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La nueva era de la humanidad: El transhumanismo explicado a una adolescente
La nueva era de la humanidad: El transhumanismo explicado a una adolescente
La nueva era de la humanidad: El transhumanismo explicado a una adolescente
Libro electrónico332 páginas5 horas

La nueva era de la humanidad: El transhumanismo explicado a una adolescente

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Información de este libro electrónico

No nos damos cuenta de la ruptura que suponen el alargamiento de la vida, el uso creciente de prótesis y trasplantes, la manipulación genética de embriones y seres vivos, la digitalización generalizada, el uploading (la transferencia del contenido del cerebro biológico a un ordenador), los robots, la internet de las cosas, el big data...
En definitiva, la superación de los límites en los cuales han estado encerrados los seres humanos a lo largo de los tiempos. Una nueva era apunta ya, que paradójicamente deberá afrontar las consecuencias del éxito del Homo sapiens, que está comportando la destrucción de la biodiversidad y el medioambiente.
En un diálogo apasionante, dos mundos hablan en este libro sobre los desafíos del futuro. Por un lado un prestigioso paleontropólogo, Pascal Picq, formado en la cultura analógica, y por otro una joven estudiante africana, nativa digital.
El primero analiza los cambios que se están operando, como si analizara el paso del paoleolítico al neolítico, mientras la joven le cuestiona y formula todo tipo de preguntas: ¿seremos inmortales?, ¿dónde quedan los ideales del humanismo?, ¿cómo se conjugan los derechos humanos con las discriminaciones que pueden comportar el acceso a xenotrasplantes o a la criogénesis?
Un repaso apasionante a los logros del transhumanismo, pero también a los múltiples debates éticos que plantea.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ene 2020
ISBN9788416372645
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    La nueva era de la humanidad - Pascal Picq

    Pascal Picq

    La nueva era de la Humanidad

    El transhumanismo explicado a una adolescente

    Índice

    Prólogo

    Encuentro de un nuevo tipo

    Primera parte

    De los hombres y de las técnicas: la coevolución

    Correo electrónico del 20 de diciembre de 2017

    Respuesta del 21 de diciembre de 2017

    Neolítico y las edades de los metales

    ‘Homo’ y la segunda coevolución

    La evolución y la contingencia

    Neolítico, agricultura y gracilización

    El periodo histórico

    Segunda parte

    Humanismo, transhumanismo, posthumanismo

    ¿Qué humanismo para qué transhumanismo?

    ¿Qué es el humanismo?

    Humanismo, ciencias y técnicas

    Los fundamentos del humanismo moderno

    Más allá del humanismo

    Panorama sintético e histórico del humanismo

    Tercera parte

    Las figuras del transhumanismo

    Evolución, origen del transhumanismo

    Ciencia ficción, distopías y progreso social

    El transhumanismo moderno

    Prototranshumanismo ruso y transhumanismo actual

    El programa extropiano

    La declaración transhumanista

    Cuarta parte

    Transhumanismo, posthumanismo y evolución

    Los factores internos de la evolución y el transhumanismo

    ¿El fin de la selección natural?

    De uno a otro transhumanismo

    De vuelta a los posthumanistas contrahumanistas

    Los factores externos de la evolución y el transhumanismo

    Medioambientes demasiado humanos

    La uberización y el planeta de los simios

    Ciencia ficción y transhumanismo

    A la espera de las catástrofes naturales

    Conclusión

    ¿Hacia un mundo mejor?

