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Alexander von Humboldt y la globalización: El saber en movimiento
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Libro electrónico559 páginas5 horas

Alexander von Humboldt y la globalización: El saber en movimiento

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Basándose en el conjunto de la obra humboldtiana, desde sus comienzos hasta su ensayo Cosmos, este libro trata de destacar la orientación cosmopolita del viajero prusiano y el fundamento intercultural de sus enfoques. Asimismo, subraya la dimensión globalizada y globalizadora de las actividades científicas, políticas y literarias de un sabio que fu
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 jul 2019
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    Alexander von Humboldt y la globalización - Ottmar Ette

    5

    Eje 1

    El saber en movimiento: la ciencia abierta y el foro de culturas

    I. DESPROVINCIANIZACIÓN Y CONCIENCIA UNIVERSAL

    La obra de Alexander von Humboldt (1769-1859) en su conjunto puede entenderse como una respuesta científica sumamente compleja y creativa a los desafíos de una época —la segunda mitad del siglo XVIII— a la que podemos denominar la segunda fase de globalización acelerada. El autor de Cuadros de la naturaleza fue un pensador de la globalidad que, como inconformista de su tiempo, no ha perdido su actualidad para la superación de los desafíos del nuestro. Su labor como científico natural y cultural, como filósofo, erudito y escritor antes bien nos resulta imprescindible para poder analizar tanto la historia como las oportunidades y los riesgos de la fase actual de globalización acelerada y pensar ésta de una manera fundamentada históricamente.

    En el segundo tomo de Cosmos, publicado en 1847, Alexander von Humboldt se basa en la distribución de agua y tierra en la región mediterránea para esbozar un movimiento de expansión, verificable desde la Antigüedad occidental —si bien sufrió algunos contratiempos— cuya base, condición y consecuencia define como el desarrollo progresivo de la idea del universo.¹ La obra completa de Humboldt, desarrollada a lo largo de siete décadas, creó un nuevo nivel de conocimiento y reflexión acerca del mundo que repercutió mucho más allá de las fronteras europeas y lo sigue haciendo. Se reconoció como heredero crítico de los debates que iniciaron en los años 1768 y 1769 en Berlín —y que tuvieron un gran eco mundial, especialmente por parte de la filosofía de la Ilustración en el Nuevo Mundo— en los que Cornelius de Pauw desató polémicas con su obra Investigaciones filosóficas sobre los americanos² que tematiza la inferioridad del continente americano. Desde la Filosofía de la historia mundial³ de Hegel, Humboldt sabía que los debates acerca de la superioridad e inferioridad, en lo que respecta a la relación entre el Viejo y el Nuevo Mundo, no terminarían pronto. El objetivo de su labor, sin embargo, consistía en más que una nueva comprensión del Nuevo Mundo. Lo que le interesaba era el proyecto, inconcluso hasta el día de hoy, de una modernidad distinta y multipolar.⁴

    El pensamiento y la escritura de Humboldt, en su conjunto, tenían como meta contribuir de manera decisiva a la conducción consciente de este proceso y —sobre todo en las regiones germanoparlantes— a la consecuente desprovincianización del pensamiento de la época. Pretendía abrir en el pensamiento de sus contemporáneos y de la posteridad un espacio para las manifestaciones diversas de una conciencia universal fundamentada científicamente. Con ayuda de las ciencias naturales, culturales y humanísticas, y en el contexto de otros términos universales acuñados por él, intentaba basar el concepto y las diferentes configuraciones de pensamiento relacionadas con la conciencia universal sobre un fundamento fruto de una reflexión histórica. Como probablemente ninguna otra persona de su época, estaba consciente de la pluralité des mondes, la pluralidad de los mundos, y se esforzó por comunicarlos y mediar entre ellos. Su obra completa, escrita en francés y en alemán, se coloca siempre en medio de distintos idiomas y culturas y demuestra su afán de evadir la dominación de un pensamiento único, un solo pensée systématique. Si el móvil de su saber girara en torno a una idea principal, sólo se podría tratar de la siguiente: Todo es interacción.

    El método de Humboldt de comparar e interrelacionar todo a escala mundial no sólo se refirió a resultados de investigación concretos y empíricamente verificables, sino también al esfuerzo por resaltar y tomar en consideración la formación histórica y el contexto cultural de esos fondos de conocimiento. De esta manera, ciertos resultados y mediciones se vuelven normas verdaderamente universales, mientras que la génesis y las condiciones previas para la creación del conocimiento socialmente transmitido se convierten en el centro de interés. Esto no sólo lleva a una relativización de los métodos de investigación monodisciplinarios —y por tanto disciplinados— o de los resultados de investigación singulares en un contexto universal, sino también a una indagación autocrítica de los propios enfoques de investigación culturalmente determinados en un contexto de las respectivas culturas del saber específicas.

