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Cálido viento del norte: Relatos de disidentes de las ideologías dominantes en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Groenlandia y las Islas Feroe
Cálido viento del norte: Relatos de disidentes de las ideologías dominantes en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Groenlandia y las Islas Feroe
Cálido viento del norte: Relatos de disidentes de las ideologías dominantes en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Groenlandia y las Islas Feroe
Libro electrónico353 páginas4 horas

Cálido viento del norte: Relatos de disidentes de las ideologías dominantes en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Groenlandia y las Islas Feroe

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El autor ofrece cuarenta breves historias de hombres y mujeres disidentes, que se separan de lo políticamente correcto, a los que ha podido entrevistar en Helsinki, Laponia, Estocolmo, Malmö, Upsala y otras ciudades de Suecia, Dinamarca y Noruega; todos ellos alternativos, de edades, profesiones y ambientes culturales bien distintos: historiadores, médicos, filósofos y sacerdotes, músicos o cantantes de rap, que recorren caminos lejanos a los propuestos por las ideologías dominantes. Su estilo de vida constituye un viento cálido y renovador, procedente del Norte de Europa; y su disidencia es denuncia, pero también anuncio esperanzador de un tiempo nuevo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 feb 2016
ISBN9788432146039

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    Cálido viento del norte - José Miguel Cejas Arroyo

    JOSÉ MIGUEL CEJAS

    CÁLIDO VIENTO DEL NORTE

    Relatos de disidentes de las ideologías dominantes en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Islandia, Groenlandia y las Islas Feroe

    EDICIONES RIALP, S. A.

    MADRID

    © 2016 by FUNDACIÓN STUDIUM

    © 2016 by EDICIONES RIALP, S. A.

    Colombia, 63. 28016 Madrid

    (www.rialp.com)

    Realización ePub: produccioneditorial.com

    Imágenes cedidas por el autor.

    ISBN: 978-84-321-4605-3

    No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    En recuerdo y homenaje

    a los cuatro amigos de Lübeck:

    Eduard, Hermann, Johannes y Karl;

    y a los seis amigos de Múnich:

    Hans, Sophie, Christoph, Willi,

    Kurt y Alexander.