    Apéndice

    Glosario

    Filmografía

    Bibliografía

    Dossiers / documentos

    Sitografía

    Sitios de lengua francesa

    Sitios de lengua inglesa

    Acrónimos más habituales

    Agradecimientos

    Sobre el autor

    Sobre el libro

    Créditos

    Prólogo

    Encuentro de un nuevo tipo

    ¿Cuenta ya nuestra humanidad con chicas y chicos destinados a la inmortalidad o, por lo menos, a una vida multicentenaria? Semejantes rumores nos llegan desde los profetas de las nuevas tecnologías de California y empiezan a difundirse por las tierras de la vieja Europa. Riquísimos demiurgos de lo digital trabajan para batir el récord de longevidad ostentado por la venerable Jeanne Calment, fallecida con 122 años. Más que un choque cultural entre el Nuevo y el Antiguo Mundo, o entre el estado de California, conocido como Golden State, con su vocación por transformar los sueños en realidades, y un viejo continente hastiado de utopías, esto es el anuncio de una revolución antropológica posdarwiniana. Gracias a la magia del hada digital, se perfila una metamorfosis que liberará a los humanos de su condición de oruga bípeda que sigue atrapada en los hilos de la evolución. Esta promesa del advenimiento de una edad de oro se inscribe dentro de un programa, el transhumanismo. Y éste pregona un objetivo, el posthumanismo, desplegando el genio creativo de los hombres con el fin de superar la condición humana y todas las constricciones que le han sido legadas por la evolución: la procreación, las enfermedades y la muerte.

    Algo que, después de todo, no tiene por qué desagradar a un paleoantropólogo que sabe hasta qué punto, a lo largo de cientos de miles de años, e incluso de millones de años, la estirpe humana ha evolucionado para alcanzar su estado actual. ¿No anuncia el transhumanismo, en efecto, una nueva edad de la humanidad tras el larguísimo paleolítico, después el neolítico, las edades de los metales, las revoluciones industriales y, a partir de ahora, la edad de lo digital? Porque, quiérase o no, ya estamos en una nueva era: el antropoceno. El impacto de las actividades humanas sobre la evolución climática, ecológica y biológica del planeta nos obliga a adaptarnos a nosotros mismos. Esta es una regla de oro de la evolución: cuanto más exitosa es una especie, más modifica su medio ambiente y más habrá de inventarse nuevas adaptaciones.

    ¿Emanarán de las tecnologías las soluciones a los daños causados por el antropoceno, tal como lo prometen los transhumanistas? Nada es menos seguro, ya que, globalmente, las cuestiones relativas al estado del planeta –como las consecuencias del calentamiento climático o del colapso de las biodiversidades– no les preocupan mucho. Si ciertas corrientes de este movimiento muy diversificado evocan estos problemas, sus principales objetivos probablemente agraven aún más el estado actual de la humanidad, sobre todo en lo que hace a su demografía creciente y al envejecimiento de la población. Superar el límite máximo de la esperanza de vida absoluta legado por nuestra evolución (120 años), ¿no podría complicar aún más una situación que ya hoy por hoy pesa sobre el porvenir de las generaciones futuras? En efecto, eso parece irresponsable, a no ser que sólo se conceda esta posibilidad a unos cuantos privilegiados que hayan sido seleccionados o que dispongan de los medios financieros para beneficiarse de una eugenesia positiva. Objeciones y críticas no faltan. ¿Y el punto de vista de la antropología evolucionista?

    Actualmente nos preocupamos con retraso y con urgencia por las ya severas consecuencias del desajuste climático, por el colapso de los sistemas ecológicos –cuya desastrosa magnitud se nos escapa por completo– y por nuestra demografía galopante, y sobre todo que envejece. Todos estos factores van a agravarse de aquí al 2050.

    Si, en los países ricos del hemisferio norte, el crecimiento de la población mundial se basa sobre todo en el alargamiento de la esperanza de vida, que no ha dejado de aumentar desde hace un siglo, también la natalidad retrocede dramáticamente –excepto en Francia–, junto con, en segundo plano, una drástica disminución de la cantidad y calidad de los espermatozoides de los jóvenes.

    ¿Cómo contemplar entonces el porvenir tras la desaparición de las clases de edad más avanzada y una natalidad natural venida abajo? Respecto a la procreación, existen ya soluciones técnicas, y no es una casualidad si los últimos Estados Generales públicos sobre bioética organizados en Francia tratan las cuestiones de la donación de gametos, de las condiciones éticas de la recogida y del anonimato, de la reproducción asistida y de la gestación subrogada ¡Y tampoco olvidemos las perspectivas de la clonación, de la eugenesia positiva y de las reordenaciones genéticas! En cuanto a la muerte, si no cabe ninguna duda de que en los países más desarrollados la mejora de los modos de vida y los adelantos de la medicina han permitido a una parte significativa de la población alcanzar con buena salud edades muy avanzadas, el control y el fin de la vida pasa a ser el gran tema para el porvenir de la humanidad. En tales condiciones ninguna reflexión sobre nuestro porvenir puede pasar por alto las preguntas planteadas por el transhumanismo, a la espera de sus soluciones. La tragedia griega vuelve sobre el escenario de nuestra evolución con el deus ex machina.