    Para Humboldt el saber está, por consiguiente, siempre anclado en el espacio público. Sus conceptos universales pretenden crear una conciencia más compleja de la variabilidad de los mundos en un público lo más amplio posible. Su objetivo no era poner en marcha desde Europa un pensamiento acerca del mundo en cierto modo centralizado. Más bien le interesaba ver el florecimiento de la creación y circulación del saber en diferentes partes del planeta. Por esta razón no sorprende saber que, por muchos años, jugó con la idea de instalarse en el Nuevo Mundo, precisamente en México. Humboldt ejercía su ciencia —para decirlo en palabras de Immanuel Kant— con intenciones cosmopolitas.

    2. DIMENSIONES DE LA CIENCIA HUMBOLDTIANA

    Aunque es cierto que Alexander von Humboldt participó extensamente en las líneas tradicionales del pensamiento occidental y en la historia de la ciencia europea, deberíamos evitar caer en la suposición común y aparentemente inerradicable de que hay que considerarlo el último sabio universal y que, como se escucha a menudo —incluso por parte de personas celebres— había figurado como un anacronismo y un cuerpo extraño en la era post-Goethe.⁷ El autor de Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América más bien funge como pionero y representante de una nueva concepción de la ciencia, cuyo potencial no se ha agotado aún y cuyo contorno se delineará en el presente tomo.

    En un intento de resumir brevemente las bases de la llamada ciencia humboldtiana, se podría afirmar que el viajero, científico natural y autor —en sus diligentes estudios realizados a lo largo de muchos decenios en disciplinas tan diversas como la anatomía o la Edad Antigua, la botánica, la geología y la historia, así como en matemáticas, filología, astronomía y zoología— desarrolló un concepto de la ciencia y unas convicciones fundamentales acerca de teoría y práctica de representaciones del saber que —vistos desde la sociología del conocimiento, la historia de la ciencia y una perspectiva epistemológica y estética— están caracterizados por una dinámica y una complejidad crecientes. Si nuestra época actual es la época de las redes, Alexander von Humboldt debe ser considerado su precursor científico.

    La actualidad y la importancia futura de sus consideraciones, consolidadas históricamente durante varias décadas, se reflejan particularmente en las siguientes dimensiones de su pensamiento:

    1. La concepción de la ciencia desarrollada y practicada por Humboldt se caracteriza, en primer lugar, por una orientación transdisciplinaria que, naturalmente, toma como base los resultados de la diversificación de las disciplinas científicas que había comenzado a finales del siglo XVIII, pero tomó fuerza en aquellos tiempos y analizaba de manera crítica estos procesos fundamentales para la historia de la ciencia. El planteamiento de Humboldt es transdisciplinario y no interdisciplinario, pues no buscaba el diálogo con otras disciplinas a partir de una disciplina propia —por ejemplo, la fitogeografía, la mineralogía o la geognosia, como sería el caso en el diálogo interdisciplinario—, sino que pretendía correlacionar las más diversas áreas de la ciencia recurriendo a especialistas y, con ayuda de ellos, establecer redes entre diversas áreas de conocimiento y lógicas propias de las disciplinas. Su práctica del trabajo de campo, espléndidamente representada en el famoso cuadro de Friedrich Georg Weitsch, da testimonio de la constante correlación y conexión recíproca entre los más diversos campos disciplinarios que él concebía. Viajar incesantemente, el movimiento constante —también entre sus dos grandes viajes de 1799 hasta 1804 y a partir del año 1829—determinan su modo de pensar y su comprensión de la ciencia: lo móvil en la ciencia humboldtiana se vuelve su programa.

    2. En segundo lugar, la concepción de la ciencia global y comparativa del más joven de los dos hermanos Humboldt se puede caracterizar como intercultural. El escritor de Vistas de las cordilleras pensó de manera intercultural, no transcultural, porque conscientemente partía de una tradición del saber europea-occidental y desde esta base establecía relaciones con otras culturas (del saber). Invariablemente señalaba de manera autocrítica desde qué mundo y utilizando cuáles idiomas hablaba de el mundo. Sin embargo, fue precisamente esta auto-reflexión la que le permitió transformar la movilidad de una ciencia transdisciplinaria e intercultural en un móvil de las culturas del mundo pensado artísticamente, tal y como lo evidenció en Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América. Aquí, lo móvil de la ciencia se convierte en el móvil de las culturas.

    3. Como continuación crítica de las ideas de la Ilustración francesa y la conceptualización filosófica de la historia universal y la tradición de ciudadanía universal de Immanuel Kant, la concepción humboldtiana es la de una ciencia cosmopolita en la medida que se entiende no sólo en lo que respecta a sus temas sino también en su fundamento ético y responsabilidad política; una ciencia orientada hacia los intereses de toda la humanidad y el desarrollo de una modernidad que se piensa a sí misma en plural. También en este sentido Humboldt mantuvo un espíritu autocrítico e inquieto durante toda su vida: era un inconformista que no se perdía en la recopilación de datos, mediciones o estadísticas, sino que iba por todo, lo que también implicaba la convivencia con diferentes culturas. Sería muy atrevido —y demostraría falta de conocimiento de sus textos— reducirlo a las dimensiones de un simple medidor del mundo. Después de la Kehlmannización⁸ de los periódicos es preciso retomar los escritos de Humboldt. Y sus textos hablan de otra cosa: esbozan los contornos de una futura cosmopolítica que no sólo está consciente de su fase de globalización actual, sino también de las respectivas fases históricas y sus oportunidades.