    ÍNDICE

    PORTADA

    PORTADA INTERIOR

    CRÉDITOS

    DEDICATORIA

    VISADO DE ENTRADA

    UNA CARTA CON 61 AÑOS DE RETRASO

    AMIGOS Y DISIDENTES

    I. FINLANDIA

    1. ¿OTRO TABÚ? Tapani Ruotsalainen

    2. CENIZAS DE LA SAUNA. Marino Trevisini

    3. UN ROSTRO CON NOMBRE. Marco Pasinato

    4. ¿QUIÉN SOY YO? Benito Peix Geldart

    5. TAMPOCO LO SÉ. Teemu Sippo

    6. TIENES LA COMIDA EN EL FRIGORÍFICO. Marko Tervaportti

    7. SOL DE MEDIANOCHE. Raimo Goyarrola

    8. PESÄPALLO. Elisabeth

    9. EN EL PARQUE DE SIBELIUS. Sari Mäkimattila

    10. LA BRÚJULA EN EL BOSQUE. Seppo Rotinen

    11. UNA ENTREVISTA EN TELEVISIÓN. Oskari Juurikkala

    12. RAP. Joonatan

    13. LOS TREINTA AÑOS. Phi

    14. TUS HIJOS Y LOS MÍOS. Familia Pérez

    15. YO, EL GENERAL MANNERHEIM. Juhani Holma

    II. ESCANDINAVIA

    SUECIA

    16. EL SOL LARGAMENTE ESPERADO. Anders Arborelius

    17. ¡NO LO DUDES! Tekla Famiglietti

    18. COMIENZOS DE UNA AVENTURA

    TRES GRANDES AVENTUREROS

    PRIMEROS PASOS

    UN INGLÉS EN ESCANDINAVIA

    19. DOTTER ZION. Arne y Barbara Sahlstrom

    20. VUELO SIN MOTOR. Stefan

    21. VUELO CON MOTOR. Gabriela

    NORUEGA

    22. UNA MUJER SIN MIEDO. Ane-Elisabet Roer

    23. SORPRESAS. Ole Martin Stanmestro

    24. EL GRITO DE MUNCH. Isabel

    25. AGUA, SAL Y PETRÓLEO. Rafa y Yuse

    26. EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ. Nicolai

    DINAMARCA

    27. DE LA CASA REAL AL CUADRADO NEGRO. Ole y Kirsten Dam

    28. UN CUENTO DE ANDERSEN. Sebastian Olden-Jørgensen

    29. ¡SI TÚ SUPIERAS! Eric Maillet

    30. EL CHICO DE AZUL. Camilla Hecquet Nielsen

    31. SOPA DE GANSO. Martin Ryom

    III. ISLANDIA

    32. EL RENACER DE ISLANDIA

    LO QUE NO ME CONTÓ EL OBISPO DE REIKIAVIK

    IV. GROENLANDIA Y LAS ISLAS FEROE

    33. DONDE TÚ QUIERAS. Paul Marx

    V. UNA HISTORIA DE DOLOR Y DE ESPERANZA

    34. EL CATOLICISMO EN ESCANDINAVIA DESDE

    SIGLO XVI: GUSTAVO VASA

    SIGLOS XVII Y XVIII: UN CATOLICISMO DE CATACUMBAS

    SIGLO XIX: JACOB LAURENTIUS STUDACH: EL CAMBIO

    SIGLO XX: UNA LENTA —MUY LENTA— APERTURA

    SIGLO XXI: ANDERS ARBORELIUS. ALGUNOS RETOS

    CZESLAW KOZON: LA IGLESIA CATÓLICA EN DINAMARCA

    PAUL MARX: EL CATOLICISMO EN LAS ISLAS FEROE

    35. LA IGLESIA LUTERANA Y LA ORTODOXIA

    LA IGLESIA LUTERANA EN LOS PAÍSES NÓRDICOS

    LA ORTODOXIA EN FINLANDIA: EL OBISPO ARSENI, DE JOENSUU

    UN VIENTO DE ESPERANZA

    DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS

    FOTOGRAFÍAS

    JOSÉ MIGUEL CEJAS

    VISADO DE ENTRADA

    En el libro El baile tras la tormenta recogí recuerdos y testimonios de personas de los países bálticos y Rusia que habían sufrido las consecuencias del materialismo del Este. Eran historias de disidentes y, en algunos casos, de supervivientes de la ideología marxista, que —conviene recordarlo— aún no ha entonado su mea culpa ni ha reconocido sus errores. Sorprende que tantas novelas y películas evoquen las atrocidades del régimen nazi y tan pocas obras literarias y cinematográficas recuerden el infierno de los gulags[1].

    En estas páginas ofrezco relatos de disidentes (entendiendo el término en su acepción más amplia y menos política) de otro materialismo: el del Oeste, que preside la vida de tantos países; entre ellos los del norte de Europa. Más de cuarenta personas de diferentes ambientes sociales y culturales me han relatado sus experiencias personales en diversos enclaves de los países nórdicos[2]: en Helsinki y Oulu, al sur y al norte de Finlandia; en Tornio (Laponia); en algunas ciudades de Suecia, como Estocolmo, Malmö, Gotemburgo, Vadstena y Upsala; en varias islas de Dinamarca; y en Oslo y Stavanger, al sur de Noruega.

    Otros testimonios vienen de Islandia; de Joensuu, en Karelia; de la Laponia finlandesa o de Alesund, en Noruega.

    Son historias de vidas a contracorriente; de hombres y mujeres que han cometido el pecado de rebelarse contra lo que se considera políticamente correcto en sus respectivas sociedades, para vivir conforme a sus principios, al margen de las pautas establecidas

    Su disidencia es una denuncia, el anuncio de un tiempo nuevo y un viento cálido y vivificador que nos llega del Norte de Europa.