    La expresión deus ex machina remite al teatro griego antiguo, al dios que aparece in extremis bajando al escenario con ayuda de una tramoya y que resuelve una situación inextricable. Es mucho más que un giro inesperado, que un golpe de efecto. En la tragedia griega la lógica implacable y obstinada de los asuntos humanos sólo puede desbloquearse mediante la intervención de las divinidades del Olimpo, que en nuestros días viven en California, el nuevo Eldorado de la posmodernidad.

    El problema es que sobre los asuntos humanos los dioses no se ponen de acuerdo, ya sean del Olimpo o del Golden State. Sin embargo, en todos los debates actuales en torno al transhumanismo, tanto sobre el temor a los robots asesinos como sobre las promesas libidinosas de los sexbots –ver Blade Runner–, nadie habla de las conmociones antropológicas que podrían conducir a la mayor tragedia humana: el fin del Hombre. ¡A no ser que intervenga un Homo ex digito! No hay huella alguna sobre la cuestión del fin del Hombre en las declaraciones de Elon Musk, Francis Fukuyama y otros (que no son tecnófobos), y para los que la inteligencia artificial representaría el peor peligro para la humanidad. Y eso esperando la invasión del cielo mediante drones o el advenimiento del Homo deus, para retomar el título del ensayo de Yuval Harari.

    Lo que está en juego es paradójico y a la vez está dentro de la lógica de la evolución de la estirpe humana. Paradójico, ya que los avances recientes de la antropología evolucionista demuestran que aquello que somos lo compartimos en diversos grados con las especies de nuestro entorno, desde los genes hasta las capacidades cognitivas. Contrariamente a muchas creencias religiosas creacionistas, filosofías dualistas y antropocéntricas, ciencias humanas arrogantes e ignorantes de las demás especies y científicos progresistas obnubilados por las técnicas, todo lo que teje a lo humano proviene de una larga coevolución con los demás organismos vivientes. La paradoja se sitúa por lo tanto entre la realidad de todo lo que nos vincula a las especies de ayer y de hoy, revelado gracias a las ciencias de la evolución y al proyecto de cortar el cordón que nos ata a toda la historia de la vida. Lógico porque, desde el Homo erectus, el primer hombre que apareció en África hace dos millones de años, los hombres han inventado lo que yo llamo la segunda coevolución. Las especies humanas poseen una plasticidad morfológica, fisiológica y cognitiva que responde tanto a las innovaciones técnicas como a las culturales. Las grandes etapas de nuestra evolución proceden de fases de coevolución entre nuestra biología y nuestras culturas, ¡tanto en la época del Homo erectus como en la de los gloriosos treinta!

    Hay que concebir por tanto el transhumanismo dentro de esta perspectiva doblemente coevolucionista –junto con los organismos vivientes y las técnicas– planteándose esta pregunta: ¿es esta una nueva etapa de la coevolución biocultural o el surgimiento de un tercer proceso de coevolución? En otros términos, ¿se trata de la prolongación de un trans­humanismo evolucionista, en el sentido de Julian Huxley (que inventó la expresión en 1957), cuyo objetivo es manifestar lo mejor posible las potencialidades de nuestra naturaleza humana mediante los avances sociales, científicos, técnicos y culturales, o de liberarse de las constricciones heredadas de nuestra evolución inventando un mundo radicalmente nuevo, como lo reivindican los transhumanistas actuales? ¿Será el Homo ex machina el próximo descendiente del Homo erectus después del Homo sapiens?