    4. Las bases empíricas y teóricas de esta cosmopolítica, a la vez que del programa científico humboldtiano en su conjunto, están planeadas de manera transareal. Éste no distingue los conocimientos fundamentales teóricos generales de los conocimientos específicos regionales o de las disciplinas matrices de sus aplicaciones regionales, sino que sabe que puede construir las bases empíricas para un exhaustivo pensar en conjunto [Zusammendenken]; una epistemología orientada tanto históricamente como hacia el futuro sólo puede conformarse mediante la correlación de diferentes áreas, espacios y culturas. Por esta razón Humboldt tuvo que complementar su viaje a América con una expedición a Asia, puesto que sólo de esta manera se hacía posible un pensar dentro de lo otro [Ineinanderdenken] productivo acerca distintos espacios, tiempos y culturas. La constante presencia de América en los escritos de Humboldt sobre su viaje a Asia demuestra de modo impresionante que también sus textos sobre América sólo pueden ser evaluados definitivamente por quien conoce los tomos de Asia Central. Lo móvil de (o en) la ciencia humboldtiana también resalta aquí y evidencia que los viajes y la investigación de campo formaban la base indispensable de su concepción de la ciencia.

    5. Todo lo antes mencionado requirió de la construcción de una red de correspondencia a escala mundial que le permitiera examinar o poner a su disposición los fondos de conocimiento regionales requeridos y estuviera en condiciones de aportarle conocimientos especializados de sus disciplinas respectivas para relacionarlos con los planteamientos de sus campos científicos o investigaciones de campo. Por consiguiente, la correspondencia de Humboldt formaba un entramado global de intercambio de conocimientos e informaciones y puso en marcha una transferencia intercontinental del saber que abarcaba muchas disciplinas y que aún no se ha estudiado exhaustivamente. Se puede hablar, sin anacronismo y sin objeción alguna, de una red global que no sólo recolectaba información de todo el mundo en Europa, sino que también se convirtió en un punto de partida para diversos desarrollos propios en otros continentes. Esto explica por qué hasta el día de hoy Humboldt goza de gran reconocimiento y popularidad en varios continentes.

    6. Humboldt se esforzó por establecer instituciones y formas de cooperación tanto nacionales como transfronterizas; ello lo convirtió en uno de los organizadores de la ciencia europeos más influyentes del siglo XIX. En las actividades relacionadas con la organización y política de la ciencia que siguió realizando durante décadas, enfrentaba a diversos grupos de interés y abogaba con éxito en favor de la libertad del pensamiento, la escritura y el actuar científicos, puesto que, desde su punto de vista, era ésa la única manera de conservar la libertad de acción de la futura sociedad del conocimiento. Humboldt comprendió que sólo el saber socialmente aceptable podía llegar a surtir efecto. A la luz de los incansables esfuerzos del autor de Cosmos se puede afirmar que una ciencia que no logra llevar sus conocimientos a la sociedad no está aceptando su responsabilidad social ni su obligación de aportar, y, por lo menos a mediano plazo, debe reconocer parte de la culpa si la sociedad le quita sus medios y recursos.

    7. La estructura humboldtiana del saber y la ciencia, que era en alto grado comunicativa, no se limitaba a la obtención y producción de conocimientos, sino que también procuraba su divulgación y aprovechamiento por la sociedad. A través de la creación de formas adecuadas de presentación y representación del saber, Humboldt aspiraba a una popularización y democratización de la ciencia y pretendía poner el saber a disposición de una gran parte de la población (incluso de las mujeres, que en ese entonces aún se encontraban excluidas de la vida universitaria), hacerlo socialmente aceptable y, al mismo tiempo, utilizarlo en beneficio del desarrollo de una sociedad burguesa de información y saber. La ciencia sin público era algo inconcebible para este intelectual avant la lettre, quien se comprometió con los ideales de la Revolución francesa y los seguiría durante toda su vida, aun estando en Prusia. La ciencia humboldtiana es una ciencia extremadamente pública y, en ese sentido, política.

    8. Las formas humboldtianas de presentación y representación del saber combinan de manera asombrosa la intermedialidad, la transmedialidad y la estética, e implican procesos y técnicas específicos de visualización de los conocimientos, sobre todo la unión de leyendas con ilustraciones o de escritura con imagen. Buscan ofrecer una percepción simultánea de complejos fondos de conocimientos (como es el caso de las Naturgemälde [pinturas de la naturaleza, un recurso muy característico de Humboldt] que se pueden entender como continuación y perfeccionamiento del concepto de pasigrafía que surgió en los últimos años de la Ilustración) y promueven una apropiación de conocimiento sensorial por experiencia y vivencia bajo condiciones de recepción tanto individuales como colectivas. La ciencia humboldtiana es una ciencia sensorial que aún logra fascinar a los lectores. Como ciencia de la vida que relaciona a la naturaleza con el hombre, siempre está interesada en transmitir conocimientos intensos de experiencia y —no sólo en Cuadros de la naturaleza⁹ fijarlos a través de explicaciones científicas.