    [1] En la introducción a su obra Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos, Anne Applebaum analiza las diversas causas por las que los crímenes del dictador ruso no han provocado las mismas reacciones viscerales que los crímenes del dictador germano. Una de ellas, escribe, es que «nadie quiere pensar que derrotamos a un asesino de masas [Hitler] con la ayuda de otro [Stalin]».

    [2] La clasificación de los países nórdicos puede hacerse desde diversas percepciones, tradiciones y puntos de vista: lingüístico, cultural o político. En estas páginas, empleo el término Escandinavia en su acepción más estricta, según la cual comprende Suecia, Noruega y Dinamarca. No incluyo dentro de Escandinavia al archipiélago de las Feroe, país autónomo del Reino de Dinamarca, que no pertenece a la Unión Europea, aunque su población —al igual que le sucede a Islandia— descienda de escandinavos; ni tampoco englobo dentro de ese término a Groenlandia, aunque esa gran isla sea, en estos momentos (2015), una región autónoma dependiente del reino de Dinamarca desde el punto de vista político. Como es sabido, el término Escandinavia engloba diversos países en función de cada perspectiva cultural: la española considera que está formada por Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, olvidando que la etnia, la lengua y la cultura finlandesa mayoritaria es diversa de la escandinava; la británica denomina escandinavas únicamente a Noruega y Suecia, dentro del área báltica; y la perspectiva alemana llama escandinavas a Noruega, Suecia y Finlandia, pero no a Dinamarca.

    UNA CARTA CON 61 AÑOS DE RETRASO

    Los cuatro amigos acudieron al lugar en la fecha y hora prevista: a la seis en punto de la tarde del 10 de noviembre de 1943. El primero fue Müller. Tras desnudarle, el encargado le ató los brazos a la espalda, le colocó la cabeza entre los montantes, movió la luneta, ajustó la cuchilla de la guillotina y tiró con fuerza de la palanca.

    Exactamente un minuto después le tocó el turno a Lange. Al minuto siguiente, a Prassek. Y al siguiente, a Stellbrink.

    La sangre de los cuatro discurrió unida, formando un solo reguero, por el canal de desagüe. El oficial responsable de la prisión Hostenglacis de Hamburgo firmó el acta y el archivero la guardó en la carpeta correspondiente, junto con los datos personales de cada uno:

    Eduard Müller. Lugar de nacimiento: Neumünster (Schleswig-Holstein), 20-agosto-1911. Estado civil: soltero. Profesión: capellán católico de la iglesia del Sagrado Corazón de Lübeck.

    Hermann Lange. Lugar de nacimiento: Leer (Ostfriesland, Niedersachsen), 16-abril-1912. Estado civil: soltero. Profesión: capellán católico de la iglesia del Sagrado Corazón de Lübeck.

    Johannes Prassek. Lugar de nacimiento: Hamburgo-Barmbek, 13-agosto-1911. Profesión: capellán católico de la iglesia del Sagrado Corazón de Lübeck.

    Karl Friedrich Stellbrink. Lugar de nacimiento: Münster, 28-octubre-1894. Estado civil: casado. Profesión: pastor evangélico de la iglesia de Lutero de Lübeck.

    Habían sido detenidos en fechas distintas, junto con dieciocho laicos, y el juicio se había celebrado varios meses antes, durante los días 22 y 23 de junio en la sala segunda del Tribunal del Pueblo, presidida por el magistrado nazi Wilhelm Crohne, que puso largas penas de prisión a algunos de los laicos y condenó a muerte a los sacerdotes y al pastor, por «traición, favoritismo hacia el enemigo y escucha de radios enemigas».

    La causa real de la condena de aquel juicio, conocido como el juicio contra los cristianos de Lübeck, era patente: morían a causa de su fe, por haberse opuesto al nazismo, la ideología dominante.