    A la espera de esta nueva edad de la humanidad, los fundamentos antropológicos de todas las sociedades humanas ya han sido conmocionados, como lo evidencia la multiplicación de los debates éticos. Si todas las culturas humanas se interrogan desde hace cientos de milenios acerca de esos dos grandes misterios de la vida que son el nacimiento y la muerte, los sistemas de pensamiento que dan un sentido a la vida, esto es, todas las ontologías del mundo, se topan con las transformaciones fulgurantes de nuestras sociedades desde hace unas cuantas décadas, calificadas por algunos de posmodernas. Porque si los adelantos de las ciencias y de las técnicas llegan a ser la llave maestra de la procreación (lo cual ya es el caso) y de la erradicación de la muerte, tal como lo prometen los transhumanistas, entramos en una era posthumana que habrá de reinventar su posición en el cosmos al igual que sus reglas éticas y sociales, y de establecer por consiguiente una nueva antropología. Tal relato universal ya cuenta con una base para definir sus orígenes gracias a los paleoantropólogos. Lo que sigue está por inventar.

    Corrientes del transhumanismo trabajan en ello desde hace dos décadas pero, por el momento, sus propósitos suscitan reacciones que van de una simple sonrisa a las más vivas reprobaciones, en nombre de los valores éticos sustentados por filósofos, teólogos y científicos que más parecen ser moralistas de tiempos ya pasados que especialistas en ética de los tiempos venideros. Los políticos, por su parte, se desentienden de esas cuestiones, porque la verdad es que la brevedad de sus mandatos poco los incita a preocuparse por ese futuro. ¡Quién lo iba a decir! Ya hemos entrado en una nueva fase de nuestra evolución destruyendo lo que queda de la naturaleza, los últimos ecosistemas, y creando medioambientes cada vez más urbanizados, dominados por los flujos de tecnologías digitales. El 2007 marca una nueva edad, con una humanidad mayoritariamente urbanizada y con la llegada del smartphone. A ello se agregan conmociones demográficas, económicas y antropológicas mayores, desconocidas hasta ahora. ¿Cómo responder a estos nuevos desafíos evolucionistas y antropológicos a escala de la humanidad? Para la mayoría de la gente, el transhumanismo sigue siendo un concepto bastante vago y, las más de las veces, evocado a través de la búsqueda secular de la inmortalidad. Los altisonantes anuncios de las grandes empresas de lo digital californianas –las célebres GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) cuyo capital acumulado ya supera un billón de dólares–, que afirman eliminar todas las enfermedades, incluido el cáncer, no alcanzan los titulares de los grandes diarios, o sólo de manera episódica. Pero a juzgar por las reacciones y la importancia de los contemporáneos que se inquietan por ello o que lo han combatido ardientemente –filósofos, teólogos, pero también científicos y empresarios (Jean-Michel Besnier, Jean-Didier Vincent, Luc Ferry, Laurent Alexandre, Alexandre Lacroix, Jürgen Habermas, Peter Sloterdijk, Stephen Hawking, Francis Fukuyama, Bill Gates…) –, el transhumanismo nada tiene de una moda tecnófila.

    Así como sería caricaturesco oponer los bioprogresistas a los bioconservadores, los tecnófilos a los tecnófobos, los debates no se reducen al campo de los evolucionistas (quienes consideran que toda cultura es el resultado de un proceso constante de evolución) contra el de los creacionistas (que coinciden con la hipótesis no científica que tiende a explicar el origen de las especies vivientes mediante el acto de Creación de Dios). Incluso si aún habrá que esperar un poco para la inmortalidad, ¡ya estamos presenciando una nueva edad de la humanidad que yo llamo la tercera coevolución!

    Más allá de todas las ironías y de todas las utopías, ¿habrá que tomar más en serio al transhumanismo? ¡Por supuesto! ¡Y rápido! Para convencerse de ello basta con constatar la multiplicación de los informes oficiales desde aquél que solicitó el presidente Barack Obama, ya en el 2005, y todos los que ha publicado la Comisión Europea en diversos países, particularmente en Francia. El transhumanismo está marcando una nueva era de la humanidad que abarca todo lo que representa nuestra evolución. Queda por saber si es una nueva fase coevolutiva de la humanidad, tal como ha habido otras a lo largo de la aventura humana, o una ruptura posdarwiniana.

    Esta cuestión es el origen de este ensayo. Y voy a ser honesto: no hay respuesta sencilla, y nadie sabe lo que está aconteciendo (excepto los Nostradamus de las probetas o de lo digital, los astrólogos, los ideólogos totalitarios –un pleonasmo– y los adeptos del progreso y de la búsqueda de sentido tan apreciados por los medios). No puede preverse la evolución, a causa de su carácter contingente. No obstante, es posible intentar esbozar un juego de posibles. Para ello he puesto en escena un diálogo entre un paleoantropólogo (yo mismo) y una alumna del último curso de bachillerato en un país del África francófona.