    9. En este contexto, por último, Humboldt desarrollaba formas fractales de construcción y representación del saber, que buscaban autosimilaridad en el sentido de que, por un lado, aplicaba técnicas literarias de mise en abyme en sus formas de escribir científicas (es decir, un método en el que la totalidad de un escrito está presente de manera condensada en un fragmento de texto como modelo in nuce, o bien modèle réduit). Por otro lado, por ejemplo en sus Vistas de las cordilleras, probó técnicas de agrupación de imágenes y gráficas en las que se colocaban ilustraciones como si fueran las de un telescopio para literalmente poner delante de los ojos del lector la relación entre el caos y la fragmentación, por una parte, y el orden como base de todo en el sentido del cosmos humboldtiano, por la otra. De igual manera se puede hablar de una construcción fractal de su obra completa, cuya unidad no se construye con ayuda de estructuras o esquemas de pensamiento centralizadores o totalizadores, sino a partir de la relacionalidad multidimensional y la multivinculación entre patrones y procesos repetitivos. En la obra de Humboldt la geometría fractal de la naturaleza corresponde a una geometría fractal de la escritura y la creación de modelos científicos en general. En cada una de las partes está presente la totalidad.

    3. CIENCIA ABIERTA Y LA ESTÉTICA DEL FRACASO

    A la luz de los aspectos aquí brevemente esbozados, la ciencia humboldtiana de ninguna manera representa un modelo agotado de una concepción científica dentro del cual por mucho tiempo se pensó que era posible calificar a Humboldt como defensor de un mundo conceptual anticuado que, en el mejor de los casos, era de interés para historiadores de la ciencia. La concepción que desarrolló y fomentó con ferviente paciencia durante décadas en realidad se basa en un modelo científico fundamentado en lógicas relacionales y en comparaciones a escala mundial que abre nuevas perspectivas para el siglo XXI, tanto por su énfasis en aspectos geoecológicos como por su demanda de sostenibilidad y sustentabilidad en el desarrollo y en las formas de producción en todo el mundo, lo mismo que por su proyecto de superar estructuras de dependencia coloniales y su orientación hacia un futuro rotundamente multipolar. Humboldt es un precursor importante de un siglo que no entiende ya la modernidad en el singular europeo sino como una pluralidad de modernidades divergentes —esto también es una dimensión cosmopolita, tanto de su pensamiento como de su escritura, cuyo entendimiento se precisa más que nunca en la fase actual de globalización acelerada—.

    No obstante, en estas reflexiones que sirven aquí como primer eje, y en la obra en general, no se pretenden ocultar las contradicciones internas de la concepción de ciencia o del proyecto de modernidad humboldtianos. Las ideas de Humboldt también topan con límites y barreras (y no exclusivamente cuando promueven vastos proyectos para la construcción de canales y un incremento en las políticas de inversión en beneficio de la minería de plata mexicana, o bien cuando se analizan con respecto a la responsabilidad ética de expediciones y los programas de investigación) que siguen existiendo aún en el siglo XXI en el marco del proyecto de la modernidad occidental. Al mismo tiempo y debido a una serie de procesos auto-reflexivos, la concepción de ciencia humboldtiana se ve en perfectas condiciones de problematizar su origen y de abrirse hacia otras tradiciones culturales. Gracias a la multirrelacionalidad, la ciencia humboldtiana se define como una ciencia abierta que permite un pensamiento en diversas lógicas al mismo tiempo. Hoy en día no se le puede reprochar que no supiera realizar su potencial polilógico en cada una de las situaciones concretas que enfrentó.

    De este modo, la descripción del mundo humboldtiana efectivamente se puede entender como un intento de elaborar, mediante una concepción que incluye al hombre y la naturaleza, las bases para una ciencia universal como la que ya se había perfilado en la obra Cosmos, así como una cosmopolítica. El pensamiento que sirve como base se caracteriza por la facultad de concebir unido aquello que antes figuraba en el imaginario como separado o no-correspondiente y, a partir de ahí, ganar nuevas perspectivas para una comprensión integradora de diferentes fenómenos, desde la antropología hasta la zoología. No en balde Wilhelm von Humboldt reconoció a su hermano menor dotado de una facultad especial para la combinatoria y lo vio como predestinado para combinar ideas, ver un patrón en las cosas que sin él no hubiera sido descubierto en generaciones.¹⁰ Con estas palabras, Wilhelm von Humboldt fue el primero en entender lo elemental del estilo de pensar y escribir muy específicos de su hermano (quien al principio fue tomado por más débil y menos talentoso):

    Pero, ¿no se podría objetar que muchos de los más famosos episodios de Alexander von Humboldt parecen caracterizarse por el fracaso? Nunca llegó a la cima del Chimborazo, nunca se adentró en la Cueva del Guácharo: tanto el informe sobre su viaje al Nuevo Mundo —el corazón de los treinta tomos que constituyen su obra viajera— como la obra de su vida, el Cosmos, quedaron como fragmentos. Alexander von Humboldt, quien en los últimos años de su vida también asumía los puestos de chambelán y recitador del rey, ¿no era, a fin de cuentas, un fracasado?

