Niños, adolescentes y ansiedad: ¿Un asunto de los hijos o de los padres?
Por Eva Millet
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Pero más allá de factores biológicos y coyunturales, la ansiedad también es producto de la educación. Tanto una crianza sobreprotectora —característica de la hiperpaternidad— como una negligente influyen en los niveles de miedo y ansiedad de los hijos. Como también es innegable que de padres ansiosos surgen hijos ansiosos.
Este libro pretende ser una radiografía de esta emoción, poniendo el foco en su impacto en niños y adolescentes: cómo, cuándo y por qué les afecta. Cómo la describen y la enfrentan. Cuáles son sus detonantes y sus nuevas fuentes —con las redes sociales como factor estrella—. Qué síntomas deben alertarnos y cómo padres e hijos podemos lidiar con ella.
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Niños, adolescentes y ansiedad - Eva Millet
Niños, adolescentes y ansiedad
¿Un asunto de los hijos
o de los padres?
Eva Millet
Primera edición en esta colección: octubre de 2019
© Eva Millet, 2019
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2019
Plataforma Editorial
c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona
Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14
www.plataformaeditorial.com
info@plataformaeditorial.com
ISBN: 978-84-17622-96-1
Diseño de cubierta y fotocomposición:
Grafime
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Para Alex
Índice
Introducción. La ansiedad siempre ha estado aquí
¿Más ansiedad que nunca?
Un clima más ansiógeno
1. Una emoción misteriosa
Definir lo intangible
Miedo y ansiedad
Conclusiones
2. ¿Heredada o adquirida? Biología de la ansiedad
El cerebro y la ansiedad
Un arma de doble filo
¿Heredada o adquirida?
Conclusiones
3. La ansiedad también es cosa de niños
Más precoz y más intensa
Fuentes de ansiedad infantil
El entorno y las pantallas
Conclusiones
4. Ansiedad e hiperpaternidad
Padres ansiosos, hijos ansiosos
La paradoja de la ansiedad
Conclusiones
5. Adolescentes y ansiedad
Cisnes ansiosos
Cómo la gestionan
Contagio y romanticismo
Conclusiones
6. Cuando la ansiedad es un lujo
Ni está ni se la espera
Conclusiones
7. ¿Aliada o enemiga? Señales de la ansiedad
El punto medio
Señales de ansiedad
Conclusiones
8. ¿Evitar o afrontar?
El tratamiento número uno
De cuentos y películas
El poder de la fragilidad
Valentía, una herramienta clave
Conclusiones
9. De píldoras y prevención
¿Realmente efectivos?
Menos píldoras, por favor
Prevención de la ansiedad
Conclusiones
Apéndice. Principales trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia
Trastorno de ansiedad por separación
Fobia específica
Fobia social
Mutismo selectivo
Trastorno de ansiedad generalizada
Trastorno de angustia (o pánico)
Agorafobia
Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
Trastorno por estrés postraumático
Agradecimientos
Introducción
La ansiedad siempre ha estado aquí
La ansiedad es una emoción fundamental, pero también huidiza, turbia y difícil de definir. En parte, porque es completamente subjetiva. Como me dijo el profesor Francisco Mora Teruel, cada uno de los casi ocho mil millones de personas que poblamos la Tierra pensamos y percibimos el mundo de forma distinta. «Y esas ideas con las que pensamos» –continúa este doctor en neurociencia– «ya tienen una impronta de bueno o malo, de placer o castigo.» Un «algo» que es lo que conforma lo que los filósofos llaman las qualias: las cualidades subjetivas de las experiencias de cada uno. Esa intimidad personal «que hace que tu ansiedad sea tuya y no la del otro», resume Mora Teruel.
Esta subjetividad es clave para empezar a entender la ansiedad, una emoción compleja donde las haya. Para empezar a comprender por qué H., una adolescente brillante, guapa y elocuente, te explica, sin pestañear, que su ansiedad es tal que, cuando la experimenta, pierde la visión. Lo ve, literalmente, «todo negro». Las manos se le agarrotan y se transforman en garfios y el corazón se le dispara de tal modo que han de llevarla al hospital. Tiene una familia que la apoya, amigos y mucho talento, pero siente una «presión constante» por sobresalir que le provoca un malestar que puede resultar incomprensible.
Una nimiedad, incluso, comparado con las circunstancias de su vecina de mesa, K.: una adolescente tímida, de ojos y cabello negro azabache, que también sufre ansiedad, aunque por causas distintas. De pequeña, explica antes de romper a llorar casi automáticamente, fue abusada sexualmente. De ahí, asegura, vienen sus problemas relacionados con «el agobio» que le produce la gente y el miedo con el que vive de que eso vuelva a sucederle. La ansiedad tiene muchos matices, pero hay una definición que se le ajusta bastante bien: es el miedo al miedo, a lo que puede pasar. El «¿y si?».