    Todo se desarrolló según lo previsto, salvo con las últimas cartas que escribieron, porque el tribunal ordenó que no se entregaran a sus familiares y fueran archivadas. Cuando finalizó la guerra, esas misivas se incorporaron al Archivo de la RDA y, tras la reunificación alemana, pasaron a formar parte del Archivo Estatal. Allí estuvieron, ignoradas por todos, hasta que el doctor Peter Voswinckel las localizó en noviembre del 2004. Entre ellas estaba la carta que escribió Hermann Lange a sus tres hermanos, pocas horas antes de que le ejecutaran:

    Querida Ángela, querida María, querido Hans:

    Soy el primero de los hermanos que regreso a las manos de Dios. Esto es una prueba muy dura también para vosotros, lo sé; pero no puedo hacer nada para cambiar la situación. Solo quiero pediros que seáis fuertes y busquéis consuelo en Él. El dolor no debe paralizarnos. He leído hace poco en un folleto: «A la hora del sufrimiento, más que hablar con nosotros mismos… y obsesionarnos… tenemos que hablar con Dios, que siempre es más grande que nuestro corazón…».

    Me gustaría que se os quedaran grabadas en el alma estas palabras, porque pueden consolaros mucho. Os doy gracias por todo el amor que me habéis dado y os pido que sigáis dándoselo a papá y mamá. Solo deseo una cosa: que sean felices y no sufran por mí, porque me voy a una tierra donde no existe el llanto…

    Acabo de comerme la última manzana. ¡Y ya tengo casi curada la herida de la pierna, gracias a la pomada!

    Me despido con todo el cariño del mundo. No os pongáis tristes por mi marcha, porque desde arriba seguiré estando muy unido a vosotros. Hans, dale recuerdos a Paula de mi parte. Os abraza con todo el amor de su corazón:

    Hermann.

    AMIGOS Y DISIDENTES

    Algunos de los testimoniantes de estas páginas aluden directamente a estos cuatro amigos de Lübeck o a los disidentes de la Rosa Blanca, que constituyen un punto de referencia en el diálogo ecuménico actual: son los protagonistas del llamado ecumenismo de la sangre.

    Al igual que los amigos de Lübeck y de Múnich, muchos de los que ofrecen sus testimonios en estas páginas son amigos entre sí, hasta el punto que se puede afirmar que este es un libro de amigos que han forjado su amistad superando fronteras culturales, sensibilidades diversas y prejuicios. Es también un libro de hombres y mujeres con convicciones, unidos por el afecto y el respeto mutuo; de rebeldes que no se someten a las directrices de las ideologías nacidas al calor del materialismo del Oeste; un materialismo que —al igual que el del Este— sojuzga la dignidad del hombre, anula su libertad y acaba siendo, en ocasiones, más agresivo y letal que el otro.

    I.

    FINLANDIA

    Confiando en el Todopoderoso, espero y creo, apoyado

    por el Parlamento y el Gobierno, que con el apoyo

    unánime del pueblo lograremos preservar nuestra

    independencia y la existencia de nuestra nación.

    General Carl Gustaf Emil Mannerheim

    (1867-1951)

    1.

    ¿OTRO TABÚ?

    Tapani Ruotsalainen

    No sé si has visto la última de Härö, el director de Cartas al padre Jacob. En una de sus películas, cuyo título no recuerdo, abordaba un tema tabú: las campañas de esterilización forzosa que se llevaron a cabo en Suecia para «la higiene social y racial». Ha caído un velo de silencio sobre esas campañas que afectaron a miles de personas (unos estudios hablan de 62.888; otros elevan la cifra) durante la friolera de cuarenta años, desde 1935 hasta 1975 (¡!), siguiendo las recomendaciones del Instituto de Biología hereditaria e Higiene racial de la Universidad de Upsala para la esterilización de gitanos, discapacitados y «personas de raza mixta».

    Härö cuenta en su última película la historia de un joven profesor de esgrima que llega en 1950 a Haapsalu, en Estonia, donde choca frontalmente con un burócrata comunista… Pero no te preocupes, que no te la voy a contar; y menos el final. Me ha gustado porque aparecen personajes que luchan por la libertad asumiendo riesgos graves, como tantos cristianos de ahora.

