¿Un invento español?
Decir “Inquisición”, con mayúsculas, es lo mismo que decir “Inquisición española”. El máximo despliegue histórico del Tribunal tuvo lugar en España desde finales del siglo XV bajo una nueva modalidad desconocida en la Edad Media: la Inquisición controlada por la monarquía. Paradójicamente, el tribunal religioso llegaba tarde a los reinos españoles, y en particular a Castilla, donde nunca había existido. En un territorio con una reconquista en marcha, era innecesario. Y seguramente la Inquisición no habría llegado nunca, o habría tenido una presencia mucho menos relevante, si no fuera por el conflicto de religión y social que afectó a un área muy concreta del reino castellano: Andalucía.
Todo había empezado un siglo antes, en 1391, un año de crisis económica agravada por un tórrido calor y sequía, incluso antes de iniciarse el verano. El descontento de los habitantes se había focalizado hacia la población judía, a la que se acusaba de una prosperidad que muchos cristianos echaban de menos. El día 6 de junio la población de Sevilla estalló y encauzó su rabia hacia los judíos. La multitud, encendida y violenta, mató a centenares de ellos, saqueando y destruyendo sus barrios. La oleada antisemita de aquel año fue ascendiendo por el mapa, recorriendo los caminos desde Córdoba a Barcelona, pasando por Toledo y Valencia.
La consecuencia de aquella explosión de resentimiento racista fue un enrarecimiento del modelo de convivencia entre las tres religiones que hasta entonces habían coexistido –cristianos, judíos y musulmanes–, pero en particular para los hebreos significó el inicio de una presión social creciente en su contra, que en Andalucía resultó por demás fuerte. Allí había existido
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