reverenció mientras guiaba a su caballo por la puerta, No soñaría con causarle más inconvenientes que los necesarios.

    La hermana condujo a Armand a una modesta celda reservada para la visita de sacerdotes y monjes. Al poner sus pertenencias dentro, Armand no pudo evitar preguntarse si su hogar en Luçon sería así cuando asumiera su cargo. Agradecido, siguió a la hermana a una sala común donde se reunían las hermanas para su cena, y se percató que una mujer joven parecía estar separada de las demás, como si su presencia les fuera desagradable. Armand se volvió hacia su guía: ¿Quién es ella?

    ¿La hugonote? La hermana Catherine. Ella dice que se ha convertido, pero nadie cree eso. Sus abuelos murieron durante la gran masacre de 1572. Ella es rara y no está dispuesta a hacer lo que se le dice ¡Aléjate de ella, no sea que sus ideas diabólicas te distancien de la verdadera religión!, Advirtió la hermana en tanto se sentaba para unirse a los demás.

    Intrigado, Armand se sentó al lado de la hermana Catherine, Bonsoir, soeur Catherine.

    Bonsoir, monsieur, Respondió Catherine mientras tres hermanas entraban a la habitación para servir la cena. Supongo que ya le han advertido que me evite.

    ¿Cómo adivinaste?

    Ellas siempre lo hacen.

    ¿Por qué?

    ¿Por qué más iba a ser? Soy diferente.

    ¿Es verdad que eres una hugonote?

    A las hermanas les gustaría que creyeras eso.

    ¿Y tienen razón?

    Lo correcto y lo erróneo no es tan claro y nítido como algunos piensan. Lo que parece correcto y bueno en cierto contexto se vuelve lo contrario en otro. La gente se apresura a juzgar con el mínimo de información, explicó la hermana Catherine.

    Armand sonrió. Suenas complicada.  Me atrae lo complicado.

    ¿En verdad?

    ¡Así es! Complicada implica que piensas, no simplemente haces lo que ellas te piden.

    Lo cual es un pecado mortal por el que he sido golpeada y latigueada en muchas ocasiones. Ellas piensan que me considero mejor que Dios y que puedo aprender de humildad únicamente a varazos.

    Desde luego que no. Puedo ver donde ellas quizá no entiendan. Siendo una estudiante en la Sorbona no les importa si hago preguntas o debate filosofía. Irónicamente, estoy siendo animado a hacerlo.

    Es afortunado. Es mejor ser golpeado por una mente inquisitiva. Los calvinistas no son diferentes con las mujeres que aspiran a ser algo más que amas de casas o madres ¿Por qué cree que estoy aquí?

    Si necesitas alguien con quien hablar, quizá discutir sobre algo, creo estar aquí unos cuantos días.  Puedes hablar conmigo, si así lo quieres, ofreció Armand.

    La hermana Catherine le sonrió ¡Gracias!  Podría ser.  Estaré en la biblioteca tras el desayuno y las plegarias matutinas. Allí lo puedo ver si usted lo desea.

    A la mañana siguiente Armand dio un paseo por la biblioteca donde halló a la hermana Catherine como lo había prometido. Armand se sentó a su lado ¿Qué estás leyendo?

    El Evangelio de San Juan, respondió con sencillez.

    Armand tomó la pesada Biblia y leyó en voz alta, Al principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Lo mismo fue en el principio con Dios. Todas las cosas fueron por Él creadas, y sin Él no se habría hecho nada de lo que se hizo. En Él hubo vida; y la vida fue la luz de los hombres. Y la luz brilla en la oscuridad y tal oscuridad no lo comprendió....¿Puedes entender esto?

    Sí, por supuesto.

    ¿Entonces tu sacerdote te lo explicó?

    No preciso de un sacerdote, no por algo tan simple como esto lo es. Además, el día que un hombre pueda superarme al comprender algo tan simple como el Evangelio de  Juan será el día en que renuncie a mi sangre francesa y a llamarme inglesa, bromeó la hermana juguetonamente, provocando una sonrisa tímida de Armand.

    ¿Quién eres?

    Nací con el nombre de ‘Anne.’ La mayoría de mi familia, incluyendo a mis padres y dos mis hermanas mayores, es calvinista. La gente asume que desde que fui criada protestante antes de llegar al convento, nunca me convertí al catolicismo, confesó la hermana Catherine.

    Te pregunté acerca de eso antes, mas no respondiste.

    Puesto que no hay una forma simple de responderlo. No soy papista ni antipapista. Para mí, las diferencias entre la vía religiosa católica y la vía calvinista son mínimas. Sustancialmente, no son más diferentes que dos razas de perros. No me importa realmente cuál perro esté cerca siempre y cuando no me muerda.

    Un modo interesante de pensarlo, rió Armand en el pensamiento. A mis profesores les encantarías en sus clases.

    Excepto por el pequeñísimo detalle de que soy mujer.  Dudo mucho que aprueben la presencia de una estudiante mujer, Anne frunció el ceño.

    Armand la miró a los ojos, ¿Cómo lo haces?

    ¿Hacer qué?

    Desafiarme a cambiar mi forma de pensar sobre el mundo. Eres mejor en eso que mis profesores, una filósofa natural.

    Tengo los azotes y los moretones frescos para demostrarlo.

    Armand la abrazó, ...’ y cuando llegaron al lugar, que es llamado el Calvario, allí lo crucificaron junto a los malhechores, uno a la derecha y otro a su izquierda.Entonces Jesús dijo, Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen. Y cortaron sus ropas, sorteándoselas.’ Lucas 23, 33-34.