    Como representante de una ciencia abierta, Humboldt, nacido en 1769 bajo el signo de un cometa, seguramente no representaba una cultura cero-errores. Por el contrario: a menudo rectificaba datos y resultados previos en sus escritos, corregía sus hipótesis e incluso incluía críticas a sus opiniones en sus propios libros. Humboldt no ocultaba sus errores: jamás proclamó haber llegado a la cima del Chimborazo. Sin embargo, en el siglo XIX no existía erudito o científico que, a nivel nacional e internacional, gozara de mayor autoridad y mejor reputación que el autor de esta obra viajera americana. Aún hoy en día sigue siendo el alemán más conocido en todo el continente americano y en todo el mundo existen calles, ciudades, corrientes marítimas (y cráteres lunares), así como numerosas instituciones educacionales que llevan su nombre. Humboldt sabía que admitir y, más importante aún, corregir errores cometidos era de suma importancia para lo móvil de (en) la ciencia y, al mismo tiempo, una parte esencial de una epistemología que se entendía a sí misma como abierta para el futuro. La ciencia humboldtiana era y es precisamente esto: un modelo futurista.

    La obra completa de Humboldt es más que un futuro pasado: muchos de los retos que enfrentó, y que a lo largo de este libro serán presentados y analizados a partir de su contexto histórico, nos siguen afectando a una escala a menudo muy significativa. La filología¹¹ debe asumir la tarea de mirar hacia el pasado para entender mejor los procesos históricos y simultáneamente, de manera semejante a la de Jano, dirigir la mirada hacia el presente y el futuro para averiguar las perspectivas que nos puede ofrecer lo que se había estudiado de manera histórica y filológica. No son únicamente las ciencias naturales las que tienen —retomando una frase del inventor de Las dos culturasthe future in their bones [el futuro en sus huesos].¹²

    Tomando en cuenta que el autor de Cuadros de la naturaleza desarrollaba algo semejante a una estética del fracaso en sus escritos, hay que sostener con claridad lo siguiente: el pensamiento de Humboldt, su concepción de ciencia y educación, no fracasó sino que era mucho más inteligente que las ideas a menudo muy superficiales de la mayoría de sus críticos, quienes le recriminaron la carencia de un pensamiento sistemático y de una dimensión patriótica, así como cultivar un holismo anticuado y limitarse a la mera recopilación de datos. La idea del fracaso está presente en la recepción de Humboldt desde finales de la década de 1860. Y malas novelas sobre el científico ya existían desde que él vivía. Aquí hay que darle la razón al crítico que, en su reseña de una novela corta¹³ de 1858 —que ya se perdió en el olvido y en la cual se inventa que Humboldt tenía un hijo— zanjó: esto no es Humboldt, sino tonterías.¹⁴

    El Naufragio con espectadores: Humboldt solía jugar con esta figura filosófica que desde la Antigüedad¹⁵ había ganado importancia en contextos más allá de las metáforas de navegación. Una grieta poco antes de llegar a la cima del Chimborazo que le impide seguir adelante o el momento de zozobrar en el laberinto de corrientes entre el Orinoco y Amazonas: con ello pone en escena, estética y epistemológicamente, el instante del fracaso inmediato, para luego convertirlo en una inmensa fuerza productiva, en un estímulo para rebasar los límites del conocimiento y dejar atrás lo consabido, los límites de la acción y lo ya hecho.

    Humboldt no era un hombre que buscara llegar, sino uno que partía constantemente. Así que en su best seller Cosmos le dijo conscientemente a sus lectores contemporáneos y futuros: Cualquier cosa que se ha investigado sólo representa un escalón para llegar a algo superior en el funesto rumbo de las cosas.¹⁶ Precisamente esto define lo atractivo de Humboldt en el presente: su pensamiento siempre está en marcha, es invariablemente dinámico y se orienta hacia el futuro, incluso cuando indaga en el pasado. En sus textos el fracaso se vuelve fértil, puesto que no omite los momentos de crisis y experiencia límite sino que los utiliza como potencial para solucionar problemas futuros. Su actuación reconoce el aprendizaje como un proceso interminable que convierte la aventura del saber en algo que se puede experimentar y vivir, lejos de amontonar aventuradamente retazos de anécdotas en una pila de conocimientos. Con estas características, Humboldt representa la fascinación por el saber y la educación, a la vez que da pábulo a la concepción de un foro de culturas, abierto al futuro, que se encuentra en cambio constante y que podría definirse como un paso elemental hacia la conciencia universal que planeaba y a la que aspiraba. Como ningún otro alemán personifica a escala mundial la globalidad del pensamiento, la responsabilidad social y la relevancia de la labor científica, así como la comprensión de la diversidad de las culturas del mundo.

