Primero tuve que morir
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Tardé en reencontrarme,
yo lo sé demasiado bien;
lo que tú no sabes
es que para hacerlo
tuve que volver a nacer,
y para volver a nacer,
primero tuve que morir.
***
Primero tuve que morir es el primer poemario de Laura Soto Sedeño.
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Primero tuve que morir - Laura Soto Sedeño
¡Que yo no necesito que me enseñes a volar!
Si yo he viajado por todo el mundo en alfombras
voladoras con tocados de oro y plata,
he conocido las estrellas, he dormido en ellas
y despertado en otros planetas más fríos y más ambiguos que la propia Tierra.
Y otros tan divinos como ella, pero sin plástico,
ni concreto,
ni miedo, ni dolor de muelas.
Si yo no necesito que me enseñes a volar solo porque
he caído.
Y tú, por verme en el suelo, piensas que no conozco
el cielo.
Se te olvida que quien vuela más alto cae con
más fuerza,
y ahora que he caído lloro porque extraño el infinito.
Lloro porque cada vez que remonto el vuelo,
tengo la intención de no volver más,
de perderme en algún sueño, en esas galaxias,
en esos paraísos de agua salada y manglares extensos
y espesos con tanta vida dentro que se te cuela por
las venas,
y aunque lleves una nube negra en la cabeza
—como yo—
la incandescencia de la dicha acaba invadiéndote,
la quietud, la paz,
el sonido de la vida corriendo por los ríos,
el sonido del amor cantando bellas melodías.
¡Que yo no necesito que me enseñes a volar!
ni que me veas con esa cara de pena porque estoy
deshecha de tanto esperar.
Porque yo me he acercado al sol y me he llegado
a quemar,
pero es que tú no entiendes, amor,
que esa es mi forma de volar.
Si tropiezas y caes,
si caes y te arrastras,
si te arrastras y sangras,
no te preocupes.
Porque aún no lo sabes,
porque aún no lo entiendes.
Pero es tu cuerpo preparándose,
es tu alma sembrando fuerzas,
es tu ser transmutando el suelo.
Y ese día que por fin logres levantarte,
no solo volverás a caminar,
también lograrás v o l a r.
Comiendo de más,
amándome de menos,
tragándome las promesas,
acabando con ellas mientras cavamos más vacíos
prueba nunca superada,
mensaje no recibido,
se me traba la lengua,
se me ahoga el corazón.
No confío en mis instintos,
en las decisiones que me han llevado exactamente
a donde no quiero volver.
Y el espejo,
el maldito espejo me castiga,
una y otra vez,
cada mirada un hachazo,
cada mirada un rechazo,
mi ego se derrumba,
una raya más al tigre de mi inseguridad
como si le faltaran...
Grasa, joroba, arrugas, granos, imperfecciones
Lo único que puedo ver cuando me veo a través
de sus ojos
todo lo que está mal conmigo, lo que no encaja
con lo que me dijeron que debo querer,
¿y ahora cómo mejorarlo?, ¿cómo mejorarme?
Nunca es suficiente
lo poco que se arregla hoy, mañana se descompone
cada día más lejos de la meta
¿Cuál?
Gustarme
mirar con ojos de amor a este maravilloso cuerpo,
dejarlo ser
dejar de asfixiarlo con el qué dirán
.
En días como este su reflejo es mi peor enemigo,
o puede que lo sea yo,
o puede que lo sean ustedes, ellos,
los padres, los abuelos, las películas, los modelos,
me achico, me achico, me achico tanto que casi
ni me veo
No me encuentro dentro del mar de juicios
busco una mirada, una ventana al alma
que me transporte fuera de aquí
de esta realidad irreal
de este ego desenfrenado, descontrolado
Mi corazón fragmentado busca repararse
que alguien me comparta la fórmula para aceptar
a este reflejo que dista tanto de lo que
el mundo puede considerar como perfecto.
¿Cómo se puede amar algo que se desprecia?
No se puede
Aunque,