    ¿Por qué tal elección? En cuanto a mí, es bastante evidente. Asimismo, la elección de una joven que entra en la edad adulta con una concepción del mundo radicalmente diferente a la mía, me ha parecido igualmente lógica. Vivimos un período hasta ahora inaudito e impensado de la evolución humana, con cinco generaciones que han crecido en contextos sociales y tecnológicos distintos: los últimos representantes de la generación silenciosa, que conoció la Segunda Guerra Mundial; los del baby boom, hijos de la televisión, del ordenador y de internet, quienes han conocido un progreso jamás alcanzado en la historia de la humanidad; las generaciones llamadas X, Y y Z, con los programas informáticos y los juegos de vídeo, las redes sociales y la web. Eso es aún más flagrante hoy en día con la generación del milenio (milenials) o nativos digitales, a la espera de los que están por designarse (TBD: To Be Determined) nacidos con el smartphone, o sea las generaciones pulgarcitas de Michel Serres. Los primeros hombres partieron a la conquista del mundo con dos pies, los nativos digitales poseen el mundo en la punta de los dedos. A los del tipo Homo les tomó dos millones de años, ¡dos décadas a los milenials!

    ¿Y por qué una alumna de último año en un instituto africano? Primero porque en África, también por primera vez en la historia, la mayoría de las personas en edad de comunicar pueden conectarse gracias a los smartphones y a las redes a la espera de la llegada en masa de los cuerpos y de los objetos conectados (más de la mitad de la humanidad en el 2018). Hace sólo treinta años, se estimaba que eran necesarias seis etapas para contactar con cualquier persona en el mundo. Hoy en día esa cifra es inferior a cinco. Y si se tiene una web a nombre propio, como es mi caso, todo llega directamente: cualquiera puede escribirme de cualquier parte del mundo, como lo ha hecho esta estudiante.

    Además, nuestros orígenes son africanos, y el continente africano mantiene una dinámica demográfica positiva. Y por último porque las culturas africanas y sus sistemas educativos manifiestan un gran interés por las ciencias humanas y por lo que antaño se llamaba humanidades en nuestros institutos. Escogí dar por nombre Adamo Amo a esta joven en honor al primer filósofo negro, Anton Wilhelm Amo, doctor en las más prestigiosas universidades alemanas en el siglo XVIII, en pleno siglo de las luces.

    He aquí pues lo que podría ser un diálogo singular entre un paleoantropólogo y una joven ¿acaso destinada a una vida multicentenaria? Un diálogo que partiendo de nuestros orígenes africanos, pasando por el humanismo europeo y luego por el transhumanismo californiano, propone una reflexión sobre la evolución del género humano…

    Primera parte

    De los hombres y de las técnicas: la coevolución

    Correo electrónico del 20 de diciembre de 2017

    Hola, Señor Picq. Me llamo Adama Amo, soy estudiante y estoy terminando mi bachillerato en un instituto del oeste de África. He estado mirando su web y me permito escribirle para que me explique su punto de vista sobre el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. Nuestros profesores nos han pedido que preparemos una exposición sobre la evolución del hombre en relación a sus innovaciones técnicas. Me dirijo a usted porque es prehistoriador y porque además se interesa, como usted mismo lo expresa, por la evolución del hombre que está llevándose a cabo. Sus últimos libros indagan la evolución de la estirpe humana, pero usted también se interroga sobre los cambios antropológicos que afectan a nuestras sociedades actuales a escala mundial. Dice incluso que con la revolución digital la humanidad tal vez esté entrando en su tercera coevolución. ¿Sigue entonces evolucionando el Hombre, la especie humana, y nos dirigimos hacia el llamado hombre aumentado gracias a las revoluciones tecnológicas actuales? ¿Vamos incluso, tal como lo pretenden los transhumanistas, a superar los límites conocidos en lo que toca a la esperanza de vida? Algunos afirman que ya existe la persona que vivirá mil años. Tal vez soy yo. ¿Aceptaría responder a mis preguntas y entablar un diálogo entre un paleoantropólogo y, quién sabe, una inmortal?