    4. REDES MÓVILES DE LO GLOBAL

    Tal vez la manera de pensar de Alexander von Humboldt puede describirse mejor mediante un mapa del Orinoco que presenta una vívida imagen de cauces fluviales enredados y conectados de diferentes maneras. En Cosmos enfatizaba, casi medio siglo después de su viaje a través de los sistemas fluviales del Orinoco y Amazonas, que no buscaba una simple concatenación lineal, sino un tejido reticular.¹⁷

    Estos paisajes de los ríos sudamericanos se transforman constantemente y representan el mapping, vívido y en constante transformación, de su pensamiento, que ambicionaba sostenibilidad ecológica y espiritual.

    A partir de este mapping móvil, el axioma antes mencionado de la ciencia humboldtiana llega a revelar su significado real: Todo es interacción.¹⁸ Por tanto, todo está en contacto con todo lo demás —aunque esto no tiene que ser el caso todo el tiempo y continuamente—. Humboldt es un pensador de la relacionalidad: ningún concepto es sólo una representación de sí mismo. Odiaba cualquier orden enciclopédico en el sentido de ser una simple serie de información. Es hasta que se combinan diversos segmentos del saber que se crean innovaciones, las cuales por su parte dan nuevos impulsos a las disciplinas especializadas. Sólo así se da la dinámica en extremo innovadora que surge y emana de las actividades científicas de Humboldt en las diferentes disciplinas, algunas de ellas fundadas por él mismo, como los estudios sobre la América antigua o la fitogeografía. Humboldt es un nómada de la ciencia que está siempre en movimiento: la mayor movilidad posible es para él programa de investigación y proyecto de vida. Lo móvil caracteriza su estilo de ciencia y pensar en la misma medida que influye en su estilo de vida.

    En 1789, el año de la Revolución, el joven de veinte años ya se había definido como el forastero entre las ciencias,¹⁹ y aun después entendería su trabajo como el intento de crear la mayor cantidad posible de puertas giratorias, pasajes y ventanas entre las disciplinas, cada vez más diferenciadas. La expresión de Voltaire le venía a la medida: Rien ne se fait sans un peu d’enthousiasme [nada se logra sin un poco de entusiasmo].²⁰

    Humboldt concluyó que la globalización acelerada de sus tiempos —que de alguna manera, en el plano de una circulación mundial del saber, llegó a su cúspide simbólica en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente— no podía entenderse sin tomar en cuenta la historia y prehistoria de la globalización. Si alguna figura histórica lo orientaba —no sin criticarla ni sin ironía hacia sí mismo—, era la del europeo par excellence, Christoph Columbus, Christophe Colomb, Cristóbal Colón. Alexander, cuya madre había llevado Colomb como apellido de soltera, dedicaba cientos de páginas a esta conquista por reflexión²¹ sin omitir la fuerza productiva de los errores del ibero-genovés. Cuidadosamente convirtió a sus lectores y a sí mismo en espectadores de este naufragio histórico que, a pesar de todo, cambió nuestro mundo y marcó como ningún otro hecho histórico, a través de todas las fases de aceleración y desaceleración, la Edad Moderna, así como nuestra(s) Modernidad(es) y Posmodernidad(es). Fue por los errores del sistema de Colón, que conduciría a quien viajaba a la India por el Oriente hacia el este de Asia, que en ese proyecto global se interpuso, de manera totalmente inesperada y por él no comprendida, un Nuevo Mundo. Viendo el ejemplo de Colón, Humboldt entendió cuáles eran los errores en el sistema de la expansión europea, lo mismo que las dimensiones de su propia curiosidad, que expandía sus límites cada vez más.

    Pensar la globalidad a partir del espíritu de la globalización le permitió a Humboldt entender el sistema de la Tierra en contextos tanto culturales como científicos: desde las corrientes marinas y de aire, los cambios climáticos y las migraciones de plantas que identificaba y pronosticaba, hasta los flujos de la economía mundial de metales preciosos, o bien el análisis de la convivencia de pueblos y culturas. Estaba consciente de que tal convivencia requería de caminos globales del saber: la competencia a distancia y la competencia de combinación. Éstas se asociaron, en su caso, con una voluntad de actuar y cambiar las estructuras (del pensamiento) tradicionales en el contexto de una red móvil de lo global.

    5. EDUCACIÓN, SABER DE VIDA, SABER DE CONVIVENCIA

    En absoluto le molestó a nuestro convencido republicano que, en la corte de Prusia, las cerradas mentes nacionalistas le tomaran a mal haber escrito la mayor parte de su obra en lengua francesa, haber vivido un cuarto de siglo de su vida en París y haberse ocupado demasiado por lo ajeno. Permanecía fiel a sus convicciones y a su forma de vida, incluso cuando éstas provocaban burlas o enemistades. Seguramente le hubiera gustado ver —tal como lo había hecho en vida con semejantes disparates— al periódico Spenersche Zeitung o a otros medios impresos desmentir con vehemencia la suposición de generaciones posteriores de que él había figurado únicamente como científico natural o que había sido representante de una sola disciplina. Por mucho tiempo, sin embargo, a las siguientes generaciones les resultaba muy fácil y cómodo declarar a Wilhelm humanista y a Alexander científico natural, como si fuera necesario probar la teoría de las dos culturas a nivel interfamiliar, usando como ejemplo a dos de los hermanos más famosos de la historia del pensamiento europeo. Nada podría estar más tergiversado.