    Es usted un hombre notable. Se rumorea ya su nombre, Armand, será obispo algún día.

    Sí todo marcha conforme al plan, sí. Y sí, soy Armand.  Armand-Jean du Plessis de Richelieu, a tus órdenes, Mademoiselle. Mi hermano mayor Henri es el seigneur de Richelieu.  Afortunadamente para mí, al rey Henri IV le agrada y le agrada también nuestra familia así como al rey Henri III previamente.

    ¿Has conocido al rey?

    ¿Yo? ¡No! Mas he escuchado que es un buen hombre.

    Un buen hombre o un buen hombre para un hugonote?

    Armand sonrió, ¡Qué ingenio y mente tan agudos tienes, Anne!  ¿Debo llamarte Anne o Catherine?

    Anne cuando no haya quien escuche alrededor. Hermana Catherine cuando nos escuchen.

    Evitas a las hermanas, ¿verdad?

    ¿No lo haría usted en mi lugar?

    Sin duda ¿Has considerado irte?

    Salir de un convento es un delito excomulgable, ¿recuerda?

    A menos que sea uno expulsado, Armand respondió con ligereza. Deteniéndose a pensar por un momento, sus ojos brillaron ante una idea, Se necesita cierto poder para expulsar a una monja y anular sus votos a la Santa Iglesia, y así permitirle esencialmente irse sin ningún tipo de penalización ¡Y un obispo puede!

    Si tan solo hubiera un obispo que supiera de mi sufrimiento y se preocupara lo suficiente como para ayudarme, insinuó Anne, sincronizando sus pensamientos a los de Armand.

    El Obispo de Luçon podría tener la autoridad para hacerlo— una vez investido, por supuesto, sugirió Armand.

    ¿Es donde estará usted en servicio?

    ¡Sí! Aunque no por muchos meses.  Aún preciso terminar el seminario.

    ¿En qué se está enfocando, además de los elementos esenciales que necesita para la ordenación?

    Teología. Me gusta el lado filosófico de esta, la teoría, en sí. Me fascina mirar el panorama general y quiero entender el mundo.

    ¡A mí también!

    Lo supuse. Parece que tenemos puntos en común, ¿no es así?

    Los tenemos más de lo que imagina, Armand. Nací viendo visiones. Soy mucho más parecida a Santa Hildegard von Bingen que a estas tontas.

    Armand rió, No te enorgulleces de esa descripción de ti misma, ¿verdad?

    No me apena, independientemente de lo que piensen estas personas ¿Qué pasa con la iglesia católica romana y su necesidad de culpar y avergonzar a todos por todo? ¡Es ilógico! clamó en voz baja Anne, agradecida de tener finalmente a alguien con quien hablar.

    Sin pensarlo Armand la besó, juguetonamente al principio, de repente se dio cuenta de que había algo más profundo detrás de eso. Inocentemente la besó y la abrazó, ¿Qué hay en ti que toca mi alma y estimula mi mente tan fácilmente? ¿Por qué de repente siento que moriré si no te tengo en mi vida?

    ¿Me atreveré a soñar que lo que acaba de decir? susurró Anne.

    ¿Acaso sientes lo mismo?

    ¡Sí! ¡Dios, ayúdame! ¡Sí!

    ¿Qué debo hacer? Si dotada estás de visiones de Dios, ¡dime qué quiere Dios que haga!

    ¡Debemos saber si esto es real o lo motiva el mal!

    ¿Cómo?

    Ven a mi celda... esta noche, sin ser visto. Lo que ocurra será la Voluntad de Dios.

    ¿Y si te conozco como un hombre conoce a su esposa? ¿Entonces qué? ¡Eso también es causa de excomunión!

    No creo que tengamos otra opción. Está predestinado para nosotros. En mi mente nos veo juntos, no sólo una vida en todas las cosas, sino muchas, pero juntos.  Las caras cambian tan rápido como las de un fajo de cartas que se barajan. Aún así, cada vez que sé que eres tú y soy yo ¡No entiendo! Pero sí sé que debemos dejar que las cosas sucedan como deberían. El que vengas a mi habitación no significa tener sexo, o no tiene que significar eso. Podemos hablar libremente y sin orar. Puedes tocarme y ver conmigo lo que veo ¡Incluso podemos leer a la luz de las velas si quieres!

    ¿Un estudio bíblico secreto a medianoche? ¿Cuáles son las posibilidades de eso?

    ¡Te recuerdo que muchos protestantes en Francia todavía lo hacen! Las guerras de religión no erradican la fe. ¡Todo lo que pueden hacer es forzar la clandestinidad!

    Y un gran costo para todos, incluyendo a mi familia, recordó Armand.

    ¿Y qué dices de nuestro encuentro esta noche? Anne preguntó.

    Estaré allí.

    Dos horas después del atardecer y tras la última comida del día, Armand caminó silenciosamente desde su celda, la capucha de su capa negra cubría su rostro y su cabello oscuro y ondulado. Encontrando la puerta de la celda de Anne abierta, entró silenciosamente y cerró la puerta detrás de él. Anne estaba arrodillada junto a una vela, su espalda se volvió hacia él, el cabello castaño despegado de su velo benedictino caía sobre sus hombros, ondulado por el reciente trenzado. Armand se arrodilló a su lado y se persignó., "Anima Christi, sanctifica me. Corpus Christi, salva me. Sanguis Christi, inebria me. Aqua lateris Christi, lava me.

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