    ¿No te sorprende el silencio que rodea las noticias sobre los asesinatos de cristianos en tantos países del mundo? ¿Es otro tabú, como el de las campañas de esterilización, del que da vergüenza (o miedo) hablar? Me pregunto qué hubiera hecho yo si unos fanáticos hubieran entrado en mi universidad, o en mi casa, o me hubieran llevado a una playa de Libia, por ejemplo, y mi vida dependiera de mi respuesta —con un cuchillo en el cuello o una pistola apuntándome a la sien— a la pregunta:

    ¿Eres cristiano?

    No me he encontrado nunca en peligro de muerte a causa de mi fe desde que nací en 1960 en Muonio, un pueblecito de Laponia situado doscientos kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico.

    Mi familia era muy modesta. Era el cuarto de cinco hermanos y tuve una infancia muy feliz. Esa felicidad tenía una clave: la fe que me transmitió mi madre, una cristiana ferviente que me enseñó a rezar y a meditar las enseñanzas de la Biblia.

    Cuando terminé el bachillerato comprendí que Dios me llamaba a servirle como pastor luterano y decidí estudiar en Helsinki. Intenté hacer primero el servicio militar, pero no me admitieron por ser demasiado joven. Lo hice al terminar el primer curso. Pero no hay mal que por bien no venga: durante aquel tiempo conocí a mi esposa.

    Nos casamos tras dos años de noviazgo. Sabíamos que ese periodo previo era decisivo, porque el matrimonio es para toda la vida y le damos gracias a Dios por haberlo vivido de forma responsable, hablando entre nosotros y poniéndonos de acuerdo sobre unas cuestiones que ahora ni se comentan. ¿Otro tabú? Y una vez casados nos fuimos a vivir a Oulu. Tenemos cinco hijos: dos chicos y tres chicas.

    En 1986 terminé el Máster en Teología y el 30 de octubre de aquel año recibí la ordenación como pastor en la catedral de Oulu de manos del obispo Olavi Rimpiläinen, que me confió la parroquia de Ii, un pueblo situado a 30 km al norte. Y aquí sigo, después de casi tres décadas. Comencé como ayudante, luego fui capellán y llevo dieciséis años de párroco.

    En el norte de Finlandia se advierten menos que en Helsinki las consecuencias del giro de timón que dieron muchos teólogos finlandeses durante los años setenta, cuando comenzaron a enseñar una teología de signo marcadamente liberal.

    Cuando me convertí en pastor empecé a estudiar la teología clásica, coherente con la fe que había recibido de mis padres; y buscando mis raíces espirituales, descubrí que para Martín Lutero los Padres de la Iglesia —de los que me habían hablado tan poco en la Facultad— eran muy importantes. Eso me llevó a leer las escasas obras de teología clásica traducidas al finés.

    Afortunadamente, durante las últimas décadas se han traducido algunas más; y gracias a esos textos he reflexionado sobre este punto: los protestantes, los católicos y los ortodoxos bebemos de las mismas fuentes: la Biblia, los Evangelios en concreto, y los Padres.

    Participo en las reuniones ecuménicas de mi diócesis, y tengo muchos amigos y conocidos de diversas confesiones cristianas, como el padre Marino. ¿Le conoces? Tendrías que hablar con él. El trato personal con otros cristianos me ha enriquecido espiritualmente y veo que la mano de Dios me va guiando a lo largo de este proceso, que tanto me ayuda en mi trabajo pastoral.

    Cuando llegué a Ii no sabía nada de la historia de esta parroquia. Mas tarde, al investigar en los archivos, descubrí que había sido fundada en el siglo XIV, lo que significa que en su origen era católica. Había merecido la atención nada menos que del papa Inocencio VIII, que en el año 1488 escribió una carta sobre el recién elegido párroco de Ii.

    Basta con situar a Ii en un mapa, a miles y miles de kilómetros de Roma, para comprender mi asombro. El motivo de aquella carta era el diverso parecer que tenían sobre el nuevo párroco el obispo y los feligreses. El obispo escribió al papa pidiéndole que refrendara su decisión, y en cuanto Roma habló, el problema quedó resuelto.