    Alexander von Humboldt, quien como científico era idóneo para el trabajo en equipo y como hombre no resultaba nunca de trato difícil, era consecuente como inconformista. Siempre fueron precisamente las superficies cortantes entre las Two Cultures, entre lo que ahora llamamos ciencia natural y ciencia cultural, lo que más le fascinaba. El concepto de vida —planteado por él de manera central y desde diferentes perspectivas, no sólo en Cosmos y olvidado durante mucho tiempo por la investigación: la HumboldtIndustry— es aquí la intersección fundamental. Pero si definimos a Humboldt como científico de la vida, ¿no significa eso que al final lo consideramos un científico natural o un biólogo?

    No, en absoluto: el autor de Examen critique es un científico de la vida en el sentido más válido y extenso —y, con eso, en el sentido real —. La ciencia humboldtiana de la vida está lejos de circunscribirse a las dimensiones de las ciencias biológicas o médicas: por el contrario, engloba al ser humano en su totalidad, en el sentido del término griego bíos, particularmente con su tejido y diversidad cultural, sus influencias y movimientos. Esto también es de gran relevancia cuando analizamos el significado y la validez de las ideas humboldtianas para el presente. El saber de vida de Humboldt es omnipresente tanto en los textos como en su actuación como individuo: es un saber que relaciona la naturaleza con la cultura, que cobra sentido en la vida misma y que tiene como meta un estilo de vida que busca gran intensidad y, a la vez, reflexividad.

    La ética, la estética y la epistemología se relacionan una y otra vez en el móvil del pensar y el actuar humboldtianos. Ningún viaje es como otro, ningún proyecto de libro se parece a otro —aun si se encuentran íntimamente entretejidos—. El saber de vida que así se puede determinar se alimenta de un saber experiencial que Humboldt supo transmitir convincentemente mediante la literatura y con un guiño autobiográfico; era un espléndido narrador no sólo dentro de los salones.

    Todo ello entraña un ideal de educación: Alexander retomó la idea de educación de su hermano Wilhelm y la continuó en la medida en que enfocó los aspectos transversales que interrelacionan las diversas regiones del saber y del mundo. Su concepción de la educación está orientada de manera racional y global, puesto que no parte de la existencia de un solo centro cultural o un solo poder normativo; toma como base una conciencia universal cuyo mapa incluye muchos continentes y conjuntos de islas que tienen sus propias lógicas con respecto al desarrollo cultural, pese a que Humboldt siempre haya sido indudablemente europeo. Los horizontes de su pensamiento estaban abiertos, tan abiertos como pocas veces lo han estado en la historia del pensamiento occidental. La ciencia y la educación no deberían amontonar rocas de cultura aisladas. La verdadera educación, según Humboldt, buscaba desarrollar una competencia crucial: la capacidad del pensar en conjunto. Ésta conforma la base para una convivencia que recíprocamente respeta la diferencia del otro: no es sólo en la naturaleza donde Humboldt ve todo como interacción.

    Humboldt no vivía —como se detallará en los siguientes capítulos— en una torre de marfil. Según una metáfora de la ciencia contemporánea, sería más adecuado describirlo como un faro, si esta imagen no fuera tan estática. Luego de su regreso de París a Berlín en 1827, a partir de su comprensión de la función social del conocimiento cambió por completo, audaz y decididamente, el paisaje científico alemán; delimitó nuevos horizontes y los apuntaló con nuevas luminarias. Como una suerte de gerente de la ciencia, que manejaba los hilos tanto en la academia berlinesa como en la parisina, se ocupaba de dar vida y movimiento a la ciencia fragmentaria en las orillas del río Esprea y en toda la región germanoparlante, así como en crear terrenos de juego progresistas para el espíritu —foros para las diferentes culturas (y el saber) — en la capital de Prusia. El fomento de una cantidad innumerable de talentos y la internacionalización fundamental de los horizontes de investigación fueron esencialmente los resultados de sus esfuerzos. Ante los horizontes de discusión que habían caracterizado el debate berlinés sobre el Nuevo Mundo en el momento en que nació, la nómina de los corresponsales de Humboldt en todo el mundo se lee como un programa en contra del espíritu cada vez más nacionalista de la época, que se le opuso durante las últimas décadas de su vida y dificultaba una recepción adecuada de su obra después de su muerte y en los largos decenios de conflictos entre Alemania y Francia. Es posible, sin embargo, redescubrir al llamado segundo descubridor del Nuevo Mundo meramente a través de sus escritos.