Las ansiedades de K. y H. tienen raíces muy diferentes. Una está clarísima, la otra es más abstracta, pero a ambas este «sentimiento de presión constante» –como lo define K.–, «ese estrés continuo» –como lo define H.– no las deja vivir en paz.
No son las únicas, ni muchísimo menos. La ansiedad es un fenómeno global que afecta tanto a adultos como a menores de edad. Según la Organización Mundial de la Salud,1 más de trescientos millones de personas en el mundo sufren depresión «y más de doscientos sesenta millones tienen trastornos de ansiedad». De hecho, añade la OMS: «Muchas personas padecen ambas afecciones».
Y, entre ellos, están los niños y los adolescentes, que no son inmunes a los problemas de salud mental, cada vez más presentes en la sociedad frenética del siglo XXI. La OMS calcula que en todo el mundo: «Entre el diez y el veinte por ciento de los niños y los adolescentes experimenta trastornos mentales».2 La adolescencia, añade, es una edad clave para el desarrollo de estos problemas: la mitad de las enfermedades mentales, asegura esta organización, empiezan a los catorce años.
Dentro de estas enfermedades mentales, los trastornos de ansiedad son los más comunes entre los jóvenes en todo el mundo; incluidos lugares tan prósperos como Europa y los Estados Unidos. En el citado informe sobre la región europea, la OMS detecta el aumento de problemas de salud mental entre los adolescentes del continente. Y «la depresión y los trastornos de ansiedad» están entre las cinco principales causas. Se recuerda asimismo que el suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes de entre diez y diecinueve años en los países con rentas más bajas y medias del continente y la segunda en los países con rentas más altas.
Las enfermedades psiquiátricas, concluye la OMS, son la principal causa de discapacidad entre los jóvenes de todo el mundo. Y, si no se tratan a tiempo, pueden influir de forma seria su desarrollo: «En sus logros educativos y en su potencial de vivir unas vidas plenas y productivas». Sin olvidar que los menores con trastornos mentales se enfrentan a retos tan serios como la estigmatización, el aislamiento y la discriminación. La OMS nos recuerda que la infancia y la adolescencia también tienen que estar protegidas en este aspecto.
¿Más ansiedad que nunca?
Algunos medios anglosajones –especialmente en los Estados Unidos– hablan de una «epidemia» de ansiedad entre niños y adolescentes.3 En 2017, la Asociación de Salud de Escuelas de Secundaria de los Estados Unidos detectó que el 62 % de los estudiantes aseguraban haber sufrido algún episodio de «ansiedad extrema» a lo largo del curso. En su libro Anxious Kids, los australianos Michael Grose y Jodi Richardson dedican un capítulo a las cifras de ansiedad entre niños y adolescentes y citan un estudio4 de 2015 que cifra en ciento diecisiete millones los menores de edad con trastornos de ansiedad en todo el mundo.
Sin embargo, como se especifica en este último trabajo, las estimaciones de los trastornos mentales –y no solo en niños y adolescentes– «varían de forma significativa en función de los estudios» y se encuentran con dificultades metodológicas. De hecho, otras investigaciones5 contradicen esta idea de «epidemia» de trastornos como la ansiedad y la depresión en comparación con otras épocas y aseguran que su mayor prevalencia está vinculada al aumento de la población. Sin olvidar, además, que hoy hay mayores facilidades en su diagnóstico y que los términos ansiedad y depresión se utilizan cada vez más en contextos que no implican un desorden clínico. Y, por supuesto, la existencia de una mayor concienciación sobre estas enfermedades mentales, tanto por parte de la ciudadanía como de las instituciones relacionadas con la salud pública, lo que hace que más gente busque ayuda.
En cierto modo, la ansiedad, como el dinosaurio, siempre ha estado aquí. Lo que ha sucedido en los últimos años es que ha salido a la luz, especialmente entre los menores. No olvidemos que hasta hace relativamente poco –en España, hasta la década de los ochenta del siglo pasado–, se consideraba, en general, que los trastornos mentales de los niños y adolescentes eran algo pasajero, que desaparecería con la edad.
Lo que sí se detecta hoy claramente son dos rasgos destacables: los trastornos de ansiedad son cada vez más precoces y más virulentos. Y tienen nuevas fuentes, como el uso exagerado del móvil, la presencia en las redes sociales y las vidas cada vez más frenéticas de los niños.
Todo esto lo veremos en este libro, en el que también explico cómo la ansiedad ha sido y sigue siendo fundamental para nuestra supervivencia y cómo, en dosis adecuadas, resulta una buenísima aliada para lograr pequeñas y grandes cosas. Y por qué el sentirla y expresarla es un privilegio para los más pudientes.
Un clima más ansiógeno
De lo que no parece haber duda es de que corren unos tiempos muy ansiosos. Vivimos en un contexto claramente más patógeno. «Hoy tenemos la libertad, pero vivimos en un clima cargado de una profunda inseguridad», explicaba en una entrevista6 en La