    Al considerar este suceso he reflexionado sobre una frase que repetía uno de mis profesores de Teología: «Si la Iglesia luterana es mi madre, entonces la Iglesia católica es mi abuela». Así lo considero yo también, y esto me sirve para avanzar en el camino hacia la unidad que debe recorrer todo cristiano, por medio de la oración y la fraternidad. La unión es un fruto del Espíritu; y solo estando unidos podremos dar al mundo el testimonio que desea Jesucristo, siguiendo, si es necesario, la senda de los mártires.

    Los cristianos que se atreven a vivir de forma coherente con su fe se están convirtiendo, en estos momentos, en disidentes; y la disidencia suele comportar riesgos… Pienso en Sophie Scholl, la estudiante luterana que fue asesinada a los 21 años por pertenecer a La Rosa Blanca, un grupo de resistencia al nazismo. Un Tribunal del Pueblo la declaró culpable de alta traición y fue ejecutada el 22 de febrero de 1943. Aquel grupo estaba formado por cristianos de diversas confesiones: Sophie y su hermano Hans eran protestantes; Christoph Probst, Willi Graf y Kurt Huber, católicos; y Alexander Schmorell, ortodoxo. Schmorell ha sido canonizado por la Iglesia ortodoxa rusa.

    Anneliese Knoop-Graf, hermana de Willi Graf, comentaba en el 2005 que esos jóvenes «mostraron que siempre hay personas que están dispuestas a luchar contra el mal, con los medios a su alcance, corriendo el riesgo de fracasar o, incluso, de perder la vida». Y concluía: «En todas las épocas ha habido personas con la valentía suficiente para alzar la cabeza en medio de una sociedad doblegada, y en eso radica la actualidad de su mensaje».

    2.

    CENIZAS DE LA SAUNA

    Marino Trevisini

    Dove tu arriverai,

    sarà la storia di tutti noi.

    Himno de La Juventus

    —Pues… no sé qué puedo contar que te interese.

    —Algo de su vida, de su vocación al sacerdocio… Lo que quiera.

    —Bien… nací en Trieste en 1950 y fui a estudiar al Seminario diocesano de Roma. En 1971 estaba a punto de comenzar Teología. Era un joven rebelde, que había crecido en el ambiente de la contestazione y el disenso y tenía un fuerte sentido crítico hacia la autoridad eclesiástica.

    (Aunque a Marino Trevisini no le gusta hablar de sí mismo, accede a mi petición y me relata su historia personal en las dependencias de la catedral de San Enrique, en Helsinki. Tiene sesenta y pocos años muy bien llevados, y con su barba corta y su sonrisa permanente, transmite serenidad y juventud).

    Una de mis grandes ilusiones era formar una comunidad con otros cuatro seminaristas en una barriada extrema; y estábamos planeando —en contra del parecer de nuestros superiores— irnos a vivir a unas chabolas con los marginados, para poner en práctica lo que llamábamos «catolicismo social».

    Uno de esos cuatro seminaristas conoció a un español que acababa de llegar a Roma y daba catequesis en una parroquia. Su personalidad le impresionó y me lo presentó. Yo tenía veintiún años. Se llamaba Kiko Argüello, y el Camino estaba en sus comienzos. Hablé con él, le expliqué mi proyecto y me propuso que participara en unas charlas para formar comunidades cristianas.

    Aquellas charlas me provocaron una fuerte crisis interior: cambió mi relación con la Iglesia y me alejé de mis actitudes de rebeldía y desobediencia. Y durante ese tiempo fueron naciendo las primeras comunidades neocatecumenales en diversos lugares de Italia: en Roma, en Florencia y en Ivrea, un pueblecito cerca de Turín, donde vivían Oscar Pasinato y su esposa Paula, que había conocido el Camino en Roma, durante una temporada en la que estuvo trabajando allí… ¿Y qué más te cuento?

    —Me estaba hablando de sus estudios en el Seminario…

    —Ah. Los dejé a los veintitrés años porque pensaba que el Señor no me llamaba para ser sacerdote, sino para vivir un cristianismo radical y auténtico, como laico; en concreto, como catequista itinerante. Experimentaba una urgencia irrefrenable por evangelizar un mundo que se alejaba dramáticamente de Dios y estuve un año en la India; luego fui a Noruega y pasé un tiempo en Dinamarca, estudiando danés… A continuación hice el servicio militar, mientras profundizaba en la fe. Gracias a esa maduración, comprendí que Dios me seguía llamando al sacerdocio y reanudé mis estudios. Y en 1982, con treinta y dos años, fui ordenado sacerdote de la diócesis de Trieste.