    Humboldt sabía que no sólo era la ciencia la que con urgencia necesitaba una creciente conciencia global para poder desarrollarse. Como ningún otro entendía que la ciencia sólo podía transformar una sociedad mediante su saber si seguía la lógica propia de su investigación e intentaba hacer presentable tal conocimiento, no sólo para los salones, sino en su mejor sentido también para la sociedad. Su concepción de la educación, marcada por la vida en una sociedad cada vez más conectada de manera global, instó a una democratización y popularización, a una nueva sede en la vida. Él siempre había visto al hombre en la intersección entre naturaleza y cultura; sin embargo, es básicamente imposible comprender este espacio de movimiento sin un pensamiento polilógico que se comprometa simultáneamente con diferentes lógicas y culturas.

    La convivencia pacífica y el respeto por la diferencia es, sin duda, el mayor reto que enfrentan la humanidad y las culturas del mundo en el siglo XXI. Es tiempo de entender los diferentes aspectos de la ciencia humboldtiana a partir de su desarrollo histórico y traducirlos a nuestra época. Existen buenas condiciones para desplegar una dimensión que atraviese las más diversas culturas y áreas del saber, y crear un terreno de juego para la simultaneidad de lo no simultáneo. Para decirlo con toda la fuerza de la oración de Primo Levi: Se non ora, quando?²²

    Un foro polílogo y polilógico que relacione el mundo extraeuropeo con el europeo y examine la unión recíproca e indivisible entre ambos puede servir como campo de pruebas para el camino, lleno de contradicciones, hacia una sociedad universal: siempre tomando en cuenta lo que se puede describir mejor como la creación conjunta de un saber de convivencia. Con respecto a esta tarea, que rebasa su época tanto como la nuestra, Humboldt creó puntos de partida inspiradores partiendo del punto de vista de su(s) ciencia(s).

    Si el pensar en conjunto constituye la base para cualquier convivencia, entonces el saber de convivencia, consciente de la compleja interacción aquí esbozada, conforma el núcleo de un nuevo concepto de educación. Partiendo de una posición que reflexiona críticamente acerca de las propias ideas fundamentales, es preciso repensar, reencontrar y reinventar la interacción de las culturas humanas para la futura sociedad universal. De esta manera, el modelo futurista de Humboldt se abre hacia un modelo futurista de convivencia: ésta es la formulación de tareas para una época que, consciente del mundo y de sí misma, entiende su origen como orígenes y su futuro como futuros.

    A. von Humboldt, Kosmos. Entwurf einer physischen Weltbeschreibung, edición en cinco tomos, Cotta, Stuttgart /Tubinga, 1845-1862, aquí se cita el tomo II, p. 154. Edición en español: A. von Humboldt, Cosmos: ensayo de una descripción física del mundo, Eduardo Perié Editor, Bélgica, 1875, p. 189.

    C. de Pauw, Recherches philosophiques sur les Américains, ou Mémoires intéressants pour servir à l’Histoire de l’Espèce Humaine, 2 vols., G. J. Decker, Berlín, 1768-69.

    G. W. H. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, José Gaos (trad.), Revista de Occidente, Madrid, 1953.

    Cf. O. Ette, Weltbewußtsein. Alexander von Humboldt und das unvollendete Projekt einer anderen Moderne, Velbrück Wissenschaft, Weilerswist, 2002.

    A. von Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena, durch die Anden und Mexico, primera parte: textos, compilación de fragmentos de sus diarios y comentario por M. Faak. Con un estudio introductorio de K.-R. Biermann, Akademie Verlag, Berlín, 1986, p. 358.

    Cf. I. Kant y E. García Belsunce (ed.), Idea de una historia universal desde un punto de vista cosmopolita, Prometeo, Buenos Aires, 2008.

    Cf., p. ej., H. Blumenberg, Die Lesbarkeit der Welt [La legibilidad del mundo], Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1989, p. 296.

    Cf. figura 6, pp. 231 y ss.

    A. von Humboldt, Cuadros de la naturaleza, Imprenta y librería de Gaspar Editores, Madrid, 1876.

    W. von Humboldt y A. Leitzmann (ed.), Briefe an Karl Gustav von Brinkmann, Hiersemann, Leipzig, 1939, p. 60.

    Cf. O. Ette, ÜberLebenswissen. Die Aufgabe der Philologie, Kulturverlag Kadmos, Berlín, 2004.

    Ch. P. Snow, The Two Cultures. With introduction by S. Collini, Cambridge University Press, Cambridge, 1993 (primera edición de 1959), p. 10. Edición en español: Ch. P. Snow, Las dos culturas, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000.

    Cf. I. Schwarz, ‘Humboldt und Taktlosigkeit’ oder ‘Ein anlockendes Aushängeschild’. Alexander von Humbolt als Held einer Novelle- 1858, HiN – Humboldt im Netz, vol. VIII, núm. 14 (2007), Berlín / Potsdam, pp. 74-79, disponible en línea en www.hin-online.de.

    Humbug, en alemán; juego de palabras [N. de la T.].

    Cf.

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