LOS ESPÍAS DE LOS AUSTRIA
AUNQUE EN LA ACTUALIDAD PUEDA TOMARSE UN POCO A LA LIGERA AL COMPARARLO CON NOVELAS, SERIES Y PELÍCULAS CONTEMPORÁNEAS, EL ESPIONAJE EN LOS SIGLOS XV Y XVI ERA UN TEMA "SERIO", UNA REA-LIDAD HISTÓRICA NO MENOS IM-PORTANTE QUE LA ECONOMÍA O LA ORGANIZACIÓN SOCIAL, QUE FORMABA PARTE DE LA ES-TRUCTURA POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DEL ESTADO.
Fueron varias las causas. La amenaza de la Monarquía Hispánica de llegar al poder universal. La convergencia de intereses dinásticos, ideológicos, comerciales, de control de rutas y de prestigio. La fractura de la cristiandad con la consolidación de la Reforma. Y la adopción de las monarquías absolutas hacia la conversión en estados modernos. Todas, en mayor o menor medida, llevaron a conspiraciones, sabotajes, intrigas y uso y manipulación de la propaganda –la tan manoseada por unos y otros leyenda negra–, que afectaron a las relaciones de los estados europeos y crearon un clima de desconfianza y secretismo.
Consciente de esta situación, Felipe II, como había aprendido de su padre el emperador Carlos I, sabía muy bien que era importante mantener de manera constante una buena información. Eso le llevó a conformar unos servicios secretos poderosos, gestados durante la época de los Reyes Católicos, con una red de espionaje muy bien organizada, compleja y efectiva, a la que se dedicó gran cantidad de recursos económicos y humanos.
La dirección la ejercía el propio rey y los miembros del Consejo de Estado –la institución encargada de la política exterior– en que más confiaba, sobre todos, el cardenal , que ya había servido a su padre. Felipe II contrataba o rechazaba a los espías personalmente, autorizaba los pagos, canalizaba la información de los "avisos" –como por entonces se denominaba a los informes secretos– mediante el correo y decidía las actuaciones. Ser experto en criptografía le facilitaba estas funciones, lo que unido a su carácter reservado le convirtieron en el perfecto director de ese importante entramado. Tras el soberano,
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