    —¿Y de Trieste a Finlandia?

    —Esa fue otra historia. Yo estaba feliz en Trieste, pero experimentaba una gran inquietud interior por acercar a Cristo a los más alejados. Estuve hablando con mi obispo y me dijo que si esos deseos eran voluntad de Dios, algún día se harían realidad. «Sin embargo, por el momento es necesario que esperes, porque te necesito en la diócesis». Era formador del seminario, ayudaba en la catedral y atendía a los scouts.

    Pero cada vez que rezaba, sentía que el Señor me urgía a trabajar como sacerdote en lugares donde nadie hubiera oído hablar de Él. Se lo comenté de nuevo al obispo: «Comprendo tus inquietudes, Marino; pero ahora no es posible, porque no tengo suficientes sacerdotes en la diócesis. Te necesito aquí. Si quieres, puedes irte de misiones un mes, pero más tiempo no».

    Pocos días después participé en un encuentro internacional de personas del Camino, en el que se crearon varios equipos de catequesis, formados por un matrimonio, un sacerdote y una persona joven. Estaban allí Óscar y Paula, que se disponían a ir a Suecia durante unos meses. «No tenemos sacerdote» —comentó Kiko—. Entonces Óscar dijo, señalándome: «Aquí está Marino, que podría venir con nosotros. Además, sabe danés».

    Les dije que yo iría encantado, pero que mi obispo me había dicho que me necesitaba en la diócesis. «Podrías pedirle —sugirió Óscar—; que te dejara venir dos meses con nosotros, que es lo que dura una primera catequesis. Ya verás cómo lo entiende, porque Suecia es un país muy secularizado…».

    Hablé con mi obispo.

    —La vez anterior me dijo que podía irme de misiones un mes. ¿Y si fueran dos?

    —Bueno, vete dos meses —dijo—. ¡Pero luego te vuelves!

    Eso hicimos. Ese verano estuvimos en Gotemburgo y durante los años siguientes, 83 y 84, dimos catequesis en varias ciudades de Dinamarca y Noruega. Óscar y Paula habían estado por primera vez en esos países en 1975 y los frutos, después de diez años de trabajo, habían sido llamativamente escasos.

    El 11 de octubre de 1985, san Juan Pablo II pronunció un discurso memorable, con motivo del VI Simposio de las Conferencias Episcopales de Europa. Invitó a la Iglesia entera a dar un renovado impulso misionero. Habló de la necesidad de llevar a cabo una evangelización vibrante en un continente que se iba secularizando cada vez más; y recordó que el núcleo de esa evangelización debía ser la familia.

    Esa nueva evangelización —precisó— no era una tarea exclusiva de los sacerdotes: debían llevarla a cabo también los laicos y las familias cristianas, vivificando con su ejemplo y su palabra la sociedad entera. Estaba en juego el futuro de la Iglesia en Europa y de la misma cultura europea.

    Cuando le preguntaron de qué forma concreta habría que llevar a cabo esa nueva evangelización, comentó: «No lo sé. Pero siempre que la Iglesia tiene una necesidad, el Espíritu Santo promueve la respuesta oportuna en el alma de los cristianos».

    Al escuchar estas palabras del Papa, Kiko y Carmen pensaron que esa llamada concernía de modo especial a las familias que vivían su fe en el Camino, ya que hasta ese momento la mayoría de los que formaban parte de los equipos de evangelización eran célibes. Se fue madurando esa idea y, en un encuentro internacional de catequistas del Camino se vio la necesidad de que hubiera «familias en misión». Estas familias permanecerían unidas a la propia comunidad de origen, integrada en la parroquia; y serían sostenidas por ella, con lo que se establecería una estrecha relación entre la parroquia y la misión.

    —Y ese

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