Una vida sin tu nombre
Por Romina Bayo
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Estos poemas buscan encontrarle sentido a todo, aprendiendo a sobrevivir en los sinsentidos.
En palabras de la autora: "En este libro siento que me atreví a más. Hoy siento mi palabra más furiosa a la hora del amor, más cruda ante el dolor y menos ilusa en las promesas".
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Una vida sin tu nombre - Romina Bayo
Ahora que perdí mi nombre
Adónde iré ahora que perdí mi nombre,
que los gestos de mi rostro no tienen herencia.
Adónde ahora que no tengo espejos,
que quedaron sin excusas el fuego y el miedo.
Ya no sé quién soy cuando me arrodillo,
cuando el rosario camina los golpes
o la espuma del vaso descansa en la almohada.
Ya no sé quién soy cuando todo calla,
cuando el tiempo hace historia en mi cabello
o el domingo y sus promesas retumban en las ventanas.
Adónde iré ahora que perdí mi nombre,
que la historia de muñecas guarda ramas en las sombras.
Adónde ahora que hay fantasmas nuevos,
que un vacío sin rostro explica mis silencios.
No sé quién soy,
ni desde qué boca explicar mi anonimato.
He caminado suponiendo sonrisas,
dando nombres al amor con los pies en el barro.
No sé quién soy,
ni con qué fuerzas poder abrir los ojos.
Sólo tengo un diario que intenta explicar el frío
y unas fotos que buscan darle muerte.
Tengo tantas vidas en la espalda
que no distingo si son papel o son manos.
Adónde iré ahora que perdí mi nombre,
y el regazo de mi madre es recuerdo y es polvo.
Diálogo con mi madre
La casa está repleta de adultos que no te recuerdan,
que olvidaron la amplitud de tu regazo
y corren tras agitadas agendas
que les recuerdan a diario que están vivos.
Sentirías vergüenza de ver
en lo que nos hemos convertido.
Aquellos que se reunían alrededor del árbol navideño,
viéndote danzar entre serpentinas y luces de colores,
hoy no pueden sostenerse la mirada
y asumen culpas de una orfandad
que nada tuvo que ver con sus manos.
Los días nos empujan, nos obligan a seguir
en esta estampa terrible de tu ausencia.
No pueden acusarnos de no querer lavar las sábanas,
de evitar bajar el ruedo al pantalón,
de llorar al ver destrozarse un adorno en el suelo,
de mantener cerrado tu pote de perfume.
No.
No pueden acusarnos de pelear con la muerte
al querer retener los últimos signos
que nos hablan de vida.
Ella. Muerte infame.
Ella ha decidido arrebatarnos todo.
Los mates mañaneros.
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Sandro y el papel en el suelo
y la repetida letanía a la hora de la