    Respetuosamente,

    Adama Amo

    Respuesta del 21 de diciembre de 2017

    Hola, Adama Amo, he de decirte que recibo muchas solicitudes de este tipo, pero sin darles seguimiento. La principal razón es que tus compañeros me piden que conteste a preguntas cuyas respuestas se encuentran casi todas en mis libros o en mis artículos, e incluso en mis conferencias en línea, en YouTube, por ejemplo. Tu petición, que emana de tus lecturas, me gusta por su originalidad. O sea que acepto ayudarte porque me parece que ya has trabajado sobre tu tema (y haces uso de las fórmulas de cortesía, lo cual no es muy frecuente…).

    A modo de apertura, aclaro que no soy prehistoriador sino paleoantropólogo. Considerando mis investigaciones actuales, el término de antropólogo evolucionista es incluso el más pertinente. No me presento como prehistoriador porque la prehistoria en sentido estricto se refiere a la evolución de las técnicas y de las culturas humanas y prehumanas. En cambio, a la paleoantropología le interesa la evolución biológica de la estirpe humana. Hace más de un siglo la prehistoria fue estableciendo cada vez con más finura las grandes etapas de la sucesión de culturas. De hecho, hasta el surgimiento de la historia en sentido clásico, con la aparición de la escritura y de las grandes civilizaciones, la sucesión de los grandes periodos de la larga prehistoria que la precede se designa según sus principales innovaciones técnicas: edad de la piedra tallada o paleolítico, edad de la piedra pulida o neolítico, edad de los microlitos (diminutas piedras talladas) o mesolítico, edad del cobre o calcolítico, edad del bronce y edad del hierro, con el comienzo de la historia en estas dos últimas.

    Durante un siglo, se colocó la evolución biológica de los hombres en estos periodos prehistóricos, respondiendo con ello al aforismo El Hombre es la herramienta. Es el Homo faber, ese ser capaz de fabricar herramientas y de transformar su mundo, dentro de una concepción materialista y marxista transpuesta a nuestro remoto pasado. Hoy día, esas dos grandes disciplinas, la prehistoria y la paleoantropología, siguen estando evidentemente muy vinculadas, si bien afirman una gran independencia en sus objetos de estudio –piedras o huesos, para decirlo llanamente–, con métodos científicos que son indudablemente muy diferentes. Es esta interdisciplinariedad lo que mejor permite poner de relieve las relaciones coevolutivas entre las técnicas, sus usos y los cambios biológicos. Aquí tienes un buen punto de arranque para tu tema.

    Me alegro mucho de este diálogo contigo y con tus compañeros.

    Muy cordialmente,

    Pascal Picq

    Adama Amo. Apreciado señor Picq, le agradecemos muy calurosamente que haya aceptado sostener este diálogo. A raíz de nuestros últimos mensajes y si a usted le parece bien, quisiera comenzar por el pasado. ¿Puede decirme cuáles son esos grandes periodos de la prehistoria y de la paleoantropología en términos de relaciones técnicas/biología?

    Pascal Picq. El pasado no espera, según parece… Lo mejor es que te envíe una tabla que tengo en mis ficheros, que coteja los principales periodos culturales con los representantes fósiles de la estirpe humana correspondientes y que se llaman homínidos. Allí encontramos a los australopitecos (Australopithecus), a los australopitecos llamados robustus (Paranthropus), a los hombres (Homo) y a otros más no mencionados.

    Es algo muy simplificado, pero he aquí las grandes líneas. Las primeras herramientas de piedra tallada aparecen con los australopitecos de la época de Lucy (Australopithecus afarensis): es de hechura Lomek­wiense según el sitio de Lomekwi en Kenia. Pero sus ancestros también utilizaban piedras brutas, bastones, hojas, ramitas, tal como lo hacen los chimpancés actuales. Fue a partir de los verdaderos hombres u Homo cuando vemos ponerse en marcha lo que yo llamo la segunda coevolución, que se basa en las interacciones entre el cerebro, la mano, el bipedismo (la aptitud para caminar sobre dos piernas con el cuerpo erecto) y las herramientas.

    Neolítico y las edades de los metales

    Europa para el periodo histórico y América del Norte a partir del siglo XX

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